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Capítulo 2. Encuentro.

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Tras aterrizar al amanecer en el planeta Zhilo, Bulma se encontraba en el centro de la ciudad siguiendo su navegador. La noche anterior estuvo informándose de todo lo acontecido en el planeta Vegeta, así como también se documentó sobre ambos Príncipes. De Vegeta sabía demasiado a causa de las historias que contaban sobre él, aunque a veces pensaba que exageraban algunas cosas, como el hecho de compararle con un Dios malévolo. Ella únicamente podía describirlo como un hombre con una fuerza desmesurada, que era muy diferente al concepto que tenían los demás.

Cuando llegó a la plaza de la capital, paró frente a una fuente de piedra caliza que adornaba en el centro. Ésta tenía una estatua de un ser que parecía un ángel con las alas cerradas y los brazos abiertos. Bajó ella, recrearon las figuras de los habitantes de la ciudad en postura de alabanza a aquel ser divino. Por allí pasaban desde zhilianos a turistas que señalaban cualquier punto que llamaba su atención.

–Sea bienvenida a nuestro planeta, señorita–Bulma se giró para encontrarse con un hombre que le sacaba dos cabezas, de color grisáceo, ojos negros, cabello largo plateado y con una perilla fina. Él solo llevaba unos pantalones negros, dejando expuesto su musculado torso. Era atractivo, como todos los habitantes de ahí–. Debería visitar nuestro Coliseo y disfrutar de las mejores peleas de los guerreros zhilianos. –

–En otro momento–sonrió ella de manera amable–. En realidad, estoy buscando a dos personas que no pasarían indiferentes para nadie. Los Príncipes del planeta Vegeta. –

–Son figuras muy reconocidas–asintió el hombre–. Estuvieron en el ludus de mi amo, Shiro. –

–¿Cómo? –la duda apareció en el gesto de la humana–. ¿Por qué fueron a verle? –

–El Príncipe Vegeta quiere participar en el torneo de esta noche–el zhiliano apuntó con su dedo a un cartel que había detrás suyo.

Bulma observó el cartel en el que estaba el Coliseo del planeta, en él aparecía la fecha y la hora del evento, una batalla de gladiadores de aquél llamado Shiro. Quien ganase recibiría una recompensa económica elevada.

–¿Me puedes llevar al ludus? –preguntó Bulma sin dejar de observar el cartel.

–Mi amo es un hombre ocupado que...–Bulma sacó de una de las bolsa de su cinturón un pequeño saco oscuro, se lo tiró al zhiliano que lo atrapó al vuelo, para después abrirlo y ver varias monedas de oro.

–Con eso te compro una entrada para el evento y con el resto puedes hacer lo que te dé la gana–el hombre sonrió, sacó de un bolsillo un talón repleto de tickets y le extendió a Bulma uno, que lo agarró y sin mirarlo lo guardó–. Ahora llévame ante tu amo. –

El zhiliano sonrió, se dio la vuelta y con un leve movimiento de cabeza invitó a Bulma a que le siguiera. Ella no dudó en hacerlo, dándole un último vistazo al cartel. "Los mejores gladiadores del universo", se podía leer en grande.

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Tarble andaba de un lado hacia otro de la sala bajo la mirada de su hermano, quien se encontraba sentado sobre un cómodo sillón marrón. Al más pequeño se le veía en un estado de nervios que estaba completamente justificado, mientras que Vegeta estaba tranquilo, aunque el comportamiento del menor comenzaba a serle irritante.

–Hablaremos con Shiro y lo anularemos, Vegeta–Tarble paró en seco y se giró para mirar directamente a su hermano–. Encontraremos otra manera de conseguir dinero. –

Vegeta, aún sentado, se echó hacia delante sin dejar de mirar a su hermano, reposó sus brazos en sus piernas, marcó su ceño y negó con la cabeza. Cuando él tomaba una decisión no había opción de echarse atrás.

–¿Escuchaste cuánto dinero ganaremos con esto? –recordó Vegeta mientras Tarble suspiraba pesadamente.

–Ofrece esa suma porque sabe que nadie ganará–Tarble intentaba convencer a su hermano–. Shiro tiene a grandes guerreros que los ha convertido en gladiadores para hacer un espectáculo en la arena, pero realmente son muy poderosos. No son zhilianos, Vegeta. No son débiles. –

–¿Acaso eso no lo hace más interesante? –el menor negó ante el cinismo de Vegeta.

–En la arena no hay reglas. Son combates a muerte y Shiro nunca ha perdido–recalcó Tarble, intentando convencer a su hermano–. Te matarán, Vegeta–el nombrado rodó los ojos–. Por favor, vuelve a hablar con él y retírate de esa batalla. –

–¿Y ser un cobarde? –Vegeta se levantó bruscamente, asustando a Tarble ante la acción repentina–. No voy a morir y no me voy a retirar. Lucharé como un saiyajin y ganaré. –

–Son seis gladiadores–recordó el joven príncipe–. Seis hombres poderosos. –

–Como si son el doble–Vegeta agarró por el cuello del traje elástico de su hermano y lo levantó, haciendo que éste no pudiera tocar el suelo–. Conseguiré el dinero y nos largaremos a un planeta digno de nosotros. –

Le soltó con brusquedad, haciendo que Tarble cayera al suelo sentado. Se quejó mientras miraba a su hermano volver a tomar asiento en el sillón. Frunció el ceño pero no dijo nada, sabía que Vegeta era terco y nada le haría cambiar de parecer.

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Bulma estaba sentada en el pequeño despacho del ludus, justo delante estaba aquel llamado Shiro. Era un hombre de unos treinta años con el color de piel rojizo, los ojos amarillos y cresta negra. Tenía un aro pequeño en la oreja derecha y un colmillo plateado en su dentadura. Emanaba una belleza salvaje que atraía a cualquiera, pero ella no se dejaba llevar con facilidad.

–¿No podría ser más interesante mi día? –Bulma alzó una ceja al escuchar la potente y sarcástica voz de Shiro. El hombre se levantó de su asiento y se movió hasta quedar justo entre ella y la mesa azabache, dónde él se apoyó. Ella le miró de arriba abajo, llevaba una blusa de seda que se abrochaba en la zona del pecho con un cordón, éste estaba aflojado, por lo que se podía percibir el escote de su musculado torso. Los pantalones negros muy ajustados y los zapatos de piel eran elegantes–. Primero los Príncipes que se han salvado de la explosión de su planeta, y, ahora, la humana que sobrevivió a la destrucción de la Tierra. –

–Las casualidades no existen–Bulma alzó su cabeza y sonrió–. Precisamente por ellos he venido. –

–¿Ellos? –Shiro sonrió, mostrando su colmillo brillante–. ¿Qué interés tienes en ellos, humana? –

–Bulma–dijo ella rápido–. La verdad, no te importa. Sólo quiero saber dónde están y lo único que sé es que vinieron a verte. –

–Eres ruda–Bulma se vio analizada por su mirada lujuriosa, pero no le dijo nada–. El Príncipe Vegeta se apuntó a mi torneo. –

–¿No cree que podría ser denunciable a las Fuerzas Militares Galácticas que, una especie que ha sido decretada como altamente peligrosa por una enfermedad, hayas llevado al Príncipe a tu torneo, que es una muerte segura? –la sonrisa de Shiro desapareció–. ¿Me podrías decir dónde encontrarles? –

Shiro se dio la vuelta para volver a sentarse en su sitio. Se cruzó de brazos y miró a la humana. Aquella raza adoraba la belleza como nadie más en el Universo, pero él no sólo adoraba, él la necesitaba. Sus gladiadores no sólo eran poderosos, también eran hermosos. Él se cansó de los zhilianos y buscó más allá lo que era perfecto a los ojos de alguien. Bulma, para él, lo era.

–Está noche en el coliseo–Bulma sonrió ante la respuesta–. ¿Por qué no me acompañas? –

–Ya tengo mi entrada–sacó de su bolsillo el ticket que compró y se lo mostró–. No necesito acompañante. –

–Pero esa entrada es para las gradas, allí sólo hay gente aburrida y vulgar–Shiro se echó hacia delante, apoyando sus brazos sobre la mesa y juntando sus manos. La miró de manera intensa y esperó por convencerla–. Puedes estar a mi lado, en el palco. Allí tendrás las mejores vistas de las batallas. –

–¿Me quieres lucir como si fuera una de tus posesiones? –la sonrisa intensa de Shiro bastó como respuesta–. No lo puedes tener todo. –

–Todo tiene un precio–Bulma contempló sus ojos amarillos. Shiro era famoso en el universo por esa aura de narcisismo que le envolvía, muchos le querían matar por ello–. ¿Tú no lo tienes? –

–Mi precio es la libertad y no puedo serlo mientras haya gente esclavizada–Bulma se levantó de su asiento–. ¿Tus gladiadores son libres? –

Bulma no necesitaba una respuesta, pues lo sabía bien. Si él quería algo lo conseguía, podía comprar a una persona que utilizaría el dinero para ayudar a su familia, entonces sería obligado a ejercer como gladiador hasta que cobrase la elevada deuda.

–Gracias por la información–Bulma abandonó el despachó y salió del ludus. Podía escuchar a los gladiadores entrenarse en el patio mientras abandonaba aquel lugar.

No sabía que hacer. Vegeta era un objetivo que debía ser eliminado, pero Cirdan fue claro, alguien lo haría. Alguien pagó para la ejecución de los Príncipes y la extinción total de una de las razas más sanguinarias que existían. No podía dejar que muriese a manos de los gladiadores, debía ser como mandaron.

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La noche cayó y con ella llegó el esperado evento en el coliseo. Bulma estaba sentada en primera fila de la grada. Allí tenía visual perfecta de toda la arena. Poca gracia le hacía, a pesar de haber matado a gente, ver dicho espectáculo. No encontraba la diversión en observar a gente pelearse hasta la muerte, como si fuera una de las cosas más bellas del mundo. A pesar de ello, encontraba a los espectadores motivados. Gritaban, saltaban, reían y cantaban mientras esperaban al inicio de la batalla. Podía ver a hombres de otros planetas acompañados de mujeres de Zhilo siendo toqueteadas sin pudor a estar en público. Había familias con niños, éstos pequeños vitoreaban al acontecimiento.

Zhilo, un planeta donde todo era perfecto, hasta que la sangre dejaba ver su verdadera cara. Prostitución, esclavitud, tortura y muerte. No se diferenciaba de otros, pero éste parecía único por la belleza que le embargaba.

Sus ojos azules se clavaron en el palco, justo delante de ella. Allí estaba Shiro, acompañado de diplomáticos del planeta. Hablaban y reían, imaginaba que, sobre cosas del evento, porque no esperaba que fueran tan frívolos de hablar de diplomacia y paz en ese momento.

–¿Está ocupado? –Bulma se giró al escuchar una voz a su lado. Quedó sorprendida al reconocer al joven que amablemente le estaba señalando al asiento vacío que tenía al lado. Le había visto en imágenes y la cola peluda enredada en su cintura fue una prueba más para saber que se trataba de Tarble. Ella intentó reaccionar y negó a su pregunta–. Gracias. –

Bulma volvió la mirada al frente. El menor de los Príncipes para ella era un debate interno. Los saiyajins eran una raza peligrosa y su extinción ha servido para calmar a muchas poblaciones, pero los rumores no sólo se escuchaban en el planeta Vegeta. Tarble era un ser peculiar, no peleaba, no mataba, no era sanguinario ni cruel, era todo lo contrario a lo que sabía de aquel pueblo. ¿Debía pagar él por las acciones que hicieron otros?

–Los saiyajins no soléis dar las gracias–Tarble alzó la mirada a la peliazul mientras ella hablaba–. Es algo peculiar. –

–No es la primera vez que me definen así–Bulma se giró para encontrarse con los ojos de Tarble. Sintió algo de congoja ante ese encuentro. Parecía no tener vida, como si algo en su interior se hubiera apagado y, sin evitarlo, recordó el momento en que ella perdió todo y el dolor y la oscuridad que se adueñó de ella–. Yo no soy como todos los saiyajins. –

–Lamento lo que ocurrió en su planeta–mentía como podía. Hubiera festejado si Cirdan la hubiera dado la oportunidad de ello–. Fue una suerte que se salvaran los Príncipes. Su hermano compite en la arena ¿cierto? –

–Las noticias vuelan–Tarble apartó la mirada para fijarse en la arena.

–Es información que yo misma he buscado–Bulma vio al muchacho buscarla ante su respuesta. Ella sonrió amablemente–. Puede que le sorprenda, pero sé su situación. Pensé que necesitarían ayuda. –

–¿Quién es usted? –Tarble miró a la humana de arriba abajo, intentando identificar la raza a la que pertenecía.

–Mi nombre es Bulma, soy la humana que sobrevivió a la destrucción del planeta Tierra–los ojos oscuros del saiyajin se agrandaron de golpe–. Lo que pasó en su planeta no es diferente a lo que pasó en el mío. –

Tarble analizó a la muchacha durante unos segundos. Él se había informado de los humanos en cuanto se supo sobre la enfermedad que estaba atacando el planeta Vegeta. En su estudio había visto imágenes de aquella raza y recordaba la sorpresa que fue para él el parecido que tenían ellos con los saiyajins. Viendo a Bulma podía corroborar que el parecido físico era sorprendente, al igual que pensó que ella era mucho más bella que las mujeres de su extinto planeta.

–¿Y por qué quiere ayudar? –Bulma disimuló el nerviosismo que tenía. Estuvo mucho tiempo pensando en que diría una vez se topara con los hermanos, agradeció que Tarble fuera amable y conversador.

–Hace años que pienso que alguien poderoso fue el culpable de la enfermedad de mi planeta–Bulma empezó a decir todo lo que se aprendió la noche anterior–. Las Fuerzas Militares Galácticas, por ejemplo. –

–Mi hermano y yo debemos huir de ellas–Bulma frunció el ceño ante la duda y él lo notó–. Creemos que querrán ejecutarnos, por miedo a portar la enfermedad y propagarla. –

–Como medida ¿no? –Tarble asintió–. Mi hermana y yo pensamos en ellos también. Huimos, pero nunca nos buscaron. Tal vez nos veían insignificantes, nunca lo supimos. –

–¿Por qué piensa que las Fuerzas Militares Galácticas son las culpables? –Tarble necesitaba información, sin ser conocedor de que ésta era falsa, una burda mentira creada por la humana que quería el final de la raza saiyajin.

–La Tierra no quería compartir su tecnología para uso militar de esta organización–nueva mentira que sorprendió a Tarble–. Esto sólo era conocedor de unos pocos humanos. Mi padre era científico y lo sabía. Firmó un decreto, con muchos otros del gremio, en el que les negaba estos recursos. –

–Y llegó aquella enfermedad–Bulma confirmó con un leve movimiento de cabeza–. ¿Por qué querrían hacernos lo mismos a nosotros? –

–¿Por ser una raza altamente peligrosa? –Tarble frunció el ceño ante la respuesta–. No quiero sonar brusca, sólo teorizo–él asintió, casi disculpándose por su reacción–. Los saiyajins no dejabais que os dieran órdenes, y sabe que no hay nada que más odien las Fuerzas Militares Galácticas que no tener dominio sobre algo. –

Bulma podía notar que Tarble la creía y que estaba sumergido en un mar de dudas en cuanto a cómo podían haber procedido así las Fuerzas Militares Galácticas. Para nadie, ni siquiera para los saiyajins, era una revelación que la organización estaba preocupada de los límites a los que estaba llegando el planeta Vegeta, incluso se temía una rebelión de éstos.

–Quiere que mi hermano y yo la ayudemos ¿en qué? –a pesar de todo Tarble no comprendía el motivo por el que Bulma estaba allí. Ella esperaba que éste no fuera motivo para que se desenmascarase la verdad.

–En desmontar a esa organización y mostrarle al Universo como es en realidad–sonó más segura de lo que quería, y su postura, orgullosa y altiva, ayudó a que la mentira fuera más creíble de lo que imaginó.

Tarble asintió, convencido de la idea de Bulma. Internamente ella suspiro, sus palabras y su postura habían salvado la misión, y no era para menos. Ella estaba entrenada precisamente para esto.

–Si es como dice me encantaría ayudar–Tarble miró al frente, en el palco Shiro se había puesto en pie con la intención de hablar–. Pero necesitamos algo más que mentes para ello, y el único con fuerza puede que muera esta misma noche en la arena. –

–¿Cree que me tome las molestias de buscarles para ver morir a su hermano en la arena? –Tarble miró a Bulma que mostraba una sonrisa segura–. Vamos a tener que conocernos mejor, Alteza. –

Shiro, con una potente voz, habló al público. Con los brazos abiertos, como recibiendo el calor de los allí presente dio comienzo a la batalla. Las puertas de la arena se abrieron y allí se dejó ver al Príncipe Vegeta y, delante de éste, un hombre muy grande, con el mismo color de piel, los ojos completamente negros, el cabello grisáceo hasta los hombros, con la ceja derecha cortada por una brecha.

–¡A mi derecha les presento al Príncipe Vegeta, Príncipe de Saiyajins! –dijo Shiro, el presentado no recibió aplausos, sino abucheos–. ¡Y a la izquierda uno de mis queridos gladiadores, Kraken! –el público vitoreo y le nombró con fuerza–. ¡Que empiece la batalla! –

Shiro se sentó y en ese instante ambos guerreros se abalanzaron sobre el otro para iniciar la batalla. Vegeta fue el primero en propinar un golpe en el rostro a Kraken, que apenas se inmutó. El Príncipe siguió propinando golpes mientras su contrincante los evitaba, hasta que, finalmente, atrapó uno de sus puños. Le estampó contra la arena, haciendo que su silueta quedara en ella.

–No estoy segura de esto–Bulma arqueó las cejas contemplando la imagen–. ¿Cuál de los dos era el fuerte? –

–No subestime la fuerza de mi hermano–gruñó Tarble contemplando a Vegeta–. Es mucho más de lo que parece. –

–Espero que no tarde en demostrarlo–dijo ella contemplando al Príncipe que se ponía en pie para recibir un fuerte puñetazo en el rostro–. Eso me dolió hasta a mí. –

Vegeta vio venir otro puñetazo, pero esta vez fue él quien le frenó. Con una patada golpeó con fuerza el estómago de Kraken, haciendo que se doblara. El saiyajin utilizó ese tiempo para propinarle un rodillazo en la mandíbula, haciendo que echase hacia atrás su cabeza. El Príncipe se elevó lo necesario hasta él, junto sus manos encima suyo y luego las impactó con brutalidad en el rostro del enemigo, que cayó de rodillas en la arena.

–Le dije que no debía subestimarle–Tarble sonrió con orgullo al ver a su hermano sobre los hombros de Kraken, propinándole puñetazos sin cesar sobre su rostro.

Kraken duró menos de lo que parecía, cuando Vegeta se apartó de él, cayó al suelo inconsciente, perdiendo la batalla contra el saiyajin.

Se pudo escuchar la sorpresa del público al ver a Kraken derrotado, pero pronto se reanimaron para aplaudir al que, al principio, abuchearon. Vegeta tenía una sonrisa en el rostro triunfante, pensando que los cinco próximos luchadores recibirían lo mismo que el primero.

–¡Mis felicitaciones, Príncipe! –Shiro estaba de pie, no sonaba en absoluto agradable. Ver perder a uno de los suyos no le gustaba porque él tenía que tener lo mejor, en ese momento Kraken ya no lo era–. ¡Ahora se decidirá si vive o muere! –

–¿Cómo? –Bulma miró sorprendida a Shiro, que recibía gritos del público pidiendo la ejecución de Kraken.

–Así son los duelos en la arena–contestó Tarble–. Cuando alguien pierde, se debe decidir su final. –

Shiro extendió el puño hacia al frente y sacó el pulgar mientras escucha al bullicio.

–Si el pulgar está arriba significa que vivirá–explicó Tarble–. Si está abajo... puede sacar conclusiones. –

Shiro movió el puño, mostrando el pulgar hacia abajo. El público aplaudió y, en ese momento, una esfera morada nació en el cielo del coliseo. A gran velocidad bajó hasta donde estaba Kraken, pulverizando su cuerpo y mandándolo al otro mundo. La gente estaba extasiada ante la imagen mientras ella se horrorizaba por el dolor de aquel espectáculo tan cruel.

–¡Ahora el Príncipe Vegeta se enfrentará a los dos mejores gladiadores del Universo! –el saiyajin sonreía, viendo como la puerta por la que Kraken salió se volvía a abrir.

De allí salieron dos hombres físicamente iguales. Bulma pensó que eran elfos por su azulada apariencia y sus largas orejas. Sus ojos ovalados blancos y brillantes destacaban como los tatuajes plateados. Sus cabellos lacios y negros llegaban casi a la cintura. Vestidos con túnicas y portando arco en las manos y flechas en la espalda.

–¡Los Gemelos de la Muerte! ¡Phiodor y Thiodor! –anunció con alegría Shiro.

Vegeta les miró de arriba abajo encontrándoles patéticos. Pudo identificar cual era cada uno porque en la frente tenían marcado a fuego la inicial de sus nombres. Imaginaba que Shiro no era capaz de reconocerlos.

El Príncipe se abalanzó contra ellos, mientras ambos agarraban una flecha y la colocaban en el arco tensado. La soltaron exactamente al mismo tiempo pero Vegeta las agarró con la sonrisa aún adornando su rostro.

–¿Gemelos de la Muerte? ¿Ya no podíais llamaros los Gemelos de la Mierda? –Vegeta les vaciló y estos silbaron a la vez, en ese instante se desencadenaron dos explosiones nacidas de las flechas.

El saiyajin resultó herido ante la explosión. Miró a los gemelos que soltaron las armas y le contemplaron. Sus físicos no eran muy musculados, no parecían para nada fuertes ni poderosos, pero ya intuyó que ellos no querían un encuentro cuerpo a cuerpo.

Se sobresaltó cuando la arena empezó a removerse y elevarse como si fueran dos brazos. Se formaron a ambos lados de Vegeta, éste miró a los gemelos que estaban concentrados en aquel montón de tierra. Apretó los dientes y les maldijo.

Sin darse cuenta de en que momento ocurrió, estaba envuelto en un tornado de arena. Como si fueran agujas cortantes empezaron a atravesarle y cortarle. Vegeta intentó golpear pero eso no sirvió de nada.

–Se acabó lo macabro–Bulma, sacó de la bolsa del cinturón, un pequeño artefacto cilíndrico que tenía una tapa, la cual quitó. Sobresalía un botón rojizo que no dudó en accionar, iniciando una fuerte explosión que reventó el palco donde estaba Shiro junto con los diplomáticos.

Ante la mirada del público el palco cayó dentro de la arena, levantando una gran cantidad de polvo y esparciendo pedazos de piedra de las gradas. La gente salió corriendo mientras gritaba tras la explosión. En la arena, Vegeta estaba contemplando atónito lo que acababa de suceder y los elfos, quienes estaban desconcertados, reaccionaron y fueron a buscar el cuerpo de Shiro.

–Hay que salir de este planeta–Bulma miró a Tarble que estaba aún asimilando lo que ocurría–. Vaya a por su hermano y marchémonos cuanto antes. –

–¿Qué ha pasado? –Tarble miró de nuevo a la humana con desconfianza.

–Para los medios de comunicación seré una terrorista que atentó contra la vida de los diplomáticos de Zhilo–Bulma se levantó de la grada, bajando la mirada a Tarble y le dedicó una sonrisa–. Para vosotros soy la que salvó la vida del Príncipe Vegeta. –

Tarble se levantó mientras ella se disponía a marcharse. Estaba sorprendido de como una humana, que era una raza débil, podía haber llevado a cabo aquella explosión y mantenerse despreocupada.

–¡Ahora traigo la nave! –decía mientras corría a la salida. 

Tarble tardó en reaccionar. Parpadeó varias veces y miró hacia la arena para ver a Vegeta en el suelo de rodillas y temblando. Corriendo saltó a la arena y fue a buscar a su hermano que se estaba desangrando. Le zarandeó para que se reanimara, pero sólo logró que éste escupiera sangre.

–Vegeta, tenemos que irnos ya–Tarble intentó poner en pie a su hermano–. ¡Nos matarán si seguimos aquí! –

Tarble miró hacia el otro lado. Los gemelos estaban celebrando con un abrazo la muerte de su amo cuando lo encontraron sin vida en lo que quedaba de palco. Ellos habían conseguido la libertad, ahora les tocaba a él y su hermano. Pasó un brazo de Vegeta por su cuello mientras él le tomaba por la cintura. Elevó un poco el vuelo hasta que el mayor tocaba con la punta de los pies la arena. El menor alzó la mirada en busca de la nave de la humana, se elevó hacia el cielo y se dirigió hacia el depósito de naves. Si ella iba a algún lugar, sabía que no podía ser otro que aquel.

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De camino al depósito de naves, Bulma se colocó un auricular en su oreja derecha y, utilizando un comunicador, marcó un número y espero porque la llamada que estaba realizando fuera contestada. En pocos segundos apareció un pequeño holograma con el rostro de Cirdan.

¡Bulmita!–Cirdan sonrió al ver a la muchacha y pensaba preguntarle por la misión, pero ella se adelantó.

–Tengo a los saiyajins pero debo abandonar con ellos Zhilo–interrumpió Bulma mientras hablaba y corría hacia su nave–. No tengo tiempo de explicaciones. Te mandaré ubicaciones y partes informativos en cuando tenga un momento libre. –

¿Buen trabajo? –dudó Cirdan ante la información repentina de la humana.

–¡No creas lo que digan por ahí! ¡Hice bien mi trabajo! –Bulma, sin dar tiempo a que Cirdan reaccionase, cortó la comunicación.

Guardó el comunicador y el auricular en su bolsa. Llegó hasta la entrada del depósito de naves y, para su sorpresa, Tarble estaba allí esperándola. El joven Príncipe cargaba con su hermano que estaba inconsciente, mostrando un estado peor de lo que llegó a imaginar la humana.

–¿Sabe donde tenemos que ir? –Bulma asintió mientras caminaba por el amplio lugar repleto de naves.

–A donde no vayan a poner precio a mi cabeza–Bulma sonrió al encontrar su nave. La abrió e invitó al Príncipe a entrar con su hermano. Cerró la compuerta y encendió las luces. La nave era lo suficientemente grande para que viviera una persona en ella, pero no había problema por dos más.

Dos asientos, una cama, una nevera pequeña y una habitación pequeña que era el baño, con lo necesario para asearse y hacer sus necesidades.

–Puede ponerlo en la cama–Tarble asintió y le colocó sobre ella mientras Bulma se ponía en uno de los asientos para manejar la nave.

–¿Qué le ha pasado a mi hermano? –Tarble le colocó un cinturón que había en la cama a Vegeta para que el despegue no le tirase de ella. Luego se sentó en el otro asiento al lado de Bulma, quien presionaba botones y activaba algunos controles para que la nave se encendiera.

–Eran elfos goldianos–informó Bulma quien había conseguido encender la nave–. Sus poderes son sorprendentes y algunos tienen conocimiento sobre ciertos venenos. Esos sabían. –

Bulma empezó a despegar la nave cuando se escuchó algo en el comunicador de ella.

–Nave número 724, no está autorizado su despegue–Bulma resopló al escucharlo–. Nos veremos obligados a abrir fuego. –

–En la Tierra había un juego muy divertido–la peliazul miró a Tarble que parecía preocupado. Ella sonreía con diversión–. Era de destruir naves. –

–¿Y? –aquella información no le gustaba a Tarble.

–Que tenía la mejor puntuación–Bulma despegó la nave, saliendo de aquel lugar.

–Nave número 724, no tiene autorización para abandonar el planeta Zhilo–seguía escuchándose–. Las Fuerzas del Orden tienen orden de abrir fuego contra su persona. –

–Yo también me acabo de dar orden contra sus Fuerzas del Orden–Bulma agarró el mando de la nave y la dirigió hacia fuera del planeta.

En ese momento tres naves seguían la de ella, abriendo fuego en el momento de localizarla. Bulma giró la nave para evitar el impacto.

–No conozco el juego de su planeta–decía Tarble mientras miraba a Vegeta, cerciorándose que el cinturón hacía su función y no se caía de la cama–, pero ¿no debería estar usted detrás de ellos para ganarles? –

–¿Las naves de su planeta sólo disparaban hacia delante? –Bulma apretó un botón azul que estaba colocado encima de ella. En ese momento unas ráfagas de disparos salieron de la parte trasera de la nave, dándole a las tres que la seguían–. Hay que modernizarse. –

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Pasaron unos minutos hasta que Bulma vio que no había peligro. Marcó unas coordenadas y dejó que el piloto automático se encargase de la conducción. Se quitó el cinturón y se fue detrás, donde estaba Tarble colocando un paño frío en la frente de su hermano.

La peliazul se detuvo a contemplar al Príncipe Vegeta. Tenía el traje magullado, le habían roto la armadura y la parte superior de su traje de combate y la parte de la pierna izquierda hasta la rodilla. Tenía heridas en el torso, brazos, pierna, ceja derecha y pómulo izquierdo. A pesar de estar dormido aún se apreciaba esa agresividad característica de su raza. Eso hizo que recordase la cola que caracterizaba a los saiyajins. Estaba relajada y caía por el colchón, no parecía que hubiera tenido alguna herida.

–Tiene una fiebre elevada... ¿y si está infectado? –preguntó Tarble tocando el brazo ardiente de su hermano.

–¿De la enfermedad de su planeta? –el Príncipe asintió–. Está envenenado. –

Tarble alzó la mirada a la humana que se apoyó en la esquina con los brazos cruzados mientras contemplaba el cuerpo herido de Vegeta.

–¿Recuerda lo que le dije de los elfos goldianos? Las flechas estarían impregnadas de veneno y con la explosión le habrían envuelto con ello–Bulma recordó el momento exacto que contaba, haciendo que Tarble también lo rememorase–. Sólo es efectivo si existen heridas, por eso le hicieron los cortes. –

–¿Morirá? –Bulma sonrió y negó con la cabeza. Se acercó hacia la cama y metió la mano en el hueco que había debajo. Sacó un pequeño baúl, lo abrió y allí le mostró a Tarble un montón de recipientes con líquidos dentro–. Viajo mucho y debo estar prevenida por si surge algo así. –

Bulma sacó un recipiente negro y se lo dio a Tarble. Éste observó la etiqueta desgastada que tenía, eran símbolos de algún dialecto que desconocía.

–Debe tomar tres gotas de esta medicina–Tarble abrió el recipiente mientras Bulma le explicaba las normas–. Con sus heridas serán las necesarias. –

–¿Cómo lo sabe? –Bulma se levantó mientras volvía a apoyarse donde estaba.

–Es como una media que hacen para los medicamentos, ya sabe–Tarble negó y ella resopló–. Tantas heridas tengas serán equis número de gotas. Su hermano deberá tener como unos veinte cortes, así que serán tres gotas. Si le echa cuatro empezará a convulsionar hasta que muera agonizando. –

Tarble se asustó. Tragó saliva, le abrió un poco la boca a su hermano y le echó las gotas con el pulso temblando. Bulma miraba detenidamente al menor de los príncipes. Vio como dos gotas caían seguidas, en ese momento él se quitó el sudor de la frente, dejó salir un delicado suspiro y volvió a echar la que sería la última gota, pero volvieron a salir dos.

El menor se tensó mucho, se le cayó el recipiente al suelo y, mientras su piel se teñía de blanco, agarró a Vegeta de los brazos, zarandeándole de manera brusca.

–¡Hermano, no! ¡Hermano, no! –su dolor se veía nublado por la risita femenina detrás de ella. Se giró para ver a Bulma mordiéndose el labio inferior para no romper de la risa–. ¡¿Te causa risa?! –

–Lo siento es que...–Bulma empezó a reír de golpe– ¡Era una broma! –

La risa de Bulma se escuchó por la nave a la vez que Tarble miraba a su hermano. Él estaba como antes, no convulsionaba o siquiera titiritaba.

–Paso mucho tiempo sola en la nave–Tarble miró a Bulma que se quitaba una lágrima del ojo–. Sé que ha sido una broma algo bruta, pero mira el lado positivo. Ya nos tuteamos. –

–¿Has hecho esto para tutearnos? –Bulma negó con la cabeza mientras agarraba el recipiente, lo taponaba y lo guardaba nuevamente en el baúl.

–Mi hermana solía hacerme estas bromas tan pesadas–Bulma miró a los ojos de Tarble–. Te vi unido a tu hermano y me acordé de ella. Siento si fue cruel. –

–Al menos me hiciste la broma a mí y no a él–Tarble miró a su adormecido hermano–. Él te hubiera arrancado la cabeza. –

–Pues que se ponga en la fila, hay más gente esperando–Bulma volvió a sentarse y Tarble tomó asiento a su lado.

Aquella respuesta le resultó curiosa a Tarble. No pensó que la humana fuera una persona conflictiva y en cambio a penas la conocía ya había causado una explosión y una persecución.

–¿Por qué te quieren matar? –ella tragó saliva. El motivo era sencillo cuando se dedicaba a matar a personas crueles y así salvar al mundo de aquella maldad. Intentó buscar una excusa que justificase tener tantos enemigos.

–Cuando no tienes planeta vagas de un lado a otro sin rumbo alguno–dijo ella, llevándose la atención del Príncipe–. Ninguno te parecerá tan bello como el tuyo, lo anhelarás toda la vida pero no puedes hacer nada más que echar la vista atrás. Entonces tienes que aprender a sobrevivir y, por ende, a defenderte, porque encontrarás a gente buena pero también a mucha gente mala. –

–Yo avisé a Vegeta de que aquello era una locura–Bulma fue ahora la interesada–. Él decía que necesitaríamos dinero y que Shiro ofrecía mucho. Él se cree el más poderoso del Universo y pensó que ganaría a todos esos gladiadores. –

–Cuando no tienes nada lo mejor es creerte el más fuerte, así te aferras a algo y puedes ganar–la peliazul se sorprendió de defender a alguien como Vegeta, pero entendía las circunstancias por las que pasaron–. ¿Por qué estabais en Zhilo? Fue un auténtico milagro que os salvarais de lo ocurrido en vuestro planeta. –

–Mi padre estaba obligando a mi hermano a casarse con una saiyajin de élite para poder ocupar el trono–contestó Tarble–. A Vegeta no le gusta el compromiso así que me ofreció ir a Zhilo y distraernos antes del acontecimiento. –

–Todos van allí para distraerse–ironizó Bulma ante la fama del planeta–. Yo tengo diecisiete años, tú no pareces más mayor que yo. –

–Tengo quince años–Bulma abrió la boca haciendo un sonido de sorpresa.

–¿Tienes quince y ya vas a prostíbulos? –él se encogió de hombros como si fuera normal.

–En nuestra cultura es habitual que con trece años empiece el apareamiento, yo lo empecé tarde pero...–Bulma negó con los brazos.

–¡No quiero oírlo! –la peliazul se sonrojó al escucharlo, él se disculpó mientras ella apartaba la mirada.

Hablar de aquellos temas ponían a la humana muy nerviosa debido a que era algo desconocido. Ella podría haber tenido su primer beso, su primer encuentro sexual e incluso su primera pareja, pero ni siquiera había tenido un primer amor, porque todo le sonaba ridículo. No negaba cuando un hombre le parecía atractivo, pero no le llamaban la atención más allá de eso. Cirdan, su mentor, quería que manejase el arte de la seducción, pero Bulma siempre se negaba. Si hacía su trabajo lo haría a su modo y con sus métodos, y en ellos no entraba utilizar su cuerpo.

–Tarble–Bulma miró al nombrado cuando escuchó una voz masculina detrás de ambos. Éste también la miró, para después echar la vista atrás y encontrarse con su hermano que movía la cabeza de un lado a otro, como intentan adivinar donde estaba–. ¡Tarble! –

–Hermano–Tarble se levantó y fue corriendo a verle. Comprobó su estado y al ver que estaba mejor, le dedicó una sonrisa–, ¿cómo te encuentras? –

–¿Dónde demonios estamos? –Vegeta ignoró la pregunta de su hermano, necesitaba saber que había ocurrido, porque lo último que recordaba era la pelea con aquellos gemelos y una fuerte explosión en el coliseo.

–Es la nave de Bulma–Vegeta vio a su hermano señalar hacia una dirección. Él buscó a quien era responsable de estar él ahí, y la encontró. Delante suya, con los brazos cruzados y una sonrisa en los labios–. Es la humana que sobrevivió a la destrucción de la Tierra. –

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¡Espero que os haya gustado!

~Nephim

*Just Tonight92 (fanfiction)

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