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Capítulo 6: Presiento que vamos a llevarnos bien.

―Perfecto, Elizabeth, pero comienza otra vez desde La menor, hay algo en unas notas después que no me convencen del todo ―comenta Alexandra, la profesora a cargo del seguimiento de la señorita Ángelo.

En Cardenal, los becados tienen un sistema de seguimiento diferente a los alumnos normales; poseen un tutor de estudio propio que evalúa el progreso con las materias en general y el nivel como músico solista. A la primera evaluación que dé como resultado negativo o un gran retroceso de nivel académico, es deber informarle al decanato sobre el alumno y estar a la espera de las dos próximas evaluaciones. Si las mismas llegan a dar menos de 9, el alumno queda automáticamente sin la beca. Tiene la opción de pagar la universidad como un alumno normal o abandonar el establecimiento. Elizabeth y Pilar tienen por lo menos una vez a la semana, una pesadilla donde desaprueban y son obligadas a marcharse bajo las burlas y las miradas del resto, mientras ven como sus sueños se escurren de sus dedos. Luego despiertan y ese mismo día trabajan duro, más que el doble, triple y cuádruple; dejan todo, más de lo que tienen en cada clase, en cada nota.

Lizzy obedece a Alexa y comienza nuevamente con su arreglo, toca dejando todo de sí en ese piano. Sus dedos están conectados con su sistema nervioso, con su corazón y parecen respirar también, tienen vida propia, una vida donde saben que, si no lo hacen bien, la pesadilla de Elizabeth podría hacerse realidad y como a dé lugar deben impedirlo.

―Precioso. Lizzy, me dejaste sin palabras ―dijo su profesora con algunas lágrimas en sus ojos.

La muchacha, agitada, libre y aliviada, le sonríe y luego le sonríe al piano mientras acaricia una de sus teclas.

―Gracias, muchas gracias en verdad ―Es lo único que puede decir.

―Este es el momento oportuno para decirte que me encantaría que toques por primera vez en la muestra inicial de los mejores alumnos.

Elizabeth dejó de acariciar una tecla para presionar toda su palma en ellas, haciendo que un sonido desafinado se ejecute.

―¿Qué yo qué? ―espetó.

―Sos la mejor alumna que tenemos, no podemos negarlo. Con ningún dinero del mundo se puede obtener un don como el tuyo, ¿no te parece suficiente esa respuesta? ―expuso Alexandra―. He visto cómo te esforzás en cada clase y ni hablemos las horas y horas que practicás. Ya merecés que los demás conozcan tu talento.

―Ahora me quedé yo sin palabras. ¿Cuándo es la muestra?

―Este viernes. Sí, sé que solo faltan tres días, pero ya estás preparada y podés interpretar esta misma pieza ―alega Alexa.

Lizzy lo piensa unos segundos. Sabe que al parecer tiene talento, pero no es natural, ni es una alumna prodigio como a ella le encantaría ser. Elizabeth ensaya alrededor de seis horas diarias, lee notas, compone, ejecuta; apenas tiene tiempo para abrir la ventana de su habitación. Sin embargo, no se queja, nada funciona mejor que su música para escaparse de todo y todos.

―Lo voy a hacer, voy a tocar este viernes ―Le dice a su profesora.

―Me alegra mucho saberlo ―contesta.

La clase privada con Alexandra termina y su estómago ruge. Toma sus cosas y va directo a la cafetería que tanto detesta. Los martes no trabaja en la librería café, donde sale de la universidad y merienda allá, porque estos días en particular debe quedarse más tiempo en clases de lo habitual, ella y cada alumno becado. Lo bueno es que a esta hora no debería haber nadie en la cafetería que la moleste o la mire raro por elegir el menú más económico. Suele traer el almuerzo desde su casa, pero hoy se lo olvidó, de todas formas, no tiene pensado comer en aquel salón, sino que pretende llevárselo a su guarida personal.

Como si de una broma se tratara, todavía hay alumnos y se lamenta de manera interna al notar que quitaron el menú económico. Lizzy mira dentro de su billetera porque solo trajo $200 ya que la gran mayoría de su sueldo lo ahorra y no quiere gastar de más en algo que se irá al inodoro. Tal vez Pilar podría ayudarla, pero en la fila se suma cada vez más personas, ¿y qué es lo peor de todo esto? Que detrás suyo se encuentra nada más ni nada menos que el millonario William Darcy.

―Señorita, hay más alumnos esperando. ¿Comprará algo o no? ―inquiere el señor de la cafetería.

No le alcanza para un almuerzo, pero por lo menos un café con leche y un tostado chico podrá comprar. No obstante, en el momento que está por hablar, una voz se escucha desde la fila: "es una becada, seguro está enojada porque desapareció el menú barato". Lo que la enfurece, pero no responde nada a aquel extraño porque no vale la pena hacerlo.

Siente que alguien toca su hombro.

―Elizabeth, permíteme pagar el almuerzo por ti ―Oye la voz de William.

―No ―responde tajante.

―Yo solo pretendo ayu...

―No ―Vuelve a responderle―. Por favor, deme un café con leche y un tostado ―Se dirige al señor fe la cafetería.

Luego, tras recibir su pedido, se retira lo más rápido posible de la cafetería hacia la sala de ensayo. La verdad que el mal momento la dejó sin apetito, pero trató de comer lo que más pudo, dejando la mitad de todo. Siguió ensayando hasta que las dos horas antes de su examen del día se cumplieran. Sacó la nota más alta: un impecable 10, sin embargo, sus profesores le hubieran puesto una más alta si se permitiera.

Entonces llegó el gran día de la muestra de inicio de clases. Elizabeth se miraba al espejo para tratar de menguar los nervios y respirar con calma. Llevaba un vestido muy sencillo que le regaló pilar el año pasado para su cumpleaños; era rosa pastel hasta las rodillas, no tenía nada de pedrería, ya que la tela tenía un brillo delicado y natural. Era de mangas cortas y traslúcidas. No se hizo ningún peinado de salón como las demás expositoras, sino que dejó suelto su cabello por primera vez después de meses de mantenerlo trenzado. Pilar la maquilló con colores cobres y dejándole los labios en un hermoso tono rosa viejo. Lizzy parecía tener 15 años de nuevo, porque su rostro aniñado, más ese vestido le daba tal apariencia.

Afuera la esperaban impacientes su familia más Bingley y, pese a todas sus negativas, Darcy. La verdad que ver el nombre de Elizabeth Ángelo dentro de los expositores le llamó la atención por completo. Su lucha interna cada vez era más insufrible y mortuoria, más aún al conocer apenas cinco minutos atrás a la madre y hermana menor de las Ángelo. No mostraron ningún tipo de clase o educación al llegar a un establecimiento como lo es el Cardenal; trajeron comida y le preguntaban a Charles cuánto es que su padre le transfería por mes. Se notaba a Pilar demasiado incómoda, hasta paró a su madre varias veces, pero no pudo hacer mucho para detenerla.

Gracias al cielo llegó el turno de Lizzy. Recibió los aplausos de bienvenida y tomó asiento en el piando de cola. Comenzó a ejecutar su canción de ensueño con sus dedos temblando, y para calmarse, se dijo una y otra vez a sí misma que no estaba frente a ciento de personas. Comenzó a hacer de cuenta que estaba en su querida sala a eso de las once de la mañana, cuando la luz es la ideal y su respirar son las notas que salen del viejo piano. Inhaló profundo haciendo de cuenta que no estaba en un frío escenario, sino que en su cálida guarida con aroma a cítricos. Lo logró; tocó como nunca lo había hecho, incluso tarareó la dulce melodía que tanto llegaba a su corazón. Y si de corazones se trataba, el corazón indeciso de William latía cada vez más fuerte con cada tiempo de la música. Desde aquel día en que la conoció, no había ninguno en el que se pudiera sacar de la cabeza aquella melodía que tocaron juntos. No podía evitarlo, por más que luchaba día tras día.

Cuando terminó de tocar la canción, el público la ovacionó de pie, porque oyeron algo tan precioso jamás escuchado, y Lizzy no tenía ni idea de lo modesta que es, pero aun así se sentía feliz, muy feliz, al punto de agradecer y sonreírles a todos.

Pilar la abrazó con todas sus fuerzas y lágrimas en los ojos cuando bajó del escenario. También lo hizo Charlotte, Alexandra, sus padres e incluso su hermana menor. Charles se acercó a elogiarla, mientras que William se quedó inmóvil en su lugar, sin poder quitar sus ojos de ella, a Lizzy no le interesó, si él pensaba que su actuación había sido mediocre o perfecta, la tenía sin cuidado, lo que importaba, es que tenía a las personas que quería a su lado y nadie le iba a quitar su felicidad.

En ese tumulto formado, Lizzy siente que tocan su hombro. Al voltearse, un chico que no vio nunca en la universidad, pese a que lleva el uniforme puesto, le sonríe de manera amable. Ella no puede negar que es bonito, más sus ojos miel, pero al instante se reprende a ella misma porque la última vez que le pareció lindo un chico de la universidad, terminó dejándola plantada sin explicación alguna e ignorándola por completo.

―Hola, Elizabeth Ángelo, ¿cierto? ―pregunta el castaño.

―Eh... sí ―responde desconfiada. Los chicos de Cardenal son un peligro y hay que mantenerse alejada de ellos.

―Quiero felicitarte, la manera en la que tocaste me llegó al corazón ―Le dice el muchacho.

Un chico de Cardenal felicitándola, ¿acaso el fin del mundo se aproximaba? Esa es la pregunta que rondaba por la cabeza de Elizabeth.

―Muchas gracias ―Ella musito con una semi sonrisa amable, sobre todo cautelosa y algo desconfiada.

―La verdad es que estoy feliz que otra vez se demostró que los becados somos quienes tenemos talento aquí y no los otros ―expuso el muchacho.

―¿Qué? ¿Vos sos...?

―Sí, soy un alumno becado y estoy orgulloso de ello ―respondió de manera coqueta y luego le guiñó un ojo, un gesto que a Lizzy no le pasó desapercibido y que respondió con una sonrisa auténtica.

―No puedo creerlo, ¿cómo es que no te vi antes? ―cuestionó ella.

―Es que llegué de Inglaterra hace muy poco, con los alumnos de intercambio, solo que por motivos obvios estoy en la sombra de todos ellos ―explica él.

―Oh, todo tiene sentido ahora ―agrega Lizzy―, imagínate si alguien se enterara que un becado acompañó a los tres herederos ―susurró.

―Por Dios, ni se te ocurra pensarlo, sería todo un bochorno la noticia ―sisea el extraño.

―No me digas que viniste en el mismo avión que ellos ―insinúa Elizabeth.

―Exactamente en el mismo avión. ¡Qué desgracia la de ellos! ―Tapa su boca bromeando y ambos sonríen.

―Presiento que vamos a llevarnos bien ―Le dice Lizzy.

―¿Sabes qué? Yo opino exactamente lo mismo ―responde él.

―No me dijiste tu nombre, ¿no te permiten que lo digas acaso? ―masculle la señorita Ángelo.

Él suelta una risa.

―Me quitan la beca si lo digo ―sigue bromeando―. Mi nombre es George Wickham, pero Geor para ti. 

HOLA DE NUEVOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO

Cómo estáaaaaaaaaaaaaannnnn!

Qué me cuentan?

Ya apareció el Geooorrrrrrrr y yo no puedo esperar a seguir escribiendo porque estoy taaaaan inspirada que aaaaaaaah, me vuelvo loca.

Gracias por todo el apoyo y todos los lindos comentarios, los leo a cada uno de ellos. Les mando un abrazo enorrrrrme, enorme. Abajo les dejo las redes por si quieren seguirme.

Nos leemos en el próximo capiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.

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