Suspiro.
¡Hola! ¿Me extrañaron? Niéguenlo todo lo que quieran, yo sé que sí. En fin, no voy a darles larga. Este cap se me ocurrió mientras venía viajando, entre otras cosas que ya van a ir descubriendo. Y como pregunta que nada tiene que ver con nada, ¿podrían hacerme un favor? Los que quieren, me podrían decir desde dónde están leyendo, o sea país o ubicación geográfica. Es para un proyecto que tengo en mente, ya les diré más pero de momento eso. Saludos y gracias de antemano xDD
Capítulo XXIII:
Suspiro.
En 1915 un astrónomo llamado Robert Innes, descubrió la que hoy en día se considera la estrella más cercana a la Tierra. Por supuesto que el hombre no fue tan tonto como para incluir al Sol en su estudio, y le tomó alrededor de 1.600 estrellas fallidas llegar a la más próxima. La llamó Próxima Centauri—lo sé, no fue del todo creativo allí—y determinó que estaba a 4,22 años luz de distancia de nosotros. Incluso aunque fuésemos capaces de aumentar la velocidad con la que se desplazan los cohetes, nos tomaría alrededor de 32.000 años llegar a ella. Y dada las condiciones de la estrella, se concluyó que sería inhóspita para el ser humano y probablemente para cualquier tipo de vida similar a la nuestra.
Se preguntarán adónde intento llegar con todo esto, ¿no? Es decir, yo lo haría en su lugar, pero antes hagamos una pequeña pausa para conocernos mejor. ¿Alguna vez se han preguntado cuánto nos tomaría llegar a la estrella más cercana? Ni que decir a la galaxia más cercana, o tal vez ¿qué tanto deberíamos vivir para verificar si existen planetas habitables además del nuestro?
Descuiden que si no lo hicieron no voy a apuntarlos con el dedo, les prometo que tengo un propósito detrás de toda esta verborragia. Además que llevaba un rato sin ponerme toda nerd con ustedes, creo que merecían una clase rápida de astronomía barata para calmar los ánimos e introducirlos en el tema.
Así que les voy a confesar algo, en ocasiones me he puesto en plan reflexivo sobre el tiempo. Pero no cualquier clase de medida de tiempo, sino el tiempo relativo que tenemos en este mundo para hacer tal o cual asunto. Es decir, estadísticamente el ser humano vive, ¿cuánto? ¿Ochenta? ¿O noventa años? Antiguamente, digamos en la época medieval, la expectativa de vida era más o menos hasta los 45 años. Claro, si eras saludable, no te topabas con una guerra, quedabas en medio de una cruzada, o tonteabas en justas.
En fin, incluso aunque fuésemos capaces de aumentar nuestra expectativa de vida actual, en comparación con las distancias que deberíamos recorrer para no estar tan aislados en el universo, ésta seguiría siendo nimia. Si lo ponemos en perspectiva, la vida humana es una ínfima parte de miles y millones de años que jamás vamos a conocer. En la enorme comparación del firmamento, nuestra existencia sería un suspiro que pasa demasiado rápido como para ser notado.
Esto fue lo que me explicó mi padre cuando tenía como once años, me había hablado de estrellas, de distancias imposibles de imaginar, de momentos que vivimos, de momentos que no íbamos a vivir y de instantes perdidos. Papá quería hacerme entender cuán iluso era pensar que podíamos ser más eternos de lo que somos a cada segundo. Papá quería que viviera como si mi insignificante suspiro, tuviese las características de un ciclón de medidas extremas. Papá de algún modo había llegado a comprender que podía hacer valer los minutos.
Lamentablemente murió antes de decirme cómo lo había descubierto. Y siempre que quedaba medio atorada entre la consciencia y la casi muerte por vomito inducido, pensaba en ello. En los muchos suspiros que estaba dejando correr con el propósito de dar el último. Pensar en la vida, siempre me llevaba a pensar en la muerte y pensar en ello, era símbolo inequívoco de sentir que estaba más cerca de papá.
Soy extraña, lo sé. Y es exactamente por esa extrañeza que me caracteriza, que voy a huir de esto unos minutos más. Pero antes les quería dejar ese pensamiento, para que no digan que nunca les he enseñado nada.
***
Abrí los ojos al cabo de un tiempo, pero no era la primera vez que despertaba. Ya había despertado con anterioridad, sólo que me había convencido que podía retrasar el instante tanto como me fuese conveniente. Me topé con paredes blancas, una puerta cerrada, la imagen de la virgen María y aquella mancha medio gris que la humedad había dejado en algún momento. Lo extraño era que conocía ese lugar. Era mi habitación de hospital, la misma que me había encargado de detallar de punta a punta luego de mi accidente.
Estiré la mano izquierda, donde podía sentir la punzada característica de mi vía para el suero. Alguien me había dejado allí, alguien había decidido que era muy vulgar dejarme morir de inanición en mi cuarto de baño y me había arrastrado al hospital. No estaba molesta por estar viva, de haberme querido matar les aseguro que no habría fallado tan patéticamente. Lo que me molestaba era que ese alguien estuviese allí conmigo, aún cuando se encontraba de espaldas y enfrentando la ventana, podía sentir cuan desagradable le era la situación.
Me aclaré la garganta, era mejor terminar con la inquisición cuanto antes.
Ella se volteó automáticamente al oírme, ofreciéndome una mirada que por un momento osciló entre la preocupación y el disgusto. Aunque bien podría ser mi yo interno, delirando un poco por los ansiolíticos que debían estar corriendo por mi torrente sanguíneo.
—Oh, despertaste… —Paige hizo su camino hasta el lateral de mi camilla de hospital; si había habido preocupación en su mirada, ésta se disolvió en el lapso de cuatro pasos—. Pensé que ibas a extender la espera un poco más, aunque todo un día fue un maldito record para ti.
—¿Qué haces aquí? —Mi voz sonaba un tanto rasposa, algo bastante común tras una maratónica expulsión de mis jugos gástricos. Es asqueroso lo que acabo de decir, mejor obvien esa parte.
Sé que yo lo hago sin pensarlo, pero pasarlo a escrito y sabiendo que ustedes pueden juzgar mis acciones sin más, pues como que me hace sentir algo de repulsión hacia mí misma. No que esto vaya a hacerme detener, también odio apestar, pero jodidamente no me bañó los domingos. Eso es como romper una regla sacrosanta, y me importa un cuerno herir sensibilidades con esto.
—Le pegaste un susto de muerte a tu… amigo. —Frunció el ceño al decir esto, echando una fugaz mirada hacia la puerta cerrada. ¿De quién estaba hablando?
Me tomó como un largo minuto de estupidez caer en cuenta de sus palabras.
No podía ser cierto, ¿entonces aquello no había sido un sueño? ¿Cameron había estado en mi casa? Diablos, habría preferido que hubiese sido Paige. Aunque esa opción no era la más obvia, por alguna razón me había decantado por pensar que ella me había arrastrado al hospital. No porque pensara que a ella en realidad podía importarle una mierda mi vida, pero estaba casi segura de que se le complicaría explicar mi muerte en su cuarto de baño. Cualquier cosa que implicase demasiada burocracia, Paige la evitaría. Hasta la fecha, creo que es el único motivo por el cual aún respiro.
—¿Él te llamó?
Ella hizo un gesto con la mano, como si el tema le pareciera absurdo.
—Fui a la casa a buscar algunas cosas, cuando lo vi saliendo contigo en brazos hacia la camioneta. —Sonrió—. El pobre chico parecía tan absorto en su tarea, que casi me arrolla en la puerta. Le dije que no se preocupara mucho, que esta no era la primera vez que hacías algo así pero no creo que haya escuchado ni media palabra.
—¿Dónde está? —Entre las muchas cosas que me desagradan (además de bañarme los domingos), esperar algo Paige encabeza la lista. Diría que está cabeza a cabeza con el baño.
Es broma, la verdad es que cuido bien mi higiene.
—Me pregunto… —vaciló un instante, dándole a su rostro un toque de leve curiosidad—. Si bien éste parecía bastante alterado, no me dio la impresión de estar sorprendido con lo que veía. Pero el jueves te preocupaba hablar sobre esto con Marc, así que cuál de los dos es…
—Cierra la boca —la acallé cuando comencé a prever a donde intentaba llegar. No tenía las fuerzas físicas para tratar con ella, ni tampoco mis muletas cerca como para arrojárselas a discreción.
—No seas tan dura, Marín, sólo me parece algo llamativo. ¿Cenas con uno un día y vomitas con el otro al siguiente?
¿Qué clase de mente retorcida formulaba ese tipo de preguntas? Bueno, ahí la tienen, damas y caballeros la santa puta de mi madre. Aunque quizá esos dos adjetivos no sean muy combinables.
—Lo que haga o deje de hacer no es de tu incumbencia.
—Cierto es, la verdad no me importa. Pero el chico no podía quedarse aquí, ¿sabes? Sólo se permite un familiar directo, aunque eso no lo detuvo de pasar toda la noche en las sillas del pasillo. —Hizo una pequeña pausa, juntando las manos delante de su cuerpo—. Una actitud bastante particular ¿no te parece?
—El hecho de que tú no conozcas a nadie que sacrificara una mierda por ti, no significa que eso sea imposible. Descuida, cuando tus órganos fallen y debas ser ingresada en un sanatorio, voy a decirles que tu última voluntad era permanecer conectada a los aparatos: con los pañales sucios, el cabello sin tintar y sin tu depilación semanal.
Paige rodó los ojos, aunque supe que la perspectiva de verse vieja y necesitada de otros no le agradaba en lo más mínimo. Levantó su bolso con un gesto solemne y luego se dirigió hacia la puerta.
—Me voy, mientras tú juegas con tus novios yo voy a recuperar mi casa.
—Esa es mi casa y lo sabes.
Ella se detuvo con la mano sobre el pomo de la puerta y tras un calculado segundo, se volvió para mirarme mucho más dócil que de costumbre.
—Podríamos hacer esto de un modo amigable, ¿no lo habría querido así tu padre?
—¿Y tú qué sabes lo que él habría querido? De gracias si sabías su nombre completo.
—Lo que sea, Marín. —Afortunadamente luego de esa respuesta aireada, se marchó.
Por supuesto que a papá le habría gustado que todo se desarrollara según lo estipulado, la casa era mía y fin del asunto. El tema era que quizá ya ni tenía ganas de luchar por ella, ¿cuál era el punto? Podía aceptar que los mejores recuerdos de mi padre estaban en mi cabeza, no necesitaba la casa para mantenerlos vivos ¿no?
Estaba metida en estos profundos pensamientos sobre lanzar la toalla y correr—en sentido figurado porque aún no puedo correr—tan lejos de allí como me fuese posible, cuando la puerta volvió a abrirse. ¿Qué había dicho Paige antes? Algo sobre él quedándose toda la noche en las sillas del pasillo. Aja, ¿repararon en esa parte de “toda la noche”? Si teóricamente Cameron me había encontrado, digamos el viernes, entonces eso significaba que había pasado todo un día en mis devaneos sobre estrellas y distancias.
¡Santa madre del amor hermoso! ¿Me había desconectado por todo un día? Dios, realmente esperaba que Paige sólo estuviese exagerando los tantos.
—Hola —saludó él asomando primero su cabeza, y luego su cuerpo entero por el resquicio que había abierto.
—Hola.
Esta conversación tenía todos los componentes para ser incómoda, vayamos por puntos:
a) Había besado a Marc el jueves, justo después de golpear su saco de boxeo, bajo su techo y reconocer a mí misma que no podía querer a Marc.
b) Había descubierto que, una vez más, ellos tenían alguna especie de competencia estúpida que me involucraba. Descuiden, así como tuve tiempo para pensar sobre estrellas, también lo tuve para poner algunos paños fríos sobre ese asunto.
c) Había hecho un desastre de mí, dejando que él recogiera las partes rotas en un intento por salvarme de… Bueno, aún no sabía de qué.
En conclusión, hablar con Cameron era algo que no quería hacer. Porque por cada parte de mí que quería retenerlo allí como mi guardián, existía la misma cantidad que sólo quería empujarlo lejos. Yo era una mierda, más allá de que él apostara o no con Marc, joder, seamos honestos. Ninguno de los dos merecía esto.
—¿Cómo te sientes? —Me encogí de hombros con indiferencia y él tomó el impulso que parecía estar necesitando, para cruzar el cuarto hacia mi cama—. El médico dijo que estabas severamente deshidratada, también dijo algo sobre deficiencia de hierro, disminución del potasio y…—Se silenció pasándose una mano por la boca en gesto ausente—. No sé, terminología médica que no comprendo, pero no sonaba lindo.
—Nunca suena lindo.
Cameron frunció el ceño, haciendo amago de ocupar la esquina de mi cama pero desistiendo al mismo instante.
—No hables como si fuese nada, Marín.
—Es nada —le espeté con seguridad. Verán en mi escala de preocupaciones, la deshidratación, la deficiencia de hierro o la disminución del potasio estaban muy por debajo—. Son sólo tonterías que se mejoran con algunas pastillas, algo de suero y tal.
—No son sólo tonterías, estabas… —Nuevamente hizo una pausa, pero no a tiempo como para que no percibiera la ansiedad en su tono—. Tú estabas… no respondías, no te movías, Marín… por un momento… —Negó a su propia idea, aunque yo no necesitaba que la finalizara.
—¿Qué? ¿Pensabas que estaba muerta? ¿Eso habría jodido mucho tu propósito final?
Bueno, les dije que tuve tiempo de poner paños fríos sobre el tema. Ok, mentí. Por mucha mierda caballerosa que ellos hayan querido pretender, no podía dejar de pensar que si él no contaba con el incentivo de la competencia quizá ni se habría acercado a mí. ¿Muy paranoico? Bah, no actúen como si acabáramos de conocernos, por favor.
—¿De qué demonios estás hablando? —A su favor diré que sonaba verdaderamente confundido.
—¿O sea que Marc no tuvo tiempo de pasarte el parte semanal? —Sus ojos azules se estrecharon con suspicacia, pero no respondió—. ¿No te dijo que ayer nos besamos?
Ayer, también comprendido como el jueves, porque sospechaba que estábamos a sábado pero aún no podía confirmarlo. Me negaba a perder el viernes sin más.
Pero regresando a esto:
Pude ver el instante preciso en que esas palabras cobraban significado para él, pude ver el segundo en que se planteó la posibilidad de ser el perdedor de la contienda y la reacción posterior. Hubo un breve parpadeo y una presión sutil en su mandíbula, justo antes de que me apartara la mirada.
—No.
Aguardé, dándole tiempo a que me enfrentara o caso contrario agregara algo más; no sucedió ni una ni otra.
—Pues lo hicimos, en tu casa. —¿Ven eso? Claro, esa soy yo cobrando represarías. ¿Por qué? Porque puedo, y aún más, porque debo.
—Bien.
—¿Eso es todo? ¿Él ganó? ¿Cuánto le tienes que pagar?
—Marín… —Alzó la vista tentativamente—. No es así.
—Aja, si… no es que no confíe en ti, pero digamos que la última vez fiarme no fue mi mejor decisión.
—No lo entiendes.
—No —dije con sencillez—. Creo que la mente masculina escapa de mi entendimiento, es decir ¿qué tiene de divertido una relación si no podemos compartir a la chica?
Sientan el sarcasmo venir.
—Nadie estaba compartiendo nada.
—Oye, no creas que yo me estoy quejando aquí. —Alcé ambas manos para que viera lo poco que me perturbaba su juego—. Tengo la atención especial de no uno, sino dos hombres muy guapos… aunque me habría gustado estar enterada de lo que me estaban ofreciendo. No habría tenido tantos remilgos con Marc, pensando que haría algo malo disfrutando de él.
Cameron me fulminó con la mirada, es decir ¿han oído de eso de las miradas asesinas? Bueno, realmente pensaba que era un recurso de los escritores para exagerar las emociones, pero no. Estas miradas existían y yo estaba siendo destinataria directa de una.
Observación imparcial al respecto: Cameron + mirada asesina = orgasmo asegurado. Se los juro.
—Si lo que quieres es a Marc, entonces con una puta mierda dímelo. —Abrí los ojos con sorpresa ante su arranque, pero no me permití aflojar mi postura—.Te lo dije antes, Marín, lo único que tenías que hacer era decírmelo. No pensaba meterme en su camino, pero tampoco iba a dejar que tuviera algo mío sin más.
—¿Tuyo? —lo corté, aunque creo que él no reparó en ello.
—Viniste aquí a joder mi cabeza, ¿crees que no lo siento complicado también? ¿Qué me hizo alguna gracia romper con mi novia sin siquiera poder explicar bien porqué? ¿Qué estoy saltando de felicidad al ser una traba entre mi mejor amigo y tú? ¡No! Todo esto es un caos para mí, pero te importa un carajo.
—Eso no es cierto… —Nuevamente no dio señales de oírme.
—Me gusta cuando estás con Marc, eres distinta con él. —Sus ojos se trabaron con los míos por un momento, antes de que se apartara hacia la ventana.
Me quedé estupefacta sin saber muy bien qué decir a eso, había esperado ponerlo en evidencia con mi conocimiento sobre la apuesta de caballeros que tenía con Marc. Pero jugar la carta de la sarcástica no me iba a funcionar, como pocas veces sentía que acababa de perder mi primera línea de defensa.
—Cameron…
—Sé que te hace bien, sé que incluso comes con él… y bromeas libremente, pero no eres así conmigo. —Sacudió la cabeza, echándome una breve mirada por sobre su hombro—. Tenía la opción de decirle a Marc que se apartara de ti, o de dejarlo permanecer contigo haciendo yo un paso al costado. Ninguna me gustaba… por mucho que me fastidie la idea, lo necesitas. —Volvió a clavar la vista en algún lugar más allá del hospital, dirigiéndole sus palabras al cristal—. Pero todavía no puedo saber si me necesitas a mí de algún modo.
Tomé una respiración sin darme cuenta, aguardando a que las palabras acudieran a mi boca. Y nada ocurrió por un eterno instante, permanecí mirando su espalda tensa, perfilada hacia la ventana, su mano en el marco, su cabeza gacha en señal de espera.
No dije nada.
Cameron tomó mi silencio como respuesta, pues tras otro minuto de calma se giró y me dedicó una fugaz sonrisa de entendimiento.
—Le dije a Audrey que la llamaría cuando despertases. —Esa era su forma de decirme que se marchaba y que probablemente no regresaría, no había sido necesario que lo explicitara.
—Ok.
Volvió a hacer una pausa de camino a la puerta, como si aún la decisión no estuviese firme.
—Dímelo.
—¿Qué cosa? —inquirí con una voz vacilante que detesté.
—Dime que no luche más por ti y me detendré, pero necesito que me lo digas. —Me miró fijamente, dándome una vez más la posibilidad de detenerlo y como era de esperarse, no le dije nada. Cameron sonrió—. Blue…
—Sólo no juegues conmigo —las palabras finalmente se precipitaron a través de mis labios, atrapándolo con la guardia baja. Él negó sin dudarlo, acercándose con sutileza a mi lateral izquierdo—. Porque entiendo lo que dices, pero no entiendo por qué alguien cuerdo querría esto y si es alguna especie de insana obsesión, al menos dímelo para saber a qué atenerme.
—Si es una obsesión tiene que ser insana, pero las obsesiones no se caracterizan por ser duraderas… así que esa opción para mí queda descartada. Porque bien podría decir que estoy obsesionado contigo desde los diez años.
Solté una risa entre dientes, sintiendo como él deslizaba su mano por debajo de la mía y trazaba ausentemente con su pulgar la cinta que sostenía mi vía.
—Eso es mucho tiempo. —Cameron asintió a mi comentario sin apartar su vista de mi intravenosa.
—Mucho tiempo para estar obsesionado.
—Entonces si no es una obsesión ¿qué es? —lo piqué, no sabiendo realmente qué esperaba obtener de ello.
—No me atrevo a hacer conjeturas al respecto, así que digamos que eres mi asunto pendiente.
—Claro, asunto pendiente. Lo que tú quieres es llevarme al huerto.
Él dejó ir una carcajada suave, apretando el amarre de su mano entorno a la mía. Alcé la vista hacia sus ojos, haciendo que con un leve jalón se sentara junto a mí. ¿Qué? ¿Acaso no puedo querer tenerlo cerca? No adelanten tiros, esto no es lo que parece.
—Entre otras cosas.
—Ponte serio, Brüner. —Él se inclinó, tanto que su rostro quedó perfectamente alineado con el mío.
—Estoy siendo serio, aunque no muy racional.
—Te hago actuar de forma irracional. —Arqueé las cejas retadoramente, mientras Cameron pasaba un brazo sobre mi hombro y creaba una jaula para mí, entre la almohada y su cuerpo.
—Bastante irracional, al punto en que quizá ni espere por llegar al huerto. —Rodé los ojos, pero él no me dio tiempo a reírme de su comentario pues posó una de sus manos en mi mejilla, obligando a mi mirada a encontrarse con la suya—. Te quiero para mí, no pienso compartirte o consentir que te alejes, ni que te hagas daño, ni que me apartes, ni dejarte sola. Es lo que tengo para ofrecer, lo tomas o lo dejas, Blue.
No había espacio para malinterpretar nada, Cameron acababa de mostrar su mejor mano y había hecho su apuesta, era mi turno de decidir si quería seguir en el juego o me bajaba en esta vuelta.
—Yo no pertenezco aquí. —Por muy tentadora que sonara su oferta, eso no cambiaba el hecho de que ese no era mi lugar. Estaba allí de forma temporaria, cuando eso terminase entonces qué, ¿cada uno regresaría a su vida donde la había dejado?
—Esos son sólo detalles, ¿tú única objeción son las distancias? Porque lo podemos solucionar.
—No dejaré mi vida.
—No te pido que lo hagas, te dije que no pienso dejarte sola. Eso incluye sacrificios, los haré.
—Estás diciendo tonterías.
—Probablemente, ¿qué otra cosa?
—¿Qué? —pregunté confundida por su actitud.
—¿Qué otra cosa te detendría?
—Cameron. —Rocé su mejilla con mi mano, pinchándome con su barba de días en el proceso—. Es complicado, no funcionaríamos…
—No puedes saberlo. —Sonaba tan seguro de sí que por un momento logró que dudara al respecto. Él giró el rostro, lo suficiente como para tocar con sus labios la palma de mi mano—. Dame tiempo para mostrarte que podemos funcionar, sin pensar que hay un límite o una responsabilidad, sólo déjame acercarme.
Bajé la vista tentativamente a mi pierna, digamos que era la única responsable de que yo aún estuviese allí. Sabía que esa semana iban a quitarme a Billie y me darían un inmovilizador de rodilla, esa cosa larga que se ajusta con velcros. Luego de unas dos semanas de rehabilitación, estaría libre por completo y podría terminar el tratamiento de terapia física en casa. ¿Sería suficiente?
—En dos semanas podré regresar a St. Louis.
Cameron no pareció muy feliz con mi respuesta, pero al mismo tiempo me dio a entender que comprendía lo que le estaba diciendo.
—Voy a tomar esas dos semanas, ¿y tú?
Suspiré. Y por primera vez comprendí una pequeña parte de lo que mi padre quiso que entendiera a los once, había suspiros que podían distinguirse claramente de otros. Existían esos insignificantes que casi todo el mundo pasaba por alto, y luego están estos suspiros, los que se congelan para darnos el tiempo de tomar una fotografía mental. Suspiros que valen la pena ser recordados, que en el conteo final de nuestros minutos de vida, acudirán a nuestra memoria.
Creo, aunque no pueden negar que toda esa cosa sonó bastante bonita.
—Las tomo —susurré, ganándome un beso casi al mismo instante.
Bueno qué va, tal vez estoy cansada de luchar contra esto. Tal vez soy débil, tal vez también tengo una obsesión estúpidamente larga, tal vez mañana él se daría cuenta del trato que estaba haciendo y se retiraría. Y qué, tal vez mañana me arrolle otra camioneta y ya no pueda contarlo, y mis minutos se acabarían, y mi tiempo dejaría de correr, y mi suspiro no alcanzaría ni para volarle el cabello del rostro. Es probable, pero no podía importarme menos.
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Cam: Sorprendentemente, hoy estoy solo. Aunque no quiero decirlo muy fuerte, que termino por alertar a los otros dos.
Marc: ¿Solo, dices? Tal vez estoy en silencio, pero te estoy observando.
Cam: Ya veía yo que esto era demasiado bueno, se un buen perdedor, amigo.
Marc: Todavía no está todo dicho, además que hoy este capítulo lo dedico yo. Sé que esta personita lo va a agradecer más viniendo de mí.
Cam: Adelante pues, para que veas que no soy egoísta.
Marc: Bueno, me gustaría saber tu nombre y no decirte Magnusbanealec, pero es lo que hay. Desde que aparecí en esta historia has estado apoyándome con tus palabras, no te has dejado engatusar por el falso encanto de Cam.
Cam: ¡Eh! No es falso...
Marc: Lo que sea, lo importante aquí es que yo le agrado mucho más. Gracias por eso, espero que hayas disfrutado de tu cap. Sí, tuyo y solo tuyo, ya sabes que me puedes reclamar al final si esto no funciona para mí, llevará pastel de chocolate. Besos :D
Cam: No olviden decirnos desde dónde nos están leyendo, ya sabrán para qué ;) Por cierto, feliz cumpleaños adelantado Magnusbanealec... no que cuente mucho si yo te lo digo, pero en fin. Eso...
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