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Resumiendo parte II

Bueno, como suele ser mi costumbre siempre que tengo que estudiar se me da por escribir. Y ya saben lo que dicen ¿no? Si ignoras a las musas una vez, se ofenden y no vuelven. Capaz no lo dicen, pero lo digo yo... así que algo de verdad debe tener xDD A leer si es que wattpad tiene ganas de andar :/

Capítulo XXVII:

                                                  Resumiendo parte II

Luego de pensarlo un poco, he decidido que lo mejor es volver a jugar con el tiempo a lo Dios. ¿Están listos para esto? Vamos a hacer una rápida pasada sobre cuatro días y medio de mis dos semanas de rehabilitación, abróchense sus cinturones puede que haya algo de turbulencia.

Domingo:

Sé que terminé la entrada anterior con una escena digna de La familia Ingalls, y para qué arruinarla ¿verdad? La cuestión es que ese no fue el final del domingo per se. Entre las muchas cosas que hicimos luego, aprovechando que Marc había cambiado su guardia con otro compañero, fue organizar el almuerzo. Aunque más o menos ocurrió a las tres de la tarde tras varias discusiones sobre el menú, pero lo relevante de esto es que ocurrió. Y todos participamos de ello, me incluyo en ese todos por cierto. Comimos, bebimos, jugamos cartas, bebimos, perdimos dinero, bebimos más, apostamos ropa (no mi camiseta) y cuando nos quedamos con nada más que el límite de dignidad, comenzamos a poner nuestra palabra como garante. Y por supuesto, luego bebimos de nuevo. Lo que dio como resultado que perdiera un par de veces al póker, dejándome con una deuda de obligación a pagar el primer año de universidad de Sarah o la escuela de belleza, dependiendo de sus elecciones. También debo conseguirle una novia a Cassi, comprarle un nuevo estéreo a Marc y posar desnuda en una sesión privada para Cameron.

Como ven, acepté hacer todo esto en un estado de ebriedad que no conseguía desde...vaya mierda, creo que desde nunca. Y esperaba que como yo no iba a cobrar las tonterías que pedí, ellos tuviesen la misma deferencia conmigo. ¿Es esperar mucho?

Lunes:

Del lunes por la mañana no recuerdo mucho, aunque hubo un momento bastante gracioso cuando a eso de las siete de la madrugada la naturaleza me llamó y al entrar en el cuarto de baño, encontré a Cameron con la cabeza dentro del escusado. Suena algo asqueroso, lo sé, pero era un acontecimiento épico. Así que lo apunté con el dedo, me reí de él y luego le dije que le organizaría una cita con Alex, llámame Alex cuanto antes. ¿Qué? Vamos, no me digan que ustedes no se habrían jactado de eso al verlo vomitar.

Dormí la gran parte de lo que siguió de ese día, ya que él tuvo que irse a trabajar aún con resaca y básicamente no había mucho que hacer, puesto que Salvador y Arthur se habían quedado en la casa de junto.

Oh, hablando de eso, cuando comenzó a caer la noche Marc se reunió conmigo en el patio trasero e hicimos vigilancia. Ya saben, eso de observar el campo de batalla para saber disponer la estrategia. Hablamos bastante durante esa noche, así que rescataré sólo una parte de la conversación que pienso puede interesarles:

—¿Fueron por Sarah luego de que salieron de aquí?

Marc estaba bastante alegre el domingo, Aud también pero no por los motivos que están pensando. Ella es naturalmente una listilla, no necesita alcohol para encenderse.

—Creo que sí… me dormí en algún momento y desperté con medio cuerpo sobre el sofá de su casa.

—¿Cómo diablos hizo para arrastrarte hasta allí?

Él hizo una mueca como si el simple hecho de pensarlo le causara malestar.

—No me arrastró ella, Marín, tal vez sólo me incentivó con palabras.

—O con su cuerpo.

Los ojos de Marc volaron automáticamente hacia los míos, y yo empalidecí porque insinuar algo así era lo último que tenía en mente. Lo juro.

—¿Qué significa eso? —preguntó él con una nota de incredulidad difícil de ignorar.

—Pues… —Sacudí la cabeza con inocencia, sin estar segura de cómo expresar las vibras que me habían llegado de ambos durante el domingo alocado. Tal vez Cam tenía razón y todo el asunto era un disparate que mi cabeza intentaba maquinar para sentirse cómoda con la situación, pero ¿si no lo era?—. ¿Alguna vez pensaste en Audrey?

Marc presionó los ojos en un gesto analizador, era eso o estaba llamándome loca de remate internamente. No iba a tachar esa posibilidad sin más.

—¿En qué sentido?

—Romántico… —Dios, si ella se enterase que estaba planteándole esto a Marc me degollaría, y luego me obligaría a enterrar mis restos.

—¿Me estás hablando en serio? —Hubo algo de humor en esa pregunta, aunque también pude notar que estaba evitando responder.

—Sí, ¿te parece tan extraño?

—No lo sé, Mar, ella es una de esas feministas irritantes… la verdad es que no estaría cómodo en la posición de esclavo sexual… —Se pasó una mano por la boca como terminando el asunto, y luego volcó su atención en mi casa.

—¿No podrías pensar en ella de ese modo? Digo, más allá del esclavo sexual… ella es dulce cuando quiere.

—¿Por qué ese repentino interés sobre mi vida amorosa? —Me observó entonces, había cierta irritación en sus palabras que no se reflejaba del todo en su expresión.

«Extraño»

—¿O sea que hay una vida amorosa que contar?

Marc soltó una carcajada sacudiendo la cabeza, divertido, o quizá sólo pretendiendo estarlo. Lo miré seria.

—No, no la hay… y creo que tú sabes porque. —Auch, eso fue un golpe poco disimulado. 

En esa ocasión fui yo la que apartó la mirada hacia la casa, ligeramente molesta conmigo por haber intentando sacar ese tema. Si Marc sentía algo por Audrey, lo tenía bastante bien guardado y no quería compartirlo, porque de algún modo aquel estúpido beso había roto algo entre nosotros. Algo que lo había puesto a la defensiva, algo que había hecho que bromear con él pareciera una burla hacia sus sentimientos.

—Voy por más té. —Me puse de pie dejando que el silencio se arrastrase a mis espaldas, ese era el fin de la vigilancia al parecer.

—Marín.

—¿Te traigo otra taza?

Él no respondió, sentí que se incorporaba también de su silla y lo esperé sin voltearme.

—No. —Su mano alcanzó mi antebrazo, así que ya no pude fingir que no lo sentía de pie detrás de mí. Lo miré—. Lamento haber dicho eso, no quería incomodarte.

—No importa.

—Mar… —Hizo amago de acortar nuestras distancias, pero al último segundo reculó—. No te sientas con la responsabilidad de compensarme, no me debes nada. No necesito otra mujer en mi vida para reemplazarte, te sigo queriendo…

—Marc —lo interrumpí, sabiendo que no debería dejarlo seguir por ese camino.

—Te sigo queriendo —repitió, dándome una breve sonrisa—. Sólo me arrepiento de no haberme acercado a ti antes, tuve toda mi adolescencia para conocerte y te ignoré.

—Eso…

—No habría cambiado nada, ¿verdad? —Fue como si me leyera la mente para acabar esa frase, así que me limité a bajar la vista hacia su pecho, al escudo del escuadrón de bomberos siempre presente en su ropa—. ¿Así de mucho lo quieres? ¿O sólo te convenciste de que debes quererlo porque es lo que siempre esperaste?

—No lo sé —respondí con la honestidad brotando de mi boca sin más. Él cerró los ojos un instante, antes de jalar de mí y plantarme un largo beso en la frente.

—Yo tampoco lo sé… —murmuró con sus labios aún sobre mi piel—. Me enamoré de la mujer incorrecta, en el momento incorrecto y no sé qué diablos hacer. Pero espero que tú lo resuelvas mejor que yo.

Me aparté al sentir que mis ojos picaban y mi garganta se cerraba en un apretado nudo. No tenía idea de dónde había venido eso, pero no podía controlarlo.

—Marc… tú no me amas.

—No.

Y tras admitir eso con su típica sonrisa dulce, se marchó.

Martes:

Los dejaré sacar sus propias conclusiones sobre ese momento. Pero ahora, empecemos con el martes y si creen que este día fue más tranquilo, esperen y verán.

Admito que el paso del tiempo comenzaba a tener cierto sabor difícil de explicar para mí, al principio creía que se trataba de indigestión. Ya saben, por haber comido sábado, domingo y lunes casi como una persona normal; tal vez piensan que exagero pero sentía que mi pantalón me apretaba más el vientre. De acuerdo, realmente estoy exagerando. Pero esa era la primera vez en mucho tiempo en que la idea de que mi pantalón me ajustase, no me disgustó o me causó ansiedad alguna. Curioso, ¿no?

Aunque no fue lo más relevante del martes si tengo que decirlo. Eso ocurrió más o menos cuando Cam volvió por la mañana, metiéndose en la cama y abrazándome contra su pecho mientras yo aún dormía. Toda la cosa de nosotros abrazándonos era genial, no me molestaba que invadiera mi espacio o que se robara las sábanas. E incluso voy a admitir que tampoco me fastidiaba sentirlo contra mi espalda, o el calor que su cuerpo emanaba, o el aroma, o sus besos de buenos días con sabor a manzana. ¿Estoy siendo muy cursi? Aguarden, tengo un punto aquí al que intento llegar.

Todo esto de ser románticos el uno con el otro, estaba bien. O sea más que bien. Pero aquel martes, mientras nos abrazábamos, fui incapaz de sacarme de la cabeza la conversación que había tenido con Audrey sobre mi primera noche en la casa. Y eso que nunca me he considerado una ninfómana, pero el tema seguía allí anclado a mi página de inicio.

Me explicaré mejor. Mi relación con el sexo era más bien casual, nos veíamos de tanto en tanto e intentábamos que la cosa funcionara, aunque luego cada uno seguía su camino, ¿comprenden? No estaba mintiendo cuando dije que no sabía cómo estar en una relación, ¿tener relaciones? Bueno, eso es más fácil: fluido entra, fluido sale y básicamente el asunto está resuelto. El caso es que no podía hacer eso con Cameron, no que no quisiera. Joder, sí quería. Su presencia estaba como en todas las esquinas de la casa, no desear tirármelo (Dios, qué vulgar soy) sería antinatural.

Pero si efectivamente apagábamos el incendio, ¿luego qué? O mejor dicho, ¿tendría que esperarlo desnuda en la cama para darle una señal? ¿Tendría que prepararle una cena? ¿Colarme en el baño durante su ducha? ¿Cuál era el modo de pedir sexo en una relación estable? ¿Había un modo o sólo me sentaba sobre él y comenzaba el asunto? ¿Por qué diablos él no comenzaba el asunto? ¿Lo habría asustado aquella vez que le dije que debíamos mantenernos al sur? No quería sacarme la camiseta frente a él, pero si era lo que tenía que hacer para conseguir dar el siguiente paso, lo haría. Aún cuando no tuviese idea lo que vendría luego.

Una vez que lo hiciéramos estaríamos cerrando un trato, no es que yo le dé gran trascendencia al sexo, pero si él lo hacía ¿entonces, qué?

Bueno básicamente pensé mucho en esta mierda el martes, y decidí dar con una solución el miércoles, para poder preparar a mi caballito de guerra el jueves. El jueves sería el día o yo dejaría de llamarme Marín.

Miércoles:

Así que como no contaba con mucho tiempo para prepararme, decidí llamar a Audrey y conseguir su consejo de casi profesional del porno.

—No entiendo cuál es el problema, tú quieres, él seguramente quiere… ve por ello, chica.

—Claro, eso lo podría resolver. Pero, ¿luego qué?

—¿Te acurrucas? —ofreció con una media sonrisa.

—No, me refiero a luego… o sea más luego. Cuando tenga que levantarme al siguiente día y verlo tomar su desayuno, o más tarde cuando volvamos a dormir. ¿Entonces lo hacemos de nuevo? ¿No se volverá rutinario y aburrido?

—Vaya, sí que apestas en esto.

—Gracias, por eso —le espeté fastidiada—. Pero podrías ser útil y decirme cómo lo manejarías tú.

—¿A Cameron? Bueno, yo no le daría tregua ni una noche. —Realmente no le encontré gracia a esa broma, lo que creo que ella notó en mi expresión—. Pero tú eres distinta. Mira, si temes que las cosas se pongan raras luego del sexo, entonces etiqueta la maldita relación. ¿Vas a seguir viéndolo cuando se acabe tu recuperación? —Esa era una jodida, pero muy buena, pregunta—. El problema que yo veo aquí es que estás considerando esto como un revolcón de una noche, ¿es lo que quieres? ¿O quieres la cosa del novio y la novia que lo hacen porque se quieren… y bla, bla, bla? El sexo, o reafirma una relación o le pone fin a un coqueteo largo.

Con eso en mente, decidí que lo mejor sería definir mis prioridades. Por un lado estaba la cuestión que me había planteado Marc, ¿quería a Cameron? ¿O sólo era la necesidad de cerrar el viejo ciclo de la adolescencia? Y por el otro, lo que Audrey había dejado caer; ¿quería ser su novia y extender esto más allá de las semanas pactadas?

A decir verdad, no tenía respuesta para nada de eso. Lo que sí sabía era que quería sexo, luego lidiaría con las consecuencias de mis actos. Pero de momento, mejor preparemos el traje de zorra para el jueves.

Jueves:

Al principio pensé en ir a lo sutil, ¿saben? Sólo comenzar a besarlo, dirigir mis manos por su cuerpo y bum, bum, el asunto marcharía robre ruedas. La cuestión acabó antes de lo planeado, cuando él se apartó dándome una sonrisa que no supe interpretar y optó por no quedarse en la cama conmigo luego de despertarme.

Así que había sido cortésmente rechazada a las ocho de la mañana, mientras mi cerebro intentaba determinar cuál sería el siguiente paso por dar. No me sentí mal, es decir, acababa de despertar… probablemente ese no era el mejor momento para intentar ligar con tu novio por primera vez. No, eso necesitaba un enfoque más directo y cuidado. Por lo que salí de la cama y comencé una profunda rutina de belleza; la cual implicó una ducha larga, cepillar mi cabello, dientes, depilar piernas y… otras zonas, darle color a mi rostro y perfumar todo lo perfumable.

Para cuando salí del baño me sentía como una mujer lista para caer sobre su presa, sólo que mi presa había salido a correr y yo me encontré jugando un solitario en mi portátil, hasta que él regresó todo sudado y apestando a hormonas masculinas. Si ese no era el momento, ninguno lo sería.

—Hola, guapo, ¿qué tal tu maratón?

Cameron fue hasta el refrigerador para sacar un botellín de agua.

—¿Guapo? ¿A qué viene eso?

—A nada —mentí sin creerme ni yo—. ¿No te puedo decir guapo? Tú me pones motes todo el tiempo.

Él rodeó la isla para detenerse a mi lado, tras echarle una superficial mirada a la pantalla ladeó su cabeza, mirándome con atención.

—Bueno… estuvo bien. —Sus ojos se estrecharon un segundo antes de que añadiera—: Te ves diferente.

—¿Lo crees? No quería adelantarme, pero creo que el pantalón me ajusta más. —Para demostrar que estaba bien con que checara mi cuerpo, me puse de pie y le mostré el trasero de modo que pudiera comprobar que la comida estaba haciendo lo suyo en mí.

—Creo que sí —aseguró sonriendo de medio lado—. Sin duda ese pantalón le hace justicia a tu retaguardia.

Le dio un profundo trago a su botella, para luego plantarme un beso en la frente. En la frente, ¿en serio? Esto era triste al nivel, cortarse las venas con un cuchillo de plástico.

—Cam…

—Voy a ducharme, así salimos para la clínica en una hora. ¿Te parece bien?

No, me parecía un plan de mierda.

—Claro. —Pero no iba a dejar que viera mi decepción, tal vez sólo era yo que apestaba invitando a las personas a joderme. Quizá debía no intentarlo tanto, quizá en las relaciones de adultos las cosas se dan con más calma, ¿no? Habría que ser paciente y aguardar, si éramos una pareja tarde o temprano llegaríamos a eso.

O efectivamente dejaría de llamarme Marín.

                                                                 ***

Lo pensé bastante y no se me ocurrió ningún otro nombre por el cual ser llamada. Marín no era mi preferido, pero había convivido bastante con él y casi nos entendíamos.

Así que puesto que no estaba lista para cambiar mi nombre, decidí darle al asunto “sensual” una última oportunidad. Claro, luego de pasar cuatro de las más aburridas y traumáticas horas de mi vida. Salí de la clínica sudando anorexia, había oído tanto del tema que casi terminó por hundir mis ánimos calenturientos. Tuve una charla con Alex, llámame Alex en donde pareció feliz con mi recuperación del accidente, aunque aún se sentía algo ansioso por el tema de mi peso. Voy a decir esto rápido para que no vuelva a joderme la cabeza, porque luego de que las enfermeras pudieron sacarme a Walter, determinaron que estaba en 41 kilógramos (yo, no Walter). Eran dos kilógramos menos de los que tenía antes de llegar a Milaca, eso significaba que todo el asunto del pantalón siendo más ajustado sólo había sido producto de mi imaginación. Alex dijo que cuando aceptamos que queremos mejorar, comenzamos a ver cambios incluso antes de que ocurran. Pero que no era malo verlos, porque eso significaba que estaba trabajando para conseguirlos. Luego soltó una de sus frases celebres, algo como “tomar consciencia y responsabilidad”. Y ese sería el mantra para mi siguiente semana. Aun cuando hubiesen sido dos kilos a la baja, había una intencionalidad por recuperarlos e iba a hacerlo. Creo.

Bien, no voy a aburrirlos con esto. Digamos que mi moral estaba algo decaída después de saber que había perdido peso, pero intenté apartar toda esa mierda de mi mente cuando estuvimos otra vez en la ruta.   

—Alex dijo que te vio mucho más positiva hoy.

—Sí, le hice una felación durante la sesión privada para que te dijera cosas buenas. —La mirada que me llegó de él prácticamente exhalaba fuego, me reí—. Vamos, debes aprender a reírte de mis bromas o esto no funcionará.

—Estoy riendo por dentro.

Cameron se concentró en la carretera, aunque no pude decir si realmente se había molestado por mi broma o algo más lo estaba perturbando. Cuando pasaron cinco largos minutos de ininterrumpido silencio, decidí tomar la iniciativa.

—¿Te dijo lo del peso? —Él me dio una mirada de soslayo, asintiendo de forma sutil—. Una mierda, ¿no?

—Lo importante es que tu actitud hacia todo eso ha cambiado. —Giró su rostro para enfrentarme por completo—. ¿Habrías pensado que era una mierda bajar dos kilos antes?

Mordí mi labio inferior, indecisa, dándome un segundo para pensar esa pregunta. Antes me encantaba perder peso, era como conseguir acercarme más y más a la meta deseada. No que tuviese un número en mente, pero sabía que mientras más pequeño fuese, más afortunada sería. Recordar eso, por algún motivo, ahora me parecía inadecuado. Si los números seguían yendo a la baja, tarde o temprano me consumiría por completo. Y eso apestaba, porque quería verme mejor, quería sentirme mejor y demostrar que podía hacerlo.

—Me cansé de ser invisible —susurré de forma repentina, sintiendo que las palabras eran pronunciadas por alguien ajeno a mí.

—No eres invisible.

Lo miré, él se encontraba alternando su atención entre la carretera y yo. Pensé que era lo mejor, tal vez si ponía todas las cartas sobre la mesa conseguiría romper un patrón. Algo había cambiado en mi forma de pensar, por supuesto aún veía a la comida con recelo, pero el propósito… ¿qué había pasado con el propósito? ¿Acaso era verdad que se podía tomar consciencia y responsabilidad sobre los actos de uno tan de la nada? ¿Quería siquiera eso?

—Antes… habría dado lo que fuera porque el número se redujera hasta hacerme de ese tamaño.

—¿Ya no?

—No sé… —Hice una mueca, disgustada por esa nueva sensación de no tener una respuesta concreta—. Cuando pensé que el pantalón me ajustaba, en realidad sentí cierto alivio. No recuerdo cuándo fue la última vez que algo así me alegró… —Solté un suspiro por lo bajo—. Cuando vi que la báscula decía 41 me molesté, incluso aunque esto debería ponerme feliz, ¿no?

—A veces nuestras prioridades cambian, Blue. Algo que pudiste haber deseado en el pasado, puede ser reemplazado por algo nuevo.

Intenté ofrecerle una sonrisa, pero mi cabeza estaba en otro continente y fingir una reacción normal, parecía demasiado trabajoso.  

—Creo que nunca lo deseé.

—¿Hm?

—Simplemente creía que era lo que tenía que hacer.

—¿Por qué?

Me encogí de hombros, desviando la vista hacia la ventanilla. Cabía la posibilidad de que él lo terminara de comprender por mí, ¿por qué no? Lo había intentando en el pasado y no había funcionado, pero con Cameron podía ser distinto, él no era un extraño. Y si realmente quería que las cosas funcionaran entre los dos, ¿acaso no debía exponer mi baraja completa?

Suspiré. Si Alex, llámame Alex estaba en lo correcto, hacerme responsable de esto debería reportar buenos resultados. Y sino, siempre quedaba St. Louis como refugio de los cobardes.   

—¿Recuerdas aquel verano después de la muerte de mi padre? —No esperé a que respondiera, una vez que me impregné de coraje sólo le di pase libre—. Hacía un calor de los mil diablos, y Grace y yo estábamos jugando con el agua en tu patio trasero. Tú estabas sentado en las escaleras, mirándonos tontear y luego te acercaste para invitarnos a tomar un helado…

—Te fuiste a tu casa a cambiarte, pero no regresaste.

Asentí, extrañamente feliz de que lo recordara. Había pensado muchas veces en ese día, uno de los primeros en que Cameron nos invitaba a algún lugar por voluntad propia y no por mandato de su madre. No que me hiciera falsas esperanzas de una cita, pero era lo más cercano que iba a conseguir y quería que él notara la importancia de ese momento, quería que me notara.

—Tendría que haberme ido con la ropa mojada —reflexioné más para mí que para él—. La cosa es que me metí por la cocina para sacarme los tenis sucios, mamá enloquecía si dejaba alguna marca de lodo en su piso, así que intenté hacer lo correcto y… —Tuve que sonreír para aplacar la ansiedad que podía sentir creciendo gradualmente en mi voz—. La cuestión es que no llevaba ni dos minutos allí dentro, cuando sentí que alguien entraba por la otra puerta. Era uno de los novios de mamá, recuerdo que se me quedó mirando fijamente y… bueno, fue asqueroso. Tenía como seis años más que yo, pensar que podía dirigirme una mirada como esa me ponía los pelos de punta. Creo que estaba ebrio, cuando me habló sonaba ebrio y además dijo cosas típicas de alguien ebrio. Entonces se ofreció a ayudarme con mi ropa mojada, dijo algo como que le encantaba verme toda mojada… —Lo miré entonces, y creo que ese fue un error de cálculo por mi parte.

Él estaba tan quieto, observándome con tal grado de perturbación en sus ojos azules que por un momento me arrepentí de haber abierto la boca.

—No me violó si eso es lo que estás pensando —me apresuré a explicar. Cameron pasó saliva con fuerza, casi como si acabara de tragar algo dolorosamente amargo.

—¿Qué fue lo que hizo? —musitó con la mandíbula fuertemente apretada.

Ondulé una mano en el aire, dejando en claro que lo que había hecho me traía sin cuidados. Es decir, realmente no fue tan malo.

—Pues… metió su mano bajo mi blusa, intentó desabotonar mis shorts… el muy hijo de puta rompió uno de mis favoritos.

—Marín.

—Oh, diablos, no digas mi nombre como si estuviese clavándote un cuchillo en el pecho. La cosa no duró ni cinco minutos, me escurrí por todo el piso de la cocina para que no lograra su cometido y entonces… mamá llegó. Me tocó un poco, Cam, no hizo nada que ningún otro chico no hubiese hecho ya a esa edad.

—¿Cómo puedes hacer de cuenta que no fue nada?—Su voz elevándose con incredulidad—. Normalmente los otros chicos o chicas, hacen esas cosas porque lo desean… él… te estaba forzando, Marín.

—Sí, lo sé, pero si lo pienso de ese modo entonces tendré que pedir un lugar especial en la consulta de Alex. —Me estremecí ante la simple idea de internarme permanentemente en algún lugar—. Eso no fue lo peor…

—¿Qué pasó? —inquirió él, cortando el hilo de mis pensamientos.

—Cuando mamá llegó nos miró, le dijo a Arthur que se fuera a la sala y… luego me puso de pie, jaló mi blusa para cubrirme de nuevo y me murmuró que eso me ganaba por andar paseándome en la casa vestida de zorra. —Hice una breve pausa, al notar que Cameron orillaba la camioneta en la banquina. Pero no lo miré, no podía aunque lo deseara—. Entonces dijo que preferiría que yo fuese invisible.

Sé lo que están pensando, también he estado ahí si les sirve de algo. Los motivos de todos mis problemas psicológicos, resumidos en unos cuantos minutos de acción en mi cocina hace diez años. Pero no se adelanten, poder reconocer el momento en que inició mi locura, no necesariamente significa que todo esté solucionado. Yo sabía que deseaba ser invisible para que mi madre aceptara mi presencia en la casa, sabía que desde el principio con Paige había sido todo una competencia. Sabía que aquel día, cuando su novio intentó algo conmigo automáticamente herimos su orgullo. Porque ella veía en mí alguien que podía ocupar su lugar, alguien que ocuparía su lugar tarde o temprano. Y yo no quería eso, no quería que sus novios me miraran o siquiera me consideraran como parte del género femenino. Si podía pasar desapercibida, entonces Paige estaría en la obligación de aceptarme, de notar que estaba haciendo ese sacrificio porque la quería y porque quería que me quisiera.

¿Demasiado iluso de mi parte? Tal vez tengan razón, pero es que tenía dieciséis años, mi padre acababa de morir y estaba sola, me sentía sola.

—Marín… —Me volteé dándole mi mejor imitación de una sonrisa—. Oh, cariño… —Él me atrajo hacia sus brazos, apretándome con tanta fuerza que pensé que me fundiría a su cuerpo.

Al sentir que mi respiración comenzaba a hacerse más pesada y la presión de las lágrimas detrás de mis parpados cerrados se intensificaban, lo aparté. Me recosté en el asiento y sin mediar explicaciones, jalé de mi blusa hacia arriba para luego enrollar las mangas y exponer mis hombros pálidos. Cameron me observó sin decir ni una palabra; el sol de la media tarde entraba por el parabrisas impactando directo en mi vientre plano, sin dejarle lugar a la sutileza, exponiendo en toda su vergonzosa gloria las marcas blancas y elevadas irregularmente sobre mi piel.    

—Ese día tomé los filos de mi rasuradora, mordí un cinturón y comencé a cortar. Al principio no sabía con qué objeto, pero entonces comencé a sentir alivio… como si con cada corte lograra descomprimir algo, era como gritar sin hacer ruido. —Toqué con mi índice la marca más grande que se extendía desde mi lateral izquierdo hasta mi ombligo—. Porque sabía que no había nadie para que me escuchara de todos modos… —Aparté la vista de mis cicatrices, para posarla en él—. Lamento mucho haber sido tan cobarde.

—No fuiste cobarde, amor, no digas eso… —Extendió su cálida mano para limpiar mis mejillas de forma diligente y ya no pude soportarlo. Me rompí, aún más de ser posible.

—Sólo quería ir a tomar ese helado contigo.

Él volvió a jalarme hacia sus brazos, sosteniendo mi cabeza contra su hombro para dejarme llorar con libertad. Y así lo hice, porque sabía que todo habría sido muy distinto si sólo me hubiese marchado con él cuando me lo pidió, si sólo le hubiese expuesto lo que era y no intentado ser más. También sabía que era estúpido lamentarse por el pasado, pero por ese instante iba a permitirme ser estúpida e iba a llorar por mi helado. Ruidosamente, iba a lamentarme por ello. 

__________________

Lucas: Es un tanto difícil hacer una broma después de eso...

Cam: Entonces no digas nada. Por cierto antes de dedicar el capítulo quería felicitar a dos personas que estuvieron de cumpleaños. Por un lado, Jezzbel, una de nuestras guapas lectoras. Y por el otro a mi buen amigo, Jace, que ayer abrió su casa de playa para festejar su vejez.

Jace: Oh, muchas gracias, pero nada de vejez que aún soy un muchachote. Y felicidades a Jezzbel, sólo los mejores cumplimos años en septiembre. 

Lucas: Por favor...

Cam: En fin, el capítulo va dedicado a la chica del avatar con los ojos que tanto nos impresionan a todos. En especial a mí, simplemente me hipnotiza. Espero que hayas disfrutado de tu capítulo, Ojos azules, también conocida como Shuli01 ;)

Lucas: Me gusta el azul.

Cam: Cuidado... ¬¬

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