Resumiendo
Siempre es raro que cuando tengo que estudiar, mi mente no deja de decirme "escribe, escribe, escribe" Y bueno, cuando mi mente habla le hago caso... no vaya a ser que se ofenda y no vuelva a decirme nada O.o jeje Les dejo un nuevo cap... ya me dirán, besasos gente!
Resumiendo
Hasta hace unos días decidí buscar el significado de "bitácora" en internet, hasta el momento pensaba que era escribir con cierta periodización los acontecimientos ligeramente más relevantes. Pero estaba equivocada, algo que en verdad no me pasa muy a menudo, y algo que no me gusta admitir a la ligera.
Pues, verán, una bitácora es un artefacto que está fijo a la cubierta de una embarcación junto a la rueda del timón (gracias por eso, San Wikipedia). Si mi entendimiento de la explicación es acertado, bien podría decirse que la bitácora de un barco es la brújula, compas o como sea que lo reconozcan. ¿Qué curioso no?
Así que lo que normalmente llamamos bitácora, en realidad se denomina Cuaderno de bitácora y recibe ese nombre porque suele guardarse dentro del armario de la bitácora, para protegerlo de las inclemencias del clima. Ahora que estamos correctamente informados sobre lo que es una bitácora, vayamos al punto de todo esto. Porque juro que tengo un punto.
Además de ser un cuaderno donde se registran datos de lo acontecido durante un viaje, el Cuaderno de bitácora también suele contarnos sobre la vida o las experiencias de un alguien en particular. Muchas veces del mismo que la relata, pero en ocasiones de un tercero a quien vale la pena resaltar. Cuando llamé bitácora a este cuaderno, pensé que sólo prefería no llamarlo diario íntimo. Porque, vamos, eso suena como algo de cría de once años ¿a que no? Entonces llamarlo bitácora le daba un cierto aire de elegancia, lo apartaba de la simple tarea de exponer pensamientos en un papel y lo volvía algo que podría ser útil más adelante.
Lo cierto es que todo eso es un lindo engaño para mi mente, la verdad es que quería decir algo inteligente para que no piensen que están leyendo esto sin un propósito. La verdad es que no hay acontecimientos dignos de mencionar hoy, ni mañana y probablemente nunca los habrá, la verdad es que mi vida no es digna de ser contada en un Cuaderno de bitácora, y tal vez por eso escogí contarles sobre alguien más. Para dejar patente que incluso en mi propio Cuaderno de bitácora, tuve que recurrir a alguien más para que lo sustentara.
Vaya, eso sonó patético hasta para mí. Mejor empecemos con el resumen de la semana, porque esta semana fue jodidamente resumida y jodidamente complicada:
Lunes:
Luego del baño, el casi beso o extraño acercamiento entre el idiota y yo, y el almuerzo con Marc, no hubo mucho más de nada. Cameron se marchó a la estación en un silencio casi sepulcral, y cuando Marc me echó una mirada inquisitiva al respecto, me limité a negar. No quería hablar de Cameron con Marc, no quería hablar de Cameron con nadie. Afortunadamente él lo entendió.
Vimos televisión—algo que no hacía desde tiempos remotos—, jugamos videos en la consola que Marc había traído y luego robamos a Cassi unas horas de la casa de Cameron. Marc dijo que no le importaría, aunque podría apostar mi trasero a que el otro debía tener algunas palabras para nosotros si se enteraba.
Martes:
El martes Marc debía ir a la estación. Y creo que aquí debemos hacer una pausa para una pequeña explicación. Ellos trabajaban por semanas, les llamaban semana corta y semana larga. Es bastante fácil de comprender, durante la semana corta del grupo A (el de Marc), trabajaba el grupo B (el de Cameron). La semana corta era de dos días, martes y jueves; la semana larga era de cinco días, lunes, miércoles, viernes, sábado y domingo. Cuando Cameron tenía semana larga, Marc tenía semana corta y viceversa. ¿Verdad que no es tan complicado?
Así que cuando Cameron estaba en casa Marc no lo hacía. Ese martes tocaba que Cameron descansara para poder regresar el miércoles a la estación, y aunque sabía que estaba a una casa de distancia, él no apareció. No pensé mucho sobre eso, simplemente lo dejé pasar.
Miércoles:
Me gustaba pasar mis momentos de ocio con Marc, me gustaba que fuera tan fácil de entretener e impresionar. Me gustaba que se mostrara interesado en cosas que la gente vería como extrañas, me gustaba que me trajera papeles e incentivara mi trabajo con el origami. Me gustaba simplemente relajarme en el sofá con él sentado a mi lado contándome cosas irrelevantes, me gustaba su sonrisa, me gustaba que supiera guiñar un ojo y que siempre me diera un guiño antes de marcharse. Me gustaba que no existiera censura en su mirada, que me viera a mí y no lo que había más allá.
Me gustaba Marc, pero no causaba nada en mí. Cuando nuestras manos se rozaban accidentalmente no había chispas, no había un sacudón en mi estomago, no había nada que me pusiera alerta. Mi corazón se mantenía tranquilo, mis manos no sudaban, mi respiración no se atoraba como estúpida. Cuando Marc estaba cerca, sólo era Marc... era lindo. Habría dado lo que fuera para que me gustara en más sentidos que sólo los comunes, porque Cameron tenía razón... yo le gustaba a Marc. Lo había visto en su forma de mirarme, había un brillo particular en sus sonrisas encantadoras, sabía de algún modo elemental que buscaba algo más que mi amistad. Y...no, no había nada.
Ese fue un día de miércoles sin lugar a dudas. Fue el día en que supe que Marc no funcionaría conmigo, sin importar cuánto quisiera que hubiese algo. Tal vez con el tiempo podría verlo y suspirar, ¿quién sabe? No hay escrito en ningún lugar que la atracción debe ser arrebatadora desde el primer instante, siempre cabe la posibilidad de que se dé esporádicamente.
También me había dado cuenta que pensaba en Marc, porque muy en lo profundo sabía que nunca ocurriría nada. Entonces me podía permitir fantasear con la idea; él y yo no seríamos, razón por la cual él nunca sabría nada más de mí. Nada más de lo que quisiera darle, no habría secretos oscuros que explicar, lágrimas, gritos o reproches. Porque no habría un nosotros y cuando no hay un nivel de confianza íntimo, no corro riesgos de que alguien me descubra.
No corro riesgos con Marc. Marc es un puerto seguro.
Jueves:
El jueves tenía cita con mi médico, finalmente iban a revisar mi cabeza y con la suerte de mi lado, quitarme los puntos. Me temía que el asunto de la pierna tomaría más que dos semanas para recuperarse, así que no me hice muchas ilusiones cuando desperté esa mañana. El plan—al menos el que habíamos acordado el lunes cuando los tres estuvimos juntos y aún parecía que las cosas serían normalmente anormales entre todos—, era que Cameron pasaría por mí para llevarme al centro clínico del pueblo. Mi cita era a las nueve, pero a las ocho treinta aún no tenía noticias de mi vecino y eso me puso algo ansiosa.
Intenté ser paciente con todo el asunto por alrededor de cinco minutos. Pero cuando vi que la aguja grande del reloj se acercaba peligrosamente a coquetear con el doce, decidí hacer algo al respecto. La última vez que había cogido el teléfono de línea para llamar a la casa de junto, bueno... francamente ni recordaba la última vez. Pero no tenía el móvil de Cameron, así que esperaba fervientemente que no hubiesen cambiado su número en todos estos años. Nosotros no lo habíamos hecho, no veía motivos para que ellos lo hicieran.
Al tercer timbrazo comencé a pensar que quizá habían deshabilitado la línea, pero entonces respondieron.
—¿Hola? —No era la voz masculina que había estado esperando, aunque sí era una voz familiar—. ¿Hola?
Me percaté de que estaba siendo una estúpida sosteniendo el auricular contra mi oído sin decir nada, es decir... no había ninguna regla que me impidiera llamar ¿no?
—Hola, ¿está Cameron?
Sé que Ash también reconoció mi voz, porque por un segundo el silencio se extendió por ambos lados.
—Oh... sí, está. —Y no dijo mucho de nada por otro incómodo instante—. Él... está durmiendo ahora, anoche tuvo muy pocas horas de sueño y no creo que se levanté hasta entrada la tarde.
—De acuerdo —musité más vacilante de lo que me hubiese gustado.
¿Qué iba mal conmigo? Es decir, no es que fuese una sorpresa que Ash respondiera su teléfono, no es como si fuese algo malo o poco usual. Aun así se sentía extraño estar manteniendo esa conversación con ella y de ese modo, como si de alguna forma ella estuviese obstaculizando mi posibilidad de hablar con él. Cameron había tenido pocas horas de sueño y eso no debía ser de mi incumbencia, pero de todos modos quería preguntar por qué y si iba a venir como prometió el lunes. No lo hice, me limité a agradecerle a Ash y decirle que hablaría luego; una mentira que ambas aceptamos cortésmente.
Así que estaba en aprietos al darme cuenta que no tenía un carro para llegar, bueno, sí tenía uno pero no podía conducirlo. Y si algo caracteriza a los pueblos pequeños es la falta total de una flota de taxis. Aquí todo el mundo tenía carros, o en su defecto motocicletas o bicicletas, y sino tenías nada de eso tenías a tus vecinos. Siempre alguien se prestaba voluntario para llevar a quien lo necesitara, el problema conmigo era que no había hablado con nadie más que Cameron y Marc desde mi llegada. Y Ash, pero ella no contaba porque era de Foley.
En vista de que no llegaría a mi cita y mi primera opción había fallado, fui por mi segundo salvador. Descolgué el teléfono y marqué el número de la estación de bomberos, pues esto podía catalogarse como una maldita emergencia ¿no?
***
Marc envió una ambulancia para mí en minutos, y... en serio ¿por qué no podía gustarme este hombre? Sería muy capaz de enamorar hasta a la chica más reticente. Debía haber algo jodidamente roto en mí.
Para cuando llegué al médico me confirmó que estaba rota, pero todo era solucionable con paciencia y rehabilitación. Iba a preguntarle si podía hacer algún examen psicológico para confirmar mi estupidez, pero la sola formulación de esa pregunta lo confirmaría. Me quitaron los puntos de la cabeza y una enfermera regordeta fue muy amable conmigo, al llevarme frente a un espejo para que viera mi cicatriz. Me indicó formas de peinar mi cabello para disimularla, y me hizo prometer jamás probar un mohicano. Supongo que el humor hospitalario nunca fue mucho de mi gusto, pero asentí a su pedido con una pequeña sonrisa. Luego de que los puntos y las magulladuras más comprometidas fueron revisadas, el médico pasó a mi pierna. Según él las cosas iban sobre ruedas, a lo cual no pude evitar señalarle que iban sobre ruedas de goma, haciendo alusión a Cher. Él no lo captó. Lo que sí hizo fue entregarme un par de muletas y llevarse a mi silla. Tuve un momento de mierda cuando nos despedimos, pues mi trasero y Cher eran como mejores amigos, la silla había sabido amoldarse a mis escasas curvas y se lo hice saber.
—Espero no volver a verte, pero te echaré de menos.
Tanto el médico como la enfermera me miraron de forma extraña, pero poco me importó. Estamos hablando de mi último adiós con Cher, ella se merecía unas palabras de despedida adecuadas. Habría llorado, pero en serio no necesito más motivos para que la gente me crea loca. Pasaría de ser una creencia a un hecho irrevocable.
—Entonces, Marín, tendrás que usar las muletas por dos semanas y luego podremos estudiar remover el yeso.
—¿Otras dos semanas? —reclamé echándole una envenenada mirada a mi pierna inútil.
—Tienes dos fracturas en lugares bastante difíciles de soldar, es necesario que tu pierna permanezca inmóvil. Lo mejor es darle el tiempo para que cure adecuadamente, además... —Bajó su mirada al portapapeles que tenía en las manos con mi historia clínica—. Tu cuerpo trabaja en el proceso de curación más lentamente, te faltan vitaminas que ayudarían a que todo fuese más rápido y...
Dejé de oír a partir de entonces, más o menos ya sabía lo que se traía entre manos. Estaba baja en peso, mis defensas eran pobres, mis fuerzas casi nulas... sí, ya había escuchado esa mierda antes. A los médicos les faltaba originalidad a la hora de asustar a alguien, si me decía algo como que vomitaría mi trasero si seguía por ese camino, tal vez habría tenido un mayor impacto en mí. ¿Se imaginan vomitar el trasero por la boca? Eso sí que es asqueroso.
—Entonces, ¿vuelvo en dos semanas? —pregunté, cortando al médico a medio discurso sobre los beneficios de una alimentación sana.
—Sí, pero mientras tanto me gustaría recomendarte a una especialista. —Esa era la jerga médica común para denominar a los psicólogos—. Tal vez para que puedan charlar un poco sobre lo que tú gustes, a veces es más fácil hablar en un ambiente en el que paciente no se sienta presionado.
¿O sea que no me estaba presionando al sugerirme ir a un loquero?
—Me lo pensaré... —Acepté la tarjeta de la "especialista" y tomé mis muletas para hacer una primera prueba. La enfermera se apresuró a mi lado, haciéndome lugar para que pudiera dar mi impulso, pero el médico salió de la seguridad de su escritorio plantándose tozudamente a mi derecha.
—Marín... —Su mano arrugada se posó en mi antebrazo y mis ojos inexorablemente volaron hacia allí—. Sé que no siempre es fácil hablar sobre lo que nos aqueja, pero hay personas preparadas que desean escuchar... sólo escuchar.
Aparté mis ojos de su mano, estudiando su rostro en silencio. Conocía a ese hombre de mucho antes, se veía viejo y ya no tan saludable como en sus primeros años de médico del pueblo. Todo el mundo había sido visto por él, al menos una vez en la vida. Él había sido el médico que acudió a casa la mañana en que papá no despertó.
—Lo pensaré —repetí ausente, porque sabía que en cuanto diera un paso fuera de la clínica tiraría la tarjeta de la psicóloga. Porque sabía que a este hombre le pagaban por lucir preocupado, cuando lo que menos le importaba era si estaba bien o no. Era un médico, no mi amigo.
—De acuerdo. —Suspiró haciéndose a un lado, y entonces hice mi camino algo tambaleante hacia la puerta. Las muletas dolían un poco debajo de mis axilas y mi pierna enyesada pesaba más de lo que aparentaba, pero era genial poder estar vertical otra vez.
Me despedí con un saludo de la enfermera y ella me observó con un gesto difícil de leer, tal vez preguntándose lo mismo que el médico, tal vez sintiendo algo de pena por mí. Después de todo, me había visto en la bata de hospital. Había tanto que se podía ocultar en esas asquerosas batas transparentes.
Estaba tan enfrascada tratando de imaginar lo que la enfermera pensaba de mí, que me tomó un segundo largo percatarme de la presencia extraña en el pasillo. Cameron estaba reposando su peso contra la pared y en cuanto me vio cruzar la puerta, se incorporó en toda su estatura. Lo miré confusa, pues francamente era la última persona que esperaba encontrarme.
—¿Qué haces aquí? —Él le echó una mirada a mis muletas y a todo mi cuerpo ahora de pie, supongo que el cambio de perspectiva hace que las cosas se vean distintas. La verdad es que la única explicación posible para esa mirada—. ¿Hola?
—¿Me preguntas que hago aquí? Se suponía que yo iba a traerte, ¿por qué diablos viniste sola?
Estupendo, se había levantado de malas y yo tenía que lidiar con los resultados.
—¿Disculpa?
—¿Por qué sigues haciéndolo todo tan complicado? ¿Te costaba tanto esperarme?
Abrí la boca con indignación frente a su indignación. O sea, ¡vamos! Por primera vez creía haber obrado correctamente al dejarlo dormir y no fastidiarlo con responsabilidades que no había pedido. No había una maldita forma de dejarlo contento... ¡Dios!
—La cita era a las nueve y tú estabas durmiendo. —Di un pasó al costado muleteando (apesta no poder decir rodando) mi camino hacia la salida, él se apresuró a mi lado para abrirme la puerta.
—Podrías haberme despertado.
Me detuve para observarlo con una ceja enarcada.
—Ah, o sea que es mi culpa que tú hayas decidido dormir y es mi culpa que no hayas respondido cuando te llamé.
—¿Qué?
Rodé los ojos, avanzando hacia ningún lugar pues repentinamente había descubierto que no tenía un plan para regresar. Se suponía que Marc tendría algún transporte listo para mí... oh diablos, mi transporte era Cameron. Por supuesto.
—Nada, Cameron, déjalo...
—¿Llamaste? No tenía ninguna llamada perdida. —Como para verificar eso, sacó su móvil del bolsillo trasero de sus jeans para chequearlo.
—No en tu móvil, idiota. —Se lo quité de las manos y llamé a mi teléfono, de modo que el número quedara registrado—. No sé tu número de móvil, llamé a tu casa y Ash dijo que dormías, ¿cuál era mi otra opción aporrear tu puerta hasta que despertaras?
Le devolví el móvil aireadamente a tiempo que localizaba con mis ojos su camioneta y comenzaba a dirigirme hacia ella. Me importaba un cuerno mantener o no una conversación sobre el tema de despertarlo, sólo quería regresar a mi casa y pensar en cómo pasaría las siguientes dos semanas sin enloquecer. O peor aún, sin volverme cuerda.
—Supongo que no. —Me detuve junto a la camioneta, mientras mi vecino hacía su camino hasta la puerta del copiloto y la abría para mí. Comencé a subir, cuando sentí que su mano se posaba en mi espalda baja—. Lo lamento.
Me volví automáticamente sin poder creer que acabara de disculparse por algo, pero él no me dio mucho tiempo para disfrutar la victoria. Tomó mis muletas, cerró mi puerta y se encargó de meter a mis dos nuevas amigas en la parte trasera.
Una vez que Cameron estuvo instalado en su lado, nos pusimos en movimiento. Entre nosotros, o se instalaba un silencio cómodo o explotábamos en discusiones sin mucho sentido, en ese momento fue el silencio y lo agradecí. Necesitaba pensar mi siguiente movimiento, estaba yendo a la deriva como mamá en su crucero y no me gustaba ir así. Apropósito de cruceros, ¿cuánto tiempo duraba uno? ¿Estaría en mi cuenta regresiva para ver a mamá sin que yo lo supiera? ¿Estaba lista para ver a mi madre? ¿Y si se aparecía mañana mismo? Al menos tendría mis muletas para lanzarle, con suerte causarían más daño que un libro.
—¿Todo fue bien en la cita? —La repentina interrupción del silencio, me dio mala espina. Pero tampoco podía sólo hacer de cuenta que no estaba allí a mi lado hablándome.
—Sí... dos semanas más para sacarme la escayola.
—Mal. —Asentí, pues no había mucho que agregar al respecto. Dos semanas con esa mierda, sólo podía definirse como mal—. Mira...
Giré el rostro, mientras Cameron soltaba el volante para enseñarme una venda en su mano derecha. Fruncí el ceño, recorriendo con mi mirada la extensión de la venda que cubría hasta la mitad de su antebrazo.
—¿Qué te pasó?
—Me quemé... —Sonrió, pero había algo raro en esa sonrisa. No es que pensara que alguien tendría que sonreír alegremente tras haberse quemado, eso es ridículo.
—¿Cómo?
Cameron volvió a tomar el volante, sin apartar su vista de la carretera.
—Hubo un incendio anoche. —Se frotó los ojos con la mano sana, y no pude evitar notar lo enrojecidos que los tenía—. Un almacén de ropa... o algo así.
—¿Y te quemaste? Creí que tenían equipos para evitar quemarse. —Me miró de soslayo, dándome una muy breve sonrisa.
—Los tenemos, sí. Pero perdí mi guante... —En ese momento me enfrentó, como retándome a decirle que era un estúpido por perder su guante. Pensaba que lo era, pero no por perder su guante así que me preferí no mencionarlo.
—¿Cómo perdiste tu guante?
Él volvió a frotarse los ojos, haciendo que lo rojo se intensificara incluso más. Realmente tuve que aplacar el impulso de apartarle la mano, me ponía nerviosa verlo rascarse y empeorar lo que obviamente ya estaba mal.
—Pues... cuando recibimos la llamada, nos dijeron que había guardias de seguridad adentro. Así que como es normal, nos separamos para buscarlos. —Pausa, mano a los ojos, volante—. Yo encontré uno en un piso intermedio, al parecer había querido apagar el incendio antes de que se propagara hacia allí, pero lo atrapó en medio.
Nueva pausa y una vez más se frotó los ojos; apreté mis manos tratando de enfocarme en la historia y no en lo que hacía casi por inercia.
—Le había caído una estantería llena de productos, era una estructura de metal... cuando lo vi, me acerqué a él y el hombre entró en pánico. Intenté calmarlo pero no se quedaba quieto, entre jalones y tirones se llevó mi guante.
—¿Y qué pasó luego? —Sé que había preguntado por el paradero del guante, pero no era justo dejar una historia como esa a la mitad.
—Llamé a mi grupo, pero había demasiado humo y las llamas crecían cada vez más. Así que probé sacarlo por mi cuenta, la cuestión es que la estantería estaba al rojo prácticamente... él se estaba asando debajo de ella. Le di mi mascarilla para ganar tiempo, al menos respirar le sería más fácil. —En esa ocasión el tiempo en que se presionó los ojos fue más prolongado, sentí que había más que la irritación del humo molestándole aún—. Pero los chicos no nos encontraban, así que probé mover la estantería otra vez y algún plástico derretido se deslizó cuando la moví...
Alzó la mano, dándome a entender que ese plástico fue el culpable de su quemadura.
—¿Pudiste sacar al hombre?
Negó casi imperceptiblemente, volviendo a concentrar su irritada mirada roja en la carretera.
—Estaba con vida, le di la mano para que supiera que no estaba solo y justo cuando sentí las voces de los demás, su apretón perdió fuerza. —Se giró sonriendo con resignación—. Para cuando lo sacamos ya había dejado de respirar... fuera estaba su esposa con sus dos hijas. Al parecer alguien notificó a las familias de los tres guardias, los otros ya estaban afuera...
—Esas cosas pasan, Cameron —musité, algo descolocada por la forma en que había terminado la historia. La gente moría todo el tiempo, eso era un hecho, ¿pero qué tan a menudo sostienes la mano de alguien que está muriendo?
Me estremecí.
—Lo sé —dijo tras un leve suspiro—. No es la primera vez que veo a alguien morir, pero el día que sólo lo acepte como parte de mi trabajo... pues... no lo sé, ese día probablemente dejaré de sentirme humano.
Tal vez eso era lo más profundo que jamás hubiese oído viniendo de él. No que no supiera que era alguien capaz de sentir empatía hacia los demás, siempre había sido protector por así decirlo. Su personalidad, extrañamente, encajaba para ser bombero o alguien que estuviera al servicio de los demás. Desde que conocí a Cameron, no hubo un solo segundo en el que no pusiera a otro por encima de sus propias necesidades. Cuidaba de Grace, de su mamá, incluso de Tino... se preocupaba por la gente de un modo particular, a lo Cameron. Pero lo hacía, siempre había sido la clase de chico que encontrabas prestándose voluntario para algo. Era molesto y petulante a veces, pero nunca fue egoísta.
Sé esto porque hubo un momento en que todos los atributos de Cameron, me habían parecido los indicados para un hombre ideal. Aun cuando tenía defectos, durante mi adolescencia fui capaz de ver el Cameron que los demás veían. Luego la cagó olímpicamente, y ya no supe cuál Cameron era el real. ¿El que se lamentaba por no haber salvado a un desconocido? ¿O el que buscaba el momento indicado para exasperarme con su lengua viperina?
—¿O sea que eres humano? —inquirí tras analizar por largo rato sus palabras.
Él soltó una suave risa, no una completamente alegre pero risa al fin. Era un paso en la buena dirección, lo prefería burlón y sarcástico, antes que silencioso y pensante.
—Cállate. —Dio la vuelta para entrar en nuestra calle, y comencé a prepararme para regresar a lo cotidiano—. Y entonces, ¿ya has pensado un nombre para tus nuevas amigas?
Me giré observando a mis muletas ocupando el asiento trasero y luego me volví hacia mi vecino.
—A decir verdad, ya tienen nombre.
—¿En serio?
—Sip... —Él se bajó cuando hubo aparcado en mi entrada y rápidamente llegó a mi lado para abrirme la puerta. La caballerosidad seguía viva, al parecer.
—¿Y cómo se llaman? —preguntó una vez que me ayudó a salir del auto, brinqué en mi pie sano mientras él recuperaba a mis dos nuevas compañeras.
—Se llaman, Cameron y Marc.
Se detuvo a medio camino de entregarme a Cameron y Marc, dándome una confusa mirada de ojos azules irritados.
—¿Y por qué esos nombres?
—Porque serán mi apoyo el tiempo que esté aquí.
Una sonrisa lenta tocó sus labios, casi como si no quisiera apresurar el instante.
—Esa probablemente es la cosa más dulce que hayas dicho nunca, Blue.
Puse los ojos en blanco, robando mis muletas de sus manos para poder colocarme en posición de "andar" o bambolearme, como ustedes quieran verlo. Una vez que pude sostenerme por mí misma, me agarré de su hombro impulsándome lo suficiente para darle un ligero beso en la mejilla. ¡Eso sí que lo tomó desprevenido!
—No te acostumbres, pero gracias por ir por mí. —Le di un empujoncito sutil para que se moviera, a lo cual él no reaccionó.
—¿Qué fue eso? —preguntó en un tono de voz inusualmente bajo.
Alcé la vista, notando que contrario a lo esperado él parecía estar más cerca que antes. Teniendo la camioneta detrás de mí, mi única opción para escapar de ese apretado espacio era regresando al interior.
—Un agradecimiento.
—¿Ahora agradeces?
—Siempre que te disculpes, podemos marcar un patrón. —Por alguna razón había cierta nota coqueta en mi voz, lo cual juro no fue premeditado.
Él cruzó su mano izquierda por sobre mi hombro, usando la carrocería de la camioneta como soporte.
—¿Sería un beso por una disculpa? —Por alguna razón había cierta nota coqueta en su voz, lo cual no puedo asegurar si fue premeditado pero hizo cosas raras en mi frecuencia cardíaca.
—Puede ser... —murmuré evasiva, encogiendo el hombro que era levemente rozado por su brazo extendido.
—Blue, necesito garantías... sino será muy difícil marcar un patrón.
—Bien.
—¿Bien? —Una media sonrisa hizo amago de aparecer en sus labios—. ¿Una disculpa por un beso?
Asentí, él estaba mucho más cerca que antes y estaba comenzando a odiar que hiciera eso. Cuando se acercaba pensar se tornaba un trabajo doble, cuando me miraba con sus ojos azules lastimados por el humo, sólo me hacía recordar que había salido de la cama para recogerme. Aun cuando nadie le habría reprochado quedarse a lamentar lo ocurrido, aun cuando estuviese herido... había ido por mí. Se había molestado porque no lo hice mantener su promesa, ¡maldito sea! Él no debía ser amable conmigo, era más fácil lidiar con el otro Cameron. Este Cameron confundía.
—¿Blue? —Su mano vendada tocó mi cuello, haciéndome brincar brevemente por el roce tan etéreo.
—Sí... una disculpa por un beso.
—Perfecto, perdón por no reconocerte el día que llegaste, perdón por enfadarme contigo por no hablar con Grace, perdón por joder tu relación con Grace, perdón por no explicar aquello, perdón por seguir...
—¡Cam!
Él cerró los ojos como si con eso pudiese bloquear el exterior, dándole un golpe a la camioneta se apartó unos pasos de mí y suspiró. No lo dijo, pero cuando finalmente me miró sentí que estaba preparando otro "perdón".
—¿Qué pasa? —gritó sin apartar sus ojos de los míos.
—Butch no deja de ladrar, ¿puedes ver qué quiere?
Ash estaba en el pórtico de Cameron, desde donde era capaz de vernos junto a la camioneta pero dudo que fuera capaz de ver completamente la postura en la que nos encontrábamos. Es decir, no podía atravesar la valla con la vista, pero sin duda sabía que estábamos allí.
—Voy en un minuto. —Ella cerró la puerta de un golpe cuando recibió su respuesta, haciendo que Cameron volviera a cerrar los ojos de ese modo medio resignado—. Supongo que voy a ver qué quiere la bestia.
—Te refieres al perro, ¿no?
Alzó ambas cejas de una forma no tan inocente y luego dio otro paso hacia atrás para dejarme pasar. Con algo de dificultad fui capaz de medio brincar, medio empujarme hasta los tres escalones de mi entrada. Me estaba volviendo para saludarlo con la mano, cuando sentí que jalaba de mi codo para obligarme a enfrentarlo. Me plantó un desprevenido beso en la frente, tan rápido que de no haber sentido su perfume habría pensado que ni había ocurrido.
—Va uno y faltan cuatro.
Pestañeé sin comprender de qué estaba hablando, pero cuando reaccioné como para preguntarle él ya se encontraba a medio jardín de distancia.
—¿Cuatro qué? —exclamé antes de perderlo de vista.
Cameron se volteó y alzando su mano derecha hasta su cabeza, hizo la señal de "perdón" que utilizaban los sordomudos, luego a ésta le continuó la de "beso" y finalizó con un simple adiós. Una vez que se hubo marchado, solté un tembloroso suspiro entre dientes.
¡Madre mía!, ¿en qué me estaba metiendo? Y aún ni siquiera había terminado la semana.
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Pues eso... si la imagen de al lado sale esa es la señal para el fuego. Espero les haya gustado, esta es mi mente cuando se niega a estudiar y quiere distraerme. Igual voy con buen ritmo en eso xDD Nos leemos.
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