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Prohibido olvidar.

No me maten! Ya llegué, es que tuve una semana ocupada y no tenía un tiempo cómodo para escribir. Recién ayer pude hacerlo con ganas y detalle. Así que espero les guste, prometo que voy a intentar ponerle mejor ritmo pero sí o sí voy a dejar un cap por semana.

Capítulo XX:

                                                       Prohibido olvidar.

—¿Ya pensaste mi premio por las lagartijas perfectamente ejecutadas?

Sí, esto es una continuación de la entrada anterior. Sepan que como el humano promedio sólo poseo dos manos y para mi mala fortuna, sólo una de ellas está capacitada para escribir. Pero mejor se los diré en cristiano; me había cansado.

—¿Eso no forma parte del pasado que conjuntamente decidimos olvidar?

—No. —Cameron sonrió sin tapujos, algo muy similar a las sonrisas de Marc—. No, pero creo que debemos marcar algunas pautas sobre lo que está permitido olvidar.

—Ok… —Asentí siguiéndole el juego—. No podemos olvidar promesas.

—Perfecto, las promesas se quedan. ¿Qué más?

—No podemos olvidar fechas.

—No podemos olvidar confesiones —añadió él aceptando mi intervención.

—No podemos olvidar… —Hice una pausa tratando de recordar qué cosa de nuestro pasado quería mantener—. Bromas.

—¿No? —Parecía confuso en ese punto, pero yo sabía porque eso era mejor recordarlo—. De acuerdo, no olvidemos bromas pero eso significa que no puedo olvidar mi forma favorita de llamarte.

—¿En serio? —Puse los ojos en blanco—. Luego de que acabo de presentarme con nombre y apellido, ¿vas insistir en llamarme como a ese estúpido loro?

—Es un guacamayo azul —aclaró, como si eso en verdad fuese relevante—, y no es por él.   

—¿Entonces por qué? —Me crucé de brazos, usando el respaldo del sofá para mantenerme erguida.

Cameron enarcó ambas cejas, mirando mi postura con gesto casi divertido. De acuerdo, lo admito, quién puede intimidar con mi tamaño y una escayola pintada con colores fluorescentes. Pero lo importante es la intención, ¿no?

—¿Realmente quieres saber? Pensaba que estábamos haciendo el ejercicio de dejar el pasado atrás y…

Alcé una mano para detenerlo en seco.

—Estás siendo exasperante a posta, ¡y no me digas que no! Porque soy una experta en hacer esa clase de cosas.

Él sacudió la cabeza, inclinándose lo suficiente como para que nuestras miradas se enfrentaran.

—No voy a decirte, ese es mi secreto, Blue.

—¡No es justo! —Me sentía como una niña soltando esas palabras, pero no es como si existiesen muchas palabras para expresar mi indignación. Porque verdaderamente no había otra forma de decirlo, era injusto que no supiera por qué llevaba el nombre de un color—. Deberías decirme como un compromiso para afianzar este nuevo comienzo.

—Excelente retórica, pero no va a pasar.

—Te odio.

—No es cierto —respondió muy seguro de sí mismo.

—¿Cómo puedes saber si es cierto o no? Tú no vives en mi cabeza. —Tomando mi muleta lo empujé a un lado, tratando de alcanzar la otra que había dejado recostada en el sofá.

—No lo hago, pero estoy casi seguro de que soy un pensamiento constante allí.

Automáticamente me giré para encararlo, incapaz de dejar pasar lo que acababa de decir. ¿Lo había entendido bien? Y siendo ese el caso, ¿no les sonó algo demasiado presuntuoso?

—Tranquilízate, amigo, eso es suponer mucho. —Cameron sacudió la cabeza, sonriendo, para luego hacer el camino hasta mi muleta caída sin decir una palabra. Una vez que la tuvo en sus manos, se acercó a mí para entregármela.

—No estoy suponiendo, Marín, sólo comparando.

—¿Hm?

—Si piensas en mí la mitad del tiempo que yo pienso en ti, entonces créeme que soy un tema constante.

¿Eso significaba que pensaba mucho en mí? ¿Qué tanto? ¿Por qué diablos siquiera estaba pensando en preguntárselo? ¿Estaba coqueteando abiertamente conmigo? Sabía que no debía darle gran trascendencia a lo que decía, pero no podía evitar hacer lo que toda chica e intentar descubrir significados ocultos. Lo sé, somos tan patéticas…

—No podemos olvidar pensarnos —ofrecí de forma tentativa, como una aceptación tacita de su teoría. Al menos eso era más simple que admitir que sí pensaba en él, más de lo que debía ser sano en una persona. Es decir, ¡vamos! La condenada bitácora llevaba su nombre. ¡Dios! ¿Qué tan mal estoy? Debería preguntárselo a Alex, llámame Alex y sacarme la incógnita de una buena vez.

—Hecho. —Cameron apartó su atenta mirada de mi rostro, satisfecho, y tras pasarse una mano por el cabello, pareció retomar el rumbo de sus pensamientos—. Debo ir a ducharme.

—Ok.

—¿Qué tal si vamos a algún lado después? —preguntó en un exabrupto que me tomó con la guardia baja. ¡Dos en menos de cinco segundo! Pero no, esta vez no iba a haber pensamientos de chica obsesiva. «Serénate, Marín»

—¿Me está invitando a salir, señor Brüner? No sé si debamos, acabo de conocerlo. —Sonreí, no pudiendo disimular el toque de burla que acompañó a mi tono. Me gustaba ser capaz de sacarlo de su zona de confort, al menos no me hacía sentir tan fuera de lugar sólo a mí.

Él regresó su atención a mi rostro en un nanosegundo, no supe comprender lo que subyacía tras la intensidad en su mirada. Pero no voy a decir que esto me disgustara.

—Creo que estoy cobrando mi premio, me lo debes.

—Bien, pero sólo porque te lo estoy debiendo. Ni creas que me hace alguna gracia salir contigo.

Como toda respuesta soltó una sonora carcajada, palmeando mi mejilla con delicadeza antes de pegarse la vuelta y encarar las escaleras con paso enérgico.

—Antes de salir quiero que comas algo —exclamó, deteniéndose al tercer escalón. Lo miré dándole mi mejor mueca de desagrado—. ¿Te apetece una manzana?

Imágenes de la última manzana que habíamos compartido llenaron mi mente en menos de un parpadeo. Uf, y él seguía casi desnudo. ¡¿Qué pretendía de mí?! Parte de mi cerebro había dejado de trabajar ni bien crucé su umbral, denme un respiro no olviden que sólo soy una chica parada frente a un chico pidiéndole que la quiera.

Lo siento, siempre quise decir eso. Por si no lo notaron esa es una frase muy famosa de la película Notting hill. Y si no la conocen, deberían. Digamos, ¡ya!

—Ok.

—Puedes tomar una de mi manzano entonces. —Subió sus cejas repetidas veces en gesto insinuante y yo me cubrí el rostro aplacando una risilla estúpida.

—¿Se supone que eso tiene connotación sexual?

Él se encogió de hombros, alzando las palmas de sus manos con una inocencia difícil de creer. Allí iba a parar el romanticismo del momento.

                                                                 ***

Comer una manzana de la boca de Cameron o al menos luchar por una con él, es mucho más divertido que sólo sentarse en su cocina y hacerlo. No me malinterpreten, las manzanas están bien. La mayoría del tiempo las como sin problemas, pero había días—como ese, por ejemplo—en que mi estómago no quería tener nada que ver con la comida. Ni con manzanas, ni con nada. Sé que suena como una excusa barata, echarle la culpa a un reticente estómago parece más aceptable que decir que yo era la que no quería saber nada con la comida. No quieran psicoanalizarme mis jóvenes aspirantes a Freud, les diré que no descubrirán algo que yo ya no sepa. Lo sé todo sobre este tema, pero saber algo no se traduce automáticamente como “querer hacer algo al respecto.”

—¿Qué tal si hacemos mitad y mitad? —Cassi alzó, o al menos intentó alzar, sus largas orejas peludas al oírme hablar—. Tú te llevas la parte magullada y yo el resto, ¿trato?

El perro movió su rabo cortado, mientras esperaba ansioso sentado junto a mi pierna. No parecía tener idea de lo que le estaba hablando, pero eso no lo desalentaba en lo absoluto. Me gustaría tener esa actitud hacia la comida, no a tal punto de mover el rabo… pero ustedes entienden.

Echando una mirada cautelosa hacia el pasillo que comunicaba la cocina con el salón, tomé un cuchillo y partí la manzana en dos mitades iguales. De acuerdo, ni tan iguales. Tal vez la parte de Cassi era más grande después de todo. Dejé mi mitad sobre la isla, para luego girar en mi taburete y ofrecerle su porción a mi nuevo cómplice. Realmente no sé cómo no se me ocurrió conseguirme un perro antes, cuando mamá quiso ser una mamá y verme comer, un perro habría sido el mejor aliado.

Pero en fin, al caso. Cassi se comió la manzana en tiempo record, no estaba segura de si los perros podían comer manzanas—debería enviarle un email a César Millán y preguntárselo—, pero en él no parecía estar teniendo ningún efecto adverso.

—¿Qué tal? ¿Está buena? —¿Qué? ¿Les sorprende que hable con un perro? ¡Por favor! Hablo con personas imaginarias, el perro es como la mínima expresión de la locura en comparación—. Ok, mi turno.

Sé que nada me detenía de tomar mi parte y dársela a él también, es decir, acabar con todo de una buena vez y luego decirle a Cameron que había comido la manzana. Pero como dije antes, no me gusta mentir. Una cosa era disimular la verdad, diciéndole que había comido la manzana y omitiendo la parte en la Cassi había ayudado. Otra era simplemente engañarlo.   

Tomé la manzana con dos dedos y la acerqué a mi nariz, tratando de motivarme un poco con el olor. Verán, si pudiera explicarles cómo es que esto me perturba y me atrae al mismo tiempo, entonces en resumidas cuentas no tendría necesidad de hablar con Alex, llámame Alex. El hecho de que no pueda decir con honestidad por qué no quiero comida dentro de mi cuerpo, es el porque de estar tan afectada de la cabeza. Lo estoy, yo no lo niego.

Suspiré, sabiendo que sólo estaba retrasando lo inevitable. Di un mordisco de prueba, confirmando que la manzana de Cameron estaba deliciosa. Y luego otro demostrándome a mí misma que la comida no era la defectuosa aquí, otro para ratificar mi anterior teoría y otro para comenzar a sentirme estúpida por rechazar algo tan malditamente bueno. Uno pequeño por todos esos que me niego a dar diariamente, otro por no haberlo hecho ayer o el día anterior, el siguiente por darle la mitad al perro y el último para desear no tentarme con más manzanas del frutero. No los engaño al decirles que cada estúpido bocado tiene un significado para mí, cuando enfrentar la comida asemeja con ir al dentista, realmente debes empezar a buscar ayuda. O en su defecto, muy buenas escusas. 

—No estuvo tan mal, Cassi. —El animal bostezó como si le resultara aburrida tanta pantomima para comer media manzana. Y tuve que darle la razón.

—¿Qué no estuvo mal?

Di un brinco en mi asiento, sobresaltada, y manoteé la isla para girarme en dirección hacia el pasillo. Deben saber que Cameron tiene asientos giratorios pero fijos junto a la isla, no sé si me explico. Están fijos en el lugar, pero pueden girar sobre su eje como el movimiento de rotación de la tierra, aunque quizá no tan inclinado como la tierra. Ustedes me comprenden, sé que sí.

—Nada, sólo desvarío. —Agité una mano para airear el tema y él se detuvo un segundo para mirarme de forma interrogante. Yo hice lo propio, a tiempo que notaba (horrorizada) que seguía desnudo de cintura para arriba.

¿Qué era esto? ¿Una especie de castigo kármico por haberlo tratado mal intencionalmente? ¿Acaso se me presentaba en plan “mira pero no toques” para enviar un mensaje? ¡Ya lo capté! Vengo captándolo desde los quince años.

—Bien, ¿comiste la manzana?

Pestañeé dos veces buscando enfocar mi mirada, la cual insistía en seguir el camino de las gotitas de agua que caían de su cabello hacia sus hombros, su pecho, diafragma, abdomen, cada uno de sus abdominales, terminando su camino feliz contra la cintura de sus jeans. Afortunadas sean, gotitas.

—Aja… —Muy probablemente asentiría a cualquier cosa que dijera entonces, yo era una persona jodidamente visual como habrán notado.

—¿Marín?

Cameron comenzó a caminar hacia donde yo estaba, haciendo que sus jeans de deslizaran casualmente por sus caderas con cada paso. Él tenía el primer botón suelto, lo cual dejaba al descubierto algo que no estaba diseñado para ser compartido con todo el mundo.

«¿Qué demonios…?» Mi cerebro hizo un alto, así como toda la parte sensual de verlo acercarse en cámara lenta y aún mojado por la ducha. Bueno, casi se detuvo en ese tema, sólo un segundo más. Ok, ya.

—¿Te hiciste un tatuaje? —Él puso el freno a su avance coqueto al oírme, pero ya estaba lo suficientemente cerca como para que pudiera atraparlo del pasador del cinturón.

Sin mediar palabra, jalé la parte derecha del jean dejando al descubierto parte de su ropa interior y dos palabras garabateadas en negro: “free yourself”. Sólo eso, no había decoración de ningún tipo, pero la letra era cuidada y al mismo tiempo simple. No parecía un tatuaje que buscara destacar, sino más bien algo privado.

—¿Aún no salimos en una cita y ya estás buscando llegar a segunda base conmigo? —Él apartó mi mano de su pantalón con delicadeza, aunque pude detectar cierto resguardo tras ese sutil movimiento.

¿Acaso no quería dejarme verlo? ¿O sería que sólo no quería compartir la historia detrás de esas palabras?

—¿Cuándo te hiciste eso? —La mejor manera de averiguarlo era preguntando, ¿no?

—Hace unos años, estaba en una etapa rebelde. —Hizo una mueca como desmereciendo el tema sin más. Algo que avivó mi curiosidad, ya de por sí achispada.

—¿Te arrepientes?

—No… —Pero a su respuesta le sumó un breve encogimiento de hombros, como si aún no se decidiera por arrepentirse o no.

—¿Qué significa?

Libérate —espetó subrayando la obviedad.

Tuve que hacer acopio de mi poca, y aún en proceso de prueba, paciencia para no darle una respuesta a lo Marín. O sea la grosera, irónica y por consecuente que no gana nada de nadie.  

—Claro, pero qué lo motivó.

—Tonterías de entonces, Mar, déjame que busco una camiseta limpia y salimos.

—Espera, espera… —Al tenerlo tan cerca fui capaz de doblar mi pierna buena para atrapar una de las suyas y no dejarlo marchar. Él bajó la vista estudiando inquisitivamente nuestra repentina cercanía, pero yo lo dejé pasar sin más—. ¿Por qué no quieres decirme?   

—No es que no quiera decirte, sólo forma parte del pasado. —Con la misma sutileza con la que había apartado mi mano, se desenredó de mi pierna y dio un cuidadoso paso hacia atrás.  

Enarqué una ceja, esperando a que agregara algo más pero cuando hizo amago de seguir su camino hacia el lavadero, tuve que despertar a la Marín belicosa. Obviamente la paciente todavía necesita ser pulida en sus modos de persuasión.

—Ya veo entonces cuál será el método para marcar las lagunas mentales. —Él se detuvo para darme una mirada de soslayo y hacerme saber que tenía su atención—. Siempre que sea algo de tu conveniencia lo recordaremos y cuando no lo sea haremos de cuenta que somos desconocidos. —Me sonreí a mí misma con ironía—. Ahora lo entiendo.

—Estás buscando complicar todo de nuevo, Marín. —Se volteó por completo.

—No, sólo estoy intentando entender desde dónde fingiremos ser extraños.

Cameron frunció el ceño, antes de regresar al mismo punto entre mis piernas y colocar sus pesadas manos sobre mis hombros. 

—Esto no tiene nada que ver con tu curiosidad por el tatuaje, esta es tu forma de hacerme saber que aún te molesta lo que hice antes, ¿no? ¿Cuál es la parte precisamente, Marín? —Su amarre se intensificó mientras soltaba su letanía de preguntas—. ¿Lo que pasó en la fiesta? ¿Eso sigue metiéndose en tu cabeza? ¿Te molesta quién fui de adolescente? ¿O el hecho de que no hubiese prestado atención a tu coqueteo entonces? ¿Es eso?

—Yo no… —Intenté zafarme, pero mis opciones eran girar el taburete y quedar de cara a la mesada, lo cual no me sería de mucha ayuda.

¡Maldito, Billie! Lo que daría por poder levantarme, ondear mi cabello, mirarlo sobre el hombro y hacer una salida dramática digna de un Oscar.

—¿Tú no qué? ¿Vas a negarme lo que dijiste cuando estábamos en la sala? Aún cuando lo niegues, no intentes insultar mi inteligencia más de lo que ya lo haces. —Sacudió la cabeza, soltando mis hombros de forma repentina—. Sabía que te gustaba cuando éramos chicos… —Abrí los ojos y la boca con sorpresa, pero afortunadamente él continuó su rumbo sin esperar mi intervención—. Y sé que mi modo de actuar sobre eso no estuvo bien. Pero esa fui mi excusa, hice lo que pude dentro de mis posibilidades. Y tú siempre fuiste una posibilidad lejana.

—¿Qué? —A ese punto parecía que estábamos hablando de cosas completamente distintas. Aunque yo casi ni estaba hablando, seamos sinceros.

—¿Nunca te detuviste a pensar que puedes ser un poco intimidante a veces?

¿Yo? ¿Intimidar? ¿A quién? Un ratón sería más intimidante que yo, incluso uno con una pierna menos lo sería. Aunque pensándolo bien, un ratón con una pierna sería jodidamente intimidante, ¿se lo imaginan? Me vienen a la cabeza imágenes de un ratón futurista, con una pierna de titanio y un ojo rojo que detecta tamaños de quesos. Muy al estilo Terminator.

Disculpen, volviendo a esto.  

—Por favor, Cameron, saliste con la mitad de las chicas de este pueblo. ¿Realmente me vas a hacer creer que te intimidaba yo?

Él rodó los ojos, desechando mi comentario al instante.

—La mitad de las chicas del pueblo no conocen la raíz de las palabras o sus verdaderos significados, la mitad de las chicas del pueblo no leen sobre islas utópicas en sus ratos libres y sin duda no purifican la tierra donde van a vivir con ritos paganos.

Bueno, poniéndolo en esos términos…

—Marín. —Sus manos regresaron a mis hombros, de algún modo obligando a mi cerebro a enfocarse sólo en él. Mi cerebro se distraía a veces, así que entiendo su necesidad—. Aquella vez Marc me vio mirándote durante toda la noche, de algún modo todos sabíamos que ese era un momento crucial. Nos marcharíamos pasado el verano y quizá cualquier oportunidad se marcharía con ello. Él sólo dijo lo de la apuesta para darme una excusa, sabía incluso mejor que yo lo que quería. —Sonrió brevemente, al parecer trayendo el recuerdo a su mente—. Y lo hizo para incentivarme, entonces no lo quise admitir e hice de cuenta que lo único que quería era el dinero. Los demás chicos estaban allí, nadie además de Marc sabía lo que… —Se detuvo como si incluso al actual Cameron le costara admitir lo que deseaba—. No tenía idea que habían tomado mi cámara, cuando sacaron la fotografía yo…

Bajó la cabeza un instante, dejando que su cabello cubriera sus ojos y se silenció. Su postura asimilaba tanto a un gesto de rendición, que no pude más que tomarlo por la cintura y jalarlo esos centímetros que nos separaban hacia mí en un torpe abrazo. La verdad era que ya ni pensaba en la fiesta de graduación, ese Cameron era un antiguo recuerdo. Al igual que la chica que había besado, ambos habían quedado en el pasado y sin duda ya no eran los mismos.

—Ese día fue extraño, Cam, pero no fue un mal día. —Sentí su respiración golpeando mi cuello, algo como una risa exhalada—. Eres consciente de que te intimida una chica a la que la intimida la comida ¿no?

—Sí.

—Genial, sólo quería que eso estuviese claro. —Llevé mi mano hacia su cabello, enredando mis dedos con los mechones castaños que se ondulaban en su nuca. 

—Todos tenemos debilidades, Blue. —Su voz salió amortiguada por la posición de su boca, pero no iba a presentar objeciones ante el sutil roce de sus labios contra mi clavícula.

—¿Y yo soy tu debilidad?

—Leí al maldito Moro por ti.

Soltando una carcajada, lo aparté lo suficiente como para encontrarme con sus bellos ojos azules. Sí, bellos, porque no hay mejor adjetivo para calificarlos que uno que aluda a su belleza.

—Bueno, tú me intimidas con tu cuerpo… así que diría que estamos a mano.

—Mmm… —murmuró inclinándose hasta tocar su frente con la mía—. Sabía que había una razón para tanta inteligencia.

—¿Cuál?

—Siempre encuentras la forma de que todo tenga sentido. —Y sin agregar más, se inclinó hasta anular la distancia nimia que nos separaba.

Por un segundo me paralicé, no porque me tomara por sorpresa sino por la delicada caricia con la que sus labios me encontraron. Casi como si intentara persuadirme a devolverle el beso, y lo hice, por supuesto que sí. Afianzando mi amarre alrededor de su cuello, lo coloqué a una altura más accesible dándole todas las oportunidades para profundizar el contacto. Cameron paseó con sus manos por los laterales de mi cuerpo en una lenta caricia, hasta detenerse en mis caderas. Con un masculino gruñido, me jaló hacia él decididamente y al tenerlo entre mis piernas, no tuve problemas para sentir todas sus partes duras presionándose contra las mías. Arqueando mi espalda solté un gemido de aprobación y él aprovechó ese segundo de concesión, para tomar mi labio inferior entre sus dientes y hacerme maldecirlo entre risas por su atrevimiento. Su lengua aligeró el ardor del mordisco al instante, mientras su mano derecha parecía juguetear entre la línea que separaba mi cordura de la sensatez. Pasé mis manos hacia su pecho, disfrutando del contacto de su piel caliente y el latido acompasado de su corazón bajo mi palma. Él trasladó una de las suyas a la curva de mi muslo, rozando a Billie en el proceso y yo murmuré su nombre cuando la misma mano continuó ascendiendo hasta colarse por el bajo de mi blusa.

Salté instintivamente hacia atrás, dejando su boca a mitad de un beso y él abanicó sus pestañas antes de enfocar una confusa mirada en mí.

—¿Qué?

Como toda respuesta lo tomé por la muñeca, jalando su mano lejos de mi vientre. Cameron pareció demorarse un minuto en comprender la razón de que lo hubiese detenido, frunciendo levemente el ceño me observó confuso. Yo levanté su mano y me la llevé a los labios, para luego depositar un beso en la punta de sus dedos.

—No —susurré incapaz de sostenerle la mirada. Él me tomó por la barbilla obligándome a enfrentarlo.

—No me importa.

—A mí sí.

—Marín… —Sacudí la cabeza frente a su reclamo casi suplicado. Ese punto para mí no era negociable—. Son parte de lo que eres, no quien eres.

—Suena muy bonito dicho pero… —Estiré mi blusa como si pudiera cubrir más de lo que ya estaba cubriendo—. No me gusta que me toquen, ¿no puedes conformarte con la parte baja?

—No. —Bueno, admito que esta era una de las primeras veces que me tiraban un no rotundo a mi oferta de mantener las cosas al sur—. Te quiero completa, te voy a tener completa.

—Pides demasiado. —¿Acaso no podía entenderlo? Podía lidiar con las caricias y los besos, podía dejarlo que accediera a mí en la forma cotidiana del sexo. Pero había partes que siempre debían permanecer ocultas.

—No lo hago, sólo quiero que me dejes… —Pasó su índice por encima de mi ombligo y mi instinto una vez más se puso en marcha, haciendo que me contrajera de forma automática—. Que algún día me permitas demostrarte lo mucho que me gusta cada centímetro de tu cuerpo.

—¿Cómo puede gustarte eso, Cameron? —Sentí la usual opresión en mi garganta, esa que siempre me causaba expresar algo sobre el tema. Pero luché por empujarla lejos, no necesitaba ponerme toda estúpida y sentimental al respecto. Ya había aprendido que no se irían sin importar cuánto renegara de ellas—. Es grotesco.

—No lo es.

—Sí, tú no lo has visto bien… pero yo llevo viéndolo desde hace tiempo. —En ocasiones parecían siglos.

—Cuando las vi no estaba pensando en cómo lucían. —Tirando de mi barbilla me plantó un desprevenido beso en los labios, y yo lo miré sin comprender a qué se estaba refiriendo—. Lo único que pensé es cómo no pude notarlas antes, no son marcas en tu piel, Blue.

—¿Son marcas en mi alma? —insté, sin poder acallar a la sarcástica que vivía en mí 24/7.

—No, son marcas en tu consciencia. —Sonrió, aunque no de un modo alegre o coqueto—. Y me gustaría que algún día me dijeras por qué están allí.

—¿El mismo día que me digas por qué tienes ese tatuaje?

Un leve fruncimiento de cejas por su parte, me indicó que ese no sería un día muy cercano. Me alegré en cierta medida, pues eso significaba que no debería contarle sobre mis marcas, pero al mismo tiempo comprendí que él ocultaba sus propias cicatrices con secretos. ¿A quién queríamos engañar? El pasado nunca se olvida realmente, siempre viene desde algún lugar para joderlo todo.

Aunque…

—¿Podrías besarme ahora? No quiero pensar en ese día.

—Buena idea. —Y a la salud de los nuevos comienzos, decidimos aplazar un poco más aquella realidad—. Me va a gustar conocerte de nuevo, Blue.

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Cameron: Bueno, al parecer algunas tienen ganas de que les dedique capítulos y ya me amenazaron con que si hablé para una, tengo que hacerlo para todas.

No es una amenaza para mí, será un gusto. Así que le pedí ayuda a mi buen amigo Lucas, para confeccionar una lista ordenada de las chicas que me pidieron un capítulo. Luego él me dijo que con decirles "nada" ustedes quedarían contentas, aunque no sé a qué se estaba refiriendo. En fin, este capítulo va para una chica que está trabajando duramente en eso de ser educada en sus comentarios. Jezzbel, digas lo que digas a Tammy, tienes que saber que yo siempre me quedo con tus consejos. Besos, espero que hayas disfrutado de tu capítulo. ;)   

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