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Oferta limitada.

Bueno, hola. La verdad es que mi Internet está siendo una porquería hoy, así que espero que esta vez salga la publicación porque esto está jugando con mi paciencia. XDD Que bueno que tengo mucha. En fin, espero disfruten del cap. es un paso más dado. jeje

Capítulo XIV:

                                                       Oferta limitada.

Tengo dos noticias para darles este lunes y antes de que pregunten, ¿cómo? ¿Lunes? ¿Qué pasó con el domingo? Pues sepan que no tienen que conocer cada aspecto de mi patética vida, el domingo no pasó nada. Marc no apareció, supongo que aún necesitaba de tiempo para pensar una excusa que excusara su comportamiento frente a Audrey. Y Audrey no me telefoneó, supongo que también esperando que llegara ese impulso divino que la inspirara a darme una buena explicación. Así que como ven, no pasó mucho de nada.

Fui una buena chica, comí un tazón de cereal—sin leche, porque la leche apesta—y bebí tanto café que Arthur comenzó a verme con envidia. En fin, fue un día domingo y como le pasa a la gran mayoría de los seres humanos, me aburrí como una ostra.

 Pero regresemos a las noticias del día lunes; ni bien desperté esa mañana—para orinar y luego regresar a la cama—me encontré con un sobre marrón esperándome en la puerta. Lo sé, ¿cómo fui a verlo en mi viaje al cuarto de baño? Pues, había ido a recoger el periódico porque me gusta estudiar a la competencia. Aunque el periódico del pueblo difícilmente podría competir contra los periódicos de la ciudad, es decir… la noticia más relevante de la semana era la fuga de una oveja. Aún y con todo eso, seguía teniendo por costumbre echarme en la cama a estudiar el periódico. Ahora que podía echarme en la cama aprovechaba cada instante de privacidad con ella.

La cuestión es que el sobre venía de mi vecina Margo, una de las pocas personas en St. Louis a las cuales le había dicho dónde podría encontrarme. También lo sabía mi jefa, pero eso es punto y aparte. Margo vivía en la misma pensión que yo, y para todo fin práctico la consideraba una buena amiga. Aunque no era lo que comúnmente se denomina amiga, lo nuestro más bien era como un acuerdo en donde ambas nos utilizábamos mutuamente para engañar a la soledad. Y me he desviado del punto nuevamente, lo relevante aquí es que le había dejado la dirección de la casa para que me reenviara mi correo. No es que me llame a mi misma obsesiva compulsiva, pero se me hacía imposible pensar en que el correo se acumularía y alguien podría ver mis revistas, o los estúpidos catálogos a los que me suscribía. Además nunca faltaba la posibilidad del robo de identidad, no tienen idea la cantidad de información que uno da libremente a las empresas y luego esto termina impreso en sus facturas de servicios.

¡Sí, mierda! Estoy loca, no es como si hasta ahora haya hecho un buen trabajo ocultándolo ¿verdad?

Así que el sobre marrón tenía mi correo, gran sorpresa. Aguarden, aún no les he contado la parte buena. Entre las muchas cuentas que debería pagar tarde o temprano, y las revistas de chicas en las cuales aspiraba a trabajar alguna vez, se encontraba una postal. ¿Adivinaron de quién? Seguro que sí. Mamá me había enviado una hermosa postal con una imagen de un enorme barco, partiendo hacia el horizonte con delfines estúpidos saltando a su alrededor. Era una pintura o algo así, obviamente no una representación real. Pero no fue eso lo que me hizo fruncir el ceño, sino la fotografía que acompañaba a la postal como uno de esos eternos recordatorios de la felicidad que nunca compartiríamos.

Era mamá, enfundada en un bikini rosa ridículamente pequeño y sonriéndole a la cámara mientras hacía una pose junto a una pared de escalada. No llevaba arneses ni nada que pudiera estropear su belleza, aunque se podía ver el esfuerzo que hacía por sostenerse naturalmente de una de las salientes falsas de la pared. Mamá era bonita, aún parecía joven a pesar de que ya no podía disimular sin más las arrugas que se marcaban en sus ojos cuando sonreía demasiado. Su cabello era rubio, suave y brillante, supongo que tanta placenta de dinosaurio finalmente había hecho su parte en el trato. Oh y si se lo están preguntando, no, no es rubia natural. Y su cuerpo es bonito, delgado y atlético, algo que la ayudaba a perpetuar su imagen de eterna adolescente.

Puse los ojos en blanco lanzando la foto a un lado y luego observé las palabras rápidamente garabateadas al dorso de la postal:

“Estamos en un tour por las islas del pacifico, seguro te habría encantado esto”

Mencionemos aquí que ella sabe lo mucho que odio los barcos, simplemente no puedo soportar el vaivén y me dan nauseas y ganas de vomitar. Dejen la ironía aparte, joder, hablo muy en serio.

“Nico quiere quedarse para la competencia de surf en Australia cuando toquemos puerto allí, aún no sé si lo haremos.”

Por favor, no esperaba que creyera que no iba a consentir a su niño ¿verdad?

 

“Igual aún nos queda tiempo para decidir… ¡te amamos! Paige y Nico.”

 

Un detalle extra sobre mamá, su nombre es Paige y me ha exhortado a llamarla así desde que papá murió. Nico era su adolescente de turno, nada nuevo que contar por allí. Lo había visto una vez, parecía un surfista descerebrado y no era lo primero, pero compensaba doblemente siendo mucho de lo segundo.

Tirando la postal en la misma dirección que la fotografía, dejé el resto de mi correo sin abrir sobre la mesa de luz y me dispuse a empujarme al país de las maravillas al menos unas horas más. Era demasiado temprano como para lidiar con las mentiras escritas de mi madre. Cerré los ojos intentado bloquear los pensamientos negativos que siempre acarreaba recibir noticias de ella, y también intentando bloquear los horribles colores de las paredes.

Desde que había obtenido a Cameron y Marc, abandoné mi refugio en la sala y trasladé mi anatomía al piso de arriba. Dormía en la habitación del payaso porque la cama era más grande y el baño estaba cerca, podía sacrificar mi buen gusto por algunas comodidades extras, ¿no? Y entre pensamiento sobre paredes, payasos y madres locas, volví a dormirme.

¿Qué? No crean que me olvidé de la segunda noticia, prometí dos cosas para este lunes y planeo mantener mi palabra. Pero de momento, los dejaré en suspenso.

                                                                 ***

La luz se colocaba por algún orificio de la ventana que la cortina no llegaba a cubrir, pero me rehusaba a abrir los ojos y echar a perder ese instante previo a recobrar el conocimiento. Suele ser de esos momentos en el que los sueños cobran mayor nitidez, donde no puedes asegurar si algo es real o simple engaño de tu mente. Y aunque muchas veces sabes que es un engaño sin lugar a dudas, te aferras a él para disfrutarlo un poco más.

¿Díganme si no han hecho eso alguna vez? Niéguenlo, y sabré que son unos malditos embusteros.

La cama crujió unos segundos antes de hundirse levemente en el lateral izquierdo, y entonces, repentinamente, la molesta luz del sol se apagó frente a mis parpados cerrados. Suspiré aliviada de que todo se hubiese oscurecido y tras un minuto de una nada apacible, sentí algo tibio rozando mi frente. Entreabrí los ojos encontrándome primero con la palma de una mano, la misma que se encargó de mover la cortina de cabellos que entorpecía mi propósito de verlo completamente.

—Buenos días…

Le di una media sonrisa a modo de saludo, alzando una mano tontamente para tocar su rostro. Se había afeitado, su mejilla estaba suave como pocas veces y eso le daba un toque más juvenil. Sin duda era de esos sueños en los que regresamos a nuestros años de escolares y lo imaginaba colándose por mi ventana.

Lo sé, muy currada mi fantasía a lo Romeo y Julieta. Pero por supuesto que también tuve de esos sueños, era una pervertida bastante precoz y poco imaginativa.

—Tienes camisa —susurré algo desilusionada cuando fui capaz de inspeccionarlo con mayor detenimiento.

Él bajó el rostro lo suficiente como para echarse un vistazo y luego me observó con un gesto indescifrable.

—¿Debería no tenerla?

—Pues claro, nunca traes una. —¿Además cuál sería el propósito si se aparecía vestido?

Cerré los ojos con fuerza, liberando mi mente para que lo imaginara sin camisa. Pero al abrirlos nuevamente, tan sólo me encontré con sus ojos azules dándome una atenta y curiosa mirada. Demasiado atenta, si me lo preguntan. Demasiado clara, demasiado nítida, demasiado humana, demasiado… 

—Oh mierda… —Oh mierda, él estaba aquí realmente. ¡Oh mierda! ¿Cómo pude pensar que esto era un sueño? ¡¡Oh mierda, mierda!! ¿Le acaricié el rostro? ¡¿Lo hice?! ¿Por qué me dejaron hacer eso? Pensé que éramos amigos, joder.

—¿Blue?

Me di la vuelta hacia el otro lado tratando de recuperar la compostura, él rió a mis espaldas colocando una de sus grandes manos en mi cintura. ¿Qué carajos? ¿Por qué me tocaba?

—¿Qué haces aquí? —le espeté fríamente, aunque el calor en mis mejillas traicionaba completamente a mi tono de voz.

—Al parecer haciendo tu sueño realidad.

¡Diablos! Malditos sueños, maldita realidad. ¿Por qué no podía controlar estas cosas? Parecía una ninfómana en abstinencia. Cargué aire lentamente, porque a) era una mujer muy capaz de salir con la cabeza en lo alto luego de haberle reclamado que hubiese llegado vestido y b) todavía debía pensar cómo hacer para levantar la cabeza luego de pasar el punto “a”. Sí, no había ningún problema con esto. No iba a dejarlo pensar que podía afectarme a un nivel onírico.

—Por favor… —Lo miré aireadamente por sobre mi hombro—. Para que puedas cumplir uno de mis sueños, deberías venir enfundado en un traje de George Clooney. Tal vez entonces puedas tener suerte, amiguito.

Con ánimos de enfatizar mi pretendida indiferencia, le palmeé la mejilla dos veces y volví a pegarme la vuelta. La mano de Cameron continuó firmemente aferrada a mi cintura, aún cuando intenté mover el cuerpo lo más lejos de su lado posible.

—¿Clooney? Bromeas, ¿no? —Como única respuesta me agité para hacerle saber que su mano en mi cuerpo no era bienvenida. Lo ignoró—. Ese tipo tiene el triple de tu edad, ¿qué harías con él? ¿Sostenerle la dentadura?

—Sería una muy sexy dentadura —aseveré con convicción, volviéndome un resquicio para mirarlo—. Ahora si no te molesta, ¿puedes salir de mi habitación y de mi cama?

—No.

—Cameron —le advertí, esta vez dejando a un lado las bromas o los intentos de ocultar mi pequeño fallo con el sueño. 

—Dime.

—Márchate, estoy durmiendo.

—Son las ocho de la mañana, Blue, tenemos un largo día por delante. —Me dio un golpe en la cadera, empujándome para que saliera de la cama. En esa ocasión yo fui la que lo ignoró.

—Me importa un cuerno qué hora es, no voy a levantarme aún. —Jalé de las mantas que estaban debajo de su cuerpo, intentando echarlo fuera pero él se giró en mi dirección aplastando sin querer mi pierna mala—. ¡Jodido imbécil! 

—Mierda, lo siento.

Cameron se contorsionó encima de mi cuerpo, tratando de liberar a mi pierna de su peso y entre algunas vueltas extrañas donde me aplastó incluso más, terminó tumbado en la esquina opuesta de la cama. Prácticamente recostado en el filo del colchón y mi persona. 

—¿Te molestaría? —lo increpé, incapaz de ocultar la ironía en mi voz. Él volvió el rostro en mi dirección, posando su barbilla sobre mi hombro en lo que parecía ser un gesto casual.

Sí, casual mi trasero. 

—En realidad no, se está a gusto aquí.

—Me estás aplastando —protesté, intentando desenredar la mano que se me había perdido entre las mantas y Cameron.

—No te estoy aplastando. —Despegó su cuerpo de mi costado el tiempo suficiente como para que pudiera sacar mi mano, luego volvió a caer sobre mi lateral derecho—. Puedo asegurarte que la mitad de mí se está tambaleando peligrosamente fuera de la cama.

—Entonces bájate —mascullé entre dientes, aún sin hacer ningún movimiento por mi cuenta para apartarlo. ¿Qué había dicho él? ¿Se estaba a gusto? Bueno… no se estaba tan mal si tengo que ser honesta.

Demonios; oscura y malévola, Marín… deja a un lado esos pensamientos.

—Si lo hago volverás a dormirte y tendremos que pasar por esto otra vez, no que esto no me esté divirtiendo pero tenemos que salir ya.

—¿Salir? —inquirí frunciéndole el ceño, pues “salir” difícilmente era una palabra agradable para oír un lunes por la mañana. Cameron asintió posicionando sus manos a cada lado de mi cabeza, para luego cernirse sobre mí. Admito que eché un tanto de menos el calor de su cuerpo. Pero no mucho… casi nada.

—El viernes llamé a la clínica, dijeron que estaba bien si íbamos hoy.

Y fue así como esa pequeña cosa buena que parecía estar construyéndose entre nosotros, se disolvió en el camino entre sus palabras y mis oídos. Cameron era un experto en lanzarme a la realidad sin paracaídas, sin ninguna advertencia o red de seguridad. ¿Alguna vez sintieron la necesidad de hacer algo que no les va a gustar pero aún así tienen que hacerlo? Bien, si lo hicieron sabrán que no me estoy refiriendo precisamente al tema de ir a la clínica.

—Yo no voy a ir. —Me crucé de brazos tozudamente, ganándome una no muy paciente mirada por su parte—. No me mires así, ni creas que puedes llegar a intimidarme.

Él se limitó a sacudir la cabeza, brincando fuera de la cama con esa fluidez de cuerpo que yo tanto echaba de menos.

—Acordamos que lo intentarías.

—No, tú acordaste eso… yo jamás accedí a nada.

—Marín. —La advertencia de que algo malo se avecinaba era claramente palpable en su voz, pero qué va. Digamos que me gusta darme de topes contra la pared, sólo para mantenerme a la altura de la conversación.

—No, Cameron, no voy a ir a ninguna parte. Estuvo bien todo esto de fingir que nos caemos bien por unos días, pero aquí planto bandera. Tendrás que arrastrar mi cuerpo sin vida para sacarme de esta casa.

—Bueno, allí tienes una idea.

Abrí los ojos con sorpresa, sin esperarme esa respuesta tan pacifica. Sí, lo sé, acababa de amenazarme de muerte, pero en lo que refiere a Cameron eso fue pasivo.   

—Bueno, aquí tienes mi dedo mételo donde más te guste. —Obviamente saben que dedo le estaba ofreciendo, ¿verdad? Genial, no me gustaría tener que explicarlos y perder el respeto que me he ido ganando con ustedes.

—Oh, cariño… —Se inclinó posicionando una rodilla en el colchón y con su enorme mano tiró de mi muñeca, hasta que mi dedo quedó a centímetros de sus labios—. No me hagas ofrecimientos de este tipo, vengo de un largo fin de semana.  

—Suelta.

—Tú dijiste que me dabas tu dedo para meterlo donde más me guste, ¿planeas otra vez incumplir con tu palabra?

Presioné los ojos con ánimos de marcar con mis dedos y gran parte de mi palma su muy bien afeitada mejilla, pero me contuve como la buena cristiana que soy... que intento ser… que quise ser una vez… bueno ustedes ya saben. En contra partida me limité a cerrar mi mano en un puño muy apretado.

—No te prometí nada.

Cualquier rastro de burla o coquetería abandonó su expresión, Cameron posó su boca suavemente sobre mi puño, para un instante después dejarme libre.

—No, tal vez no. Pero… —Soltó un suspiro volviendo a incorporarse, esta vez cuando me observó tenía las manos en sus caderas y ya se notaba que el buen humor con el que había llegado comenzaba a desvanecerse—. ¿Es que acaso tendré que negociar cada maldita cosa contigo?

Sí, definitivamente él comenzaba a perderlo. Su verdadero rostro amenazaba con mostrarse finalmente. No es como si me hubiese tragado ni por un segundo su acto de pasivo no agresivo.  

—Por supuesto que no, no tienes nada que yo quiera.

¿Recuerdan eso que dije antes? ¿Lo de hacer algo que no se quiere pero se debe? Bueno, esa frase vino a ser el detonador de ese algo.

—No, al parecer no cuando vengo con camisa.

¿Qué diablos pasaba aquí? Era la primera vez que mis intentos de provocarlo no surtían efecto, ¿estaría drogado?

—¿Estás drogado? —Ya saben que lo primordial es cerciorarse de estas cosas.

—No voy a darte la satisfacción de arruinar mi buen humor, Blue.

Tuve que sentarme en la cama, porque esto tenía todos los componentes para ser parte de un sueño. No me había despertado aún, ¿cierto?

—¿A qué se debe tu buen humor?

Cameron tamborileó los dedos sobre mi mesa de luz, topándose sin querer con la postal de mi madre. Lo observé esperando una reacción por su parte, pero él sólo continuó pasando los papeles de un lado a otro como si quisiera colocarlos en una pila perfecta. Una vez que los tuvo bien ordenados en la parte trasera de la mesilla, se giró para mirarme tranquilamente.

—Tengo un plan.

—¿Un plan? —Bueno, ¿quién soy yo para juzgar los disparadores de buen humor de los demás?

—Aja… —Asintió nuevamente desviando su atención a la mesa de luz, pero en esa ocasión comenzó a dibujar con su dedo sobre la superficie que había despejado previamente.

—¿Qué plan? —inquirí, reacia a dejarlo apartarme del tema principal sin más.

—Uno que te implica a ti, a mí, a mi camioneta y como a una hora y media de carretera. Dime si no te tienta.

—No —mentí automáticamente. Mejor no pensemos si eso realmente me tentaba o no.

—Mentirosa.

—Tss… —Uf, estaba hecha una luz para las respuestas ingeniosas—. Pues buena suerte con tu plan, yo pienso dormir hasta las tres de la tarde.

Lo despaché con un movimiento de mi mano, deslizándome debajo de las sabanas y cerrando mis ojos para retomar aquel sueño que tan amablemente Cameron había echado a perder.

—Vamos, Blue. —Sentí su cadera golpeando mi lateral y a regañadientes me moví más al centro para darle espacio—. ¿Por favor?

—¿Me estás preguntando por favor? —le espeté espiándolo a través de uno de mis ojos. Él no se merecía que abriera ambos.

—¿Vas a obligarme a sentirme un perdedor dos veces esta semana?

Me detuve un instante allí, obligada moralmente a regresar sobre sus palabras. No acababa de decir eso, ¿o si? Él me había comparado con el hombre muerto, pues si lo analizamos con detenimiento, perder al hombre en el incendio sería lo primero y no arrastrarme a la clínica sería lo segundo. ¿Era eso?

—Eso es completamente injusto, Cameron, yo no estoy muriendo. —Por la forma en que me miró entonces, supuse que no estaba tan de acuerdo conmigo. Pero bueno, eso era un tema que tranquilamente podíamos debatir por días.

—Ya… —Volvió el rostro en dirección a la ventana, al parecer sin más argumentos con los cuales golpear mi consciencia—. Supongo que te dejo dormir entonces.

Comenzó a ponerse de pie, haciendo justamente lo que estaba esperando que hiciera desde que se había aparecido en mi auto allá por las primeras páginas. Pero algo no se sentía bien en esta escena, no sabía si era por el tono de voz o la leve insinuación de derrota o quizá porque mi cerebro era demasiado estúpido en las mañanas. Fuese lo que fuese, me encontré sorprendiéndome a mí misma tomándolo del brazo para que no se marchara.

—Mierda… está bien, vamos.

Podría haber valido la pena aceptar por la sonrisa que se dibujó en su rostro ni bien escuchó mis palabras, pero de momento no me sentía tan positiva como él para apreciar esos detalles. Iba a tener que ir a la clínica, a tratar con médicos, a hablar de mí, a convencer a las personas de que soy un ser humano funcional, a intentar convencerme de eso en el proceso. Diablos, de sólo pensarlo ya comenzaba a hiperventilar.

—¡Genial! Sal de ahí, tenemos que ponernos en movimiento.

Rodé los ojos, conjurando a la mujer inteligente que había sido una vez. Pues esa mujer habría sabido librarse de esto, sin caer víctima de la manipulación de cierto bombero de ojos azules. Debía ser el uniforme, ¿no mencioné que llevaba puesto su uniforme? Camisa azul oscura, haciendo juego con sus pantalones y una placa en el lado izquierdo de su pecho. Parecía más un policía que un bombero, pero el efecto era el mismo. ¿Habría salido de la estación directo para aquí? ¿Es que este hombre no dormía?

—Me alegro que mi desgracia te haga tan feliz —mascullé por lo bajo, en tanto que retiraba las sabanas de un tirón y me arrastraba perezosamente hasta los pies de la cama.

Cameron esperó hasta que me hubiese cubierto con mi bata, para acercarse donde estaba luchando por recuperar a Marc que había ido a parar al piso en algún momento de la noche. Él se acuclilló pasándome la muleta, y luego simplemente permaneció de pie frente a mí. Al cabo de un instante en que noté que no planeaba moverse, lo observé de forma interrogante.

—No lo hace. —Cameron tomó la tira de mi bata, apretándola en un nudo demasiado estrecho. Algo que sólo sacó a relucir mi pequeña y aniñada cintura—. Por eso estamos haciendo esto.

—No estamos, tú estás.

—Lo estamos —insistió de forma más contundente.

—Como sea, no es como si me estuviese dejando opciones. —Lo empujé a un lado con la muleta que llevaba su nombre y él se apartó lo suficiente como para darme paso.

—Claro que tienes opciones. —Me detuve a su lado al oírlo hablar para darle una mirada irónica que valía por mil palabras, él sonrió brevemente—. Puedes romperme el corazón diciendo que no, o puedes mantener mi buen humor y beneficiarte al mismo tiempo de ello.

—¿O sea que estás dejando en mis manos el bienestar de tu corazón?

—No, Blue. —Sacudió la cabeza, ofreciéndome una de sus sonrisitas burlonas—. Te doy el poder sobre mi felicidad, ¿no es eso doblemente mejor?

Enarqué ambas cejas sin saber qué responder, sin duda esto no era algo que hubiese esperado para una mañana de lunes. A decir verdad, para ninguna mañana de mi vida, pero dejando a un lado el pesimismo… ¿qué demonios?

—Definitivamente drogado —aseveré ya sin ninguna duda al respecto.

Palmeé su pecho amigablemente solidarizándome con su situación, antes de apartarme un paso y luego todos los siguiente hasta el cuarto de baño. Su risa hizo eco a través de la madera de la puerta, y entonces me convencí de que era imposible de que esto fuese un sueño, pues su risa nunca había sonado tan bien en mi cabeza.

Oh… esto estaba tan mal y en tantos niveles. Empeoraría antes de mejorar, oigan los que les digo. Más si consideramos que tendría que lidiar con él en un espacio cerrado y en movimiento, por más de hora y media. Como lo prometí; dos grandes noticias por el precio de una, oferta limitada sólo para los lunes de mierda de Marín.  

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Crucemos los dedos para que esta vez salga, porque sino voy a terminar matando a alguien je. Y ya de paso espero que wattpad haga su parte y notifique a todos xD Espero que les haya gustado el cap. el próximo nos vamos de viaje con Cam. ^^

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