Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

La respuesta obvia.

¡Hola! Este capítulo costó un poquito más, pero para compensar lo hice más largo de lo usual. Y bueno, como yo voy a retomar la palabra al final... dejo que Cam haga su parte ahora.

Cam: ¡Buenas! Todos los chicos les envían su saludo y agradecimiento por leer sus historias y esta también. Supongo que nos estaremos encontrando en el último capítulo, lamento mucho no poder haber cumplido con toda las dedicatorias. Pero agradezco a todas las que nos regalaron unos minutos de sus días. Este cap. va para ustedes, pero en especial para dos lectoras que acaban de cumplir años. Espero que lo hayan pasado estupendamente Angie_ma y Bel_Cullack (Noah mandó una carta desde el pasado exclusivamente para ti), les dejo un beso enorme y mis mejores deseos. Para todas las demás, disfruten de la lectura ;) 

Capítulo XXIX:

                                                    La respuesta obvia.

El viernes desperté—lo cual era mucho decir después de lo ocurrido—abrazada a la almohada y estúpidamente satisfecha con la vida, y con otras cosas por los que una chica debía sentirse satisfecha, por supuesto. Pero al caso; mientras estudiaba la posibilidad de levantarme a orinar, sentí algo frío rozando mi hombro derecho y de forma automática, mi mente se paralizó en todo esos derroteros de sentirme satisfecha. Primero, porque sabía que Cameron no estaba en la casa, lo cual significaba que había un “algo” frío conmigo en la cama; y segundo, bueno… ¡había algo frío conmigo en la cama! ¿Acaso se necesitan más motivos para alarmarse? Entre las muchas posibilidades poco probables que arrojó mi dormido cerebro, comencé por figurarme a un tipo de ente fantasmagórico, medio pervertido, observándome dormir y tratando de traspasar mi piel con sus dedos de humo. ¿Por qué de humo? No lo sé, pero siempre que pienso en fantasmas me viene a la cabeza Casper y él era como humo, ¿no?  

La cosa fue que pasado unos minutos recordé que era una joven racional que no creía en fantasmas, sean o no pervertidos, sean o no de humo, y que siempre cabía la posibilidad de que Cameron no se hubiese marchado aún. Claro, ¿no dicen que la respuesta más obvia es siempre la correcta?

—¿Cam? —lo llamé como para reforzar la teoría, pero nadie respondió. En todo caso sentí como ese “algo” junto a mí se arrastraba por debajo de las mantas, hasta hacerme respingar con un roce casual en mi espalda. Oh, dulce Jesús—. ¿Cameron?—susurré, comenzando a plantearme la teoría de que lo obvio aquí iba a quedar descartado.

Algo reaccionó al sonido de mi voz, pues volvió a escurrirse más abajo haciendo un ruidito que casi asemejó a un quejido animal. Fruncí el ceño, sintiéndome estúpida con la simple idea de que un fantasma podría haberse metido en mi cama. Es decir, ¿habiendo tantas camas justo iba a decidir meterse en donde yo estaba? Sacudí la cabeza sonriendo con ironía y tras darme la vuelta con lentitud, descubrí un bulto bajo el cobertor a la altura de mi muslo. Jalé del cobertor, dispuesta a soltarle una regañina a Cassi por haberme hecho pegar tremendo susto, el caso es que no me encontré con mi conocido amigo comedor de manzanas y de cola corta. No, al menos que hubiese habido un retroceso en el tiempo y nadie me hubiese informado al respecto.

—¿Tú quién eres? —Tomé al pequeño, pequeñísimo, perrito que descansaba junto a mi cadera y lo observé a consciencia. ¡Jodida mierda, Cassidy se había encogido!

Bueno, no, obviamente no se había encogido. Ese perrito no era él, aunque se parecía mucho. Y era guapísimo a rabiar, hecho que me hizo sonreírle sin pensarlo. Comencé a hacerle mimitos en sus orejitas largas, tomando su cabecita castaña y perfilándola hacia los lados para calarlo al detalle, luego lo alcé por las axilas y descubrí que era un muchacho con la barriguita más redonda y adorable que había visto en mi vida.

—¡Cam! —Lo único que pude pensar era que ese pequeño había llegado allí por su mano, siendo como era Cameron no se habría marchado cuando existía la posibilidad de que con una vuelta en sueños terminara aplastando al animal—. ¡Cam! Creo que acabo de dar a luz un cachorrito.

Y justo como lo había imaginado, dos segundos después él apareció en la puerta. Su sonrisa era entre alegre y expectante, casi como si aún no se decidiera por una emoción.

—¿Te gusta? —inquirió dando unos vacilantes pasos al interior. Miré al perrito y luego a él, tratando de aclararme después de tan peculiar despertar.

—Es precioso… —Le sonreí al can, no que pudiera entender que me refería a él pero quería que la relación comenzase correctamente—. ¿De dónde salió?

—Es el hermanito de Cassi, digamos que comparten madre pero no padre. —Una leve mueca cruzó por su rostro al decir aquello, pero fue tan rápida que pude haberla imaginado.

—¿Y es tuyo?

Cameron sonrió de medio lado, posando su atención en el perrito.

—Bueno… no, pensaba que tal vez… —Metió las manos en los bolsillos de sus pantalones de mezclilla, sin dejar de mirar al perro—. Tal vez tú… ¿te gustaría tenerlo?

—Como… ¿mío? —Abrí los ojos con sorpresa, pues nunca antes había tenido una mascota. A papá no le gustaban mucho los animales y mamá clasificaba cualquier interés mío como pobre o tonto, ella se encargó de asesinar mis ganas de tener algo que me hiciera compañía desde hacía tiempo.

—Sí… he visto que te gusta mucho hablar con Cassi y jugar con él, pensé que te agradaría tener uno desde bebé. — ¿No suena estupenda la palabra bebé en sus labios? Lo sé, soy patética, disculpen. No respondí, me encontraba todavía en shock frente a la posibilidad de cuidar de Algo por mí misma. Un algo con vida, corazón, apetito, necesidades, que dependería pura y exclusivamente de mí—. Aunque si no quieres…

—Me encanta —lo corté en un sobresalto—. Sí, lo quiero, lo quiero.

—¿Segura? —Cameron se acercó a la cama, dejándose caer en el lateral libre. Luego posó una de sus manos en la cabeza de Algo, el cual se regocijó con la atención que estaba recibiendo.

—Mucho… —Me giré para sonreírle abiertamente, él me devolvió la sonrisa considerablemente más relajado que antes. Coloqué a mi nuevo perrito sobre mis muslos, para luego tomar a Cameron por el cuello de su chaqueta y agradecerle el obsequio como era debido. Ustedes saben cómo—. Gracias, nunca nadie me confió el cuidado de un ser vivo. Lo máximo que tuve fue una planta y se la llevaron cuando comenzó a perder hojas en el recibidor.

Sé que la explicación estaba demás, pero quería que supiera lo mucho que significaba para mí el hecho de que me entregara a Algo tan desinteresadamente. Iba a cuidarlo, podía hacerlo. Tal vez era patética cuidando de mí misma, pero eso no implicaba que fuese una completa inútil.  

—Entonces me alegro mucho haberlo traído… no es por querer presionarte, pero el perrito ha creado un vínculo con Cassi mientras dormías, separarlos sería muy cruel.

Enarqué una ceja con suspicacia, pero Cameron tenía su atención puesta sólo en el perro y creo que era muy consciente de estar siendo evasivo.

—¿Acaso me das el perrito a modo de chantaje?

Él me miró entonces, pareciendo falsamente herido por mis palabras.

—Chantaje suena muy feo, Blue. Más bien diría que te estoy dando este adorable, pequeño e indefenso animalito, como un modo de recordarte que aquí también podemos tener cosas hermosas.  

Negué, incapaz de no sonreírle con simpatía. Realmente estaba chantajeándome, pero el caso era que todavía no había tomado una decisión con respecto a quedarme o regresar a casa. Claro, las cosas con Cameron marchaban bien ahora, pero ¿y si dejaban de marchar bien en el algún momento? Sé que suena pesimista, y es que así soy yo, tengo una necesidad primaria de ponerle realismo a las cosas. Todas las parejas tienen problemas o discusiones de tanto en tanto, y me gustaba pensar que si algo salía mal, no iba a quedarme estancada sólo por decidir suspender el alquiler de mi departamento antes de tiempo. Mientras tuviese el contrato abierto, había un escape seguro en St. Louis. Por muy cobarde que esto pudiera verse, así era.

Lo tomé por la barbilla, para depositarle un pequeño beso en la comisura de los labios y luego arrastrar otro por su mejilla, otro en su tráquea y de regreso a su boca.

—Lo pensaré… —susurré, dándole un último beso que cerrara el compromiso de pensarlo. Él lamió su labio casi como si estuviese buscando atraerme nuevamente, y admito que por un momento me tuvo allí.

—Sin presiones. —Era un mentiroso, porque sabía que esa semana sólo estaría dándome cosas o mostrándome lo bien que podríamos estar juntos, lo bueno era que yo iba a sacar partido de ello como era de esperarse. Sus ojos estudiaron mi rostro un instante antes de posarse casualmente en mi boca, pestañeó aclarándose la garganta casi de forma simultánea y no pude evitar reír—. Tienes la boca más hermosa que he visto en mi vida.

—No seas adulador, acabo de despertarme dame un momento para sentir las piernas.

Cameron echó la cabeza hacia atrás, soltando una fuerte carcajada. Sí, también haciendo eso se veía como los mil infiernos de caliente.

—Tranquila, Blue, voy a ser un chico correcto y marcharme al trabajo.

—¿Ya? —Me incorporé hasta sentarme, dejando que “accidentalmente” la sábana resbalara de mis hombros. ¡Quién era esa chica y qué había hecho conmigo!

La atención de él fue automáticamente a mi pecho expuesto, lo cual fue un punto a favor de Marín la guarra que acababa de descubrir la noche anterior. Lo juro, tiendo a ser mucho más tímida al respecto pero con Cam no me importaba ser retadora o... sexy.  

—Eres… —No terminó la frase, cuando se inclinó en mi dirección para aplastar mi boca con sus labios de forma demandante—. Dios… —Se apartó lo suficiente como para sacarme a Algo de las manos y colocarlo sobre su almohada, entonces bajó las sábanas de un tirón hasta dejar mi torso completamente expuesto ante su escrutinio—. No puedo quedarme.

Y parecía lamentarlo tanto.

—Entonces ve…

Mordió la esquina de su labio, jalándolo con sus dientes de una forma tan dura que casi me vengo con sólo mirarlo.

—No puedo si usas tu poder de sirena en mí para retenerme.

Jadeé ante la injusta acusación, cruzando mis brazos debajo de mi pecho. Nada de querer enfatizar nada aquí, se los digo. 

—Eso es ofensivo, las sirenas atraen a los hombres a la perdición. —Cameron colocó su pulgar sobre mi labio inferior, marcando un trazo delicado con su yema.

—Tú no, tú eres una sirena a lo Kafka.

—¿O sea que te tiento con todo el conocimiento del universo?

—Sólo con el de tu universo, Blue. —Y tras pellizcar mi labio suavemente, añadió—: Es el único que me interesa conocer.

Como si necesitara más motivos para ponerme toda estúpida con él, sacaba frases como esas en donde daba cuenta de haber leído a Kafka, me regalaba mi primera mascota, me daba los buenos días siempre de un modo diferente y era el mejor amante con el que me había topado en mi vida. ¿Alguien dijo por ahí demasiado perfecto para ser real? Lo sé, y a esto sólo puedo decirles: ¡mueran de envidia!

                                                                ***

El sábado comenzó de un modo muy distinto, pero no nos vayamos en detalles inútiles. Ese sábado era decisivo, ese era el sábado en que pondríamos en marcha la primera parte de la Operación ballena del desierto.

Tras observar la casa de junto, la que antiguamente me había pertenecido, llegamos a una conclusión: Paige era una perra. ¡No, esperen esa no es la conclusión! Ya sabemos que ella es una perra, ¿dónde está la noticia allí? La cosa era descubrir hasta qué punto podía llegar a serlo y les aseguro que en ese aspecto, tal vez lo obvio no resultaba ser lo correcto de nuevo.

Por eso cuando en la noche de observación del viernes con Marc notamos movimientos extraños en la casa, comenzamos a alarmarnos. Ella podía ser todo lo que ustedes y yo suponíamos, pero no era estúpida. Debía presentir que mi presencia en la casa de Cameron no era casual, algo que al parecer la había puesto en la tarea de organizar su propia operación de contraataque. Y fuese cual fuese su plan, lo estaba llevando a cabo en el estudio de papá, acción que nos llevó a tomar cartas en el asunto antes de lo previsto. Tal vez Sun Tzu no actuaría sin hacer un acercamiento previo en donde mantuviese el anonimato, pero yo no tenía tiempo para analizar lo que haría el general en una situación como esa. Iba a tener que fiarme de mi instinto y proteger a papá de las garras de la Perra, aun cuando esto supusiera dejar la sutileza a un lado.

Luego de secuestrar a mi segundo al mando de la estación de bomberos, algo que implicó soltar unas pequeñas mentiras a su capitán sobre un embarazado no deseado y una paternidad cuestionable, todos nos reunimos en la sala de Cam y afinamos los detalles de la primera parte de la operación. En cuanto Paige abandonó la casa, seguida de su cachorro surfista a las 6500 horas—lo que tal vez pueda significar a las seis treinta de la tarde o no, la verdad es que no entendí muy bien eso—nos pusimos en movimiento.

Lo que leerán a continuación, es una conversación mantenida por radios inalámbricos de cuatro soldados durante una misión secreta. Como no se me ocurrió una forma fácil de escribirlo y distinguirlo de cualquier diálogo común, lo coloqué entre comillas latinas. Disfrútenlo:

«Aquí Bombero sexy a Guacamayo Azul, ¿me copias?»

«Guacamayo Azul a Bombero sexy, te escucho fuerte y claro» 

Lo de los nombres claves fue algo en lo que Marc insistió, ya verán por qué.

«La Cerda está en el mercado, repito, la Cerda está en el mercado»

«¿Dónde está el Cerdito?»

 

«Identifícate antes de hablar, por favor»

«Aquí la Agente Terremoto, reitero mi pregunta: ¿dónde está el Cerdito?»

«El Cerdito está escogiendo un vino»

Miré mi radio poniendo los ojos en blanco, afortunadamente ni Marc ni Audrey podían ver mi expresión entonces. Aunque yo sí podía ver como Cameron sacudía la cabeza frente a mí, en tanto que repartía su atención entre destrabar la puerta trasera de mi casa y la conversación de los otros dos.

«¿Con cuánto tiempo contamos, Bombero sexy?» pregunté, cortando su explicación sobre los vinos que veía y las mejores cosechas.

Justo en ese momento Cam logró abrir la puerta con un suave clic y se volteó para obsequiarme una triunfante sonrisa de gato atrapando al ratón. Entramos en la cocina a oscuras e iluminando nuestro camino con linternas de bolsillo, nos dirigimos al estudio de papá.

«Es difícil decirlo, no parece que lleven prisa» La voz de Marc rompió en un crujido desde el otro lado de la línea, por alguna razón se oyó más fuerte e ilegal de cuando estábamos fuera.

 

«Mantennos informados»

«¡Identifícate antes de hablar! ¿Es que nadie prestó atención a las reglas?»

«¿Fue cuando te pusiste a hablar de “las diez cosas que un buen espía debe saber”?» inquirió Audrey, sin disimular su tonito aburrido.

«Sí, ¿alguien me escuchó siquiera?»

«No»

«No…»

«Nop.»

Cameron rió entre dientes, mientras corría las cortinas del estudio para que nadie viera las luces de las linternas desde el exterior; una vez que todo estuvo bien sellado encendí la lámpara del escritorio y pude tener un mejor vistazo del entorno. Al principio no di crédito de lo que veía, pero sólo me tomó un segundo recordar contra quién nos estábamos enfrentando para reprimir la sorpresa inicial. Cam miró las cajas acumuladas junto a los estantes con el ceño fruncido, mientras abría indistintamente algunas solapas para estudiar el contenido. Yo hice lo mismo, obligándome a reprimir una maldición hacia la Perra. Eran los libros de papá, todos y cada uno de los libros que había ido adquiriendo a lo largo de su vida, metidos dentro de cajas sin orden o cuidado alguno. Ella planeaba deshacerse de sus libros, aun sabiendo lo mucho que significaban para papá, aun sabiendo lo mucho que significaban para mí. De ser posible, en ese instante la odié más.

—Al menos llegamos antes de que pudiera sacarlos de la casa… —musitó Cameron junto a mí, depositando un quedo beso en mi sien. Asentí, él estaba en lo cierto, nosotros éramos el equipo de rescate.

—Es mejor que nos los llevemos.

—Bien, yo voy a llevarme estas cajas y tú termina de llenar las que faltan. —Cargando tres cajas juntas casi sin esfuerzos, dejó su radio sobre el escritorio e hizo un intento de guiñarme un ojo—. Vuelvo en un momento. 

«Aquí Bombero sexy, pido permiso para conseguir unos nachos para más tarde»

«¿Cuál es la situación de la Cerda?»

No que en verdad me importara cruzarme o no con ella, honestamente si tenía que hacerlo no habría modo de que pudiera contenerme, y era muy probable que terminara por lanzarme a su yugular sin dudarlo. Pero mientras más pudiera evitar la confrontación, mejor sería para mi salud mental. Estaba comprobado que hablar con ella siempre echaba a pique mis adelantos, y en ese momento sentía que no valía la pena poner en riesgo el frágil equilibrio que estaba alcanzando de apoco.

«Está en el pasillo de los congelados. ¿Au…?» Marc (Bombero sexy) se aclaró la garganta como para limpiar el pequeño traspié. «Agente Terremoto, ¿hay nachos en la base?» La base era la casa de Audrey, puesto que ella no podía dejar a Sarah sola, decidimos que una vez que la misión estuviese cumplida iríamos a festejar a la base.

«Creo que te los terminaste ayer» Ya saben que Marc pasa tiempo en la casa de Aud, no pongan cara de sorprendidos. «Pero trae helado, tengo un antojo de helado de chocolate con caramelo»

Mientras ellos se ponían a debatir el mejor helado que llevar a la base, me puse en la tarea de cargar el resto de las cajas que mamá aún no había alcanzado a llenar. Con mucho más cuidado, e incapaz de no pasar mis manos con reverencia por los lomos o abrir de tanto en tanto algún ejemplar, fui llenando todo con los tesoros de papá. Tener uno de sus libros en mis manos, era como casi sentir que estaba allí de nuevo; medio recostado en su sillón circular, con tres pares de lentes distintos colgando de su cuello, un libro abierto sobre su regazo y otros dos en el escritorio esperando su turno para ser el centro de su atención. Papá era capaz de saltar de uno a otro indiscriminadamente, sin que se le escapase ni una pizca de la información primordial.

Casi podía verlo entonces, cuando entraba sin anunciarme al estudio y él alzaba sus ojos marrones hacia mí, me sonreía y murmuraba algo intelectual, que para mis jóvenes oídos sonaba como la respuesta a todas las preguntas alguna vez formuladas. Entonces él me llamaba hasta su silla me permitía recostar la cabeza en su pecho, me señalaba un pasaje del libro de turno y esperaba a que lo comprendiera o fingiera que así lo hacía. Él nunca censuraba mis respuestas por mis disparatadas que se oyeran, él siempre me alentaba a pensarlo todo como si no hubiese respuesta correcta, sino muchas posibilidades de errar y acertar.

Marín, la respuesta más obvia no siempre es la más simple, la respuesta más simple no siempre es la correcta y la respuesta correcta no siempre es la más obvia.

Esa había sido la última explicación que oí salir de sus labios; de haber sabido que a la mañana siguiente no despertaría, habría permanecido en su estudio sólo para admirarlo un instante más, sólo para obtener más respuestas de él. Toda mi vida lamentaré haberme marchado a la cama, sin haberle preguntado qué debía entender realmente de ese pasaje.

—¿Blue? —Di un sobresaltado respingo dejando caer el libro que sostenía—. Diablos, lo siento no quería asustarte.

—Está bien… —Me sonrojé estúpidamente al sentir que mis ojos se habían humedecido con la simple evocación del recuerdo. Dios, ¿algún día podría pensar en él y no sentirme miserable? ¿Me dejaría de doler su muerte alguna vez?

Cameron se adelantó para recoger el libro, midiendo mi reacción con sumo cuidado. No podía comenzar a imaginarme el rostro que había estado luciendo para que me observara con tanta cautela, una mezcla entre pena y otra cosa, algo que no supe identificar.

—¿Segura? Parecías un poco… ida.

—Sí, sólo estaba pensando. —Me estremecí involuntariamente—. Este lugar es… —No terminé la frase, a decir verdad no tenía idea de cómo terminarla.

—Lo sé. —Observó el estudio como si también pudiera presentirlo, aunque Cameron muy pocas veces había estado allí—. Recuerdo que me enseñó a jugar al ajedrez justo junto a esa ventana.

Me volví hacia la ventana señalada tratando de pensar en dicho momento,  pero no tenía recuerdos sobre eso. No era ajena a la relación que mi papá había desarrollado con los tres hermanos, incluso lo poco que hablábamos en lenguaje de los sordomudos lo habíamos aprendido para interactuar con Tino. Y papá había sido el promotor de todo eso, estaba en su naturaleza intentar llegar a todas las mentes en desarrollo. ¿Verdad que tenía un padre genial?

—¿Mi papá te enseñó a jugar ajedrez? —pregunté con repentina curiosidad. Él sonrió de medio lado, pasando su dedo índice por las letras en relieve del libro.

—Tú papá me enseñó mucho más de lo imaginas. —Lo miré para sonreírle también, pero por un momento su expresión de símil enfado, me desalentó—. Bueno, ¿me llevo estas?

—Claro… —musité haciéndome a un lado para permitirle cargar las cajas. Cameron no se volteó a mirarme, mientras colocaba una sobre otra en una pila lo bastante alta como para entorpecer mi propósito de encontrar sus ojos.

—Volveré por esa que falta.

—No, descuida. —Avancé para meterle su radio en el bolsillo trasero, lo que menos necesitábamos era dejar rastros de nuestra presencia atrás—. Esa la puedo llevar yo.

Me observó por sobre el hombro frunciendo el ceño levemente, entonces estiré la mano para pasarle el pulgar por esa mueca que no me gustaba que luciera y él rodó los ojos, divertido.

—No te demores mucho, ¿si? —aconsejó, elevando la comisura de su labio en una rápida sonrisa.

—Voy detrás de ti.

—¿Mirando mi trasero?

—Por supuesto. —Para enfatizar mis palabras le di una palmada en el susodicho, empujándolo hacia las puertas dobles.

En cuanto Cameron estuvo fuera del estudio, di una vuelta en círculo tratando de abarcar cada esquina con la mirada. Puede que suene ridículo incluso sólo pensarlo, pero dejar ese lugar vacío era tan inquietantemente desilusionante. Una punzada de dolor golpeó mi pecho y supe que debía salir de allí antes de romperme como una cría perdida en el parque. Papá llevaba once años muerto, tenía que aceptar eso de una buena vez. Pero es que por tanto tiempo ese lugar había sido mi refugio, mi santuario, aquel estudio era el único lugar de la casa en donde podía elevar mi mente a pensamientos no tan malogrados. Cualquier otra esquina me hacía desear desaparecer, pero allí… era como si cruzar las puertas del estudio hiciera resurgir a Marín. Allí ser Marín era aceptable, era correcto.

Bastante iluso, ¿verdad? Cameron tenía razón en algo, papá no era esa casa ni tampoco esos libros, pero entre esas cuatro paredes yo había encontrado mi razón de ser. Era más fácil dejar que los intelectuales de los libros me hablaran, era tanto más fácil hacerme creer que ese era mi padre aconsejándome o guiándome, y siempre creí que ese era su legado. Papá no pensaba en cosas materiales para dejarme, él me había otorgado su sabiduría en palabras… y por algún motivo sentía que le estaba fallando al empaquetar todo para sacarlo de su sitio. Pero la opción de que Paige le pusiera sus asquerosas garras encima, era suficiente para borrar mi vacilación.  

Tomé el último libro de un estante intermedio, notando que se trataba de Tomás. Y pensar que toda esta aventura la habíamos empezado juntos; le sonreí al libro como la desquiciada que ya todos aceptamos que soy. Luego el pensamiento de otro ejemplar que me había acompañado durante mis días más solitarios, tocó mi mente.

—Salvador… —murmuré, echando una mirada ausente al resto de los estantes. Pero sabía inconscientemente que no estaba allí. El libro había quedado en el piso de arriba, al menos que Paige lo hubiese movido de lugar. Lo cual era poco probable, teniendo en cuenta que ella aún consideraba a los libros como posibles asesinos de su ignorancia.

«Aquí Bombero sexy, acabo de perder a la pareja, repito: los perdí»

Tiré de la radio fuera de mis pantalones, tratando de equilibrar la caja que ya tenía repleta. Entonces presioné el botón para hablar con Marc:

«¿Hace cuánto que los perdiste?»

«Cinco minutos, tal vez… estaba buscando el helado. Lo siento, Guacamayo Azul»

«No te preocupes, ya voy de salida» lo calmé, volviendo a meter el radio en mi bolsillo.

«No olvides el queso cheddar»

Evité pensar en los otros dos hablando de queso durante una misión tan importante, en tanto que dejaba la caja en la puerta del estudio y me dirigía al segundo piso. Pasara lo que pasara, no podía dejar a un camarada rezagado y eso incluía a Salvador.

«¿En fetas?»

«¡Claro, Marcus, en fetas!» La voz de Audrey atravesó el silencio de la casa con marcada ironía, sonreí sin poder contenerme. «¿Cómo diablos piensas mojar los nachos en queso de fetas?»

«¡No uses mi nombre!» protestó Marc, aunque tal vez no le fastidiaba tanto el uso del nombre como el uso de su nombre completo.

«Entonces no preguntes estupideces…» Se sintió un sonido extraño proveniente de alguno de sus radios, pero yo me encontraba lo suficientemente ocupada registrando la habitación del payaso como para prestar atención. «Mami, ¿con quién hablas?... Con Santa Claus, linda, pero si escuchas la conversación no te traerá nada» Al parecer la siesta de Sarah había sido más corta de lo planeado por Audrey. «¿Santa usa radios?» Alcé la cabeza de debajo de la cama para reír, esto sólo nos ocurría a nosotros. «Sí lo hace, ahora ve a tu habitación» En medio de la conversación de Audrey con su hija, mis ojos milagrosamente dieron con Salvador. La Perra lo había tirado a la parte de arriba de su armario, allí también estaba el correo que no tuve oportunidad de sacar de la casa. «Cuando termines de hablar con Santa, ¿puedes decirle a Marc que me traiga una paleta rosa?»

«Por supuesto, princesa, la conseguiré para ti» respondió el falso Santa, rezumando dulzura en su voz. 

«Y no te olvides el queso» Por mucho que Audrey quiso hacer sonar eso como una orden, la pequeña vibración en su tono fue como una rajadura en su armadura de hierro. Tanto ella como Marc podían negármelo a muerte, pero yo tenía la convicción de que allí había más de lo que ellos dejaban entrever. Algo que estaba cubierto por el cinismo y altivez de ambos, pero que mostraba su rostro cuando uno menos lo esperaba.

Díganme que ustedes también lo notaron, me sentiría menos paranoica.  

«Muy bien, nos vemos en la base. Bombero sexy, fuera»

«Agente Terremoto, fuera»

«Chico Manzana, fuera. Te espero en casa, cariño»

Sonreí a mis compañeros en agradecimiento, aún cuando no eran capaces de verme. Luego apagué mi radio, metí mi correo dentro de Salvador y me dirigí al piso de abajo con cautela. Primero porque no podía bajar corriendo aunque lo quisiera y segundo, porque tenía las luces de la casa apagadas, obviamente no necesitaba otra pierna rota para rematar la noche. Mucho menos cuando habíamos logrado rescatar los libros sin reportar ninguna baja, ¿verdad?

Fui hasta la puerta del estudio, tomé la caja que faltaba por llevar y tras un corto suspiro, cerré la puerta. Mentalmente le dije adiós a papá, pero luego me reprendí por ser tan melodramática al respecto. Me desplacé por la casa en silencio, deteniéndome unos segundos para echar un vistazo alrededor. Por extraño que fuera, sentía que no iba a regresar allí otra vez. No sabía de dónde había llegado esa emoción, pero me era imposible reprimirla.

Al entrar a la cocina, coloqué mi linterna en la encimera para abrir la puerta trasera, cuando ésta se abrió de sopetón antes de que pudiera tocarla. Instintivamente me eché hacia atrás, ahogando un inapropiado grito de damisela en apuros. Entonces unos ojos negros se clavaron en mí, mientras una sonrisita petulante aparecía en sus labios como diciéndome “te atrapé”.

—¿Qué haces tú aquí? —exigió saber Nico, a tiempo que se adentraba a la casa y cerraba la puerta a sus espaldas.

Solté un bufido, intentando disimular la ira que había despertado en mí su impertinente pregunta.

—Es mi casa.

—Claro… —musitó al parecer sin ánimos de mantener la conversación—. ¿Y por qué andas a oscuras?

—Porque se me da la gana, a ti qué te importa.

Nico alzó ambas manos en paz, marcando un semicírculo alrededor de mí para dirigirse al refrigerador. Sacó una botella de cerveza, ofreciéndome una al mismo tiempo. Negué.

—Tal vez a Paige le interese saber que te estás llevando cosas.

—¿Vas a irle con el cuento? —lo apuré, aun cuando lo más sabio sería marcharme mientras no me bloqueara la salida.

—No es necesario. —La aludida en ese instante cruzó el pasillo, encendiendo la luz con una mueca en sus labios pintados de un rojo exagerado—. Ve a la sala, cielo. Marín y yo necesitamos hablar.

Como era costumbre en Nico, se limitó a encogerse de hombros y hacer. Él jamás expresaba opinión o daba muestra de tener voluntad alguna, casi y hasta parecía un títere. Algo que Paige podía controlar sin mucho esfuerzo.

—Yo no necesito hablar nada contigo. —Tomé la linterna, dispuesta a no perder más de mi tiempo. Mucho menos cuando mi guapo novio y mi nuevo perrito estaban esperándome. Pero ella no parecía muy de acuerdo con mi plan, pues se adelantó unos pasos para luego posar con cuidado su mano en mi hombro. La miré con recelo.

—¿Qué llevas ahí?

—Nada de tu incumbencia.

—Oh, Marín, pensé que los días con tu amante te pondrían de mejor humor para hablar pero…

—No lo llames así —la corté destilando veneno en mi voz.

Ella sonrió, sacudiendo la cabeza como si mi reacción no la sorprendiera en lo absoluto. La odié, Dios, cómo odié su sonrisa de suficiencia.   

—Mis disculpas. —Mordió su labio inferior, mientras casualmente tocaba mi hombro en un intento burdo de caricia—. Tendría que haber sabido que Cameron buscaría algo serio, es esa clase de chicos.

—Lo es.

—Y ustedes lo comparten todo… —Sabía donde intentaba llegar, por lo que me obligué a sonreírle de la misma manera condescendiente.

—Claro que sí, él lo sabe todo sobre mí. Así que no hay nada que puedas decirle para arruinar esto, Paige, a él no le importa.

Ella apartó su mirada calculadora de mi rostro, posándola un breve instante en la caja que tenía en mis manos. En ningún momento dejó de trazar mi hombro con sus uñas, aunque al parecer no con el objetivo de lastimarme.

—Eso es lindo, Marín, mereces tener a alguien en quien confiar. —Enarqué una ceja, esperando el golpe de gracia. Ella jamás soltaría una frase así a no ser que tuviese otras intenciones, pero el leve toque de nostalgia en su voz sumado a su sutil caricia por un segundo me dejó fuera de juego—. Una buena relación se debe basar en la confianza…

—¿Y tú qué podrías saber sobre buenas relaciones?

Sus ojos encontraron los míos, destellando con una fugaz emoción. La enfrenté decididamente, alzando la barbilla para demostrarle que ya no podía hacerme daño. Ya no le temía, ya no me importaba impresionarla o agradarle, ya no mendigaría un momento de su atención.

Suena bien como nuevo plan de vida, ¿no? 

—Nada… tienes razón, sólo puedo hablar por lo que observo. —Se encogió de hombros con indiferencia, finalmente decidiendo cortar el contacto—. Y me encanta saber que eres feliz, aun cuando te cueste creerlo. Ese chico te conviene, daría lo que fuera por las personas que le importan… ¿lo sabías? —Sonrió como si acabara de rememorar algo sumamente agradable—. Claro que también lleva lo del heroísmo al extremo, ¿te dijo que dejó la universidad para sacar del atolladero a Ángela?

—Me lo dijo —mascullé, dándole a entender que intentar decir algo negativo sobre Cam no era un buen plan de acercamiento.

—Por supuesto que lo hizo —espetó a la ligera, dejando que su sonrisa se diluyera poco a poco—. Recuerdo aquellos días, pobre chico. La verdad es que pocas personas me inspiran pesar, pero ese chico… debías verlo luchando por conseguir el dinero para salvar su casa. —Entonces soltó una risita que francamente me desconcertó—. Pero me alegro saber que pude ayudarlo, no habría podido vivir conmigo misma de lo contrario.

Fruncí el ceño, confusa, tratando de retomar el hilo de la conversación. Tenía por costumbre sólo oír la mitad de las cosas que ella decía, pero en ese instante algo me obligó a hacer un alto y en verdad poner atención.

—¿A qué te refieres?

Paige pareció regodearse ante mi pregunta, y tras una mirada benevolente se llevó una mano al pecho, como si estuviese genuinamente sorprendida. Lo cual, por supuesto, era una actuación.  

—¿Cómo? ¿Acaso no te lo dijo? —Como toda respuesta me limité a profundizar mi ceño fruncido, evidenciando que no estaba de humor para sus pantomimas—. Bueno… Marín, él necesitaba dinero y yo lo tenía, así que se lo di. Es lo que hacen los vecinos, ¿sabes? Se ayudan en momentos de necesidad.

—¿Tú le diste dinero?—Y justo después de que formulé esa pregunta en voz alta, otra mucho más perturbadora llenó mi cabeza: ¿A cambio de qué?

—Fue una ayuda, Marín. —Me observó con aquel brillo de indudable victoria en sus ojos, haciendo que mi pulso se acelerara repentinamente—. Y él es un muchacho tan agradecido, siempre sacrificándose por los demás…

Oh, Dios…

Abrí la boca para intentar decir algo, cualquier cosa para obligarla a retractarse, pero estaba en blanco. Sólo era capaz de mirar el rostro sonriente de mi madre, el cual parecía decirme explícitamente lo que sus palabras no terminaban de formular. Di un paso hacia atrás instintivamente, casi como si algo acabara de golpearme en el pecho sin previo aviso.

—Tú… —Pero todo lo que pude hacer fue sacudir la cabeza en una contundente negativa. No era cierto, no podía ser cierto, no era lo que yo estaba pensando.

—La confianza debe ser algo que funcione en ambas direcciones, ¿no te parece?

La miré en un mortificado silencio, sintiendo como la caja que tenía en mis manos comenzaba a resbalar de mis dedos sin que yo pudiera detenerlo. El sonido de los libros golpeando contra el suelo, logró abstraerme momentáneamente de mi aturdimiento y me volteé en una exhalación, jalando de la puerta hasta casi sacarla de sus goznes. Corrí por mi antiguo jardín, sintiendo como la presión en mi estómago crecía con cada paso incierto que daba con Walter. Al llegar a la entrada de su casa, me quedé observando la puerta, completamente turbada. Me obligué a pensar en papá, en él tratando de formar un pensamiento coherente tras una escena como esa. “…la respuesta más simple no siempre es la correcta…”

Repetí esa frase en mi mente una y otra vez, esperando que al girar el picaporte papá estuviese en lo cierto y aquello que me había figurado tras escuchar a Paige, fuese la respuesta simple. Lo era, ¿no?

______________________________

Bueno, volví. No sé si esto les alegre o no, pero por si las dudas no voy a preguntar. Así que después de analizar en detalle la historia, determiné que me faltan dos capítulos. ¿Qué les pareció este? ¿Piensan lo mismo que Marín? Si no lo captaron, no se preocupen que en el siguiente se va a explicar mejor todo... 

¡Gracias por pasar, ya falta poco para que se termine! Wiii! Les dejo un twitter una foto del perrito, porque tienen que saber que realmente lo tengo acá conmigo xDD Saludos. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro

Tags: