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Fin de miércoles, principio de miércoles.

¿Qué se cuentan? Yo estoy algo resfriada, así que la hago corta. Es raro que siempre que me siento mal escribo más, debe ser algo en mis genes o en la falta de ellos xDD Gracias por pasar, disfruten el cap. Y entiendan que lo que hay al final, o sea después de la línea, no es algo que yo controle y obviamente no forma parte de la historia. Pero dado que Cam no tiene la posibilidad de relatar en esta historia, se dedica a dedicar caps xDDD

Capítulo XXI:

                    Fin de miércoles, principio de miércoles.

Pues les voy a decir que en verdad me parece una exageración utilizar tantas páginas para la descripción de un solo día, repentinamente siento que ese maldito miércoles fue eterno. Así que como yo soy quien relata esta historia, decidí adelantar un poco los relojes.

Entonces, sigue siendo miércoles pero ya no estamos en la casa de Cameron. La escena se desarrolla en un local de comida que hay en el centro del pueblo, veamos, es algo así como un restaurante familiar donde puedes obtener una pinta luego de las diez de la noche. Lo relevante de este sitio—al que llamaremos O´brady dado que no quiero hacer publicidad gratuita en mi bitácora—, es que lleva funcionando incluso antes de que el pueblo se estableciera como tal. Y en él, hay una máquina de pinball que tiene tal vez más años que los cimientos del restaurante. Durante mi infancia y adolescencia, antes de que instalaran las dos salas de cine, la máquina era el entretenimiento por excelencia de todos los niños de Milaca. Y por supuesto que todos teníamos como propósito establecer el record máximo de puntos, el cual nos otorgaba la posibilidad de colocar nuestras iniciales en la hoja de puntajes que el dueño de O´brady había pegado junto a la máquina, en pos de promover la competencia sana. Mi nombre había estado muchas veces liderando esa hoja, pero así como el mío había sido famoso en su tiempo también había tenido a los fieles opositores. Entre ellos por supuesto que estaba Cameron.

Ahora se preguntarán, ¿cuál es el propósito de rememorar esto? Pues, en resumidas cuentas, este fue el modo en que Cameron se cobró su premio. Me llevó a O´brady a jugar pinball y luchar por el puntaje mayor que ya no parecía atraer tanto a los jóvenes. Así que mientras me concentraba en golpear con la bolita plateada los números más altos, él se paraba a mis espaldas sosteniéndome de la cintura para que pudiera mantenerme erguida.

—Ten cuidado. —Su aliento siseó cerca del lóbulo de mi oreja, haciéndome correr un estremecimiento por el cuello.

—Basta —me quejé, enfocándome pura y exclusivamente en romper su puntuación anterior. Estaba en mi primera vida y me acercaba con velocidad a su marca, la cual podría superar sin inconvenientes con mi segunda y tercera bolita.

—Sólo no quiero que te canses estando tanto de pie.

Asentí de forma ausente, porque sabía que eso era lo que menos le importaba.

—Sólo no quieres morder mi polvo, Brüner, admítelo.

Sus manos en mis caderas se presionaron tenuemente ante mis palabras.

—Me gusta cuando me hablas sucio.

—Eres un idiota. —Reí entre dientes, inclinándome para tener un mayor apoyo sobre la máquina. Estaba a noventa puntos de alcanzarlo—. Vas a perder.

—No tengo problemas en dejarme ganar por ti.

Mis dedos se congelaron sobre los botones, mientras me giraba lo suficiente como para darle una mirada contrariada. Es decir, ¿de dónde rayos sacaba esa clase de líneas? Él me sonrió de forma inocente, dándome un golpecito con su índice en la nariz.

—Una vida menos, Blue.

—¿Qué?

Apuntó hacia la máquina con un indiferente movimiento de su mentón, y fue entonces cuando caí en cuenta de que acababa de dejar pasar a la bolita de largo. «Maldición». Rodando los ojos, me volví para darle salida a mi segunda vida. Tal vez había perdido una por su causa, pero todavía podía trapear el piso con su patético record. Comencé a sacarle puntos al capitán Spock, en tanto que Cameron buscaba distraerme murmurándome obscenidades al oído. Es mejor que no haga una descripción exacta de su léxico, pero puedo asegurarles que es bastante ocurrente. Aunque dudaba que pudiera cumplir ni la mitad de sus propuestas, a pesar de que no iba a desanimarlo al respecto.

Pero adelantemos un poco más los relojes, pues si he decidido detenerme en esta pseudo cita no es por nada. Digamos que la causa llegó a dos puntos de conquistar el record de Cameron, y fue más o menos así:

—Maldita seas, Blue…

—Te dejaré un buen número para que superes —le espeté, deseando poder apartar los ojos de la máquina para poder ver su expresión.

—No creo que…

—¿Cameron? —Él se silenció de forma automática, mientras su mano derecha abandonaba mi cintura y lo sentía volviéndose en dirección al ejecutor del llamado.

Yo no tuve que volverme, pues había limitado mi reacción a dejar que mi segunda vida corriera por entremedio de mis pinzas sin presentar resistencias. No tuve que volverme, dado que la voz incluso al no haberla oído mucho, me resultaba familiar.

—Ashley —saludó mi vecino, dándome un imperceptible apretoncito con su mano izquierda.

—¿Podemos hablar? —inquirió ella, casi como si no notara mi presencia. Pero no la culpaba, yo estaba convenientemente de espaldas y era mejor que me mantuviera alejada de todo eso.

—Yo… —Cameron vaciló, marcando un círculo con su pulgar sobre mi cadera. Lo miré, presintiendo que estaba buscando llamar mi atención y con toda la calma posible, le sonreí.

—Te dejaré un buen record —musité mirándolo por encima de mi hombro. Él frunció el ceño muy levemente, pero tras un segundo de intercambio de miradas asintió.

—Ya vuelvo.

Y se fueron, ella marcando el camino y él siguiéndola a escasos dos pasos. Regresé mi atención al juego, pero ya no me sentía capaz de presionar los botones. Por alguna razón mi mente parecía haberse despegado de mi cuerpo y seguido el recorrido que ellos trazaron para salir del local. Una parte de mí quería patearse por ser tan estúpida con todo el asunto, es decir, ella era su ex novia. Tenían una historia en común, dos años de relación, no había motivos para que no hablaran. Y luego estaba esa otra parte que se estaba traduciendo como nudos en mi estómago.

¿Por qué quería hablar con él? ¿No habían terminado ya? ¿Qué demonios podría querer? ¿Regresar? ¡Pues claro! ¿Quién busca a su ex novio para hablar de la vida? Ella tenía un propósito concreto, ella seguramente lo quería de regreso. ¿Y qué pintaba yo en todo eso? Cameron y yo compartíamos un secreto mutuo, una obligada visita semanal a la clínica y algunos besos ardientes pero efímeros. No se podía decir que éramos pareja, salvando el detalle de que yo no quería una pareja y que el plan de pareja que él tenía jamás se ajustaría al mío.

Así que no había un motivo real para ese malestar que se estaba propagando por mi cuerpo como un cáncer, uno que no sentía desde hacía siglos. Regresando en mi memoria, podía rastrear ese malestar hacia los momentos en que me quedaba sentada las noches de fines de semana junto a mi ventana, esperando verlo volver de alguna fiesta. Sabiendo que entrada la madrugada se bajaría del carro de alguna chica, pues él jamás salía con su auto por las noches. Más cuando siempre habría alguna muchacha dispuesta a hacerle de chofer y despedirse de él con todo su arsenal frente a la puerta de su casa. Eran imágenes nauseabundas, lo admito, pero en aquel entonces yo tenía que verlo regresar. Verlo entrar por su puerta, verlo encender la luz de su habitación, saber que estaba dormido y bien.

Puede que sea estúpido, no esperen, saquen el “puede” de esa oración. Es estúpido, pero voy a justificar mi acosador comportamiento achacándolo a un momento de desconexión cerebral en mi juventud. Era una adolescente solitaria y algo perturbada, creía que estaba enamorada de él. Así que lo cuidaba a mi modo.  

El roce de una mano en mi muslo me catapultó lejos de mis recuerdos, pero al girarme en un exabrupto me encontré con nadie del otro lado. Al menos hasta que una pequeña risilla me advirtió que estaba buscando en el lugar incorrecto, al bajar la vista descubrí a la dueña de la mano; una mano pálida, suave y regordeta.

—Marlín… —musitó Sarah, haciéndome reír con su extraña pero adorable pronunciación de niña.

—Hola, Sarah, ¿dónde está tu mamá?

—¡Sarah! Por el amor de Dios, cuántas veces te dije… ¿Marlín? —Audrey se interrumpió a sí misma en medio de su actuación de madre, y me sonrió ampliamente—. ¿Pero qué demonios haces tú aquí?

—Juego pinball. —Señalé la máquina encogiéndome de hombros y Sarah jaló de la tela de mis shorts, intentado alcanzar a ver el juego.

Audrey se adelantó dándome una mirada extraña, algo que jamás era síntoma de buenas noticias.

—No, me refiero a qué haces aquí dentro mientas la señorita Foley se pone toda sexual con Cameron ahí fuera.

—¿Qué es sexu… sexu…al, mami? —Mi amiga observó en un parpadeo fugaz a su hija, para luego regresar su atención a mí.

—La tía Marín te lo explicará, cielo. —Abrí los ojos como platos, bajando mi vista hacia la niña que esperaba la explicación expectante—. Pero no ahora —le espetó Audrey, para mi buena fortuna.

Me habría gustado añadir un “nunca” a esa frase, pero eso habría sido ganarme puntos negativos con mi ejem… ¿sobrina?

—¿Cuándo? —Sarah paseó con sus enormes ojos infantiles de una a otra, hasta que Audrey pareció recordar que tenía asuntos más importantes que hablar de sexualidad con su hija de cuatro años.

—¿Por qué no vas a escoger una mesa, india? Yo hablaré con tu tía un momento y te sigo.

—Ok. —Ella se olvidó por completo del tema a tratar, saliendo en busca de la mesa con gran entusiasmo.

Enarqué una ceja hacia Audrey y ésta se encogió de hombros sin más.

—Traje a la niña a comer algo saludable.

—Es un restaurante de comida rápida —razoné en voz alta, sin comprender dónde veía la parte saludable allí. Ella asintió con una leve sonrisa en sus labios.

—En comparación con mi comida, créeme, esto es saludable. —En ese instante hice una nota mental para jamás pedirle consejos sobre paternidad a Audrey, diablos quería a esta mujer, extraña y todo como era—. Pero no me cambies de tema, ¿qué diablos hace aquí?

—No estoy segura de comprenderte.

—¿Qué no? —Parecía ofendida por mi indiferencia—. Mientras te haces la tonta conmigo, la señorita Foley está intentado follarse la oreja de Cam con su lengua.

De acuerdo, ella sí que sabía cómo sacarme de personaje. Fruncí el ceño, echando una mirada hacia la puerta, como si de algún modo pudiese lograr ver lo que Audrey me decía. No podía ser cierto, ella tendía a exagerar con esas cosas pero aún así…

—¿Qué viste?

Ella colocó una mano sobre mi hombro, acercándose tanto que por un segundo pensé que estábamos confundiendo los roles. Pero lo que dijo a continuación me calmó y cabreó en dosis similares.

—No sé qué le estará diciendo, pero está usando esta distancia para hacerlo. —Se apartó dándome una mirada resignada, al parecer solidarizándose conmigo.

Me encogí de hombros, sin saber cómo responder ante esta información. Es decir, ¿qué? Claro que me molestaba pensar que Ash estaba toda “sexual” con Cameron afuera, pero qué podía hacer al respecto. Si él le daba la libertad de que se le acercara, era porque no tenía problemas en lo que hiciera ¿verdad?

—Bueno, supongo que es su asunto… Audrey.

—¿Su asunto? —Medio exclamó mi amiga—. ¿Cómo que su asunto? ¿Qué pasó con todo eso de que te comió la boca en ese viaje romántico de ustedes?

—No fue un viaje romántico —la corté haciendo un gesto para que bajara la voz. Sabía que compartir con ella algo así era peligroso, pero luego del lunes necesitaba hablar del tema con alguien que en verdad me respondiera, por mucho que mi actitud ofendiera a Arthur—. Y fue sólo un beso o dos… ellos tienen años de besos compartidos.

—¿Y qué, Marín? Es obvio que no fueron buenos besos si decidió ponerle fin, ¿no? —Bueno llámenme loca, pero eso hasta casi y tuvo sentido para mí—. Ahora quiere los tuyos, así que ve allí y sácalo de las garras de la golfa de Foley.

—No le digas así. —Tal vez Ash no le agradaba por los motivos que fuesen a Audrey, pero no merecía que la insultara. No había sido más que simpática y sonriente conmigo, y estaba casi segura que Cameron no la habría escogido como pareja porque sí.

—Y tú no la defiendas, apenas si la conoces.

—Con más razón —tercié deseando que la conversación terminase allí mismo.

—Lo que sea, Marlín, si quieres no digo nada de ella. Pero vas a decirme que te quedarás de brazos cruzados, mientras ella emprende su cruzada para recuperar a tu chico. —Alzó las manos con insistencia, como si el argumento se cayera de maduro—. Pensé que le darías hijos a ese hombre, lo siento, pero esta no es la actitud de la futura madre de los hijos de Cam.

Rodé los ojos, sonriendo sin poder evitarlo. Realmente ella conocía todos los métodos para hacerme sentir ridícula y por extraño que sonase, también para tocar mi fibra sensible. De alguna manera retorcida sus palabras resonaron en mi cabeza, ella tenía razón. Cameron no pertenecía a Ash, y en todo caso yo tenía el mismo derecho sobre él que ella. Yo lo había conocido antes y yo había planeado tener hijos con él, yo lo había visto ejercitarse por horas desde mi baño, yo había esperado largas madrugadas a que regresase sano y salvo a casa. Si eso no me otorgaba cierto derecho a reclamar su tiempo en nuestra cita, entonces la vida no tenía puto sentido y Audrey estaba comenzando a envenenar mi cabeza con sus locas ideas.

Pero en ese instante, ni tan loca me sonó.

—¿Qué hago? —le pregunté, clavando una decidida mirada en los ojos de mi amiga. Ella sonrió dándose la vuelta para recuperar a Cameron y Marc que descansaban contra la pared, una vez que tuve mis muletas esperé instrucciones.

—Ve allí y dile a esa tipa que saque las manos de tu bombero.

La miré de soslayo, analizando un instante su plan. Tal vez estaba un poco loca ese día, pero no a tal punto.

—Mejor improviso algo.

—¡Patea su culo! —Iba a detenerme a responder, pero para ese entonces mis pies y muletas ya estaban llevándome a la salida.  

Al salir fuera el sol de la tarde me cegó por unos momentos, por lo que me tomó un minuto identificarlos casi al filo de la acera, parados junto a la camioneta de Cameron. Él estaba de espaldas al restaurante, cubriendo casi en su totalidad a Ashley con su cuerpo. Aun así pude ver su mano tomándolo delicadamente del antebrazo, su rostro lo bastante cerca como para mantener la conversación privada y el movimiento lento de sus dedos paseando por su piel. Cameron por otra parte no la estaba tocando, tenía el brazo izquierdo extendido posicionado sobre la carrocería de la camioneta y el derecho era el receptor de las caricias de Ash.

Me acerqué tratando de llamar la atención de alguno de los dos, pero al mismo segundo me arrepentí de acortar las distancias porque fui capaz de escuchar lo que decían. Y, honestamente, esto no era parte del plan de reclamar a mi bombero.

—No entiendo… —murmuró Ash, mientras yo me debatía entre pegarme la vuelta o dejar caer unas de mis muletas para que me notaran—. Dijiste que querías un tiempo, pero…

—Te dije que no podía seguir con esto adelante, Ashley.

—¿Por qué? —Oh Jesús, debía irme, debía irme. «Regresa, Marín» Pero mi cerebro ya no estaba liderando mis acciones—. La pasamos bien juntos, estábamos bien, Cameron. ¿Qué cambió?

—Escucha, me importas y es por eso que…

—¿Hay otra? —lo interrumpió ella, logrando que él se pasara la mano por el cabello en gesto de incomodidad—. Dímelo, Cam, nunca nos ocultamos cosas.

Cameron soltó un suspiro, poniendo la cabeza de lado como si estuviese buscando enfrentar su mirada. Esa era mi señal, debía retirarme, guardar mi bandera de guerra y volver a mi juego de pinball. Pero una vez más, no me moví.

—No sé lo que hay, Ash, sólo sé que no puedo hacer esto. —Su mano corrió un mechón de cabello rubio de su rostro, y el nudo en mi estómago se apretó con mayor vehemencia ante ese gesto casual—. No quiero lastimarte, pero tampoco puedo mentirte.

—No lo hagas.

—¿Sabes que sí te quiero? Te quiero mucho… —Ella asintió recostando su mejilla en la palma de su mano—. Y porque te quiero no voy a darte menos de lo que te mereces.

—Me gustaría ser ella. —Sus palabras me dejaron helada y creo que hice algún sonido en ese entonces, porque Ashley se movió lo suficiente como para mirar en mi dirección. Al encontrarme con sus ojos, ella me dio una breve sonrisa y volvió su vista hacia Cameron—. Cuídate, cariño ¿si?  

—Siempre te daré mi 10-4, enfermera. —Vi la insinuación de una sonrisa en los labios de Ash, antes de que se impulsara en la punta de los pies para plantarle un beso rápido a Cameron.

Aparté la mirada en ese punto, pues por mucho que sintiera pena por lo que estaba ocurriendo, también era consciente de cuanto me molestaba que ella se tomara la libertad de besarlo. ¿En verdad salí para esto? Apesto como chica que reclama a su chico, no caben dudas.

—¿Blue? —Volví a enfocar mi atención en ellos, pero Ash ya se estaba marchando para entonces. Y Cameron me observaba inquisitivamente a unos pasos de distancia.

—Vine para… —Moví una mano como si eso fuese ayudarme a fraguar una mentira, pero nada salió. Al menos no la excusa que yo estaba buscando—. Lamento haber escuchado.

Él enarcó ambas cejas, mirando en la dirección en que se había marchado Ash por un breve segundo. Luego avanzó hasta tomarme por los hombros, guiándome de regreso al restaurante.

—Estás en deuda conmigo, Marín.

—¿Qué? —La confusión por lo que acababa de oír y presenciar aún persistía en mi cabeza.

—Me pediste disculpas, eso quiere decir que me debes algo ¿no?

Sonreí, admitámoslo, de un modo bastante estúpido. Pues a pesar de que él acababa de tener una segunda ruptura con su ex—por así decirlo—, tenía el detalle de buscar aligerar el mal trago para mí. Como le había dicho a Ash, yo tampoco sabía lo que había, pero decir que no quería que existiese era negar lo evidente.

—¿Estás seguro que quieres esto? —Me detuve junto a la puerta, dándole lo que esperaba fuese una expresión neutra.

Él tiró entre sus dientes una esquina de su labio, a tiempo que respondía con imperceptible asentimiento.

                                                                 ***

Y hasta allí llegó el día miércoles, un día de muchas emociones si me permiten decirlo. Pero en comparación con el jueves, también puedo decirles que hizo agua. Antes de que lleguemos a esa parte, pongamos nuestros cronómetros en cero. Es el momento de impregnar la historia con algo de dramatismo de la vieja escuela.

Bueno, ¡qué va! No soy buena para ponerle suspenso a las cosas. El jueves por la noche me encontraba sentada en mi sofá, revisando correos de mi jefa y armando una planilla de muertos. ¿Acaso pensaban que había estado todo este tiempo rascándome? Me ofenden, no hablo de mi trabajo porque no es la gran cosa. Es decir, transcribo las palabras de otras personas sobre personas que ya están muertas. No es como si eso fuese algo para andar presumiendo, ¿no?

Al caso, me encontraba súper entretenida con esto cuando oí unos característicos golpecitos en mi puerta.

—¡Entra! —exclamé sin ánimos de interrumpir mi tarea. Dos minutos después Marc apareció en mi campo visual, vestido con la camiseta azul y sus fieles pantalones guerrilleros. Era obvio que Marc sí se enorgullecía de su trabajo.

—Hola, Mar.

—¿Qué te trae por aquí? —Puse mi laptop a un lado, mientras movía mis piernas para hacerle un espacio en el sofá. Él se sentó en la esquina, depositando una caja que había traído consigo sobre mi regazo.

—Tengo esto para ti.

—¿Más sorpresas? —Estudié la caja pero sin hacer amago de tomarla, bien podría ser una bomba y estaba buscando huellas extra.

Lo sé, ¡qué paranoica! Era sólo una broma, deben aprender a no tomar todo lo que digo en serio o esta relación no llegará muy lejos.

—No, es algo que quiero compartir contigo, ábrelo.

—No lo sé.

—¿Por qué no? —Parecía contrariado ante mi reticencia, así que me encogí levemente de hombros.

—Debe ser algo malo si no lo quieres hacer tú. —Marc rompió a reír, encantadoramente como siempre que lo hacía.

Sé que esto va a sonar extraño, pero ¿estaba mal que me gustara hacerlo reír? Su risa era algo por lo que la gente debería hacer un esfuerzo en conseguir, se los digo.

—Dios, mujer, me encantas. Pero no es algo malo, ¿puedes confiar en mí?

Tratándose de cualquier otra persona la respuesta inmediata habría sido no, pero en lo que Marc se refería mi cerebro había optado por hacer concesiones del tipo “no preguntes y sólo haz”. Rompí el papel marrón que envolvía al paquete, encontrándome con una caja de repostería. Confundida miré a Marc, pues como casi todas sus sorpresas, ésta de momento no tenía ningún sentido.

—¿Qué se supone que hago con esto?

—Hoy tuvimos que acudir a un llamado en una pastelería del centro, uno de sus hornos se volvió loco y bueno… —Agitó una mano, dando por hecho que comprendería lo que estaba diciendo. Lo cual no ocurría—. La cuestión es que la dueña estaba tan agradecida que nos dejó escoger pasteles a cada uno. Y ese escogí yo… —Señaló la caja con orgullo mientras me sonreía alegremente.

Jesús, él había traído el pago por su trabajo para compartirlo conmigo. ¿Qué clase de arpía desgraciada podría pensar en decirle que no? Bueno, la están viendo. Mejor dicho leyendo, pero vamos, no se pongan todos técnicos conmigo.

—Oh…

—Tu emoción está por desbordarse, Mar, tranquila. —Se puso de pie, aunque su persistente sonrisa cayó de forma considerada—. ¿Qué tal si voy por unas cucharas y tú decides si te unes a mí o no?

La decisión la había tomado en el momento justo en que supe que había traído comida para compartir. No quería ser una perra desabrida… bien, no quería serlo más de lo que ya lo era. ¿Pero aceptar comer pastel? El día anterior había comido con Cameron, esperaba poder salvarme de tener que repetir la experiencia tan pronto. ¡Diablos! No podía decirle que no a Marc, él me estaba ayudando a conseguir el testamento de papá, él me había llevado a encontrarme con mi amiga y había estado para mí durante todos esos aburridos días de hospital. Lo mínimo que podía hacer a cambio era comer un poco de pastel con él. Ya luego me concentraría en decidir el destino del susodicho.

Pero de momento… me puse de pie utilizando una de mis manos para llevar mi muleta de apoyo—dicho sea de paso, he estado mejorando en eso de usar sólo una—y la otra para cargar el pastel. Me encontré con Marc en la cocina; con él y una de sus patentadas sonrisas demasiado alegres para ser reales. Pero en él, yo sabía que lo eran.

—Presentía que no ibas a poder resistirte al poder del chocolate. —Y lo había presentido correctamente, el chocolate y mi consciencia obraban milagros en mí.

—¿Bromeas? No podía resistirme a la idea de verte disfrutar un bocado.

—Oh, vaya, sigue por ese camino y terminarás enamorándome.

Solté una carcajada, colocando el pastel en la isla entre medio de los dos. Marc me pasó una cuchara y ambos nos encomendamos en la tarea de sacarle partido al momento. El pastel se derretía de perfección en mis papilas gustativas, sensaciones como esas son dignas de tenerlas en dosis bajas, ¿comprenden? Es decir, ¿qué tanta emoción sentiría comiendo un pastel diariamente? El sabor tarde o temprano comenzaría a parecerme insulso, la textura demasiado familiar y el aroma no llevaría a mis receptores olfativos a la gloria. Pero así, compartiendo un instante con mi amigo, un pastel y el único sonido de nuestros gemidos satisfechos, pues… sin duda de disfrutaba más.

—Esto es perfecto —mascullé entre bocados, haciéndole una reverencia mental al pionero que decidió mezclar el poder del cacao con la masa de los pasteles. Fuese quien fuese, ese bocado era por él/ella.

—Mmm… me alegro haber escogido chocolate.

—Oh, sí, el efecto no hubiese sido el mismo con vainilla.

—No subestimes el poder de la vainilla, Marín. —¿Por qué repentinamente parecía que estábamos hablando de algo más que pasteles?

—Jodido pervertido.

Marc me guiñó un ojo con picardía, llevándose de forma conveniente la cuchara a la boca. Yo permanecí observándolo por un segundo más, pensando en nada y en todo al mismo tiempo. Las cosas habrían estado perfectamente bien si tan sólo pudiese poner la palabra “fin” tras esta línea, pero ¿desde cuándo las cosas se quedan bien en la vida de alguien? No sé si en las de ustedes, pero yo sé que en la mía no. Y ahora verán como en unas simples cuatro palabras, la vida nos enseña que no debemos bajar la guardia ni por un segundo.

Tres, dos, uno…

—¿No es esto lindo?

Automáticamente mis ojos volaron lejos de Marc, a tiempo que él también se volvía en dirección a la puerta de la cocina. ¡Por los nueve círculos del infierno! Dante tenía razón, pues en la parte más profunda del último círculo se encontraba Judas. Aquí representada en la piel de…

—¿Mamá?

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Lucas: Cameron, creo que ya te toca. 

Cam: ¿Qué haces tú aquí?

Lucas: Bueno, cuando me mencionaste en el cap. anterior mis fanáticas se revolucionaron, he venido a ver cómo estaban. Sé que a veces se ponen algo difíciles.

Cam: ¿Tus fanáticas? ¿Tuyas?

Jace: Niños, niños, tranquilos. Todos sabemos que primero fueron mis fanáticas. Pero para aquellas que no me conocen, las invito a visitarme en mis historia "Lista del hombre perfecto"

Lucas: Y una vez que sepan que no lo encontrarán allí, pasen por la mía "Lista del novia perfecta", la historia que demuestra que las segundas partes pueden ser mejores. 

Cam: ¿Quieren por favor dejar de promocionar sus historias aquí? Estoy intentando dedicar un capítulo.

Jace: Adelante, nosotros nos quedamos cerca por si alguien quiere unas palabras en italiano.

Lucas: O a un hombre real. 

Cam: En fin, realmente lamento todo ese circo. Este capítulo va dedicado a una gran amiga de la casa, que ya es más que una amiga para todos nosotros.

Lucas y Jace: ¡Cierto!

Cam: Esperanza, espero que hayas disfrutado de tu capítulo. Este te lo dedicamos todos nosotros, guapa.

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