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En la cama con el enemigo.

Ya pasó un tiempo desde la última vez que escribí de noche, mis horarios estaban algo jodidos. Pero bueno... bla, bla, bla. Vamos con un capítulo más de esta historia, empiezo a sentirme en sintonía con estos personajes y espero que  ustedes también. Gracias a todos por pasar ^^

                                              En la cama con el enemigo.

Estaba tirada en mi sofá contemplando la posibilidad de hurgar mi ombligo; por desgracia mi mano derecha se encontraba demasiado cómoda sobre mi cabeza y la izquierda bastante calientita bajo mi nalga. Mientras me debatía la mejor formar de rascarme sin echar a perder mi postura, sentí el sonido de unos pasos acercándose por el pasillo. Sé que es completamente descuidado por mi parte dejar la puerta sin llave, ¿pero ir a abrirle a Marc cada vez que decidiera presentarse? Lo siento, prefiero mil veces dejarle un camino libre a los ladrones antes de tener que despegar mi culo del sofá para atender a mi única visita.

Los pasos se detuvieron a un lado de mí, supongo que esperando que lo reconociera. Pero repito, ese brazo estaba demasiado bien posicionado sobre mis ojos.

—Anda, Blue.

Aparté el brazo de un bandazo, encontrándome con la mirada divertida de Cameron fija en mí… no, aguarden. No estaba fija en mí, estaba fija en mis ¿pechos? ¿Qué demonios?

—¿Qué haces aquí? —pregunté, incorporándome con brusquedad hasta una posición sentada. Adiós a mi cómoda postura.

Él siguió mi movimiento aún con la mirada puesta en mis amigas, ¡Dios! ¿por qué estaba siendo tan obvio? Comenzaba a ponerme los pelos de punta y otras cosas que mejor no mencionar.

—Tú me llamaste —dijo sin más, moviendo mi pierna enyesada hacia un lado para sentarse en una esquina—. Y aquí estoy.

—Yo no te llamé. —Pero no es como si él realmente me estuviese poniendo atención (al menos no a mis palabras), extendiendo una de sus manos la ahuecó alrededor de mi cuello y jaló de mí con tanta precisión que mi pecho… ¡esperen! ¿Dónde estaba mi blusa? ¿Dónde estaba su camisa?

Sentí su piel tibia rozándome tras cada inspiración, su boca oscilando a un peligroso centímetro de distancia de la mía, su mano sosteniéndome decididamente. Miré sus labios, labios de los cuales ya conocía el sabor, labios con los que en más de una ocasión me vi envuelta en problemas. Dios, él tenía labios de pecado. ¿Por qué no me besaba de una maldita vez?

—Bésame —mi voz pareció raspar mis cuerdas vocales, pero esto sólo lo animó.

—A tus órdenes. —Cameron rozó la comisura de mi boca con la suya, dejando un reguero de pequeños besos a lo largo de mi mejilla y todo el camino hasta esa parte sensible bajo la oreja.

—Oh… —gemí en aprobación cuando su lengua probó una parte de mi cuello, sus labios se cerraron y lamieron la piel que repentinamente parecía estar en llamas—. Dios…

—Voy a probarte toda.

—Me gusta esa idea —susurré llevando una mano hasta su cabeza para sostenerlo, sí… justo allí…—. Mmm…

Él posicionó su palma abierta en mi vientre y de forma instintiva cerré los ojos, aspirando profundamente en un intento por apartarme de su tacto. Despegó sus labios de mi cuello dándome una inquisitiva mirada.

—¿Qué pasa?

—Nada… —Su voz se sintió algo desenfocada entonces, aun así sus ojos estaban demasiado oscuros (oscuros jodida pasión) como para que me importase su voz—. Salvador y Arthur… pueden vernos.

—¿Quiénes?

—Nadie. —Lo empujé contra el respaldo del sofá y sorpresivamente pude ponerme a horcajadas sobre él. Si esto no era suficiente para comprender lo que estaba pasando, entonces era más idiota de lo que creía.  

Cameron colocó sus manos en mis mejillas llevándome hasta sus labios, y yo me sostuve de sus hombros por un instante para echar una mirada a la casa. Como lo temía, esta ni siquiera era mi casa. «Diablos»

                                                            ῀*῀*῀*῀

—¡Blue! —Esta vez una mano demasiado dura y real se posó en mi hombro, dándome una sacudida para nada sexy o delicada.

—¡Mierda, Cameron! ¿Qué quieres? —exclamé sin poder contenerme.

—¿Qué demonios pasa contigo?

Me restregué los ojos con fuerza, encontrándome con una versión no soñada y por ende, demasiado estúpida de mi vecino. Llevaba camisa, lo cual no era una decepción en lo absoluto.  

—¿Por qué me despertaste? —De acuerdo, lo admito, era un sueño con el descerebrado ese pero al menos era un buen sueño. No tenía muchos de esos a menudo, intentaba disfrutar de ellos cuando ocurrían. Demándenme.

—Son las doce del mediodía, ¿cuánto más piensas dormir?

Me encogí de hombros, incorporándome en mi sofá. En una inspección rápida de mi parte superior, descubrí que también llevaba mi blusa. Lo que tampoco fue una decepción.

—Creo que cinco minutos más habrían bastado —susurré, algo desilusionada.

—¿Qué? —inquirió enarcando las cejas en confusión. Moviendo una mano en el aire descarté la posibilidad de explicarle, y echando una mirada alrededor comencé a buscar mi silla. Sé que en este caso no aplica, pero es como si la condenada tuviese ruedas. ¡Nunca estaba donde la dejaba! Y sí, obviemos el hecho de que sí tiene ruedas, eso no la justifica. Por cierto, la había llamado Cher.

—Nada, ¿puedes buscar a Cher por favor? —Y le pedí por favor, eso debe ser consecuencia del sueño semi erótico. Si llegaba al orgasmo, hasta sería capaz de sonreírle con sinceridad.  

—¿A quién?

—A mi silla. —Él comenzaba a fastidiar el efecto post sueño, ¿lo ven?—. Busca mi condenada silla.

Cameron puso los ojos en blanco, rodeando el sofá a un punto que no alcanzaba a ver porque se encontraba detrás de mí. Dos segundos después, Cher rodó a mi siniestra.

—¿Quiénes son Salvador y Arthur?

Mis brazos fallaron a medio camino de Cher y de no ser porque sé disimular lo bastante bien, evité caerme de culo ante esa pregunta.

«Tranquila, Marín, es probable que Marc le hablara de tus amigos imaginarios»

—Nadie, por qué.

Cameron volvió a entrar en mi campo visual, sosteniendo la silla por una de las manivelas para que pudiera montarme sin accidentes.

—Cuando dormías. —Apuntó el sofá con un movimiento de la cabeza y mi estómago se apretó en respuesta—. Dijiste que Salvador y Arthur podían vernos.

—Pff… ya sabes que la gente dice idioteces mientras duerme. —Le quité los frenos a Cher dispuesta a rodar lejos de esa conversación, pero Cameron aún la sostenía por el otro lado.

—¿Qué diablos soñabas de todos modos?

—No lo recuerdo —respondí de manera automática.

—Parecía algo sucio. —Sonrió mirando hacia abajo, afortunadamente donde estaban mis ojos y no más abajo—. Estabas gimiendo.  

—¡No estaba gimiendo! —Trágame tierra, ahora mismo—. Estaba… quejándome, por el dolor.

—Aja.

Sí, ni yo me la creí.

—¿Qué haces aquí? —Si la siguiente línea era que yo lo había llamado, iba a explotar de combustión espontanea. ¿O a encenderme…? bueno, lo que sea.  

—Marc me dijo que viniera a verte, ¿lo olvidaste? —Considerando como se habían marchado el día anterior y que ninguno había regresado, supuse que me había ganado unas vacaciones bien merecidas. Pero al parecer, debía hacer un doble esfuerzo en ser grosera con él.

—No tienes que venir, Cameron, no necesito tu ayuda…

—Lo sé, lo sé, necesitas una orden de restricción —me interrumpió soltando mi silla y perdiéndose nuevamente a mis espaldas—. Corta con eso, Blue, pareces un loro repitiendo siempre lo mismo.

Me di la vuelta rodando detrás de él hacia mi cocina.

—Y lo que menos quiero yo en esta vida, es aburrirte. Así que por favor, encuentra la salida por ti mismo.

Soltando un suspiro entre dientes se dio la vuelta para enfrentarme, aunque admitamos que toda la cuestión de la intimidación perdió su fuerza cuando tuvo que acuclillarse frente a Cher.

—Escúchame, no voy a pasar los siguientes días discutiendo contigo. Si para que aceptes mi ayuda tengo que meterla a fuerza en tu maldita cabeza dura, entonces lo haré. Pero si vas a estar fastidiándome, al menos has el favor de pensar en cosas que puedan serte de utilidad.

—No te entiendo.

—¿Quieres que haga la compra por ti? —preguntó incorporándose—. Perfecto, la haré. Es más te aliento a que hagas una lista larga y llena de productos femeninos. Eso es fastidiarme y ayudarte en el proceso, ¿entiendes ahora?

—Eres ridículo, Cameron. —No pude evitar sonreír ante la posibilidad de enviarlo a comprar tampones. Sacudí la cabeza, dándole la vuelta a mi silla para ir hasta la sala—. Haz lo que quieras, sólo no te metas en mi camino.

—Esa es la actitud, Blue. —Lo escuché murmurar desde la cocina, pero para ese entonces yo ya estaba tomando a Salvador de la mesa de café, lista para dejarme absorber por una de sus tareas.

                                                                 ***

—¿Por qué demonios soñé con él, Arthur? ¿Crees que tengo algún derrame que no notaron en el hospital?

Mi amigo invisible era un culo de amigo, jamás daba una opinión que ayudara en nada. Aun así continuaba a mi lado y eso tal vez ya era mucho decir. Tomé los papeles que llevaba doblando los últimos quince minutos y los monté unos con otros, hasta formar la base de un futuro cisne.

No le di muchas vueltas al sueño después de eso, pues no era la primera vez que soñaba con Cameron en mi vida. Además era muy posible que el sueño hubiese sido inducido por la discusión del día anterior, después de que Marc intentara persuadirme a que aceptara su ayuda… pues una cosa llevó a la otra ¿no? Tenía sentido para mí. Por alguna razón mi subconsciente interpretaba que la única ayuda útil que podía obtener de Cameron, era un buen polvo. Tenía un subconsciente pervertido, no se fijen.

—De todos modos ni llegamos a segunda base —le informé a Arthur para que comprendiera lo poco trascendental que fue todo.

—¿Con quién?

¡SANTA MIERDA! ¡Arthur me respondió!

No, aguarden, Arthur jamás sonaría como un actor de películas porno baratas. No que yo alguna vez haya visto una... ejem.  

—¡Jesús, Cameron! —Me di la vuelta de un brinco, agitando un puño hacia él aún cuando sabía que eso no lo intimidaría—. No te aparezcas por la espalda, hombre.

—Pensé que hablabas conmigo —se excusó avanzando hasta el sofá con un plato de “algo” en sus manos. Lo dejó sobre la mesita de café, antes de subir mis piernas, tomar asiento y volver a bajar mis piernas.

—No hablaba contigo. —Hice un intento de sacar mis piernas de su regazo, pero por mucho que quisiera limitar el contacto no tenía otro lugar donde ponerlas.

—¿Con quién hablas de todos modos? —Giró la cabeza buscando a alguien en la sala y luego me observó—. No eres como el niño sexto sentido, ¿verdad? ¿No me vas a salir con un veo gente muerta? Porque eso en verdad sería escalofriante.

—No veo gente muerta —le espeté echando una superflua mirada al plato—. ¿Has intentando pasar una semana solo? ¿O sea con nadie más que tú y tu cabeza hora, tras hora, tras hora?

—No —respondió bajando la mirada.

—Bueno si alguna vez lo haces, comprenderás con quien hablo.

Él presionó los ojos levemente al parecer no muy convencido de mi explicación, tal vez si le decía que veía gente muerta conseguiría tener una charla en paz con Arthur. Aunque… bien pensado, Cameron era un idiota pero al menos respondía cuando le hablaba. ¡Maldición! Era una lucha entre tener respuestas estúpidas o no tener ninguna en lo absoluto.

—Hice unos burritos —anunció él sin más, estirándose para alcanzar el plato—. A decir verdad son los “burritos listos”, pero para mí saben jodidamente bien.

Me pasó el plato que tenía tres burritos perfectamente alineados en el centro y luego aguardó para que los tomara, al ver que no hacía ningún movimiento hacia ellos los depositó en mi regazo. ¿Lo ven? Mesa incorporada a mi cuerpo, ya se los digo.

—No tengo hambre. —Miré los burritos, que como dijo Cameron parecían de esos que saben jodidamente bien.

Pero no podía hacerlo, no iba a meterme tres burritos con él y Arthur mirándome. Había tenido un despliegue espectacular los últimos días, limitando mi ingesta de alimento a café, bebidas energéticas y algunas galletas de cereal de arroz. No es que detestara la comida, a decir verdad amaba la comida. El problema estaba en que… vaya, no estoy muy segura dónde estaba el problema o si había un problema en sí. Sólo era consciente de que mi estómago se resentía ante una gran comilona, tres burritos… incluso uno, parecía ser demasiado.

Y esto no tiene que ver con mi peso, pues odio mi peso de pluma esquelética y mi apariencia de cadáver de seis meses. Nunca tuvo que ver con cómo me veo, sino con cómo me siento. Y da la casualidad que en esa casa todo se sentía como si apestara rancio.

—Oh, vamos, Blue. Te aseguro que no puse nada raro dentro de ellos. —Tomó uno de los burritos, y para demostrar que eran “buenos”, le dio una mordida con la que no disimuló un gemido de apreciación—. Malditamente buenos.

—Estoy segura que si, pero… —Aparté el plato hasta mis rodillas, ofreciéndoselos a él.

—¿Eres vegetariana? —Soltó como arrojándome un salvavidas, y aunque la respuesta era un rotundo “ni en sueños”, me vi asintiendo suavemente y hasta logré una cara de culpa por echar a perder el almuerzo. ¿A poco no soy buena?—. Oh, mierda… no lo sabía, puedo hacer otra cosa. O le sacamos la carne.

Dios, no, ¿por qué castigar a los pobres burritos? ¡Rápido! Necesitaba una distracción.

—No te preocupes, me haré una ensalada más tarde. Ahora quiero que hagas algo por mí.

El rostro y el cuerpo de Cameron se relajaron bastante ante ese comentario, algo que si bien llamó mi atención no tuve tiempo de analizar. Palmeó mi pierna enyesada, abandonado a los burritos de la discordia en la mesa de café. Juro que pude oír a Arthur chasqueando la lengua junto a mi oído.

—¿Qué necesitas? —Lo miré seriamente, haciendo que cualquier calma previa se esfumara de él—. Sabes que bromeaba con eso de los productos femeninos, ¿no?

Sacudí la cabeza luchando por esconder una sonrisa de suficiencia, Cameron soltó un gruñido sacándose mis piernas del regazo para luego incorporarse.

—Sé seria, Blue, no me hagas traer toallas femeninas si no las necesitas. —Me apuntó con su dedo índice acusadoramente, mientras hacía todo ese despliegue inútil de macho alfa.

—Oh cálmate un poco, sólo quiero que me lleves al piso de arriba. —Juro que eso sonó más inocente en mi cabeza, lo juro.

—Ok… tal vez es el momento de decirte que tengo novia.

Rodé los ojos, mordiéndome los nudillos mentalmente para no insultarlo. De forma repentina, caí en cuenta que la presencia de Cameron allí podía serme de utilidad.

—Ok… tal vez es el momento de decirle que tienes ladilla. ¿A mí qué cuerno me importa tu novia? Quiero que me lleves arriba a buscar algo.

—Oh… —Entornó sus ojos azules pareciendo algo confundido, él casi la mitad del tiempo parecía estar fuera de su elemento. Me preguntaba si siquiera tenía un elemento—. Bien, vamos.

Sin dejarme tiempo a reacción, Cameron colocó su brazo izquierdo debajo de mis piernas en tanto que me rodeaba la espalda con el otro.

—¡Wau! Espera… espera… —Tan pronto como me escuchó se detuvo a medio camino de incorporarse, dejando su rostro demasiado cerca de mi pecho en ese instante. Nada cómodo considerando el sueño de antes.

—¿Qué?

—No vamos a hacerlo así. —Señalé su brazo en mis piernas, para ser más clara—. Olvida todo el asunto de la damisela en apuros, date la vuelta.

—¿Estás de broma?

—¿Ésta es la cara de alguien que bromea? —Me apunté el rostro y luego le hice un gesto con mi índice para que me diera la espalda. Cameron bufó, sacudiendo la cabeza con vehemencia pero aún así se volvió.

Luego de que lo jalara por las caderas, hasta un sector que me pareció práctico lo obligué a acuclillarse y permanecer quieto mientras me montaba a su espalda. Al principio hubo algunas maldiciones por parte de ambos, pero una vez que estuve aferrada a su cuello todo pareció comenzar a tener sentido.

—Me has relegado al estatuto de caballo —musitó colocando sus manos detrás de mis rodillas, (bien una rodilla y un muslo) para ayudarme a sostenerme—. ¿Por qué no puedo llevarte en brazos?

—Porque sólo dejaré que mi marido me lleve en brazos. —Ups, ¿de dónde salió eso?  

—Me compadezco del pobre infeliz.

Le di una cachetada en la nuca, haciéndole saber que lo había oído. Tras una pequeña discusión a los pies de la escalera de quién se compadecía más de quién, comenzamos el ascenso. Para que no queden dudas sobre la disputa, les informo que tuve mejores motivos para compadecerme de Ash, que Cameron de mi aún no descubierto marido.

Le indiqué que me llevara al cuarto de mi madre y tras dejarme en la enorme cama matrimonial—prefería no pensar mucho al respecto de esa cama—se cruzó de brazos dándome una paciente mirada. Eché un vistazo en la habitación de horrible decorado; en serio mamá tenía un gusto tan ordinario que el cuarto parecía la escena del crimen de un payaso. ¿Quién combinaba naranja, violeta y azul? Faltaban los lunares rosa y sería la masacre de It.

—¿Y qué estamos buscando? —preguntó mi caballo, supongo que echando en falta el terrón de azúcar o la manzana de premio.

—El testamento de mi padre. —Observé la cómoda a espaldas de Cameron y se la señalé para que se pusiera en acción—. Trae los cajones, vamos a ver qué guarda mamá.

—No voy a husmear en los cajones de tu madre —espetó con la voz ligeramente afectada—. Qué si guarda allí sus…

¿Sus qué? Enarqué una ceja esperando a que continuara, pero Cameron se limitó a meter las manos en los bolsillos y desviar la vista algo azorado.

—¡Oh, por Dios! No necesito esa imagen en mi cabeza —exclamé al ser consciente de lo que hablaba. ¿Mi madre y sus juguetes? Iba a vomitar y no específicamente por la comida.

—Tampoco yo. —Sonrió con cautela y fui tan estúpida como para devolverle la sonrisa.

—Mira, si ves algo extraño sólo cierra el cajón, busca uno que tenga papeles.

Se volteó no muy seguro de seguir adelante, y finalmente cuando se detuvo frente a la cómoda me observó por sobre el hombro.

—Tú pagarás el psicólogo si resulta que tengo razón.

Solté una carcajada asintiendo para que supiera que su locura estaría cubierta por mí. Cameron se mordió la esquina de su labio, trayendo con ese gesto una imagen que sin duda no necesitaba tener en mi cabeza en un momento así. Para fortuna de mi cordura, se volvió hacia la cómoda antes de que mi cerebro—el que obviamente tenía un derrame—comenzara a juntar material para otro sueño extraño.

Sus manos se movieron por el primer cajón, levantando algunas prendas de ropa interior que rápidamente empujó de regreso como si estuviesen malditas. Escupió algunas maldiciones en voz baja tras eso, aunque no tan bajo porque escuché con toda claridad su retahíla de insultos: “Santa mierda” “mierda puta” y otros que, niños, no deberían repetir antes de las diez de la noche.

—¿Y bien? —lo apuré desde la cama, él se giró lo suficiente para que nuestras miradas se encontraran.

—No quieres saber lo que hay aquí, Blue. —Cerró otro cajón mientras decía eso, por un segundo temí que fallara y se apretara los dedos por no mirar. Pero el temor fue breve, en realidad ¿qué diablos me importaban sus dedos?

—Sigue buscando.

—Esto es peor que encontrar a tus padres haciéndolo. —El tercer cajón casi atraviesa la pared cuando él lo regresó con fuerza. Abrí los ojos como platos, segura de que acababa de encontrar una razón para el psicólogo.

—¿Qué es? —Cameron negó sin mirarme—. ¡Cameron! —grité haciendo amago de salirme de la cama.

—Penes de goma, Marín, muchos… —Oh, madre mía… me cubrí la boca con una mano, intentando en vano ocultar una risa. Cameron suspiró audiblemente, abriendo el último cajón pero ahora con casi un metro de distancia entre él y la cómoda—. Te juro que si encuentro otro…oh, virgen santísima.

—¿Qué?

—¿Qué carajos es un Delfín Sumergible?

Antes de que pudiera pensar en alguna respuesta, Cameron se bajó la manga de la camiseta hasta cubrirse la mano y tomó al Delfín sumergible desprevenido, lanzándolo hacia mí. Brinqué tan lejos de esa cosa como me fue posible y cuando comprendí que no se movería de su lugar sobre el edredón, me incliné para verlo mejor.

—No parece un delfín. —Fue lo primero que brotó de mi boca, aunque las palabras estaban escritas en la base negra del objeto predominantemente purpura.

—Parece un pato. —Aparté mi atención del “delfín” notando que Cameron se había acercado a la cama y ahora también observaba al delfín/pato—. Crees que esa punta va en…

—¡No te atrevas a terminar esa pregunta! —le advertí, cogiendo la almohada para cubrir el artefacto extraño—. Limítate a buscar los papeles.

—Bueno, tú querías ver. —Encogiéndose de hombros volvió hacia la cómoda, para darle una revisión más profunda al habitad del delfín. Sí, lo sé, eso sonó terriblemente asqueroso—. ¡Oye, también hay una mariposa!

—¡No quiero verla! —Mamá tenía un zoológico guardado en sus cajones, un zoológico de goma. Podía sentir venir uno de esos traumas que debería reprimir por los próximos diez años. Luego la gente se preguntaba por qué estaba tan jodida. Mi madre, ¡mi madre! No sólo se acostaba con prepúbers, sino que también era consumidora de los amiguitos con baterías doble A.

—Creo que aquí hay algo…

Estaba tan ensimismada en la idea de que ya no podría ver Flipper sin recordar esto, que casi pasé por alto la voz de Cameron. Afortunadamente la visión de los consoladores de mamá, no pareció perturbarlo tanto como a mí. Él trasladó uno de los cajones hasta la cama, dejándolo frente a mis piernas.

—Hay papeles, puede que lo tenga aquí. —Me estiré para tomar el cajón de los lados y darlo vuelta sobre la cama, Cameron abrió los ojos con sorpresa apenas contenida—. El método rápido.

Sin responderle comencé a remover las cosas que estaban en la parte más cercana, había un montón de basura que me pareció irrelevante. Tarjetas de cumpleaños, cartas cursis de sus noviecitos, postales que se enviaba ella misma…

—No parece que haya nada que valga la pena —mascullé pateando su basura fuera de la cama. Noté la mirada de mi vecino en mí y a regañadientes le devolví el escrutinio—. ¿Qué?

—No deberías hacer eso. —Se bajó de la cama haciendo una mueca, y comenzó a juntar las cosas que yo había tirado.

—Déjalos, Cameron.

—Comprendo que no se lleven bien, pero son sus cosas y no deberías patearlas.

Me abalancé hacia el lateral de la cama, dándole manotazos a todos los papeles que él había estado levantado. La mirada de Cameron pasó de incrédula a molesta, y a pesar de que sabía que esto era una idiotez fui incapaz de detenerme. ¿Por qué carajos debía defenderla? A ella le importaba un cuerno yo, sus mierdas me importaba exactamente lo mismo. 

—¡Deja de levantarlos!

Él se detuvo no sin antes darme ese gesto de “estás completamente loca” que ya tan bien conocía, sin duda esto tampoco era una primera vez para nosotros. Cameron sabía que yo poseía arranques de locura histérica, hasta yo sabía que estaba indiscutible e irreversiblemente jodida.

—Ya no tienes quince años, Marín, ¿cuándo mierda vas a crecer?

—No intentes darme consejos de vida, tú eres el que menos puede hablar sobre madurar, Brüner. Tu cerebro dejó de hacerlo a los cinco.

Una sonrisa cínica elevó la comisura de sus labios y entonces alzó los papeles que todavía tenía en las manos, para lanzarlos sobre mi malhumorado rostro.

—Tienes razón, soy un crío. Pero al menos no ando lloriqueando porque mi mami no me quiere.

—¡Vete al infierno, cabeza hueca! No sabes nada de mí. ¡No intentes ni por un segundo defender a esa zorra! Si no lárgate de mi casa.

Él se inclinó tomándome de los hombros con más fuerza de la necesaria, no que eso fuera a amedrentarme en lo más mínimo. Le mantuve la mirada con resolución, logrando que Cameron me diera un empujón contra el respaldo de la cama.

—Es imposible… ¡eres imposible!—masculló incorporándose en toda su altura—. No puedo creer que alguien tan inteligente, sea al mismo tiempo tan estúpida.

—¡¿Adónde vas?! —exclamé en alarma, al darme cuenta que comenzaba a dirigirse hacia la puerta. No podía quedarme allí, Cher estaba abajo—. ¡Cameron!

Pero él no dio señales de oírme siquiera, sus pasos resonaron todo el camino a lo largo del pasillo y luego a través de las escaleras. ¡Mierda! Me acababa de abandonar en el piso de arriba. ¿Cómo bajaría de allí? ¿Cómo iría al baño? ¿Cómo llegaría a Salvador? ¿Cómo podría pasar otro minuto en la misma cama con el Delfín sumergible?

—¡¡Cameron!!

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Bueno, creo que ya todos estamos al tanto de que Marín está un poco... exaltada. Pero al menos pudieron conversar sin matarse ¿no? Nos leemos en el siguiente, les dejo un saludo a todos y ¡feliz día del padre! (no sé si ustedes lo festejan mañana, hoy, pero acá sí lo hacemos) (tampoco sé si hay padres del otro lado, pero qué más da xDDD) 

En fin es bastante difícil encontrar alguien que se vea como Marín se ve en mi cabeza, pero pueden tener una idea a partir de la chica de la foto o no... tal vez su imaginación es mejor jeje xD

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