El mano derecha.
Hola!! Bueno, oficialmente estoy de vacaciones. Pero como los hice esperar, les traje un capítulo más largo, creo que el más largo que escribí de esta historia hasta el momento. Así que espero les guste, gracias por la paciencia y por toda la buena onda.
Capítulo XIII:
El mano derecha.
Nunca subestimen la libertad que les proporcionan sus dos piernas, creo que luego de regresar de la clínica no hice otra cosa que andar de un lado a otro. Cameron y Marc eran geniales, me refiero a las muletas por supuesto. ¡Vale! Los chicos no están tan mal tampoco, ya los estoy viendo frunciéndome el ceño porque no los tengo en cuenta. Y sí los tengo en cuenta, les puse sus nombres a las jodidas muletas, eso es un gran paso para mí. Literal y no literalmente hablando.
Así que dediqué mi viernes a repasar la casa de punta a punta; subí y bajé escaleras, abrí y cerré muebles, removí cajas, alcé cojines, destripé almohadas (nada me aseguraba que mamá no ocultara cosas en ellas ¿no?) y violé en todo sentido legal a su ropero. Déjenme decirles algo; mamá es una perra. Oh, aguarden… eso ya se los he dicho antes, pero juro que ese viernes no me cupieron dudas al respecto. No pude hallar el condenado testamento de mi padre. ¡Por supuesto que sigo en ello! Lo de la pierna había sido un pequeño interludio, todavía tenía mi objetivo claro. Yo iba a conseguir el testamento e iba a conservar la casa, ¿para qué? No lo sé, pero lo haría. Ya luego me encargaría de definir los para qué, esta no sería la primera vez que me moviera por un impulso. Me gustaban los planes pero improvisar no solo se me daba terriblemente mal, sino que me divertía hasta el cansancio.
Estuve un poco decepcionada de que mi minuciosa inspección no hubiese dado resultado, aunque había encontrado cosas geniales en el proceso. Por ejemplo, los Cds de mi padre. Papá no tenía un gusto convencional en lo que refería a música, era un papá así que estaba como condicionado a escuchar música extraña. Odiaba los fines de semana en los que mamá fingía socializar con los vecinos y papá se encargaba de la casa, los odiaba porque él me despertaba con esa música de mierda. Bueno… el punto es que, como suele pasar cuando pierdes algo importante, lo único que deseas luego es volver a tenerlo. Claro, naturaleza humana y toda esa idiotez. Tanto como detestara la música de papá, más detestaba despertar los fines de semana y no escuchar las odiosas melodías de rock. Que contradictorio, ¿cierto? Hoy en día daría lo que fuera por escucharlo desentonar junto a los chicos de Kansas.
Entonces el sábado hice algo bastante patético, programé el reproductor para que iniciara a las ocho de la mañana con una de sus canciones. No fue agradable, pero me recordó lo estupendo que era despertar con la voz Steve Walsh diciéndole a su hijo rebelde que siguiera adelante.
—Habrá paz cuando hayas terminado… —Nunca le había puesto mucha atención a la letra de la canción, pero mientras pronunciaba detrás del cantante comencé a entender porque a papá le gustaba tanto.
Aun así seguía destetando básicamente el rock, pero podía hacer una excepción para Carry on my wayward son. Podía hacerlo porque por un segundo, sentí que era mi padre el que pronunciaba esas palabras para mí. “Ya no llores más”, era la última frase antes de que las guitarras y la batería estallaran por detrás comiéndose el grito del vocalista.
Permanecí sentada en el sofá dejando que el CD pasara a la siguiente canción, pero vagamente fui consciente de lo que estaba escuchando. No soy de llanto fácil, bueno… no lo era desde aquel fatídico verano que les conté al inicio (creo que entonces gasté mi deposito de lágrimas), pero estaba casi segura de que había una jodida pestaña en mi ojo. Estaba apunto de levantarme a silenciar Dust in the wind (obviemos esa casualidad, no era polvo… ¡era una maldita pestaña!), cuando mágicamente la canción se detuvo. Volví el rostro abruptamente en esa dirección, encontrándome a Marc de pie junto a mi reproductor. Creo que también vi a mi corazón empujarse por entre mis dientes hacia mi boca, para hacer todo el camino de regreso a mi pecho.
—¡¡Jesucristo resucitado, Marc!! ¿Quieres matarme de un puto paro cardíaco?—Me vuelvo malditamente cristiana cuando me pego un susto de muerte. Ya saben por todo eso de acabar en este mundo lo más limpio y exonerado posible. Nunca se puede estar muy seguro con eso.
Él rompió en una fuerte carcajada, incluso tomándose del estomago cuando esta pareció intensificarse. Lo miré enarcando una ceja con desprecio, no me gustaba que se rieran de mí y mis reacciones sacrosantas.
—Sólo tú usarías el nombre de Dios tan bien para insultar.
Bueno, de acuerdo no podía no reír ante esa afirmación. Yo era buena en los insultos y también vanidosa ante los halagos.
—¿Qué haces aquí? —A él se lo preguntaba con una sonrisa, a él se lo decía como si realmente quisiera decir “me alegro de verte”. Con Marc era fácil sonar de ese modo.
—¿Estás preparada? —preguntó frotándose las manos como aquel viejo de nariz ganchuda que siempre quería matar a los Pitufos. Ustedes saben a quien me refiero.
—¿Para qué?
—Para la sorpresa, ¡por supuesto! —En serio me agradaba Marc, es decir creo que lo dejé patente en mi resumen del día miércoles. ¿Pero las sorpresas y yo? Habíamos perdido contacto desde hacía un largo, largo tiempo. Ya ni recordaba cómo hacer cara de sorpresa.
—¿De qué sorpresa hablas?
—Vamos, Marín, si te lo digo deja de ser sorpresa… no seas básica. —Me pasó las muletas que estaban apoyadas en el brazo del sofá—. Tómalas, arréglate… —Fruncí el ceño y él rápidamente me regaló una sonrisa—. Algo que te tomará cinco minutos a los sumo.
—Eres un lambiscón.
—Te encanta que lo sea, nena. —Me guiñó un ojo, uno solo porque él sí podía hacerlo.
Poniéndole los ojos en blanco, tomé a Cameron y Marc para poder tener un momento de caridad con el baño. ¿Mencioné lo genial que era poder entrar en mi baño sin golpear las paredes? ¿No? ¡Pues es la puta gloria! Sin duda ese sábado estaba de humor. Así que me arreglé más de lo usual, enjuagué mi cabello en el lavabo y traté de no pensar en la última persona que había hecho eso por mí previamente. Algo que no me funcionó por mucho rato, la verdad es que había sido algo estúpida esos últimos días dejándome caer en la vieja rutina de pensar en… ¡Olvídenlo! No pensaba transitar ese camino nuevamente, ¿acaso tengo quince otra vez? Esa etapa estaba más que superada, créanme.
Colocándole rubor a mis mejillas y algo de labial de fresa a mi boca, cubrí lo mejor que pude mis ojeras y me inspeccioné sin pasar revista de mi cuerpo. Mi cara estaba bien, me gustaba mi cara… era algo de lo que no podía quejarme. Aún.
—Ok, estoy lista… —Muleteé (sé que la palabra no existe, no me caigan con la maldita RAE en el culo) hasta la sala, donde Marc se encontraba doblando uno de los papeles que había dejado la noche anterior.
Se volvió para darme una mirada y juro que pude ver el instante en que registraba mi esfuerzo por lucir mejor, él era la clase de hombre que no pasaba los detalles por alto. Al menos los detalles estéticos, porque en otros aspectos era bastante despistado.
—Vaya… —Su voz cayendo en el rango de rasposa—. Te ves…
—Lo sé, deja de babear mi alfombra por favor. —En realidad no sabía lo que iba a decir, pero prefería no incentivar ese clima entre nosotros. Si lo cortaba con una broma, él cogería el guante y me haría una broma a la par. Sí, dije guante y pensaron en alguien… no me jodan, ya los tengo calados.
—Suficiente tenemos con tu baba, ¿verdad? —¿Lo ven? Él siempre respondía a una broma con otra—. ¿Vamos?
—Te voy siguiendo.
Era inútil intentar persuadir a Marc de no hacer algo que él pensaba era bueno para mí, y tuvo razón con lo del baño así que le daría el beneficio de la duda con la sorpresa.
Nos subimos en su camioneta y él comenzó a tocar una batería imaginaria sobre su tablero. Sí, Marc también tenía una camioneta como Cameron, una monstruosa y colosal bestia cromada. A decir verdad no comprendía del todo la necesidad de tener vehículos tan grandes cuando básicamente son ellos solos. ¿Es que acaso planean agrandar tanto su familia? No lo creo. Era el típico caso del niño y su juguete grande, aquí más para ellos es más. ¿Y para qué? No importa qué tanto puedas agrandar tu camioneta, ten por seguro que tu pene permanecerá del mismo tamaño. Hombres.
—¿Vas a decirme adónde vamos? —Marc había tomado la calle principal del pueblo, si regresaba unas cinco cuadras estaríamos en el punto donde ocurrió mi accidente. Algo que era un “no, gracias” por mi parte.
—No, así que si quieres hablar vas a tener que ir por otro camino.
—De acuerdo… —Disimulé un bufido—. ¿Qué tal el trabajo ayer?
—Por suerte estuvo calmado. —Giró saliendo de la calle principal, hacia una secundaria por la cual no pasaba en siglos—. Oí que tus muletas tienen nombre ya, ¿cómo las has bautizado?
Sonreí, apartando mi mirada de la ventana para centrarla en Marc.
—Las llamé Cameron y Marc.
Una sonrisa complacida se plantó en su rostro, algo que me veía venir pero no por eso fue menos encantador.
—¿Y yo soy la izquierda o la derecha?
Agradecí internamente que no me preguntara por qué había decidido usar esos nombres, simplemente no se habría sentido bien darle la misma respuesta que a Cameron. Llámenme convencional, pero pensaba que todos merecían ser tratados con algo de individualismo.
—La derecha, por supuesto.
—Genial, entonces soy el más hábil. —Asentí dándole la razón, aunque ese no era el criterio que yo había utilizado, pero él no tenía porque saberlo.
¿Ustedes quieren saberlo? Vale, pero me guardan el secreto y no quiero nada de “pobrecito Marc” después de esto. Él era la derecha, porque la izquierda estaba más próxima al corazón.
¡Ja! ¿Quién diría que tengo algo de poeta dentro de mí?
En fin, no nos pongamos muy analizadores respecto de esto. Necesitaba proporcionarle un lado a cada uno y este fue el modo que más coherente me sonó. Demándenme, también tengo derecho a ser idiota de vez en cuando.
—Me agrada que le pongas nombres a las cosas… imagino que el día que tengas hijos, tendrán al menos cinco o seis nombres antes del apellido.
—Pues claro, ¿para qué tener hijos sino los voy a disfrutar? Les pondré todos los nombres y luego dejaré que el padre se haga cargo de ellos.
—¿Sólo así? —Me miró de soslayo, por un segundo casi pareció como si creyera que dejaría a mis hijos a la buena de Dios.
—No, al menos los vendría a ver una vez al mes.
—Oh, ya. Sería muy desconsiderado sino.
—Lo sé… —No se preocupen, esto sí fue en broma. Los iría a ver dos veces al mes, cuando menos.
Suspiré mirando nuevamente hacia la ventana y reconociendo el lugar por el que pasábamos al instante, aunque no precisando el sitio a donde nos dirigíamos aún. Estábamos cerca de la escuela, así que obviamente sabía los caminos que podíamos tomar desde allí. Tal vez iríamos a la plaza o quizá a la biblioteca, sería una buena sorpresa para mí llevarme a la biblioteca. Quizá quieran tomar nota. Pero no, porque pasamos la biblioteca municipal y también la plaza mayor del pueblo; corrección, la única plaza del pueblo. Todo el centro recreativo había quedado a nuestras espaldas, por lo que comenzaba a pensar que Marc me llevaría a hacer senderismo para incapacitados.
Realmente no creen que exista tal cosa, ¿verdad?
—¿Falta mucho?
—No. —Estaba siendo bueno en todo el asunto de mantener el secreto, le condecía eso. Pero es que a mi paciencia no se llevaba tan bien con las concesiones, así que opté por una conversación trivial para distraerme—. Marc…
—Dime. —Sus ojos permanecieron concentrados en la carretera, lo cual hizo más fácil sólo lanzarme a ello.
—¿Los bomberos trabajan cuando están heridos?
Él se volvió lo suficiente para estudiarme con la mirada y luego se encogió de hombros en gesto indiferente.
—¿Lo dices por Cam? —Asentí tratando de lucir tan indiferente como él lo hacía. No es que me interesara el caso particular de Cameron, sólo me llamaba la atención que incluso con su herida en la mano estuviese trabajando—. Bueno, no está obligado a ir… normalmente cuando ocurre algo así, se aconseja tomarse unos días.
—¿Algo así? —¿Se refería a la quemadura o a la muerte del hombre?
—La quemadura sólo es algo secundario —musitó como si de algún modo hubiese leído la duda en mi mente—. Además no sería la primera vez que se quema. De todos modos, Cam no es de los que se toma un tiempo libre…
—¿Por qué?
Marc suspiró, bajando la velocidad de la camioneta hasta detenerla por completo en una señal de alto.
—Suele decir que lo mejor es volverse a subir al caballo lo antes posible.
—¿El caballo? —inquirí confusa.
—Sí, ya sabes… ese dicho de que si el caballo te tira debes volver a montar. Bueno, Cam no se da el tiempo de tocar el piso antes de volver a subir. —Ese es el dicho que usan los tozudos para no parecer más tontos que un animal.
¿Qué? Es una broma, no me miren así.
—A veces si te tomas ese descanso, luego sólo piensas en no volver. —Marc volvió a poner la camioneta en movimiento, mientras yo analizaba sus palabras con interés.
—¿Has pensado en no volver alguna vez?
—Muchas… —Una sonrisa que nada tenía que ver con las usuales en él, tocó sus labios—. Creo que debería explicar eso.
—No sería una mala idea.
Dio un cabezazo ausente, con el que supongo me otorgaba la razón o se infundía valor para hablar con seriedad. Lo crean o no, esto es lo más serio que he visto a Marc en mi vida. ¡Un total de cinco jodidos minutos! ¡Seguidos!
—De pequeño cuando veía a los bomberos, pensaba que eran lo más cerca a un héroe que vería fuera de un comic, ¿entiendes? —Me miró de soslayo pero sabía que no estaba buscando una respuesta, aun así asentí—. Era un crío, así que por supuesto que me había creado una imagen irreal de hombre que puede contra todo. Y cuando llegó la oportunidad de convertirme en uno, descubrí que no era tan así. Estaba preparado para sortear cualquier obstáculo, daba por hecho que me quemaría, que probablemente me lastimaría en más de una forma, estaba preparado para enfrentar lo que fuera… lo que no había previsto era perder. —Se detuvo, dando una vuelta hacia la entrada de una casa que no reconocí. Me lo quedé mirando fijamente, esperando a que continuara pues simplemente me veía incapaz de bajar de la camioneta con la historia inconclusa—. No hay una preparación para eso, Mar, al principio simplemente parece otro día más de trabajo. Y entonces suena la sirena, vas a ello pensando en hacer de héroe y te encuentras con que la realidad tiene otros planes para ti. A veces ves como mueren delante de tus ojos y no puedes hacer nada por cambiar eso, entonces… ¿dónde queda el héroe allí? De repente las excusas parecen pocas para justificar por qué no lo hiciste de otro modo, por qué no lo intentaste con más vehemencia, por qué no esperaste a tu equipo o por qué te regresaste y no seguiste tu instinto.
Sus ojos castaños sonrieron con un toque de resignada aceptación, no es que él no estuviese al tanto de esa parte de la profesión. A Marc simplemente no le gustaba perder, perder para un bombero era cargar con el recuerdo de otra muerte en sus hombros. Dios, eso apestaba.
—Apesta —dije, sin saber cómo decirle que a pesar de las muertes aún estaban los que se salvaban. Eso suena como un premio consuelo para un ganador del Oscar, ¿no?
—Ajá, dime si no te costaría regresar después de eso.
—Supongo que yo no lo haría. —Le palmeé el brazo suavemente—. Es por eso que alguna fuerza superior te hizo bombero a ti y no a mí.
—¿Fuerza superior? —La sonrisa alegre de Marc regresó como si acabara de arrastrarse fuera de su oscuro interior, por un segundo intenté imaginar qué tan oscuro sería ese sitio y no me gustó nada la idea—. No dejes que Cam te escuche decir eso, o no habrá quién lo soporte luego.
—¿Cómo? —Nuevamente sentía que me perdía de algo cuando Marc soltaba algo relacionado con el idiota.
Pequeña aclaración al paso, ya he dicho que no pienso en realidad que sea idiota. El mote le pega, es difícil desarraigar viejas costumbres.
—Él me sugirió ser bombero…
Oh, ahora lo captaba. Entonces la fuerza superior vendría a ser Cameron, sí… hablando de quitarle el sentido poético y profundo a una frase.
—Evitaremos mencionarlo —aseguré guiñándole un ojo en complicidad, luego llevé mi atención a la casa frente a nosotros—. ¿Dónde estamos de todos modos?
Marc volvió el rostro hacia la modesta pero bonita casa de ladrillos rojos y rió por lo bajo.
—Ven conmigo.
***
Y bien, tras esa pausa para crear dramatismo continuemos con la así llamada “sorpresa”.
No habíamos terminado de detenernos ante la entrada, cuando la puerta principal se abrió de sopetón delante de nuestros perplejos ojos.
—¡Finalmente! Estuvieron tanto tiempo dentro del auto, que ya no sabía si venían a visitarme o a secuestrarme.
Por un largo segundo mi boca se paralizó en el típico gesto de sorpresa de las caricaturas.
—¡Jodida mierda!—exclamé cuando fui capaz de pronunciar palabra—. ¿Audrey?
Por supuesto que recuerdan a Audrey, ¿no? Mi única amiga de la escuela, aquella que bailaba conmigo en la fiesta que mencioné al inicio.
—¡Marlín! —gritó ella a su vez casi como si también le costara creerlo. Audrey solía decirme “Marlín” por esa estúpida historia de Hemingway, por alguna razón que totalmente desconocía, mi nombre le recordaba a la novela “El viejo y el mar”. Marlín era el pescado que Santiago pescaba en su viaje de pesca en solitario.
Hablar de temas de pesca deja bastante reducido el vocabulario, ¿no lo creen? No es como si hubiese gran cantidad de sinónimos para decir pescar.
Pero volviendo a lo importante; Audrey me jaló a sus brazos casi haciéndome perder el apoyo de Cameron y Marc. Solté una carcajada mientras le devolvía el abrazo, y por un instante el tiempo pareció correr hacia atrás. A los momentos en que esto era lo adecuado, era suficiente.
—Oh, cariño, estás preciosísima. —Ella me apartó lo suficiente como para echarme un vistazo y yo hice lo propio—. Una pierna rota y una oreja cercenada, pero nada que te quite el encanto.
—Siempre tan atenta en los cumplidos, Jordan.
Audrey apartó su atención de mí y cualquier rastro de su sonrisa de colegiala se esfumó al enfrentar a Marc. Hablando de miradas asesinas.
—Mucho más atenta que tú, Bombero —le escupió en el mismo tono ácido que perduraba desde la escuela.
Verán, Audrey siempre consideró que Marc era un estúpido lame culos. Sus palabras, no las mías. Jamás entendí del todo porque no lo quería, es decir… en aquellos tiempos Marc me era indiferente. Sólo era el amigo de Cameron, bien podría haber un mono en su lugar y para mí seguiría siendo el amigo del chico que me gustaba, ¿comprenden? Ahora, qué llevaba a Audrey a ser una perra con él siempre que lo veía, pues es un jodido enigma. Incluso para mí, que era su mejor y única amiga entonces.
—Tranquilos ustedes dos. —Alcé las manos para detener lo que ya veía como una larga y poco productiva conversación sobre cumplidos—. Audrey… —La miré nuevamente—. Estás…
—Lo sé —musitó sonrojándose brevemente.
—Tan malditamente embarazada —completé, aún abstraída en la contemplación de su enorme barriga.
—Sí, ¿verdad? —Se palmeó el vientre suavemente, cuando un escandaloso grito de guerra proveniente del interior de la casa rompió el apacible y tierno momento.
—¡¡Marc!! —Una cabecita rubia llena de rizos apareció repentinamente detrás de Audrey y pasando completamente de la chica en muletas, se precipitó hacia los brazos de un atento Marc.
—Hola, Sarah… ¿cómo está la pequeña princesa?—saludó él, mientras la niña de alrededor de cuatro años de edad se apartaba los alborotados rizos del rostro.
Ok, esto era mucho más de lo que esperaba para este reencuentro. Me volví boquiabierta hacia mi amiga, recibiendo un encogimiento de hombros indiferente por su parte.
—Sarah, saluda a mi amiga Marín ¿quieres?
—Hola. —La niña me observó por el lapso de un segundo, antes de regresar su atención a Marc y lo que fuera que le estaba contando.
—Estamos trabajando en sus habilidades para socializar. —Haciéndose a un lado, Audrey nos hizo señas para que pasáramos y yo tuve un momento de estupidez mientras desatoraba mis muletas de su alfombra de entrada.
—Mami, ¿podemos jugar con mis muñecas?
Marc colocó a Sarah en el piso, pero ésta se quedó de pie a su lado sosteniéndolo de una mano como si temiera que se escapara de un momento a otro.
—Yo jugaré contigo, cariño. Deja que mami se ponga al día con su amiga.
—¡Sí! Tú puedes ser Barbie esta vez…
—Genial. —Marc alzó la vista hasta encontrarse con la mía—. Ya estaba cansado de ese tío Ken.
—Vamos… —Sarah comenzó a jalar a Marc hacia el salón, cuando Audrey lo detuvo del otro brazo. Sus miradas se cruzaron en un gesto que me fue imposible determinar, pero parecían translucir advertencia por ambos lados.
—No quiero palabras nuevas, Bombero, ¿entendiste?
Marc se inclinó ligeramente hacia ella como si planeara susurrarle su respuesta, aunque yo fui capaz de escucharla por completo.
—¿Entonces me limito a un “yo ser” y “mi querer”?
—Hazlo, y “mi querer” terminará marcado en tu culo.
—¡Mami dijo culo!
—No dije “eso”, dije zumo… —Se justificó Audrey, mientras Marc y yo nos esforzábamos por disimular la risa—. Ya, largo de aquí los dos. —En cuanto ellos desaparecieron de escena, mi amiga me observó con el fantasma de una sonrisa—. Es como vivir en la jodida plaza Sésamo, sin maldiciones, sin sexo y con canciones para hacer casi cualquier cosa. Te lavas los dientes, hay una canción; hacer pipi, canción; atarse las agujetas, canción; cruzar la calle, canción; no aceptar golosinas de extraños, canción. ¿Ver a tus padres teniendo sexo? Milagro…
No pude más que volver a abrazarla y reír, ésta era la Audrey que yo recordaba. Madre o no, seguía siendo la misma listilla sin filtros a la hora de hablar y hacerte saber lo que pensaba.
—Vamos, Marlín, no tenemos mucho tiempo antes de que Ken y Barbie se casen.
Ella me guió a lo largo de su casa, haciéndome una descripción breve y resumida del lugar. Acabamos en la cocina, donde Audrey me forzó a aceptarle un té con galletas de pasas.
—Lamento tanto no haberte ido a visitar, linda. —Era imposible enfadarse ante la mirada de perrito que sólo ella sabía esgrimir, además si íbamos al caso yo había dejado de visitarla hacía mucho tiempo—. El embarazo se puso algo difícil y el médico me dio reposo.
—O sea que las dos estamos cautivas en nuestras casas.
—Nada como los viejos tiempos —murmuró dándole un sorbo a su té. Sus ojos grises se posaron sobre la tetera, como si repentinamente hubiese quedado atrapada en algún recuerdo no tan alegre.
—Hey, ¿qué va mal?
—Oh, no es nada. —Desestimó el asunto con un movimiento casual de su mano—. Pero tú, dime, ¿cómo fue eso del accidente? El Bombero me contó muy poco del asunto…
Sí, yo también noté que Audrey no llamaba a Marc por su nombre. Al menos no le decía idiota, ¿verdad? Punto para ella, había logrado que su profesión sonara como a insulto.
—Pues básicamente me di de morros contra una camioneta, el resto está algo confuso.
—Aja… —Una sonrisa burlona hizo amago de aparecer—. Escuché por ahí que Cameron te ayudó a salir del coche.
Deben saber que a ese tonito insinuante le sumó un movimiento de cejas sugerente. Puse los ojos en blanco.
—Sí, él estaba allí… es su trabajo.
—Aja… —Nuevamente era esa clase de “aja” que iba con la intención de pinchar al interlocutor—. ¿Y qué pasó luego? Los rumores dicen que ha estado “ayudándote” desde entonces, la enfermera Surrey dijo que él había ido a recogerte a la clínica el otro día.
—Joder, ¿también te dijo los horarios en los que voy al baño?
—No, qué asco. —Hizo una mueca, arrugando su nariz pecosa. Audrey era una especie de casi pelirroja, al menos ella se definía de ese modo. Tenía el cabello medio rubio, pero también medio rojizo y el puente de su nariz estaba cubierto por adorables pecas—. Ya deja de darme vueltas, ¿qué carajos pasó con eso? El gran reencuentro, ¿hubo fuegos artificiales? ¿Saltaste a sus brazos como en las películas? ¿Llovía? Siempre pensé que la lluvia le suma cierto toque de romance al asunto… me recuerda a la escena de The Notebook.
—¡Claro que no llovía! —Entre las muchas cosas que Audrey era y yo no, pues ahí lo tienen: una romántica empedernida—. ¿Y cómo se suponía que iba a saltar a sus brazos? Apenas si puedo caminar.
—Marín, tu falta de imaginación me indigna. Estoy encerrada en esta casa las veinticuatro horas, mi posibilidad más próxima de vivir un romance es viendo a Ken y Barbie armar su casa de los sueños. ¡Joder! Dame algo con qué trabajar aquí.
—No te entiendo… —susurré confundida, notando que nuevamente bajaba la vista hacia la tetera. ¿Qué carajos no me estaba diciendo?
Poniéndome de pie con algo de dificultad, rodeé la isla de la cocina y me detuve a su lado, increpándola con un golpecito de mis caderas. Ella dejó caer su cabeza contra mi brazo, mientras que con mi otra mano comencé a peinar su cabello rubio rojizo.
—Dímelo.
Se encogió de hombros haciéndose la fuerte, pero tras un nuevo empujoncito por mi parte, ella dejó ir un suspiro tembloroso y comenzó a hablar.
—Hay mucho para contar…
—Tengo tiempo.
—Pues… ¿resumiendo? —Asentí aunque no podía verme, así que opté por mover mi mano en círculos sobre su espalda para hacerle saber que la escuchaba—. El padre de Sarah es un imbécil, lo encontré haciendo el perrito con su secretaria el día que iba a darle la noticia del nuevo bebé.
Fruncí el ceño automáticamente sintiendo como la rabia comenzaba a construirse en mi interior, no conocía a ese tipo pero ya podía sentir el impulso de ir por sus pelotas.
—Hijo de perra.
—Aja, y lo peor es que pienso ¿quién diablos se folla a su secretaria hoy en día? Es decir, es como el cliché más estúpido del mundo. Eso es de novela rosa, no de la vida real… —Su voz lentamente se fue cortando por la indiscutible presencia de las lágrimas—. Toda esa mierda de pelear con él, afectó al bebé. Le dije que se marchara y no lo dudó ni dos minutos, el muy hijo de puta. Dejó a sus hijos como si se trataran de las mascotas… ¿qué tipo hace eso?
No tenía respuestas, entre las muchas cosas que se me dan terriblemente mal—además de improvisar—, es la de dar consuelo. Así que la apreté con más fuerza entre mis brazos, dejando que descargara su frustración sobre mi blusa.
—De todos modos me las apañaré. —El momento de romperse había pasado, tan rápido como ella bajaba la guardia volvía a reconstruirse. Era un rasgo que siempre admiraría y envidaría de mi amiga—. El punto es que no me hablaste de Cameron, ¿el fuego sigue ahí?
Bufé, dejándome caer en el taburete que estaba a su lado. Permanecer mucho tiempo de pie era contraproducente para Billie, así había llamado a mi yeso. Incluso le había escrito su nombre en enormes letras negras y fosforescentes.
—Nunca hubo nada entre él y yo.
—¡Mierdas tuyas! Si hasta decías que ibas a dar a luz a sus hijos.
¡Oh, por Dios! Mátenme ahora y denle los restos a mi madre, preferentemente con una bomba de efecto retardado. Hablar con alguien que conocía tan bien mi pasado de patetismo, era sumamente humillante. Tengo la tentación de censurar toda esta conversación.
—Jesús, Aud, tenía quince años… —Me cubrí el rostro con ambas manos, sintiendo que en cualquier momento me encendería de pura vergüenza—. También pensaba en follarme a Leonardo Dicaprio, pero eso obviamente no ocurrió.
—Claro, linda, porque sabes que Leo siempre fue mío. —Sonreí, sacudiendo la cabeza con resignación—. Pero Cameron tenía un no sé qué por ti, siempre mirándote de lejos, dándote sonrisas al pasar, poniéndote motes cariñosos…
—Sí, Blue definitivamente derrama dulzura.
—Nunca supimos a qué venía ese, ¿no? —Audrey se golpeó el labio inferior en gesto analizador—. Los otros eran más fáciles de adivinar, pero Blue… tal vez sea porque el mar es azul, o porque le recuerdas a sus ojos. ¡O porque te tiene clavada en su retina! Joder, soy buena con esto…
—¡Cierra la boca! —Me estiré para detenerla antes de que alzara más la voz y la ridícula conversación llegara a oídos de Marc—. Él tiene novia, así que deja de delirar con cosas que no van a pasar.
Y no lo decía sólo por la existencia de Ash, cualquier ilusión o flechazo que hubiese tenido por Cameron había muerto en la fiesta. De alguna forma ese día todo él perdió sentido para mí, sus sonrisas, sus miradas, sus motes “cariñosos”. No es que aún estuviese resentida, había dolido claro, pero también me había dejado una enseñanza que pude verificar en las pasadas semanas: Cameron y yo no podíamos ser. Entre las muchas razones que podría dar para justificar eso, estaba la más obvia para mí… ya no era capaz de verlo como antes. Más allá de que yo estaba completamente jodida de la cabeza, sabía que no podría confiar ciegamente en él otra vez. Esa confianza se había roto y era esa clase de cosas que no se remiendan.
—¿Te refieres a la señorita Foley?
Parpadeé regresando mi mente a la cocina. ¿Audrey conocía a Ash?
—¿Sabes quién es ella?
—¿Bromeas? Esa arrastrada pidió el cambio del hospital de Foley al nuestro, para poder engatusar a Cam.
¿Cómo diablos sabía ella todo eso? Bah, es una pregunta estúpida. Seguramente había salido publicado en el único periódico del pueblo, en serio la gente de Milaca debía buscarse pasatiempos más saludables.
—¿A qué te refieres?
—Pues… —Audrey me pasó el plato con las galletas y tan ensimismada como estaba con la posibilidad de obtener más información (oh, vamos, no esperan que yo sea menos chismosa ¿verdad? Soy de Milaca), tomé una para hundirla en mi té—. Sabes que los bomberos de aquí prestan ayuda a Foley y Mora, ¿no?
—Sí. —A decir verdad no tenía idea, pero eso sería interrumpir por información que no precisaba.
—Bueno hace dos años hubo un gran incendio en el gimnasio de la preparatoria de Foley y el grupo de Cam fue de apoyo. Ashley es enfermera, estaba ayudando en todo el lío de heridos cuando se conocieron. —¿Dos años habían pasado? Sí, a mi también me sonó como mucho tiempo—. No sé muy bien cómo fue la cuestión, pero ella pidió traslado a nuestro pueblo y entonces comenzaron a salir.
—Vaya… —musité aturdida. Demostrar cualquier otra emoción habría sido darle de comer a la imaginación de Audrey.
—Oh, no te desanimes, cariño. —¿Lo ven?—. Cam sólo estaba haciendo tiempo hasta que regresaras, es obvio. La señorita Foley es una estúpida, intenta hablar con ella más de diez minutos y lo sabrás, no está hecha para un hombre como nuestro Cameron.
¿Nuestro? Claro, olvidé mencionar que en los pueblos pequeños era normal adueñarse de las personas. Simplemente había como una necesidad primaria de proteger el patrimonio.
—No lo sé, ya hablé con ella y me pareció normal.
—¿Fueron diez minutos? —inquirió Audrey letalmente seria.
—Bueno… —Vacilé, en realidad no había pensado en cronometrar la charla.
—Ahí lo tienes, te recomiendo que hables con ella por diez minutos completos. Luego dime lo que piensas, verás al instante que es demasiado plana para alguien como él. Cameron necesita de estímulo mental...
—¿Desde cuando eres tan experta en Cameron? —pregunté burlona. Ella me sacó la lengua, arrugando nuevamente su nariz.
—He pasado mi adolescencia escuchándote hablar de él y tus observaciones desde el cuarto de baño.
—¡Dios! ¡No digas eso! —Créanme ustedes no quieren oír esa historia.
—¿Lo recuerdas? Tu madre pensaba que te encerrabas en el baño para investigar tu cuerpo, y lo que hacías era investigar el del vecino.
Bien, mejor explico esto antes de que piensen cosas raras. La ventana pequeña del cuarto de baño de mi casa, daba con lo que antiguamente era la habitación de Cameron. Él tenía una rutina de ejercicio de siete a nueve de la noche, así que básicamente yo tenía una cita con mi ducha al mismo tiempo. ¿Felices?
—¡Mami! ¡Mami!
Uf, salvada por la campana.
—¿Qué ocurre, diablillo mío? —Audrey era el ejemplo de madre, sin duda.
—Barbie le pidió a Ken una orden de restricción porque intentó besarla, ¿tengo que pedirle una a George Hamilton? Él intentó besarme el primer día de clases.
Los ojos grises de Audrey se presionaron en finas líneas, antes de volar al hombre que ingresaba en ese instante en la cocina.
—¿Qué demonios, Bombero? —le espetó sin resuellos, olvidando todo el asunto de vivir en plaza Sésamo.
—¿Qué? Debes agradecérmelo, ese George Hamilton se lo pensará dos veces antes de repartir besos sin más. —Marc le revolvió los rizos a Sarah, haciendo que en su rostro creciera una enorme sonrisa. A la niña le gustaba tener la atención, no era tonta—. Tú sólo dímelo, princesa, lo pondré en su lugar al instante.
—Suficiente, deja de meter ideas raras en la cabeza de mi hija.
—¿Yo? Jordan, tú eres la que envenena su cerebro con basura de Disney. —Se atajó Marc, señalando a Audrey acusadoramente—. Le enseñas a esperar un príncipe azul para que la lleve a su castillo, cuando ella es bien capaz de construir su propio castillo y hacer firmar al condenado príncipe un prenupcial.
—¡Sí, prenul…nuccial! —acotó Sarah, aunque pienso que sólo yo la oí.
—Una cosa, Bombero. —Audrey avanzó con su enorme barriga precediéndola hasta donde ellos estaban, y tomó a su hija de la mano jalándola en su dirección—. Si quiero envenenar su cerebro, es mi problema. Porque es mi jodida hija, así que no te metas.
—Bien, todos saben que eres una experta en relaciones.
Mis ojos casi saltan de sus cuencas, lo juro por Dios y todos sus apóstoles, me quedé de piedra. ¿Marc acababa de decir eso? ¿Esas palabras ácidas acababan de salir de la boca del sonriente Marc? ¿Qué carajos?
—Vete al infierno. —Audrey apretó la cabeza de su hija contra su barriga, cubriéndole los oídos, y sus ojos nunca abandonaron a Marc mientras hablaba—. Tu opinión vale una mierda para mí, siempre valió lo mismo. —Entonces me miró—. Te iré a visitar en la semana, sólo déjame encontrar con quién dejar a la india.
Marc masculló algo que pareció ser un “te espero fuera” pero yo aún estaba en shock como para asegurarlo.
—Yo… —comencé, alternando mi mirada entre la espalda en retirada de Marc y mi amiga.
—Déjalo, Mar, suficiente drama por un día.
Así que lo dejé por la paz.
Si bien salí de aquella casa completamente confundida, también salí llevándome muchas cosas a cambio de mi confusión. Me haría falta una larga y pausada charla con Audrey, para poder ponerme al tanto de todo lo que había ocurrido en mi ausencia. Pero sobre todo necesitaba una más larga charla con Marc; pues la verdad es que no podía comprender de dónde le había saltado ese genio. Ese tipo de hombre no cuadraba con el Marc que yo conocía, al parecer había mucho más de él de lo que mostraba a primera vista. Y fuese lo que fuese, Audrey lo tenía más claro que yo.
Dejándome caer en mi sofá comencé a pasar hojas de Salvador en busca de entretenimiento. Para que las cosas queden claras, Marc hizo exactamente lo mismo que Audrey, durante el viaje de regreso a casa pretendió que no había habido discusión. Es más, a mi parecer actuó como si él ni siquiera hubiese pisado la casa de mi vieja amiga, curioso ¿no? Eso no quitaba que fuese a interrogarlo al respecto, le daría tiempo para que enfriara su mente pero no para que olvidara que yo había sido testigo de todo aquello.
Justo cuando tomaba la decisión de comenzar un elefante, mi móvil vibró sobre la mesa de café. Sospeché que se trataba de Audrey, acordando un día para vernos de nuevo pero me equivoqué.
¿Qué tal la sorpresa?
Miré el mensaje y luego el nombre del remitente, había guardado su número pero no volví a pensar en ello. Así que sin duda esto me tomó por sorpresa.
¿A qué sorpresa te refieres?
Respondí jugueteando ausentemente con la esquina de las páginas de Salvador. Entonces el móvil volvió a vibrar, esta vez junto a mi pierna.
¿Marc no te llevó con Audrey?
Y detrás de ese automáticamente llegó otro.
Mierda, no lo acabo de joder ¿no?
¡¿Marc va a llevarme con Audrey?! ¿Bromeas?
Lo siento no pude resistirme a fastidiarlo un poco.
Eres vil, Blue. :(
Jajaja y tú un idiota. Sí me llevó.
¿Y qué tal?
Bizarro.
Tal y como esta conversación por mensajes, díganme si no les parece bizarra.
Entonces las cosas no cambiaron mucho. ¿Al menos te gustó verla?
¡Fue genial! Y extraño, pero en su mayoría genial.
Genial :)
Deja de poner emoticonos, ¿tienes cinco?
Cuatro :P
Sacudí la cabeza, dejando el móvil nuevamente sobre la mesa. Pasaron dos minutos hasta que volvió a vibrar.
No veo la hora de que sea lunes.
¿Para qué?
Para salir de aquí.
¿Problemas para permanecer en el caballo?
Realmente esperaba que no se fastidiara porque Marc me hubiese contado eso, tal vez no debí mencionarlo.
¿Así que estuviste hablando de mí, eh? ;)
¿Lo ven? Sabía que no debía haberlo mencionado, maldita bocaza. Para evitar hundirme más, decidí no responder a su provocación y dejé el celular debajo de un cojín. Acción inútil, si me lo preguntan, porque sentí su mensaje en mi trasero.
Problemas para permanecer quieto, Blue. Hoy no quiero esto…
¿Por qué demonios la gente recurría a mí para estas cosas? ¿No notaban que no sabía dar consuelo? Las palabras de ánimo no eran lo mío, así que le di mi mejor intento por ayudarle a pasar ese mal trago:
Si prometes dejar de torturarte y comienzas a recordar porque haces lo que haces, entonces te deberé cinco ¿vale?
Él se demoró un poco más en responder en esa ocasión, pero cuando lo hizo supo exactamente de lo que le estaba hablando.
Tú sí sabes como incentivar a un hombre. Nos vemos el lunes, besos.
Cinco para ser exacto.
_______________________
Ok, le puse todo lo que quería a este cap. para todos esos que querían más de Marc, espero hayan quedado conformes. Y ya tenemos más personajes en la historia. La canción si la quieren escuchar (a mí sí me gusta, no comparto la opinión de Marín que sepan xD) la dejo a la derecha o en twitter: @tammy_tf88 Saludos ^^
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro