Él.
Soy consciente que no sería justo hacerlos esperar mucho, más considerando el final del anterior cap. En fin, entre sus muchas preocupaciones les voy a aclarar una: el perro no se llama Algo! xDDD Eso digamos que fue temporal, obvio que Marín le pensó un nombre... y lo sabrán. En cuanto al resto, espero que este cap. les aclare sus dudas y recuerden que queda todavía uno. Gracias por su apoyo ;)
Capítulo XXX:
Él.
Para qué alargar la espera, ¿verdad? Una vez que entré en el recibidor, los hechos se sucedieron prácticamente solos. Lo que visto críticamente tal vez resultó ser un acierto.
—Oye, acabo de darle de comer a Kid… —Cameron salía de la sala sosteniendo a mi perrito en una de sus manos, noté el hocico de Kid empapado en leche y por un segundo casi olvidé lo que había pasado en casa. Casi.
Al levantar la vista, lo encontré observándome de forma expectante. Entonces caí en cuenta de que miraba mis manos; mis manos vacías, e instintivamente intenté explicarme.
—Hm… yo… —Expuse las palmas, sin tener idea de por qué lo estaba haciendo. ¿Hay algún modo de proceder ante una situación como esa? ¿Debía preguntarle? ¿Sólo increparlo y esperar a que me dijera la verdad? ¿Me diría la verdad? ¿Por qué siquiera estaba considerando lo dicho por la Perra como verdad?
—¿Y la caja? —Me encogí de hombros en silencio, pues mi mente aún se encontraba en blanco o mejor dicho, lanzándome preguntas a las cuales no quería buscarle respuesta. Cameron dejó a Kid en el suelo y éste se hizo un ovillo sobre sí mismo, listo para tomar su siesta—. ¿Pasa algo malo, Blue?
Sentir su voz expresando lo que parecía honesta preocupación, logró que mi pecho doliera y mi escaso control vacilara.
«No era cierto» Por algún motivo la frase seguía resonando en mi cabeza sin darme tregua. Es decir, en el hipotético caso de que ella le hubiese dado el dinero, nada aseguraba que él le hubiese pagado el favor del modo que yo me estaba figurando. Ella nunca lo dijo, sólo quiso dármelo a entender, ella era así: maliciosa. Entonces una mentira de ese calibre, no debería sorprenderme ¿no? Aun así…
—Depende de cómo definas la palabra “malo”. —No había planeado sonar cínica, pero al parecer no serlo era algo que estaba más allá de mí. Incluso en momentos como ese.
Cameron frunció el ceño, acercándose los pasos que todavía nos separaban. No hizo amago de tocarme, y la certeza de que no fuese cierto se tambaleó notoriamente ante esa insignificante vacilación.
—Tendrás que ser un poco más especifica —musitó con simpleza, poniendo el rostro de lado y haciendo ese gesto de sutil inocencia con el que cualquiera se sentiría a gusto. Apreté las manos en puños, dirigiendo mi vista al suelo en busca de aire y objetividad—. Hey… ¿Marín? —Sus dedos rozaron mi barbilla exigiendo mi atención, así que se la di.
Pasé saliva con fuerza, intentando apartar de mi mente el recuerdo de la sonrisa burlona de Paige, intentando pensar en ese hombre y en el hecho de que no podía enfadarme con él por algo que quizá ni siquiera había ocurrido. Le debía al menos el beneficio de la duda ¿verdad?
—¿Cómo conseguiste el dinero para pagar la deuda de tu madre?
Y así como sabía que le debía la oportunidad de defenderse, al mirarlo a los ojos supe que no habría forma en el mundo de que lo hiciera. Cameron dio una brusca inspiración retrocediendo, al parecer sin darse cuenta, casi como si acabara de darle un golpe en el estomago. Fue entonces cuando todo a mi alrededor por un segundo perdió perspectiva, cerré los ojos procurando controlar el repentino golpeteo irregular de mi corazón, mordí mi labio con fuerza esperando descubrir la broma al enfrentarlo, esperando el instante en que sonreiría para llamarme histérica insoportable y reír. Pero cuando me atreví a mirarlo, él no se estaba defendiendo, ni riendo, ni siquiera mirándome a los ojos, él no dijo nada.
—No… —susurré negándome de plano a caer en esa treta estúpida. Y a pesar de que estaba casi rogándole con esa simple palabra, él no lo desmintió. Realmente detesto llorar, pero en ese momento vagamente fui consciente de las lágrimas que caían silenciosamente por mis mejillas—. No lo hiciste…
—Marín.
—¡Dime que no lo hiciste! —exclamé, alzando las manos para alejarlo en cuanto quiso tocarme.
—Déjame explicarte…
—¿Aceptaste dinero de ella? ¡¿De ella?! —Lo empujé, varías veces, sin causar que retrocediera lo suficiente como para dejarme volver a respirar—. Cameron, ¿cómo pudiste?
—Por favor, Marín… por favor, déjame explicarte.
Solté una carcajada cargada de sarcasmo, para luego limpiarme las lágrimas con brusquedad. ¿Explicarme? Él quería explicarme, por favor díganme que ustedes también son capaces de ver la ironía de ese pedido.
—¿Qué vas a explicarme?—le espeté, incapaz de refrenar la cólera que comenzaba a sentir bullendo en mis entrañas—. ¿Vas a decirme por qué te vendiste como un prostituto? ¿O el momento en que decidiste que sería buena idea dejarte humillar de esa forma?
—¡Tú no entiendes! —masculló con la mandíbula fuertemente apretada. Habría creído que mis palabras lo habían herido, pero ¿qué clase de dolor podría sentir un mentiroso infeliz como él?
—No, claro que no entiendo. —Retrocedí hasta la puerta principal, todo el tiempo manteniendo mis manos en lo alto a modo de escudo entre los dos, a modo de protección demasiado insulsa—. ¿Sabes? No quiero entenderlo, no quiero tratar con un hipócrita hijo de puta como tú. ¡Cobarde!
Y básicamente ese fue el momento en que hice mi salida teatral a lo Hollywood, sé que él me dijo algo más pero no me detuve a escucharlo. Tomé las llaves de mi auto colgadas junto a las suyas, y me dirigí al garaje para recuperar al culpable de que estuviese allí en primer lugar. Con tirones firmes y bruscos me deshice de Walter, decidida a no arrastrar absolutamente nada más del infierno. ¿Lo recuerdan? Se los dije al principio, había entrado al infierno pero fui tan estúpida como para creer que esta vez sabría cómo manejarlo. Un error de novatos que no volvería a cometer, eso se los prometo.
Al principio no tenía un rumbo definido, sólo sabía que quería alejarme tanto como me fuese posible de esas casas. Así que no miré atrás, me limité a presionar el acelerador mientras mi cerebro se mantenía en ese preciado estado catatónico. Sabía que cuando el impulso del momento se acabase, caería en cuenta de todo lo que había ocurrido. Entendería que mi novio se había acostado con mi madre por dinero y que él me había estado mintiendo desde el principio. Lo entendería, pero por el tiempo que durase la desconexión mental, escaparía tanto como pudiese de la comprensión. Al menos hasta que averiguase cómo se levanta una después de un golpe como ese.
***
Tal vez fue porque era lo que había tenido planeado para terminar ese día, tal vez porque necesitaba desahogarme, o quizá porque la vibración del motor comenzaba a afectar mi pierna desprovista de la protección de Walter. Sea por la razón que fuese, unos minutos después de mi precipitada salida me encontré deteniendo el auto en la entrada de Audrey. Por un largo segundo me quedé mirando la pequeña ventana con cortinas fucsia, la fachada delicada de la casita de ladrillos rojos, las flores creciendo armónicamente y el pequeño camino perfectamente arreglado. Mi amiga, aquella que renegaba de cualquier cosa femenina, tenía la casa más adorable de toda la calle. Y no tenía ni las más mínima idea de porque estaba mirando eso. Antes de sentirme más patética, bajé del carro soltando unas maldiciones por la poca estabilidad que me proporcionaba mi pierna mala. No habría creído lo mucho que Walter ayudaba a que no temblara como una hoja; quería creer que era por su falta y no por otra cosa. Debía de ser por Walter.
La puerta se abrió cuando estaba acercándome a golpearla, los ojos de Audrey fueron de mi carro, a mi pierna, luego a mi rostro y nuevamente a mi carro. No tenía idea qué estaba viendo, pero al parecer las explicaciones sobraban en ese aspecto. Ella me estrechó entre sus brazos, sin dejarme abrir la boca.
—¿Qué pasó? —Me aparté ofreciéndole un encogimiento de hombros casual, ella frunció el ceño—. Marlín tus ojos están rojos e hinchados, estás conduciendo y no traes tu pierna falsa. Ahora corta con toda la mierda y dime qué pasó.
¿Acaso alguien podría mantener la compostura después de eso? Bueno, yo no. Comencé a llorar otra vez, porque al parecer acababa de ganarme un máster en llorar como una idiota. Aún cuando el fuego de la rabia me quemaba por dentro, lo único que podía hacer era llorar e hipar. Por un segundo me sentí como la Marín de diecisiete otra vez; al menos aquella había abofeteado a Cameron, al parecer me iba haciendo más blanda con los años.
—¿Marín? —insistió mi amiga, tomándome de los hombros de forma demandante.
—Él… —Tomé aire parodiando una sonrisa que no llegué a sentir—. Él se acostó con ella… Aud, ella le dio dinero y él se acostó con ella.
—¿De quienes estás hablando? —susurró en un hilo de voz. Me limpié el rostro nuevamente, para luego señalar con mi mano en una dirección arbitraria hacia la calle.
—La Perra le dio dinero a Cameron para que hiciera de su juguetito sexual, sublime ¿verdad?
Ver la cara de horrorizada sorpresa que tenía Audrey, fue casi como mirarse en un espejo. Justamente así me sentía yo, y también profundamente asqueada.
—Oh… por Dios…
—¿Qué dijiste? —Dirigí la mirada hacia el interior de la casa, notando que Marc se encontraba anclado en la escalera, escuchando nuestra conversación estupefacto—. ¿Marín?—me increpó incrédulo, descendiendo los últimos escalones—. ¿Qué fue lo que dijiste?
—Lo que escuchaste —mascullé enfrentando sus ojos con resolución. Una resolución que una vez más, no sentía como propia.
Marc observó a Audrey y ésta lo observó a su vez, incapaz aún de decir nada. Entonces él la hizo a un lado, pasando junto a mí en una exhalación.
—¡Marc! —Él no respondió al llamado de mi amiga, se montó en su camioneta haciendo que esta emitiera un chirrido en el pavimento y despareció calle abajo—. Marín, lo siento tanto…
Negué, porque básicamente no estaba de humor para recibir sus condolencias. ¿De qué mierda me iban a servir de todos modos? ¿Sienten eso acaso, ustedes? Ese sonido es el de mi corazón apretándose tan fuerte que apenas se da lugar para latir, ¿lo sienten? ¿Ese sabor amargo subiendo por mi tráquea, esa presión detrás de mis parpados, ese calor en mis mejillas producto de la vergüenza y la humillación? Por qué deberían de sentirlo, por qué debería de sentirlo Audrey. La única que lo sentía era yo.
—¿Puedo pasar a tu baño? —Pero por algún motivo aún funcionaba lo suficientemente bien como para ser cortés.
Ella se apartó a un lado con una mano sobre su boca, afortunadamente manteniendo el silencio.
No estoy muy segura de cómo subí las escaleras, o cómo acabé medio recostada sobre el retrete. Descuiden, no intenté purgarme. Sospechaba que cuando fuese capaz de sentir otra vez, lo haría casi sin vacilar. ¿Pero cuál era el punto en ese momento? Me dolía respirar, sentía mis pulmones a punto de colapsar aunque no sabía de qué, quería gritar pero no tenía idea de cómo hacerlo. Era como aquella vez en que perdí la oportunidad de tomar mi helado; sofocante, doloroso, y aun así… insuficiente para cubrirse con lágrimas. Por suerte quedaba una parte en mí, lo bastante racional como para no llevar las cosas a un punto sin retorno. Entre la mucha mierda que Cameron me había echado encima, había un algo más que me había dado y aunque aún no lo comprendía por completo, sabía que era lo que me mantenía firme para no tomar decisiones drásticas. Así que me limité reposar mi cabeza en la fría superficie del retrete, aguardando a que un plan se abriera paso en mi embotado cerebro y me señalase el mejor camino para tomar desde allí.
El tiempo siguió su curso, dándome la libertad de pensar una y otra vez en la conversación con Cameron, intentando descubrir la parte en la que negaba ser el gigoló de mi madre. Pero no importaba cuánto reviviese el recuerdo, las cosas continuaron igual de incomprensibles para mí. Estaba perfectamente cómoda en mi autocompasión, cuando unos sonidos desde el exterior me catapultaron a fuerza hacia el presente.
—Audrey, por favor tengo que verla.
No tengo que aclararles de quién era esa voz, ¿verdad? Mejor, estaba pensando en iniciar un nuevo movimiento que consistiría en borrar su nombre de cada una de las hojas.
—¿Qué pretendes, Cameron? ¿Acaso no la jodiste ya lo suficiente? —Sonreí ante la entereza de esa mujer embarazada, la cual no dudaba en poner su cara y todo su cuerpo para defenderme.
—Ella ni siquiera me permitió hablar, Audrey… déjame entrar.
—¿Con qué objeto? No puedo creer que todo este tiempo estuve de tu lado, no puedo creer que hayas hecho algo así.
Lo que fuera que él le respondió, no llegó hasta el piso donde yo estaba. Supuse que finalmente Audrey lo había persuadido de marcharse y volví a relajarme sobre la porcelana del retrete. Algo que duró exactamente un minuto.
—Marín… —Los golpes resonaron suaves en la puerta de madera, pero no hice ningún movimiento hacia ella. Le había echado llave para darme privacidad, e internamente me alegré de haber sido tan previsora—. Marín sólo cinco minutos.
Su voz me llegó en un murmullo atenuado por la separación de la puerta, sospechaba que intentaba mantener la conversación para nosotros dos, lo cual me pareció una absurda ironía. Es decir, no es que sirviera de mucho a esa altura del partido querer ser recatado. Aunque me sorprendía que hubiese sido capaz de mantener ese rumor tan bien oculto. Ni Marc ni Audrey siquiera lo sospechaban, al menos que fuesen unos jodidos buenos actores de reacciones improvisadas.
—Maldita sea, Marín, abre la puerta.
—¿Qué quieres? —le espeté de regreso, tratando de aplacar mi impulso de soltarle más insultos. Si me obligaba a abrirle la puerta, sería pura y exclusivamente para patearlo en la entrepierna. Y no, yo quería tener un poco más de clase.
—Necesito hablar contigo, necesito que me escuches, por favor…
—¿Vas a decirme que no es cierto? —Esperé, pero él no respondió, otra vez—. Entonces no me importa lo que tengas que decirme.
—No estoy buscando que me perdones, sólo quiero que lo entiendas… Marín, tú no tienes idea. —Sacudí la cabeza dándole ese punto, aún cuando sabía que no podía verme—. No es algo que planeé para hacerte daño, ocurrió.
—¿Ocurrió?—mascullé sin poder creerme el modo en que le quitaba importancia—. ¿Acaso ibas caminando y repentinamente caíste sobre ella desnuda? Porque esa es la única forma en que podría “ocurrir” sin que lo hubieses planeado.
—Necesitaba el dinero, Marín. —Hizo una pausa, en que lo sentí arrastrando el aire pesadamente—. Nos íbamos a quedar en la calle, no podía dejar que eso pasara. Mi mamá y mi hermana sólo me tenían a mí… no creas que no agoté todas mis posibilidades. Pero estaba desesperado, Marín, habría puesto mi alma como garante si eso me ganaba más tiempo. —Emitió un leve quejido y tuve que morder mi labio para no romper a llorar otra vez—. Todo el mundo lo sentía por nosotros, pero nadie podía hacer nada… ella me dijo que podía ayudarme…
Apreté mi mano con fuerza contra mi boca, sin saber si sería capaz de oír lo que seguiría a continuación.
—Sabía como era… ella le compraba obsequios a sus novios, era la única forma en que podía mantenerlos a su lado. No era la primera vez que me insinuaba algo parecido, nunca había dicho las palabras pero siempre lo había dejado entrever. Cuando llegó ese día… —Una nueva pausa que me desgarró por dentro—. No estaba pensando en mí, sólo en ellas… no podía dejarlas pasar por eso otra vez, Marín. Era el hombre de la casa, debía tomar una decisión y la hice. No pienses que no lo lamento, así como tú llevas tus marcas… yo llevo las mías. Y nunca me voy a sentir bien con esto, pero lo que más odio es haberte lastimado.
Sentí movimiento del otro lado, la puerta perdiendo la presión de su cuerpo y un segundo después, sus pasos alejándose por el pasillo. No supe qué me impulsó a ponerme de pie, ni tampoco por qué lo seguí atrapándolo en el rellano de la escalera, pero me era imposible sólo dejarlo marchar. Cameron me miró con cautela, noté que tenía los ojos enrojecidos y el labio inferior partido, fruncí el ceño.
—¿Qué te pasó?
Él se pasó casualmente la lengua por el corte, haciendo una mueca fugaz.
—Marc… —Alcé ambas cejas, fallando en ocultar mi sorpresa. ¿Marc lo había golpeado? Al parecer él leyó la pregunta en mi rostro—. Te escuchó hablando con Audrey, y pensó que merecía que me pusieran en mi lugar.
—No debió hacerlo. —Como toda respuesta se encogió de hombros, dándome una mirada que claramente pedía dejar el tema de Marc a un lado y lo comprendí, aunque no supe expresar nada a partir de allí.
—¿Querías decirme algo? —Él bajó la mirada hacia mi mano que aún reposaba en su antebrazo y automáticamente la aparté.
—No sé qué decirte —admití en un velado susurro—. Es decir… entiendo, entiendo porque lo hiciste.
—¿Lo haces? —Una leve chispa encendió sus ojos azules, lo cual me imposibilitó seguir mirándolo a la cara.
—Sí, y lamento haberte dicho todas esas cosas antes. No es justo que te juzgue por eso, porque es obvio que no fue una decisión simple para ti. Y lo entiendo… —Cargué mis pulmones, tratando de esbozarle una sonrisa tranquilizadora. Él posó sus manos en mis hombros, atrayéndome sutilmente hasta que su frente tocó la mía—. Realmente lo entiendo… —Me paré en la punta de mis pies, alzando el rostro para rozar sus labios con un breve beso—. Pero no puedo lidiar con esto, Cameron.
—¿Qué?
Coloqué una mano sobre su pecho, haciéndonos a ambos retroceder. Él me observó en un estático silencio, algo que me ayudó a continuar sin romperme ante su expresión de desasosiego.
—No es por lo que hiciste, simplemente no puedo pensar que ella te haya tocado…
—Marín, tenía diecinueve años, pasó hace mucho tiempo. —Intentó justificarse, pero iba más allá de una medida temporal y sospechaba que él también lo sabía.
—Lo siento —murmuré bajando la mirada al suelo—. Te quiero, pero no puedo estar contigo así. Algo se rompió y no creo que seamos capaces de arreglarlo… hay cosas que no merecen ser arregladas.
—Blue…
Lo detuve alzando una mano, porque sabía que no podía seguir escuchándolo. Él me miró por última vez, esperando a que le diera permiso de alegar y cuando los minutos pasaron sin que le devolviera la mirada, se marchó. Sólo alcé la vista, al oír el sonido de la puerta principal apartándolo de mí de una vez por todas.
***
Dos días después de eso me encontraba guardando mis maletas en el carro para regresar a St. Louis, luego de una incomoda despedida con Marc en la que me pedía que no me marchara, me dirigí hacia Audrey. Le agradecí, la abracé con fuerza y le hice prometer una única cosa; algo que esperaba pudiese ayudarlo a él a comprender mejor la razón de mi negativa. Escribí estas palabras justo antes de abandonar el pueblo, para ustedes y para él. Tal vez entonces, Cameron sabría que todo esto siempre fue sobre él y no sobre mí, porque siempre fue él… sólo él.
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Seguramente los que me han leído en otras historias, han notado que esta no está metida en los mismos parámetros. Pero bueno, me guardo cualquier explicación para el final. Tengo la mitad escrito, así que supongo que pronto lo estoy subiendo. Espero que les haya gustado, sobre todo espero que más allá de lo que ocurra hayan disfrutado de la lectura y que aún tengan ganas de leer el final. Besos, Tammy.
Al lado o en twitter, la canción que estuve escuchando mientras escribía este cap. casi toda la actitud de Marín estuvo más o menos basada en las imágenes que me venían cuando escuchaba ese tema. Además de que la radio prácticamente me acosaba todo el tiempo con la canción esta xDD
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