Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Doble o nada.

Bueno, cuando yo no duermo escribo... así que otra vez estamos madugrando con un cap. Mis disculpas a esos que les llega a la notificación al móvil u_u  ¡Espero les guste!

Capítulo XVIII:

                                                     Doble o nada.

¿Han visto esas películas que tratan sobre el fin del mundo? Ya saben, esas donde las personas se desesperan por saquear las tiendas y llenar sus despensas con comida que jamás probarán en su vida. Bueno, mi cocina parecía el detrás de escena de esas películas. Para donde girara mi cabeza algún producto alimenticio me saludaba desde su posición, presumiendo de su ventaja numérica. Pan, vegetales, frutas—¡en el frutero!—, cajas de cereal, galletas sanas, galletas no tan sanas, con gluten, sin gluten y con alto contenido de fibras.

Era la invasión de la comida.

Y se estarán preguntando de dónde carajos salió todo esto, ¿no? Tranquilos, allí voy con la explicación.

El lunes al regresar bastante tarde de la clínica, decidí por la paz de todos alejarme tanto como fuese posible de mi vecino. Oh, sí, seguíamos siendo vecinos. Lamento cortarles el rollo romántico, nunca dije que esta fuese de ese tipo de historias. Creo que dejé más que claro que no quiero un novio o una relación, o nada remotamente cercano a eso. Yo estaba bien en mi soledad, ¿qué necesidad tenía de contaminar mi espacio? Ninguna. ¡Diablos! No digo que él no esté bien, no digo que la noticia de “no más Ash a la vista” no me hubiese pintado una sonrisa, pero qué con eso. El que tuviera o no una novia, no lo volvía mágicamente más accesible para mí. Cameron era mi representación vulgar de romance platónico, y todo el tema de que sea platónico es justamente porque debía quedarse como una idea de belleza en sí, eterna, ininteligible y perfecta. O sea en el plano de lo perfecto, allí donde los seres humanos sólo somos capaces de llegar al ser iluminados.

Nota al paso: si no conocen la filosofía de Platón, tal vez lo anterior no les suene demasiado coherente. Pero este hombre básicamente decía que toda la mierda terrenal, es sólo eso y que no se puede hacer de una persona el objeto de amor, porque el amor es la esencia de la belleza. Y eso no se encuentra en una persona o en una cosa, sino en un proceso por el cual se alcanza el conocimiento y la aceptación de todo lo bello. Las cosas tangibles sólo son replicas absurdas de un mundo fantástico de ideas. O algo así iba el cuento ese, no esperen que haga un resumen filosófico al respecto. Pero es que me jode que la gente use el término “platónico” sin saber a qué hace referencia.

De nada, ahora que ya los he instruido… continuemos. 

Antes de dejarme sola el lunes, Cameron fue de compras y en resumidas cuentas, sólo le faltó la dependienta para traerse todo a mi casa. No estaba muy segura cuál era su intención al atiborrar mis despensas de comida, pero era su dinero y no iba a decirle cómo gastarlo. Me daba igual que llenara cada esquina con un alimento, eso no haría que sintiera más apetito o que repentinamente aceptara que la comida sería una constante permanente en mi vida. Podía pasar de ella, podía ignorarla como llevaba haciendo desde hacía un largo tiempo, y en caso de que ignorarla no surtiera efecto, el cepillo de dientes estaba a un lavabo de distancia para solucionar el percance.

Suspiré jugueteando con una manzana que había quedado a mano, suponía que él la había dejado allí como en una especie de mensaje mudo. Luego de lo ocurrido no hablamos del tema; si en algo somos buenos Cameron y yo, es en hacer de cuenta que las cosas no ocurren. Bueno, al menos hasta que uno se cansa de fingir y suelta las barreras de contención de la compresa. Pero mientras ambos nos contuviéramos, podíamos pretender que no habíamos asaltado la boca del otro frente a la clínica. Diablos, que yo iba a hacerlo.

Sentí unos golpecitos suaves en la puerta y empujándome sobre mis muletas, abandoné a mi eterna enemiga. Me conformaba sabiendo que no podía salir de la cocina, al menos no tenía que temer que llegaran por mí en las noches.

—Hola.

Abrí la puerta ganándome el saludo instantáneamente.

—Hola, Marc. —Era martes, eso significaba una tregua para mi cerebro.

—Tengo una propuesta para ti.

Sonreí, haciéndome a un lado para dejarlo entrar pero él se mantuvo firme en mi pórtico.

—Acepto, pero no quiero nada de compromisos largos. Un viaje a Las Vegas improvisado está bien para mí, admito que siento curiosidad por ver las capillas Elvis.

Él soltó una carcajada, rodando los ojos con diversión. Todo era tan fácil con Marc.

—Lo tendré en cuenta, pero no es eso a lo que vengo hoy.

—¿Bromeas? Acabas de romper mi corazón en mil pedazos, Marc, no creo que pueda superar esto.

—Oh, lo superarás…

—No lo sé. —Negué lentamente, echándole una mirada por entre las pestañas—. Es que te ves tan guapo hoy, sigue haciéndolo y no podré resistirme.

—Lo sé. —También se miró críticamente—. Ni siquiera lo intento, pero esto me sigue pasando.

—Pobre de ti… —Ambos rompimos a reír como escolares.

No habían pasado ni dos días desde la última vez que nos habíamos visto y aun así sentía que lo había echado en falta. Marc peligrosamente se estaba volviendo alguien imprescindible en mi vida y por extraño que suene, esto no me asustaba tanto. Lo quería en mi vida, quería amigos, quería reírme despreocupadamente, quería pensar que esto era normal y que lo normal no debía ser ajeno a mí. ¿Estaba mal pensarlo?   

—Bueno, ¿quieres escuchar mi propuesta o no?

—¡Dispara!

—No, nada de eso… sube a la camioneta. Tú y yo, guapa, tenemos trabajo detectivesco que hacer.

Abrí los ojos como platos, ¿qué se traía entre manos?

—¿Debo traer mi arma o mi identificación falsa?

—Nada de eso… —Me miró en silencio por un instante—. Aunque tal vez quieras ponerte algo más escotado.

—Si piensas vender mi virtud, te diré que ese barco ya zarpó. —Con una masculina carcajada, Marc bajó los escalones de mi entrada en dirección a su camioneta y yo lo seguí cerrando la puerta a mis espaldas.

No tenía idea a dónde pretendía llegar, pero las sorpresas de Marc por ahora no me habían decepcionado. Él tenía una fuerte intuición al momento de caer del cielo para distraer mi mente.

                                                                 ***

Cuando Marc se detuvo en el aparcamiento del mercado del pueblo, comencé a sospechar que Cameron había roto su promesa de mantener el secreto. ¿Acaso le había asignado la tarea de comprarme más comida?

—¿Qué estamos haciendo aquí? —Me volví para enfrentarlo con un ceño levemente fruncido.

Realmente el que Marc supiera, echaría a perder todo ese tema de tener un amigo con quien ser normal.

—Bueno, la calle principal no deja estacionar hasta después de medio día. —Agité una mano para que se explayara un poco más, pero él se limitó a sonreírme y salirse de la camioneta.

Dios, como odiaba que pudieran moverse con tanta libertad. Las muletas estaban bien, pero no había nada como la potestad de ir y venir a mi antojo en dos piernas. Marc se demoró unos instante en dirigirse a mi puerta y sacar a Cameron y Marc de la parte trasera. Al bajar miré el mercado con cautela, pero afortunadamente para mí (y mi estomago) él ni se volteó en esa dirección.

—Vamos, nos está esperando.

Antes de que avanzara demasiado, lo detuve firmemente de un brazo.

—¿Quién nos está esperando? —mascullé, ya no tan segura de querer seguir con esto. No era muy buena manejando “quienes” nuevo, soy naturalmente antisocial.

Lo sé, lo sé, me he estado mostrando reacia a todas las iniciativas de Marc, y pretendía no perder la costumbre sobre ello. Aun cuando todas habían resultado bien, tenía que tener mis reservas ¿no? Él me miró con su demasiado brillante sonrisa y a regañadientes tuve que sonreírle. Era como la jodida respuesta automatizada, Marc sonríe y el mundo sonríe a la par.

—Verás, Mar, estuve haciendo algunas averiguaciones… ya sabes cobrando favores y eso.

—Aja —acepté algo escéptica. Marc colocó sus manos sobre mis hombros, como si presintiera de antemano que necesitaría aquel sostén.

—La cosa es que he encontrado al abogado que redactó el testamento de tu padre, él nos está esperando ahora para hablar.

Abrí la boca sorprendida, con la respiración atorada entre mis pulmones y algún canal que los comunicara con el exterior. ¡Oh por nuestro santo padre y el niño en la cesta! ¿Podría ser cierto? ¿Acaso él…?

—Estás… ¿estás de broma? —Logré murmurar cuando mi cerebro recordó las órdenes para el funcionamiento del habla. De ser físicamente posible, creo que su sonrisa se ensanchó más.

—No, Marín, te dije que haría lo posible para ayudarte con el tema de tu casa. Si al abogado tiene una copia del testamento, tu mamá no podrá vender…

—¡Oh por Dios! —exclamé volviéndome literalmente estúpida. Sin pensarlo dos veces salté a los brazos de Marc y para buena suerte mía, él estaba en buen estado porque logró sostenerme sin hacer una mueca. Coloqué mis manos sobre sus hombros, sintiendo que la emoción por lo que acababa de decirme me comenzaría a desbordar de un momento a otro—. Marc… Marc… creo que podría besarte.

Y para ser honesta con ustedes les diré que del “creo” pasé a los hechos, aunque no estoy segura de cómo ocurrió. Simplemente me encontraba abrazándolo y al siguiente segundo mis labios estaban en los suyos. ¡Vaya! No me pidan que explique esto, yo sólo quería agradecerle. Y juro que fue completamente casto e inocuo. Un beso de menos de un nanosegundo.

Cuando me aparté, sus ojos estaban abiertos de par en par mientras que el rubor en mis mejillas se extendía a pasos agigantados. M–i–e–r–d–a. ¿Acababa de besar al mejor amigo de Cameron? ¿Mi recientemente reconocido amigo necesario para la vida? ¿Qué carajos estaba mal conmigo? No respondan.  

—Ay… lo siento… —Intenté empujarme lejos de su—tonificado y firme como la roca— cuerpo, pero en mi arrebato por abrazarlo había dejado caer mis muletas.

¿Lo ven? En instantes como estos echaba en falta mi capacidad de sostenerme por mí misma.

—No te preocupes.

Con la acostumbrada naturalidad que lo caracterizaba, Marc me ayudó a pararme en un pie mientras él alzaba mis muletas del suelo. Le ofrecí una leve sonrisa incómoda para tantear el terreno y a cambio me gané un guiño despreocupado por su parte. No sabía si eso significa un realmente no te preocupes, pero no estaba del todo dispuesta a indagar sobre el tema.

Esto estaba tan mal, que el sector inteligente de mi cerebro bajó las persianas y abandonó el edificio. Y pensar que veinte minutos atrás me vanagloriaba de no tener intrusos en mi vida solitaria, la soledad estaba muy sobrevalorada. No sólo logra que alguien se invente personajes con quien hablar, sino que también hace que beses a dos hombres con un día de diferencia. ¡Diablos! La soledad me estaba volviendo una zorra lunática.

                                                                ***

La buena noticia fue que el abogado, el señor Harper, podía conseguirme una copia del testamento de mi padre. La mala noticia, era que debía esperar al menos unas dos semanas para obtenerlo. Al parecer los asuntos legales como intentar hacer hablar a un muerto, requerían de tiempo y muchas explicaciones. Pero lo importante era que iba a obtenerlo y en cuanto eso fuese un hecho, mi madre no tendría nada con qué atajarse. Legalmente la casa me pertenecía y el señor Harper se aseguraría de que los deseos de mi padre se mantuvieran.

Pensado todo esto detenidamente, luego de ver lo que Marc había hecho por mí, el beso no parecía tan fuera de lugar. Es decir, él me había provisto de un arma para defender la casa de papá. Eso se merecía un agradecimiento, y dado que mi economía no era la mejor, tuve que valerme de lo que tenía más al alcance. Esto no cambiaba las cosas entre nosotros, todavía quería ser su amiga. Valoraba su amistad, quería que supiera eso.

—No salió nada mal —murmuró él en cuanto salimos de la oficina del abogado. Lo miré, dándole una pequeña sonrisa.

—Yo creo que salió a la perfección, Marc, en serio… pídeme lo que quieras. Me aseguraré de compensarte por esto.

—No seas tonta, Marín. —Pero ni bien terminó de decir aquello, pude notar cierto brillo especulativo en su mirada—. Aunque, pensándolo bien… tal vez haya algo que puedas hacer por mí.

De acuerdo, lo había dicho y mantendría mi palabra, aunque esto en mi caso sólo podía significar problemas. Asentí.

—Ok, pero fijemos cierto límites… mi chequera ha sufrido algunos golpes con los pagos para reparar mi auto.

—No, tranquila. No quiero nada que puedas pagar. —Ay, mierda. ¿En qué acababa de meterme? Supongo que él notó la vacilación en mi expresión, porque automáticamente me dio una sonrisa juguetona—. Lo que quiero es que disfrutemos este día.

—¿Ah si?

—Sí. —Alzó la vista hacia el cielo, dejando que el sol iluminara sus rasgos—. Es un bonito día y has estado demasiado tiempo encerrada. ¿Quieres ir a comer conmigo?

Realmente no entiendo por qué es tan popular la creencia de que una comida es una buena forma de disfrutar el día. A mí se me podían ocurrir al menos diez razones por las cuales salir a comer con alguien no es ni remotamente placentero.

—A decir verdad… —Me mordí el labio inferior, tratando de fraguar un escape que no lo desanimara. Después de todo, estaba pidiéndome esto como un modo de devolverle el favor—. Hace siglos que no entro a una sala de cine, ¿crees que podemos ver una película?

Marc echó una mirada calle abajo, donde yo sabía que se encontraba las dos únicas salas de cine que había en el pueblo. Lo sé, es bastante triste.

—Películas, palomitas y soda grande… —Sonrió—. Suena bien para mí. —Tendiéndome el brazo como un autentico caballero, esperó a que lo tomara. Pero entonces notó las muletas bajo mis axilas y rodó los ojos—. Lo siento, mejor camino cerca de ti.

—Correcto. —Acepté soltando una risilla de burla. De alguna forma presentía que aquel pequeño tropezón en el aparcamiento, no iba a ser un problema entre nosotros.

Caminamos las dos calles que nos separaban del cine y tras observar las (dos) opciones, terminamos por inclinarnos por una película de terror… ¿o sería suspenso? Bueno, algo sobre zombis que iniciaban el fin del mundo tras ser contagiados por un virus. Claro, una trama jamás vista antes.

—Compraré las palomitas.

—Ok… —Me alejé unos pasos de la fila de personas, puesto que mis compañeras no se consideraban de lo más prácticas para esperar de pie. Busqué la primera pared más cercana y me recargué sobre ella, como un animal herido de muerte. Lo juro, esto de cargar con Billie se volvía más y más complicado.

Mientras discutía conmigo misma las ventajas y desventajas de llevar una escayola que probablemente pesaba más que yo, mi móvil comenzó a vibrar en el bolsillo trasero de mis shorts. Alcé la mirada en busca de Marc, pero aún había delante de él tres mujeres, un niño indeciso y un padre complaciente. Saqué mi teléfono y respondí sin mirar el identificador.

—¿Hola?

—¿Qué tal tu día hasta ahora? —¿Reacción número uno? Quedarme en silencio. ¿Reacción número dos? Colgar sin responder. ¿Reacción número tres? Quedarme pegada al auricular, deseando escuchar su susurrante voz unos segundos más. Opté por la tres, es que soy débil de mente y algo más tonta de lo que me gusta admitir—. ¿Blue?

—Cameron —saludé con toda la indiferencia que fui capaz de conjurar en esos segundos de estupor. Él rió muy suavemente ante mi reacción.

—¿Y bien? ¿Qué tal tu día?

—Perfectamente, gracias. ¿Qué hay de ti? —Un aplauso para mí y mi estupendo poder para controlar la situación.

¿Y qué si esta era la primera vez que llamaba a mi móvil? ¿Y qué si esta era la primera vez que hablábamos luego de que huí de él al llegar a casa? ¿Y qué si aún sentía curiosidad por eso de que había roto con su novia por mí? No, señores, nada de eso importaba. No iba a dejarlo saber que tenía los dedos de mis pies apretados como una quinceañera entusiasta.  

—Aburrido, estoy organizando equipo.

—Ah.

—¿A qué se debe ese “perfectamente”?

Me encogí de hombros, aún cuando sabía que esto no era una videoconferencia.  

—A que es martes y hoy descanso de ti.

—Auch… también te quiero, Blue. —No, eso no sonó ni lindo ni nada.

—La verdad es que Marc me consiguió una cita con el abogado de mi padre. —Era una buena noticia y no veía mal que él lo supiera. Es más, con lo amigo que era de Marc, quizá y ya lo sabía.

—¿En serio? ¿Y qué te dijo? —O quizás no.

—Puede conseguir una copia del testamento.

—¡Eso es genial, Marín!

Sonreí al notar verdadero entusiasmo en su voz. Volví el rostro sutilmente hacia la fila de las palomitas, notando que Marc me aguardaba pacientemente.

—Cameron, debo irme estoy por ver una película.

—De acuerdo… ¿qué vas a ver?

—No lo sé, una de zombis o algo así. Es nueva en el cine… —Le hice un gesto con la mano a Marc para hacerle saber que necesitaba un minuto, aunque él no estaba apurándome ni mucho menos.

—¿Estás en el cine?

—Sí, Marc me invitó a ver una película ya que estamos fuera —expliqué concisamente—. Bueno, hablamos luego…

—¿Marc te invitó al cine? —me interrumpió él con un tonito de incredulidad que me fue imposible pasar por alto.

Una desagradable sensación se asentó en la base de mi estomago, algo como esa no calma que anuncia la tempestad.

—Sí, ¿qué tiene de malo? —le espeté de regreso.

¿Ven cómo intento controlar a la fiera en mí? Pueden verlo, ¿cierto? Es que necesito testigos de que estoy trabajando en no ser una histérica insoportable.

—Nada. —Pero había mucho más que un nada en ese “nada”—. Sólo que… ya te expliqué sobre Marc.

—¿Me explicaste sobre Marc? —inquirí, sin poder aplacar una risa irónica. Él resopló al otro lado de la línea, mientras yo me obligaba a despegarme de la pared y voltearme en dirección opuesta a Marc—. ¿Qué es específicamente lo que me explicaste sobre él?

—Marín. —Cameron casqueó mi nombre como si fuese una maldición o algo peor. Eso sólo logró encabritarme, pero la fiera estaba bajo custodia y no iba a… no iba a…—. Te dije como te ve, sabes que…

—¿Qué sé? —lo corté, logrando que mi tono calmo y pausado sonara creíble—. ¿Qué sé, Cameron? ¿Hay alguna razón por la que no debería venir al cine con él?

—Tú le gustas.

—¿Y esa es la razón?

—Maldita sea, Marín, ¿crees que esto me hace alguna gracia? —Él no estaba teniendo tanto éxito en mantener la compostura—. Es mi mejor amigo, no quiero que le des a pensar algo…

Jadeé, incapaz de creer su atrevimiento.

—¡¿Discúlpame?! —A la mierda la calma, nadie podría tratar con este imbécil de forma civilizada. La fiera estaba siempre a prueba con él—. Hasta donde recuerdo yo no tengo que rendirle cuentas a nadie, Brüner. Si quiero venir al cine con Marc o saltar sobre su cuello en medio de una maldita sala atestada, tú eres el último que puede prohibirme hacerlo.

—¡Bien! ¡Con un demonio, si eso es lo que quieres entonces hazlo! —Admito que me sobresalté por su arrebato, pero logré disimularlo tras una máscara de calculado silencio—. Sólo avísame para no meterme en tu camino, no voy a perseguirte o hacer algo que perjudique a mi amigo.

—Cameron… —Demonios, ¿por qué tenía que ser tan correcto con todo? Ni siquiera me gustaba Marc, pero él estaba dispuesto a hacerse a un lado si ese fuese el caso. Incluso cuando había roto con su novia para intentar algo conmigo, incluso cuando lo había besado un día atrás. ¿Realmente pensaba que tenía tan pocos escrúpulos? (Obviemos el pequeño detalle boca a boca con Marc)—. Sólo vine a ver una estúpida película, ¿podrías dejar de ser tan idiota sobre todo esto? Aún no sé qué quiero, pero definitivamente no quiero causar problemas entre ustedes.

—Entonces deja de exasperarme, por el amor de Dios. Sé que me crees un idiota, pero no abuses…

—Oh no, creía que eras un idiota… en tiempo pasado. Ahora comienzo a sospechar de un daño cerebral.

—Marín… —suspiró la palabra entre dientes, casi como estuviese conjurando a todos sus santos para no insultarme. Pero también pude sentir que su exaltación estaba remitiendo—. Sólo… —Se detuvo y en mi mente lo imaginé pasándose la mano por el cabello, o quitándose esos mechones largos que siempre le tapaban los ojos—. Sé que tu religión no te permite admitir un error, pero si crees que lo que pasó durante el viaje lo fue. Es mejor que me lo digas ahora.

¿Y qué se suponía que debía responder a eso? Eché una fugaz mirada sobre mi hombro, Marc se encontraba leyendo los horarios de las películas y agradecí internamente que fuese tan estupendo conmigo. Las cosas serían tanto más fáciles con alguien como él, no habría imprevistos o discusiones constantes, pero tampoco sería real. Si tan sólo yo fuera alguien que podría darse el lujo de elegir, si tan sólo me creyera suficiente para él o para Cameron. Pero no lo era, la respuesta correcta era decirle que todo era un error. Dejarlo en paz, incitarlo a que regresara con su novia y dejar de pretender que podía tenerlo en mi vida.

—Perdón… —susurré finalmente. Por un largo segundo él no dijo nada, hasta que su voz ronca rompió a lo otro lado de la línea con sólo dos palabras:

—¿Por qué?  

—No lo sé, son las reglas. —Aguardé lo suficiente como para oír la pequeña risa que dejó ir entre dientes y entonces… colgué.

Lo importante aquí era que lo había comprendido, después de todo es una disculpa por un beso, ¿no?

________________________

Entonces... lo dejamos acá por ahora. Espero que les haya gustado el cap. gracias por pasar, siempre es un gusto tenerlos del otro lado ;)

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro

Tags: