Confrontar y responder.
¿Qué les digo? Terminé el capítulo hace un ratito, y pensaba irme a dormir porque son las seis y media de la madrugada. Pero después me dije, nahh... mejor ya lo subo y después me voy a dormir. Es un cap. madrugador, me disculpo de antemano por las posibles erratas. Y bueno, ya me dirán si les gustó o no xD
Capítulo XVII:
Confrontar y responder.
Creo que algo así iba el consejo del día del psiquiatra: Marín confronta tus problemas y búscales respuestas, sólo tú puedes… bla, bla, bla. Admito que dejé de oír después del “sólo tú puedes”, ¿sólo yo? ¿Qué carajos? ¿Acaso no le pagaban para hacer esto conmigo? Él debería darme las respuestas, él debería ponerme de cara frente a mis problemas y obligarme a confrontarlos. Jodido psiquiatra, no sirvió mucho a la causa si me lo preguntan.
Pero dejando de lado lo dicho por el psiquiatra; “Alex, llámame Alex”, el resto del día no fue tan mal. De acuerdo, fue horrible. Pero no pueden negar que intenté ser positiva al respecto. Les daré la versión acotada del asunto, porque considero que una humillación diaria es lo máximo tolerable para una persona:
Me pesaron, me midieron y me hallaron defectuosa. ¿No había una película donde decían eso? Lo siento, me pondré seria a partir de ahora.
En cuanto ingresé fui llevada a la enfermería, lo que obviamente es una suerte de oficinilla donde te toman los datos, te pesan en caso de que puedas ser pesada—en mi caso no pudieron gracias a Billie—y te revisan el cuerpo. Doy por hecho que comprenden lo muy detestable que es esta situación, pues te obligan a dejar tu dignidad a un lado mientras ellas miran, anotan, asienten y reniegan. Contaron mis cicatrices, buscaron por cortes recientes, incluso apuntaron el morado en mi codo por ese golpe previo contra la camioneta. Sí, todo eso va incluido en el paquete de la humillación. Cuando terminaron conmigo me sentía ultrajada, manoseada, observada y juzgada. Todo en el lapso de unos eternos treinta minutos.
Entiendo que ellas lo hacen porque es su trabajo, hasta comprendo la símil rudeza con la que te tratan. Algo así como amor duro. Pero es imposible explicar esto desde la perspectiva superada de una chica que no se siente ya lo suficientemente cohibida con su cuerpo, como para ponerse en el lugar de las enfermeras. Para mi mente, ellas son unas perras… y pueden meterse su opinión sobre mi forma de vida donde más les quepa.
¿Continuamos? Bien, luego del proceso al que amablemente llamo “desinstalación de la dignidad”, fui acarreada hacia la nutricionista. Obtuve mi diario de comidas de ella, un libro soso donde debía escribir mis avances con la comida. Sí, buena suerte con esa, Mary Suanson especialista en desordenes alimenticios.
Más tarde fui con Alex, llámame Alex. He hablado con psiquiatras antes y este no tenía nada especial para mí. Hicimos el típico viaje hacia atrás, buscando el momento en que le di comienzo a mi locura. “No, no, Marín, no es locura…” me recordó Alex, llámame Alex cuando se lo mencioné. Y esto devino en una conversación en la que buscamos definir el concepto de locura; los loqueros son tan fáciles de distraer. Para cuando terminé con él, tuve en claro cual sería mi modo de trabajar en esas sesiones a partir de entonces. Finalmente me preguntó cómo me veía yo misma, le dije que no me veía… que ese era el punto de todo. Y él me echó el discurso sobre confrontar y responder.
Alex, llámame Alex no tenía ni puta idea de qué hacer conmigo. Lo pude ver en sus ojos, en el momento exacto en donde le tiré una línea que no supo pescar. Era demasiado inexperto y yo ya tenía un reguero de loqueros caídos a mis espaldas. No exagero, no hay peor cosa que un loco inteligente. Y sí, soy inteligente, cuando se trata de escapar soy la maldita Houdini de las excusas. Creo que él percibió que sus profundas palabras no estaban calando en mí, por lo que me mandó a una sesión de grupo que estaba dando comienzo. “Algunas chicas de tu edad, Marín, será bueno que puedas oír sus experiencias”, me encogí de hombros y fui. Tuve que asistir a un almuerzo en grupo, supervisado por la sonriente consejera Nora. Comí un plato de puré, tres vasos de agua y ninguna visita al baño.
La odisea terminó a las tres con cuarenta y cinco de la tarde. Si se preguntan dónde estuvo Cameron todo ese tiempo, pues yo me lo pregunté por un minuto también. Al pensamiento de que lidiar con la clínica sería más simple que con Cameron, pues le exigiré un recuento de votos. Casi y hasta había olvidado que todas esas personas estaban allí con el propósito de hacerme caer, casi quise sentir que allí había una salida… Y entonces encontré la puerta.
***
—Confrontar y responder, confrontar y responder… —Tal y como me habían aconsejado, ni bien di un paso fuera de la clínica comencé a murmurar mi nuevo mantra.
Sé que de fuera se vería un poco extraño toparse con una chica hablando sola, pero saliendo de la clínica esto casi y es como una postal.
—¿Qué se supone que debes responder?
Volteé la cabeza bruscamente siguiendo el sonido de la voz; sentado en un banco a mi derecha se encontraba Cameron, sosteniendo un periódico y observándome por sobre las páginas. Admito que fue una sorpresa encontrarlo allí, nuestra despedida—si eso podía llamarse así—no fue de lo más civilizada. Y teniendo en cuenta que lo había visto hablando con Alex, llámame Alex antes de ir al almuerzo grupal, pues suponía que ya habría tenido más que suficiente.
—¿No debería hacerte yo esa pregunta?
El psiquiatra no podía discutir directamente conmigo el modo de tratamiento a seguir, no al menos hasta que hablara con los demás especialistas y llegaran a un acuerdo. El hecho de que Cameron hubiese conducido la camioneta, de alguna manera—incomprensible para mí—le otorgaba cierto derecho a ser parte de esta “toma de decisión”. Dejar mi destino alimenticio en manos de Cameron y Alex, llámame Alex, parecía como un gran salto de fe al vacío.
—¿A qué te refieres?
Fruncí el ceño, deteniéndome delante de él. De ese modo le impedía ponerse de pie, lo cual me daba una ventaja panorámica que no tenía a menudo con Cameron.
—¿Qué hablaste con Alex, llámame Alex?
—¿Alex, llámame Alex? —inquirió con un nota de vacilante curiosidad en su tono.
—No distraigas el rumbo —lo acallé agitando una mano—. Tú y el psiquiatra hablaron, ¿qué te dijo? ¿Cuál es el veredicto? ¿Estoy loca? —Vaya, realmente esa es una duda que no quiero disipar aún. Sacudí la cabeza—. Es decir… ¿tengo que volver? ¿Qué te dijo que hará? ¿Voy a tener que quedarme?
Cualquier cosa sería mejor que permanecer en ese lugar. ¡Dios! Vendería a mi madre a cambio de un “no” para esa pregunta. Pensándolo bien, ¿quién diablos compraría a Desgracia?
—De acuerdo, tranquila. —Cameron intentó incorporarse, pero yo estaba demasiado cerca y al parecer no iba a poder manejar la cercanía luego de lo ocurrido. Mejor, era bueno ver que el recuerdo de Ash aún estaba fresco entre ambos.
—Sólo responde lo que te pregunté.
Bajó el diario con un exagerado suspiro de resignación, tomándose su tiempo para doblarlo y luego colocarlo junto a su pierna. Estaba siendo exasperante a posta, pensaba que ya habíamos superado la etapa infantil, pero al parecer Cameron involucionaba con el paso de las horas.
—Bueno… me dijo que aún debe hablar con el resto de las personas de su equipo. Pero que de momento, lo más aconsejable sería que permanecieras aquí…
—¡¿Qué?! —Obviamente mi primera reacción fue despotricar. Es decir, maldición, si yo sabía que iba a pasar esto—. Olvídalo, esto me pareció una mala idea desde el principio. No me pienso quedar aquí, así que puedes ir a decirle a ese medicucho que se vaya al infierno. Quiero volver a mi casa, llévame a mi casa.
—Marín, cálmate. —En esa ocasión no tuvo problemas para ponerse de pie y posicionar sus manos sobre mis hombros a modo de forzar la distancia entre ambos—. ¿Quieres dejarme terminar?
—¿Oh, hay más? —mascullé irónica, importándome poco causar una escena en pleno camino de entrada—. Se suponía que ibas a decirle que no pensaba quedarme, ¿por qué demonios no te apegas a los planes?
—¡Cállate! —Una sacudida por su parte fue suficiente para hacerme recular en mi plan de hacer una escena, al menos de momento. Ustedes deben comprenderme, la perspectiva de regresar al encierro de la clínica me ponía un tanto paranoica. Sí, más de lo normal—. Eres una histérica, insoportable.
—¡Y tú un imbécil, engaña novias!—le espeté, clavando mi índice en su pecho—. Pero no me ves gritándolo por ahí ¿no?
Cameron liberó mis hombros, para cubrirse el rostro con las manos. Estuve casi segura de oírlo decir algunas maldiciones contra sus palmas, pero poco me importó. Es decir, no había dicho ninguna mentira.
—Escucha —inspiró profundamente—, lo que Alex dijo fue que dada tu situación lo mejor sería que permanecieras aquí. —¿Alex? ¿A qué venía tanta familiaridad? Fruncí el entrecejo, pero me obligué a seguir escuchando—. Pero le dije que no te sentías a gusto con esa idea, así que lo que él quiere es hablar con su equipo y discutir una forma de tratamiento ambulatorio para ti.
—¿Qué significa?
—Significa que tendrías que seguir un programa en casa, ver a Alex de vez en cuando y probar si eso funciona.
—¿Y cuántas veces tendría que volver?
—Aún no lo sé, él nos lo dirá mañana. —Asentí suavemente, aún ensimismada en mis pensamientos.
El tratamiento ambulatorio, u hospital de día, había sido la primera opción que nos habían ofrecido con mi madre. Pero ella no había estado de acuerdo porque requería de una supervisión casi constante, eso significaba que si estaban pensando en esa posibilidad era porque…
—¿Te ofreciste de voluntario para supervisarme? —No quería sonar recriminante, pero fue imposible aplacar ese sonido chillón en mi voz.
Cameron se encogió de hombros levemente como si ofrecerse a vigilar lo que come su vecina fuese una decisión común de todos los días, luego volvió a tomar asiento en el banco de granito dándome una vez más la ventaja. Yo me moví con algo de torpeza, hasta lograr colocarme sobre el periódico que él había abandonado previamente. No necesitaba ventaja posicional en ese momento, lo que necesitaba era comprender por qué en el nombre de Cristo resucitado, este hombre seguía involucrándose en mi locura.
—Con todo… realmente creo que podemos hacerlo, Blue.
Volví el rostro en su dirección, pero él se encontraba mirando el camino de piedritas o quizá más allá, al aparcamiento.
—Lo siento —musité, antes de que el impulso por hacer lo correcto huyera de mí. Algo que ocurría bastante más a menudo de lo que parece.
—Exactamente, ¿por qué?
—Por ser una histérica insoportable —ofrecí con una sonrisa conciliadora de por medio.
—No te preocupes…
—No, lo digo en serio, intentaré calmarme a partir de ahora.
—No lo hagas. —Me enfrentó finalmente—. Comienzo a simpatizar con la histérica insoportable.
Rodé los ojos, dándole un empujón con mi codo juguetonamente.
—¿Obtienes alguna especie de placer visceral al hacerme sentir como una mierda?
—Oh, sí, es parte de mi naturaleza perversa.
Solté una carcajada ante su pobre intento de guiñarme un ojo, y al percatarme de que volvíamos a actuar como si las últimas horas en la carretera no hubiesen ocurrido, aparté mi vista de él obligándome a enfocar mi mente. Podría pretender que no habíamos intercambiado besos por disculpas, podía incluso obviar el coqueteo y achacar a mi imaginación aquella idea estúpida de que quería algo más de mí que sólo mi amistad. Pero por mucho que quisiera, no podía mirarlo a los ojos y actuar como si los años y los recuerdos no hicieran mella en mí. ¿Por qué tenía que ser tan débil de mente?
—¿En qué piensas? —El sonido amortiguado de sus palabras apartó mi atención del infinito, al mirarlo lo encontré comiendo una manzana. Otra.
—¿Acaso viajas con un manzano en tu bolsillo?
—¿Manzano? —Enarcó las cejas en gesto confuso y no pude más que poner los ojos en blanco.
—El árbol que da manzanas, Cameron.
—Oh… —Asintió, obsequiándome una fugaz sonrisa—. Ya lo sabía, sólo me confundiste por un instante.
—Pensabas que hablaba del masculino de manzana, ¿no? —Una risa baja retumbó en su pecho y supe que había dado en el blanco.
Estiré una mano interrumpiendo la broma que al parecer sólo a él divertía, y le robé la manzana. Antes de que pudiera decirme nada, le di una mordida y la regresé a un bastante impactado Cameron.
—¿Qué? —mascullé retadoramente, mientras masticaba con ahínco—. Te dije que sí como.
Él pestañó forzándose fuera de su aturdimiento, para luego fruncirme el ceño.
—Bien, pero no mis manzanas. —Enfatizando que era su manzana, le dio otro enorme mordisco que hizo que el sonido de la fruta produjera un eco que caló en mis oídos.
—Eres vil.
Amagué a tomar lo que restaba de manzana, pero él se giró rápidamente dándome la espalda. Logré introducir un brazo por su lateral, arañando tímidamente el objeto que sacó a los hombres del paraíso. Cameron apretó entonces su codo contra el cuerpo, atrapando mi antebrazo en el proceso y en represalia lo tomé del cabello, jalando su cabeza hacia atrás en una postura que debía de doler.
—Tiempo, tiempo, tiempo… —Me ofreció la manzana por encima de su hombro, pero sin disminuir la presión sobre mi brazo atrapado.
—Suelta —le ordené. Sus ojos encontraron los míos en un ángulo que no parecía ser muy cómodo.
—Tú primero. —Jalé incluso más fuerte de su cabello, para que supiera que la negociación no entraba en consideración.
—¡Suelta!
Al momento en que liberó mi brazo, atrapó mi muñeca forzando mi mano lejos de su cabeza. No estoy segura de cómo, pero finalmente quedé reducida por sus movimientos y mis manos estaban presionadas contra su regazo, y la manzana en su boca, y su rostro enfrentándome. Diablos, el entrenamiento de los bomberos era bueno.
—¿Vas a soltarme ya? —pregunté, mientras intentaba inútilmente de aflojar la comprensa con la que sostenía mis muñecas.
Cameron se acercó a mí con la manzana en la boca y me tomó un largo segundo comprender lo que me estaba pidiendo. Dado que no parecía proclive a soltarme, decidí seguirle el juego. Abrí la boca, mordiendo la manzana para liberar la suya.
—Ahora… —Me sonrió brevemente, echándole una miradita a la manzana que me silenciaba—. Hablemos un poco.
Me incliné hacia él, y Cameron rió tomando la manzana ya bastante castigada por nuestras mordidas.
—¿Sobre qué? —inquirí una vez que fui libre. Él me devolvió la fruta.
—Sobre algo que dijiste antes… —Tiró de mis muñecas hasta que fue capaz de sostenerme con una sola mano, luego se apartó el cabello de los ojos y volvió a tomarme con ambas. Le ofrecí la manzana para poder preguntar, pero él negó dándome a entender que aún tenía la palabra—. No… no quiero que pienses que estoy ignorando lo que pasó cuando llegamos. Tampoco tenía planeado que las cosas ocurriesen de ese modo, pero no voy a mentir diciendo que no me agradó como se desarrollaron los hechos…
Sabía que tenía que hablar en ese punto, así que básicamente le rogué con mi mirada que tomara la manzana. Él lo hizo al cabo de un instante de vacilación.
—A mí no me gustó como se desarrollaron los hechos, Cameron. No soy así, no me gusta hacer esas cosas… ni siquiera conozco realmente a Ash, pero no creo que se merezca algo así.
Fue nuevamente mi turno de callar, pero no porque él me hubiese devuelto la manzana, sino porque había soltado mis manos y quitado la fruta de su boca. El juego había terminado.
—Tienes razón, no lo merece.
—Entonces por qué… —comencé a protestar, pero me detuvo alzando su mano.
—No quería hablar de esto, al menos no aún… —Hizo una pausa, frunciendo muy levemente el ceño—. El viernes antes de entrar el fin de semana a trabajar, le dije a Ash que de momento pensaba que debíamos dejar de vernos. —Se encogió de hombros ante mi falta de respuesta—. No estamos juntos, Marín, eso no significa que pueda así como así correr detrás de otra mujer. Pero no quiero que pienses que hiciste algo malo o que te sientas culpable…
—¿Por qué…? —Me mordí el labio intentando enfocar mis pensamientos, intentando formular la pregunta en mi mente y el expulsar la oración más inmediata: «Él no ya no tenía novia» —. ¿Por qué terminaste con ella?
Una tímida sonrisa tiró de sus labios, pero la misma no llegó a sus ojos. Aun cuando había sido su decisión terminar con Ash, algo lo estaba conteniendo de expresar un sentimiento al respecto.
—Como dijiste, no es justo para ella. No tenía sentido permanecer a su lado cuando no soy capaz de concentrarme en ella, cuando lo único que hago es pensar en otra…
—¿En quién? —Pero antes de que pudiera pronunciar una palabra, me abalancé sobre él para cubrirle la boca—. No, no, no lo digas.
—Marín… —murmuró contra mi palma, tomándome de la cintura para bajarme al asiento. A regañadientes aparté la mano de su boca, no sin antes sentir sus labios rozando tentativamente mis dedos—. Creo que es bastante obvio.
—Habla por ti mismo. —Me deslicé hasta el final del banco, recuperando a Cameron y Marc. Necesitaba ponerme de pie, necesitaba pensar lo que acababa de escuchar, lo que aún seguía escuchando en mi cabeza como en una voz en off.
¡Por Jesús y sus doce apóstoles! ¿Él había terminado con su novia por mí? ¡¿Por mí?! No, no podía ser cierto. Esto debía ser otro de esos sueños eróticos, pero con la particular carencia de momentos eróticos.
—¿Blue? —Sentí su mano en mi espalda, pero me sentía incapaz de enfrentarlo—. ¿Marín?
—¿Por qué lo hiciste?—Me giré bruscamente, encontrándolo a dos escasos pasos de distancia. Cameron frunció el ceño, optando por tomar eso como una pregunta hipotética—. ¿Por qué terminaste con ella?
—Porque yo tampoco hago esas cosas, Marín, no se sentía correcto.
—¿Y a quién le importa una mierda lo correcto, Cameron? —Estaba indignada aunque no podía precisar del todo el porque, esto era lo que yo quería ¿no? ¿Esto era?—. ¿Quieres hacer lo correcto?
—Sí.
—Pues regresa con ella, pídele disculpas y sé feliz a su lado…
—¿De qué demonios estás hablando?
Apreté las manos en puños, intentando calibrar el tono de mi voz con las palabras que tenía que decir. Algo que resultaba todo un desafío en mi estado de ansiedad creciente.
—Cameron… —El familiar pinchazo de culpabilidad viajó a toda marcha por mi cuerpo—. ¿Qué se supone que hiciste? ¿Terminaste con ella para estar conmigo?
—No sé… —respondió estrechando la mirada—. Tal vez…
—Cometiste un error.
—Marín. —Intentó sonreír, pero el gesto se quedó en el intento—. Sé que… sé que puede ser complicado, todo esto… lo de Ash, aún es muy reciente. Pero quizá…
—No —lo corté de forma tajante.
—¿No? ¿Ni siquiera lo vas a considerar? —Él parecía incrédulo llegado ese instante—. Vamos, Marín, puede que peleemos y discutamos como críos, pero no me vas a decir que estoy imaginando cosas, ¿verdad?
—No, no te lo estás imaginando. —Dios sabía que yo sería la última en negar una atracción hacia él a este punto, pero eso no era lo relevante.
—¿Entonces qué? —Avanzó un paso, confrontándome sin vacilaciones—. ¿No hay nada entre nosotros?
Y era mi turno de responder.
—Hay atracción, no es algo que podamos hacer de cuenta que no existe. —Él hizo amago de sonreír—. Pero eso es lo único que habrá. —Y la sonrisa se apagó.
—¿Por qué?
—¿Por qué? —Reí, aunque el gesto entró en guerra con el resto de mis emociones—. ¿Acaso no lo ves? ¿Qué clase de relación podríamos tener, Cameron? Quédate con Ash, ella te podrá dar todo lo que deseas… Sé la clase de hombre que eres y yo no me relaciono con hombres como tú, no sabría cómo hacerlo.
—Esas son puras mierdas, Marín…
—No. —Tomé una necesaria bocanada de aire, al sentir que mi voz comenzaba a vibrar. No que eso ayudara en nada a disminuir la presión en mi pecho o la sensación de saber que diría algo que ya no podría borrar luego—. No, yo estoy dañada… lo máximo que puedo compartir con un hombre es una noche, dos si no es muy exigente con el tema de la ropa. Un revolcón con la camiseta puesta, un encuentro a oscuras… —Una lágrima solitaria rodó por mi mejilla y me apresuré a secarla—. No puedo, no soy tan egoísta como para ofrecer esto… —Me apunté a mí misma—. No podría hacerte eso a ti, Cam.
—Mar… —Sus manos sostuvieron mi rostro con suavidad, pero no me sentí capaz de enfrentarlo.
—Vuelve con tu novia. —Lo empujé colocando mis manos en su pecho para que mantuviera la distancia—. O haz lo que se te dé la gana, pero no pierdas tu tiempo pensando en...—Decir nosotros sería demasiado presuntuoso, más cuando ni siquiera existía un nosotros. Decir en mí, sería exigirme más de la cuenta. ¿Realmente quería que no pensara nunca más en mí? Quién sabe, quizá después de todo soy más egoísta de lo que creía.
—No hagas esto. —Alcé la vista sin comprenderlo—. No puedes salirme con esto ahora, Marín.
—Yo no te pedí que terminaras con ella…
—¡Pues debiste pensarlo antes! —exclamó, dejándome anonadada por un segundo.
—¿De qué demonios hablas? —exclamé de regreso.
—¿Por qué mierda regresaste, Marín? —Contuve el aliento, al comprender lo que acababa de decirme—. Estaba bien hasta que volviste, estábamos bien…
—No volví por ti. —Tal vez, más tarde, alguna parte de mi cerebro me daría otra versión al respecto de eso. Pero en ese instante, sentí la necesidad de devolverle la estocada.
—No… no lo hiciste.
—Pues lo lamento, Cameron, no sabía que tenía vetada la entrada al pueblo.
Él negó lentamente, como si no pudiera terminar de comprender el propósito de esa conversación. A decir verdad, creo que yo tampoco lo comprendía ya. Me tomó un gran esfuerzo recuperar la compostura, recordar que estaba en medio de un camino de piedras, que había gente pasando junto a nosotros, que había un mundo más allá. Y que esto sólo era una pequeña parte del enorme drama en que se había convertido mi vida. A este paso, ya podría firmar por los derechos con la FOX.
—Tal vez es mejor que regrese en autobús.
Eso pareció activarlo.
—No digas idioteces. No creas ni por un segundo que esto ha terminado, Marín. —Lo observé contrariada, pues no podía asegurar si se refería al tema de nosotros o de nosotros regresando en el mismo medio de transporte.
—Yo ya terminé contigo.
—Que pena que no haya terminado contigo aún. —Me tomó por el brazo, entorpeciendo mi propósito de voltearme.
—Cameron…
—Estaba bien antes de que regresaras, pero “bien” no parece suficiente ahora. No puedo volver las cosas hacia atrás, Marín, pero puedo intentar no ir de regreso por el mismo camino.
—No va a pasar.
—No según tú. —Sonrió de medio lado—. Pero digamos que soy algo obstinado.
Muy a mi pesar tuve que sonreírle de regreso.
—Cameron, no va a ocurrir un milagro… no voy a despertar un día cualquiera pensando que soy la de antes. La fuerza del amor no va a curarme, no me va a hacer una persona normal, no voy a enamorarme de ti y luego sentir que mi vida tiene un propósito. Nunca voy a poder borrar mis marcas, ¿comprendes lo que te digo?
Como única respuesta, él bajó la mano lentamente a lo largo de mi brazo hasta que sus dedos se cerraron en torno a mi muñeca, luego me jaló decididamente en su dirección. El movimiento fue tan repentino que mis muletas no me acompañaron en el viaje, así que tuve que fiarme de su amarre para no caer de bruces. Él no me dio tiempo a reaccionar, sus brazos me recibieron con firmeza y su boca encontró la mía como si fuese incapaz de alargar más esa espera. Me demoré un segundo en percibir su sabor y en darle la bienvenida a ese algo que lo volvía tan familiar para mí. Su mano libre se posó en mi mejilla, alzando mi rostro en un ángulo que pusiera mi boca a su disposición. Y me dejé ir entonces. Soltando un suspiro de derrota o mera rendición, enredé mis manos alrededor de su cuello, hundiendo los dedos en su cabello castaño. Cameron murmuró algo casi en un gruñido y yo entreabrí mis labios con una sonrisa, dándole paso libre a su lengua que se deslizó a mi boca como una vieja conocida. Oh, sí, allí había una historia compartida.
Él se apartó jadeando, trazando perezosos círculos con su pulgar sobre mi mejilla. Yo cerré los ojos, aún colgada de su cuello e incapaz de apartarme demasiado de ese punto.
—Blue… —Lo miré, sintiendo que me costaba tanto como a él recuperar el hilo de pensamientos—. No creo que jamás volvamos a ser los de antes. Y no sé qué va a ocurrir de aquí a mañana, o a pasado, o en un año… sólo sé que no puedo dejar pasar la oportunidad que dejé pasar antes. Y Marín… —Su pulgar de traslado de mi mejilla a mi labio superior y luego en una muy lenta caricia al inferior—. Lo que nos falte en romanticismo, lo compensaremos en tenacidad…
Dejé caer mi cabeza sobre su hombro, echando todo el aire que había estado conteniendo durante su pequeño discurso.
—Confrontar y responder —musité contra su camisa. Él rió entre dientes, alzándome hasta que estuvimos de regreso en el banco.
—Confrontar y responder. —Estuvo de acuerdo, aunque quizá era demasiado pronto como para saber el peso que podría llegar a ser ese compromiso absurdo.
____________________
Bueno... realmente ya me pegó el sueño. Así que simplemente espero que les haya gustado y de ser el caso, no se olviden de la recompensa para su servidora xDDD Saludos ^^
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro