Capítulo nueve
EN SU CAMA
The boys, the girls. They all like Carmen
Carmen by Lana Del Rey
Darcy Hall.
Después de la exitosa entrevista, lo único que podía pensar el grupo era en beber para celebrar, y como muy pocas veces pasa, Greta vino con nosotros junto a Janeth, su novia. El lugar es una discoteca poco iluminada repleta de luces neón y una sobrecarga de energía ligada a la noche movida que parece volverse infinita por la borrachera del ambiente. Greta está al lado de Ciro y Janeth, quienes parecen demasiado emocionados por hablar entre ellos de algún chisme personal.
Gaspar está entre un par de chicos que parecen tenerlo cautivado, demasiado entretenido en buscar compañía externa para notar como la chica a su lado babea por él.
Mi reto actual es no mirar a París mientras se balancea sobre la pista, la verdad es que estoy fallando estrepitosamente porque mis ojos se siguen desviando hacia él, a cada rato. Mis ojos se mueven de su presencia hacia los chicos que han estado viéndolo. Es curioso porque el club no es gay, pero parece que cualquiera que mire a París por mucho tiempo, puede sentir una tentación.
—París está raro —dice Ciro, llegando repentinamente con bebida en mano y mirada en la pista donde él nombra no se balancea contra la música—. ¿Crees que deberíamos llevarlo a su casa?
—¿Quieres irte? —Bebo la bebida que me había conseguido Gaspar en algún momento de la noche, pero la dejé de lado al notar su sabor picante.
—No, pero estoy preocupado igual. Ahora iré a ver si puedo poner una canción de Lana del Rey en la estación.
París se ha vuelto más salvaje a medida que pasan las horas y la oleada de nerviosismo se asienta en mi cuerpo como una bola de hierro en la boca de mi estómago. Me acerco a donde está para divisar como un extraño ha colocado sus manos en la cintura de mi vocalista. Gaspar no parece estar cerca y Ciro también parece estar perdido junto a Greta, lo cual me parece absurdo. ¿Por qué nadie le está prestando atención al que más ha bebido de todos nosotros?
Sin previo aviso, me aproximó con rapidez y, con un empujón firme pero controlado, separó al intruso de París. El desconocido se tambalea, intenta recuperar el equilibrio, pero está demasiado borracho para lograrlo. De un solo movimiento, agarró la cintura de París y lo atraigo a mi dirección. Esta ido mientras sube la cabeza para notar como su mirada busca la mía, con un gesto de reconocimiento asiente y se pega a mi cuerpo. Es cálido, un cambio de temperatura brusco debido al frío del lugar.
—¿Estás bien? —susurro en su oído.
París sonríe y muerde su lengua, su mirada es brillante con destellos de alcohol y encanto. Es desinhibido por el alcohol y me hace recordar un poco a la primera vez que lo conocí, solo que esa vez ambos estábamos achispados. Su camisa se había abierto tras el movimiento y su cabello estaba desprolijo, pero en este momento solo puedo pensar en lo suaves que son sus rizos y en cómo su piel suele retorcerse debido a su sensibilidad. París se mueve ligeramente sobre mi cuerpo al ritmo de la música y por un momento pienso en que puedo llorar. Agarró su cadera con firmeza y eso hace que París gruñe contra mi oído.
Sube la vista y sus ojos se posan sobre mi rostro, su mirada es casi animal.
—Estoy perfectamente bien—murmura bajo como un susurro compartido en medio del caos sonoro. Su sonrisa es traviesa y su mirada es pícara. Parece que va a ser mi perdición.
Los dedos de París recorren mi costado y de inmediato mi cuerpo se tensa, su toque es similar al fuego con llamas que se terminan de conectar en mi nuca y columna vertebral. Me crea espasmos como sus dedos pasan por mi torso y mis brazos, creando una presión deliciosa que casi me pone duro contra los jeans.
París remoja sus labios con esa pequeña lengua y mi mente se ha vaciado por completo.
Quiero besarlo, necesitaba besarlo...
Pero Ciro, Gaspar y Greta están por ahí, no puedo olvidarme de eso, así que con un esfuerzo sobrehumano me separo de él. París jadea y se recuesta sobre mi hombro. Mi sangre bombea con fuerza haciendo que no pueda escuchar nada.
—Mierda —siseó mientras París parece ajeno a la situación, se ríe y se posa a mi alrededor.
Observó en todas direcciones y logró divisar la cabellera negra de Ciro, parecía concentrado hablar con una chica y Greta. Una corriente llena de alivio me invadió, no nos había visto, y París sigue tambaleando en mis brazos. Me alejo con él en mi brazos y me encuentro a Gaspar en la entrada con una mano en un cigarro y una chica hablando.
Me acerco a él cuando deja caer la colilla sobre su bota.
—Me voy —anunció a lo que él solo frunce el ceño cuando ve a París siendo sujetado por mi, a un paso de un coma etílico. Gaspar asiente y es todo lo que necesito para subir a París en el auto e irme.
Toda la calentura ya me ha puesto sobrio.
El motor cobra vida bajo mis pies y nos ponemos en marcha dejando la bulliciosa fiesta, mientras es reemplazado por el ambiente tranquilo de la noche. París se recuesta en el asiento y escucho su risa. Lo ignoro, porque estoy seguro que si desvió la vista causare un accidente. París se remueve por el asiento, sin verlo, puedo notar que está inquieto.
—Darcy —Su voz suena ronca y marcada con un ronroneo que se le escapó.
—¿Mmh? ¿Quieres vomitar, cariño?
—No uses ese apodo con algo tan asqueroso como el vómito —Me regaña, pero cuando lo miro se nota más pálido de lo acostumbrado—. Pero ahora que lo dices podría hacerlo, así que te sugiero que detengas el auto.
Lo detengo cerca de la carretera y París abre la puerta, para vaciar su estómago. Luego de que termina, agarró uno de los bolsos de Gaspar y saco pañitos húmedos y agua, que siempre suele guardar aquí.
— ¿Quién guarda pañitos húmedos en su bolso? —dice París con una sonrisa, mientras se termina de limpiar el rostro y el sudor de su frente. Es adorable como sonríe con cansancio.
—Una persona preventiva —aseguró—. ¿Por qué bebiste tanto?
—Solo... no sé hace mucho que no bebo, y creí que podía llevarlo mejor, creo que no es así.
No digo nada porque quizás suena como algo privado, así que París cierra la puerta y vuelvo a conducir para llevarlo hasta su casa, donde suelta un suspiro y puedo notar como su mirada se ha vuelto turbia. Agarro su mano antes que pueda salir por la puerta, apenas gira la vista, noto como sus ojos están turbios, rojos e irritados.
— ¿Qué pasa, cariño?
—Yo...
Su cuerpo se balancea, y en ese momento se sube a horcajadas en mi regazo y empieza a llorar. Sus manos se mantienen en mi hombro y camisa, mientras que su rostro está oculto en mi cuello. Su llanto es cálido, ruidoso y desgarrador. No puedo ni suponer el porqué está llorando, pero no parece algo de lo que quiera hablar por el momento. Pongo mis manos en su espalda y doy palmadas suaves contra la misma. Quiero llamarlo, saber porque está así y si es algo que puedo hacer, pero se rehúsa a moverse. Después de un rato no llora tan fuerte como al comienzo, pero igual permanece oculto. El hombro de mi camisa está mojado por el llanto, pero no me importa mucho cuando notó cómo se remueve, se queda bajo y con el rostro tapado por los rizos
—¿Te quedan más de esos trapitos húmedos?
Agarró el estuche y le sacó varios, él se limpia los mocos y los deja en una bolsa de papel al lado, mientras le limpio el sudor que ha acumulado en la frente.
—Debo parecer un desastre.
—Yo nunca te he visto tan bonito como hoy.
—Eso es raro, Darcy —comenta, pero el sonrojo de sus mejillas me dice que se acaba de avergonzar—. ¿Quieres quedarte a dormir?
Mi corazón se acelera antes de que pueda regañar a mi mente.
—No creo que sea buena idea, París.
—Puedo morir mientras duermo y te quedarías sin vocalista.
—París...
Pero entonces me miró, grandes ojos, respiración pesada y piel sudada, así que como cualquier pecador, me deje llevar. Sale de mi regazo y caminamos hacia el apartamento donde él vive. Lo ayudo a subir porque se sigue tambaleando contra las escalera. Toca la puerta y cuando nadie le contesta busca en su bolsillo la llave.
Abre la puerta del apartamento, pero su interior está oscuro, como si no hubiera nadie en él durante un tiempo; enciende la luz y lo primero que noto es el mueble donde se sienta a hacer las video llamadas, una pared cerca de la entrada con muchas fotos familiares y una cocina moderna de colores granates y blanco. París se mueve hacia una habitación y se pierde allá adentro durante un momento, luego cuando sale parece que se ha lavado la cara.
—Deberías bañarte —suelto.
Tomó una de las fotografías que está en la mesa de noche donde están dos niños y una mujer entre ellos. Puedo deducir que es un familiar mayor y que los niños son los hermanos Graham, reconocer a París es fácil porque a pesar de que sus ojos siempre llaman la atención, antes se notaba más.
— ¿Quieres unirte?
—No está vez, cariño —bromeó.
Parece más sobrio cuando se acerca a donde estoy. Sus manos rozan el cuadro antes de que pueda preguntarle algo habla—: Es mi mamá, tenemos dos fotos más con ella, pero somos muy pequeños para que valga como un recuerdo, fue lo que agarramos cuando salimos a la calle. Vegas dice que es mejor mantener recuerdos buenos de la gente.
— ¿La extrañas?
—No, no puedo extrañar a alguien que no conozco, si nunca más te vuelvo a ver creo que si te extrañaría —dice en broma con una sonrisa burlona y toca mi hombro. Se mueve hacia la habitación anterior antes de que pueda decir algo—. Voy a bañarme, no rompas nada, también tengo comida en la nevera por si tienes hambre.
Desaparece tras la puerta, camino a la cocina, mi estómago no tiene ganas de comer nada más así que solo tomo un vaso con agua. Después de un par de minutos sale bañado, fresco y limpio con un short corto y una camisa larga negra, su cabello gotea agua mientras me busca por el lugar con la mirada.
Sus pasos son suaves mientras me guía a la ducha y me deja un cambio de ropa, que jura, es de mi talla. El agua fría es suficiente para calmar el calor de mi cuerpo y el sudor que había retenido en el mismo. Al colocarme la ropa me doy cuenta que me queda grande, y pese a lo que quiera pensar es más ancho que París.
—¿De quién es la ropa? —digo, mientras París me guía hacia la sección de lavandería donde arrojamos la ropa sucia en la misma.
— ¿Por qué crees que no es mía? Puedo tener un estilo oversize oculto.
—Si, pero esta ropa no es tu estilo.
La camisa tiene un estampado desteñido que contrario a lo que puedo suponer cualquier, París no viste con ropa de esa clase en lo que llevo conociéndolo.
—No, es de mi hermano, es la única ropa que te quedaría.
Caminamos a su cuarto, y quiero suponer que la emoción que me da al entrar al mismo es solo algo pasajero, pero miento. Conocer su habitación es quizás mi más grande fijación de los próximos minutos cuando se perdió en la misma. Detallo la habitación y es tan él que me parece que siempre ha vivido aquí. Las paredes se aferran al estilo de París, el verde oscuro predomina el lugar, unos estantes de color oscuro con libros y libretas, pósteres de sus bandas favoritos y cajas de lo que parecen ser discos cerca de la cama, un escritorio de madera oscuro donde esta una laptop y un par de cuadernos.
Por último, el elefante de la habitación, una cama Queen size.
— ¿No te lo esperabas?
—No, pero me gusta.
—Ven, vamos a dormir.
Caímos entre el mullido colchón y las suaves sábanas para caer en una extraña tensión. La charla para dormir es solo un corto "lo hiciste bien en el escenario" y un "tú también", demasiado tensos para ser realmente una charla. Puedo sentir el calor a su lado como un horno, y después de un tiempo, su cuerpo seguía tan tenso que era poco probable que estuviera dormido.
— ¿Estás despierto? —pregunta con un susurro.
—Nunca me dormí.
Mi corazón late con tal fuerza que parece que es lo único que puedo escuchar. París chasquea la lengua y de repente se ha movido, está acostado de lado, así que hago lo mismo, pero parece que ha perdido el aliento. Sus manos de inmediato me buscaron, pero lo frenó casi tan rápido como parece buscar el reducir la distancia.
—Lo siento, no sé qué pensé —susurra rápido París.
No dejo que continúe cuando le doy una suave presión de labios que hace que se quede mudo por un momento.
—No quiero hacer esto cuando aún estás borracho, cariño.
Sus manos atraen mi rostro hacia el suyo, reduciendo la distancia que separa nuestras bocas. Es salvaje, caliente y necesitado. El beso se torna caliente y nubla mi mente de manera rápida, lo único que puedo pensar es en tocar al hombre que está frente a mi. Jadeo cuando París muerde mi labio con un poco más de fuerza de la necesaria. Sonríe contra mis labios, juguetón y descarado. Intento mantener el ritmo pero el dolor en mi ingle empezó a pasar factura. Me separo de los dulces labios de París, pero el mismo se sube a horcajadas sobre mi cuerpo haciendo que mi manos paren en esos muslos suaves. Al primer movimiento de pelvis se que no voy a durar, como si todo estuviera dispuesto a simplemente caer de rodillas contra este hombre y rogarle porque hiciera algo más.
Me aferro a sus caderas, intentando que no se mueva demasiado, pero es estúpido porque París es terco, mientras se balancea con confianza. Sus besos se vuelven mi perdición, cálidos, suaves y mentolados.
—No, espera.
—¿No quieres?
Su boca se esparce hacia la zona de mi cuello y muerde el mismo. Jadea con suavidad contra mi oído cuando una de mis manos tocan su trasero, el redondo y perfecto trasero. Su aliento choca contra mi piel y pierdo el control al sentir el borde del short subirse.
—Te follaría aquí mismo —musitó, perdiendo el aliento— Pero, has tomado muchísimo más que yo, y no quiero hacer algo de lo que podamos arrepentirnos. Por favor, cariño.
Deja de balancear las caderas y se mantiene quieto sobre mi cuerpo, sube su rostro para quedar frente a mí, su cabello está cayendo por todo su rostro, sin embargo, noto la suavidad de sus facciones.
—Dilo otra vez.
—¿Qué?
— "Cariño".
—París...
—Y me bajo de tu regazo, nos damos una ducha fría y nos vamos a dormir.
—Cariño —Pronunció con suavidad, dejando que la palabra se deslice como un suspiro entre nosotros. Parece tener más peso de lo que en realidad tiene, pero es como si ambos hubiéramos encontrado un nuevo significado en la misma.
—Creo que me descontrole un poco —dice París cuando se baja de mi regazo, pero mi polla aún está dura contra mi cuerpo. Me levanto y acaricio su cabello, haciendo que el contacto erice mi vello—. Lamento si te hice sentir incomodo, espero no acordarme mañana de esto, es muy vergonzoso.
—Tranquilo, lo dejaremos pasar.
París se recuesta en mi hombro una vez que estoy a su altura, y no pasa mucho tiempo que se queda dormido en esa posición. Lo muevo con cuidado hacia mi lado de la cama y lo acuesto para pasar las sábanas por sobre su cuerpo.
Puedo solo tumbarme a su lado, pero el dolor en mi ingle aun es perseverante.
Necesito esa ducha fría.
____
Si les gusto el capítulo recuerden votar y comentar que me hace ilusión saber que lo están leyendo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro