Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Yo soy mi propia compañía

Abrí la puerta sintiendo rechinar fuerte. Apenas entre sentí el olor rancio a humedad y a tabaco. Las paredes mostraban manchas oscuras, junto a la pintura qué parecía salirse en escamas, revelando el cemento. Sin decir que la alfombra estaba sucia y llena de pelusas, y los muebles de madera parecían reliquias antiguas.

Pero era el único apartamento que podría pagar con mis ahorros hasta que consiguiera un trabajo. Se ubicaba en las afueras Aurora, no tan lejos de la universidad, 9así que era accesible por unos mil dolares.

—¿Y? ¿Qué tal te parece? -La mujer que alquilaba el lugar me miraba con una sonrisa amplia pero tensa, como si intentara venderme algo que sabía que ni ella compraría.

Sonreí un poco, tratando de parecer encantada por el lugar donde tenia la teoría de que habían asesinado a alguien por el olor raro que había.

—Divino. —Mire la ventana rectangular que parecía la única ventilación en la casa al parecer...

Lo bueno de todo esto esque no tendría que matarse por un compañero de cuarto. Era yo sola desde ahora, y eso era... suficiente.

No era el hogar que mi madre hubiera querido para mí, pero era un paso hacia adelante, aunque fuera pequeño y tambaleante. Trataba de convencerme de que esto era suficiente. Porque tenía que serlo.

_________________


Después de acomodar las pocas cosas que tenia en las dos valijas que tenía conmigo, salí a correr.

Al frente de mi apartamento, una pequeña zona de caravanas captó mi atención. No era lo que esperaba encontrar en este barrio medio vacío, y a decir verdad, me despertaba cierta curiosidad. Las casas rodantes, algunas con pintura descascarada y otras decoradas con detalles llamativos, daban un aire peculiar al lugar.

Apenas llevaba unos minutos trotando cuando recordé por qué nunca había hecho esto antes. Mi respiración ya era un desastre, entrecortada y descontrolada, y mis piernas empezaban a sentir ese cosquilleo desagradable que seguramente tenia algo que ver con el cansancio. No era una persona atlética, y nunca había tenido el tiempo -ni el interés real- de convertirme en una. Claro, siempre podía excusarme diciendo que tenía cosas más importantes que hacer, como estudiar, pero la verdad era que en el fondo, no me gustaba el esfuerzo físico.

Así que no fue cuestión de nada para que terminará con una respiración agitada y sentada en medio de la acera.

—Ser alguien fitness esta sobrevalorado.

Me senté un momento en el patio delantero de una caravana bastante... viva. Su patio delantero parecía sacado de un catálogo de jardinería. El color verde abundaba demasiado, resaltando con el color metalico de el vehiculo. Las plantas en macetas abundaban. Algunas macetas colgadas en las ventanas, otras en el piso. Aunque no parecían macetas normales, eran bastante originales. Unas botas se habían vuelto un macetero junto a una regadera vieja.

Por un momento recordé a mi madre. A ella le hubiera encantado ver este lugar tan vivo. Y aunque nunca fuimos alguien que les gustará mucho el verde, mi madre siempre decía que algún día le gustaría visitar La selva Amazonica por la gran vegetación y diversidad. Trate de recordar otra cosa, otra cosa que no me hiciera recordar que ella nunca veria esa selva.

Esto parecía una pequeña selva en un pequeño patio delantero. Tal vez esta sería mi vista favorita desde la ventana de mi apartamento con un olor insoportable.

Pero cuando iba a levantarme para seguir trotando...

Creo que debería aprender a no sufrir este tipo de vergüenzas, porque cuando me levante vi a un joven -probablemente el dueño de la casa rodante- salir de el vehiculo.

Pronto lo reconocí: Era el hombre de el restaurante, al que yo había confundido por el gerente. Claro que podía reconocerlo por su cabello crespo desordenado como si fuera la melena de un león.

Cruzamos miradas por un momento y... me ignoro. Literalmente me ignoro. Claro que tampoco me hubiera gustado tener que escuchar un regaño por invadir propiedad privada, pero ¿En serio nisiquiera saludaría?

Los tipos de Denver eran raros....

—Disculpa... —Me levante rápidamente tratando de que no hacerlo más incómodo. —Estaba trotando, y me pare para tomar un descanso.

—Esta bien. No importa. —El seguía despreocupado mientras tomaba una regadera y empezaba a cuidar sus plantas.

—¿No te importa? —Lo mire anonadada. Al parecer no me había reconocido. Podía haberme ido, pero no lo hice. Me quede. —Disculpa, estaba invadiendo tu propiedad ¿Eso no te molesta?

—Estabas invadiendo una parte de la zona de caravanas. Esto de todos.

Touche.

—Entonces... ¿Puedo venir cuando quiera? ¿Tal vez traer una silla y un café? —Levanté una ceja con algo de sarcasmo. —No esta mal imponer autoridad.

Él me miró sin mucha preocupación, como si estuviera más interesado en sus plantas que en lo que yo decía.

—¿Autoridad? —Pregunto mientras seguía regando una planta, como si nada. —Esto no es una dictadura.

—Lo se. —Suspire. —Pero este es tu espacio ¿No vas a gritarme o algo?

—Eso sería agresivo. —Respondió sin dejar de regar las plantas, como si fuera una charla casual. —¿Eres masoquista o algo así?

—¿Qué? —Lo miré, sorprendida, tratando de procesar lo que acababa de decir. — Normalmente, las personas no reaccionan así cuando alguien se mete en su espacio.

—Es un patio comunal. —El joven desconocido seguía regando las plantas mientras se pasaba una mano por su cabello crespo. —Es de todos.

—Bien, no insisto con tus reglas. —Aunque me incomodase que el estuviera tan tranquilo, era... algo nuevo. —Por cierto,tu selva portátil es bastante simpática.

El hombre pareció confundido por un momento, hasta que sus comisuras se curvaron un poco. Note como sus ojos se achicaban cuando sonreía. Algo lindo...

—¿Eres nueva por aquí?

—Acabo de mudarme a el edificio de apartamentos de el frente.

Levante mi dedo índice señalando el edificio de al frente. El hombre siguió mi dedo antes de fruncir el ceño.

—Buena suerte ahí.

—¿Lo dices por el mal estado? —Pregunte. —Encontraré algo mejor. Si solo me recomendaras a tu jefe.

El joven pareció dudar por un momento, como si intentara ubicarme en su memoria. Entonces, su expresión cambió sutilmente: sus ojos brillaron con reconocimiento y una leve sonrisa asomó en sus labios, confirmándome que, efectivamente, sabía quién era.

—Te dije que era compasivo con los extranjeros. Pero yo no manejo el lugar. —Admitió. —Y no lo digo por eso, aunque seria una buena razón para irte. Te lo decía por las ratas.

—¿Ratas?

—Pueden ser molestas al principio. —El joven seguía regando sus plantas. —Pero después te acostumbras. Yo les puse nombre.

Parpadee para después morderme el interior de la mejilla ¿Qué quería hacer este hombre exactamente?

—¿Esto es para ahuyentarme?

—¿Ahuyentarte? No, para nada —dijo encogiéndose de hombros—. Solo pensé que sería más justo que supieras con quién compartirás tu nuevo hogar... y no me refiero a los vecinos.

—¿Dañe tu césped sintético? —Trate de encontrar una razón. Lo único que faltaba era que trataran de criticar mi intento de hogar. —Puedo arreglarlo, pero no es necesario que me digas lo de las ratas.

—No es césped sintético. -Me miró un poco más serio. —Y lo digo porque ya muchas personas de fueron de ahí. La mudanza debe ser cara.

—Eres el único que mágicamente consiguió césped en un terreno lleno de polvo.

—Se llama paciencia. —Añadió el joven levantando un dedo. —Y abono.

Rode los ojos antes de suspirar. Este hombre parecía todo menos normal. Su actitud despreocupada y tranquila era todo lo que yo desconocía. Los adultos que había conocido hasta ahora solo se preocupaban por llegar a fin de mes. Pero este tipo -a menos que aun fuera un adolescente- Parecía ser lo contrario a un adulto funcional.

Lo mire de reojo tratando de adivinar ¿El podría ser mayor que yo? Tal vez no lo hubiera podido adivinar sin barba incipiente que podía ser apenas visible, junto a sus rasgos que daban a entender de que no era un adolescente, pero tampoco un adulto en sus treintas.

—¿Viviste en esos apartamentos? —Lo mire con curiosidad. —Lo digo por las ratas.

—No. —Respondió el. —Pero ya es leyenda de el vecindario.

—¿Osea que solo te guías por palabras de otros?

—Podría ser. -Afirmo. —Pero mirándolos desde afuera... Tampoco hay que pensar demasiado su interior, puedo verla desde afuera.

Bueno, el tampoco se equivocaba. El olor de ese apartamento parecía de ser el de un cadáver en una descomposición avanzada. Pero no creía lo de las ratas.

—Bien, no te quitaré tu tiempo. -Me prepare para seguir corriendo. -A la próxima no te recomiendo afirmar cosas sin darle un ojo primero.

Y sin darle tiempo de responder,empecé a mover mis piernas, una detrás de la otra. Ya tenia más que claro que correr solo haría deshidratarme más. Así que empecé a caminar, sintiendo la brisa que desordenaba algunos mechones de cabello de mi intento de cola de caballo. Simplemente sintiendo el silencio a mi alrededor...

Cuando me alejé de la zona de caravanas, no pude evitar echar un último vistazo a ese patio verde que parecía más vivo que el resto del vecindario. Aunque no quería admitirlo, había algo reconfortante en ese caos de plantas y colores.

El resto de la calle era todo lo contrario: un desfile de fachadas descuidadas y jardineras vacías. Había casas con ventanas rotas cubiertas por plásticos, coches oxidados que parecían no haber sido movidos en años, y buzones inclinados como si estuvieran demasiado cansados para mantenerse erguidos.

Había estado sola varias veces en mi vida
Pero en esos momentos siempre había tenido las comidas que carecian de comestibilidad de Walter, las noches de videojuegos con Joe, los besos de Aaron y los consejos de mi madre.

Pero ahora estaba sola. Sola en su totalidad. Al describir la palabra soledad en Google como Carencia voluntaria o involuntaria de compañía pensaba automáticamente en mi.

En la acera de el frente note a una pareja feliz corriendo junta. Pensé en lo normal que seria hacer eso en pareja: comer juntos, correr juntos, estudiar juntos. Hacer prácticamente todo juntos. Pero solo me hizo sentir culpa.

Aveces sentía como si la mochila invisible que llevaba en la espalda, en vez de llevar cosas útiles llevará piedras. Al principio lo ignoras, pero siempre el dolor vuelve. Así se sentía.

Sentía que posiblemente yo y Aaron podríamos haber sido esa pareja, si solo hubiera puesto un poco más de mi parte. Y no lo justificaba por su infidelidad. Pero me preguntaba si el tenía razón a veces cuando decía que me importaba más su futuro qué el como pareja.

Y el dolor no era más grande que la perdida de mi madre, eso era imposible. Pero era otro recordatorio de que mi soledad era más que una realidad. Estaba a más de mil kilómetros de mi hogar, en un lugar desconocido lleno de gente desconocida ¿En qué demonios pensaba?

En algún momento encendí mi teléfono y estuve a punto de llamar a Aaron. Estuve a punto de decirle que lo extrañaba y que era todo mi culpa -Algo de la culpa era mia- y que lo necesitaba urgentemente. Pero todo eso se fue cuando recordé que mi madre estaría golpeándome con un palo si lo hiciera: si me mostrará débil.

Entonces guarde mi teléfono y seguí caminando en la acera desconocida que tendría que descubrir por mi propia cuenta. Yo no podía arrepentirme en ese momento. Yo tenia que ser fuerte por mi.

Ahora la charla con ese extraño jardinero no se me hacía tan incomoda...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro