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Promesas al cielo

Desde que nací siempre supe una cosa: Mi madre amaba lo perfecta que era.

Según sus relatos, ella no tuvo que lidiar demasiado conmigo cuando era una bebé. No lloraba mucho, podía entender con claridad si me llamaban la atención, no era una niña caprichosa. Y eso era lo suficiente para mi madre soltera y con una hija a sus veinte.

Tal vez le hice honor a mi nombre. Mi madre siempre alardeaba lo feliz que le hacía poder estudiar tranquila mientras yo estuviera entretenida viendo algún canal infantil sin molestar.

Y en cierto modo, admiraba a mi madre. Era una madre soltera y joven con una niña que mantener mientas ella trabajaba para mantenerme y estudiaba para poder darme un futuro mejor. Nunca se mostró ni un poco vulnerable o lloraba porque mi padre biológico estuviera drogándose como un padre irresponsable.

Así que no, mi perfeccionismo no venía de la frase "Quiero ser mejor que todos" Venia de la frase "Quiero que mi madre vea que todo su esfuerzo no fue en vano."

Al tal punto de que me volví una ermitaña ambiciosa por tener el éxito. No me importaba si no me gustaran las matemáticas, me importaba que esa materia me ayudaría en mi futura carrera.

No me importaba si los pocos chicos que se me presentaron en las citas que organizaban mis amigas no me gustaran,me importaba que mi madre vea que pude encontrar aparentemente el amor.

No me importaba mi juventud gastada en cosas que haría cualquiera otro adolescente. Solo quería que mi madre viera que no era como los demás,que era única y perfecta a sus ojos.

Hasta que a mi madre le diagnosticaron cáncer de ovario ya avanzado.

Y sentí como mi vida se venía abajo.

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A Mary nunca le gustaron los consultorios. Siempre decía que eran una perdida de tiempo y que cualquier enfermedad se podía ir sola.

-Estaré bien, Joy. -Insistió mi madre. -La fatiga debe ser por el cansancio del trabajo. Esos niños no dejan de sacarme canas.

Sonrei, admirando a mi madre. Aunque en el fondo sabía que algo no andaba bien.

Segui lavando los platos mientras ella buscaba los ingredientes para mi pastel de cumpleaños. Tenía unos dieciséis en ese momento. Y tampoco me sentía tan mal de dejar a mi madre sola a veces,después de todo, ahí estaba mi medio hermano Joe.

Mi madre había encontrado el amor hacia unos años. Al principio pensé que ese nuevo novio de mi madre, Walter saldría espantado y seguiríamos siendo nosotras dos contra el mundo. Pero grande fue mi sorpresa cuando a mis seis años mi madre vino y me dijo "Vas a tener un hermoso hermano menor."

Observe a Joe con el teléfono celular mientras veía videos sobre fútbol en el otro lado de la barra americana. No dude en rodar los ojos antes que se distrajera comiendo galletas y yo agarrara el aparato eléctrico,apagandolo.

-Ya deberías ayudar con esto también ¿Sabes?

-¡Solo me estaba divirtiendo! -Joe hizo un leve puchero antes de empezar a llorar y acusarme.

Y sabía que mi madre se estresaba por el hecho de que siempre tuviéramos conflictos típicos de hermanos. Aun así siempre acepte a Joe, no importaba si teníamos padres distintos. Aunque eso de la aceptación me costo más con Walter.

Ese es último recuerdo que tengo donde el espíritu positivo de mi madre no se hubiera desgastado con la fatiga extrema o su perdida de apetito.

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Los primeros meses note como aveces se quejaba, pero aún así ella se levantaba cada día para ir al trabajo. Ella tenía la manía de sentir que llegar a fin de mes era casi imposible, pero estábamos en una buena posición económica.

La ropa le quedaba grande, demasiado. Siempre me decía que trataba de ponerse en forma para quedar más guapa. Pero algo me daba alertas de que no era algo normal de que tuviéramos que salir todos los meses para comprar ropa nueva porque la ropa que usaba siempre le quedaba demasiado holgada.

Para este punto, empezó a agarrarse de los muebles para caminar, ya casi no se levantaba de la cama.

Empezaba a faltar demasiado al colegio cuando ella se sentía débil. Su falta de apetito seguía ahí, al punto de que tenía que forzarla a que comiera algo,o incluso dárselo en la boca. Sus huesos se notaban a través de la piel, sus ojos estaban hundidos y su piel mucho más pálida.

Su sonrisa tan positiva no estaba ahi. Y simplemente no pude ignorar más de que algo había ahí, algo estaba matándola.

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El día que fuimos al medico ya tenía dieciocho. Se suponía que debía estar preparando mis planes para salir de Flagstaff, ya que me habían aceptado en la universidad de Denver el ciclo entrante.

Para ese momento ya era junio. Probablemente eran los dos meses más largos de toda mi vida, pero seguramente no los viviría en Denver.

Estaba aquí, acariciando el cabello de Joe el cual se había quedado dormido en mi regazo en la sala de espera mientras mi madre con Walter en el consultorio.

Trate de ser una buena hermana mayor diciéndole a Joe que probablemente era un resfriado lo que tenia mi madre. Era una mentira obvia, pero nisiquiera sabía que podría decirle ¿Qué podía decirle a un niño de once años? ¿Qué su madre no se dejo revisar y ahora una enfermedad desconocida la está matando?

Así que espere. Estuve matando el tiempo, aunque parecía que el tiempo me estaba matando a mi.

Hasta que vi la notificación de Aaron.

El y yo habíamos estado saliendo por unas pocas semanas. El también se iría a estudiar a Denver este mismo año. Así que no solo era carismático y gentil, también teníamos las mismas metas.

Aunque estuve descuidandolo últimamente...

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A: ¿Puedes hablar?

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Solo suspire, dejándolo en visto. No quería hablar ahora...

En ese momento escuche la puerta de el consultorio abrirse. Lo primero que vi fue a mi madre, sus ojos estaban rojos y llorosos mientras Walter trataba de consolarla. Nunca la vi llorar...

No pude no imaginarme lo peor...

-¿Qué paso? -Pregunte directamente mientras Walter compraba algo de café para mi madre.

Walter me miró algo serio,claro que no podían ocultarme esto.

-No se si sea momento de hablarlo Joy.

-Es mi madre y estamos a metros de ellos.

Mi madre y Joe se habían quedado en el auto mientras nosotros fuimos a comprar algo para comer.

Walter evito mirarme. Aunque trataba de mantenerse serio, claramente estaba dolido por algo que yo aun desconocía.

-No le digas nada a Joe. El... -Tartamudeo. -Esto es mucho para el.

Desde hace rato sospechaba lo peor y recibir una advertencia así, solo lo hacía peor.

Walter respiró hondo antes de hablar.

-Joy... -Su voz temblaba. Bajó la mirada, como si buscar las palabras correctas fuera demasiado pesado para él.

-Solo dilo. -insisti. El corazón me latía a mil.

Él tragó saliva y finalmente me miró. Sus ojos estaban rojos, vidriosos.

-El doctor... dijo que es cáncer. -Su voz se quebró al decir la última palabra.

Sentí que el aire se me escapaba.

Sentí sus palabras como cuchillos clavandome por todos lados, traspasando los tejidos piel. Tal vez esas palabras dolían mucho más que una perforación profunda a mi piel...

Mi mamá, la mujer que me crío trabajando duro se estaba muriendo, algo la estaba matando.

-¿Qué...? -Simplemente no pude decir otra cosa.

-Es avanzado. -Hizo una pausa, como si esperara a que yo digiriera esas palabras. -Tu madre no quiso revisarse antes, y... ahora... ya no hay mucho que se pueda hacer.

No podía dejar de mirar sus labios, esperando que dijera algo más, algo que desmintiera todo. Pero no lo hizo. En cambio, cerró los ojos y murmuró, casi inaudible:

-Cinco meses.

Casi sentí náuseas de mi misma ¿Como no insistí? ¿Como pude ignorar eso? ¿Como pude ignorar la fatiga, la falta de apetito, sus huesos casi viéndose a través de la piel?

Sentí las lágrimas humedeciendomis mejillas, mis manos temblaban, el nudo en la garganta nisiquiera me dejaba decir algo. Intente aguantar las ganas ahogarme yo misma. Esto era mi culpa.

Pronto sentí los brazos de Walter al rededor mio. Al principio pensé que el estaba consolandome, pero pronto oí sus sollozos y supe que el también estaba sufriendo, el también estaba devastado tanto como yo. Tal vez ese fue el único momento que estuvimos tan cerca,tan vulnerables.

Los dos nos abrazamos, lloramos y maldecimos a Dios por esto. No era creyente, pero ¿Por qué Dios se lleva lo que tanto amamos? No creía que las personas más buenas se iban porque Dios las quería a su lado. Eso era absurdo y egoísta.

Así que simplemente maldeci a todos. Alguien de ellos debería ser el culpable ¿no?

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