Carta no enviada
Esto era una broma. Una broma de mal gusto.
Por mi bien mental, me convencí de que era Aaron intentando reconectar, buscando una excusa, un resquicio por donde pudiera colarse de nuevo en mi vida. Aunque sabía, en el fondo, que eso no tenía mucho sentido. Desde hacía tiempo que no me enviaba un mensaje, ni se había acercado a mi en la universidad. El silencio había sido su respuesta, su forma de decir adiós, como siempre. Pero aquí estaba este mensaje, de alguien que ni siquiera conocía.
El mensaje era claro: él quería verme. ¿Qué era esto? La ironía era insoportable. Lo más absurdo de todo era que a pesar de que el tipo decía querer verme, nunca me había visto. Nunca. No me había visto ni una sola vez desde mi nacimiento. Solo había dejado un vacío. Un agujero en mi vida, uno que aprendí a ignorar con el paso de los años, pero que de alguna manera siempre estuvo ahí.
Y ahora, él estaba apareciendo de repente. No sabía si reírme, llorar o simplemente dejar el teléfono de lado. ¿Era una broma? No podía dejar de pensar en que tal vez todo esto no era más que un intento de secuestro o algo peor, algo mucho más macabro que ni siquiera podía imaginar.
Desde pequeña, nunca tuve esa figura paterna. Al principio, me dolía no poder decirle "Feliz Día Papá" a alguien, ni contarle mis historias de la escuela, o tener a alguien esperando al final del día para darme un abrazo. Recuerdo ver a las demás niñas y niños en el preescolar ser recogidos por sus padres, sus sonrisas seguras de tener a esa persona a su lado. En mi caso, el lugar vacío en la fila era el único recordatorio de lo que me faltaba. Y más tarde, cuando pensaba en mi boda, no podía evitar imaginarme cómo nadie me entregaría al altar, cómo no tendría esa figura que, según todos, era tan crucial para ese momento.
Pero me acostumbré. Poco a poco, los aniversarios de mi nacimiento, los días del padre, las actividades escolares... todo eso dejó de dolerme. Era solo parte de mi vida, algo con lo que aprendí a vivir. Ya no me sentía como la niña que lloraba por una ausencia que nunca entendí, porque simplemente había dejado de esperar. Pero ahora él aparecía. De repente. Como si nada. Después de años de silencio, después de desaparecer completamente de mi vida.
Lo peor de todo, es que me sentía débil. Porque aunque dijera que me había acostumbrado, la verdad era que algo dentro de mí, en lo más profundo, todavía deseaba entender qué había pasado, por qué me había dejado atrás.
Y si no fuera por ese sentimiento, probablemente no lo hubiera esperado en una cafetería cerca de el corazón de la ciudad, donde todo era mucho más transitado.
Aun me preguntaba muchas cosas, pero la pregunta que más me atormentaba era: ¿que hacía el en Denver?
______________
Ya llevaba media hora esperando que el apareciera. Empezaba a pensar que la teoría de que todo esto era una broma pesada de algún conocido que le hacía gracia ver como a una huérfana trataba de reeconectar con su padre.
O eso pensé cuando vi a un hombre en sus cuarenta entrar por la puerta. No se parecía a lo que había imaginado, no había ninguna figura idealizada de él en mi cabeza, pero la vida rara vez te da lo que esperas.
Su apariencia era decrépita: su cabello, que en algún momento debió haber sido rubio, ahora estaba lleno de canas grises, mezclados con algunos mechones rubios que aún quedaban, como restos de un pasado lejano. Sus ojos, de un verde esmeralda apagado, eran los mismos que los míos, pero no tenían el brillo que alguna vez imaginé que vería en los ojos de un padre. Había algo sombrío, como si la vida lo hubiera dejado atrás. Las arrugas en su rostro, profundamente marcadas, lo hacían parecer de más edad de lo que realmente debía ser. Y al verlo con una pierna prótesis, una mezcla de repulsión y sorpresa se apoderó de mí.
Eso me dejó clara una cosa: no solo era un desconocido para mí, sino que también parecía ser un hombre que había sido marcado por su propia vida.
Y por si mis sospechas estaban a flote, el pronto me reconoció, sonrió con una expresión que podría haber sido confundida con una mueca, y se sentó frente a mí, como si me conociera de toda la vida. En sus ojos no había ni rastro de la vergüenza que yo sentía. En su mente, no me veía como una hija perdida, sino como alguien que simplemente debía aceptarlo, como si las décadas de abandono no hubieran existido. Y lo peor de todo, es que él esperaba que yo lo recibiera como cualquier hija recibiría a su padre. Como si el tiempo perdido no hubiera significado nada.
Entonces, antes de que pudiera reaccionar, me miró con esa sonrisa, como si esperara que lo abrazara y gritara: "¡Papá!" como una niña pequeña que ha estado esperando la vuelta de su héroe. Pero no lo haría. Eso era demasiado.
-Mira cuanto creciste Hannie... -El trato de romper el hielo con esa sonrisa que solo gritaba que no sabía cómo no quedar peor. -Te pareces a tu madre.
Pero lo estaba haciendo, el estaba quedando peor de lo que ya estaba. Absolutamente nadie me llamaba Hannah.
-Nadie me llama Hannah.
Vi cómo su sonrisa desapareció rápidamente antes de volverse en una expresión de vergüenza. Claro, nisiquiera sabía cómo me llamaban.
-Bueno, yo elegí ese nombre. -El se rasco la nuca. -Pensé que podría llamarte así.
Me quedé allí, inmóvil, mirando a ese hombre que, aunque en teoría era mi padre, no sentía nada familiar. La vergüenza de su gesto era palpable, como si esperara que todo fuera tan fácil como si no hubiese años de abandono detrás de esa sonrisa torpe.
Así que simplemente fui al grano. No soportaba la idea de que este hombre tuviera esa sonrisa carismática como si no hubiera abandonado a su hija para después acordarse mágicamente de su instinto paternal.
El colmo era que nisiquiera sabía su nombre.
-No se tu nombre. -Mi tono ácido, dejando en claro mis pocas ganas de hablar sobre mi vida. -¿Qué era lo que necesitabas?
El hombre pareció tambalear ante mis palabras. Su rostro, que hasta ese momento había mantenido una leve sonrisa nerviosa, se desmoronó poco a poco, como si el peso de la situación finalmente lo estuviera aplastando. No esperaba que le lanzara una pregunta tan directa, pero, por supuesto, me había cansado de las excusas.
El silencio se hizo más denso. La cafetería seguía llena de ruido y de risas ajenas, pero aquí, en este pequeño rincón, el mundo se reducía a dos extraños. Yo, sentada frente a él, con el corazón acelerado y una mezcla de rabia y tristeza que me quemaba por dentro. Él, que me miraba con esos ojos verdes que no veía hace años, como si intentara encontrar algo en mí que le diera una salida.
Finalmente, habló, su voz baja, pero llena de una pesadez que no había notado hasta ese momento.
- Mi nombre es Ryder. -Pareció casi avergonzado de decirlo, como si hubiera estado evitando esa simple palabra durante años. -Ryder Anderson.
Lo dijo con un suspiro, como si liberar ese nombre fuera lo más difícil que había hecho en su vida.
Mi mente no podía procesarlo de inmediato. El hecho de que me estuviera diciendo su nombre, que ahora lo estaba reconociendo, solo me hacía sentir más vacía.
Mi mandíbula se tensó, y mis ojos se clavaron en él con una furia que apenas lograba controlar. Pero no iba a ser grosera, pero de alguna manera me estaba controlando
-Ryder. -Repetí su nombre con frialdad. Me negaba a llamarlo "Padre". -Bien ¿Qué necesitas?
El hombre suspiro antes de mirar abajo con tristeza, aunque no era muy visible. Tal vez en el fondo el sabía que yo no iba a recibirlo bien, pero el intento estaba.
-Me enteré de que tu madre... -Hizo una pausa, como si las palabras le pesaran. -Me enteré de que ella fallecio hace unos meses.
Las palabras de el se sintieron como una descarga eléctrica. La palabra "fallecer" se sentía casi incompatible con mi madre. Aun no lo podía creer, no podía creer que ella había dejado este mundo.
Mi corazón dio un vuelco y, por un momento, el aire de la cafetería se volvió denso, como si todo el ruido a mi alrededor hubiera desaparecido. La palabra "fallecer" se quedó flotando en el espacio entre nosotros, colándose en mi mente como una herida que no había terminado de cicatrizar. ¿Cómo podía decirlo tan fácilmente? Como si las muertes fueran simples hechos para mencionar en una conversación casual.
¿Cómo podía él, el hombre que ni siquiera estuvo ahí cuando la necesitaba, hablar de ella con esa calma?
Me mordí el labio, reprimiendo el nudo que se había formado en mi garganta. No quería mostrar debilidad frente a él. Había pasado toda mi vida reconstruyéndome, luchando sola, y no iba a dejar que ese hombre, ese extraño, me arrancara lo que quedaba de mí.
-Te intente contactar cuando me enteré de la noticia. -El hizo una pausa. -Pero me enteré que viniste a Denver hace algunas semanas. Lo que me sorprendió, ya que me dejaste las cosas mas fáciles.
-¿A qué te refieres?
-Yo vivo aquí. -El respondió. -Así que cuando conseguí tu número gracias a los amigos de tu madre, traté de contactarte, pero ignorabas mis llamadas siempre...
Me quedé en silencio por un momento, digiriendo sus palabras. ¿Amigos de mi madre? Eso me sonó extraño, como si no fuera posible que hubiera alguien en la vida de ella que aún lo aceptara, después de todo lo que había hecho. Pero lo que realmente me dejó intranquila fue el hecho de que él me había estado buscando. ¿Y por qué no lo supe antes? ¿Por qué no me lo había contado ni en sus cartas, ni en sus intentos fallidos de llegar a mí? Ahora, simplemente, me soltaba todo esto como si fuera una justificación válida.
-¿Solo volviste a mi porque ella murió? -Casi sentía la rabia a punto de explotar en mi tono. -Hubieras podido llegar antes...
-Lo se, pero no sabía cómo involucrarme en tu vida después de tanto tiempo. -El tomo aire antes de rascarse la nuca nervioso. -Yo... amaba a tu madre, realmente. Aunque por cosas del destino, simplemente lo nuestro no se dio y decidí huir, cosa que no estuvo bien, y lo se. -Su voz se escuchaba entrecortada. -Pero pensé que necesitabas una figura paterna después de tanto tiempo. Además de el esposo de tu madre...
-Walter no represento nada para mi. -Respondí fríamente, aunque era la verdad, dolía. -Ni necesito que representes algo para mi ahora. Por si lo necesitabas saber, ya no importa.
Vi cómo el se quedaba en silencio, su mirada se bajo sin verme. En mi interior pensé que tal vez solo estaba actuando, que en su interior estaba saltando de la alegría por no tener que cuidar a su hija perdida.
Pero pronto, vi cómo no parecía ser el caso.
Ryder se paro para sacar una bolsa para sacar al rededor de unas veinte cartas de ellas. Me sorprendi un poco al notar que señalaba dos para después abrirla y ver que estaba repleta de dinero.
-Es la manutención que te debo. -Murmuró el. -Solo son dos años, pero te iré dando el resto. Las otras... deberías verlo por ti misma.
Fruncí el ceño mientras observaba las cartas sobre la mesa. El papel estaba un poco amarillento en algunas, y algunas tenían marcas de dobleces, como si hubieran sido sacadas y guardadas varias veces. Pero lo que realmente me sorprendió fue el dinero. Billetes ordenados con una precisión casi meticulosa dentro del sobre.
-En una de esas esta mi número, por si quieres contactarme luego... -El empezaba a pararse para irse. -Me alegra haberte visto.
El sonido de sus pasos alejándose resonó en mis oídos más fuerte de lo que debería. No miré cuando salió por la puerta, pero una extraña sensación se quedó en el aire. Como si algo inacabado flotara entre nosotros.
Mis ojos volvieron a las cartas.
No sabía si quería leerlas. No sabía si quería saber qué decían.
Pero, por alguna razón, no podía apartar la vista de ellas.
________________
Apenas volví al apartamento, me senté en la cama para empezar a leer las cartas.
Algunas dictaban del 2004, otras del 2005, pero había otras más recientes, como la del 2013.
Empecé a abrirlas con delicadeza, notando lo viejas que estaban, pero el contenido era lo único importante. La tinta ya no era tan nítida como antes, algunas palabras se habían desvanecido con el paso de los años, y las esquinas de los papeles se habían amarilleado, pero todo seguía allí
_______________
10 de marzo del 2004.
Mary,
No sé cuánto tardará esta carta en llegarte, pero espero que cuando la leas estés bien. Aquí todo es un caos, pero trato de mantenerme firme. A veces, cuando el silencio se hace demasiado pesado, cierro los ojos y me imagino que sigo en casa, contigo.
El entrenamiento ha sido más duro de lo que esperaba. No duermo mucho, y cuando lo hago, despierto antes de que suene el maldito silbato. Hay días en los que me pregunto qué demonios hago aquí, pero luego recuerdo a mi padre y me repito que esto es lo correcto.
Daría lo que fuera por escuchar tu voz en lugar de la de mis superiores gritándonos todo el día. Es extraño, pero hasta extraño las peleas tontas que teníamos. Espero que me sigas esperando.
Escríbeme pronto. Eso me recuerda a que pronto volveré a casa y terminará este infierno de servicio militar.
Con cariño,
Ryder.
25 de marzo de 2004
Ryder
Me alegra tanto recibir tu carta. La leí al menos tres veces antes de sentarme a responderte. No puedo imaginar lo difícil que debe ser todo por allá, pero si algo sé de ti es que siempre encuentras la manera de seguir adelante. Aun así, desearía que no tuvieras que pasar por esto.
Aquí todo sigue igual...aunque, para ser sincera, últimamente me he sentido un poco rara. No sé si es el estrés de la universidad o si estoy enfermando, pero he estado más cansada de lo normal y algunas comidas me dan náuseas. No te preocupes, seguro es solo algo pasajero.
Te extraño más de lo que puedo poner en palabras. Ojalá pudiera cerrar los ojos y aparecer a tu lado, aunque fuera solo por un segundo. Prometo escribirte en cuanto reciba tu próxima carta. Cuídate, por favor.
Con cariño,
Mary
10 de abril de 2004
Ryder
No sé cómo escribir esto, así que lo diré de una vez: estoy embarazada.
Me enteré hace unos días cuando mi madre me llevo a la ginecologa, y desde entonces, todo ha sido un caos. Mi madre me ha dicho cosas horribles, mi padre ni siquiera me dirige la palabra, y ya me dejaron claro que no van a ayudarme con esto. Para ellos, es como si hubiera arruinado mi vida. Como si fuera una vergüenza.
No sé qué hacer. Te juro que nunca imaginé pasar por esto sola, pero ahora mismo me siento así. No sé cómo reaccionarás al leer esto, no sé si estás listo para algo así... pero tampoco quiero esconderlo de ti. Es tu derecho saberlo.
Voy a tener este bebé, Ryder. No importa cuánto me griten o me miren con decepción, no voy a renunciar a él o a ella. Solo dime que no estoy completamente sola.
Por favor, responde pronto.
Con amor,
Mary
15 de mayo de 2004
Mary,
Un mes. Un mes sin responderte. No porque no quisiera, sino porque no podía. Y me duele en el alma saber que pasaste todo este tiempo esperando mi respuesta, sintiéndote sola. Lo lamento más de lo que puedo expresar.
Hace unas semanas sufrí un accidente durante una misión de entrenamiento. No quiero darte los detalles, pero lo que importa es que perdí la mitad de mi pierna derecha. Me desperté en un hospital con la noticia. No solo me sacaron del servicio militar, sino que mi padre... bueno, ya sabes cómo es él. Para él, ahora soy un fracaso por no cumplir un entrenamiento tan simple.
Recibí tu carta cuando aún estaba procesando todo esto, y créeme cuando te digo que la he leído tantas veces que podría recitarla de memoria. Mary, quiero decirte que estoy aquí para ti y para nuestro bebé, pero ¿cómo voy a ser un padre si ni siquiera puedo sostenerme en pie? ¿Cómo voy a protegerlos si apenas puedo protegerme a mí mismo?
Pero si tu decisión es tenerlo, allí estaré yo, sea como sea. Ya estuve pensando varios nombres, como si es niña, el de Hannah. Para mi es bonito.
Con amor,
Ryder.
23 de enero del 2005
Ryder,
No sé cómo empezar esta carta sin parecer desesperada, pero aquí estoy. Hace meses que no recibo respuesta de ti, y estoy comenzando a perder la esperanza. He escrito tantas cartas y las he enviado sin saber si alguna de ellas te llegará, pero no puedo seguir esperando sin hacer nada.
Quiero que sepas que Hannah Joy, nuestra hija...está creciendo, sé que está bien. Estoy haciendo todo lo que puedo por ella. Te mando una foto de ella, tomada hace un par de días. Ella es hermosa, Ryder. Es tan dulce y curiosa, con esos ojos verdes identicos a los tuyos que no dejan de brillar, esos pequeños dedos que ya se aferran a todo lo que toca.
Pero a pesar de todo lo que tengo, no dejo de sentir que algo falta. Extraño tanto tus cartas, tus palabras. Había momentos en los que pensaba que, a lo mejor, estábamos construyendo algo real, pero ahora siento que me estoy ahogando.
Hace un tiempo fui a tu casa. Y no estabas allí. Nadie sabía nada de ti, nadie parecía tener respuestas. No puedo seguir esperando más, Ryder. Necesito saber si alguna vez te importó. Estoy en un lugar de acogida, tratando de estudiar, tratando de darle un futuro mejor a Hannah, pero no puedo seguir sola.
Solo quiero saber que todo lo que te envié, todo lo que compartí contigo, no fue en vano. Quiero saber si alguna vez de verdad quisiste estar aquí para nosotros.
Te extraño, aunque ni siquiera sé si me recuerdas. Pero aún sigo esperando que me respondas. Espero que esta carta te llegue.
Con amor,
Mary
9 de septiembre del 2009
Ryder,
No sé por dónde empezar, porque ya ni siquiera sé qué pensar. Hoy Joy cumple 5 años. Cinco años, Ryder. Y te escribo, una vez más, sin que hayas tenido la decencia de responderme ni una sola vez. Hoy, su cumpleaños, es el mismo día que me doy cuenta de que no voy a seguir esperando. No voy a seguir esperando a alguien que nunca estuvo allí, ni cuando más lo necesitábamos.
Y lo peor de todo, lo más doloroso, es que ahora sé lo que has estado haciendo. Me han hablado de ti, de cómo te has estado destruyendo, cómo te has estado drogando durante años. ¿Sabes cuánto me duele saber eso? ¿Sabes cuán humillante es escuchar que el hombre en quien una vez creí se está arruinando por su propia culpa? No solo me dejaste a mí. Dejaste a nuestra hija también.
Hoy, mientras Joy soplaba las velas de su pastel, me di cuenta de que, aunque trate de llenar ese vacío, nunca va a ser suficiente. Ella no tiene un padre. Y no porque no lo intente, sino porque tú decidiste desaparecer. Decidiste hacerle esto a ella. No voy a seguir haciéndome la tonta, esperando cartas que nunca llegaran.
Tus cartas ya no me importan. Ya no me importa si alguna vez las leíste. Pero lo que me duele, lo que realmente me destroza, es saber que la vida de Joy sigue adelante sin ti, sin que ni siquiera te des cuenta de lo que has perdido.
Este es el último intento. Este es el último grito de alguien que ya no tiene más lágrimas que derramar. Y aunque sé que lo que me dices a través de este papel ya no importa, solo quiero que lo sepas: fuiste tú quien eligió estar ausente. Fuiste tú quien abandonó a la única familia que alguna vez te quiso.
Ya no más.
Mary
3 de enero de 2010
Mary,
Sé que no tienes idea de cuánto lamento haberte dejado así. Y sé que ahora mis palabras no van a borrar lo que te hice, ni lo que le hice a Hannie. Pero tengo que decirte lo que ha pasado.
Hace semanas salí del psiquiátrico. Por fin pude salir de ese maldito agujero en el que me metí por tanto tiempo. Hace meses que estoy limpio, Mary. Limpio de todo. La droga, el dolor, la rabia... todo eso quedó atrás. Y sé que eso no cambia lo que ocurrió, pero te lo debo decir. He pasado tanto tiempo luchando conmigo mismo, tratando de encontrar una manera de ser alguien mejor, alguien en quien puedas confiar.
Y quería contarte que cuando me enteré de lo que estaba pasando, de que Hanna había crecido sin mí, me prometí que iba a hacer todo lo posible para estar allí para ella. Para ser un padre. Ya no soy el hombre que era antes. He cambiado.
Recuerdo que en las cartas me diste la dirección del lugar de acogida, y cuando llegué allí, solo encontré a la señora que vivía en la casa. Ella me dio todas las cartas que me habías mandado, como si hubieras querido que a propósito te buscará y me encontrara con eso.
Sé que ahora no me ves más que como un extraño. No puedo esperar que me perdones por todo lo que hice, pero quiero que sepas que estoy dispuesto a cambiar. Estoy dispuesto a ser parte de la vida de Hannah.
Entiendo que estás enojada, que me odias, y no te culpo por ello. Fui un cobarde. Pero, por favor, quiero que sepas que ahora estoy aquí. Quiero ser el padre que nunca fui, el que ella necesita.
No sé si me vas a dar una oportunidad. No sé si alguna vez podré hacer que lo que perdí valga la pena. Pero lo intentaré.
Mandare esta carta a la dirección de la casa de tus padres, hare una copia para reprenderme cada noche mientras leo esta carta y la última que enviarte como castigo por haberte descuidado. Espero que ellos y tu puedan perdonarme.
Ryder
Carta no enviada - 17 de junio de 2013
Mary,
No sé si alguna vez recibirás esta carta, ya que posiblemente no la envié. No sé si todavía te importará saber algo de mí, pero por alguna razón, siento que debo escribirla.
Hace poco, me enteré de que te habías casado. Recibí una noticia que nunca pensé que llegaría a mi corazón de esta manera, pero aquí estoy, escribiendo sobre ello. Y aunque al principio, debo admitir, me costó un poco aceptar, pronto me di cuenta de algo importante: te vi feliz. Y eso, Mary, es todo lo que siempre quise para ti.
Sé que tienes un lindo niño ahora, y sé que ese hombre que elegiste para estar a tu lado, el que le dio su nombre a tu hijo, ha sido todo lo que nunca pude ser. Le pido que cuide de Hannah. Que esté allí para ella, que la consuele cuando su primer corazón roto la derrumbe, que esté a su lado en la graduación, en cada logro que consuma su vida. Y que, si algún día llega a caminar por el altar, sea él quien la lleve, como yo nunca pude hacerlo.
Por mi parte, me mudé a Denver. Ya no quiero ser una sombra en tu vida, Mary. Ya no quiero interferir en lo que has logrado construir. No tengo derecho a estar en tu camino ni en el de Hannah. Y aunque sé que nunca podré ser el padre que merecías, ni el hombre que necesitaste en esos años, al menos puedo ser la distancia que ya debí haber sido.
Quiero que sigas adelante con tu vida. Quiero que seas feliz, que veas crecer a tus hijos, que celebres los pequeños logros y las grandes victorias. Me siento agradecido de que hayas encontrado todo lo que siempre quise para ti. Que hayas formado la familia que deseabas, esa que se me escapó de las manos.
Espero que el tiempo te dé todo lo que mereces, porque si algo sé es que nunca dejaste de luchar por lo que querías. Yo solo soy un eco del pasado, una sombra que decidió irse para no volver a interrumpir.
Sé que no te debo nada, pero me siento en paz sabiendo que ahora tienes todo lo que alguna vez soñé que podríamos ser.
Siempre supe que al final, perdería lo que más amaba. Lo peor es que nunca pude decirlo en voz alta: te dejé ir cuando más te necesitaba, y nunca volveré a arrepentirme de haberte soltado.
Que la vida te sea leve, pero también plena.
Te amo por siempre.
Ryder.
_______________
Me tiré en la cama, las cartas esparcidas a mi alrededor, y sentí cómo todo el peso de lo que había leído caía sobre mí, aplastándome. Como si de repente la gravedad hubiera aumentado, empujándome hacia el colchón. Toda mi vida había creído que mi papá me había dejado porque era un irresponsable, un tipo que no sabía cómo hacerse cargo de sus cosas. Eso era lo que me habían dicho, eso era lo que pensaba, pero ahora... todo se sentía tan confuso.
Sí, aún estaba enojada, muy enojada. Después de todo, él ya sabía que iba a ser papá. Sabía que yo estaba en camino y no hizo nada. Me dejó. Pero ahora, leyendo todo eso, me daba cuenta de que no podía echarle toda la culpa. No podía culparlo solo a él. Quizás no era tan simple como yo pensaba. Tal vez él también había tenido su propio montón de problemas. Tal vez él, igual que yo, solo estaba perdido. ¿Y si no todo era tan blanco y negro como me habían hecho creer?
Pero lo que realmente me estaba doliendo era mi mamá. ¿Por qué nunca me contó nada de esto? ¿Por qué me ocultó todo esto por tanto tiempo? ¿Por qué nunca me dijo la verdad?
Me quedé sentada en la cama, mirando las cartas como si fueran algo que nunca podría entender del todo. Todo lo que pensaba que sabía sobre mi familia, sobre mi vida, se estaba cayendo a pedazos. ¿Por qué me había mentido? ¿Por qué me dijo que todo estaba bien? Ella siempre me dijo que no me preocupara, que no era mi culpa, que no lo entendiera. Pero ahora, leyendo todo esto, todo tenía otro sabor. Me dolía. Mucho.
Pero mientras la rabia se iba disipando, algo raro empezó a pasar. Empecé a entender por qué lo hizo. Tal vez, solo tal vez, lo hizo por protegerme. Tal vez pensó que me ahorraba un dolor que ella misma había llevado por años. Tal vez pensaba que era lo mejor, aunque me doliera tanto ahora. Lo hacía por amor, aunque no lo entendiera entonces. Me sentí extraña, porque aunque me dolía todo lo que me había ocultado, también me sentí agradecida por lo que hizo, por todo lo que hizo para darme la mejor vida que pudo.
Pero, aunque comenzara a comprenderla, no pude evitar sentir que algo seguía faltando. Algo que no podía dejar ir. Yo necesitaba respuestas. Y esas respuestas solo venían de una persona: mi padre.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro