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2

Noah

Terminó de ajustarme el nudo de la corbata. Nunca he entendido porque tengo que usar un traje tan formal en una cita, apenas tengo dieciséis años, las formalidades no son lo mío.

Miró el reloj en mi muñeca; las ocho y seis minutos, hora de recoger a Kate en su casa para ir al restaurante, a ver si hoy logro olvidarme de ella. Me despido de mamá antes de salir y le pido las llaves del auto a papá «Ve campeón, esa chica será tuya.» Papá trata de motivarme. Yo sólo espero pasar un buen rato, y olvidar, sólo quiero olvidar.

Subo al coche y en cuestión de cinco minutos estoy frente a la casa de Kate Stuart. Ahora debo hacer la parte que más odio: volverme un hipócrita y tratar de ser amable con los padres de Kate —porque si esto funciona, no quiero pasar por dramas de amores prohibidos—. Tocó el timbre, me paró erguido y tomó mis manos por detrás de mi espalda.

La puerta se abre y detrás de ella aparece la mamá de Kate, que prontamente esboza una sonrisa y sus ojos se iluminan. Espero no esté pensando que me planeara una boda.

—¡Hola! —dice con mucha amabilidad.

—¡Buenas noches! Sra. Stuart. —Le estrechó la mano—. Soy Noah.

—Hola Noah. Llamame Kaitlyn —dijo tras estrechar mi mano.

—Es un gusto Sra. Kaitlyn.

—El gusto es mío. Ven. Pasa adelante. —abrió la puerta completamente y se apartó de la entrada para dejarme pasar.

—Bonita casa —dije al entrar. Les he dicho eso a todas las madres de las chicas con las que he salido los últimos meses.

—Muchas gracias. Eres muy simpático. —Primer cumplido: significa que le caigo bien. Ahora falta el padre, veamos que tal—. Ya vuelvo. Voy a avisarle a Kate que ya estás aquí.

No sé si era mi intuición, pero sabía que a quien menos iba a avisarle era a Kate. La señora subió por las escaleras de su casa y los cuchicheos que sonaron tras doblar en una esquina y perderse de mi vista, me confirmaron que fue en busca del padre de Kate, no de Kate.

Escuchó pasos pesados acercarse a las escaleras y deduzco que el padre de Kate es un hombre de gran "presencia." Mi instinto no falla y sólo esperó que no le guste abarcar tanto como abarca en el mundo. Se acerca a mí con rostro inquebrantable y yo permanezco firme.

Entre tener que mostrarme amable con los padres de la chica, lo que más odio es tener que mostrarme inferior ante el padre, para no dañar su ego, y congraciarlo con fingir que siento temor de ellos. Cuando está a unos pasos de mí, me apresuro a estrechar su mano.

—Mucho gusto señor. Soy Noah. —Él estrecha su mano y no responde, sólo me queda mirando fijo sin pestañar tratando de intimidarme con su rostro de piedra. Si tan sólo vieran lo estúpidos que se ven.

—¡Oh! —exclama la Sra. Kaitlyn—. Aquí viene Kate.

Es cierto, Kate se está acercando a las escaleras, su taconeo por el pasillo de arriba se escucha aquí abajo. Aparece tras doblar en la esquina en la que se perdió su madre hace un momento. Luce resplandeciente, su cabello rubio cae en ondas bajando por sus hombros hasta terminar en su pecho, tiene un precioso vestido de seda color champaña que hace juego con su cabello y sus ojos color miel. Realmente hermosa. Sonrío, aunque la belleza es un dote muy destacable de Kate, rezo mentalmente para que todo salga bien hoy y pueda dejar todo atrás.

Kate camina hasta mí y puedo notar que sus tacones negros le permiten estar a mi altura. Me despido con una seña de los padres de Kate para luego voltear mi rostro y poner los ojos en blanco sin que Kate me vea. La conduzco hasta el auto y le abro la puerta para que suba. Rodeo el auto y llego hasta mi asiento de conductor, enciendo el auto y antes de arrancar, la miro y ella sonríe.

—Bonita noche ¿no? —le digo.

—Sí, es hermosa —contesta. Espero también sea una hermosa noche para mí.

Arrancó el auto y en unos pocos minutos llegamos al restaurante —ventajas de una ciudad pequeña—. Estacionamos y nos dirigimos a entrar en el restaurante, pasamos y divisó el restaurante, elegante, demasiado elegante, las mesas con manteles rojos pulcros, sillas acojinadas en combinación con los manteles y la decoración del lugar. Romántico, bastante, música suave de fondo, olor a rosas en todo el lugar, y en efecto, rosas en las esquinas y en el centro de las mesas.

—Es un restaurante muy hermoso —me dice Kate tomándome del brazo al momento que una joven mujer rectifica nuestra reservación y nos dirige hasta nuestra mesa.

—Jóvenes, esta es su mesa —dice la mujer y nos entrega la carta del menú.

Nuestra mesa está cerca de la ventana que da vista a la calle, de tráfico moderado, en el lado izquierdo del restaurante. Nos sentamos y proseguimos a pedir lo que comeremos.

—¿No te gustaría empezar con una entrada? —le pregunto a Kate.

—Sí, sí. ¿Qué sugieres?

—Yo diría que panes con hierba y salsa tártara ¿qué dices?

—Estoy de acuerdo.

—¿En serio? —Kate parece el tipo de chica que no puede decidir por sí misma.

—Completamente —termina de afirmar. Odio el tipo de chicas que no pueden decidir por sí misma y todo lo que hagan tienen que girar en torno a sus novios—. Por cierto, papá pasara a buscarme al terminar la cita.

—Ah ok. Está bien.

—No te molesta ¿verdad?

—No. Para nada. —Comprendo que su padre desconfié de mí y piense que después del restaurante la llevaré a mi casa y hagamos lo que él piensa.

Unos minutos después de escuchar a Kate hablar banalidades, el mesero nos trae nuestra entrada y disfruto de los panes con hierba y salsa tártara que ordené.

—Mmmm —expresa Kate tras probarlos.

—¿Ves? Te dije que te gustarían —le comentó.

—Sí, están deliciosos. Se nota que sabes de buena comida. —No sé si Kate trata de adularme con ese comentario—. ¿Sabes quién también sabe mucho acerca de buena comida? Mi padre, me recomendó que probara el risotto.

—Sí, se nota que a tu padre le gusta mucho la comida. —Kate me mira perpleja como si tratara de descifrar si fue un cumplido o un insulto. Si tan sólo ella fuera como Olivia seguramente hubiera soltado una carcajada—. Bueno... es que se nota que tu padre es un hombre muy refinado —agrego y ella asiente.

—Sí, lo es. Hace unos meses su socio le dijo que él era el mejor socio que había tenido en años...

Kate continúa hablando de lo fabuloso y adinerado que es el gordo de su padre, ella habla así porque él es uno de los socios de la empresa de enlatado más grande de la ciudad. Claro, él sólo aporta dinero y recibe dinero, triplicado, de vuelta, porque si no fuera así, Kate no se enorgulleciera demasiado por un padre que viviera enlatando sardinas y granos.

Ella sigue parloteando y yo me pierdo en mis recuerdos mientras finjo escucharla. ¿Quién habla de su padre en una cita? Mis pensamientos se desvían de un lugar a otro y recaen nuevamente en la persona que no he dejado de pensar en los últimos meses: Olivia Evans

Olivia mi ex mejor amiga, la persona con la que disfrutaba pasar el tiempo. Con la que siempre estaba riéndome, y junto a la que amaba ser anormal. Ella me enseño a no tomar nada en serio y a siempre ver el lado positivo de las cosas. No sé qué sería de mi vida ahora, si no la hubiera conocido, seguro sería un cascarrabias o un retraído.

Recuerdo cuando la vi por primera vez. Cuando entré en el instituto Granger, en mi primer año de secundaria, y si era un retraído. Estaba sentado en el aula de clases esperando ansiosamente a que llegara el profesor. Estaba hecho un manojo de nervios. No conocía a nadie en mi clase y los veía a todos como alienígenas que me comerían en cualquier momento.

Miré a la izquierda por sobre mi hombro y la vi a ella, relució ante mis ojos, no pude ignorar su belleza, y su carisma rebozaba en su sonrisa. Era la única que no parecía una alienígena. Aunque también me pareció inalcanzable para mí.

Luego de eso, unos chicos de la clase quisieron molestarme. No iba a defenderme, era demasiado inseguro para hacerlo, permitiría que me hicieran bullying, pero tuve una heroína.

—¡Déjenlo tranquilo! —les gritó ella.

Ellos eran conocidos de ella y por eso dejaron de molestarme. Aún recuerdo la sensación que recorrió mi cuerpo en ese momento cuando me dio su mano y con una hermosa sonrisa y, para ese entonces, con su voz chillona dijo:

—Tranquilo, ya no van a molestarte.

—¡Gracias! —dije.

—Soy Olivia.

—Yo soy Noah.

—¿Quieres que compartamos el libro de historia? —me preguntó.

—¡Sí!... Lo siento. No es necesario, yo tengo el mío. —Ella rió por lo bajo cuando se lo comenté.

—Lo decía porque he sido yo quien lo ha olvidado.

—Oh, claro, claro. Compartiremos libro.

Pasamos toda la tarde juntos ese día. Desde el primer momento que la vi, me gusto. Desde que cruzamos nuestras primeras palabras y me apoyo, me encanto. Y cuando comencé a pasar tiempo junto a ella, me enamoré. Con el tiempo, ya no podía hacer nada sin estar junto a ella. La amaba... No, la amo. Si tan sólo hubiera confesado mis sentimientos.

Siempre he sido un cobarde, toda mi vida. Desde que era un niño hasta ahora, siempre he tenido dificultades al tratar de expresar lo que quiero. Y aunque sé que mientras no dijera nada, no cambiaría nada, prefería hundirme en mi silencio.

Siempre ame a Olivia, no tenía ojos para nadie más. Pero nunca lleve la relación al siguiente paso por temor, inseguridad, desconfianza. Olivia era mi mejor amiga y la conocía en muchos aspectos, pero no la conocía tanto como para saber que respondería si le preguntaba si quería ser mi novia.

Aunque pienso que nunca lo iba a confesar, podía vivir con ello siempre y cuando permaneciera a su lado, sólo con estar junto a ella, era feliz. Ahora no nos hablamos y no dejo de pensar en ella cada día, y mientras pasa cada minuto, más me odio por no haber confesado mis emociones.

Y me odio aún más, porque no pude perdonarla. Fuera quien haya sido el causante de la pelea, no pude perdonarla por ser un idiota orgulloso. Después de la golpiza que me dio Niels —que igual yo también le di— mi personalidad se fracturo, era el hazmerreír del instituto, y por eso fui incapaz de perdonarla, aunque ella me lo negó todo, pero no le creí. Mi mente estaba confusa, la verdad, no entendía nada de lo que estaba pasando a mi alrededor, sólo sé que en ese momento, la rabia me cegó.

Después de los días, comprendí que no sobreviviría sin estar con ella. Luego Christa Meyer, sus amigas y los chicos del equipo de futbol comenzaron a hablarme y a incluirme en su grupo, entonces pensé que con mi nuevo grupo de amigos, sólo me tomaría unas pocas semanas para poder olvidarla.

***

—¿Noah? ¿Qué vas a pedir? —me pregunta Kate sacándome de mi ensimismamiento.

—Ah... ¿Qué?

—El mesero vino a tomar nuestra orden. —Kate señaló al mesero que estaba parado a mi lado.

—¿Tú que vas a pedir? —le pregunté.

—El rissoto, ya te lo dije.

—Ah... yo quiero una pasta carbonara.

—A la orden señor —dijo el mesero—, una pasta carbonara y un rissoto saliendo para ustedes. —El mesero nos dio la espalda y se fue.

—¿Te pasa algo? Has estado un poco distraído... sólo un poco —dijo Kate.

—No, yo sólo... ¡Lo siento! Es verdad, he estado pensando en algo en estos días y me tiene algo... estresado.

—Lo comprendo.

—¿En serio?

—Sí, claro. Puedes contarme... si quieres —me propuso Kate.

—No. Tranquila, es mejor que no te atosigue con mis problemas. Por qué mejor no hablas de ti. ¿Qué quieres o qué piensas hacer esta semana?

—¡Oh! Esta semana quiero ir con mamá al centro comercial, ¡la Beautiful & Boutique tiene una colección de ropa de primavera que esta para morirse!

—Suena muy interesante, pero además de eso, ¿no piensas salir con tus amigas o amigos?

—Mis amigas estarán en la Beautiful & Boutique, me encontraré con ellas ahí, no se pierden lo último de la moda.

—Ah, ¿y tienes algún pasatiempo?

—Las fiestas son un gran pasatiempo ¿no?

—Sí, ustedes me lo han mostrado. A mí me encanta ir al cine ¿a ti te gustan las películas? —insisto en tratar de encontrar algo que me guste de Kate además de su físico.

En otras circunstancias, no pensaría dos veces para iniciar una relación con ella sólo por su belleza, pero estando enamorado de alguien más, necesito una buena razón que me asegure que, podré librarme de mis sentimientos hacia ella.

—Ah, creo que no.

—¿Cómo qué no? —Es absurdo ¿a quién no le gustan las películas?

—No lo sé, no me llaman la atención.

—Pero debe haber algo que te guste ¿Algún Reallity Show? — ¡Por favor que no sean las Kardashian's, las Kardashian's no!

—¡Me encanta Keeping up with the Kardashian!

Ok, si le gustan las Kardashian's.

—¿Alguna aspiración? —pregunto.

—Alguna aspiración, claro, me gustaría... ah... tal vez ir de vacaciones a las Bahamas, quiero probar un país nuevo, es que en mi último viaje a Puerto Rico no me fue muy bien.

—Vaya creo que tienes una gran vida.

—No, nada en especial.

—Oye, ¿puedo hacerte una última pregunta?

Cuando creí que olvidaría a Olivia con mi nuevo grupo de amigos, comencé a andar más a menudo con ellos. Me sentaba junto a ellos a la hora del almuerzo, asistía a los entrenamientos y los juegos del equipo de futbol y disfrute de varias fiestas a las que fui invitado por ellos. Pero aun así, ella no desaparecía de mi mente y la necesidad de estar junto a ella aparecía nuevamente, una y otra vez.

Las reuniones en el equipo de futbol comenzaron a ser monótonas, sólo hablaban de las mejores marcas de zapatos, futbol y chicas. La vida es demasiado corta como para pasársela hablando de zapatos. Odio el futbol, jamás me he interesado en él, sólo me acerqué porque mis nuevos amigos lo practicaban y porque te hacía cool, pero nunca he sentido pasión por él y mi entusiasmo desaparecerá en cualquier momento.

Entonces creí que aún existía una posibilidad más para olvidar a Olivia, y era encontrar a otra persona que me hiciera sentir incluso mejor que como me hacía sentir ella. Y por eso inicie una búsqueda y comencé a salir con una chica diferente cada fin de semana, con descripciones previas, de cada una de ellas, suministradas por el equipo —completo— de futbol. Pero cada vez que salía con una más, me iba dando cuenta que nunca, nunca, volvería a encontrar una chica como Olivia.

Digo. Muchos me considerarían un inconforme, porque ellos darían cualquier cosa por salir con, al menos, una de las chicas con las que he salido, pero, no es mi culpa. Todas han sido chicas superficiales que no les interesa nada más que la moda, las fiestas y la popularidad, son chicas que ni siquiera saben lo que quieren, y por eso me he decepcionado de ellas y, por consiguiente, se ha fortalecido mi deseo de estar con Olivia.

Si entramos en detalle, Christa Meyer sólo se interesa en la moda y en ser una completa engreída a la que lo único que le llena el alma es el sentir que los demás son inferiores a ella.

Samanta Clark, aunque sabe lo que quiere, sus gustos y los míos no van de la mano, lo siento, pero no me gustaría tener una novia que se pasa las horas alimentando serpientes y otros reptiles, no es nada personal con los animalitos.

Jamie Robinson, los chicos del equipo de futbol me dieron malas opiniones acerca de ella. Emily Morris, ah, su nuevo color de cabello es horrible y ella no lo quiere aceptar que es lo peor. Lara Seif, sólo es otra superficial. Dana Moyes, Stacy Collins, Sarah Lawrence... todas completamente iguales. Alguien diferente: Olivia Evans, inigualable.

Y por eso estoy aquí, por eso estoy esta noche en este restaurante cenando junto a Kate Stuart, para saber si Kate, puede ser diferente a las demás y ayudarme a olvidarme de ella. Y para descubrir si es otra superficial más del montón le haré una pregunta en la que todas han fallado, y si es capaz de contestarla, tal vez pueda empezar a olvidarme de Olivia Evans.

—¿Kate?

—¿Sí, Noah?

—¿Qué es lo que te gusta de mí?

—¡Oh, Noah! Me sonrojas —Kate cubrió su cara con sus delicadas manos.

—No, es en serio ¿qué es lo que te gusta de mí? —le tomó la mano y la obligo a mirarme a los ojos.

—Pues... eres muy guapo.

—Ok. ¿Pero además?

—¿Qué más puedo decir? Noah, eres gran chico...

—¿De qué forma?

—¿Cómo que de qué forma? —indaga.

—¿Por qué crees que soy un gran chico?

—¡Ay Noah! Pues... —Kate se detiene y pierde la mirada, como si tratara de pensar mucho. Pasa un largo rato pensado y luego dice—: Acércate —me invita a acercarme a ella para susurrarme al oído—. Noah, para nadie es un secreto que actualmente eres la sensación, eres el más popular. Todas mueren por estar contigo, bueno, no es su culpa, eres muy guapo. Desde hace mucho tiempo nos gustabas, a mí y a mis amigas. Hicimos todo lo que pudimos para tenerte en nuestro grupo, en serio, todo, hasta deshacernos de tu ex amiguita. —Kate se aleja y se acomoda en la silla y luego esboza una sonrisa.

—Ya veo —comento sin ánimos.

—Has salido con casi todas mis amigas y no has quedado con nadie. Algunas piensan que eres un rompecorazones. Yo creo que sólo es que no has encontrado a la afortunada. —Me mira a los ojos y asiento—. Entonces... ¿soy la afortunada?

—¿Quieres pedir el postre? —pregunto indiferente.

—Sí, claro —contesta, decepcionada, tras haber entendido mi mensaje—. ¿Pastel de chocolate?

—Pastel de chocolate —afirmo.

Estoy paralizado. En shock. Siento mi sangre hervir. Estoy, súbitamente, súper enojado conmigo mismo. Siento como mi cara empieza a arder. Me odio. Me odio. Me odio. He sido demasiado estúpido como para creer que Kate sería alguien diferente, alguien con propósito, con sentido de sí misma, pero no. Sólo ha sido otra chica más del montón: superficial. Pero he sido mucho más bobo al tratar de engañarme a mí mismo, y hacerme creer que con una chica más podría olvidar a Olivia.

¡Dios! Amo a Olivia. Lo he hecho desde que la conocí. No entiendo porque trate de engañarme. ¿En qué estaba pensando? ¿En serio creí que con simples chicas la podía borrar de mi vida? No existe algo más noble y real que el amor que siento por ella. Lo peor de todo, es que dudé y desconfié de ella, no fui capaz de creerle. Por el maldito orgullo. Y tenía razón, todo lo que me dijo era verdad, la misma Kate acaba de confesarlo. ¿Por qué, Noah? ¿Por qué?

Pero debe haber una solución, y yo debo encontrarla. Perdón. Sí, debo pedirle perdón a Olivia. Eso solucionara todo —o eso espero—. Esa será mi oportunidad para remendar las cosas. Aunque, aun así, después de todo lo que le hice: llamarla mentirosa, no creerle cuando me confesó la verdad y acusarla de mandarme a golpear. Después de eso ¿será capaz de perdonarme? La verdad, no lo creo.

Espera. Estoy volviendo a ser el mismo Noah de antes, el que deliraba sacando respuestas a preguntas que nunca hizo. Exactamente por esa razón nunca fui capaz de confesar mis sentimientos. Pero lo he jorobado todo y no puedo empezar a delirar en este momento. Tengo que arreglarlo todo y, aunque no lo haga, pediré disculpas y, ya que, existe la posibilidad de que Olivia no pueda perdonarme, también confesaré lo que este tiempo estuve guardando. La próxima vez que vea a Olivia, me lanzaré a contarle todo.

—Pastel de chocolate para ambos —dice Kate cuando el mesero se acerca a nuestra mesa y luego se aleja con la orden.

—Oye, Kate, quiero decirte algo. —Me acerco a ella por sobre la mesa.

—Tranquilo, no tienes que explicar nada —comenta con la voz quebradiza.

—No, espera. Quiero decirte que eres una gran chica...

—No tanto para ti ¿no es cierto?

—Escúchame. No te sientas mal. Eres hermosa, tienes una gran vida, una familia que te ama y un padre que te apoya, te ama y te cuida. Eres muy afortunada. No tienes que permitir que nada ni nadie te haga sentir triste. —Tomo su mano.

—Sólo lo dices porque quieres deshacerte de mí ahora que no te gusto.

—No, no es eso. Mira. Es cierto, no me gustas. Lo siento... Bueno, eres una chica hermosa, pero, no puedo amarte. No puedo hacerlo porque amo a alguien más, y pase lo que pase, lucharé por esa persona a la que amo. Me he dado cuenta de que no puedo dejar de amarla y tengo que lograr que ella me ame o enloqueceré.

—¿Entonces es eso? Nunca fuiste un rompecorazones, sólo estabas enamorado de alguien más.

—Exactamente, Kate. Y estoy cien por ciento seguro de que tú encontrarás a alguien que te ame, tanto o incluso más, de lo que yo la amo a ella.

—Es tu amiga ¿cierto?

—Olivia, sí, es ella.

—Aunque te separamos de ella, te hicimos creer que te había mandado a golpear, y después de salir con casi todas las chicas del instituto, aún sigues amándola. Creo que eso es amor de verdad. —Kate esboza una tierna sonrisa.

—Trate de convencerme de que podía olvidarla, pero no lo logre, en realidad la amo.

—Espero enloquezcas... de amor por ella —Kate sonríe.

—Lo haré, Kate, lo haré.

—¡Oh! Aquí viene el pastel —exclama Kate, al ver al mesero llegar con el pastel.

—¡Qué lo disfruten! —dice el mesero tras servir el postre.

—Pues, que lo disfrutes, Noah —agrega Kate.

—Que lo disfrutes tú también.

***

—Tal vez no sea la mejor cita de mi vida —dice Kate, después de probar el pastel—. Pero me han encantado tus palabras y me alegra saber que aún existen chicos como tú, que aman con locura.

—Nunca he amado con locura. Bueno, espero hacerlo, y también espero que encuentres a alguien que te ame como lo deseas.

—¡Ojala! Quiero ser tan feliz como tú harás feliz a esa chica.

—Lo conseguirás. Te lo aseguro. Pero hazme un favor ¿sí? Trata de encontrar una pasión, algo que ames además de un chico... y las Kardashian's.

—Amo la moda.

—Ah... —Es muy difícil tratar de cambiar a las personas—. ¿Te gustaría ser diseñadora de modas?

—¡Sí!

—¡Pues, hazlo!

—Lo intentare. Te lo prometo.

—Tienes que hacerlo —la exhorto—. Y creo que esta tampoco ha sido la mejor cita de mi vida, pero hoy me di cuenta que sólo podré amar a Olivia. Gracias por todo, Kate.

—Gracias a ti. Ha sido lindo, pero se acabó el pastel. —Kate repasa la cuchara por el plato vacío—. Nuestra cita ya acabo, a menos que quieras pedir más pastel.

—Me encantaría, pero tu padre no tarda en venir ¿cierto?

—Sí, es cierto.

—Entonces ¿seremos amigos? —Le estrecho mi mano a Kate.

—Amigos. —Kate me da su mano.

En menos de dos minutos el papá de Kate llegó por ella en su camioneta, y tras pagar la cuenta y agradecer el servicio, salimos del restaurante, al frente del mismo donde su papá espera por ella.

La llevo de la mano hasta el auto, la ayudo a subir, le agradezco por todo, me despido de ella y del gordo Sr. Stuart. Me quedo parado al pie de la carretera y los veo avanzar por la calle con una sonrisa instalada en mi cara, mientras me despido con una seña.

Una figura de una chica camina de espaldas en la misma dirección en la que acaba de partir el auto, reconozco su silueta y se desdibuja la sonrisa de mi cara. Es ella, lo sé.

Este es el momento, ahora o nunca, y no hay tiempo para arrepentirse. Si no es hoy, no será jamás. Ha llegado el momento de correr y expresar lo que siento. Debo correr para alcanzar, pero antes...

—¡Olivia! —grito.       

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