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Capítulo 46


Lauren.

Yo te amaré ladrona, aunque te quedes con mi alma.

***

—Este brindis es por los recién casados —Dinah choca las copas de todos—, aunque no se lo merezcan por dejarnos a los demás sumergidos en la mierda.

— ¡Dinah! —Camila le jala el cabello.

Todos terminan riéndose del pequeño show que montan.

—Como si estuviera diciendo mentiras —refunfuña la más alta—, en fin, organice esto para celebrar, no para recalcar los errores del pasado.

—Muchas gracias, Dinah, es demasiado lindo de tu parte —Ally la abraza.

— ¿Cómo alguien tan creyente en Dios huyó a las Vegas para casarse en vez de hacerlo todo al pie de la letra? —le pregunta Dinah, sin dejar de ser la persona más imprudente.

—Ya deja de molestar —ahora yo me entrometo.

—Shhh, tú no hables, apenas te estás volviendo digna —me señala.

— ¿Y eso qué rayos significa? 

—Dinah ¿Acaso estuviste bebiendo antes de que llegáramos? —pregunta Normani, ya se ha terminado su copa y se la está llenando nuevamente.

—No, los estaba esperando.

—Ella siempre es así —habla Camila.

— ¿Y tú no me vas a dar un abrazo? Eres mi nuevo cuñado, ¿Sabes? —Will se ve apenado—, Ally viene en paquete, aunque se vea así chiquita.

—Oye —se queja la nombrada—, no me metas.

— ¿Cómo es que conseguiste este lugar? —le pregunto a Dinah para cambiar el tema.

Nos hizo venir a una terraza, el lugar es bastante conocido por ser reservado para eventos, cuenta con su área de restaurante, su bar, pista de baile y unos sofás muy cómodos, está hecho para gente adinerada y con clase con su decoración minimalista.

—Pues con dinero, Lauren —gira sus ojos.

—Que actitud de mierda —suelta una carcajada, deja su copa a un lado y se lanza sobre mí abrazándome, me quejo pero no sé aleja.

—Me encanta amargarte, eres un limoncito asido.

—Ay, déjame, quitate de encima, me vas a hacer derramar el vino.

—Ya déjala —Camila logra sacarmela de encima—, vas a hacerla enojar.

—No te pongas celosa —nos sonríe con malicia—, así luego la contentas.

Una tos me hace fijarme en Shawn, se ahogó con el vino, miró a Dianah con seriedad, se le ha ido la lengua ignorando al único ser de esta reunión que no sabe nada al respecto de Camila y yo. Además de que aún mantengo el enojo de que él besara a Camila a la fuerza, me he estado controlando de la mejor manera, hasta me sorprende.

—Ya sabes que a Lauren hay que comprarle piña cuando está enojada —trata de arreglarlo de la manera más abusada.

—Si la niña quiere piña, se le da —todos miramos a Camila, termina soltando una risa nerviosa.

— ¿Quién quiere una margarita? —Normani se levanta—, me ha provocado, voy al bar.

—Me encantan las margaritas —Will se va con Normani.

—Ya que no está el esposo, ¿Cómo estás, Troy? ¿Necesitas una curita? 

— ¡Dinah! —Ally suena indignada.

—No me jodas, Dinah —Troy se bebe todo lo que queda en su copa, no se ve molesto, pero tampoco creo que sea el mejor tema de conversación.

— ¿Qué?

—Te pasas —Shawn se ríe.

—Lo siento, me callaré, la idea es pasarlo bien porque ya no nos veremos tan seguido —Camila se acerca y la abraza.

—Bien, llegaron las margaritas —Normani coloca una bandeja en la mesa que está frente a mí.

—Pongan música —Ally se anima.

—Comencemos la fiesta —es Shawn que se encarga de la petición de la pequeña colocando una música con un volumen moderado.




Sostengo el abrigo de Camila y ayudó a que se lo coloque, se tambalea pero logró que no ocurra un accidente.

— ¿Seguro que está bien? —me pregunta Normani.

—Sí, sí, sí —contesta Camila por mí.

—Ya la oíste —me río—, no te preocupes, sigue con los demás, la llevaré a casa, se ha embriagado muy rápido.

—Bien, avísame cuando estés en tu departamento —besa mi mejilla y regresa con los demás.

—Lauren, tengo frío… —mete sus manos por mi abrigo a mi alrededor.

—Nos van a ver —murmuró cuando está abrazada a mí.

— ¿Y qué? Ya, ya… saben —saco mi celular y marcó a mi guardaespaldas.

—No confío en Shawn, ¿Por qué bebiste tanto? —suelta un quejido 

—No sé.

—Bajaremos hasta el estacionamiento —le doy indicaciones al guardaespaldas cuando contesta mi llamada—, sí, por favor, espera ahí.

Guardo mi celular al colgar, tomó los brazos de Camila desenredandolos de mí y agarrando su brazo la ayudó a caminar hasta el ascensor.

—Todo gira horrible —suelta una risa.

Presionó el botón indicado y hago que se recargue en mí.

—Hueles bien… a ese perfume… —suspira—, te ví hoy y… pensé; que hermosa… la mujer que amo. Despampanante.

Acarició su cabello cuando recuesta su cabeza en mi hombro.

—Que linda te pones —murmuró sonriendo.

Resopla, se abren las puertas en el aparcamiento y el auto está al frente esperando por nosotras, me encargo de subirla y me siento a su lado.

—Vamos a mi departamento, por favor —el auto se pone en marcha.

— ¿Vamos a casa? —se acurruca a mi lado, paso mi brazo sobre sus hombros, si debe tener frío.

—Sí —alejo el cabello de su rostro.

—Me encanta… me encanta cuando dices eso.

Sonríe, tiene sus ojos cerrados, murmura cosas que no logro entender en todo el camino y subir a mi piso es más difícil cuando está más adormilada.

—Oye, no me colaboras —se queja.

—Quítame la ropa… —jala su blusa cuánto cierro la puerta del departamento—, ahora hace calor.

Se me escapa una risa cuando se tropieza y cae sentada en el piso.

—Mañana te vas a arrepentir —me agachó frente a ella.

Levanta la mirada, tiene un puchero perfecto y tierno en sus labios, alejo el cabello de su rostro y ahueco sus mejillas elevando más su cabeza, dejó un beso en su frente.

—Te amo tanto —desde que lo revele realmente cada vez que digo que la amo mi corazón da un salto, me encanta la manera en que me mira al escucharlo, el brillo de sus ojitos.

—Dilo de nuevo… —la ayudó a levantarse.

—Te amo, Camila —beso su mejilla y tomo su mano para llevarla a mi habitación.

Se queda en completo silencio mirándome mientras me desahogo de su abrigo, busco una de esas camisetas enormes que me gusta comprar para dormir.

Me siento la persona más calmada al sacarle la blusa, pasó la camiseta sobre su cabeza y me ayuda metiendo los brazos, desde debajo me encargo de desabrochar el sujetador y sacarlo.

Nunca había sido tan atenta con alguien, nunca había tenido estas actitudes, pero si tampoco había amado a nadie, Camila definitivamente volteo mi mundo.

Hago que se siente en la cama, me concentro en sacarle los zapatos y jeans, se ha quedado muy callada, pero sigue sin apartar la mirada de mí.

—Sube bien a la cama y acuéstate, acomodaré tus cosas y me cambiaré, en un momento te alcanzo.

Me ocupo de dejar todo ordenado, regreso a la entrada para colgar su abrigo y el mío, pasó al baño antes de cambiarme y regresar a la habitación.

—Tardas mucho —sonrió—, tengo sueño.

—Podías dormir sin mí.

—Ya no puedo… —apenas entró debajo de las mantas a su lado se pega a mi cuerpo.

Nunca antes me había gustado tanto el contacto de otra persona, tal vez los demás no eran los correctos.

—Dilo otra vez —susurra.

—Te amo —me encargó de apagar la luz con el control en mi mesa de noche.

—Tengo… un miedo —suena cada vez más adormilada.

También tengo tanto sueño, pero intento aguantar hasta que se duerma primero.

— ¿De qué? 

—De… que al final… te pierda —mi corazón se aprieta, yo tengo ese miedo, pero es por hacer que ella me deje, por mis inseguridades, por no estar a la altura.

—No pasará —me arriesgo a decir algo incierto.

Tengo un problema con las cosas que tengan que ver con el futuro, porque todo es incierto.

—Dilo otra… vez.

—Te amo, Camila.

—Te amo… —susurra antes de quedarse dormida.

Me gustaría creer en las vidas paralelas o eso de los multiversos, solo para que me dé algo de paz pensar que en algunas de esas vidas nosotras tenemos una oportunidad más sencilla.

Algo como que la ví, me miró, nos gustamos y creamos una vida común, como que tal vez vivimos en un campo, pero somos felices.

A veces se me complica imaginar un futuro cuando el actual secreto de nuestra relación peligra, cuando Camila me ha comentado tal vez revelarlo pero a la vez no desea presionarme y también arrepentirse de esa idea.

Nos mantenemos engañadas en este lugar que se ha convertido en nuestro hogar, ahora miro la oscuridad del techo y creo que la amo tanto que me podría condenar a cualquier castigo que quiera poner la sociedad sobre nuestras carreras, pero a la vez me aferró a mi sueño y respeto el suyo.

Me siento culpable por no hacer más, es fácil olvidarme de todo con ella, pero son estos momentos en silencio que un millón de cosas retumban en mi cabeza.

Estoy así por un rato hasta que por fin el cansancio me gana y puedo dejar de pensar.


***

—No has recibido ningún paquete¿Verdad? —me pregunta Brenda al celular, habló con ella mientras pico unas fresas.

—No —frunzo el ceño sintiéndose inquieta—, ¿Por qué? ¿Pasa algo malo? 

—Es que cambiaron el personal en tu edificio —suspira—, no vayas a enloquecer, por favor.

Dejó el cuchillo a un lado y me recargo de la encimera.

—Dime.

—He seguido inspeccionando tu correo y paquetes, primeramente pasan por el personal y luego llegan a tí, pero la chica a la que le pagaba para eso ya no está en tu edificio.

— ¿Por qué? —creo que me tiembla la voz—, si me mudé para que no hubiera problemas.

—Siguen llegandote cosas de esa persona desequilibrada —mis nudillos se ponen blancos por la fuerza con la que presiono la orilla de la encimera.

— ¿Cómo es qué…?

—No lo sé, de verdad —suena estresada—, lo estamos investigando, todos lo que te deja son con repartidores al azar, nadie lo ha visto tampoco, no sé qué motiva a esta persona y no sé cómo encontrarlo, pero no te volverá a pasar nada como la última vez, créeme, Lauren.

—Por favor no me ocultes cosas, Brenda, no me voy a romper, no soy débil —me sobresalto al sentir unos brazos a mi alrededor.

—Sé que eres como un roble, niña, solo trato de protegerte —respiro hondo, aflojó mi agarre de la encimera y dejo mi mano sobre las de Camila, tiene su cabeza recargada en mi espalda.

Nos hemos escapado un poco del mundo.

—Gracias por todo.

—Te estaré pasando tu cronograma al correo, saludos a Camila —me enderezó un poco.

— ¿Cómo sabes que está aquí? —se ríe.

—Por favor, Lauren, me pediste unos días de descanso y no sales del departamento, ¿Quién más te tendría así? 

—No puedo ocultar nada de ti.

—Es imposible, yo lo sé todo señorita.

—Te dejo, gracias por los días libres.

Cuelgo la llamada y me giró a ver el excelente panorama que me espera.

Camila solo con mi camiseta de dormir, despeinada, ojos achinados y sonrisa adormilada.

— ¿Por qué estás fuera de la cama? —me abraza y descansa su mejilla en mi pecho.

—Intentaba prepárate el desayuno.

— ¿Va a llover? —se separa de mí y me mira extrañada—, mi novia está en la cocina.

—No seas tonta —levantó su barbilla, dejo un beso rápido en sus labios y hago que me suelte para acercarle la fruta que tengo en un plato para ella—, siéntate, te serviré un vaso de jugo.

—Que atenta, ¿Así como no pensaré que eres el amor de mi vida? —habla como si fuera broma, pero no estoy segura de que lo sea.

—Puedo serlo —digo dándole la espalda por sacar la caja de jugo para servirle.

— ¿Cuándo me llevarás a conocer a tu familia? Algo formal, ya sabes.

El cambio abrupto me desconcierta, pero evitó comportarme incómodamente, tal vez si estoy lista y solo lo estoy pensando mucho.

—Puedo decirle a mamá que organice una cena, mmm, aunque Chris ya no está, pero bueno, no hay problema, ya será después, sí, luego lo conoces —detiene mi mano en la tapa de la caja de cartón del jugo.

—Está bien, Lauren, podemos esperar un poco más.

Casi podría ocultarlo completamente, pero con apenas una mínima expresión sé que está decepcionada.

Odio ser la razón de esa decepción.

—Vamos a hacerlo, para que los conozcas, así como conocí a tus padres, aunque no como tú novia y con mis padres si sería así y…

—Lauren, haz una pausa, ¿Ok? Está bien, amor, podemos conversarlo luego —tomó sus mejillas y la miró a los ojos.

— ¿Sabes que te amo? Eres para mí las primeras veces que nunca imaginé tener por eso se me hace imposible no temer, juro que lo estoy intentando.

—Sé que me amas, ya casi vivo en tu departamento y tú odias que invadan este espacio, obviamente soy la más afortunada —se ríe y me besa—, también te amo, mi vida.

—Me derrito —comienzo a deslizarme por su cuerpo y se ríe más, me alegra cambiar el ambiente lúgubre que comenzaba a invadirnos.

—He estado tres días aquí, ya Simón me tiene loca —hace un puchero—, debo volver a la vida real.

—Pero si tenemos una entrevista mañana, aparecemos ambas como si nada.

—Convenceme —me mira con picardía.

— ¿No te he convencido estos días? —hace como si lo estuviera pensando.

—Casi, pero… —la cayó con un beso.

Es posible que desee que se quede aquí conmigo en esta burbuja para siempre.

Tal vez cuando se reviente no nos hará daño.

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