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Capítulo Uno

"El amor es una droga, la más adictiva, la más tóxica  de todas ,  pues por mucho que nos consuma, que nos queme por dentro,  que nos anule la fuerza de voluntad,o nos ponga en contra de todas nuestras convicciones más férreas, somos completamente incapaces de renunciar a la idea de tenerlo, da igual lo que duela, da igual el precio a pagar por él , al final todos somos lo mismo: unos yonquis completamente adictos a sentir."

Leí el primer párrafo de mi libro por milésima vez.

Mi libro. Parecía irreal decirlo. Si no fuera por que lo tenía entre mis manos y mi nombre aparecía debajo del título , probablemente seguiría sin creérmelo. 

"Lo que nunca te dije

Un nombre bastante apropiado que a mi editora no parecía gustarle en exceso al principio pero que decidió ceder ante mi insistencia. Había tenido demasiado miedo  a que ella tuviera razón y el título no atrajera al lector, pero me negaba a que algo tan personal para mí como era aquel libro llevase el nombre que la editorial había propuesto. "Te quise". Cuando me propusieron ese título casi me levanto de la reunión, ese título me resultaba tan plano, no transmitía. Yo quería una frase que me representara a mi y sobre todo que hubieras gente como yo ahí fuera, que con solo escuchar el título se pudieras sentir identificada.

Aquello era una historia gris, sin final feliz, contada a través de pequeños fragmentos en forma de poema, que narran la evolución de sentimientos de una chica enamorada profundamente de un chico al que nunca se atreve a confesar lo que siente, y que acaba viendo marchar, sin que pueda hacer nada para impedirlo y con todas esas emociones guardadas en su interior, las cuales nunca volverá a tener la oportunidad de confesar.

No me había abierto en canal sentimentalmente hablando, para que le pusieran el título de una película mala que te verías con tu prima después de comer un domingo. 

"Confío en ti Clover, pero si el título no funciona será tu culpa

Que mi editora me dijera eso me ofendió mucho, lo tomé, pero me ofendió mucho. Ese título era perfecto y nadie mejor que yo podía captar mejor la esencia de toda mi obra en tal solo cinco palabras, que al contrario de lo que pensaba todo el mundo, habían conseguido llamar la atención del público hasta agotar la primera edición en menos de un mes. 

Parece ser que hay demasiadas adolescentes deprimidas que ocultan sus sentimientos en este país y yo les di una manera de evadirse y llorar a gusto todas esas  emociones reprimidas.  Podía pasarme horas leyendo las reseñas que iban dejando mientras leían, no hay nada más gratificante que ver que a la gente le gusta tu trabajo, y yo a ese libro le había echado tantas horas, que si encima no gustaba, no volvería a salir de mi cuarto nunca más.

Obviamente a pesar de todos los años que llevo escribiendo, no dejo de ser una escritora amateur de veinte años publicando su primer libro, y la posibilidad de que la crítica te despelleje de maneras tan despiadadas que desearás no haber publicado nunca, siempre está ahí. Pero parece ser que al contrario de lo que pensaba (no me considero una persona especialmente positiva) , el libro parecía haber gustado, y no iba a ser necesario buscarme una nueva identidad para poder salir a la calle sin pasar por la vergüenza de ser la escritora de una novela catalogada como la peor de la década. 

Apoyé la cabeza en la ventanilla disfrutando del sol que entraba desde el exterior. Me estaba asando de calor, y el aire acondicionado no funcionaba así que empecé a abanicarme con una revista que te daba gratis el tren por si te aburrías en el trayecto. Vi como lo que estaba usando para quitarme el bochorno no era otra que la Men's Health y en la portada Chris Hemsworth me miraba intensamente mientras le movía.

―Vaya, vaya― murmuré, dejando de abanicarme para empezar a ver la revista― pues con esto el calor no me voy a quitar precisamente― pasé las páginas sonriendo pícaramente― La brutal transformación de Alexander Skargard...― leí mientras admiraba sus fotos sin camiseta interpretando a Tarzan.― tengo que empezar a comprar esta revista más a menudo.

―Perdona que te moleste― se acercó una chica a mi mientras yo estaba que me comía con los ojos a todos los hombres que salían en aquella revista. Tiré la revista al suelo y sonreí, como si eso fuera a hacer que la chica olvidara mi cara de acosadora sexual viendo a Chris Hemsworth. 

―No, no te preocupes

―¿Eres Clover Barnes, verdad? 

La miré intentando intuir por que lo preguntaba. Miré alrededor como si aquello fuera una redada policial y estuvieran a punto de detenerme por haber comprado alcohol siendo menor de veintiuno (cosa que este año en la universidad he hecho demasiadas veces como para no ser considerada una delincuente reincidente) 

―Sí, soy yo― respondí no muy convencida 

La chica sonrió, sacó mi libro de su mochila y me enseñó la contraportada dónde salía mi cara y la biografía de la autora. 

"Clover Barnes, joven promesa literaria, que compagina sus estudios en Nueva York con su afición por la escritura, se estrena con esta obra, en la que la autora se prueba la piel de la protagonista para plasmar con un detallismo y un realismo desgarrador los sentimientos experimentados por un amor imposible

Podía recitar la biografía de memoria de tantas veces que la había leído. "Se prueba la piel..." cada vez que leo esa parte no puedo evitar reírme. Y tanto que me la he probado, por que es mi propia piel.

La chica señaló la foto con ilusión.

―Cuando te he visto no me podía creer que fueras tú, si no te importa firmármelo...

―¡Claro, sin problema! ¿Tienes un bolígrafo? ― respondí más relajada y ella me tendió uno.―¿Cómo te llamas?

―Christina, Christina Perkins pero con que me pongas el nombre me vale― al escuchar el apellido fue como si una mano invisible me estrujara el corazón. Fingí una sonrisa mientras hacía un par de respiraciones profundas sin ser capaz de escribir en la primera hoja. Es solo un maldito apellido, y se supone que lo tengo superado, muy superado, superadísimo diría yo. Pero hacía bastante tiempo que no lo escuchaba, y sin esperarlo oírlo así tan de repente casi me causa un infarto.

―Él no está, ya no está― me susurré a mi misma, para tranquilizarme y tras una respiración profunda más, firmé rápidamente con una escueta dedicatoria y le devolví el libro fingiendo una sonrisa

―¿Si no te importa puede escribirme al lado de la firma mi frase favorita del libro? Vas a pensar que soy una pesada, pero esa frase es...― suspiró― la tengo marcada― abrió el libro y me enseñó subrayada en fosforito amarillo una frase del primer capítulo. Al verla sentí un cosquilleo en la columna, no importa cuantas veces la lea, esa palabras siempre consiguen estremecerme y que hubieran conseguido llegar a mis lectores era algo que me llenaba de orgullo.

"Lo duro de tenerte tan cerca que puedo rozarte y sentirte tan lejos que a penas puedes verme" 

No podía ponerme sentimental cada vez que firmaba un libro, pero no podía evitarlo. Tenía un mes para prepararme psicológicamente para la firma  o me pondría a llorar cada vez que pusiera una dedicatoria. Además se supone que no importa, he seguido con mi vida, cosa que nunca pensé que haría, y ahora me estoy haciendo famosa escribiendo sobre mi desgracia amorosa, había sabido monetizar mi dolor. 

Escribí rápidamente la frase― Me alegra que te haya gustado― la chica sonrió, volvió a meter el libro en su mochila y tímidamente volvió a su sitio. 

A veces me preguntaba si haber escrito este libro había sido buena idea. Estaba reabriendo una y otra vez la herida que tanto me había costado cerrar, cuatro años después estaba volviendo a resucitar al fantasma de él y sabía que acabaría teniendo consecuencias emocionales para mi. Pero necesitaba soltarlo al mundo. 

Volví a coger la revista del suelo para seguir fantaseando con Chris Hemsworth cuando el tren paró y vi por la ventanilla que ya estábamos en la estación. 

Cogí la maleta que pesaba como un muerto y la fui arrastrando por el pasillo del vagón. Quería salir de allí, por que me moría de ganas de volver después de tantos meses fuera. Empujé con cuidado a un par de personas con ansias de bajar pero  debí hacer un poquito más de caso a esas indicaciones que se dan siempre de tener cuidado con introducir el pie entre el tren y el andén, por que encajé la maleta entre ambos.

―¡Joder!― grité intentando sacarlo pero digamos que la fuerza no es mi mayor cualidad. Y los señores del tren algo resentidos por los pequeños empujones que les había dado para ponerme la primera, no sólo no me ayudaron sino que parecieron disfrutar de mi situación. Les miré enfurruñada, intentando sacar el maletón con todas mis fuerzas. Estaba a punto de rebajar mi orgullo y pedir ayuda cuando unos brazos tiraron conmigo y consiguieron sacarla

―Muchas gracias― agradecí estirándome

―Ya sabes, Darren al rescate― dijo una voz muy familiar y yo me tiré a sus brazos.

―¡Darren! ― abracé a mi hermano tan fuerte que le iba a asfixiar.― Te he echado mucho de menos

―Lo sé, ¿Qué has hecho todos estos meses sin tu hermano favorito? ― le revolví el pelo castaño cariñosamente y le di un beso en la mejilla― pero que empalagosa te ha vuelto Nueva York, ale ya suéltame

Miré a mi hermano y admiré con detalle como no había cambiado absolutamente nada. Llevaba su camisa favorita verde algo hippie, medio abierta y unos pantalones vaqueros blancos mal combinados con unas sandalias marrones. Darren siempre ha sido el bohemio de la familia, lo de seguir convencionalismos no ha sido nunca su rollo y eso era lo que más me gustaba de él.

El pelo rizado castaño oscuro contrastaba con sus ojos azules que se escondían bajo unas gafas de sol, a todo ello se sumaba su perpetua sonrisa pícara y desenfadada que hacía muy complicado que te pudieras enfadar con él. Darren era muy atractivo sin quererlo, al contrario que Alexander, nunca ha intentando serlo, le sale natural y puede que de ahí resida su encanto innato, como muchas veces decía Peyton. Claro que ella no era muy objetiva, por que mi hermano llevaba siendo su obsesión particular desde que éramos niñas.

Me cogió la maleta y la movió sin mucho esfuerzo por la estación en dirección al aparcamiento

―Pesa mucho― le advertí

―Para tus bracitos de niña flojita supongo que sí, pero a mi no― bromeó y yo le pegué un codazo

―No te hagas el chulito conmigo que los dos sabemos que todavía no sabes abrir actimeles

―¿Sabes tú?― Callé. La verdad que no, la tapa nunca está fácil que digamos.― Pues ya está enana

―Solo me sacas dos años Hulk ¿Lo sabes no?― me quejé

Soltó una carcajada y asintió mientras nos acercamos hasta la ventanilla del parking para pagar. La chica que estaba allí en cuanto vio a Darren bajó la mirada de manera tímida mientras él metía la matrícula sin notar la reacción que había generado en ella. Pagó con tarjeta, le deseó un buen día y se marchó sin casi mirarla, mientras la chica apenas decía una palabra.

―Pobrecilla, la has dejado super cortada― le dije 

―Cortado me he quedado yo cuando he visto el ticket. Cuatro euros por diez minutos, si lo sé te vengo a buscar en bicicleta― reí y le seguí hasta su coche. Aquel coche de segunda mano del que Darren estaba tan orgulloso a pesar de que mamá y papá quisieran convencerle de que cogiera uno nuevo. Pero a él, no le parece ético cogerse un coche nuevo en vez de aprovechar uno ya usado por el rollo del medio ambiente y esos activismos en los que Darren estaba tan metido. Ni si quiera quería cogerse un coche, pero por razones evidentes tuvo que dejar atrás la idea de hacerse cientos de kilómetros en bicicleta. 

―Pues le has gustado, que lo sepas― le piqué mientras abría el maletero para que él pudiera dejar la maleta

―¿Ah sí?― Darren metió la maleta y cerró mientras se metía en el coche― pues no me he fijado

―Tu nunca te fijas― ataqué riendo mientras me sentaba en el copiloto. 

―Perdón por no ser como Alex e ir buscando todo el día la atención femenina. Además ahora estoy fuera del mercado― respondió con toda la tranquilidad del mundo y yo abrí la boca

―¡Tienes novia! ¡Cómo no me lo has contado pedazo de capullo!― grité emocionada mientras él maniobraba para salir del parking

―No tiene importancia― siguió tranquilo mientras encendía la radio

―¿Como que no? ¿Mamá y papá lo saben?― negó con la cabeza

―Estoy pensando en traerla a la comida de la semana que viene para que la conozcan 

Pensé en Payton. Mierda. Esto va a doler. No es la primera novia de Darren, pero igualmente esto no la va a gustar un pelo. 

―Me parece bien. Mientras no sea como la porreta que trajiste la anterior vez...

―Thalia no era porreta― intentó defenderse pero yo levanté una ceja 

―Darren....

―Puede que consumiera un poco de marihuana pero es que la ayudaba a relajarse― solté una carcajada 

―Pues eso una porreta

―Bueno y que hay de ti eh escritora― bromeó y yo me tensé. No me gusta que mis hermanos lo hayan leído, intenté ocultárselo a mi familia, pero acabaron enterándose cuando gente del vecindario les dio la enhorabuena. ¿Cómo se lo tomaron? Bueno, mamá después de leerlo pensó que yo tenía depresión e intentó llevarme al psicólogo varias veces, aunque yo la insistí que estaba bien

"Thomas yo te digo que esta niña tiene depresión o algo así, o ansiedad. Y he leído en revistas en el apartado de consejos de salud que a lo mejor es por falta de vitamina D, seguro que en Nueva York llueve todo el día y la está afectando, pobre mi niña, probablemente algún neoyorkino la haya roto el corazón y encima con el mal tiempo que hay ahí..." 

Toda mi familia estaba convencida de que algún malvado neoyorkino me había hecho el corazón añicos y ahora yo me quería tirar por el Empire State Building. Y aunque en parte era cierto, la historia no iba por ahí. Pero habían estado tan a sus temas que no se habían molestado en establecer similitudes bastante evidentes con mi amor de la infancia, todos excepto Darren.

―No es nada― intenté quitarle importancia

―Clover van a sacar la segunda edición de tu libro. ¿No estás orgullosa?―preguntó mientras señalaba el libro que tenía entre manos

―Mucho, pero no quiero hablar del tema en casa― contesté mientras apoyaba la frente en la ventanilla― ¿Sigue pensando mamá que tengo instintos suicidas? 

Darren asintió― Llegué ayer y nos ha convencido a todos para hacerte un fiesta por la segunda edición para alegrarte. Está preocupada, piensa que vas a encerrarte todo el verano en tu cuarto.

Suspiré―Precisamente por esto no quería que lo leyeran, seguro que ha coaccionado incluso a la abuela

Darren soltó una carcajada― La abuela no para de decir que esto es culpa de papá y mamá por tenerme la última, que me te hicimos sentir invisible y ahora no sabes relacionarte con los demás. Que todo es una metáfora de la familia

Reí imaginando la cara de papá escuchando eso― ¿Eso quiere decir que me van a consentir este verano lo que quiera? Genial, que sepas que todo formaba parte de mi plan― bromeé y Darren me miró serio. Los dos sabíamos mi motivación para escribir aquello, pero él sabía que no quería hablar de ello y aunque sabía que se moría de ganas de sacar el tema, mantuvo la boca cerrada.

Pompeii del grupo Bastille sonó en la radio. Darren y yo nos miramos y subí el volumen mientras Darren bajaba las ventanillas

―¡But if you close your eyes, does it almost feel like nothing changed at all?!― grité mientras Darren hacía los coros 

―¡Eh-eh-oh, eh-oh!― gritó y yo reí mientras chillaba a pleno pulmón aquella letra que tanto me gustaba

Cerré los ojos dejando que la brisa de junio me invadiera y el olor a la salitre del mar me inundó por completo. Eso era lo que más había echado de menos de casa...el mar. Nueva York es una ciudad inmensa, llena de vida, con mil actividades para hacer pero había echado mucho de menos mi casa en una zona costera tranquila.

―Te he echado mucho de menos― dije casi sin voz cuando acabó la canción

―Yo también a ti renacuaja― me revolvió el pelo y aparcó enfrente de casa.

Salí corriendo deseando estirar las piernas y miré con felicidad el precioso mar que se podía ver desde mi vecindario. Ver el color turquesa que se extendía ante mis ojos a lo lejos, me subió el ánimo por completo. Necesitaba ir a bañarme ya.

―¡Dios mío no sabes como necesitaba estas vistas! ― me recogí mis rizos rubios en un moño deshecho para protegerles de la humedad y cogí mi maleta corriendo deseando entrar en casa. Llevaba sin pisar por ahí desde pascua y lo había echado mucho de menos

―Si te preguntan― murmuró Darren antes de entrar,― yo no te había dicho lo de la fiesta y todo eso― me tendió el libro mientras abría la puerta― te lo has dejado en el coche.

Intenté no reírme al ver a mi familia más o menos escondidos entre los muebles, bueno...todos excepto mi abuela que como iba en silla de ruedas la habían intentado esconder detrás del las cortinas, pero que como eran traslucidas se podía ver perfectamente que este juego de esconderse y darme una sorpresa no la estaba haciendo nada de gracia por que miraba fijamente la puerta con cara de pocos amigos. 

En cuanto llegué al salón todos salieron de sus escondites

―¡Bienvenida a casa Clover!― gritaron

Mamá, papá, Claire, Alex, Beatrice, incluso mi sobrino Peter...mamá había conseguido reunirles a todos, lo que quería decir que tenía que estar muy preocupada por mi. Fingí sorpresa y me lancé a abrazar a mis hermanos. 

―Os he echado de menos― dije mientras les estrujaba

―Me estás asfixiando Clover― se separó Claire rápidamente y se colocó bien el vestido camisero que llevaba. 

―Siempre tan agradable, nunca cambies por favor― dije con sarcasmo

―Claire...―dijo mi madre entre dientes― recuerda...felicidad por favor― Claire resopló y fingió una sonrisa que se borró rápidamente en el momento en el que vio a Peter subirse encima de la silla de ruedas con la abuela encima

―¡Peter deja a la abuela!― le separó

―Esta familia va a acabar conmigo― murmuró ella― a ver si me muero ya pronto

―Abuela no digas eso― le regañó Beatrice con su dulzura habitual

―Pero si es lo que queréis todos, que me muera ya para heredar la casa en Nueva Jersey

―Abuela no tienes ninguna casa en Nueva Jersey, te lo hemos dicho mil veces― dijo Alex sentándose en el sofá con el ordenador 

Quise abrir la boca para intervenir cuando mamá me abrazó con fuerza― Clover, quiero que sepas que te quiero mucho

―Lo sé mamá― intenté tranquilizarla

―Y que yo ya te advertí, los neoyorkinos son malvados por naturaleza, seguro que te han hecho mucho daño, mi pobre niña― me acarició el pelo y mi padre resopló

―Venir a casa y encontraros así tiene que ser un agobio tremendo, lo siento Clover he intentado pararla― sonreí a papá y asentí.

Me encantaba mi familia, aunque a veces fueran un agobio, no la cambiaría por nada. 

Claire era la mayor de todos y la que más se parecía a mi físicamente. Las dos rubias, habíamos heredados los suaves rasgos de nuestra madre con la diferencia de que ella escondía sus rizos siempre bajo un alisado de peluquería y yo dejaba que fluyeran libres, tan desorganizados como yo y que sus ojos eran azules como los de mamá al contrario de los míos. Yo era la única de todos los hermanos que había heredado los oscuros ojos de papá que contrastaban con mi palidez y mi pelo claro. Claire era perfecta, en todos los sentidos. Siempre correcta, impecable en todo lo que hacía, desde hípica, pasando por piano, pintura, danza...en resumidas cuentas era la chica de oro de la familia Barnes y por ello no era de extrañar que solo un año después de acabar la universidad aprobará el examen del Bar que la permitía el acceso a la abogacía. Ahora a sus veintiséis ya estaba trabajando para uno de los bufetes más prestigiosos del país.

Pero nada en esta vida es perfecto y Claire lo aprendió a las malas cuando se quedó embarazada de su novio (y actual marido) Brad en su segundo año de universidad. De ahí salió mi sobrino Peter al que todos adoramos a pesar del infarto que le dio a mis padres cuando se enteraron de la noticia.

El segundo es Alexander, dos años más pequeños que Claire, aunque siempre han ido en pack. En su etapa escolar era un fuckboy de manual y al que por desgracia no le apareció ninguna chica que lo cambiara todo mágicamente, sino que tuvimos que esperar a que acabase la universidad de finanzas para que dejara atrás (casi del todo) esa etapa, por qué desde que acabó la universidad y fue contratado en el banco en el que trabaja, es como si el maletín y la corbata se hubieran apoderado de él y su vida entera pasó a ser su trabajo.

Dos años después llegaron los mellizos Darren y Beatrice. Bohemios, soñadores y los mediadores de esta familia. Beatrice es la única que aporta un poco de tranquilidad a esta casa de locos y con su sentido del humor y visión relajada de la vida es la única que consigue poner un poco de paz para evitar que nos descuarticemos entre nosotros. Y Darren, bueno Darren es Darren.

Todos somos completamente distintos y aunque nuestra infancia fue como vivir en un campo de batalla, la guerra del todos contra todos como diría Hobbes. Cuando se fueron de casa y en especial los dos últimos años en los que me quedé sola, les eché de menos horrores. 

Sonó una alarma en mi móvil y en cuanto la vi maldije

"Skype Miranda" 

Tenía una conferencia con mi editora en cinco minutos y se me había olvidado por completo. Abrí la maleta corriendo buscando una camisa mientras mamá detrás de mi seguía a lo suyo

―Habíamos pensado que para ayudarte con este duelo sentimental que llevas, tus hermanos van a quedarse aquí, en la casa de la playa todo el verano

―Hasta agosto, tengo que ir a Londres por unos temas del banco― dijo Alex a regañadientes

Londres

―Nosotros también nos iremos antes, Peter tiene un campamento de surf carísimo que ya hemos pagado― siguió Claire, intentando que el terremoto de mi sobrino no se subiera otra vez encima de la abuela

―¡Pero si yo no quiero ir!― gritó este revolviéndose y Claire le dio un azote en el culo

―Y yo tengo el voluntariado en Cabo verde― apostilló Beatrice mientras se tumbaba en el sofá 

―Desde luego, nadie hace esfuerzos por esta familia excepto yo― murmuró mamá montándose un drama

―Oye, que yo me quedo todo el verano― dijo Darren interrumpiendo su conversación con mi cuñado.― todo sea por que mi hermanita pueda salir de ese oscuro pozo de rechazo en el que está metida

―¡Yo no estoy metida en ningún pozo de depresión!― protesté mientras corría de un lado para otro buscando algo más formal para ponerme― y no necesito que me tratéis como si fuera a ir a la playa a dejar que me arrastren las olas para ahogarme 

―Encima desagradecida....― murmuró mamá 

Frené mi carrera para darle un beso en la mejilla― Mamá te adoro, pero estoy bien, de verdad, estoy feliz, he cumplido mi sueño de ser escritora, he sacado buenas notas y ahora voy a disfrutar de un verano tranquilo con mi familia

―Pues si estás bien, eso quiere decir que puedo volver a reservar el crucero que Brad y yo...― quiso empezar Claire pero una mirada fulminante de mamá hizo que abandonara la idea― vale, no he dicho nada

―Esta familia va a pasar unas vacaciones juntos por primera vez en mucho tiempo y no me lo vais a arruinar― amenazó mamá― vuestra hermana está pasando un momento malo y vosotros solo pensáis en iros fuera

―Mamá que estoy bien― intervine mientras me peinaba el pelo

―Primera fase― susurró mi madre recitando de memoria― fase de negación

―Mamá Clover está bien― dijo Alex sin despegar la mirada del ordenador. Se soltó un poco el nudo de la corbata y se abrió un poco la camisa blanca― mamá nos lo había vendido como que te ibas a tirar por un rascacielos y yo he anulado cuatro reuniones para poder estar aquí...me he perdido ver a la recursos humanos― susurró en bajo pero Darren cerca de él le dio una patada 

―¿Qué queríais que pensara con lo que está escrito en ese libro? Esta claro que vuestra hermana está pasando por un duelo sentimental

―¿Te ha dejado tu novio?― me preguntó Peter acercándose a mi y Brad le regañó

―Peter, eso no se pregunta así― el niño se encogió de hombros y se pegó más a mi

―El otro día en el recreo mi novia Delia me dejó por que sin querer le estornudé en la cara. Puedes escribir sobre esto si te quedas sin ideas

Solté una carcajada y le revolví el pelo  mientras subía escaleras arriba corriendo

―¡Gracias a todos!― grité subiendo

―¡Todavía no he acabado de contarte cosas !― dijo mamá

―¡Luego me cuentas el resto! 

Cerré la puerta de mi cuarto y sonreí viendo como todo seguía exactamente donde lo había dejad. Me peiné un poco el pelo y me puse delante del ordenador

―Qué alguien me saque de las cortinas― oí a la abuela y casi me atraganto de la risa

Rocé una copia de mi libro que había encima de escritorio y sonreí orgullosa. 

La llamada sonó, inspiré profundamente y la acepté. 
























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