Capítulo Nueve
―Clover― oí de fondo y me revolví en la cama.
En mi cabeza siguieron pasando imágenes aleatorias del final de mi sueño. Maia casada con el dueño de un kebab, Peyton mudándose a Japón y Harper adoptando una tortuga naranja. Nada tenía sentido pero sonreí tontamente mientras me movía perezosa entre las sábanas pensando en lo que daría por todo lo que soñaba fuera real sobre todo ver a Maia en la vida real intentando aprender turco para conquistas a su futuro marido Kaan mientras la servía unas patatas con salsa roja.
―Clover― volví a escuchar y esta vez supe que era la voz de Darren
―Mmmmm― respondí metiendo la cabeza en la almohada mientras alguien abría la ventana―¡Mmmm!―me quejé al notar el fresco de por la mañana entrando en la habitación
―Esta habitación huele a todo menos a persona con una ducha, a saber que estuviste haciendo anoche con la puerta cerrada― bromeó y yo estiré el brazo y le tiré la almohada a la cara
―Eres idiota...― murmuré con la voz ronca
―Ha sonado la alarma veinte veces, nos has despertado a todos en casa y mamá me ha mandado a decirte que te levantes de una puta vez
―¿Con esas palabras exactas?― pregunté desconcertada sin entender en que mundo me habría puesto cuatro alarmas a las seis de la mañana
―Clover que te levantes ya y nos dejes dormir― me riñó ignorando mi comentario mientras bostezaba
―¿Pero por qué si....?― miré el móvil y al ver la fecha salté de la cama― ¡Mierda! ¡Darren voy a perder el tren!
Darren siguió bostezando y asintió mientras se tumbaba en mi cama― Ya lo sé
―Dios mío no me da tiempo a ducharme― saqué corriendo un vestido al azar del armario y lo tiré encima de mi hermano mientras corría hacia el baño para pegarme un manguerazo rápido ―¡El tren sale en media hora!
―Lo sé también― oí a Darren en mi habitación
―¡No me da tiempo si tengo que ir en bus hasta allí!
Le oí resoplar―Mmm...te llevo yo― respondió no muy convencido― pero si tenemos un accidente es por tu culpa, porque yo no estoy muy en condiciones de coger el coche
Salí de la ducha y me vestí en un segundo sin prestar mucha atención a lo que me estaba poniendo. Volví a echarme otra carrera al baño, me lavé los dientes, me eché un poco de rímel, corrector en las ojeras y me pasé los dedos por el pelo para intentar domarlo un poco.
―Madre mía que cuadro de verdad
―Veinte minutos― murmuró Darren quedándose dormido en la cama
―¡No te duermas!
―Pues mueve el culo
Metí las páginas que Katherine me había pedido que debía llevar escritas y que había impreso el día anterior en una tote bag, junto con la cartera y el ordenador.
―Seguro que se me olvida algo, creo que...
―Los cascos― me recordó Darren
―Gracias Darren― les metí
―Un libro
―Hecho
―Chicles para después de comer
―Ya está, vámonos
Darren perezoso se incorporó y se frotó la cara― Las cosas que hago por ti...esto no está pagado
―Sí con mi amor
Resopló― Y una última cosa― yo ya estaba saliendo por la puerta de la habitación y volví a entrar― échate colonia
Le miré mal, cogí un frasco de mi estantería y me eché colonia para tres días
―¿Contento?
―Sí, al menos dejarás tufo a flores en mi coche y no a lo que fuera que olieras hace cinco minutos
Baje corriendo, robe una barrita de chocolate de la cocina y salí corriendo fuera mientras esperaba a que Darren abriera el coche.
―¡Darren vamos!
―Méteme más prisa y te juro que te quedas en tierra
Encendió el coche y yo me metí corriendo mientras me rezaba todo lo que me sabía para llegar a tiempo.
―Esto no está pagado― repitió y yo le di un beso en la mejilla
―Eres el mejor
―Ya, ya, lo dices porque soy el único que ha movido el culo, si fuera por los demás te quedabas en tu maloliente habitación todo el día
―¡Oye de verdad ya vale que no huele tan mal!
Bajé la ventanilla para dejar que entrara un poco de viento en el coche
―Clover...es que ni voy a preguntar qué haces para dejarla con ese olor―Solté una sonrisilla pícara y Darren hizo una mueca― ¡Clover!
―Tú has preguntado
―Alex tiene razón en el fondo sois iguales
―Y aun así soy tu hermana favorita
Darren sonrió― ¿Tú? Pero si eres la que peor me cae
―¿Peor que Alex?
Hizo una mueca―Creo que incluso en el supuesto hipotético de que tu fueras la que peor me cayera de todos, Alex me seguiría cayendo peor.
―Espero que una rubia que empieza por la letra M no tenga nada que ver ahí―mencioné inocentemente y él giró la cabeza como la niña del exorcista
―¿De qué puñetas hablas?
―Nada, nada― seguí mirando por la ventana
―O me lo dices o paro el coche y no vas a llegar a la editorial a tiempo ni aunque de repente adquieras los poderes de flash
―Y luego la dramas soy yo― todas mis sospechas se confirmaron al ver la agitación de su voz
―Clover...
―Te mola Maia
―Estás loca― se rascó el cuello y fijó la vista en la carretera
―Eh, eh, yo no he dicho que estés enamorado o algo así, digo que te mola, te atrae, te parece interesante, te gustaría poder liart....―le piqué
―Lo he pillado Clover
―Pues ya está
―Uno, jamás podría ver a Maia como algo que no fuera tu amiga petarda de la infancia....
―Ya, ya
―Dos, tengo novia, se te olvida y tres, Alex no me cae mal por Maia, no le soporto por qué es estúpido
No me convencieron ninguno de los tres argumentos pero simplemente me encogí de hombros y reí
―Di lo que tengas que decir― siguió y yo negué― Clover no me toques los cojones
―Pero que mal hablado eres...
―Estás a muy poco de que te abandone en esta carretera a tu suerte y te toque aprender a vivir tu vida como si fueras una indigente
Solté una carcajada― No me convences, si quieres te digo que sí, si te va a hacerte sentirte mejor contigo mismo pero vamos, no.
―No necesito convencerte
―Vale, pues ya está― sonreí
―Pues ya está
Pero yo supe que me estaba mirando de reojo y me estaba viendo sonreír y yo no pude evitar disfrutar de su frustración
―¿Saliste ayer?― quiso cambiar de tema
Negué con la cabeza― ¿Después de como acabamos todas el otro día? No, necesitaba un descansito
―¿Fue muy intenso?
―Fue la fiesta del vómito
―Eso os pasa por que no sabéis beber
―¿Lo dice la persona que vino el año pasado en calzoncillos a casa después de salir?
Darren soltó una carcajada― Joder menuda fiesta, la mejor de mi vida―Aparcó enfrente de la estación y miró la hora. ― Justita pero aquí estás. Un Darren eres el mejor hermano del mundo, mi vida estaría vacía sin ti, iluminas todos los pasos de mi vida...me basta
Le di una colleja y un beso en la mejilla― Eres el mejor― me bajé buscando el billete del tren en los documentos del móvil. Estaba empezando a coger un asco a viajar en tren. No se me da muy bien identificar andenes, vías y esas cosas. Un día de estos muy probablemente me meteré en donde no debo y acabaré en la otra punta del país.
Me giré para buscar a Darren esperando que ya se hubiera marchado, pero con cara de paciencia esperaba en el coche señalándome una de las puertas de la estación
Le agradecí con una sonrisa y entré corriendo.
Miré el panel de trenes y al ver el mío en letras rojas, supe que me iba a tocar correr con mi vida. Tarde un par de minutos en darme cuenta de por donde tenía que llegar a la vía que era, y una vez que di con ella me pegué una carrera que ni el correcaminos, para que justo las puertas del tren se cerraran detrás de mí.
―Menuda suerte tienen algunas― murmuró el revisor enfurruñado mientras yo le tendía el móvil con el código qr
Indignado por mi buena suerte me dejó pasar con desgano y yo le miré extrañada
―A alguien las mañanas no le sientan bien...― susurré y avancé por el pasillo hasta mi sitio
Comprobé con gusto que no tenía ningún niño pega patadas cerca y me dejé caer en el asiento con pereza. mientras el tren empezaba a ponerse en movimiento
De pequeña me encantaban los viajes largos, el poder mirar por la ventanilla, con mis cascos escuchando música, un buen libro, evadirme existencialmente. Pero ahora cinco horas en tren no se me hacían muy apetecibles.
Saqué el manuscrito para revisarlo.
Había escritas más o menos veinte páginas que era lo que me había pedido Katherine para echarle un primer vistazo. Una idea general de lo que sería el producto final y por donde iría la línea del libro.
Odiaba tener que volver a hablar de aquello. Odiaba que hubiera vuelto. Odiaba dedicarle otro puñetero libro. Odiaba lo patética que me sentía recordando como me había arrastrado durante años. Le odiaba.
Esta vez era diferente, yo era diferente, él también. Yo no sentía nada, ya había superado esa etapa de mi vida, estaba centrada en otras cosas, tenía otras metas, más seguridad en mí...esta vez no me iba a dejar pillar otra vez por esa sensación de mierda. Con lo mal que lo había pasado, sinceramente, me había rendido a mis expectativas infantiles hacía un buen rato, con todos los hombre en general. Esperaba que me fuera bien en el amor en otra vida, porque en esta no tenía pinta.
Y dolía admitirme eso. Dolía mucho tener que recluir a mi yo romanticona, sensible, emocional y pasional en una esquinita aislada de mi yo interior para colocarme una fachada de pasotismo que poco tenía que ver con cómo era yo en la vida real. ¿Pero volver a sentirme traicionada y vulnerable? Ni de broma.
Había madurado mucho y la inseminación artificial con donante anónimo no era una mala opción de hecho, me parecía lo mejor.
Pero aquellos versos que tenía entre mis brazos decían una cosa muy distinta, supongo que mi yo sensible debía salir de vez en cuando para llenarnos la cuenta bancaria y hacerme los deberes de la facultad para que luego la vuelva a aprisionar en mi día a día.
Katherine iba a alucinar con que hubiera vuelto. Mentiría si dijera que no lloré en todas y cada de las reuniones que tuve con ella para hablar del libro, luego me sentía muy mal por haber sido tan tonta de volver a hablar del tema, pero aquella mujer me conocía mejor que mi madre y no le fue muy complicado sacarme todo.
Aunque siempre acababa hablando con la gente de ello, el sentimiento de culpabilidad que me invadía después era tremendo. Por qué siempre que sacaba el tema me juraba que era la última, que no iba a volver a hablar de eso en mi vida...pero siempre había otra vez.
Noté una patada detrás y con terror me giré rezando para que no tuviera un niño detrás. Pero ahí estaba.
Sus ojos diabólicos me miraban riéndose, mientras movía sus patitas contra el asiento gritando, pidiendo a su madre algo de comer.
―Joder― susurré
―¿Me le puedes vigilar un segundo? ―me preguntó su madre― Necesito ir al baño, no tardo nada
Se notaba lo agobiada que estaba, así que asentí con una sonrisa cálida mientras me ponía de pie intentando no caerme para sentarme al lado del niño.
―¿Cómo te llamas?― preguntó con voz chillona
―Clover― respondí intentando marcar distancias con el cuerpo en caso de que se abalanzara sobre mi
―Yo Allan
―Que bien
―¿Estás sola?
Asentí
―Yo he venido con mi mamá―Silencio― eres vieja
Me giré y abrí la boca indignada
―Oye niño que tengo veinte
―Yo tengo estos― y me enseñó cinco dedos
Me giré para comprobar que su madre estaba lejos en la cola para el baño y me acerqué a él
―Escúchame bien Allan ¿Tú quieres conocer a Jesús?
―¿A Jesús el que vive en el cielo?
―Sí a ese
El niño asintió― Pero cuando sea viejo como tú, y ya me muera
Puse todos mis esfuerzos mentales posibles por no asesinarle con mis propias manos
―Pues como se te ocurra pegarme una sola patada más al asiento, te juro que voy echar el asiento tan para atrás que te voy a aplastar y vas a ir al cielo a conocerle ahora mismo ¿Entendido?
Allan asintió y yo me levanté viendo como la madre volvía
―Muchísimas gracias
―Nada, es un cielo, se porta genial
Volví a mi asiento y observé con satisfacción como el niño tenía las piernas recogidas en el asiento y me miraba asustado.
―Perfecto― susurré
Me puse los cascos y a los cinco minutos estaba frita. Despertarme a las seis de la mañana, no me sentaba muy bien. Así que disfrute del resto del viaje dormida como una marmota. Aunque en el tren los asientos no fueran los más cómodos del mundo, yo tenía la habilidad de dormir en cualquier circunstancia y encima de lo que fuera.
Me despertó una patada y al rebotar contra mi asiento hizo que me diera con la cabeza en la ventana.
―Joder....― me giré a mirar a Allan y el niño empezó a llorar
―¡No me mandes a ver a Jesús ha sido sin querer!
Su madre le cogió en brazos y yo al volver a mirar por la ventana, después de limpiar la baba de la mejilla vi que ya estábamos en Grand Central. Me desperecé, cogí mi bolsa y me dirigí a la salida. Otro de los revisores se me quedó mirando unos segundos y yo extrañada me miré de arriba a abajo en un espejo cercano.
Mierda. Me había equivocado de vestido y el que llevaba puesto, bueno, digamos que tenía un escote puede que no muy apropiado para una reunión de trabajo.
Bajé corriendo. Lo bueno es que estaba a diez minutos de Time's Square y si algo caracterizaba a aquel lugar (a parte de los vendedores de marihuana que hay en cada esquina) es por las tiendas de souvenirs.
Miré el reloj, iba a llegar un poco tarde, pero Katherine me conocía, no la importaría esperar cinco minutos. En aquellas dos semanas que llevaba en casa se me había olvidado por completo la agobiante sensación de estar rodeada constantemente de gente. Lo había echado un poco de menos. Esa sensación de sentirte tan pequeña, es como si todos tus problemas se minimizaran mientras andas pegada a esas miles de personas.
Me permití mirar aquellas grandes pantallas fascinada, no importaba cuantas veces fuera a Times Square, siempre me quitaba el aliento y necesitaba unos segundos para asimilar lo que estaba viendo.
Una señora pasó a mi lado sonriendo disfrutando de mi reacción
―Turista...
No quise contradecirla y explicarla que llevaba dos años viviendo allí, pero en cuanto volvía a casa se me olvidaba lo normalizado que solía tener vivir aquí. Así que asentí y volví a mi misión de encontrar una tienda de souvenirs que vendieran bufandas.
Y di con ella. I Love NY, se leía en la prenda.
―Veinte dólares
Menudo balazo pero asumí que necesitaba esa bufanda aunque fuera para entrar a la editorial y salí corriendo para coger el metro.
Un taxi y esas horas era un suicidio con el tráfico que solía haber y aunque el metro no era mi lugar favorito del mundo, sabía que era la vía más rápida. Así que bajé y le pillé justo llegando.
Observé con pereza las cien personas que se estaban intentando subir. Me hice hueco y me agarré como pude a las barras mientras uno de los indigentes que se había subido claramente drogado me pedía una moneda.
A lo que nunca me acostumbraría era a la indigencia que había en esa ciudad. Todo lo impresionante, monumental y espectacular de Nueva York estaba empañado con toda la gente que había en la calle, en muchos casos por drogadicción y que si no te andabas con cuidado podía llegar a ser peligroso.
Siendo consciente de que probablemente no irían destinados a comer, le di dos dólares.
Cerré los ojos intentando no agobiarme con toda la gente que había ahí enlatada conmigo hasta que oí el nombre de mi destino y salí corriendo fuera del metro. Eso tampoco lo había echado de menos. Subí las escaleras y en cuanto respiré el aire me tranquilicé. Comprobé que no me habían robado nada y tras ponerme la bufanda que me tapara el escote tardé dos minutos en llegar a la puerta de la editorial.
Saludé en la recepción y viendo que llegaba diez minutos tarde, subí como alma que lleva el diablo al ascensor, pulsé de memoria el piso once, que era donde estaba el despacho de Katherine y me abaniqué un poco con el manuscrito.
La bufanda me estaba asando y Nueva York en junio ya era lo suficientemente caluroso como para encima ponerse una bufanda.
Llegué a la planta y me acerqué a la recepción donde su secretario Howard me saludó con entusiasmo
―Bueno, bueno ¿A quién tenemos aquí?
―Me estabas echando de menos ― bromeé y él rio
―¿A mi llorona favorita? Claro que sí, te he dejado un paquete de pañuelos dentro por si acaso
―Oye que no lloro siempre―Enarcó una ceja y yo me encogí de hombros― soy sensible, vale, y ese libro es como mi hijo, entiende que me ponga emocional― miré el despacho que a través de las cristaleras se podía ver que estaba vacío ― ¿No ha llegado Katherine ?
El ascensor se abrió y Katherine salió con una gran sonrisa― ¡Ven aquí!― abrió los brazos para que la diera una abrazo, cosa que hice rápidamente―No sabes lo que me alegra verte aquí, otra vez
―Yo también, pero la próxima reunión la ponemos por la tarde, que lo de levantarme a las seis no me ha hecho gracia
―Bueno para verme a mi merece la pena ¿eh? No tengo ninguna duda de que lo que has traído merece ese viaje de cinco horas
―Eso espero, me estoy dejando la salud mental en ello― susurré
―He querido bajar a saludarte antes de que entres, te va a caer muy bien
―¿Quién? ¿Cómo que bajar, de dónde? Si este es tu despacho
―¿Tú me escuchas cuando hablo Clover? Te dije que me habían ascendido
―S-sí pero pensaba que el cambio se iba a hacer una vez que entregara el borrador a finales de verano
―He intentado que me permitieran tener al menos la primera reunión contigo pero desde dirección han entendido que si él se va a encargar de todo el proceso de tu libro, es lógico que también tenga la primera reunión contigo.
Toda mi euforia desapareció― Katherine...no le conozco de nada, no puedo contarle de donde he sacado la idea, no tengo la confianza que tengo contigo
―Clover, he estado con él estos días poniéndole al día de todos los autores que gestiono y hazme caso, es un cielo.
―Ya pero...
―Además es guapo, quien sabe....
―Katherine....
―Vale, vale yo solo lo dejo caer...no me mires así Clover, es muy simpático, de verdad te digo que te va a caer bien y tiene tanta pasión por esto como tú― Me enfurruñé un poco y ella me revolvió el pelo― ¿Y esa bufanda?
―Me he vestido a oscuras― le enseñé el escote
―Bueno, seguro que a él le gusta
―¡Katherine!
―Ve entrando, luego si quieres comemos juntas y me cuentas que tal
Nerviosa entré en aquel despacho donde siempre me había sentido tan cómoda. Ahí había llorado, comido, reído y habían salido mis mejores ideas.
Ahora le pertenecía a un extraño. Y eso hacía que hubiera perdido un poco de esa calidez que me transmitía antes. Da igual, ese era mi despacho, más que suyo, él acababa de llegar y yo era la veterana de ese escritorio.
Controlé el nerviosismo de mi pierna y puse una cara neutra mientras oía a Katherine de fondo hablar.
―La tienes ahí, cuídamela ¿Eh? Qué luego me lo va a chivar. No sabes la joya que tienes entre manos
Sonó un mensaje de Maia en mi móvil que cortó un poco la tensión del momento
"Mucha suertee"
Sonreí y oí la puerta abrirse detrás de mi
―Bueno Clover, creo que las presentaciones sobran― se me cayó el móvil al suelo del medio infarto que me dio al escuchar la voz
―No, no, no, no― me giré y vi a Grayson cerrando la puerta―Me puse en pie― ¡No! ¡Tú no!
Grayson me miró tranquilo― Clover...
―¡No! ¡Me niego! ¿Lo has hecho a posta verdad? ¡Es que no me puedes dejar tranquila ni un minuto de mi vida!
La vida me odiaba. Estaba harta. De verdad que yo estaba decidida a ignorarle y no volver a cruzarme con él nunca más. No quería verle. No quería hablar con él. No quería que nada me recordara a su existencia. Solo quería olvidarme de que seguía vivo. Era lo único que estaba pidiendo al mundo, que me dejara en paz, que no quería volver a pillarme, volver a llorar, como había hecho en ese mismo despacho, una y otra vez. Era lo único que pedía.
Pero no, la vida, siempre tiene que ponerle ahí, enfrente de mí, otra vez.
Se sentó con tranquilidad en la silla detrás del escritorio y encendió el ordenador. El traje le quedaba estupendamente, la verdad...joder Clover.
Me levanté y me dispuse a irme pero calculé mal donde estaba la puerta y me di con la cristalera
―Cuidado con la cristalera, te puedes dar― murmuró con sarcasmo cuando me vio que me había dado el golpe
―Vete a la mierda
―¿Te has hecho daño?―preguntó
―Qué más te da― respondí y me senté en la silla con la mano en la mejilla intentando disimular que aquello dolía como un demonio
Se inclinó un poco para ver dónde me había dado y al ver que lo tenía todo rojo. Se agachó y sacó del mini bar que había debajo del escritorio (Idea de Katherine) una cerveza que envolvió con un pañuelo y me lo tendió para que me lo pusiera en la cara
―Gracias― susurré mientras me aplicaba le frio que calmó un poco el golpe
―Sé que no soy lo que esperabas, pero Clover, yo vengo aquí a hacer mi trabajo
―¿Y desde cuando tu trabajo es ser editor?
―Desde que dejé las finanzas, me mudé a Londres, me saqué el grado en escritura creativa y publicación y volví aquí para buscar trabajo
―Tenías que haberte quedado en Londres― murmuré y él enarcó una ceja
―¿Y quedarme haciendo números toda mi vida? No gracias― respondió y yo maldije al pensar que no me había escuchado
―Tenías pinta de haber nacido con una calculadora y el título de contable
Sonrió― Nada más alejado de la realidad, lo odiaba―Todo mi nerviosismo inicial se tranquilizó de golpe al mirarle. ― ¿Por qué escritura creativa?― preguntó
―¿Por qué lo estudio?― asintió― bueno creo que tú mejor que nadie sabe por qué, siempre he sabido por donde iba a tirar― me aclaré la garganta tensa y él noto lo raro del ambiente, bueno, cualquiera lo hubiera notado.
―Tú y yo somos lo suficiente maduros como para llevar esto sin que se metan por dentro nuestras vicisitudes personales.
―Soy la hermana pequeña de tu amigo Grayson, no tu ex, puedes ahorrarte esa charla conmigo― respondí a la defensiva y me arrepentí del tono tan borde de mis palabras
Grayson asintió mientras me miraba a los ojos y yo intentaba ganarle el pulso a mi pierna que quería moverse nerviosa
―Soy tu editor Clover, por raro que suene, eso quiere decir que mi único objetivo es que eso que llevas entre las manos sea un éxito, punto, pero para eso tienes que aparcar esa rabia que tienes contra mí al menos durante nuestras reuniones
―Yo no tengo rabia, es que no me puedo creer las dos caras que tienes, el otro día me estás puteando en el bar y ahora estás aquí soltándome una charla sobre profesionalidad.
―No son dos caras, soy así siempre
―Oh, claro que no, y los dos lo sabemos...
―¿Me tienes bien analizado eh?
Sonreí tímidamente y me clavé las uñas en la rodilla para que no lo viera.
―¿Katherine te pidió veinte páginas verdad?― asentí notando como una avalancha de nervios me invadía, temiendo que ese momento estaba acercándose
―¿Puedo echarlas un vistazo?― y ahí estaban. Esas cuatro palabras que llevaba temiendo desde el momento en el que le vi entrar
Miré las páginas y le miré a él, reticente a soltarlas. Lo notó y asintió. No hizo ningún comentario, ninguna burla, simplemente se quitó la americana y buscó mis registros en el ordenador
―¿No tienes calor?― señaló mi bufanda― ¿Tanta ilusión te ha hecho volver que te has comprado todo el merchandaising de Times Square?― bromeó para rebajar la tensión
―Tengo frío
―Y un problema de salud por lo visto, si tienes frío ahora no sé cómo te las apañas para salir a la calle en enero. Le voy a decir a Alex que te lleve al médico
Volvió a sacarme una sonrisa y maldije. Eso estaba doliendo, estaba doliendo mucho.
―Enserio...prefiero llevarla
Asintió y suspiró― Necesito que me digas cual es la idea general que traes para este libro
Aquel iba a ser el momento en el que la poca dignidad que quedaba en mi cuerpo y que quería conservar por todos los medios desaparecía. Se esfumaba. Se acabó. Alcé la cabeza quizá un poco dramática e intentando que no me temblara a voz dije lo único que pude pronunciar
―El encuentro―Grayson asintió y con la mano me invitó a que siguiera pero yo no sabía si tenía fuerzas para seguir― El primer libro...giraba en torno a la idea idealizada...― empezó a apuntar cosas y yo me tensé― del primer amor, es algo platónico, infantil, e imposible que sabe que nunca se va a dar. Ves marchar a alguien que quieres pero en el fondo sabes que no conoces.―Paró de escribir y levantó la vista del ordenador para mirarme durante unos segundos ― la segunda, explora ese encuentro inesperado con él, cuando ya no queda nada de la inocencia, ni de las expectativas de cuando eres niña. Solamente tú luchando contra tus propios demonios.
El silencio. Mi corazón a mil. Le miró a los ojos. Me mira. Serio, más de lo que le haya visto nunca. Me aguanta el duelo. Intento no llorar. Se afloja un poco la corbata.
Por fin se aclara la garganta― ¿Qué giro pega este libro con respecto al otro que crees que pueda ser atractivo para el lector?
―En el primer libro se describe a la perfección esas ansias de amor, como lo único que quiere hacer todo el rato la narradora es intentar ir hacía él, no tiene miedo, en el segundo, ha olvidado lo que era el amor sin el dolor y está aterrada, no sabe cómo gestionarlo e intenta evitarlo. Pero evitar alguien por quien sentiste tanto es muy complicado y eso se va a reflejar en todas las contradicciones de sentimientos y pensamientos que sufre.
Otra vez el silencio. La tensión. Podía oír los latidos de mi corazón frenéticos y mi respiración acelerada mientras él no despegaba sus ojos de mí.
Me tiende la mano para que le entregue las páginas. Con cuidado examinaba el manuscrito y yo intentaba calmar los millones de gritos que sonaban en mi cabeza. Serio pude ver sus ojos moviéndose con avidez sobre las líneas. Leyendo cuidadosamente todos y cada de los sentimientos que había plasmado en esos papeles. Se detuvo en un poco más que en los demás y al dejarle en la mesa para leer otro pude ver de cual se trataba
"...Y esta vez la diferencia es que me opondré a cada sonrisa, cada atención y cada gesto, esta vez no iré a buscarte, ni mendigaré amor. Por una vez tendré que enterrar cada sentimiento y cada parte de mí que rezaba por este momento. No, por qué he decidido que aunque me duela más que a ti, no puedo quererte. Yo voy a hacerlo lo mejor que pueda y pondré todo mi esfuerzo posible en solo un sentimiento.... odiarte para evitar amarte"
―¿Lo consigue?― murmuró
―¿Cuál?― pregunté con un nudo en el estómago
―Odiarle
―Aún no lo sé― susurré
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