ALEXANDRA COLLINS POV

Mientras luchaba por recuperar mis recuerdos, aquella mujer me saco de aquel lugar peligroso.

—Ya todo está bien —me dijo ella con voz suave. —¿Cómo te llamas?

Ante su pregunta, fruncí los labios y miré al suelo, cabizbaja.

—Si le soy sincera... No recuerdo nada —respondí con tristeza. —Ni siquiera recuerdo mi nombre...

Qué frustrante es todo esto...

Ella me miró con empatía y coloco su mano en mi hombro.

—No te preocupes, te ayudaremos a recuperar tus recuerdos —dijo ella y yo sonreí.

Posteriormente llegamos a una base demasiado grande. Y yo miré el lugar cautivada, pues tenía una arquitectura impresionante, con torres que se elevaban hacia el cielo y paredes de cristal que reflejaban la luz del sol en un caleidoscopio de colores. Jardines exuberantes llenos de flores exóticas rodeaban el complejo, y el aire estaba impregnado de un aroma fresco y revitalizante. Las puertas automáticas se abrieron suavemente ante nuestra presencia, revelando un interior aún más sorprendente: amplios pasillos iluminados por luces suaves, tecnología avanzada por todas partes y personas moviéndose con un propósito claro y decidido. Todo era tan futurista y organizado que me sentí como si hubiera entrado en otro mundo.

—¿Aquí viven ustedes? —pregunté asombrada.

—La mayoría si —respondió cálidamente aquella mujer.

—Es... Muy bonito y acogedor —dije con una tenue sonrisa en mi rostro.

Ella me sonrió en respuesta y entramos.

—Deberías saber que este lugar es ultra secreto, ningún mítico puede entrar aquí —comentó ella.

—Está muy bien escondido —dije. 

—Es mejor así —dijo ella, cogiendo una bebida alcohólica —. Hemos pasado por muchos problemas en el pasado, por confiarnos.

—Entiendo...

Seguido de eso, aquella mujer, que se llama Carolina Lawreth, me dió un pequeño recorrido por las instalaciones.

Pero por mi mente, solo pasaba aquella chica de ojos azules.

—¿Te encuentras bien? —me preguntó Carolina preocupada.

—Si, solo fue un desliz —respondí aún afectada.

—Siéntate aquí.

Me brindo una silla, y me senté.

¿Quién será ella? ¿Y por qué siento que debo recordarla?

—¿Y como era tu vida antes? ¿Recuerdas quién te borró la memoria? —me preguntó.

—La verdad es que no recuerdo nada... —respondí sincera. —Pero habían personas, que me llamaban, Alexandra...

—¿Alexandra? —repitió ella con curiosidad.

—Sí...

—Bueno Alexandra —me dijo ella, tendiendome la mano—. Ahora eres bienvenida aquí. Puedes quedarte con nosotros.

—Muchísimas gracias — contesté, tomando su mano.

Era reconfortante, saber que podía pertenecer a un lugar.

Aunque una parte de mí, sentía que pertenecía con ella...