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Sin rendirse

ALEXANDRA COLLINS POV

Aquel hombre, me tenía sujetada del brazo ejerciendo una gran presión en mi brazo, de mala manera, y posteriormente con un movimiento brusco, me hizo caminar a la fuerza.

—¡¿A dónde rayos vamos?! —exigí saber. —¿Y quién es... usted? ¿Y también, que estoy haciendo en esta casa, o mansion? Por favor, dígame...

—No te puedo decir nada, que contribuya a que recuperes tu memoria, miserable humana —repuso él con dureza.

Me enoje y me dispuse a defenderme, pero...

Aquel maldito tipo, me arrastró por el gran pasillo con una fuerza inhumana. Y lo peor de todo, es que sentía como sus dedos helados se clavaban en mi piel. Con cada paso que dábamos, resonaba en la oscuridad, y el eco de nuestros movimientos solo aumentaba más la sensación de terror que siento. Intenté recordar algo, cualquier cosa, sobre cómo había llegado a estar en esta situación, pero mi mente era un torbellino de miedo y confusión.

Me sentía como con amnesia...

Pero lo que me terminó de descolocar, fue cuando ese maldito tipo, abrió una puerta pesada de hierro y me empujó sin cuidado alguno, contra la pared. Gesto, que con el cual, me enoje y le dije que se fije más, el maldito imbécil. 

La habitación era una especie de sala de interrogatorios improvisada, con una mesa de madera y dos sillas. Un par de antorchas en las paredes proporcionaban una luz tenue, arrojando sombras danzantes por toda la estancia.

Este lugar me da una mala sensación...

—Siéntate —me ordenó aquel hombre, señalando la silla más cercana a mí.

Temblando, obedecí su orden, y después él se sentó frente a mí, sus ojos negros estaban fijos en los míos. El silencio era opresivo, y cada segundo que pasaba aumentaba más mi ansiedad.

—¿Q-Qué... es lo que quiere de mí? —pregunté finalmente, mi voz sonó apenas como un susurro inaudible.

—Quiero información, Collins —dijo él, recostándose en su silla con una expresión calculadora. —Hace tiempo, que los Collins, eran parte de una antigua orden que guardaba secretos sobre los vampiros. Secretos que podrían destruirme a mí y a mi linaje. Necesito saber qué sabes y dónde están esos secretos.

Parpadee varias veces incrédula. ¿De qué demonios está hablando él?

—Todo esto es un malentendido —respondí, con confusión—. Yo no soy Alexandra, Lexis y ni mucho menos, Collins. Yo soy...

Esa es la cuestión: ¿Quién soy yo...?

—Yo no recuerdo mi nombre, pero de lo que si estoy segura, es que no sé dónde esta esa información que busca. Aunque dudo mucho que exista, ya que lo que dice es pura "ficción".

Al parecer, mi respuesta pareció darle gracia. Porque se inclinó hacia adelante, mientras sus ojos brillaban con una intensidad peligrosa. —¿Ficción? — repitió con una risa sarcástica. —No tienes idea de cuán real es todo esto, Collins. Tus recuerdos pueden estar fragmentados, pero tu linaje no miente. Los Collins siempre han sido guardianes de secretos poderosos. Secretos que pueden cambiar el curso de la guerra entre humanos y vampiros.

—No le estoy entiendo absolutamente nada... —contesté confundida—. Yo solo quiero saber quién soy... Y qué demonios hago aquí.

—No me puedo dar el lujo de que vuelvas con aquella traidora —dijo él, dejándome confundida. ¿Traidora? ¿De quién demonios está hablando?—. Así que desde ahora, estarás bajo mis órdenes.

—¡Pero...! —espeté, sintiendo mucha tristeza y rabia en mi ser—. ¡¿Por qué hace esto?! ¡No recuerdo haberle hecho absolutamente nada como para que me haga esto...!

—Si que lo has hecho, Collins... —canturreó él.

—¡¿Qué le hice?! Dígamelo, por favor...

—No sigas insistiendo —refunfuño. —No te diré ni una mierda. Pero... Para que veas que no soy tan malo como los de tu especie. Te propongo algo; hagamos un trato.

—¿Un... trato? —repetí, perpleja.

(...)

MADELINE ORWELL POV

La calidez del amanecer, ya no era algo que me pudiera deslumbrar. No, desde que ella se fue.

—¡Ya me harté! —exclamó, Ronny fastidiado—. ¡Llevamos media hora caminando en círculos! ¡Sabía que no podíamos confiar en ti!

—Cálmate Ronny —habló Elvira—. Es un proceso necesario... Si no queremos ser descubiertos o  que nos sigan.

—Pero qué estupidez —masculló la pulga.

—Las pulgas no hablan —le dije.

—¡¿Qué fue lo que dijiste, maldita chupasangre?! —respondió él histérico—. ¡Repitelo!

—Ya basta —habló Nyssa—. ¡Actúan peor que unos jodidos infantes!

Miré con indiferencia a la pulga, y él en cambio, me miró con cara de odio.

—Si se vuelve a repetir una mierda como esta, olvídense de mi ayuda —nos dijo Nyssa. 

—Tsk —chasqué la lengua. Todo por culpa del perro rabioso. —No volverá a suceder. Sigamos.

Continuamos nuestro camino en completo silencio, cada uno sumido en sus pensamientos. Pero el ambiente del bosque prohibido era cada vez más opresivo, con sombras danzantes y susurros que parecían surgir de la misma tierra.

Pero de repente, un rugido ensordecedor resonó a lo lejos. Nos detuvimos en seco, intercambiando miradas de alarma. El sonido era gutural, feroz, y se acercaba rápidamente.

—¡Maldición, prepárense! —nos ordenó Nyssa, mientras ella sacaba una pequeña bolsa de cuero de su cinturón. Comenzó a murmurar un hechizo, y el aire a nuestro alrededor se cargó de energía.

—¡Aquí vienen! —dijo, Ronny.

Y entonces nos preparamos para lo peor.

Elvira sacó su varita, y Ronny, a regañadientes, se transformó en su forma de lobo, sus ojos dorados, brillaban con un desafío feroz. Y yo por otro lado, me aferré a mi daga, sintiendo la fría hoja contra mi piel, un recordatorio de la batalla inminente.

El rugido se hizo más fuerte, y pronto pudimos ver la fuente del estruendo: una enorme criatura de 10 metros, parecida a un oso, pero con escamas negras y ojos rojos brillantes, nos miraba con profundidad. Era una bestia del bosque prohibido, una guardiana de los secretos que buscábamos.

—¡Tengan cuidado! —gritó Nyssa—. ¡Sus garras están envenenadas!

Pero antes de que alguien pudiera siquiera hacer algo, la estúpida pulga se lanzó contra la criatura, y por ende, está le clavo su veneno en su pecho, y entonces el imprudente de Erick, gritó.

—¡Quitenmela! —pedía.

—¡Eres un maldito imprudente, y si te hablo a ti, no me importa como te llamas! —dijo Nyssa realmente enojada. —Vigilen atrás. Su rugido, atraerá a más.

Hice una mueca por la terrible y estúpida decisión del licántropo.

Nyssa, peleó contra la bestia que tenía atrapado al pulgoso. Y después, aparecieron otras criaturas igual de peligrosas que aquella.

Otra bestia se lanzó hacia nosotros a una velocidad sorprendente. Ronny, en su forma de lobo, saltó para interceptarla, pero la criatura lo golpeó con una de sus enormes patas, enviándolo a volar contra un árbol.

—¡Ronny! —gritamos Elvira y yo.

Corrimos hacia él, pero antes de que pudiéramos llegar, aquella bestia de ojos rojos se giró hacia nosotras.

Elvira lanzó un rayo de energía mágica que impactó en la criatura, haciéndola retroceder momentáneamente.

—¡Madeline, cuidado! —gritó ella. Yo salté hacia un lado justo a tiempo para evitar las garras de la bestia, rodando por el suelo y levantándome rápidamente. La criatura rugió de nuevo, pero esta vez se dirigía hacia Elvira.

—¡Por aquí, monstruo! —le grité, tratando de distraerla. La bestia se giró hacia mí, dándome la oportunidad de lanzar mi daga con precisión. La hoja se clavó en uno de sus ojos, haciendo que la criatura aullara de dolor.

Nyssa aprovechó la distracción para lanzar un hechizo más poderoso. Un círculo de luz apareció bajo la bestia, y raíces mágicas surgieron del suelo, envolviéndola y restringiendo sus movimientos.

—¡Ahora! —gritó Nyssa.

Corrimos hacia la criatura, golpeándola con todo lo que teníamos. Y finalmente, la bestia cayó al suelo, inmovilizada y derrotada.

Respiré con dificultad, sintiendo el peso de la batalla en mis huesos. Ronny se levantó, tambaleándose pero vivo, mientras Elvira y Nyssa se acercaban a mí.

—¿Están todos bien? —pregunté yo con un atisbo de preocupación.

Todos a excepción del estúpido e  imprudente de Erick, se encontraban bien. Cosa que me alivio.

Pero mis ganas de ir a buscar, a Alexandra, eran más fuertes que cualquier otra cosa. No podía seguir reteniendo este sentimiento.

Ya lo había reprimido por un buen rato...

—Chicos, escuchen, sé que aún no llegamos al final —comencé hablar—. Pero... Yo tengo que buscar a Alexandra. Tengo que ver que se encuentra bien...

Todos guardaron silencio, hasta que Elvira habló y dijo:

—Yo te apoyo, Madeline —dijo Elvira, sonriéndome.

—¿Van a tirar todo a la mierda solo por el capricho de esa estúpida vampira? —expresó el indeseable pulgoso.

—¿Y qué si lo hacemos? —contesto Ronny. —No seas más imbécil de lo que ya eres y haznos el puto favor de cerrar la puta boca.

—Si no fuera, porque estoy en este miserable estado, te pondría en tu lugar —dijo la pulga.

—Ya cierra la puta boca —hablé. —¿O es que quieres que te dé otra patada?

—¡Tsk! —chasqueo la lengua el pulgoso. 

—Bueno... —me dirigí a los demás. —Debo irme, si Alexandra está con Vlad, entonces yo...

—Cálmate Orwell —me cortó Ronny—. Ella estará bien, yo lo sé...

—Ronny... —dije su nombre.

—Yo me quedaré con Nyssa para conseguir los materiales que faltan, para recuperar la memoria de Alexandra  —agregó Ronny.

Con una mirada asertiva, miré a Elvira, quien me sonrió en respuesta.

—Andando, entonces —dije yo—. Nos vemos mañana, a las siete de la mañana en el rio.

El río del bosque prohibido no era un río cualquiera. La leyenda contaba que sus aguas eran espejo del cielo nocturno, incluso a plena luz del día, y que cada amanecer, los espíritus de los antiguos guardianes emergían para proteger sus secretos. Los árboles que rodeaban el río estaban cubiertos de musgo resplandeciente, que brillaba con un tono verde esmeralda, dándole al lugar un aire de otro mundo.

Mientras nos alejábamos, no pude evitar pensar en la atmósfera mágica que rodeaba el río. El agua, clara y profunda, parecía contener fragmentos de estrellas, reflejando constelaciones que no pertenecían a nuestro cielo. Las criaturas del bosque evitaban esa área, respetando la antigua magia que la rodeaba.

Te rescatare Alexandra. Te lo prometo.

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