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Hogar

ALEXANDRA COLLINS POV

Joder.

Esto va a salir muy mal.

Y lo sé, perfectamente, porque mi casa es de todo, menos normal.

—Te ves nerviosa —me dijo, observandome de reojo Madeline.

—Es que...

Y no hubo ni siquiera necesidad de explicárselo. 

Allí estaba mi hermano, gritando mientras veía un partido de fútbol.

—¡GOOOOOL! —Gritó él.

Dios mío...

—Escucha, quizás debamos ir a tu casa... —le dije completamente apenada.

—Mi casa es peor que un manicomio —farfulló ella. —¿O es que tu casa no te gusta?

—Pues... —me rasqué la nuca, totalmente sonrojada.

—¡Espera, Collins! —dijo ella totalmente sorprendida—. ¿Te has sonrojado?

—¡No! —respondí por lo alto.

Pensé que se burlaría. Todos me decían que me sonrojaba peor que un tomate.

—No sabía que podías sonrojarte. —fue lo que dijo.

—¡¿Qué?! —contesté roja. —¡Pero si tú eres la vampira! —añadí, quejándome.

—Ja, ja, ja.

Su risa...

Era exasperante.

Pero linda.

¿Espera? UN MOMENTO.

¿Dije que linda?

—¿Y bien, te vas a quedar ahí por siempre, prima lejana de los tomates?

—Burlate de nuevo y...

—¿Y qué, chaparrita? — respondió, poniendo su hombro en mi cabeza.

—¡Oh, vamos! —le dije. —Es que tú eres... Más alta. ¿Cómo cuántos jodidos metros mides tú, eh maldito poste?

—Mido 1.79 centímetros, para tu información y...

Y nuestras caras cuando vimos que todos en mi casa, nos veían como dos raritas, no tenían precio.

—Sigan, sigan. —habló mi papá.

—Ya nos íbamos —dije.

—¡Pero miren nada más como vienen! —dijo mi madre. —¡Completamente mojadas! ¡Eso si que no!

—Ay, no... —murmuré.

—¡¿Sabían que el agua de la lluvia está sucia?! —empezó a quejarse mi madre. —Estás niñas...

Cerré los ojos, y sentí como Madeline reprimía una risita.

—Yo no te eduque así Alexandra —dijo mi mamá.

—Solo es una lluvia mamá... —respondí yo.

—Solo es una lluvia —repitió—. Y después ahí andan, con los mocos tendidos.

Todos veían como mi madre me regañaba. Inclusive, Madeline.

Nadie decía nada.

Hasta que mi madre termino con su presunto regaño. Y nos dió una toalla a cada una.

—¿Quién fue la de la grandiosa idea de mojarse? —preguntó mi mamá.

—Fui yo —contestó Madeline, sorprendiendome y mi madre la miró con desaprobación.

—Muy mal señorita —dijo ella. —¡Muy mal! ¿Acaso no sabías qué...?

Y aquí vamos de nuevo...

(...)

—Si señora —dijo Madeline. —No se preocupe, yo la cuidare.

Inevitablemente me sonroje. Sin saber muy bien porqué.

Observé a Madeline y me tranquilice, cuando note que no me veía. Tal vez por mi estado.

—¿Nos vamos? —me preguntó ella. —Hey.

Y solamente reaccione, cuando me tocó el brazo con su piel fría.

—¿Qué pasó? —le dije.

—¿En qué tanto piensas?

—En nada... O bueno, quizás en todo...

—Andando —dijo Madeline restándole importancia.

¿Qué me está pasando?

¿Será posible que...?

No. No. No.

Nunca me ha gustado nadie.

Ni un hombre, ni una mujer. Absolutamente nadie.

¿Cómo me va a gustar, Madeline Orwell?

Si ella, es... Tan exasperante, linda, odiosa, amable...

¡No! ¡No puede ser!

(...)

MADELINE ORWELL POV

Al día siguiente, no había visto por ningún lado a Alexandra Collins.

Y cuando me la encontré, hablaba con Elvira sobre algo (me imagino yo) que era un tema delicado.

—¿Por qué nunca puedo coincidir con ella? —me queje con Elvira. —¿Qué está pasando?

—Ciega. Eres una ciega.

—¿Qué demonios? —le dije confundida. —¿Por qué carajos me llamas ciega?

—¿Necesitas que te lo explique? ¡Mejor lee esto! —y sin más, me lanzó un libro de romance.

—¿Qué? No bromees conmigo, Clenks. —le dije con mal humor.

—Está bien, ya le paró a los dramas —finalizo riéndose.

Miré el libro de romance, y se lo entregué fastidiada.

—¡Tenía que hacerlo! —respondió ella. —Por favor, ya háblame, Orwell. 

—¡Esto es de vida y muerte! —me quejé. —Y me tratas como a una niña pequeña. ¿Cómo diablos quieres que te sonría?

—Ya, ya. —dijo con una completa sonrisa malvada—. Hoy saldrás con Alexa. Y nada de que no.

—¿Eh?

—Ah, no tú no eres la del drama. —susurró.

¿Qué carajos le pasa?

***

Salí con Alexandra Collins, y cuando tuve la oportunidad. Le pregunté qué que demonios estaba pasando.

—¡No es nada de eso! —respondió ella totalmente sonrojada.

—¿Ah? No te entiendo, Collins.

—Yo...

Y justo en ese momento, el tren aceleró y por consecuencia, me fui contra el cuerpo de Alexandra.

Ella, dejó de respirar y sus latidos se aceleraron.

—¿Estás bien? —le pregunté.

—Me tengo... Qué ir.

—¿Qué?

¿Esto es en serio? No la veo un día entero, y ahora se va... Y más ahora, que solo quedan 37 horas para que le borren la memoria.

—Lo siento, Madeline, yo... Estoy ocupada. ¿Nos vemos después?

Sabía que algo le estaba pasando.

Pero no podía ser adivina.

—¿Te he molestado con mi actitud? —pregunté confundida.

—No, tú no eres el problema, soy yo...

—¿Por qué, Collins? Mira, podemos resolverlo.

—Si, pero... No creo que se pueda hoy. Porque tengo... Que irme. Discúlpame.

Y sin más, salió del tren.

Y allí me quedé yo, confundida.

***

ALEXANDRA COLLINS POV

La verdad, es que está era mi primera vez enamorándome de alguien. O lo que fuese. Porque no sabía lo que sentía por Madeline. Tal vez, solo era confusión.

Pero no podía con estos sentimientos.

Estaba totalmente confundida.

¿Qué se supone que debo hacer con estos sentimientos?

Porque por un lado deseo, hacerla feliz...

Y por el otro, ser yo su felicidad. Pero es imposible. Apenas y la conozco. Sé que no le gusta, el picante. Sé que necesita escuchar música para poder conciliar el sueño. Y sé... Que le teme al abandono.

Pero si no es amor, ¿entonces qué rayos es?

No lo sé. Estúpida consciencia...

Más tarde, al salir a comprar pan, me la encontré afuera de mi casa.

—¡Ay! —pegué un salto. —¿Madeline? ¿Qué haces aquí?

—No pudimos hablar bien, en el tren —respondió fría. —Escucha, Alexandra, yo... No quiero, que te pase nada.

—¿Y eso porqué?

—Porque eres mi amiga.

Ah...

Solo soy eso...

Una amiga...

Y no diré, más. Porque ya sé porque me afecta.

—No deberías preocuparte. No me va a pasar nada —le aseguré con una sonrisa triste.

—¿Alexandra, estás bien? —me preguntó. Pero yo no podía más.

—No, no lo creo Orwell, me enamoré... De alguien, con quién no podré estar ni en una eternidad —le dije y ella me arropó en sus brazos.

—Cuéntame todo. —pidió.

—Lo haré... —le dije.

Aquí vamos...

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