Descubierto
ALEXANDRA COLLINS POV
Sin ser conscientes de lo que aparecería, o veríamos, finalmente apareció.
La puerta crujió al abrirse, revelando un largo pasillo oscuro que no debería haber estado allí, según la disposición del refugio que nos habían mostrado. Las paredes del pasillo estaban cubiertas de extrañas marcas y símbolos que se retorcían en patrones indescifrables, como si estuvieran vivas. Sentí un escalofrío recorrerme, pero no podía apartar la mirada. Algo en esos símbolos parecía llamarnos, como si hubieran estado esperando nuestra llegada.
Madeline y yo intercambiamos una mirada, un entendimiento silencioso de que no había vuelta atrás. Con una linterna temblorosa en mano, dimos el primer paso dentro del pasillo.
Cada paso que dábamos resonaba de manera extraña, como si el sonido no se disipara en el aire, sino que se absorbiera en las paredes. El ambiente era denso, cargado de una energía oscura que hacía difícil respirar. A medida que avanzábamos, las marcas en las paredes parecían cambiar, moviéndose en mi visión periférica, adoptando nuevas formas que parecían observarnos.
Finalmente, llegamos al final del pasillo, donde una pesada cortina de terciopelo negro bloqueaba nuestra vista. Madeline extendió la mano para apartarla, pero antes de que pudiera hacerlo, la cortina se deslizó hacia un lado por sí sola, revelando lo que había más allá.
Lo que vimos nos dejó sin aliento.
Era una sala circular, iluminada por un fuego azul que ardía sin calor en el centro. Alrededor del fuego, había varias figuras encapuchadas, inmóviles, como estatuas. Pero lo más perturbador era lo que se encontraba en el suelo: un gran círculo tallado en la piedra, hecho con los mismos símbolos que habíamos visto en el pasillo, pero aquí, parecía pulsar con vida propia, emitiendo un tenue resplandor.
Madeline dio un paso hacia adelante, sus ojos fijos en el fuego azul, pero antes de que pudiera acercarse más, una de las figuras encapuchadas habló.
—Sabíamos que vendrían —dijo una voz suave y melodiosa, pero con un matiz que me heló la sangre.
—¿Quiénes son ustedes? —pregunté, mi voz sonando apenas en un susurro, luchando contra el pánico que comenzaba a instalarse en mi pecho.
La figura no respondió, en lugar de eso, levantó una mano y señaló hacia el círculo en el suelo. A medida que lo hacía, el resplandor en los símbolos se intensificó, y un viento helado surgió de la nada, arremolinándose a nuestro alrededor.
—Este lugar no es lo que parece —continuó la figura. —El refugio es solo una fachada, una prisión para contener lo que yace bajo este círculo.
Madeline y yo nos miramos, el horror grabado en nuestros rostros. No solo estábamos en un lugar desconocido, sino que habíamos despertado algo que debía permanecer dormido. Algo mucho más antiguo y peligroso de lo que jamás habíamos imaginado.
Antes de que pudiéramos reaccionar, el suelo comenzó a temblar y el círculo en el suelo se agrietó, dejando escapar una oscuridad tan profunda que parecía absorber toda la luz a su alrededor.
—Corremos peligro —susurré y mi voz sonó temblorosa mientras retrocedía, tirando de Madeline conmigo. Pero la figura encapuchada negó con la cabeza.
—El peligro ya está aquí —dijo, y con un gesto de su mano, la oscuridad del círculo se alzó, tomando forma, mientras el fuego azul estallaba en una tormenta de llamas.
El caos estalló en la sala. La oscuridad, liberada del círculo, se alzaba como una marea viva, y las llamas azules danzaban frenéticamente, proyectando sombras grotescas en las paredes. Las figuras encapuchadas permanecían inmóviles, observando mientras la oscuridad tomaba forma.
Intenté retroceder, pero el suelo debajo de mí se desmoronaba, dejándome tambalear en busca de equilibrio. Sentía la fría mano de Madeline agarrar la mía, y eso fue lo único que me impidió caer en el abismo que parecía abrirse bajo nuestros pies.
—¡Tenemos que salir de aquí! —grité por encima del rugido de las llamas y el aullido del viento helado.
Madeline asintió, su rostro estaba pálido pero decidido. Tiré de su brazo, y juntas nos giramos hacia la salida, pero el pasillo por el que habíamos llegado ahora estaba bloqueado por la misma oscuridad que emergía del círculo. Nos encontrábamos atrapadas, rodeadas por una fuerza que no entendíamos y que claramente estaba más allá de nuestro control.
—¡Esto no puede estar pasando! —exclamé, luchando contra el pánico que se apoderaba de mí.
—¡Tranquila, Alexandra! —me dijo Madeline, cogiendo mi mano, haciéndome regresar a la realidad.
Pero fue en ese momento, que la oscuridad comenzó a tomar una forma definida, como una figura humanoide hecha de pura sombra. Era alta, con extremidades alargadas y garras que brillaban con un extraño resplandor. Donde debería haber estado el rostro, solo había un vacío insondable que parecía devorar la luz.
La figura encapuchada que había hablado antes se inclinó hacia la criatura, casi en reverencia. —Se ha despertado —murmuró, como si fuera una oración.
—¿Qué es eso? —Madeline logró preguntar, aún y cuando su voz temblaba.
—Es lo que se ha mantenido prisionero aquí por siglos —respondió otra de las figuras encapuchadas, su voz estaba más grave y resonante—. El Guardián de Hellwond. Una entidad antigua, cuyo poder supera todo lo que este mundo ha conocido.
El Guardián nos miró —o al menos, eso sentí, aunque no tenía ojos— y una ola de terror puro se apoderó de mí. Sabía, en lo más profundo de mi ser, que estábamos frente a algo que no podíamos comprender, mucho menos controlar.
—¡Tenemos que detenerlo! —grité, aunque no sabía cómo. Las figuras encapuchadas no mostraban ninguna intención de ayudarnos; parecían más preocupadas por mantener a la criatura contenida, pero era evidente que su control estaba fallando.
El Guardián avanzó hacia nosotras, con sus pasos haciendo que el suelo temblara. Intenté invocar alguna forma de defensa, pero mi mente estaba nublada por el miedo. Y fue entonces que Madeline, siendo más valiente, dió un paso adelante.
Pero...
El Guardián no se detuvo.
Su presencia era tan abrumadora, que el aire se volvió pesado, casi irrespirable. Cada paso suyo hacía que las sombras en la sala se retorcieran y alargaran, como si todo el espacio se estuviera distorsionando a su alrededor.
—¡No puede ser derrotado tan fácilmente! —gritó una de las figuras encapuchadas. —¡Madeline, debemos retirarnos!
Pero Madeline no se movió. Había algo en su expresión que me preocupaba. Sus ojos estaban fijos en el Guardián, como si estuviera bajo algún tipo de influencia. Entonces, para mi horror, ella comenzó a avanzar hacia él, no como si estuviera dispuesta a atacarlo, sino como si estuviera siendo atraída, casi hipnotizada.
—¡Madeline, detente! —grité, intentando alcanzarla, pero mis piernas se sentían como plomo, apenas podía moverme. Algo en esa criatura estaba afectándonos a nivel físico y mental, sembrando una semilla de desesperación en lo más profundo de nuestra mente.
—No... puedo... —murmuró Madeline, con sus ojos completamente negros, reflejando el vacío de la criatura. Era como si el Guardián hubiera penetrado su mente, tomando control de su voluntad.
De repente, las figuras encapuchadas se movieron rápidamente, rodeándonos. —¡Debemos sellar al Guardián, pero ahora con ella también! —exclamó uno de ellos, señalando a Madeline. —Ella ha sido marcada, y ya no hay vuelta atrás.
—¡No, no pueden hacerlo! —grité desesperada. No podía permitir que se llevaran a Madeline con esa criatura, pero el poder del Guardián estaba creciendo, y parecía que las figuras encapuchadas no veían otra opción.
En un instante de desesperación, recordé algo que había leído en un libro antiguo sobre criaturas como esta. Se mencionaba que estas entidades podían ser disuadidas temporalmente con un destello de luz intensa, algo que confundiera sus sentidos y rompiera su conexión mental. Miré a mi alrededor, buscando algo que pudiera ayudarnos, pero no había ninguna fuente de luz lo suficientemente fuerte.
De repente, una chispa de idea se encendió en mi mente. Saqué el pequeño espejo de mano que siempre llevaba conmigo, una reliquia de mi abuela, y lo sostuve en alto, apuntando hacia el Guardián. No era mucho, pero esperaba que la luz que rebotara en él fuera suficiente.
—Madeline, por favor, ¡mira la luz! —grité con toda la fuerza que pude reunir.
La luz del reflejo se disparó hacia los ojos del Guardián, que emitió un rugido gutural, tambaleándose ligeramente. Las sombras que lo rodeaban retrocedieron momentáneamente, dándonos unos segundos cruciales. Madeline parpadeó, como si estuviera despertando de un sueño, y dió un paso atrás, rompiendo la conexión.
—¡Ahora! —gritó una de las figuras encapuchadas, y rápidamente comenzaron a recitar un cántico en una lengua antigua. Las paredes de la sala vibraron mientras el suelo se abría bajo el Guardián, creando un portal que intentaba arrastrarlo de vuelta a su prisión.
—Madeline, por favor, vuelve a ser tú —le imploré mientras veía cómo la oscuridad comenzaba a retroceder en sus ojos, la influencia del Guardián debilitándose.
Finalmente, con un último grito de esfuerzo, Madeline rompió la conexión, y la luz del reflejo se apagó, dejando la sala en un silencio sepulcral. El Guardián fue arrastrado por el portal, y las figuras encapuchadas hicieron un último gesto para sellarlo, cerrando la grieta en el suelo con una explosión final de energía.
Madeline cayó en mis brazos, temblando, pero viva.
—Lo... lo logramos... —murmuró, su voz estaba débil.
Pero mientras la abrazaba, sentí que algo había cambiado en ella. No solo había roto la conexión con el Guardián, sino que una parte de esa oscuridad se había quedado con ella, un recuerdo imborrable de lo que habíamos enfrentado. Sabía que, aunque habíamos sellado al Guardián, las cicatrices de esa batalla permanecerían con nosotras para siempre.
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