En multimedia : Tom Perfield

ALEXANDRA COLLINS POV

Me apresuré a esconderme en un árbol gigantesco, y de reojo observé lo que hacían.

Esto es muy malo...

—¿Ya lo encontraste? —preguntó una voz masculina demasiado grave.

Siento como mi corazón late demasiado rápido, pero sé de antemano, que ellos pueden percibirlo. Así que estoy en grandes problemas.

—No, aún no lo encuentro —respondió otra voz igual de grave y masculina.

—¡Pues ve y encuéntralo, idiota! Mueve tu culo, y encuéntralo. Recuerda muy bien que son órdenes del señor.

¿Señor? ¿Acaso Vlad está detrás de todo esto? ¡No puede ser!

Escuché sonidos de ramas siendo pisadas, lo que me aviso, que ya estaban por irse, cosa que me alivió.

—Pero supongo, que también podemos llevarle a una dulce chica, que espía las conversaciones ajenas, ¿no? —dijo en voz alta, un vampiro encapuchado y yo me encogí en mi lugar.

¡Mierda! ¡No, no, no!

—Oh si, tienes razón.

¡No!

Escuché como se acercaban hacia mi, y sin más que perder, me posicione para correr. Pero...

En eso apareció un lobo gigante de pelaje blanco.

—Mierda... —se quejo uno de los vampiros encapuchados—. ¡Hay hombres lobos aquí!

¿Hombres... Lobo?

Confundida, mire hacia donde estaban los vampiros, y en efecto, ví una manada de lobos gigantescos.

Son... Preciosos.

Aquel lobo de pelaje blanco, me miró y después, corrió a atacar a uno de los vampiros encapuchados, que estaba peligrosamente cerca de mi.

—¡Malditos perros rabiosos! —refuto un vampiro altamente cabreado. —¡Nos retiramos! ¡¿Oyeron!? ¡Nos retiramos!

Pero los hombres lobo, no lo iban a permitir.

Así que atacaron a los tres vampiros encapuchados, y estos al ser descubiertos y que sus capuchas, fueran removidas, se quemaron por el sol.

¿Qué... Acaba de pasar?

Conmocionada, caí al suelo y un muchacho de probablemente quince años, me dijo:

—¿Estás bien?

—Sí, estoy bien... Y eso es gracias a ustedes. Muchas gracias por ayudarme...

—No fue nada —respondió él con una sonrisa abierta. Gesto que correspondi, y entonces añadió: —¡Tom, ven!

Agrande mis ojos ante ese nombre que escuche. Y miré al muchacho, que venía caminando sin camisa, pues aquel muchacho solo tenía puestos unos pantalones oscuros.

—¿Dijiste Tom...? —repetí yo conmocionada.

—Si, espera a conocerlo. Es realmente muy agradable.

Y entonces todas mis dudas se dispersaron cuando él apareció y dijo:

—¿Me hablabas Alejandro? —entonces llegó, y me observó y sus ojos se agrandaron—. ¿Tú... Eres... Alexa?

No puedo creerlo él es... Tom.