Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Parte 1 - El fin... ¿O el comienzo?

No entendía lo que pasaba a su alrededor, simplemente podía sentir como la brisa acariciaba su cuerpo. Elizabeth observó el cielo como si fuera lo único interesante dentro del paisaje que la rodeaba, aun cuando todos gritaban su nombre.

- ¡Elizabeth! - Fue el grito de Meliodas que la hizo reaccionar.

Lentamente se giró hacia donde escuchó la voz del capitán de los siete pecados capitales, sólo para encontrar un hermoso paisaje vacío. ¿Dónde estaban todos? ¿Por qué era capaz de oírlos pero no verlos?

Perezosamente, se levantó del pasto verde sólo para caer ante sus rodillas. Se sentía tan débil que no podía evitar sentirse algo asustada.

¿Qué estaba pasando? ¿Dónde estaban todos? Era lo que pasaba por su mente.

Intentó gritar, aunque su voz jamás salió de sus labios. Asustada empezó a llorar al sentir impotencia. El dulce y cálido paisaje cambió a uno oscuro y frío, el cambio fue tan repentino que empezó a tomar energías para levantarse y correr lejos de la oscuridad que absorbía todo lo que tocaba.

Ella no entendía hacía dónde se dirigía, pero lo único que deseaba era encontrar a sus amigos... A Meliodas...

- ¡Señor Meliodas! - Gritó a todo pulmón, resonando en la oscuridad.

Antes de ser consumida por la oscuridad. Antes de recordar cómo llegó hasta ahí.

-0-0-0-

Su cuerpo le dolía, como si hubiera caído desde una gran altura. Pero aun acostada, no notó heridas o moretones sobre su piel expuesta. Observó con pena su propio cuerpo desnudo, pero a pesar de su apariencia ella se preguntaba dónde estaba y dónde estaban los pecados capitales.

- Señor Meliodas... Chicos... - Llamó con timidez, pero no hubo ninguna contestación.

Cuando se levantó, con mucho dolor, observó que estaba en un bosque y a unos metros distinguió un gran lago.

Cohibida, avanzó hacia el lago. Para observar su reflejo. No había nada fuera de lo usual en su cuerpo. Sus manos rozaron sus cabellos plateados con curiosidad, éste seguía igual a como le recordaba.

Pasó sus manos por su cuerpo buscando una anomalía, pero lo único que encontró fue dolor y una rara sensación en su cuerpo, aunque no era incómoda.

Sus ojos se agrandaron al recordar los hechos que la condujeron ahí.

-0-0-0-

Lo había logrado, pudo fusionarse con todos los mandamientos y no caer en la locura. Meliodas, en su forma demoniaca, se encontraba frente a frente a la princesa Elizabeth.

- ¡Elizabeth! - Dijo Meliodas mientras abrazaba con firmeza a la Diosa. - Por fin... Por fin te libraré de esta maldición.

- ¡Basta, señor Meliodas! - Exclamó Elizabeth asustada al ver cómo todos sus amigos y aliados desaparecían, pues la pareja era envuelta en una masa oscura.

Ya siendo absorbidos por la oscuridad, Elizabeth usó sus poderes para quemar un poco a Meliodas y soltarse, cosa que funcionó.

- Elizabeth... - Su voz no era cálida ni suave, no era su Meliodas.

Las lágrimas de Elizabeth empezaron a brotar con abundancia, sorprendiendo al Demonio. Meliodas, sin saber qué sentir, miraba con curiosidad a la chica.

- La razón por la cuál te pedí que rompieras la maldición, fue porque no quería que tú sufrieras... - Dice con dolor en su mirada, provocando una preocupación en la cara estoica del Demonio.

- ¿A qué te refieres? - Pregunta, mientras estira su brazo para tocarla.

Pero ella retrocede, no por miedo si no por timidez. - Tu maldición es la vida eterna, mientras yo la reencarnación perpetúa... Una hermosa combinación... Si tan solo yo no muriera frentes a tus ojos cada vez que recordará todo... -

Aún en la oscuridad, Meliodas observaba con detalle cómo sus hermosos ojos brillaban de tristeza.

- No puedo imaginar tu dolor al verme morir tantas veces... Por eso, quería acabar con esta maldición, pero jamás me imaginé que tuvieras que hacer todo esto... - Dichas esas palabras, el ambiente se tensó dejando a Meliodas pensativo y a Elizabeth mirándolo.

- Señor Meliodas, tengo miedo... - Susurró Elizabeth más para ella misma que para él. - ¡¿Qué...?!

Se sorprendió al sentir la cabeza de Meliodas apoyada en su pecho. - Lo siento...-

Entonces, una gran magia empezó a abrumarla. Meliodas colocó sus manos en sus hombros para atraerla y apoyar su frente con la suya. Una luz empezó a envolver a Elizabeth.

Una sonrisa triste se asomó en sus labios, antes de soltar un suave.- Te amo, Meliodas... -

El Demonio empezó a asustarse al ver cómo la chica desaparecía antes sus ojos. Se supone que no debía pasar eso. - No... ¡No, no, no, no...! ¡Nooooooo....! -

Elizabeth sonrió al darse cuenta de que él había fallado, la maldición no era tan fácil de romper. - Está bien, Señor Meliodas... Gracias por todo...

- Elizabeth... Yo... - No pudo terminar al sentir una sensación dulce y placentera en sus labios, lo estaba besando.

- Prométeme que ya no harás nada, simplemente apártame de tu vida -

- ¡¿Pero qué estás diciendo?! - Gritó asustado, sus ojos volvieron a ser verdes. - Tú eres mi todo, mi vida, mi razón de vivir... -

- Y tú la mía... Por eso, olvídame... -

- ¡Jamás! - Exclamó con un deje de tristeza. - Elizabeth, perdóname... -

- No hay nada que perdonar... -

La luz que envolvía a Elizabeth aumentó su brillo. Cegando a los dos e iluminando a la masa oscura que los rodeaban.

- ¡Elizabeth! - Gritó Meliodas una última vez.

-0-0-0-

Suspiró al ver que sus maldiciones no habían cambiado... Hasta que se dio cuenta de que ella seguía aquí, viva y con su memoria intacta, incluso después de los 3 días.

Estaba feliz, no podía creer que realmente la maldición se había terminado, o eso es lo que ella pensaba. Debía encontrar a Meliodas y los pecados capitales. Sí, eso debía hacer. Meliodas debía sentirse culpable, después de todo, ella había desaparecido frente a sus ojos.

- Ahh... Ayúdenme... ¡Por favor! - Elizabeth se sorprendió por los llantos de dolor que se oían dentro del bosque.

- ¿Quién será? - Se dijo así misma.

Ella se aventuró hacia el bosque preocupada por la persona que pedía ayuda, pero se detuvo cuando se dio cuenta de su desnudez, nuevamente. Debatiéndose si en ir a ayudar o buscar ayuda.

Fue cuando escuchó los sollozos que decidió ayudar sin importar qué. Mientras se acercaba al origen de los quejidos de dolor, notó una sabana vieja y rota pero suficiente para cubrir su cuerpo, sobre un montón de basura. Se envolvió en ella para ahora continuar con su objetivo.

Trotando por el bosque, visualizó a una anciana en el suelo junto a una canasta con bayas y frutas tiradas a su alrededor.

- Debí ir con más cuidado... ¡Cómo me duele la espalda! - Dijo la anciana mientras soltaba lágrimas de coraje y dolor.

- Ah... Hola... - Se acercó lentamente Elizabeth, intentando no asustar a la señora. - ¿Está usted bien? -

- Yo... No... - Dijo la anciana con tristeza. - Sé que no debía venir pero realmente mi marido estaba hambriento.

- Déjeme ayudarle. - Rápidamente se acerca a la anciana para ayudarla a pararse, o por lo menos sentarse. Cerró sus ojos y apoyó su mano derecha en la espalda de la anciana concentrándose.

- Oh... Se siente tan cálido. - Murmuró dulcemente, mientras un luz salía de la mano de Elizabeth.

- Listo, con esto será suficiente. - Ahora, Elizabeth intentó levantar a la anciana, cosa que logró con éxito.

- Muchas gracias, tú me has curado. Dejame pagarte. - Dice con mucha gratitud.

- Claro que no, no podría. Lo hice con mucho gusto. - Dijo Elizabeth alegre.

- Oh, por Dios. Mira en que ropas andas, dejame compensarte con al menos un cambio y tal vez un descanso en mi hogar. - Dijo con firmeza la anciana. - Soy Rosa, ¿y usted es...? -

- Muchas gracias. Soy Elizabeth. ¿Me podría decir dónde estamos? ¿En Lionés? - Preguntó Elizabeth, mientras tomaba la canasta y recogía los frutos.

- Ja... Lionés está muy lejos de aquí, hasta podría decir que es el reino más lejano que puede haber. - Dijo Rosa.

- ¿Cómo...? - Elizabeth se sorprende y poco a poco de entristece. - ¿Qué fue lo que pasó...? -

- No te preocupes, puedes quedarte conmigo y mi esposo. Puedo ver en tu mirada que no podrás viajar mucho por un tiempo sola. - Dice Rosa con una sonrisa tierna, como si supiera algo.

- ¿A qué se refiere, señora Rosa? Necesito encontrar al Señor Meliodas y a mis amigos. - Dijo algo preocupada, mientras terminaba de recoger los frutos.

- Tu mirada... - Dijo con un toque de cariño. - Tus ojos brillan con una luz que me indican que algo hermoso te está pasando. -

Elizabeth queda en un estado de curiosidad, pues no veía ninguna mala intención en sus palabras ni en sus gestos. Estaba cansada e incluso esa sensación de calidez combinada con extrañes no la dejaba mucho moverse. Tal vez podría descansar un par de días e ir a buscar a los demás.

Sí, eso haría. Debía sobrevivir para encontrarlos.

- Muchas gracias, aunque no comprendo lo que me quiere decir aceptaré su oferta. - Dijo mientras ofrecía su mano para ayudar a la anciana a sostenerse de ella y avanzar.

- Llegando a casa, te lo diré. Aunque te ves algo joven... - Dijo curiosa.

- Sí, tengo 16 años. - Dice Elizabeth mientras es guiada por la anciana pero ayudándola a caminar.

- ¡Vaya que eres joven! - Dijo soltando una pequeña risa.

Mientras se adentraban al bosque, Elizabeth rezaba porque Meliodas y los demás estuvieran bien. Lo encontraría y lo haría el chico más feliz del mundo. Y también, esperaba que sus amigos lo perdonaran y comprendieran el por qué hizo todo ese alboroto.

- Pronto nos veremos... -

.

.

.

N/A: Gracias por leer. Y como verán es una historia de lo que paso después de la serie, según yo. Espero que les interese y me digan su opinión. Soy nueva en usar esta plataforma, así que poco a poco iré mejorando, espero.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro