Ira
La fiesta apenas estaba comenzando y todos los invitados llegaban al salón de baile del castillo. Meliodas vestía un traje elegante blanco con toques verdes y estaba viendo con alegría a Ban y a Elaine bailar. Era divertido porque, básicamente, el inmortal cargaba a la hada mientras se balanceaba de un lugar a otro. Zeldris junto a Estarossa llegaron a un lado de él. Ambos vestían ropa oscura pero con toques rojos y plateados en sus trajes, respectivamente.
- Está fiesta le hace falta un poco de diversión. - Dijo Estarossa aburrido, solo había gente bien vestida y parloteo de un lado a otro. - ¡¿Dónde está el alcohol?!
- Solo disfruta, es el momento de Elizabeth y no deseo que se arruine. - Comentó Meliodas alegre con una sonrisa. Sus hermanos lo conocían perfectamente para saber que esa sonrisa no era amigable.
- Gelda y los demás siguen arreglándose. Así que tenemos que esperar a que lleguen. - Dijo Zeldris serio. - Eso significa que debes ser paciente para que la verdadera fiesta comience.
- Se nota que me quieres, hermanito. - Dijo Estarossa con cariño. Meliodas se rió por la cara de molestia de Zeldris.
- Dejen de mirarme así. - Dijo molesto. - ¿Por qué no vas a ligarte a alguien?
- Jaja... No tienes por qué decirme eso. - Dijo Estarossa ofendido, aparentemente. - Pero me encanta tu sugerencia, así que nos vemos hasta mañana.
Ambos hermanos vieron a Estarossa caminar hacia la multitud con ánimo. Meliodas miró a Zeldris con cierta empatía. - Veo que te enfadó. Pero hay algo que te está molestando, ¿no es cierto?
- Sí. Tengo el presentimiento de que algo malo va a pasar. - Murmuró Zeldris con preocupación, sorprendiendo a Meliodas. - Ver a Gelda en ese estado, me hizo recordar mi propia debilidad.
- Zeldris... - Dijo Meliodas preocupado, pero no sabía que decirle. - Arreglaremos todo este desastre que nuestro padre está haciendo y viviremos en paz.
Zeldris solo asintió. Meliodas golpeó ligeramente su espalda de manera cariñosa. Ambos observaron a King y Diane bailar con gracia. Quien hubiera imaginado que ambos, más bien King, bailaban excelentemente. Margaret bailaba junto a Gilthunder con elegancia, Verónica platicaba animadamente con Griamore y Baltra yacía en su trono viendo el lugar con gusto.
- ¡Oigan! - Ambos demonios voltearon hacia la voz chillona. - ¡¿Dónde está Elizabeth?!
- ¡Hawk! Te ves bien. - Dijo Meliodas al ver que el cerdo traía un pequeño traje elegante de color negro.
- ¡Cállate! Sé que lo haces con burla. - Exclamó molesto.
- Aun no llega. Se está arreglando junto a Gelda y los niños. - Dijo Zeldris.
- ¿Por qué no vas a ver cómo están? - Le pidió Meliodas con simpleza, aunque por dentro estaba preocupado.
- ¡Claro! ¡Déjaselo al gran Hawk! - Exclamó el cerdo con orgullo.
Sin más, el cerdo se alejó de ellos con ánimo. Pero en tan solo unos segundos, se detuvo de golpe. Meliodas y Zeldris se sorprendieron ante la repentina magia que llegó en el castillo. Sus rostros se endurecieron al reconocer esa presencia.
- ¡¿Qué está pasando?! - Gritó Hawk asustado por la gran presión de fuerza que estaba en el ambiente. Y no solo él, sino que todos los invitados se sintieron abrumados.
- ¡Meliodas! ¡Zeldris! - Gritó Estarossa acercándoseles, mientras les lanzaba una espada pequeña a cada uno, aceptándolas. Detrás de él, se acercaban los demás miembros de los siete pecados capitales.
- ¡¿Está presencia no se les hace familiar?! - Preguntó Diane con temor, esperando que no sea en quien estaba pensando.
- Chandler. - Masculló King con odio. Meliodas asintió sin ninguna emoción en su rostro. - ¡Todo el mundo huya y busquen refugio! - Incluso antes de la advertencia, todos comenzaron a correr.
- ¡Elizabeth! ¡Tristan! - Exclamó Elaine preocupada por su amiga.
Ante la mención de esos nombres, Meliodas iba a correr en busca de ellos. Pero una gran llamarada salió frente a Zeldris, deteniéndose para ver que era.
- Gelda... - Susurró Zeldris con preocupación. Pues era una técnica de su amada. Cuando el fuego se apagó, observaron a dos niños muy familiares para ellos caer al suelo.
- ¡¡Mamá!! - Gritaban con terror antes de darse cuenta que había sido teletransportados. En vez de estar aliviados por estar seguros con sus padres, ambos niños empezaron a llorar amargamente.
- P... ¡Papá! - Gritó Drake mientras corría torpemente a las piernas de su progenitor, solo para abrazarlas con miedo. - Mamá... Ella...
Meliodas abrazó a su hijo, que no dejaba de temblar y de susurrar. - No otra vez... Mamá... Lo siento...
- Yo me encargaré, quédate con tus tíos. - Dijo Meliodas serio, pero manteniendo calidez. Besó su frente para luego verlo con una sonrisa, a pesar de tener su marca de demonio de manera irregular y sus ojos completamente negros. Sin importar las quejas de sus amigos, salió corriendo del salón.
Una de las paredes fue destruida por un residente del purgatorio. Del boquete, entraron tres bestias de diferentes formas.
- King, Ban, Elaine y todos los caballeros de Lionés, encargasen de las bestias. Niños vayan con Diane y Hawk a buscar a la familia real. Estarossa, cuídalos con tu vida. - Ordenó Zeldris rápidamente. Se inclinó a la altura de su hijo. - Ve con Estarossa y se fuerte por tu madre, ¿entendido?
Drake, aun con lágrimas, soltó a su padre y corrió hacia Tristan, quien se mantenía llorando a todo pulmón. Zeldris salió de la habitación con una mirada asesina. Todos acataron las órdenes del demonio y empezaron a moverse con agilidad.
- ¡Drake! ¡Súbelo a mi lomo! - Exclamó Hawk firme. Sin dudarlo, el niño lo obedeció y subió a su primo en el cerdo.
- ¡Niños! No se separen de nosotros. - Exclamó Diane mientras tomaba la mano de Drake y corrieron, seguidos de Estarossa y Hawk.
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Elizabeth levantó la mirada como pudo para ver a Chandler mirarla con desprecio, mientras pequeñas lágrimas salían de sus ojos con gran fluidez. Su cuerpo yacía sentado en una de las paredes de la habitación, dañado y cubierto de heridas. Era incapaz de moverse, esperó a otro final terminal.
- Esto es lo que mereces y mucho más. - Masculló Chandler con asco. Se encontraba frente a ella lista para acabar con su insignificante vida. - Y no te preocupes, tu amiga morirá pronto.
Se sentía inútil, patética e incapaz de ayudar a Gelda, que se encontraba tirada boca arriba en el suelo desangrándose por heridas en todo su cuerpo. Ella había luchado por mantenerla a salvo, pero Chandler fue más fuerte que ellas dos.
Su único consuelo es que su hijo estaba a salvo, ella reviviría, pero Gelda moriría sino hacía nada. - Por favor, déjame curarla. - Murmuró rogándole con tristeza.
Lo único que vio fue como el bastón de Chandler se prendía con unas flamas negras. Antes de que todo se volviera oscuro, escuchó una voz llena de odio. - ¡Maldito!
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Meliodas estaba enojado, no, él estaba encabronado. Mataría al desgraciado de Chandler con sus propias manos. Su rapidez fue a tal grado que en menos de cinco minutos se encontraba frente de su maestro. - ¡Maldito!
Blandió su espada en su dirección. Todo fue demasiado rápido para el viejo, que no fue capaz de procesar su presencia.- ¡Full Counter!
Una explosión se creó en la habitación. Chandler salió volando fuera de está con gran velocidad, estrellándose en uno de los patios. Meliodas observó a un par de metros a Gelda desangrándose, pero manteniendo una respiración extremadamente lenta. Se giró hacia Elizabeth, su mirada negra se alternó a una verde, al ver a su amada sin vida recargada en la pared.
- No... No otra vez... - Pensó mientras una horrible sensación invadía su corazón. Podía sentir la ira correr por sus venas. La amada de su hermano y su querida Elizabeth fueron atacadas y cruelmente torturadas por su maestro, él jamás se lo iba a perdonar. Lo último de calidez que sentía en su ser había desaparecido.
- ¡Meliodas! - Gritó Zeldris, quien acababa de entrar a la habitación. Lo primero que vio fue a Elizabeth sin vida recargada en la pared, iba acercarse a su hermano para preguntarle qué pasó. Pero se detuvo y sus ojos se contrajeron ante la vista de su amada. Tembló de ira, pero se mantuvo serio.
- Yo me encargaré del bastardo. Elizabeth está muerta. Cuida de Gelda. - Dijo Meliodas con una voz profunda, que helaría la sangre de cualquier demonio. Aquel elegante traje, esa bella mirada esmeralda y pacífica habían desaparecido, sólo para ser remplazados por oscuridad. Había entrado en modo Asalto.
Meliodas salió de la habitación dejando a su hermano con las dos chicas. Zeldris corrió hacia su amada. La arropó entre sus brazos, se dio cuenta de que sus mejillas estaban mojadas por lágrimas que no sabía que había estado derramando. Gelda yacía en sus brazos completamente empapada de sangre, incluso en ese estado, ella se veía hermosa y elegante. Aquella palidez que tanto adoraba de ella, la odiaba en estos momentos, pues poco a poco perdía el poco color que poseía.
- Ze... Zel... dri... - Gelda murmuró como pudo, observando los ojos de su amado. Eran verde oscuro. Sonrió con ternura, mientras algunas lágrimas del demonio caían a sus mejillas.
Jamás imaginó que ver la sonrisa de Gelda en aquel estado deplorable, se le haría tan hermosa como la primera vez que la vio. Ella iba a morir y no había manera de evitarlo, Elizabeth estaba muerta y Tristan estaba demasiado lejos como para que la curara.
- Te amo... - Murmuró con impotencia, intentando inútilmente detener el sangrado de su estómago con su mano. Entonces recordó algo muy importante. - ¡Muérdeme!
Gelda comprendió lo que quería hacer y lo miró pesadamente, no podía moverse para hacer lo que le pidió. Zeldris acercó su boca a su cuello para que lo mordiera. Ella abrió su boca mostrando sus colmillos, pero no tenía fuerza para morderlo. El demonio, en su desesperación, la presionó contra él para que clavara sus colmillos y succionara su sangre lentamente.
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Meliodas aterrizó en frente de Chandler, quien se levantó algo feliz. Incluso con la mirada asesina de Meliodas, él no dejaba de sonreírle. - ¡Maestro Meliodas! ¡Qué bueno verlo de nuevo!
- ¡Cállate! ¿Últimas palabras antes de morir?- Dijo con desprecio en cada palabra.
Chandler se retorció de miedo, pero manteniendo una sonrisa boba. Éste era su pequeño discípulo. - Lo he estado esperando, joven maestro. Me ale...
Incapaz de terminar su diálogo, Chandler fue callado por una patada de Meliodas en su cabeza, estrellándolo contra el suelo. Alrededor de ellos dos, se destruyó por completo, se había derrumbado algunas construcciones del castillo. Eliminando lo que era un hermoso patio.
- ¡Fue capaz de destruir mi barrera mágica! - Pensó Chandler con terrible dolor de cabeza. La sangre recorría su rostro, mientras Meliodas levantaba su cabeza con una de sus patas oscuras.
Meliodas lo miró sin mucha importancia al ver lo sufrir. Lo iba a lanzar lejos del castillo cuando fue golpeado por un residente del purgatorio, estrellándose en la construcción. Chandler se levantó tambaleándose, observó a un montón de residentes acercarse a su joven maestro.
- Lo siento, joven maestro. Pero lo hago por su bien. - Dijo Chandler, mientras flamas negras rodeaban sus pies, solo para salir volando con rapidez del castillo.
Meliodas mataba sin compasión a los residentes uno por uno, para intentar alcanzar a Chandler. Pero eran demasiados.
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Diane corría torpemente con Drake en sus brazos. Hawk le seguía de cerca, Tristan estaba más tranquilo pero no dejaba de estar preocupado por su madre. Estarossa iba detrás de ellos cuidándolos. Pero todos se detuvieron por una explosión cerca de ellos.
- Maldición, Meliodas. - Murmuró Estarossa al reconocer esa energía. Un residente intentó golpear a Estarossa, pero éste contraatacó con un Full Counter.
- ¡¿Por qué hay tantos monstruos!? - Exclamó Hawk asustado por la repentina oleada de bestias. Hasta que sintió la falta de peso en su lomo. Observó como el niño huía lejos de ellos. - ¡Tristan!
Drake se soltó de Diane para seguirlo, sabía que debía mantenerse junto a su tío, pero no podía permitir que su primo muriera por sus tonterías.
- ¡Niños! - Gritó Diane asustada, intentando ir por ellos hasta que una bestia se le atravesó. - ¡Déjame pasar!
Diane lo atravesó con un pico afilado de roca que invocó del suelo, pero ya era tarde, los niños habían desaparecido. Hawk golpeó ligeramente sus piernas para llamar su atención.
- Tenemos que encontrar a la familia real. - Exclamó Hawk decidido. Diane iba a contradecirle, pero Hawk se le adelantó. - Lo sé. Pero nosotros apenas podemos hacernos cargo de una bestia.
- El cerdo tiene razón. Ustedes vayan por la familia real. Yo me encargaré de encontrar a los niños. - Dijo Estarossa algo cansado, había derrotado a varias bestias en un minuto. - ¿Alguna duda?
- ¡No! - Exclamaron Diane y Hawk firmes, seguir corriendo.
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- ¿Por qué estoy regresando? - Se preguntó Tristan a si mismo con confusión. Su instinto le había hecho actuar tan locamente. Ahora estaba corriendo por su vida.
Una pequeña bestia se atravesó enfrente de él, cayendo de la impresión. Algo aturdido, Tristan intentó ensartarle un golpe con su magia, pero falló y eso lo decepcionó. Sin embargo su rostro se iluminó al ver como la bestia fue descuartizada y el responsable era Drake.
- ¡Drake! ¡Viniste! - Dijo Tristan corriendo a abrazarlo, pero solo recibió un golpe en la cabeza.
- ¡Eres un idiota! - Exclamó molesto para luego sonreír aliviado. - Es bueno encontrarte de una pieza.
Tristan rió por su suerte de tener a una familia tan cariñosa. - Tenemos que ir al jardín donde se escuchó la explotación, presiento que debemos estar ahí.
- ¡Está bien! - Exclamó Drake mientras corría junto a su primo. - Espero que mi papá no esté ahí, se enojaría conmigo por desobedecerlo.
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- ¿Pero qué demonios les pasa a estás bestias? - Exclamó Ban con molestia. - ¡Matamos a uno y salen tres!
Ban golpeaba con fuerza las bestias, Elaine las alejaba con su magia para que King las atacara junto a Guila y Jericho con sus poderes.
- Estoy preocupada por Diane y los niños. ¿Debimos haber ido con ellos? - Se cuestionó Elaine con preocupada.
- No, estamos bien aquí. Zeldris sabe lo que hace. - Dijo King serio, haciendo un lado su preocupación por Diane. - Apenas podemos mantener a raya estas bestias. Ir con ellos habría sido una masacre para los humanos. Y estoy seguro que nos hubiéramos sentido culpables.
- King... - Susurró sorprendida por la madurez de su hermano.
- Tiene razón. Aparte, Estarossa está con ellos. Él sabrá proteger a Diane y a los niños. - Dijo Ban con una sonrisa.
Claro, si estos no huyen como los estoy viendo ahorita. - Susurró Elaine con sorpresa y preocupación, mientras veía a Drake y Tristan correr por el pasillo, pues la pared estaba destrozada dejando la vista al pasillo. Todos vieron con sorpresa a los niños, que se detuvieron para mirarlos con miedo.
- ¡¿Pero qué haces?! - Comentó Drake exaltado. - ¡¡Corre!!
Ambos niños corrieron asustados por ser descubiertos. Ban corrió hacia con ellos para detenerlos, pero fue cortado en dos por un residente del purgatorio. - ¡Rayos...!
- ¡Elaine! ¡Cuidado! - Gritó Jericho.
Ban observó con impotencia como un grupo de residentes del purgatorio se lanzaba hacia su amada, King intento eliminarlos con Chastiefol. - ¡Forma Cinco: Increase!
Miles de cuchillas atravesaron a los residentes del purgatorio, a excepción de una. La hada se vio sorprendida por la bestia que sobrevivió del ataque de su hermano, éste estaba dispuesta a atacarla. Cuando de repente, Elaine apreció como esta bestia era cortada por cada extremidad que tenía.
- ¡Hola! ¡Ha pasado mucho desde la última vez que nos vimos! - Era Arthur con espada en mano y Cath en su cabeza, quien les sonreía con alegría. Pero no venía solo, detrás de él estaba los tres miembros faltantes de los siete pecados capitales posando: Merlín, Escanor y Gowther.
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Meliodas mataba con lentitud y crueldad a los residentes del purgatorio, pues su maestro había escapado por su culpa. Y el sentimiento de ira no desaparecía. Los quejidos de dolor y miedo de las bestias le traía un poco de satisfacción.
Ya nomás quedaba una bestia, un lagarto de su tamaño, que fue arrinconado entre él y una pared del castillo. - Patético...
Listo para atacar, fue detenido por una repentina sensación en su pierna. Unas pequeñas y temblorosas manos lo sujetaban. Era una dulce calidez al contacto, que lo asustó.
- Pa... ¿Papá...? - Esa suave voz llena de temor y preocupación, le dio un vuelco al corazón.
Se giró hacia la pequeña criatura que lo sujetaba titubeando. Era su adorado hijo, mirándolo con temor. Eso le hizo sentir otros sentimientos aparte de ira, miedo y preocupación. El niño lo soltó para retroceder un poco, como si dudara que él fuera su padre.
- Ya... Ya es suficiente... Tenemos que ir por mamá... - Tartamudeó con un rostro preocupado.
Podía ver como temblaba de miedo. Meliodas vio como esos ojos azules lo miraban fijamente. Pequeñas lágrimas brotaron de sus ojos, el demonio más temido estaba llorando por ser el causante del temor de su hijo.
- Tristan... - Susurró con dolor. - Hijo...
- Papá... Me alegro que seas tú otra vez. - Sonrió con sinceridad y emoción, olvidándose que hace un momento atrás estaba temblando de miedo.
Ese pequeño acto llenó al corazón de Meliodas con una calidez familiar. Era un deja vu, como lo que vivió con Elizabeth cuando la conoció por primera vez. El pequeño levantó sus brazos, pidiendo un abrazo. Meliodas lo aceptó con necesidad, se agachó a su altura para abrazarlo. La mirada estoica fue cambiada por una preocupada y llena de lágrimas.
- Lo siento... - Susurraba Meliodas con temor. - ¿Te he asustado?
- Sí... Pero no importa, porque papá jamás me haría daño. - Dijo Tristan con convicción.
- Tío... ¿Y papá? - Meliodas notó la presencia de Drake, quien había cortado la cabeza de la bestia. - ¿Él está bien?
Meliodas sonrió al ver la carita preocupada de su sobrino. - Claro, él no es alguien fácil de vencer, ¿o sí?
Drake sonrió con orgullo y corrió hacia él. Meliodas poco a poco perdió su modo Asalto, quedando solo en pantalones y zapatos. Tiró su espada para cargar a los dos niños. - Sujétense, iremos con Zeldris.
- ¡Sí! - Exclamaron serios, preparándose mentalmente para lo que verían.
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Zeldris se encontraba en la habitación de Elizabeth, con la diferencia de que estaba cuidando a Gelda entre sus brazos. Había detenido sus hemorragias con sábanas de la cama de la princesa, la habían envuelto torpemente pues a diferencia de otros clanes, los demonios se regeneraban más pronto y no había necesidad de enmendar heridas.
- Zeldris... - Susurró Gelda con dulzura, un poco mejor que hace rato.
Por lo menos ya estaba fuera de peligro, por lo que Zeldris se encontraba más aliviado. Tomó su espada, pues había sentido la presencia de otro residente y efectivamente uno apareció en la pared destruida.
- Diosa... - Chilló la bestia, pero antes de que Zeldris se encargara de ella, fue partida en dos.
- ¡Meliodas! - Dijo Zeldris con molestia al darse cuenta de lo que traía su hermano. - ¡Cómo se te ocurre traer a los niños!
- Lo siento... Pero me rogaron por venir conmigo. - Dijo Meliodas algo cansado. Los niños, que estaban en sus brazos, se bajaron de golpe.
Drake corrió hacia su padre con preocupación, en cambio Tristan observó a Elizabeth con tristeza, pero sonriendo con alivio de ver que estaba aquí y que no había sido secuestrada. Meliodas vio a su hijo con cierta empatía.
- ¡Mamá! ¡Papá! - Exclamó Drake con alivio de verlos vivos, pero eso no quitaba la preocupación de ver a su madre herida.
- Hola... Drake... - Habló suavemente Gelda con una sonrisa. Intentó levantar su mano para acariciar la mejilla de su hijo, pero solo logró elevarla un poco. Fue Drake quien la tomó con suavidad, como si se fuera romper entre sus manos.
- Drake... - Habló Zeldris serio, pero luego suspiró de cansancio. Al rato lo regañaría. - Me alegro que estés bien.
Tristan se acercó a Elizabeth y tocó su mejilla con dulzura. A pesar de verla morir tantas veces, aun sentía dolor y miedo de verla en ese estado, que había estado llorando inconscientemente desde que la vio. Meliodas se acercó a ellos, se agachó al nivel de Tristan y le sonrió con melancolía.
- Yo me encargaré de Elizabeth. Creo que debes ver a tu tía, ella te necesita. - Dijo Meliodas con ánimo, a pesar de verse devastado. Tristan asintió con firmeza y se alejó de su madre para acercarse a sus tíos y primo, mientras Meliodas salía de la habitación con Elizabeth en sus manos. No quería que su hijo la siguiera viendo en ese estado, pues sabía que sólo le traería dolor como a él le trajo cada vez que moría.
Tristan vio con pena la apariencia de su tía, quien le sonrió de manera tierna, provocándole llorar de impotencia. Zeldris y Drake soltaron a Gelda para que de esa manera el híbrido Diosa-Demonio empezara a curar a la vampiro.
- Me alegro que estén bien. Eso es lo único que importa. - Dijo Gelda suavemente a Drake y a su sobrino, trayéndole a Tristan un recuerdo de su madre.
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Me alegro que estés bien. - Dijo Elizabeth con una sonrisa, mientras terminaba de curar sus heridas. Tristan se encontraba recostado en un tronco, observando a su madre. - Es lo único que importa.
- ¿Por qué...? - La cuestionó Tristan con amargura. - Odió verte en ese estado.
- Y yo odiaría verte en este estado. - Sonrió su madre con dulzura. - Una madre es capaz de hacer lo que sea para que sus hijos estén a salvo.
- Pero yo no quiero estar a salvo. - Exclamó Tristan con molestia y dolor en cada palabra. - Jamás me acostumbraré a verte así.
- Sabes... - Dijo Elizabeth con ternura, mientras lo abrazaba. - Tu padre siempre daba todo porque yo estuviera a salvo. Pero yo jamás pude cuidarlo a él como es debido. Ahora que te tengo a ti, no cometeré ese error.
Tristan observó a su madre con sorpresa y curiosidad. - ¿Por qué...?
- ¡Porque te amo con todo mi ser! - Exclamó Elizabeth con una dulzura, que provocó a Tristan un llanto de emociones: amor, miedo y felicidad. - Mamá está orgullosa de tener un hijo como tú... Mi pequeño ángel...
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Aun sin dejar de llorar, Tristan terminó de curar a Gelda. La vampiro se sentó con ayuda de Zeldris, quien no dudó en besarla en los labios y rodearla con sus brazos. Drake la abrazó como pudo, mientras intentaba darle un beso en la mejilla, pero no podía por su altura.
Gelda rió ante tal cariño, que había aceptado de manera gustosa. Poco a poco, se separaron. Ella levantó la mirada hacia Tristan y le sonrió mostrando sus colmillos, mientras extendía sus brazos hacia él. El pequeño rubio no dijo nada, simplemente corrió a abrazar a su tía con necesidad de cariño. Drake volvió a abrazar a su madre, pero de manera animada.
- Estoy feliz de que estén bien. - Gelda besó a cada frente de los niños, primero a Drake y luego a Tristan. - Mis pequeños demonios...
El pequeño rubio por fin sonrió con tranquilidad.
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N/A: Muchas gracias por leer. Espero que les haya gustado, porque a mí me encanto. Para este capítulo me base en la pelea de Meliodas y Escanor. Gracias por sus comentarios. Lamento lo errores que tuve de ortografía, gramaticales y otras cosas.
¡Muchas gracias por leer y que tengan un excelente día!
PD: Adoro ver a Arthur sonreír en los momentos de más tensión y por eso lo metí en esta parte de la historia, él iba a parecer en dos capítulos más. Y no tenía planeado hacer el capítulo tan largo, pero me emocione y al final me encanto como quedo.
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