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Es hora de descansar


Tristan estaba mordisqueando algo suave y redondo, lo estrechó entre sus brazos con fuerza al sentir como éste intentaba alejarse de él. Frunció el ceño al ver que insistía en huir de él. - ¡Tristan, déjame de morder! - El chillido de Hawk asustó al niño. El rubio se despertó y se dio cuenta que estaba abrazando al cerdo, mientras mordía una de sus orejas.

Avergonzado, lo soltó para sentarse y alejarse del cerdo. - ¡Lo siento, Hawk! ¡No era mi intención! - Exclamó Tristan apenado, mientras observaba a Hawk ponerse de pie, es decir, sobre sus cuatro patas.

- Sé que me veo delicioso, pero contrólate. - Dijo Hawk con orgullo, haciéndose notar, pero el chico le contestó. - ¡No me ignores!

El rubio observó a su alrededor, estaba dentro del fuerte que habían hecho él junto a Hawk y su padre. Pero Meliodas no se encontraba por ningún lado de la habitación, dejándolo algo confundido. Tristan se levantó y se acercó a su madre, quien seguía en el mismo estado que hace dos días. La miró con melancolía, mientras se ponía sus botas y ropa. En la tarde, ella despertaría y eso lo hacía sentir feliz.

- Oye. - Le habló Hawk algo triste, viendo como él observaba a Elizabeth con una mirada tranquila. - ¿Qué te parece ir a desayunar?

- Claro... ¿No has visto a mi padre? - Comentó Tristan con curiosidad, pero al ver la negación de Hawk se desanimó. - Bueno, vamos a comer algo. Tengo que prepárame para mi pequeño viaje.

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Drake veía con empatía a su primo, pues estaba molesto de que su padre, tío Meliodas y tío Estarossa hayan desaparecido desde la mañana. Él y Tristan junto Gelda y Hawk estaban en la entrada del castillo esperando a Arthur. Habían despertado, desayunado y nada de los tres demonios, ni siquiera estaban en el castillo pues no podian sentir su poder u olor.

El viento hacía sentir un poco más tranquilo a los niños. Gelda les había entregado unas bolsas para que pudieran recoger las plantas que Merlín les encargó. El sol empezaba a ponerse en todo su esplendor, por lo que la vampiro se cubrió con una capa. Hawk suspiró aburrido por la tardía del rey.

- Tía Gelda... - Le habló Tristan con preocupación, ella volteó prestando su atención a él. - ¿Sabe dónde está mi papá?

- ¡Sí! - Exclamó Drake con molestia, él también quería saber sobre el suyo. Su padre solía decirle a donde iba, no desaparecía de la nada cómo ahora. - No siento su olor en el castillo, ni el de mis tíos.

- Es cierto, es muy extraño. Siempre avisan, al menos Zeldris. - Comentó Hawk algo extrañado.

- Claro que sé. - Eso ilusionó a los niños, que corrieron a ella y se sujetaron a su vestido. - Ellos están bien, fueron a cazar a Chandler.

Ante la mención de ese nombre, hubo diferentes reacciones. Tristan se estremeció de preocupación y miedo al saber que él fue quien intentó llevárselo y asesinó a su madre. Drake frunció el ceño al recordar a Gelda gravemente herida por aquel sujeto. Hawk soltó un chillido de temor. La vampiro simplemente los observó con tranquilidad.

- ¡Ese maldito! - Exclamó Drake molesto, recordando aquel demonio con desprecio. Tristan se preocupó, no quería que su padre perdiera el control como la última vez o que algo malo le pasara a él o sus tíos.

- ¡Drake! - Alzó la voz Gelda, asustando a los niños, en especial a Drake. Le dedicó una mirada seria, cohibiendo al chico. - Comprendo tu enojo, pero no debes hablar de esa manera.

- Lo sé... Lo siento... - Murmuró Drake apenado por el regaño de su madre. - Es que simplemente lo odio. No es justo lo que hizo... Cómo te trato a ti o a mi tía Elizabeth...

El recuerdo de su madre sangrando y de Elizabeth muerta, le era insoportable para Drake. Tristan sonrió con tristeza, pero con un toque de esperanza. - Pero... - Habló con firmeza, a pesar de estar preocupado por su padre, sabía que debían terminar con él, aunque suene cruel. - Papá y mis tíos se encargarán de él, para que todo esté en paz... ¿No?

- Tristan... - Murmuró Hawk con tristeza, pues eran palabras muy duras para un niño. - Ya verás como Meliodas lo resolverá.

- ¡Así es! Además cuenta con la ayuda de mi papá. - Exclamó Drake con orgullo.

- Y tu tío Estarossa. - Sonrió Gelda con tranquilidad, mientras acariciaba los cabellos de cada niño. Observó con dulzura a los dos niños, mientras rezaba por qué todo saliera bien.

- ¿Y dónde están los demás? ¿En serio iremos solos? - Comentó Tristan al no ver más que ellos cuatro. Le era raro toda esta situación. No por dejarlo ir a un lugar lejos del castillo, sino porque lo dejaron ir si supervisión de alguien fuerte.

- Irán con Arthur y aunque su apariencia parezca de un niño inocente, es más fuerte de lo que ustedes creen... E incluso, más que yo. - Dijo Gelda, sorprendiendo a los dos niños. Hawk simplemente sonrió al ver sus caras de asombro. - Diane, Elaine y yo nos quedaremos cuidando a Elizabeth. - En ese momento, Hawk pujó y la vampiro rió ligeramente. - Con la ayuda del capitán de las sobras.

- Así es. Estarán bien bajo mi protección. - Los niños miraron escépticos a Hawk, quien levantaba la cabeza con orgullo. - Ban, King y Merlín irán al bosque de las hadas para platicar con Matrona y pedir su ayuda para lo del sello.

- ¿Y Gowther y Escanor? - Preguntó Tristan con curiosidad. - ¿Se quedaran con ustedes?

- No, como Arthur estará un tiempo aquí. Merlín dijo que ellos irán a cuidar el reino de Camelot, por si más bestias aparecen. - Comentó Hawk, dudando un poco de los dos. - Merlín ya le debe tener mucha confianza a ese par como para dejarles el reino a su cuidado.

- Claro, ellos han estado apoyándola desde su reconstrucción. - Dijo Gelda con una sonrisa. - Aparte, Escanor es uno de los siete pecados capitales más fuertes.

- Mi papá es el otro más fuerte, ¿verdad? - Dijo Tristan con una cara que irradiaba alegría y ternura, provocándole a Gelda apretar sus mejillas. Eso hizo al rubio sonrojarse.

- Oye... Yo también quiero cariños. - Exclamó Drake celoso de la atención que su madre le estaba dando a su primo, quien reía ante la cara graciosa del demonio de cabellos oscuros.

- Ay, estos niños... - Exclamó Hawk sonriente, pues momentos como estos le traían paz a su ser, sin ninguna preocupación. Miró al cielo unos momentos antes de preguntarse. - ¿Dónde estará Arthur?

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Merlín estaba en una de las habitaciones del castillo, que le fue ofrecida para su disposición de hechicería y otras cosas mágicas. En ella se podía ver una gran cantidad de frascos, libros y otras cosas, justo en el centro había una mesa donde había más botellas y polvos, pero lo que más resaltaba era una bolsa de tamaño medio color café.

Se encontraba observando un libro con interés hasta que escuchó un par de golpes de la puerta, pero no contestó. Merlín sonrió al reconocer a la persona que abría la puerta con cautela. - Buenos días, Arthur...

- ¡Buenos días, Merlín! - Exclamó un muy feliz Arthur, quien venía acompañado de su leal amigo gatuno. Cath se encontraba en la cabeza del chico, dándole un aspecto tierno, lo que le causó gracia a Merlín. - ¿Para qué soy útil?

Dejando el libro en una de sus estanterías, Merlín se acercó a la mesa del centro, donde tomó la bolsa sobresaliente de ésta. Arthur se acercó a su maestra, quien la miraba extrañado, pues se veía algo preocupada. Cath comprendió lo que sentía la mujer.

- Me gustaría que se lo llevaras a Gelda. - Le entregó la bolsa a Arthur, quien aceptó gustosamente con una sonrisa. - Arthur... Sé que eres muy fuerte...

Las palabras no querían salir. Arthur observó con detalle a su maestra, verla así de inquieta le traía amargura. Nervioso por lo que iba hacer, echó un rápido vistazo a su alrededor antes de realizar "eso".

Merlín se encontraba sorprendida ante el repentino contacto físico que le ofrecía su alumno, Arthur la estaba abrazando. Suspiró más tranquila y correspondió su abrazo, podía sentir temblar al chico entre sus brazos, lo que le causó soltar una pequeña risa.

- Eres muy importante para mí, Arthur. Sé que eres capaz de hacer esta misión sin problemas, pero no puedo dejar de pensar en volverte a perder... - La voz de Merlín fue tan suave, que Arthur dudó en haberla escuchado.

- Me aseguraré de regresar sano y a salvo, después de todo... Tuve a la mejor maestra para enseñarme a cuidarme solo. - Comentó Arthur, deshaciendo el abrazo y mirarla con determinación. Merlín sonrió orgullosa ante sus palabras. - A parte, no estaré solo.

- Así es. - Habló Cath con una sonrisa, moviendo su cola con ánimo. - Debemos de irnos, estoy seguro que nos están esperando.

- Sí. Merlín, prometo regresar con vida y haber cumplido mi misión. - Y eso fue lo único que dijo el chico antes de verlo correr hacia la salida y desaparecer de su vista. Dejando a su maestra más tranquila.

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Hawk observaba con asombro la paciencia de la vampiro, pues alrededor de ella corrían los dos niños, jugando entre sí. Ambos eran ruidosos, intentando jalarse las mejillas o esquivando que éstas sean tocadas. Fue cuando Gelda sintió cerca la presencia del rey Arthur, que atrapó a cada niño de uno de sus brazos con sus manos. Ellos la miraron con sorpresa, pero rieron ante la sonrisa de la chica.

- Lamento la tardanza. - Llegó corriendo Arthur con Cath en su hombro derecho. Venía vestido con su armadura dorada, además de una espada como equipamiento. - Merlín me dijo que le entregará esto, señorita Gelda.

Arthur mostró la bolsa y se la entregó. Gelda observó con una pequeña sonrisa lo que había en su interior, llamando la atención de los presentes.

- ¿Qué es lo que hay adentro? - Dijo Drake curioso ante el contenido de la bolsa. Tristan asintió con el mismo sentimiento que su primo.

- Es un secreto... - Murmuró Gelda tranquila, observó a su hijo y sobrino dedicarle a ella unas miradas de ojos tristes, pero rió ligeramente, observándolos con astucia. - Sus trucos no funcionarán en mí.

- ¡Rayos! - Exclamaron los dos niños derrotados por Gelda, quien se mostraba victoriosa.

- Bien. Es hora de irnos. - Comentó Gelda, acomodándose la capucha de su capa. Pudo sentir las miradas confundidas de los tres chicos y el cerdo. - Los acompañaré hasta las afueras del reino.

- Oh, ya veo. - Comentó Hawk. Se giró y avanzó hacia el castillo. - Yo iré a cuidar de Elizabeth. Que tengan un buen viaje.

- ¡Sí! - Exclamaron los tres chicos entusiasmados. Cath y Gelda simplemente rieron ante la emoción de los jóvenes.

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Diane observaba con tristeza la condición de su amiga. Rió amargamente ligeramente al ver el rostro tan tranquilo de Elizabeth contrastando la angustia y dolor de todos al su alrededor. Se acercó a ella y tomó asiento en la silla aun lado de ella.

- Elizabeth... Pronto estaremos conviviendo en paz y alegría... - Murmuró la gigante con melancolía, mientras jugaba con las sábanas que cubrían a su amiga.

- Eso te lo aseguro. - Diane se sobresaltó un poco al oír la voz de Elaine, quien entraba con alegría. - Ya solo queda esperar a que todo salga bien.

- Así es... Confió en el capitán y sus hermanos. - Dijo Diane con confianza. - ¿Ya se fueron los chicos?

- Si te refieres a Ban y King, no. Apenas Merlín fue a llevar a Escanor y Gowther al reino de Camelot. - Mencionó Elaine con una sonrisa, recordando lo que pasó en la mañana. - Ban renegó por no querer levantarse temprano, se veía muy lindo dormido.

Diane rió ante el rostro rojo y tierno de la hada. - ¿Cómo lo despertaste?

- El agua ya no funciona, así que tuve que hacerle cosquillas en el estómago, pero no funcionó. - Dijo Elaine indignada, para luego inflar sus mejillas molesta. - Dice que mis manos son muy pequeñas y tiernas como para hacerle cosquillas. Por eso se despertó, para burlarse de mis manos.

- Pues es cierto, ¿no? - Bromeó Diane, ganándose unos pequeños e inofensivos golpes de la hada. Ambas chicas empezaron reír para poco a poco tranquilizarse y mirar con esperanza y melancolía a la chica que yacía dormida. - Despierta pronto, Elizabeth. Nos haces falta...

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Ya estaban a las fueras del pueblo los cinco: Tristan, Drake, Arthur, Cath y Gelda. Por lo que la vampiro tuvo que despedirse de los niños. - Yo hasta aquí llego, espero verlos en la tarde.

- Sí. No te preocupes, yo los cuidaré. - Dijo Arthur con tanta confianza, que hizo que Gelda le regalara una pequeña reverencia.

- Niños. Por favor, obedezcan a Arthur. - Habló Gelda con voz seria, pero cariñosa. Los pequeños simplemente asintieron de manera afirmativa. - Si no te obedecen, puedes jalarles las orejas.

Arthur rió al ver como los niños se taparon las orejas y la miraron ofendidos. Gelda los observó unos momentos, antes de hacerles un gesto para que se acercaran ella.

- Nos portaremos bien, mamá. - Habló Drake serio. Gelda sonrió con nostalgia al ver que reflejaba la misma cara de Zeldris.

- ¡Así es! ¡No hay necesidad de usar violencia! - Exclamó Tristan, manteniendo sus manos en sus orejas. Pero se las quitó al ver que su tía sacaba de la bolsa una pequeña espada junto un cinturón. - ¿Eso es para mí...?

- Así es. Una espada para ti. - Le entregó la pequeña arma, y éste la aceptó con emoción para luego acomodársela en su cintura con el cinto. Gelda sacó otra espada y se la dio a su hijo,quien reaccionó del mismo modo que su primo. - Se las envían sus padres.

Tristan notó que la espada tenía un colgante, éstas eran dos pequeñas piedras ámbar. En cambio, Drake sólo tenía una. Le resultó curioso que tuvieran algún tipo de adorno las armas. - ¿Tienen un uso especial estas piedras?

- Claro que sí. Son mágicas. - Dijo Gelda con entusiasmo, sorprendiendo a los niños. - Si están en algún aprieto, es decir, que no pueden resolverlo por ustedes mismos solo deben mencionar las palabras "Tengo miedo".

- Eso es vergonzoso. - Masculló Drake con molestia.

- Por eso lo dirán cuando realmente estén en problemas, no antes. ¿Entendido? - Mencionó Gelda, esperando una respuesta del par de niños.

- ¡Sí, mamá! / ¡Entendido, tía! - Exclamaron Drake y Tristan con seriedad, antes de alejarse de Gelda.

- Cuídense... ¡Que tengan un buen viaje! - Gritó Gelda haciendo un movimiento de despedida con su mano. Los chicos se le regresaron el gesto, antes de perderse entre los árboles. - Por favor... Cuídense...

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El estado actual de Arthur y compañía no era la mejor, por lo que se habían detenido a descansar un poco cerca de un lago. Habían sido atacados por tres residentes del purgatorio y los vencieron con algo de dificultad, pero lograron su cometido con orgullo.

Tristan se encontraba sentado cerca del lago junto a Drake, mientras que el rey de Camelot y su leal amigo, Cath, estaban un poco más alejado del lago descansando en un tronco. Los niños se encontraban algo sucios, pero nada fuera de lo común.

Arthur observó con nostalgia a los dos niños, quienes hablaban con emoción y orgullo de haber derrotado a una bestia del tamaño de un oso. Le recordaba su yo infantil, aventurero e imperativo. En momentos sentía que estaba cuidando a Meliodas y Zeldris, debido a sus apariencias. Y aunque no lo molestara, era una sensación rara en él.

- Me he dado cuenta de algo... - Dijo Drake curioso, pero divertido, llamando la atención de los otros. - Tristan, eres muy torpe.

- ¿Yo? - Dijo el rubio ofendido, para luego pensar por qué lo decía. Bueno, durante el viaje había tropezado aproximadamente 20 veces, pero no era su culpa. - Solo me he caído 20 veces.

- En una hora y media. - Completó Cath con simpleza, provocándole un sonrojo avergonzado a Tristan y una carcajada a Drake. Arthur rió ante la escena de los niños, hasta que notó el cambio de semblante del gato. - Hay más...

El rey se levantó de su lugar, Cath se colocó en su cabeza, y se acercaron a los chicos de manera preocupada. - ¿Pasó algo?

- Yo no siento nada. - Murmuró Tristan inquieto, Arthur hizo un gesto de concordancia. Sin embargo, Drake no se mostró confundido por las palabras del gato, podía oler algo asqueroso cerca.

- Huelo a residentes del purgatorio cerca de aquí. - Afirmó Drake serio, mientras desfundaba su espada y se ponía en modo de ataque. Arthur sabía que con esto no se jugaba, así que también sacó su espada. Tristan al no entender nada, hizo lo mismo por inercia.

Dos bestias salieron de los arbustos en diferentes direcciones, ambas en forma de aves, pero de diferentes tamaños. Arthur corrió para detener a una de ellas, la más grande, con su espada. Tristan logró hacerle un corte a la otra bestia para agacharse y dejar que Drake le lanzara una gran llamarada. Al ver que el ave se entretenía en quitarse las llamas, ambos niños empezaron a correr hacia Arthur.

- Tenemos que huir, vienen más... - Drake se quedó sin palabras y se detuvo por un punzante dolor en su pecho. Tristan se giró hacia su primo y observó con terror cómo el chico de cabellos negros era atravesado por las garras de la bestia. La sangre oscura manchaba la ropa del chico, mientras la bestia sacaba su extremidad del niño.

- No... - Tristan empezó a temblar al ver caer a Drake de rodillas. Arthur sintió a Cath tensarse, por lo que intento terminar con rapidez y dificultad con el residente para luego girarse hacia los niños, sólo para congelarse ante la vista tan desgarradora frente a él. - No otra vez... - Temblando, Tristan intentó curar a Drake, pero no podía concentrarse.

- ¡Cuidado! - Exclamó Cath con cautela.

Con intención de ir por los niños, Arthur fue interceptado por otros dos residentes con formas de perros, por lo que tuvo que enfrentarse a ellos con rapidez. El ave soltó un chillido que aturdió a los chicos, e incluso a sus compañeros.

Con intención de llevarse a Tristan, se acercó a toda velocidad hacia el chico. El rubio no dejaba de llorar, lamentándose su incapacidad de controlar su poder. Sintió como era empujado con fuerza lejos de la bestia, solo para estamparse en un árbol. - ¡Deja de llorar! ¡Estoy bien!

El ave fue atrapada en una gran llamarada roja, siendo desintegrada por éstas y, a su vez, dejando a la vista a Drake, que se encontraba sangrando, pero con una pequeña sonrisa. Tomó su espada y se acercó a Arthur para golpear a una de las bestias, cosa que aprovechó el rey para acabar con uno de los residentes. El perro sobrante intentó atacar, pero fue cubierto por una luz, dejándolo inmovilizado. Gritó de dolor, antes de ser acabado por el rey de Camelot.

- ¡Drake! - Exclamó Tristan con alivio, mientras corría a abrazarlo. El de cabellos oscuros hizo un gesto de dolor puro, pero intentaba corresponder el abrazo.

- Me alegro que estés bien, pero... ¿Cómo? - Se cuestionó Arthur con preocupación al ver que la sangre salía con fluidez. Tristan empezó a curarlo, pero lentamente debido a los nervios que sentía. - Te atravesó el corazón.

- Uno de mis corazones, soy un demonio. Tengo siete corazones... Bueno, ahora tengo seis. - Dijo Drake con orgullo, pero incapaz de ocultar el dolor. Haciendo reír a Arthur y suspirar a Tristan. El de cabellos miró al rubio con duda. - Aunque no sé si aplique en ti, pues tu eres hijo de un demonio y...

- Una asquerosa diosa... - Dijo una voz reconocible, asustando a los tres. Chandler yacía frente a ellos, dedicándoles una mirada de odio. Hizo sentir su presencia demostrando un poder mágico inmenso, haciendo temblar a todos. Arthur observó con esperanza a los niños, esperando a que dijeran algo.

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- ¡Ya terminé! - Exclamó Diane colocando un jarrón de flores al mueble que está a un lado de Elizabeth, entre medicamentos que había dejado Merlín para el dolor que pudiera presentar la princesa.

Elaine sonrió mientras terminaba de barrer la habitación, Hawk le ayudaba a recoger la basura. A pesar de mantener la alegría en la habitación, de haber decorado y acomodado cada rincón del lugar, e incluso peinaron y vistieron elegantemente a Elizabeth, Gelda se mantenía viendo con preocupación el horizonte desde el balcón.

- ¿Gelda...? - Le habló Elaine con preocupación, Diane y Hawk observaron con empatía a la vampiro. - Todo va está bien. Zeldris y Meliodas...

- Estarán con ellos, pero... ¡Y si llegan demasiado tarde! - Interrumpió con temor, no quería imaginarse si el plan no salía bien.

- Sé que estás preocupada por todos, pero debes saber que ellos regresaran en perfectas condiciones. - Comentó Diane acercándose a Gelda, tomando su mano. La vampiro la observó con angustia, antes de abrazarla en busca de confort. La gigante correspondió el abrazo. - Verás como el capitán y Zeldris regresaran pronto.

- Claro. Deben ver despertar a Elizabeth. - Dijo Hawk con ánimo, contagiando a las chicas. - ¿Qué es lo malo que puede pasar de ir a recoger unas plantas?

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- Vaya, sí que hicieron pelea... ¡Ja! Pero no lo suficiente. - Se burló Chandler de todos con una sonrisa maliciosa. Observó a su alrededor con satisfacción.

Arthur se encontraba cansado, intentando acabar con uno de los siete residentes del purgatorio que acompañaba al demonio. Cath estaba en el suelo, gruñéndole a otra bestia. Drake, herido gravemente, intentaba mantenerse de pie frente a dos residentes. Tristan herido, agotado y derrotado era rodeado por los tres monstruos y Chandler. Se encontraba de rodillas frente al viejo. Tenía miedo, pero no de morir, sino que su primo y el rey de Camelot fueran asesinados.

- Me das asco... Eres la primera cosa proveniente del joven maestro en darme asco, siéntete orgulloso. - Murmuró Chandler con náuseas y disgusto. - Tienes la horrible mirada de aquella estúpida diosa.

Enojado, Tristan se levantó con dificultad mientras le apuntaba con su espada a Chandler, aunque solo le provocó pena ajena. El niño temblaba y lloraba silenciosamente, pero se mostraba determinado. Su mirada era oscura junto a una marca negra en su frente de manera irregular. Uno de los residentes le lanzó un ataque de fuego.

- ¡Full Counter! - El ataque fue regresado al mismo residente con menor intensidad.

- Vaya, al menos tienes algo bueno. - Dijo Chandler con simpleza, pero luego le dedicó una sonrisa llena de maldad, que asustó al pequeño, haciendo regresar el color azul a sus pupilas. - Pero ya me estás hartando.

Al ver que el viejo se comenzó acercar a él, Tristan intentó retroceder, pero fue inútil porque detrás de él había residentes evitando su huida. - ¿Qué quieres de mí?

- Te necesito para que el rey demonio regrese, por así decirlo. Y ponga en el camino correcto al joven maestro. - Murmuró con dureza, mientras le dedicaba una mirada de desprecio. - Luego te mataré lentamente por haberme causado muchos problemas.

- ¡Tristan, huye! - Gritó Drake, mientras intentaba encestarle un golpe a Chandler, quien simplemente levantó su mano para atraparlo por el cuello. El pequeño empezó a retorcerse del dolor. Ahora, había cinco bestias rodeándolos.

- Patético, pero útil si él hubiera huido. Sin embargo, le adefesio está congelado del miedo. - Drake observó a Tristan mirarlo con temor y culpa.

- Te... Tengo... - Intentó Drake hablar, pero podía sentir como todo empezaba a oscurecerse. Chandler río disfrutando de la escena, hasta que sintió un ligero dolor en la pierna. Observó sin importancia el lugar del dolor, era Tristan que le había clavado su espada en su pierna en un intento de ayudar a su primo.

- Me das pena. Mira qué... - Dijo Chandler con repudio, pero fue interrumpido por el rubio.

- ¡Tengo miedo! - Gritó Tristan con todas sus fuerzas, ganándose una risa descarada de Chandler.

Arthur veía con molestia al viejo de Chandler, hasta que él y todos se vieron sorprendidos por una luz cegadora justo en donde estaban los tres seres demoníacos. Un gran poder mágico envolvió el bosque y era muy familiar para los presentes.

- ¡¿Pero qué...?! - Chandler no pudo terminar su oración porque fue lanzado lejos de los niños, las bestias fueron golpeadas por la onda de poder.

Drake pudo sentir como el aire regresaba a sus pulmones, mientras sentía un par de brazos rodearlo con protección. Tristan, quien había caído lejos desde donde estaba atacando al viejo, levantó su mirada para encontrarse con Meliodas sonriéndole con alegría, sosteniendo su espada. Estarossa miró con diversión a los residentes alejarse del miedo. Zeldris abrazaba a su hijo con preocupación.

- ¿Papá...? - Balbuceó Tristan confundido, para luego correr hacia él y abrazarlo con alegría.

Meliodas levantó y abrazó con cariño a su hijo, murmuró con un deje de preocupación. - Pensé que nunca dirías esas palabras.

- ¿Joven maestro...? - Murmuró Chandler, quien avanzaba con dificultad hacia la reunión familiar con cierto temor. - Soy yo, su maestro...

- Cállate. - No gritó, ni alzó la voz, pero la orden de Meliodas sonaba tan filosa, que asustó al viejo. Se giró hacia su maestro y le dedicó una mirada cruel y sin sentimientos.

Zeldris avanzó hacia con Meliodas y Tristan, para bajar a su hijo, quien se mantenía despierto con dificultad. - Tristan, cura a Drake. Luego al rey de Camelot y su gato. ¿Entendido?

- Sí. - Meliodas bajó con cuidado a su hijo, sin dejar de mirar al anciano. Tristan corrió auxiliar a su primo. El anciano se cubrió del ataque de Zeldris, pero fue lanzado lejos de ahí. Al sentir una fuerte corriente de aire, se giró a ver a su tío y padre, pero habían desaparecido al igual que Chandler. Estarossa era el único que seguía cerca de aquí, acabando con los residentes del purgatorio.

Chandler aterrizó en el suelo, pero fue recibido por un golpe de parte de Meliodas justo en el estómago. Zeldris intentó golpearlo al igual que su hermano, pero Chandler sacó fuego para alejarse de manera rápida de los dos jóvenes. Sintió como era sujetado por Zeldris por su brazo y Meliodas aprovechó para atacarlo con la espada, sin embargo el anciano usó su bastón para retener el corte.

- Dragon Fran... - El anciano intentó usar sus manos para realizar un hechizo, pero se sorprendió con un dolor en su lugar. Ambos hermanos saltaron lejos de él, Zeldris había cortado su mano para lanzarla hacia Meliodas y éste la quemó con flamas negras. Chandler miró decepcionado a su discípulo antes de empezar a cambiar de apariencia, entrando a su verdadera forma. Empezó a susurrar unas frases con rapidez por unos momentos, antes de gritar. - ¡Meteor Works!

Una lluvia de meteoros empezaron a caer cerca de ellos. Zeldris salta detrás de Meliodas, mientras éste prepara su espada con tranquilidad. - ¡Full Counter!

Se impresionó por la rapidez del rubio en regresarle sus propios ataques. Herido de gravedad, el anciano corrió para atrapar a su alumno, pero se dio cuenta que no podía... Él no tenía ningún brazo, habían sido cortados por Zeldris. El viejo notó que Meliodas tenía un aura negra rodeándolo. Chandler se giró y observó con asombró a Zeldris, poseer la misma aura que el rubio. Ambos rostros tenían sus marcas de demonio de gran tamaño y forma irregular, extendiéndose por sus mejillas. No eran los mismos de aquel entonces, eran más fuertes.

- Ya veo... Jamás fui rival para ellos. Después de todo, son hijos del rey Demonio. - Pensó el viejo aceptando su final, en ese momento Meliodas clavó su espada en su último corazón y Zeldris levantó su mano hacia el par. - Estoy orgulloso de morir en las manos del joven maestro... Meliodas.

Meliodas se alejó de cuerpo de Chandler y Zeldris lo quemó hasta que solo quedarán cenizas. Terminando por completo la vida del demonio Chandler.

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Tristan había terminado de curar a todos, durante el proceso de curación; él, Drake y Arthur se vieron asombrados por la gran cantidad de poder que fluía al interior del bosque. Estarossa miró el bosque con una sonrisa. - Vaya... Estaban muy enojados...

- Tío Estarossa, ¿cómo es que están aquí? - Preguntó Tristan con curiosidad, pues él y sus hermanos habían aparecido de la nada.

- Es cierto, no sentí su presencia u olor cerca de donde estábamos. Y no creo que Merlín los haya teletransportado. - Dijo Drake con duda. Estarossa tuvo que contener la risa, pues el rostro que le dedicaba el niño era la misma que Zeldris le mostraba cuando se irritaba con él. - Aparte, Arthur no se muestra sorprendido de su presencia.

- Je... - Rió el rey avergonzado de ser muy obvio, Cath estaba en su regazo, ronroneando al ser acariciado por el chico. - Todo era parte del plan.

- ¡¿Qué?! - Exclamaron confundidos los niños, al observar caras de complicidad entre Estarossa, Arthur e, incluso, Cath. - ¿A qué se refieren?

- Las espadas que les entregó Gelda, tenían piedras como adornos. Ahí estábamos nosotros. - Comentó Estarossa con algo de aburrimiento. - Debo admitir, que Zeldris tenía razón.

-Y sí. - Dijo alegre Arthur. - Dijo que Drake solo diría la frase hasta que él estuviera a punto de morir. Y que Tristan lo haría por ver a alguien cerca de la muerte.

- Supongo que tendré que hacerme cargo del reino por unos meses. - Mencionó Estarossa con flojera, no debió haber apostado contra Zeldris. - Como sea, me alegro que estén bien.

- Entonces, todo esto de ir por una planta era falso... ¿Éramos la carnada? - Dijo Drake molesto y algo ofendido, sorprendiendo a los mayores.

- Así es. - Todos se giraron hacia dueño de la voz, Zeldris que junto a Meliodas aterrizaron frente a ellos. - No era con intención de ofenderlos, pero era una manera de atraer a Chandler sin que sospechara nada. Lamentamos hacerlos sentir incómodos.

- Sí... Realmente temíamos sobre su salud o estado, pero Merlín nos convenció. Éste fue su plan y vaya que funcionó. Pero teníamos miedo de que saliera mal, perderlos es lo último que queremos.- Dijo Meliodas con una sonrisa. Tristan se acercó a él, observándolo con melancolía. - Ya se acabó...

Zeldris tomó a su hijo y lo colocó en sus hombros, éste rió al sentir los cabellos negros de su padre. Arthur se levantó y Cath se posicionó en su cabeza. Estarossa sonrió ante la tranquilidad que llenaba al ambiente.

- Papá... - Le habló Tristan con ánimo, llamando la atención de Meliodas. - ¿Podemos recoger flores para mamá?

- ¡Oh, por supuesto! - Exclamó Meliodas con una sonrisa cariñosa.

- Te apuesto a que puedo recoger más flores que tú. - Le retó Drake a Tristan. El pequeño rubio lo observó con una sonrisa confiada.

- ¡Acepto! - Dijo Tristan con determinación.

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Todo era negro, frialdad, desorientación... Era lo que Elizabeth observaba y sentía, flotando en la oscuridad. Aunque le era conocida esta sensación, no quería acostumbrarse. No sabía cuánto tiempo había estado en este lugar, posiblemente dos días... Pero para ella habían pasado mucho tiempo, meses e incluso años, y eso la desanimaba. Y en estos momentos, lo único que podía hacer era pensar.

Odiaba sentirse "muerta" pues le indicaba que era débil, pero lo haría las veces necesarias para proteger a su bebé y, aunque le falló a Gelda, sabe que ella estaría bien porque Meliodas y Zeldris se harían a cargo. Pero no iba a negar que se sentía mal por acarrearla a esta situación. No sé esperaba a Chandler cómo el causante de todo esto, bueno si se lo esperaba, pero no estaba segura de que él siguiera vivo después de la guerra.

- Meliodas... Tristan... - Pensó con tristeza al imaginarse lo mucho que estarían sufriendo por su estado. Si pudiera llorar, lo estaría. Había creído que ahora que estaban juntos, serían una familia feliz... - ¡Solo traigo dolor a mis seres queridos!

En ese instante, un destello de luz comenzó a brillar a lo lejos y comprendió que estaba reviviendo. Calidez, un olor agradable, pero sobretodo, dolor era lo que podía sentir cuando era consumida por esa luz, cegándole por unos momentos hasta que se sintió pesada, pero cómoda.

Sus ojos se abrieron con pereza, mientras intentaba enfocar su mirada, pues sólo veía dos grandes manchas amarillas junto a otras pequeñas de diferentes colores. Cerró sus párpados, acostumbrándose a la iluminación y los abrió de nuevo, ahora ya podía ver mejor. Era la vista más hermosa que podía haber recibido, ignorando el dolor que le invadía el cuerpo, se dedicó a mirar con detalle el lugar.

Meliodas le sonreía, mientras estaba sentado en la cama a su lado derecho, cargando a Tristan y éste traía consigo un gran ramo de flores. El niño lucía sucio y algo maltratado, pero una sonrisa sincera no dejaba de adornar su rostro, un par de lágrimas escapaban de sus ojos.

Observó a sus pies, estaban Elaine y Diane, que cargaba a Hawk para que la viera, los tres estaban sonriéndole e intentando reprimir sus ganas de llorar. Atrás de ellos, estaban Arthur con Cath en su cabeza y Estarossa sonriéndole con ánimo.

Del lado izquierdo, estaba Gelda junto a Zeldris, quien tenía a Drake en sus hombros. A diferencia de Tristan, el pequeño estaba lleno de sangre y ropa rasgada. La vampiro traía una corona de flores y le sonreía con alegría, el pequeño demonio le saludaba con su mano y su cuñado la miraba con un gesto serio, pero cálido.

- Elizabeth... - Fue la voz de Meliodas tan suave y cálida, que hizo que el corazón de la chica de cabellos plateados latiera con fuerza. Sintió como le tomaba la mano y se la besaba con dulzura. - ¡Bienvenida de vuelta!

Y entonces, la chica sonrió mientras comenzaba a llorar. Con todas las fuerzas que tenía, contestó un ronco y animando. - ¡Sí...! ¡Estoy en casa...!

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N/A: Muchas gracias por leer. Espero que les haya gustado, o al menos no aburrirlos, ¿qué les pareció? ¡Gracias por sus comentarios! Sí que fue un capitulo largo, tenía planearlo dividirlo, pero la emoción al leerlo todo en el mismo momento me atrapo. Este ha sido uno de los capítulos más difíciles, por la narrativa de la pelea, y que más me gustaron, por el final. Lamento tantos errores que tuve de ortografía, gramaticales y otras cosas.

¡Muchas gracias por leer y que tengan un excelente día! :D

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