Se removió incómodo en su asiento. Sabía hacia dónde se dirigía, a los estudios de la radio. Miró a Randy con el entrecejo más que fruncido murmurando maldiciones. Se cruzó de brazos para que Travis no lo golpeara de nuevo en las costillas por sus miradas fulminantes hacia su jefe. Odiaba que lo llevaran así, a rastras como un paquete. Era denigrante. Suspiró, pero según Michel: "así es ser una estrella". Maldito. Eran amigos mucho antes de entrar al instituto de música, conocía a Randy desde el secundario. Eran buenos amigos y Randy siempre tenía el sueño de dirigir su propia empresa, era muy listo y despierto. Y lo sigue siendo. Pero antes era más divertido, bromista y hasta sonreía más. Ahora se la pasa refunfuñando cada vez que alguien comete un error, y claro, él es el hombre perfecto. Siempre tan impecable y de traje, nunca llega tarde a una reunión o cancela lo programado. El morocho no comprendía como el rubio lograba cumplir todas y cada una de las citas de trabajo con una agenda tan apretada.

Se rascó la nuca y miró nuevamente hacia la ventana, el reflejo de la brillante pantalla de la netbook de Randy lo encandilaba. Luego sonrió de lado.

—Para ser alguien de etiqueta, es raro que uses el cabello tan largo.

El rubio despegó la cara de la pantalla del aparato y su rostro adoptó una secuencia de expresiones, sorpresa, confusión, para al final terminar con la arruga entre las cejas.

— ¿Qué te importa? No es tu cabello, además. Yo soy el jefe—dijo con una sonrisa de autosuficiencia, para de nuevo pegar a la pantalla sus ojos marrones—Otra cosa, mi cabello es mejor que el tuyo—dijo tecleando.

— ¿Qué? No me ofendas, hasta el fortachón tiene mejor cabello que el tuyo—dijo el morocho señalando a Travis.

— ¿Cómo me llamaste?

—Oye tranquilo, al menos reconoce que te tengo respeto—dijo Yonah tapándose la cara por las dudas.

—Deja de hacer estupideces y concéntrate. Estás más distraído de lo normal... mejor dicho, siempre estás distraído.