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Capítulo 4 Pizza

( Narradora Juena )

Estoy sentada en el patio del colegio, disfrutando de mi dulce favorito, un chocolate relleno de crema. El sol calienta suavemente mi piel mientras me concentro en cada bocado, dejando que el dulce se derrita en mi boca. Me encanta el chocolate. Es uno de los pocos placeres simples que tengo en el día. Pero pronto, el sabor dulce se torna amargo cuando noto que algunos de mis compañeros me están mirando, riendo entre ellos. Siento sus ojos clavados en mí, y el chocolate, que antes era un consuelo, ahora parece un recordatorio de todo lo que está mal en mí.

El murmullo de las risas me envuelve, y bajo la mirada, queriendo desaparecer. Entonces, uno de los chicos más guapos del colegio se acerca. Me pongo nerviosa al instante, mis manos temblando ligeramente mientras dejo el envoltorio del chocolate a un lado.

—Hola, Juena —dice con una sonrisa que parece genuina, pero hay algo en sus ojos que me hace sentir pequeña.

—Ho-hola —balbuceo, mis mejillas encendiéndose.

—¿Te gustaría que te besara? —pregunta, inclinándose un poco hacia mí.

Mi corazón late con fuerza, y por un momento, siento una chispa de emoción. Pero entonces veo a sus amigos en la distancia, susurrando y riendo, y todo encaja. Esto no es real. Esto es una broma. Una burla.

—Perdiste la apuesta, ¿verdad? —murmuro, con la voz quebrada, mis ojos llenos de lágrimas contenidas.

El chico se echa hacia atrás, incómodo, pero no lo niega. Solo se encoge de hombros y regresa con sus amigos, dejándome sola en mi vergüenza. Me levanto rápidamente, con el rostro ardiendo, y corro hacia el baño más cercano, buscando un lugar donde esconderme.

Dentro del baño, apoyo las manos en el lavabo, mirando mi reflejo. Hay manchas de crema de chocolate alrededor de mi boca. Tomo un pañuelo y trato de limpiarlas, pero las lágrimas hacen que todo sea un desastre. De repente, la puerta del baño se abre de golpe, y el grupo de chicas que siempre me molesta entra, lideradas por Sofía, la peor de todas.

—Mira quién está aquí —dice Sofía con una sonrisa maliciosa—. Juena, tienes chocolate en la cara. Qué desastre.

—Sí, parece que alguien no sabe comer —añade otra chica, riendo mientras saca un pañuelo.

—Vamos a ayudarte —dice Sofía, acercándose con intención de "limpiarme".

Me encojo, asustada, retrocediendo hasta que mi espalda choca contra la pared. Las chicas se acercan, sus risas resonando en mis oídos como un eco aterrador. Justo cuando creo que no hay escapatoria, la puerta del baño se abre de nuevo.

—¡Dejen en paz a Juena! —la voz de Camila corta el aire como un cuchillo.

Camila entra decidida, plantándose frente a mí como un escudo. Las chicas dudan, sorprendidas por su presencia, y Sofía da un paso atrás, fingiendo indiferencia.

—Tranquila, solo estábamos bromeando —dice Sofía, pero sus ojos dicen otra cosa. Luego, se giran y salen del baño, dejándonos solas.

—¿Estás bien? —pregunta Camila, mirándome con preocupación.

—Sí... gracias, Camila —murmuro, sintiéndome aliviada pero también avergonzada.

—No dejes que te hagan sentir menos. Eres mejor que ellas —me dice con una sonrisa suave, y por un momento, creo en sus palabras.

Camila se queda conmigo hasta que me siento mejor, y luego nos despedimos al salir del colegio. Camino a casa con el corazón pesado, los eventos del día repitiéndose en mi cabeza una y otra vez.

Cuando llego, mi mamá me recibe con una sonrisa brillante y una sorpresa: una pizza grande.

—No tuve tiempo de cocinar, así que pensé que podríamos disfrutar esto juntas —dice, levantando la caja de pizza.

—No tengo hambre —respondo en voz baja, el recuerdo de las risas y burlas aún fresco en mi mente.

—¿Qué pasa, Juena? —pregunta, dejando la pizza a un lado y mirándome con preocupación—. ¿Te hicieron algo en la escuela?

—No, es solo que no quiero pizza —miento, deseando que no presione más.

Pero mi madre es persistente. Se sienta a mi lado, con los brazos cruzados, esperando una respuesta.

—No puedes saltarte la cena, Juena. Come, por favor.

Cediendo a su insistencia, tomo un pedazo de pizza y empiezo a comer lentamente. Mi mamá parece satisfecha, pero yo siento una creciente culpa con cada bocado. Cuando terminamos, me siento llena, pero también vacía por dentro.

Esa noche, mientras estoy en mi habitación, las lágrimas finalmente caen, mezclándose con la sensación de culpa por haber comido más de lo que quería. Me prometo que mañana será mejor, aunque en el fondo, no estoy segura de cómo.

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Tags: #amistad