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Capítulo 3 Las espinas del pecado

No dormí bien esa noche. El acuerdo de lo que hice con Tristán era como una sombra que se cernía sobre mí, haciéndome sentir su peso en cada uno de mis huesos. Al abrir los ojos, me di cuenta de que el sol apenas empezaba a filtrarse por las cortinas, pero lo único que sentía era un malestar que me atravesaba todo el cuerpo. Mi garganta estaba seca y mi cabeza latía como si alguien golpeara dentro de mi cráneo.

Pensé en levantarme para prepararme para la escuela, pero el solo pensamiento de enfrentar a Tristán me hizo hundirme aún más en las sábanas. Sentía que mi cuerpo estaba ardiendo en una fiebre que no solo era física, sino también espiritual. En otro momento, faltar a la escuela habría sido casi un alivio, una excusa para quedarme todo el día en cama, pero hoy no. Hoy me sentía miserable, inmundo, un pecador atrapado en una red de la que no podía escapar.

No tardó mucho en llegar mi tía, preocupada como siempre. Al verme así, no dudó en prepararme una de sus medicinas caseras. Me acarició la frente y me dio un té caliente. La calidez de sus manos debería haberme reconfortado, pero solo me hizo sentir peor. Ver la preocupación en sus ojos, el amor con el que me cuidaba, me hacía sentir que no merecía nada de eso. Yo no era digno de su amor. Ella no sabía en qué clase de monstruo me estaba convirtiendo.

- Gracias, tía - , murmuré, pero ni siquiera pude mirarla a los ojos.

El resto de la mañana transcurrió en un torbellino de culpa y dolor. Mi tía había puesto una pequeña mesa de santos en mi habitación, según ella para que me recuperara pronto , y cada vez que intentaba levantarme, sentía como si esas figuras me estuvieran observando con desprecio. Parecía que podían ver el pecado que me estaba pudriendo desde adentro.

Finalmente, en la tarde, sentí que no podía soportar más. Le dije a mi tía que me sentía mejor y que quería ir a ver a Sarah. Ella me sonrió, contenta de que me estuviera recuperando, y me dio permiso para salir. Pero antes de ir a casa de Sarah, sentí la necesidad de hacer algo que nunca había hecho antes. Necesitaba hablar con alguien, y aunque sabía que había un riesgo, pensé que el Señor James podría ayudarme.

Caminé lentamente hacia El salón del reino al que hiba mi abuela , asi es como se llaman las iglesias de los testigos de Jehova. Al cruzar la puerta, sentí que el peso de mis pecados contaminaba ese lugar sagrado. Era como si mi sola presencia estuviera ensuciando el suelo donde pisaba. Sentí el impulso de dar la vuelta e irme, pero sabía que no podía. Debía hablar con alguien.

El señor James estaba el anciano del Salon del templo, estaba organizando algunos papeles cuando llegué. Me recibió con una sonrisa, pero yo no podía sostener su mirada. Sentía como si cada una de sus palabras atravesara mi alma.

- ¿Isaac? ¿Qué te trae por aquí? Te ves preocupado- , dijo con una voz calmada, como siempre lo hacía.

Quise decírselo todo, confesarle lo que había hecho, lo que Tristán me estaba obligando a hacer, pero no pude. La imagen de mi abuela Adeline, decepcionada de mí, me congeló la lengua. No soportaría que ella se enterara, que me mirara con esos ojos que siempre habían visto lo mejor en mí.

- Señor , yo... hice algo terrible- , murmuré, con la voz temblorosa.

- Todos cometemos errores, Isaac. Lo importante es arrepentirse y buscar el perdón de Jehova , respondió con paciencia.

Sentí que mi corazón se aceleraba. Quería decirle que había jurado por Dios y que ahora estaba atado a ese juramento, pero las palabras no salían. Entonces, un pensamiento oscuro cruzó mi mente, una espina que se clavó en mi corazón infectandome , como el ruiseñor de la historia del ruiseñor y la rosa , ¿Y si yo era superior al Señor James ? Después de todo, él nunca sabría lo que era pecar de esta manera, lo que era sentir este dolor y esta culpa tan profunda.

El pensamiento me asustó tanto que casi caí de rodillas allí mismo. Sentía una culpa tan sofocante que me asfixiaba. Era como si el Espíritu Santo que estaba dentro de mí, estuviera mirándome con desaprobación. Al final, apenas pude murmurar unas palabras vagas sobre haber cometido un error y le pedí al Señor James que orara por mí.

Salí de del Salón del reino sintiéndome peor que cuando había entrado. Mientras caminaba hacia la casa de Sarah, decidí pasar por el mall cercano, sentía que necesitaba hacer una parada antes de verla. Pero la voz en mi cabeza, el Espíritu Santo, no me dejó en paz.

- Isaac, tienes que dar dos vueltas en círculos- , dijo la voz con frialdad.

Me detuve en el baño del mall y, a pesar de que me sentia un poco extraño , sabia que no podia desobedecer lo que Dios me pedia . Empecé a girar en círculos, tal como me lo había ordenado.

- Ahora entra a un cubículo y reza el Padre Nuestro cuatro veces, pide perdón a Dios seis veces, y luego toma un plumón y escribe en la pared del baño siete veces la frase 'Dios es bueno'. Finalmente, lame la pared del baño como castigo- .

El asco y la humillación de lo que estaba haciendo me revolvieron el estómago, pero lo hice. Sabía que estaba mal, pero me lo merecía .

Terminé el ritual y salí del baño sintiéndome vacío, como si todo el mundo fuera una ilusión. Cuando llegué a casa de Sarah, intenté sonreírle, pero ni siquiera podía fingir. Me sentía sucio, un monstruo que no merecía la luz del sol ni el amor de nadie.

El día siguiente llegó como un golpe. Volví a la escuela y supe que ya no podía escapar. Tristán me encontró durante el recreo y me dio una orden sencilla pero cruel. Me pidió que robara la manzana del almuerzo de una niña de un año menor.

Mis manos temblaban cuando lo hice. Sentí su mirada clavada en mí, como si disfrutara del poder que tenía sobre mí. Cuando finalmente le entregué la manzana, sentí que una parte de mí se rompía, una parte que nunca podría recuperar.

No sabia cuánto tiempo más podría soportar eso . Pero tenía claro que ya no era el mismo niño de antes. Algo se había roto en mí, y no sé sabia alguna vez podría arreglarlo.

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