
Capítulo 16: Caminos Cruzados
Capítulo 16: Caminos Cruzados
La noche se cernía sobre la ciudad, envolviendo las calles en una oscuridad salpicada de luces tenues. No podía dormir. Mi mente era un torbellino de pensamientos y emociones, y la idea de quedarme en mi habitación me asfixiaba. Sin avisarle a mi madre, salí por la puerta principal. Era la primera vez en cuatro años que hacía algo así. Desde que la voz en mi cabeza apareció, cada uno de mis pasos había sido controlado, calculado, seguro. Pero esta noche, necesitaba sentirme libre, aunque fuera solo por unas horas.
El aire frío de la noche acariciaba mi rostro, un contraste bienvenido contra el calor de mis pensamientos. Mientras caminaba, las calles familiares parecían extrañas en la penumbra, como si pertenecieran a otro mundo, uno donde las reglas no se aplicaban. Reflexioné sobre mi vida, sobre cómo había llegado hasta aquí, en este punto de incertidumbre.
¿Cómo había empezado a creer que la voz en mi cabeza era el Espíritu Santo? Siempre había visto el cristianismo como la única religión verdadera. En algún rincón de mi mente, había juzgado a mi madre por su devoción a la santería, considerando sus creencias como algo inferior. Ahora, todo parecía tan confuso. ¿Podría haber más de una verdad? ¿Podrían todas las religiones ser, en el fondo, caminos diferentes hacia un mismo destino?
Mis pensamientos se interrumpieron cuando, a lo lejos, vi una figura familiar. Yael. Estaba saliendo de un auto lujoso, despidiéndose de un hombre de mediana edad que claramente era un hombre de negocios. Yael vestía de una forma que nunca lo había visto antes, su ropa ajustada y llamativa, su actitud diferente. Mi corazón se aceleró al entender lo que esa escena significaba, aunque parte de mí deseaba estar equivocado.
Intenté darme la vuelta, evitar ser visto, pero era demasiado tarde.
—¡Isaac! —Yael me llamó, acercándose con una sonrisa. —¿Qué haces aquí a esta hora?
—No podía dormir, así que salí a caminar —respondí, tratando de mantener mi voz firme.
—¿Y Sarah? —preguntó, su expresión cambiando a una de preocupación.
Mi ceño se frunció. —¿Cómo sabes lo de Sarah?
Yael se encogió de hombros y señaló una banca en el parque cercano. —¿Te importa si hablamos un rato?
Asentí, siguiendo su ejemplo. Nos sentamos, el silencio envolviendo el ambiente por unos momentos antes de que él hablara.
—Solía ir a las clases de raíces hebreas los sábados con Sarah —explicó mientras sacaba un cigarrillo y lo encendía.
Mis ojos se abrieron con sorpresa. —¿Tú? ¿En clases de religión? —La incredulidad en mi voz era evidente.
Yael sonrió de lado, exhalando el humo lentamente. —Sí, ya sé que no lo parece. Pero Sarah... es especial. Siempre fue la más dulce, la más inocente. —Su mirada se perdió en el humo que flotaba entre nosotros. —No estuve allí cuando confesó su bisexualidad, pero vi cómo reaccionaron todos.
—¿Por qué no hiciste nada para defenderla? —La pregunta salió antes de que pudiera detenerme, pero necesitaba saber.
Yael soltó una risa amarga. —Lo hice. Cuando Sarah salió corriendo, me quedé y enfrenté a la familia de Cristal. Casi le doy un puñetazo a su padre. —Su voz estaba cargada de una mezcla de orgullo y tristeza. —No podía permitir que trataran a Sarah así.
Me quedé en silencio por un momento, asimilando lo que me había dicho. —Gracias por eso. —Mi voz era sincera. —Pero... ¿por qué vas a esas clases? Si no es por la religión, ¿entonces por qué?
Yael me miró directamente, su expresión seria. —Para estar cerca de Sarah. —Suspiró, apagando el cigarrillo contra el banco. —Me gusta. Siempre me ha gustado.
Las palabras me golpearon como una revelación. Sentí una mezcla de alivio y preocupación. —No la lastimes, Yael. —Mi voz era firme, casi suplicante.
Él asintió, su mirada reflejando una sinceridad que rara vez mostraba. —No lo haría. Nunca.
Nos quedamos en silencio por un momento, el sonido distante de la ciudad llenando el vacío. Finalmente, Yael habló de nuevo.
—¿La razón por la que quieres hacer ese ensayo sobre la homosexualidad en catequesis... es por Sarah, por Kevin y Tristán, o... por alguien más? —Sus ojos se clavaron en los míos, buscando una respuesta.
No pude contestar. Me levanté, sacudiendo la cabeza. —Necesito irme.
Yael no me detuvo. Simplemente asintió, dejando que el silencio se instalara entre nosotros una vez más. Mientras caminaba de regreso a casa, mi mente era un caos. Sabía que había cosas que necesitaba enfrentar, pero no estaba seguro de estar listo para lo que venía.
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