Capítulo 1: Algodón de Azúcar

Hola, soy Sarah Carrasco, aunque la mayoría de las personas me llaman "Algodón de Azúcar". No me gusta ese apodo, pero sé que lo hacen porque mis mejillas son suaves como el algodón. A veces me gusta pensar que es por mi personalidad dulce, pero sé que no es así. En la escuela, mis compañeros siempre intentan agarrar mis mejillas, y eso me molesta, sobre todo cuando me las pellizcan y me hacen doler.

Este es mi primer diario, y estoy escribiendo para practicar mi caligrafía. Me gusta imaginar que estas páginas son un tesoro que encontré durante las vacaciones en Alemania. Mi papá, co-dueño de una farmacéutica, nos lleva allí a veces. Mi mamá pasa mucho tiempo en casa, aunque todos los quehaceres los hace Kena, nuestra nana, que también es la madre de Isaac.

Isaac es mi mejor amigo y el hijo de Kena. Hemos estado juntos desde pequeños, y siempre cuida de mí. Me gusta jugar a las muñecas de papel con él, aunque a mi mamá no le gusta porque hago un desastre en mi habitación. Isaac siempre me consuela después de que mamá me regaña.

No me gusta que Isaac no pueda acompañarme a la escuela. Allí, las niñas me molestan, me pellizcan y me ponen apodos. Pero papá me dijo que este año iremos a una nueva escuela, y Isaac estará conmigo. Cuando lo supe, abracé a papá, algo que no suelo hacer porque no me gustan mucho los abrazos.

Recientemente, el psicólogo al que mamá me lleva me dijo que tengo autismo. A mí me suena a una enfermedad, pero el doctor dice que no lo es y que no debo avergonzarme. Mamá, en cambio, me trata diferente desde entonces, como si estuviera enferma. Papá dice que en la nueva escuela podrán ayudarme con mis problemas para estudiar.

Lo que más me molesta es cómo mamá ha estado actuando últimamente. Siempre me obliga a ponerme vestidos incómodos y a mantener mi cabello perfecto. Además, no me deja comer lo mismo que ellos. Mamá dice que si no como ensaladas, mis mejillas se harán más gordas.

Prefiero estar con mi abuelito Tito. Es muy gracioso y siempre me cuenta historias sobre cómo perdió su pierna en una guerra contra marcianos o en un ataque de un monstruo marino. Mamá dice que fue por una enfermedad relacionada con el azúcar, pero a mí me gustan más las historias de abuelito.

No me gusta mi primo Nicolás porque siempre me molesta y tortura a abuelito comiendo galletas frente a él.

Ahora, déjame contarte cómo conseguí mi tesoro. Durante las vacaciones en Alemania, mamá me llevó a una tienda de vestidos, pero lo que más me llamó la atención fue una oficina de correos al otro lado de la calle. Mientras mamá no miraba, me escabullí dentro y encontré en una repisa una guía telefónica de Nueva York. Me asusté al ver tantos números, porque siempre me castigan por no aprender las tablas de multiplicar. Pero, de repente, se me ocurrió una idea: ¿cómo sería conocer a alguna de esas personas detrás de los números?

Mientras me imaginaba enviando cartas y haciendo amigos, mamá me encontró y me llevó arrastrando de regreso. Sin embargo, logré arrancar un pedazo de la guía con una dirección antes de que me atrapara. Aunque mamá me regañó, yo estaba feliz de haber conseguido esa dirección.

Ahora, después de escribir en este diario, usaré la computadora de papá para investigar cómo enviarle una carta a la persona de esa dirección. Ya estoy pensando en qué escribirle.