| -Capítulo 3: Club de Teatro- |
Aquella misma tarde, Cora se presentó en el Club de Teatro, con la idea de que su amigo tal vez no apareciera por allí, pero, ¡sorpresa! Allí estaba él, con su cabello castaño rizado, observando el escenario en el que representarían sus obras teatrales. Dudo sobre si debía o no acercarse a él, teniendo en cuenta su extraño y molesto comportamiento a la hora de la comida, por lo que optó por acercarse a la profesora que impartía la actividad.
-Buenas tardes profesora Rachel -la saludó con una sonrisa, percatándose de pronto de que Sebastian también se encontraba allí.
-Oh, hola Cora -la saludó la joven profesora de cabello rubio y ojos marrones-. ¿Ya te encuentras mejor? Has estado ausente durante un tiempo al inicio del curso.
-Sí, gracias por su preocupación. Me encuentro mejor -afirmó con una sonrisa-. Solo era una gripe bastante tediosa -se excusó como pudo. No le agradaba mentir, pero mejor eso a decirle la verdad. Caminó hasta los asientos frente al escenario, sentándose en la segunda fila, con Sherlock justo tras ella. Morán por su parte se sentó a su izquierda.
-Veo que volvemos a encontrarnos princesa... -comentó, lo que hizo suspirar a Cora-. Sería perfecto que te diesen el papel protagonista... Así yo podría ser tu caballero de brillante armadura -continuó hablando, la pelirroja intentando ignorar sus descarados coqueteos. De pronto escucharon un carraspeo tras ellos: era Sherlock.
-Si no os importa, os agradecería que mantuvieseis el flirteo a raya. Algunos estamos aquí para estudiar -comentó en un tono mordaz, lo que hizo que un jarro de agua fría cayese por el cuerpo de Cora, pues parecía que seguía molesto, por lo que fuera que ella había hecho.
-Oh, si no te gusta, Holmes, puedes marcharte -dijo Sebastian-. Resulta que Izumi y yo estamos muy a gusto aquí -continuó, rodeando los hombros de la chica con su brazo derecho, lo que provocó que un tic apareciese en la mandíbula del joven de ojos azules-verdosos, apretando los puños hasta que sus nudillos se volvieron blancos por la fuerza. De un impulso apartó el brazo del muchacho, asiendo a Cora por su muñeca derecha, alejándola de él-. ¿Eh, qué crees que estás haciendo, Holmes?
-No creo que a ella le guste tu compañía -sentenció-. Deja de acosarla -lo amenazó, por sus ojos pasando un destello de furia.
-Vaya, vaya... ¿Qué te parece? -se comenzó a burlar Sebastian-. Parece que el genio de la lógica está enamorado.
-Vamos -exhortó a la pelirroja, llevándosela de aquella fila de asientos, caminando al fondo de la sala, sentándose con ella al final, en todo momento su mano sin soltar la de ella. Cuando al fin pareció calmarse, soltó su mano, cruzándose de brazos para concentrar su vista en la profesora.
-Bueno, veo que ya todos estamos aquí -dijo Rachel-. Para empezar, dejadme que me presente: soy Rachel Danniels y seré vuestra profesora de arte dramático, música y danza, en caso de que también hayáis escogido esos clubs -se presentó con una sonrisa-. Aquí pasaremos la mayor parte del tiempo, practicando la interpretación y la expresión sobre el escenario para llegar a emocionar al espectador. Os enseñaré la forma de proyectar al actor que tenéis todos dentro.
-¿Señorita Rachel, qué obra interpretaremos? -preguntó una de las estudiantes con las que Cora compartía también el club de danza-. Al fin y al cabo, la ensayaremos para representarla al final del curso...
-Oh, esa es una muy buena pregunta, Francesca -admitió Rachel-. He pensado que o bien podríamos seguir la línea clásica e interpretar algo de Shakespeare, o bien podríamos adaptar una de las novelas de Jane Austen al teatro... ¿Qué me decís? -preguntó, los suspiros de las estudiantes llenando el ambiente al escucharla.
-¡Jane Austen... No será tan larga como una obra de teatro normal, pero será fantástico poder encarnar Orgullo y Prejuicio, o incluso Sentido y Sensibilidad! -dijo una de las estudiantes mientras suspiraba.
-¡Oh, el Sr. Darcy! -murmuró otra de ellas.
-Menudo revuelo -mencionó Sherlock en un susurro, en su rostro haciéndose presente un ceño fruncido-. No veo que hay de especial en las novelas de Jane Austen. No es más que pura fantasía romántica. Es absurdo -mencionó, el rostro de la pelirroja girándose hacia él-. Sería mucho mejor interpretar Hamlet...
-Nunca sabrás si las novelas de Austen merecen la pena si ni siquiera le has dado la oportunidad a una -lo aleccionó Cora en un susurro, cruzándose de brazos, sin percatarse de que Rachel continuaba hablando.
-...¿Quién quiere hacer una demostración? -preguntó, de pronto observando a los dos jóvenes de la sala-. ¿Izumi, Holmes? -apeló a ellos-. Venid al escenario, por favor -les indicó, ambos jóvenes levantándose de sus asientos y subiendo al escenario-. Bien, ahora que estáis aquí, quiero que hagáis una demostración de cómo sería el llevar una obra de Jane Austen al teatro, ya que todos parecen estar de acuerdo en que hagamos eso, y para ello... -comenzó a decir, entregándoles un guion-. Abridlo en la página 87 -les dijo, ambos jóvenes haciéndolo.
-¿Escena de la declaración? -leyó Sherlock-. No pretenderá en serio que hagamos esto -se molestó, su tono comenzando a frustrarse.
-Oh, vamos, dale una oportunidad -lo animó Rachel-. Es la oportunidad perfecta para observar de primera mano vuestras dotes de interpretación, y de esa manera puede que aprendáis una cosa o dos acerca de la caballerosidad -imaginó, un suspiro enamorado saliendo de las estudiantes que observaban el escenario-. Y ahora, vamos, os daremos media hora para memorizar el texto -indicó.
Tras transcurrir aquella media hora en la que tanto Sherlock como Cora estuvieron memorizando el texto, aunque el primero lo hizo apenas leerlo la primera vez, ambos regresaron al escenario, donde unos focos los iluminaron. La profesora incluso se las había agenciado para hacerles llevar ropa de la época.
-Bien, Cora, tu serás Elizabeth Bennet, y tú, Sherlock, serás el Sr. Darcy -les indicó antes de apartarse del escenario-. 3, 2, 1... ¡Acción! -les indicó, para que empezasen a actuar.
Sherlock se volvió entonces hacia la pelirroja mirándola como nuca lo había hecho antes, lo que provocó que el corazón de la joven latiese descontrolado por la forma tan gentil que tenía de mirarla, tan lleno de adoración, como si realmente sintiera lo mismo que su personaje, logrando evocar su añoranza, su deseo... Su amor. Cuando separó sus labios, el tono de su voz era tan dulce como un pétalo de rosa, pero sus palabras llevaban consigo el desagradable tinte de la superioridad clasista.
-Srta. Elizabeth -comenzó a decir Sherlock, su tono bajo-, he luchado en vano, y ya no lo soporto más. Estos últimos meses han sido un tormento -confesó, los ojos de la joven no apartándose de su rostro ni un segundo, su respiración calmada pero con cierta tensión-: vine a Rosins con la única idea de verla a usted -continuó Sherlock, su voz apenas aumentando de tono, pero sus palabras siendo bañadas por la emoción de sus siguientes palabras-. He luchado contra el sentido común, las expectativas de mi familia, su inferioridad social, mi posición y circunstancias, pero estoy dispuesto a dejarlas a un lado y pedirle que ponga fin a mi agonía -el rostro de la pelirroja pasó ahora a expresar la confusión que Elizabeth sentiría ante semejantes palabras.
-No comprendo...
-La amo -sentenció Sherlock, interrumpiéndola, las palabras saliendo de sus labios con una emoción tal, que Cora estuvo por jurar que realmente iban dirigidas a ella-. Ardientemente -añadió, el rostro de la joven pasando de una gran confusión a casi una ofensa por sus palabras-. Por favor, le ruego que acepte mi mano -le pidió, su voz tiñéndose de un gran deseo. Todos en la estancia contenían el aliento ante la interpretación de ambos jóvenes. Cora tragó saliva antes de interceder en la conversación.
-Señor, yo... Me hago cargo de la lucha que ha mantenido, y lamento mucho haberle hecho sufrir -comenzó, tras haber agachado el rostro para tomar la valentía necesaria para posar sus ojos en los del joven frente a ella-. Créame que no ha sido deliberado -apostilló, mortificada por su declaración.
-¿Es esa su respuesta? -preguntó Sherlock, su tono de pronto pasando de arder en deseo a uno frio como el hielo, confuso y ultrajado por su rechazo.
-Sí, señor.
-¿Se está... Riendo de mi? -le espetó, su voz ahora tan dura como el acero, su mirada penetrante provocando que un escalofrío recorriese la espalda de la pelirroja en tan solo unos segundos.
-No -replicó ella, su tono ahora algo nervioso, la palabra temblando en su boca.
-¿Me está rechazando? -se ofendió el joven, su rostro contrayéndose en una horrible expresión de dolor y angustia.
-Estoy segura que esas consideraciones que le han estado frenando le ayudarán a superarlo -se apresuró a remarcar la pelirroja, manteniendo la compostura.
-¿Puedo preguntarle entonces por qué me rechaza sin fingir algo de cortesía? -intentó calmar su tono, respirando con notoriedad. Cora dio un paso hacia él, su tono de pronto herido, lleno también de angustia.
-¿Y yo a usted por qué se ha permitido decirme, con el propósito evidente de ofenderme, que me ama contra los dictados de su razón? -le espetó ella.
-No, créame, yo no...
-¡Sí, ha sido descortés! -exclamó ella, dejando salir algo de su ira contenida-. Tendría usted una excusa si así fuera, ¡pero tengo otras razones, y usted lo sabe!
-¿Qué razones? -preguntó Sherlock, su tono ahora molesto por las palabras que Elizabeth acababa de dirigirle.
-¿Cree que yo podría caer en la tentación de aceptar al hombre que ha destruido la felicidad de mi adorada hermana? -cuestionó ella, su tono apenado de pronto, el corazón del joven palpitando fuertemente en su pecho debido a la gran carga de emociones que ella parecía proyectar en su interpretación-. ¿Se atreve a negarlo, Sr. Darcy? Usted separó a una joven pareja que se amaba, y expuso a su amigo a la censura del mundo, y a mi hermana a la burla que despiertan las esperanzas frustradas, sumiéndolos a los dos en lo más vivo horror -espetó, su voz llena de ira, sus palabras cargadas de veneno.
-No lo niego -dijo él, su tono de pronto algo más bajo, como si quisiera mostrar arrepentimiento por sus acciones.
-¿Cómo pudo hacerlo? -preguntó Cora, su voz llena de desasosiego.
-Porque creí que a su hermana le era indiferente -trató de justificarse.
-¿"Indiferente"?
-Les observé y comprendí que su interés era más grande que el de ella -se explicó en un tono severo, haciendo temblar las rodillas de la joven frente a él, ninguno de los presentes que observaba la escena atreviéndose siquiera a toser por miedo a romper la química y la evidente atracción entre ambos intérpretes.
-¡Porque ella es tímida! -exclamó ella, su voz alzándose unos pocos tonos.
-¡Bingley también lo es, pero estaba convencido de que ella no le amaba!
-¡Usted lo convenció de ello! -se ofendió la joven, continuando su discusión.
-¡No, lo hice por su propio bien!
-¡MI HERMANA APENAS ME EXPRESA SUS SENTIMIENTOS! -terminó por estallar la joven, las lágrimas asomándose a sus ojos, logrando acallar con efectividad al joven que la observaba con una mirada embelesada, pese a que el guion no lo indicase así-. Me imagino que -continuó tras tomar aliento y bajar su tono-, piensa que su fortuna también era un impedimento...
-¡No! -exclamó Sherlock, interrumpiéndola a mitad de la frase-. ¡Yo jamás le haría tal deshonor a su hermana, aunque se sugirió!
-¿Que se sugirió? -el rostro de ella volvió a contraerse en una expresión de dolor.
-Era evidente que se trataba de un casamiento ventajoso -intentó explicarse Darcy.
-¿Es que mi hermana dio esa impresión? -preguntó Elizabeth en un tono decepcionado.
-No, no -se apresuró a negar el joven en un tono suave-. Sin embargo, tengo que admitir que influyó lo de su familia.
-¿El deseo de conocer gente? -inquirió, Sherlock girando el rostro, evitando su mirada en un gesto molesto-. ¡Al Sr. Bingley no parecía disgustarle tanto!
-¡No, era más que eso!
-¿¡Qué era!?
-¡Era la falta de distinción de su madre, de sus tres hermanas pequeñas, incluso de su padre! -espetó en un tono molesto, su tono airado haciéndose presente, volviendo su vista hacia ella. El rostro de la joven se quedó pálido al instante al escucharlo-. Perdóneme. Usted y su hermana Jane quedan excluidas de esto.
-¿Y qué me dice del Sr. Wickham? -le preguntó de pronto, el rostro de Sherlock endureciéndose, asociando el apellido de Wickham a Sebastian Morán, quien también estaba observando la obra, llenándolo de una gran ira, acercándose unos pasos hacia la pelirroja.
-¿El Sr. Wickham? -recalcó enfadado, por un momento acobardándola.
-¿Cómo puede usted excusar su comportamiento hacia él? -le preguntó tras recuperar el control de la voz.
-Parece muy interesada en los problemas de ese caballero -sentenció Sherlock, su tono por un momento alzándose con desprecio.
-Me contó sus desventuras -replicó ella, alzando su rostro, sus ojos observando los suyos.
-Oh sí, sus desventuras han sido muy grandes... -ironizó Sherlock, observando sus ojos.
-Usted arruinó sus posibilidades y habla de él con desprecio.
-¿De modo que esa es la opinión que tiene de mi? -le cuestionó-. Le agradezco que haya sido tan franca. Quizá habría pasado por alto mis faltas si su orgullo no hubiera sido herido por la confesión de mis escrúpulos sobre nuestra relación.
-¿¡Mi orgullo!? -exclamó ella, interrumpiéndolo a media frase, pero él continuó como si no la hubiera escuchado, haciendo caso omiso a sus palabras.
-¿Esperaba usted que dijese que me encantaba la vulgaridad de su familia?
-¿Y esas son las palabras de un caballero? -le espetó-. Desde el momento en el que le conocí, su arrogancia, su engreimiento y su desdén hacia los sentimientos ajenos, ¡me hicieron comprender que usted sería el último hombre del mundo con el que decidiría casarme! -exclamó, observándolo con una gran frialdad, habiéndose acercado a él con sus rostros a apenas unos centímetros.
Fue en ese instante, cuando Sherlock dio un paso más, sus labios apenas amenazando con tocarse, los ojos azules-verdosos de él fijos en los de la pelirroja, quien de pronto tuvo que contener el aliento, pues lograba captar el olor a libro nuevo y a menta que emanaba de él, lo que la parecía envolver en una aura intensa. Las luces volvieron a todo el lugar, rompiéndose aquella magia que los había hecho representar aquella escena. Sherlock apenas tuvo tiempo de regresar a su antiguo yo, murmurando un <gracias> antes de marcharse entre bambalinas para cambiarse de ropa. Cora reaccionó al observar su mirada, escuchando sus pasos desvanecerse hacia la parte trasera del escenario, siguiéndolo ella a los pocos segundos, cambiándose de ropa y reuniéndose con Sherlock y sus compañeros.
-¡Ha sido... Magnífico! -exclamó Rachel mientras aplaudía, su mirada llena de admiración-. ¿Seguro que ambos sois debutantes? -cuestionó, recibiendo un gesto afirmativo por parte de los dos jóvenes-. Bueno, creo que ya tenemos a nuestro Sr. Darcy y Elizabeth Bennet, ¿no creéis? -les preguntó a sus otros alumnos.
-En tal caso, me gustaría ser Wickham -intercedió Morán, recibiendo una mirada severa por parte de Holmes, quien de pronto tomó el brazo de la pelirroja, comenzando a arrastrarla fuera de allí.
"¿Por qué hace esto? Sé que la actividad del club se ha terminado ahora, pero no hay razón para salir escopeteados de aquí. ¿O si? Ha actuado de esa forma en varias ocasiones hoy, y siempre que Sebastian estaba de por medio... ¿Estará molesto? ¿Quizás celoso?", se preguntaba la pelirroja mientras caminaba con su compañero de clase y su más reciente amigo por los pasillos de la universidad.
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