Segunda fase - Lado sangriento
Paquete de palabras : (debíamos escoger un paquete de palabras y usarlas dentro del relato)
Lámpara, perro, mesa
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Bien aquí mi relato de "terror", debo confesar que nunca me había costado tanto escribir un relato, en verdad no me gusta este genero, no se mucho de él, no lo leo, no lo miro y por ende no lo escribo.
No sé que les parecerá, espero les guste, porque fue lo que me salio.
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―Si la lámpara pestañea y el perro deja de ladrar, no te conviene separarte de la mesa ―dijo la harapienta mujer cuando Lisa pasaba a su lado. La pelirroja se asustó un poco ante la cercanía de esa mujer. Por alguna razón siempre le pasaba lo mismo, era como si a todos los locos del maldito pueblo les gustara sorprenderla diciéndole alguna incoherencia y últimamente parecía que se habían puesto de acuerdo, pues esto de la lámpara, el perro y la mesa no era la primera vez que lo escuchaba. Rojo le ladró a la mujer tal y como hacía con cada uno de los locos que se le acercaban a su ama.
―Rojo vamos ―ordenó la joven y el perro la siguió, pero no antes de soltarle un último gruñido a aquella mujer.
La muchacha y su mascota siguieron caminando por aquel parque, cuando de repente vieron a lo lejos a una muchacha de cabello negro hasta la cintura que corría hacia ellos.
―Lisa tienes que decir que si, tienes que decir que si ―repetía la joven mientras abrazaba a la pelirroja.
―¿Sí... a qué Maira?
―Vamos mañana a la cabaña del lago, pasaremos el fin de semana allí ―dijo la muchacha con una mirada suplicante mientras pegaba sus palmas en un gesto de ruego.
―No sé... ¿Quién va?
―Sí aceptas seremos seis, yo, tú ―dijo comenzando a contar con los dedos...
―El burro por delante ―la interrumpió Lisa y la morena mostro una enorme sonrisa antes de continuar...
―Para que no se espante, obvio ―agregó con una risita y siguió contando con los dedos―, Dana, Alan, Fran y Erick ―el último nombre lo dijo en un tono cantarín y se acercó más a la pelirroja― insistió mucho para saber si ibas a ir ―susurró sin dejar el tono cantarín.
Las mejillas de Lisa comenzaron a tornarse rojas y una sonrisa apareció en su rostro, Erick era el hermanastro de Maira y desde que lo conoció había quedado deslumbrada por él.
―Eres una maldita, sabes que me gusta y es imposible que se fije en mi... no debería aceptar por los trucos sucios que usas...
―Pero... ―agregó Maira haciendo ojitos.
―Eres mi única amiga y cualquier cosa es mejor que pasar otro fin de semana con mi padre y su tétrica novia.
Las dos chicas rieron por el comentario y continuaron caminando por el parque mientras planeaban los detalles del viaje.
El viernes por la tarde, todos se encontraron en la casa de Maira, los tres chicos acababan de cargar todos los bártulos en la camioneta, y Erick jugó un momento con Rojo antes de subirlo a la caja del vehículo, para luego perderse nuevamente en el interior de la casa, mientras el resto comenzaba a discutir para ver quien iría en la caja junto al perro y el equipaje. Maira y Dana se subieron a la camioneta, decretando así que ellas no irían atrás
―Chicos, basta, yo voy atrás con Rojo ―intervino Lisa al ver que ni Alan ni Francisco daban el brazo a torcer.
―¿Tú qué? ―Lisa se giró al escuchar esa voz y se encontró con ese adonis de cabello negro, siempre revuelto, rasgos afilados, ojos color miel y un cuerpo tan bien moldeado que invitaba a morderlo. Erick salía de la casa con unas cuantas llaves en la mano y sus ojos se centraron en la pelirroja mientras se acercaba a ellos―... Yo iré atrás, Francisco tú conducirás ―dijo tendiéndole una de las llaves que llevaba, al rubio de ojos celestes que no dudo en aceptarlas y dirigirse a la puerta del piloto.
―No te vas a arrepentir cuñado.
―... Más te vale que tengas cuidado ―agregó con una mirada amenazante―... o jamás voy a tener sobrinos de parte tuya ―Francisco tragó duro y dibujo una sonrisa más que forzada en sus labios antes de subir a la camioneta.
―No hace falta que vallas atrás, yo puedo ir con Rojo ―dijo la pelirroja subiendo en la parte trasera del vehículo.
―Ve adelante, a mí no me molesta ―añadió el pelinegro con una sonrisa de lado.
―A mí tampoco me molesta ―concluyó la muchacha sentándose junto a Rojo.
―Ok ―susurró Erick antes de golpear el techo de la camioneta y sentarse junto a la pelirroja.
El vehículo arranco y el silencio se instaló entre la pareja, el único que se movía era Rojo, que saltaba del regazo de Lisa al de Erick, parecía realmente feliz de estar con ellos.
―Es muy lindo ―comentó Erick para iniciar la conversación, mientras acariciaba al pequeño Rojo.
―Le caes bien, eso es raro, por lo general le gruñe a todo el mundo.
―¿Hace mucho que lo tienes? ―preguntó Erick después de un rato.
―Desde que nació, su madre era nuestra mascota.
―¿Qué pasó con ella?
―Desapareció junto con mi madre hace tres años.
―Lo siento, no sabía eso ―dijo el pelinegro algo apenado mientras acariciaba a Rojo.
―No te preocupes no tenías por qué saberlo, más considerando que yo no hablo mucho de eso... pero cambiemos de tema... creí que no te gustaba la vida al aire libre y lejos de la tecnología...
―Déjame adivinar Maira te dijo eso ―la pelirroja asintió―, eres su amiga ya deberías saber que no tienes que creer todo lo que dice ―ambos soltaron una carcajada.
―Síp, creo que su problemita es cada vez mayor ¿no?
―¡¿Te parece?! Yo creo que en la próxima que insinué que soy un ser oscuro la cuelgo de cabeza del primer árbol que encuentre hasta que se le quiten las ganas de mentir ―ambos rieron con el comentario de pelinegro.
Continuaron el resto del viaje charlando de cualquier cosa. Rojo se durmió sobre el regazo de Erick y despertó cuando la camioneta se detuvo frente a la cabaña. El edificio tenía dos plantas y estaba construida con madera y ladrillos, las ventanas eran bastante grandes. A unos cuantos metros de la casa había una pequeña edificación, un galpón, de madera donde se guardaban algunas herramientas y el generador de emergencia.
Al bajar del vehículo se escuchó un trueno, por lo visto la tormenta los estaba esperando para desatarse. En cuestión de segundos el cielo, que hasta entonces tenía bastantes nubes grises, se cubrió por completo y comenzó a oscurecerse cada vez más. Un rayo atravesó el firmamento y eso fue suficiente para que todos corrieran hacia la cabaña cargando con lo que podían, abrieron la puerta y al instante se largó el aguacero sobre ellos. A penas se mojaron para entrar, pero al mirar por la ventana fue evidente que esa lluvia no se iba a detener pronto. Sin perder mucho tiempo Maira los guio en un pequeño recorrido por la casa mientras designaba una habitación para cada uno.
Lisa entró en su habitación, dejó la mochila cargada de cosas, en una silla que había en un rincón. Recorrió el lugar con la mirada, todo se veía cálido y acogedor, y lo único que se escuchaba allí era la lluvia que golpeaba incesantemente contra los cristales. Los celestes ojos de la muchacha se centraron en el espejo, ubicado en un rincón, que le devolvía un reflejo algo distorsionado, quizás era por la distancia, por lo que intentó acercarse, pero se detuvo al notar que la lámpara que estaba en una de las mesitas de noche repentinamente comenzó a pestañear, sus ojos volvieron al espejo y se sorprendió al notar que el reflejo cambiaba junto al encendido y apagado de la lámpara, de repente su mente se perdió y ya no pudo quitar sus ojos del espejo. Escuchó los ladridos de Rojo y su apresurado correr por las escaleras. Unos segundos después el pequeño perro estaba a su lado gruñéndole sin cesar al espejo que se había estancado en aquel reflejo distorsionado.
―Rojo basta ―dijo volviendo en sí y mirando a Rojo que estaba a su lado, quien rápidamente dejó de gruñir y ladrar. Volvió a mirar el espejo que ahora le devolvía el reflejo correcto. Miró a su alrededor, la lámpara ya no pestañeaba y todo estaba en su lugar, por lo que decidió no darle más vueltas al asunto y salir de allí, quizás era una de sus alucinaciones, de esas que hacia bastante no tenía.
Al bajar encontró a los demás ubicados en los sillones de la sala, ella también se sentó e hizo lo posible por integrarse a la conversación, pero su mente todavía estaba algo perdida con lo que le acababa de pasar.
La verdad era que siempre había tenido ese tipo de alucinaciones, aunque en situaciones muy aisladas, pero desde la desaparición de su madre todo empeoro y la única solución que encontró su padre fue un psiquiatra y medicamentos. Con el tiempo volvieron a hacerse escasas, hasta que finalmente desaparecieron y ya hacía casi un año de eso.
―Lisa... Lisa...
―¿Qué, qué pasa? ―pregunto algo sorprendida al escuchar que Maira la llamaba.
―¿Qué te pasa a ti?...
―Nada, solo pensaba en algo.
―Ehh, ¿Qué les parece si jugamos a algo? ―preguntó Francisco mirando alrededor.
―Claro ―respondió con su tono alegre Maira― debe de haber algún juego por aquí. Erick tú conoces mejor el lugar, ¿Por qué no te fijas? ―agregó mirando suplicante al pelinegro, quien soltó un suspiro de resignación y se puso de pie.
―Puede que tarde un poco ―fue todo lo que dijo mientras se encaminaba hacia las escaleras.
Un rayo volvió a atravesar el cielo y al instante las luces de la casa comenzaron a pestañear y después de unos segundos así finalmente se apagaron, un momento después se escuchó un fuerte golpe, como si algo grande se hubiera caído, y una maldición provenientes desde arriba.
―¿Erick estas bien? ―gritó Maira conteniendo la risa, mientras encendía la aplicación de linterna de su celular.
―No, maldición, condenado mueble ―se escuchó nuevamente al pelinegro.
―Bien alguien tendrá que ir a ver el generador ―dijo Maira alumbrando con el celular a su novio―... Fran, amor ¿Podrías hacerlo tú? Por lo visto Erick va a tardar un poco más en bajar.
―Rayos, afuera está diluviando.
―Cuidado a ver si te derretís Fran ―agregó en tono burlón Dana y todos rieron a excepción del aludido.
―Vamos Fran, no podemos quedarnos aquí a oscuras ―dijo Alan poniéndose de pie y tomando su celular de la mesita
―Ahh si así comienza nuestro fin de semana, no quiero imaginar cómo va a terminar ―murmuró el rubio mientras se ponía de pie y se acercaba a la puerta seguido por Alan.
Las tres muchachas se movieron en la sala hasta las ventanas con la poca luz que les daban los celulares. Vieron a los dos jóvenes cruzar corriendo el trecho que había hasta el pequeño galpón, afuera todo estaba tan oscuro que parecía de noche. Las luces de los celulares de los dos muchachos se perdieron junto a la pequeña edificación, e instantes después la luz regreso.
Lisa se quedó mirando por la ventana mientras sus dos amigas se alejaban hacia la cocina. Vio a los dos jóvenes salir del galpón, pero a mitad de camino Alan regreso a la pequeña edificación.
―Lisa porque no te fijas si Erick está bien, es raro que todavía no haya bajado ―pidió Maira desde la cocina.
―Ok ―fue toda la respuesta de la pelirroja que rápidamente se encamino al segundo piso, pero no sin antes indicarle con una seña a Rojo que se quedara allí. Una vez arriba se encontró con barias habitaciones y el problema de que no sabía a donde había ido el pelinegro―. Erick... Erick ―llamó una y otra vez la muchacha sin obtener respuesta y comenzó a abrir puertas.
Las primeras dos habitaciones estaban vacías, la tercera que abrió era la suya y allí tampoco estaba por lo que se dirigió a la habitación de al lado. Entro con cuidado y volvió a llamar al pelinegro. Le llamó la atención que la puerta del armario estaba abierta y que había muchas cosas tiradas, de repente sintió que alguien la atrapaba por detrás tapándole la boca y antes de que pudiera hacer algo ya la tenía acorralada contra la pared. Esos ojos color miel la miraban como nunca antes. Una sonrisa de lado, completamente sensual se formó en el rostro del pelinegro mientras retiraba su mano de la boca de la pelirroja.
―¡¿Qué haces?! Casi me matas del...
Lisa no pudo terminar lo que estaba diciendo, pues Erick se apodero de su boca con tal fuerza, pasión y necesidad que la muchacha creyó que se desmayaría, pero eso no evitó que ella correspondiera a aquel beso. Sintió una de las manos del pelinegro en su espalda y como de un jalón la pego completamente a su cuerpo y entonces...
―Ustedes dos abajo ahora ―el gritó de Maira se escuchó en toda la casa.
Erick se separó de la pelirroja y con una sonrisa la jaló hacia el pasillo y susurró.
―¡Siempre tan oportuna mi hermanita! ¿Si quieres seguimos luego? ―preguntó antes de dejar un suave beso en la mejilla de Lisa y volver a tirar de ella hasta las escaleras.
Las mejillas de la pelirroja habían adquirido el mismo color que su cabello, pero no le importaba, se sentía en una nube, pero al llegar a la sala rápidamente la bajaron a la realidad. En los rostros de todos se notaba la preocupación. Alan había regresado al galpón por su celular y no volvió a aparecer.
―¿Creen que nos esté jugando una broma? ―preguntó Erick con expresión seria.
―No, a él no le gustan mucho esas cosas ―respondió Dana con evidente preocupación.
―Tendremos que salir a ver si le pasó algo, ya revise el galpón y no está, solo encontré su celular ―agregó Fran desde la puerta sosteniendo un paraguas y mostrándoles el celular de Alan.
―Encontré cuatro paraguas y tres linternas... yo voy con Fran ―dijo Maira dejando todo sobre la mesita para que cada uno tomara algo, antes de colgarse del brazo del rubio, aferrando una de las linternas, Dana tomó la otra y Erick le ofreció la última linterna a Lisa.
―No creo que sea bueno que nos separemos mucho, entre la oscuridad y la lluvia cualquiera puede perderse, así que manténganse cerca ―ordenó Erick mientras salía de la casa seguido de cerca por Lisa y Rojo, mientras Dana se sumaba a Maira y Fran.
La lluvia era fuerte y ya se había formado bastante barro, la luz de las linternas era poca y las voces que llamaban al joven perdido, eran devoradas por el repiquetear constante de la lluvia al caer.
Lisa caminaba observando hacia delante y a la derecha mientras Erick a unos pocos pasos de ella revisaba el lado contrario. De repente Rojo se detuvo y gruño sin despegar sus ojos de un árbol que había a unos cuantos metros. Lisa alumbró con la linterna pero no veía nada allí, se aceró un poco más pues Rojo no dejaba de gruñir, y entonces vio una silueta delante de ella.
―¿Alan? ―fue todo lo que pudo decir pues al a cercarse más la luz golpeó aquel cuerpo que colgaba de cabeza del árbol. La sangre cubría por completo aquel cuerpo, que era solo una masa roja.
Lisa sintió que pisaba algo extraño y al mirar hacia abajo se encontró con las ropas y la piel del muchacho... un grito desgarrador se escapó de su ser. Sus ojos no podían despegarse de aquel cuerpo despellejado que colgaba emanando sangre, con el cuello cortado de lado a lado. Sintió que unos brazos la rodeaban y la alejaban del lugar. Los gritos comenzaron a inundar el lugar. Lisa había quedado ausente, era como si su mente hubiera quedado atrapada en otro lugar muy lejos. Sus ojos veía a las dos chicas gritando, llorando y temblando, y a los dos jóvenes que iban de un lugar a otro preguntándose ¿cómo había pasado semejante cosa, quien haría algo así y por qué? Intentaron llamar a la policía, pero ninguno de los celulares tenia señal y el teléfono de la casa estaba muerto. Después de un rato lograron calmar a las chicas y decidieron que lo mejor sería irse de allí cuanto antes y buscar a alguien que los ayudara.
Erick ayudo a lisa a ponerse de pie, entonces fue cuando la pelirroja vio otra silueta a través de la ventana.
―Hay alguien afuera ―dijo en un susurró, pero todos la escucharon. Los dos varones se acercaron a las ventanas pero no vieron nada.
―Tenemos que irnos, no se ve a nadie... quizás solo es que todavía estas en shock ―dijo Erick tratando de calmar a todos con sus palabras.
Se armaron con los palos de unas escobas y algunos cuchillos, por si acaso y salieron de la casa. Caminaron presurosamente hacia la camioneta que estaba bajo un techo que había detrás del galpón, pero antes de que pudieran llegar el vehículo exploto, convirtiéndose en una enorme bola de fuego que rápidamente se propago devorando los postes, el techo y el pequeño galpón, el cual también exploto escupiendo llamas y fragmentos de madera en todas direcciones.
Los cinco jóvenes se quedaron congelados en su lugar ante lo ocurrido, pero pronto comenzaron a ser rodeados por una espesa nube de humo. El reflejo de las llamas les permitió ver una silueta que se acercaba hacia ellos. Rojo ladraba pegado a Lisa. Todos comienzan a retroceder. De repente vieron el brillo del metal cayendo y al instante escucharon el sonido de un corte y luego el ruido de algo rodando hacia ellos... Una bola de cabello castaño y ojos verdes llego hasta los pies de Fran. El cuerpo de Dana cayó sin vida a un metro de Maira. El grito de las chicas volvió a resonar en el lugar.
―Corran a la ca...
La voz de Fran fue tapada por el ruido del metal cortando y atravesando la carne, el cual fue seguido por el sonido de los órganos desgarrándose al desprenderse del cuerpo para caer al embarrado suelo. Las dos chicas sintieron que alguien tiraba de ellas y solo se dejaron llevar mientras la silueta seguía descuartizando el cuerpo de Fran.
Las dos muchachas reaccionaron al escuchar el golpe de la puerta al cerrarse. Las luces de la casa pestañeaban y Rojo no dejaba de ladrar. Erick empujaba algunos de los muebles hacia la puerta.
―Esa cosa mató a Fran ―dijo entre lágrimas Maira que apenas podía mantenerse en pie.
―Tenemos que tratar de hacer algo, si entra aquí estamos perdidos ―agregó Erick mirando alrededor―. Rojo basta ―ordenó en un momento y para sorpresa de Lisa, el perro obedeció, su perro, el mismo que no le hacía caso a nadie más que ella.
La mente de Lisa estaba algo enredada y todo lo que había podido hacer era retroceder, hasta que choco con la mesa del comedor y al mirarla, noto que en su superficie oscura se reflejaba la luz que seguía pestañeando, y el reflejo que mostraba era completamente diferente a lo que la rodeaba.
"Si la lámpara pestañea y el perro deja de ladrar, no te conviene separarte de la mesa" recordó las palabras de aquella mujer y de todos los desquiciados que vagaban por el pueblo y siempre que la encontraban le decían la misma incoherencia.
El sonido del metal deslizándose sobre el cristal llamó la atención de todos. El sonido fue creciendo y pronto se convirtió en golpes y cristales rotos. De repente algo atravesó una de las ventanas y cayó cerca de Maira que al instante comenzó a gritar al ver la cabeza de su amado Fran en el piso. Erick la tomó del brazo y la alejo del lugar, llevándola hacia donde estaban Lisa y el ahora silencioso Rojo.
―Erick ¿qué hacemos? ―preguntó la asustada pelirroja, mientras apoyaba la mano en la superficie de la mesa, pero no sintió nada, la mano la atravesó... era como si la mesa no estuviera y al mirar la superficie ya no se veía, ahora había una especie de agujero o portal hacia otro lugar.
Tanto Erick como Lisa observaron sorprendidos aquello, pero los fuertes golpes los devolvieron a donde estaban, esa cosa estaba a nada de entrar, la puerta ya estaba entreabierta.
―No nos queda otra ¿no? ―dijo la pelirroja tomando a Rojo y saltando sobre la mesa.
Cayó en una sala muy parecida a la de la cabaña y detrás de ellos cayeron Erick y Maira. Todos miraron hacia arriba, el punto exacto por donde habían entrado, pero allí no había más que techo. Rojo se liberó del agarre de la pelirroja y comenzó a andar por el lugar como si lo conociera, es más se podría decir que estaba feliz de estar allí. Los tres jóvenes se miraron sorprendidos y siguieron al pequeño animal, que los guio por un pasillo tenuemente iluminado, más precisamente hasta una habitación.
El perro se internó en la habitación como si nada y los tres jóvenes se detuvieron en la entrada. El interior estaba iluminado por una lámpara que no dejaba de pestañear y en el centro del lugar había una silueta a la que Rojo se acercaba meneando la cola, cosa que solo hacia ante Lisa. La lámpara volvió a pestañear pero esta vez la luz tardo un poco más en regresar, y al hacerlo vieron que Rojo acababa de transformarse en una criatura mucho más grande, peluda, con enormes colmillos y garras, y unas orejas en punta que recordaban a un lobo. La luz ya no volvió a irse y al lado de lo que debía ser Rojo vieron a una joven de la estatura de Lisa, con la piel mucho más pálida, el cabello más oscuro casi negro, los ojos de un brillante rojo y una sonrisa macabra y aterradora, su ropa y sus manos estaban cubiertas de sangre y en una de ellas sostenía lo que parecía una daga.
Lisa no podía creer lo que veía, era el mismo reflejo que le devolvían los espejos en sus alucinaciones.
La figura hizo una seña con la mano libre y el animal saltó de inmediato sobre Maira, clavo sus colmillos en el cuello de la muchacha y desgarro su piel con sus garras, mientras aquella figura saltaba sobre Erick.
―¿Cómo te atreves? Eres un maldito ―susurró con una voz cargada de desprecio.
―Eso dices, pero me deseas, no puedes negarlo ―respondió él con una sensual sonrisa mientras ella le clavaba la daga muy cerca del corazón.
―Basta ―dijo Lisa con mucha dificultad, sin poder siquiera moverse.
De repente se vio acorralada contra la pared por aquella figura que tanto se parecía a ella. La sonrisa de ese rostro realmente daba miedo.
―Llevo mucho tiempo esperando reencontrarme contigo... Tu mamita nos separó y evito que pudiera volver a unirme contigo, pero ahora volveremos a ser una ―dijo ampliando su sonrisa.
―Lo de esta noche fue solo calentamiento ―dijo Erick quitándose la daga y lamiendo la sangre de la hoja.
―Volveremos a hacer temblar al mundo, teñiremos todo de rojo y seremos invencibles ―susurró acercándose cada vez más al cuerpo de Lisa, y de repente aquel ser desapareció y todo el miedo dolor y sufrimiento se esfumo del interior de Lisa, así como todo lo que la convertía en ella.
Sintió el deseo de sangre crecer en su interior y una sonrisa macabra apareció en su rostro.
―Prepárate mundo...
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