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34- Entre la amistad y el amor

El sol del día bañaba la habitación de April y las alarmas  ya habían sonado varias veces, pero la morena seguía sin querer despertar. Una brisa suave acariciaba sus rostros. Por lo visto la ventana había quedado abierta. Pero  eso le sirvió como algo «no tan bueno» según sus pensamientos, ya que eso la obligo a tomarlo como aviso de que debían levantarse y no pudo molestarse, pues al girar su rostro a la derecha topó con los iris grises de Alexia.

—Hola… ¿Cómo dormiste? —preguntó Alexia.

—Mal, es que te mueves demasiado —bromeó mostrando un rostro serio.

Ambas rieron al instante cuando la morena confesó que en realidad había dormido espectacular.

—¿Tienes que trabajar hoy?

—Por desgracia sí, y es tarde, pero no quiero salir de la cama.

La pelinegra luego de dormir unos segundos más puso los pies fuera del lecho y bajó en dirección a la cocina, puesto que oía fuertes ruidos en la parte de abajo de la casa. Mientras se aproximaba a su destino, iba recordando cómo fue su despertar. Junto a April. Su corazón se llenaba de regocijo.

—Perdón por el ruido Lexy, no sabía que estabas aquí —se disculpó Justin.

Con un poco de vergüenza la pelinegra se acercó a la cocina con él y lo ayudó a terminar el desayuno aunque el reloj marcara las 4 Alexia sintió hambre viendo que Justin preparaba la comida. Quizá para él y April.

Ese día ella no tenía nada que hacer, ya que Juan Carlos le había dicho que se tomara el día libre y como era martes, tampoco le tocaba ir a la biblioteca así que tal vez aceptaría la invitación de Anastasia de ir al parque.

—Mastodonte, ¿Ya está listo el desayuno? Estoy que me muero de hambre.

—Sí, siéntense y ya les llevo.

April y Alexia hicieron caso y mientras conversaban de su cita Justin llegó con una bandeja que contenía distintos platos.

—Perdón por destruir la atmósfera, es bonita toda esa química y no deseo destruirla

Cada platillo era diferente, constaban con una pequeña porción de huevos de codorniz, dedos de queso, tostadas y unas rebanadas de aguacate. Junto a tres pocillos en los que el chico vertió un poco de té en una de las tazas y café en las dos restantes.

—Espero que les guste —murmuró Justin.

—¡Todo está riquísimo! Extrañaba tu comida.

La cocina estaba envuelta en una bruma de tranquilidad mientras los tres amigos compartían un desayuno casero. Sumida en una conversación sobre sus planes para el fin de semana, April no prestó atención al reloj. De repente, el sonido estridente de su alarma la sobresaltó. Con un grito ahogado, se levantó de la mesa, volcando su taza de café.

—¡No puede ser! ¡Se me hace tarde! —exclamó mientras salía corriendo de la habitación, dejando a Justin y Alexia intercambiando miradas divertidas.

Pero la morena al ver que se olvidaba algo regresó corriendo y el chico. Ya la esperaba en la puerta con una bata de doctor y una pequeña mochila con su almuerzo.

—Ahora sí me voy, adiós Justin nos vemos en la noche. ¡Tu también Lex ten un lindo día!

El muchacho rió de su amiga qué no alcanzó a oírlo.

—Y bien, ¿tienes algo que hacer Alexia?

—Voy a tener una «cita» con una chica que lleva tiempo insistiendo, pero otro día podemos salir tú y yo, quizá invitar también a April.

Justin accedió y Alexia tomó sus cosas dirigiéndose al elevador, después de oprimir el botón que la llevaría a planta baja con rapidez sacó su teléfono y buscó entre sus contactos a Anastasia y oprimió la opción de mensaje de texto.

Alexia
Hola Ana, quería saber si sigue en pie nuestra cita.

Anastasia
¡¿Cómo estás?! Claro para ti siempre. ¿Te parece bien hoy a las 2 de la tarde?

Alexia
Si, me está súper bien, nos vemos entonces.

Anastasia
Entonces te espero afuera de la cafetería a esa hora.

Bueno al menos no pasaría tanto tiempo sola, pero al volver a su casa y revisar su guardarropa se dio cuenta de que no tenía muchas vestimentas adecuadas para una cita así que con una gran velocidad fue a una tienda y eligió lo más bonito que apreció en una tienda. Un enterizo. Era de color negro de mangas largas en los brazos y una transparencia en los hombros.

—Bueno, iré a la casa y dormiré un poco más, todavía es temprano y aún no me veré con ella.

Las horas pasaron y la pelinegra llegó más pronto de lo normal a la plaza que se encontraba bañada por la suave luz de la tarde. Pero para su sorpresa su cita también estaba ahí. Alexia y Anastasia caminaban con cautela, sus manos entrelazadas. El sonido de la fuente y la risa de los niños jugando creaban un ambiente relajado y acogedor. Anastasia, con su sonrisa característica, le señalaba los puestos de artesanías que rodeaban la plaza.

—Mira este collar, ¿no te parece precioso? —preguntó, mostrándole un delicado colgante de plata.

Y ahí estaba Alexia, formando una sonrisa con un poco de esfuerzo. La verdad que le resulta incómodo el momento. Pensó que podía salir normal con ella y tenerla como una amiga, pero ni siquiera soportaba escucharla.

—Es hermoso, pero creo que prefiero estos de aquí —respondió, señalando un par de aretes con forma de pequeñas estrellas.

Por dentro, sin embargo, sentía un nudo en el estómago. Sabía que no podía seguirle el juego a Anastasia. Se notaba que intentaba ser coqueta, pero Alexia no caería en eso.

Se detuvieron frente a un banco de piedra y se sentaron, disfrutando de la brisa fresca de la tarde. Anastasia se acercó un poco más a Alexia, sus ojos brillaban de emoción. De repente, se inclinó y la besó. Fue un beso suave y apasionado que sorprendió a Alexia, y gracias a eso no se dieron cuenta del flash que resplandeció frente a ellas.

—Anastasia —comenzó Alexia apartando a la chica con suavidad—no puedo hacer esto.

—Pero, ¿por qué? ¿Qué pasa? —preguntó Anastasia, con los ojos llenos de lágrimas.

—Porque yo amo a otra chica, me costó conseguir su amistad y no quiero echar a perder eso, y con ella aspiro a algo más —confesó Alexia sintiendo un nudo en la garganta.

—Pero, yo pensé que… —Anastasia se quedó helada.

Antes de que pudiera terminar la frase, un sonido las interrumpió. El flash de una cámara. Ambas se giraron y aunque no vieron nada se quedaron con la vista fija entre los árboles, aunque algo le decía a Alexia que alguien le iba a hacer una mala pasada.

Por otro lado, Aileen que era la maestra del disfraz, tenía una expresión de malicia en el rostro mientras las observaba y con rapidez guardó el teléfono y se alejó de allí, dejando a Alexia y Anastasia atónitas.

—Creo que alguien nos estaba espiando, ¿no crees? Escuché. Al menos me pareció el flash de alguna cámara —dijo Anastasia sintiendo un escalofrío recorriendo su espalda.

—No te preocupes, quizá alguien se tiró una selfi cerca de nosotras, pero no le demos tanta importancia —respondió Alexia tratando de sonar fuerte, pero su voz temblaba.

Sin embargo, Alexia presentía que las cosas se iban a complicar de ahora en adelante. Le asustaba que le fueran con chismes a April, o que Aileen le creara una mala reputación a las dos.

—En serio perdón por lo de hace rato, es que desde que llegué a este pueblo y cuando me di cuenta de que me gustaban las mujeres. Quedé flechada por ti, pero entiendo que en tu corazón no estoy yo.

Eso ya lo sabía y aunque intentó en varias ocasiones hablarlo con ella y corresponder sus dichosos sueños con April comenzaron a ser frecuentes y de manera inconsciente la rizada le comenzó a llamar la atención y sintió que no era justo «corresponderle» a la chica.

—Si te parece podemos ser amigas. Y quizá te presente a alguien.

Feliz ella aceptó la oferta, al menos no la había rechazado por completo como hicieron otras personas en el pasado. La cita continuó con naturalidad, vieron los peces en las lagunas del parque, el agua se veía cristalina haciendo resaltar a cada uno, también anduvieron en bote y comieron hamburguesas sentadas bajo árboles que poseían hojas moradas.

—No sé cómo se llaman, pero están preciosos.

—Comparto opinión.

Pero como todo buen momento empieza tiene que acabar y ahí estaban. Alexia acompañó a Anastasia hasta su casa. Quedaba junto detrás de la suya, así que no tenía problema.

—Listo, llegamos… me la pasé increíble, espero que algún día se repita —murmuró Anastasia.

Se despidieron y Alexia agarró su móvil, puesto que había recibido un mensaje de texto. Por parte de April.

April
¿Te apetece vernos? Acabo de salir de trabajar.

Alexia
Estoy en Bluesnow ahora mismo, pero siempre es un placer verse contigo. No importa lo que tenga que atravesar. Siempre voy a tratar de llegar lo más rápido hasta dónde estés tú.

Después de una jornada tan larga de trabajo eso era lo justo, a April le apetecía ver a la pelinegra. Ella era a única que podía hacer que se relajara. Si le dio cosa que le dijera que estaba en el pueblo. Pero igual vendría hasta aquí.

Fue cuestión de una hora y Alexia llegó y la morena la esperaba ahí en un rincón del hospital. La luz del sol ya se estaba despidiendo y eso hacía que April temblara un poco.

—Perdón, agarré un taxi, pero el inepto no entendía lo que le decía. Y me dejó por otro lado.

Y aunque no lo admitieron ambas estaban nerviosas, a pesar de que ya han salido así desde antes. Pero algo esa noche era diferente y Alexia lo notó rápido. April tenía frío.

—Ten, te traje un abrigo, sabía que lo ibas a necesitar.

April sonríe cuando Alexia se posiciona para ponerle el gabán algo que la puso nerviosa de forma indescriptible.

—Muchas gracias, y bien ¿tienes algún plan? O podemos ir a mi casa ¿Qué opinas?

En ese momento, Alexia, presa de los nervios por algo que quiere decirle a April, casi se le cae un dulce que tenía como sorpresa para April.

—¡Oh, mierda! Estoy tan nerviosa… se suponía que esto iba a ser una sorpresa.

Después de reír por un rato ambas se dirigen a la playa que estaba casi saliendo de la ciudad. April quería tener una cita con Alexia. Pero esta vez cambiando un poco la rutina.

—Oye pigmeo, amo cuando tú armas el plan, pero por favor aunque sea dame una pista del lugar al que vamos.

—Oh, bueno, pues vamos a un lugar con agua y peces.

Al ver la cara de confusión que había puesto Alexia April sonríe como si hubiera hecho una travesura.

—Está bien, tengo muchas opciones, pero dejaré que tú me guíes.

Las calles de la ciudad comenzaban a quedar vacías ocasionando que el ambiente fuera un poco más ligero, y Alexia cómo detalle compró unas flores para April y está vez se aseguró que el nerviosismo no arruinara nada.

Caminaron por un rato y Alexia empezó a oír agua chocando en algo. Y a su nariz llegó un olor a sal.

«No me jodas, yo pensé que me llevaría a un acuario. ¿Ahora qué hago? No tengo ropa de baño.» Meditó Alexia.

«Aunque si detallo bien a April… ¡Ese vestido no lo tenía en la mañana!» Pensó.

—Espero que te guste el traje. Lo elegí pensando en ti —susurró April de manera coqueta.

—Tú, ¿Ya lo tenías planeado? Me hubieras dicho y me ponía algo más cómodo.

April sonríe y asiente mientras la ve a los ojos. No quería arruinar la sorpresa, porque quería ver si la intuición de Alexia funcionaba y por lo visto no.

—Si no tienes traje de baño, Alexia. Puedes meterte al agua en ropa interior o desnuda. Mojar ese enterizo debe ser demasiado incómodo.

Mientras hablan de lo que se les fuera ocurriendo, Alexia iba despojándose de su ropa. En teoría, April ya vio desnuda a la pelinegra en dos ocasiones, solo que por el estado de embriaguez April no recordaba nada en lo absoluto. Cuando por fin están preparadas para ir al agua, la morena recibe otro mensaje amenazante en su teléfono y lo esconde con tal velocidad que eso alertó a alexia.

—¿Pasa algo? Te ves un poco pensativa.

—He vuelto a recibir otro mensaje —susurró después de liberar un suspiro.

En el instante Alexia se pone pálida, no sé imaginaba que esa situación iba a seguir.

—¿Otro? ¿Qué dice?

—Lo mismo de siempre. Me están amenazando —susurró con un hilo de voz.

—¡No puedo creerlo! Tenemos que hacer algo. Podemos ir a la policía.

—No sé si sea buena idea. Y si lo hago, ¿qué le diré a la policía? No tengo pruebas.

Alexia toma la mano de April y la besa en los nudillos. Murmurando que no tiene nada que temer.

—Sé que tienes miedo, pero no podemos permitir que esto siga así. Podemos pedir ayuda a alguien en quien confiemos.

April asiente y al ver el teléfono la sonrisa se borra de su rostro. Era una foto de Alexia con ese mismo enterizo besando a una chica.

—Sabes, tienes razón creo que debería montar una denuncia. Pero ya será otro día que tenga más tiempo.

Alexia observaba a April con una mezcla de curiosidad y preocupación. Algo en su amiga había cambiado. Antes de comenzar a recibir esos dichosos mensajes, estaba tan alegre y llena de vida, ahora parecía distante y ensimismada.

Sus risas espontáneas habían sido reemplazadas por suspiros silenciosos. ¿Qué le habría ocurrido? ¿Fue bastante grave el mensaje? Mil preguntas cruzaban por la mente de Alexia, buscando una explicación para este cambio tan drástico.

¿Una discusión con alguien? ¿O le habrán enviado la foto? Ay no por favor que sea cualquier cosa menos eso, la incertidumbre la consumía, ansiando saber qué ocultaban esos ojos que antes rebosaban de felicidad.

—April… —murmuró Alexia—¿podemos hablar? ¿Qué fue lo que pasó?

Al decir esas palabras April soltó la primera lágrima. Trataba de ser fuerte, pero cuando la pelinegra le hablaba con ese tono no podía ser capaz de resistir. Y con manos temblorosas le mostró el teléfono a la muchacha.

—Yo… pensé que me amabas lo dijiste tantas veces que en serio creí que fueran verdad

—Claro que te amo y mucho —respondió volviendo a vestirse, tenía el presentimiento de que la conversación iba para rato así que no quería morir de frío.

¿Tenía motivos para dudar? Claro que sí, Alexia era una mujer preciosa y era imposible que tuviera a una sola mujer.

—¿Ella quién es? —mencionó tratando de ocultar sus celos.

—Es una amiga, trabaja en la cafetería del pueblo, hace unos días me invitó a salir, pero como estaba cuidando a Coraline la rechacé y hoy pues no tenía nada que hacer así que le dije para armar el plan. Anastasia me besó, me confesó que le gusto aunque le dije que nada más quedáramos como amigas y aceptó. Pero no pasó nada más.

—Comprendo, aunque me parece que es una total falta de respeto que la ropa que utilizaste para salir con ella también la uses conmigo. ¡En el mismo día! —exclamó indignada.

—Eso lo podemos arreglar, ¿Qué tal si me la quitas? —dijo Alexia en un tono seductor.

—¡Alguien nos puede ver! ¡Eres una pervertida! —implicó de manera divertida.

Entre risas y juegos después de haber resuelto toda controversia y corrieron al agua que se hallaba fria y April lanzó varias maldiciones de forma tierna.

Ambas se abrazan con fuerza, encontrando consuelo en la compañía de la otra. A pesar de la amenaza, sienten una conexión más fuerte que nunca. Se dan cuenta de que juntas pueden enfrentar cualquier cosa.

—Eh, April —comenzó a hablar con su voz apenas siendo un susurro poco audible—desde hace un tiempo quería decirte esto, pero no me animaba.

April le miró con sus ojos grandes y llenos de curiosidad. Tal vez le pediría lo que hace tiempo estaba esperando. Aunque tenía miedo también.

—¿Qué sucede? No me asustes por favor —respondió tratando de ocultar el nerviosismo que empezaba a sentir.

Sin previo aviso, Alexia se acercó y unió sus labios a los de April en un beso suave y tímido. La sorpresa de April fue evidente, pero pronto cedió a la sensación, respondiendo al beso con la misma intensidad.

Al separarse, Alexia tomó aire y miró a April de manera fija, sabía que si no lo decía ahora, jamás tendría el valor.

—Sé que tal vez esto es un poco apresurado, pero no me lo puedo seguir guardando, y antes de hacer la pregunta quiero decir unas palabras; Llegaste a mi vida en un momento, en el que creí que estaría mejor sola —el aire le faltaba, sentía que por obligación debía parar un momento y respirar.

Los nervios la traicionaron a tal punto que tuvo que hincarse. Sentía débiles las piernas y la ansiedad estaba al mil, hace mucho no aparecía y eso la asustaba.

—Sin embargo, de entre tanta gente tú lograste que mi corazón volviera a sentir amor. Quiero ser tu lugar seguro y que tú seas el mío. Que tengamos la confianza de dormir juntas sin distancia. Y sé que en esta vida y en las siguientes, tú eres para mí y yo soy para ti y con todo esto me refiero a si quieres ser mi novia —dijo Alexia con una sonrisa y su voz temblorosa por el frío y el miedo a ser rechazada.

April sabía que la profesión de Alexia era poeta, pero jamás creyó que escucharía palabras tan lindas y sinceras. Y conocía a la perfección el significado de la palabra «Novia», sentía temor, no se hallaba preparada para ese paso, aunque lo deseaba. La morena la observaba con atención, a sus ojos Alexia era una obra de arte. Estaba enamorada sin duda.

—Yo… —comenzó April dudando de lo que diría—Si quiero, pero prométeme que vamos a estar siempre juntas —dijo finalizando con su voz apenas audible. Tenía miedo al abandono, eso era obvio.

Alexia sonrió con alivio y ternura. Por fin su sueño se había hecho realidad y ya no tendría que fingir con ella.

—Mira, desde lo más sincero de mi corazón, April. Prometo que voy a amarte y no voy a esperar que otra u otro venga y lo haga, estaremos juntas por muchos años —tomó las manos de April y las entrelazó con las suyas.

April sintió como si el mundo se detuviera en ese momento. Las palabras de Alexia resonaban en su cabeza.

—Yo también te amo —susurró, y una lágrima rodó por su mejilla.

Se abrazaron con fuerza, sintiendo el calor de sus cuerpos y la seguridad de saber que por fin estaban juntas. El sol empezaba a ponerse, tiñendo el cielo de colores cálidos. Y allí, en el agua, las dos se dieron un beso bajo la luz crepuscular y desde ahí nació una historia de amor que prometía ser inolvidable.

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