33- El secreto de los astros
La verdad? April tenía muchas más preguntas que respuestas, siempre le costó socializar o expresar sus sentimientos. Sea lo que fuera que llenaba su corazón de confusión deseaba que todo acabará rápido. Quería vivir en paz ya, pero el destino tenía otros planes.
—Lo lamento, no sé si es que, solo… me gustan tus ojos —mintió.
Durante el camino ambas observaban las flores y árboles de la zona, les llamaba la atención el cantar de las aves así que siguieron poniendo cuidado de los sonidos nuevos.
«Parece el macho que está cortejando a la hembra.» Pensó April.
Las chicas intercambiaron miradas, el bosque apacible en su totalidad daba la seguridad que nadie las juzgaría si expresaban con los ojos lo que tenían en sus corazones.
Y como si se tratase de dos niñas de no menos de 5 años comenzaron a correr y a perseguirse jugando por horas así. Pero una de ellas tropezó y cayó sobre la otra acabando con la magia del momento y sacando aquellas palabras que la morena evitaba.
—Oye, respecto a lo de anoche… me preguntaba ¿Qué sientes por mí? Yo te puedo decir lo mucho que lo lamento y que mi intención nunca fue besarte, a pesar de que la realidad es que sí quería hacerlo. No sé qué me pasó—habló April siendo bastante sincera.
Luego de unos minutos la pelinegra decidió que lo mejor era romper el silencio y con una sonrisa expresó lo que pasó por su mente.
—¿Te imaginas si alguien nos hubiera visto anoche? Después de ese beso bajo las estrellas —susurró con emoción.
La risa de la morena se escapó con un poco de nerviosismo, pero aún así dijo lo que quería.
—¡Ni lo pienses! Me pondría roja como un tomate. Comprenderás que esto aún es difícil para mí.
Alexia tomó la mano de April de manera amigable, tenían que pasar un pequeño riachuelo así que la pelinegra sintió esa necesidad.
—Fue increíble, ¿verdad? Sentirnos tan conectadas. No sé si entre tú y yo estos sentimientos sean mutuos y en algún momento me gustaría intentar algo contigo.
—Sí, lo fue. Aunque ¿y si alguien se entera?
—April, sabes que puedes confiar en mí, ¿por qué te preocupas tanto? En mi círculo de amigos todos nos darían su apoyo, mis primos sin duda te adorarían —susurró Alexia con una sonrisa.
Por reflejo la rizada bajó su mirada con vergüenza por las palabras dichas, amaba eso de la pelinegra. Siempre algo bonito saldría de sus labios.
—Lo sé. Pero mis padres… No salen de un pensamiento tradicional. No creo que lo entiendan.
Ambas se quedaron abrazadas por unos minutos y luego siguieron su camino observando su entorno. Todos los animales llenos de energía, comenzaron a corretearse jugando a sus maneras. Y sin que Alexia se diera cuenta April iba recolectando frutas de todos los colores y tamaños. No quería admitirlo, No obstante su estómago rugía como un león.
—Escucha, sé que es difícil. Pero no tienes que avergonzarte de lo que sientes. Fyl gur medù trïcth je drôñe.
“No hay peor miedo que el que te impones” una de las más lindas frases que se acoplaban a la perfección ante la situación.
—Somos adultas y tenemos derecho a decidir sobre nuestras vidas. Aparte que el árbol genealógico o de la familia es solo una planta lo puedes podar y dejar que crezcan nuevas ramas con las personas que quieras.
Las lágrimas caían sin control de los ojos de April mojando sus rechonchas mejillas. Y al ver esto Alexia se acercó con sus pulgares secó con delicadeza sus rostro
—Lo sé, pero tengo miedo. Y es uno incontrolable. Me da pánico el rechazo o que me juzguen.
—No te preocupes por lo que digan los demás. L’corh kirych, yum tsk inkyu —murmuró Alexia en un tono suave.
“El corazón ama, aunque se lo nieguen” y era verdad o eso quería creer, desde pequeña lo oía y anhelaba que fuera cierto y que no solo se lo decían las monjas como para que no dejara de creer en el amor.
—Lo importante es que nosotras nos sintamos bien. Y créeme, lo que sentimos es real y hermoso. Al menos de mi parte si te puedo asegurar que tu amù.
«¡Me dijo tu amù! ¿¡Me ama!? Me estaba diciendo la verdad, ¿o no?» Pensó April con su pulso en aumento.
Ambas se quedan en silencio, mirando hacia el horizonte. Tenían miedo de que esa armonía se arruinara.
—Gracias por estar aquí para mí, Alexia.
Con una voz fina y un poco temblorosa logró agradecerle por todo. La cita que tuvieron ayer fue maravillosa y también ese momento en el que hablaron.
Después de que April parase de llorar, Alexia le dio un beso en la mejilla, las reacciones fueron inesperadas, tuvieron un toque de ternura. Puesto que luego de eso sonrió e intentó esconder su rostro con sus pequeñas manos.
—Siempre estaré aquí para ti, aunque las personas me pongan mil obstáculos. L’corh kirych, yum tipc tict niu.
El corazón ama, a pesar de que muera al hacerlo, esa frase puso pensativa a April. ¿Podía ilusionarse con ella? ¿Su relación sería sana? ¿No tendría que huir? Aunque dijera que su duda solo tenía que ver con sus padres eso era una vill mentira, también involucra a Ethan, su ex con el que duró bastante tiempo y ya no lo vería más, pero por su culpa, le asustaba abrir su corazón de nuevo.
Las chicas continúan caminando, sus manos entrelazadas. La luz del sol baña sus rostros, reflejando la esperanza y la incertidumbre.
—A veces siento que vivo en dos mundos. Uno contigo, donde todo es posible y lleno de amor. Y otro, el de mi familia, en el que mi felicidad parece ser un delito.
De la manera más amigable, la pelinegra sostuvo entre sus manos las mejillas ajenas. Y la observó con ternura.
—No estás sola en esto, April. Juntas podemos enfrentar cualquier cosa.
—¿Crees que algún día podremos vivir nuestra relación sin miedo? —mencionó sonriendo con tristeza.
«¿Había algo entre ellas? No, por supuesto que solo se estaba imaginando todo.» Meditó.
—Claro que sí. La sociedad está cambiando, las mentes se están abriendo. Quizás no sea fácil, pero juntas podemos construir un futuro donde el amor sea libre —respondió con una gran determinación.
April le sonríe con timidez, no entendía en qué momento le había comenzado a gustar aquella muchacha de cabello negro como la noche. Pero de algo si estaba segura y era que quería todo con ella.
Porque aun sintiendo un rayo de esperanza en medio de la incertidumbre. Saben que el camino será difícil, pero el amor que sienten las unirá y les dará la fuerza para seguir adelante.
Con un poco de esfuerzo lograron salir del bosque que tal parece que se las quería tragar ya era casi mediodía. Y cuando por fin llegaron a un lugar conocido se alegraron y corrieron en dirección a la casa de Alexia, al poco rato, April casi lloraba de la emoción de que por fin comería algo que llenara su estómago, ingresaron con rapidez y luego de ingerir unas tostadas con yogur se dirigieron a la terminal.
—Oye ¿me podrías acompañar a la ciudad? —preguntó April y la pelinegra no pudo negarse a lo que vio su carita de cachorro.
Cuando ya tenían los boletos en sus manos, checaron el número de bus que les había tocado y cómo se dieron cuenta de que aún no llegaban se dirigieron a la parte interna de la estación que les correspondía y se sentaron a esperar.
En la expresión de su rostro April irradiaba tranquilidad de esa que lograba contagiar a los demás incluso a Alexia. Y ahí en una posición medio extraña la rizada acurrucó la cabeza en el hombro de su acompañante.
—¡Personas con destino a Froeglosa!
April había caído en un sueño pesado, Alexia que se encontraba despierta escuchó cuando llamaron para subir al bus. Pero por más que intentaba despertar la morena no lo conseguía así que se puso de pie colgando en su hombro el bolso que la chica llevaba. Y la cargó hasta donde esperaba el autobús y subió con April aún en brazos y buscó sus puestos y ahí recién reaccionó.
—¿Qué? ¿Qué pasó?
—Hola bella durmiente, ya vamos a la ciudad.
A lo que escuchó el apodo vio su alrededor y quiso ser un avestruz al darse cuenta de que Alexia la sostuvo hasta ahí. La única persona que la podía cargar y para ella era algo normal. Justin. Con otros individuos le daba vergüenza que se dieran cuenta lo mucho que pesaba.
—Perdón…
—¿Por qué te disculpas? No me gusta que lo hagas cuando no es necesario y si tienes algún inconveniente con que te he traído hasta aquí, quiero que sepas que no pesas mucho, yo no tengo problema en hacer cosas así por ti. Te amó y te lo dije una vez, lo volveré a repetir cuánto sea necesario.
El sonrojo de April seguro se notaba desde ahí hasta el último asiento del transporte, pero no podía evitarlo, esperaba cualquier cosa menos esas palabras tan bonitas.
—Por favor todos pónganse sus cinturones, porque será un camino bastante movimiento —habló el conductor desde un micrófono.
Pasaron un par de horas que emprendieron y al fin las chicas vieron como las luces de Froeglosa titilaban pareciendo luciérnagas en la noche, reflejándose en los ojos de ambas.
El edificio de apartamentos donde vivía April estaba un poco cerca, pero no quería que Alexia caminara así que pidió un taxi solo les tocaba esperar, y en el instante que pasaron por las dos, le dijo que siguiera la dirección que marcaba el ticket digital. Varias partes por las que fueron, eran desconocidas para Alexia, pero la dejó tranquila. Que April estuviera relajada.
A escasas cuadras de su destino, apreciaron como se erguía imponente frente a ellas la gran edificación, marcando el fin de una noche mágica.
Al llegar el taxi las dejó en medio de la calle y observó su alrededor. Y sujetó con cuidado la mano de la pelinegra.
—¿Cómo te sientes? El malestar… —susurró con miedo.
—Si te soy sincera, me preocupas más tú, anoche dormimos juntas.
April asintió, y con su mirada recorrió el rostro de Alexia, ahora que lo pensaba tenía que estar pendiente de su salud, porque hasta se han besado sin importar nada. "Sí, llegamos. Fue increíble."
En ese instante, el impulso fue fuerte. Y cuando April menos se dio cuenta sus labios ya estaban sobre los de Alexia. Fue un beso suave, lleno de promesas y de la emoción que habían compartido durante toda la noche. La pelinegra respondió de inmediato, envolviendo a April en sus brazos.
Cuando se separaron, ambas jadeaban con suavidad mientras sus frentes permanecían juntas.
—No quiero que esto se termine —susurró.
Alexia miró a April con una sonrisa y la ayudó a subir los escalones que guiaban a la entrada.
—Yo tampoco. Aunque aún no hemos hablado bien de lo que tenemos. Oye ya debo irme. Es tarde y me acordé de que mi mejor amigo iba a ir a mi casa.
Justo cuando Alexia se disponía a despedirse, April la tomó de la mano.
—Espera… ¿No te apetecería subir? Así sea solo un rato —pidió con ojos pizpiretos.
Alexia parpadeó sorprendida. Ya que en definitiva no se lo esperaba.
—¿Ahora mismo?
April asintió su rostro enrojecido, pero tenía una sonrisa porque había logrado su objetivo. Que la pelinegra lo considerara.
—Solo si quieres. No estás obligada —confesó con rapidez.
Alexia no necesitó más invitación. Sonrió y juntas entraron en el edificio y se dirigieron al elevador y April oprimió el botón que lo haría bajar.
Al llegar por fin a la puerta debían, Alexia se quedó sorprendida. Las paredes, antes grises, ahora poseían un color melón suave y cálido. Los muebles, que en algún momento fueron oscuros, eran de madera clara, creando una atmósfera acogedora y luminosa.
—¿Te gusta? Hace poco que Justin me ayudó a remodelar todo —explicó April—quería que fuera un lugar más alegre.
—Te quedó precioso —Alexia asintió, admirando cada rincón en el que veía un cambio.
Sin más remedio llamó a Ángelo para decirle que ella no llegaría sino hasta más noche y que la disculpara porque sabía a la perfección que tenían planes y todo salió distinto, pero le explicó que acompañó a April a la ciudad y ella la invitó a pasar a su casa. El chico lo comprendió y en broma le deseó una linda velada.
Una cómoda calma se instaló en el ambiente. April sirvió dos tazas de té y una se la entregó a Alexia. Mientras bebían, sus miradas se cruzaron de vez en cuando, cargadas de una intensidad que iba más allá de la amistad. La pelinegra notó cómo sus dedos rozaban con mucha delicadeza los de la rizada y una corriente eléctrica recorrió su cuerpo.
De repente, el teléfono de April vibró sobre la mesa y lo tomó entre sus manos con nerviosismo y al leer el mensaje, su rostro se puso pálido.
—April, ¿qué pasa? —preguntó Alexia, notando su cambio de color.
Desconocido
Sé lo que estás haciendo. Si no quieres que nadie se entere, lo mejor es que te mantengas callada.
April con las manos temblorosas por el pánico levantó el teléfono y le mostró a Alexia el contenido del texto, leyó y frunció el ceño.
«¿Quién demonios haría algo así?» Pensó, y una ira fría recorrió todo su cuerpo. «¿Cómo se atreve a asustarla? Sea quien sea está me la paga.»
—¿Quién te ha mandado esto? —preguntó en voz baja, sin embargo, en su voz había determinación que no pasó desapercibida para April.
La rizada negó con la cabeza, incapaz de hablar. De repente, empezó a respirar con dificultad, su corazón latía a mil por hora. Un ataque de pánico se apoderó de ella. Alexia se levantó con rapidez y cortó la distancia que la separaba de la morena y la abrazó con todas sus fuerzas.
—Tranquila. Estoy aquí contigo —susurró Alexia, acariciando con suavidad el cabello de April.
Sus pensamientos se volvieron oscuros por un momento, le daban unas inmensas ganas de matar a golpes todo aquel que la lastimara.
«Maldita sea, ¿quién se cree para amenazarla así?» Pensó, mientras con disimulo apretaba los puños. «Voy a descubrir al responsable y lo haré pagar.»
De a poco, April fue recuperando el control de su respiración. Alexia la ayudó a sentarse y le sirvió un vaso de agua.
—Lo siento —susurró April, en medio del llanto, y como consecuencia sus ojos quedaron enrojecidos.
—No tienes nada que lamentar —respondió secando sus lágrimas —Estoy aquí para ti, siempre.
Alexia apretó la mano de April a modo de consuelo y la hizo ir hasta la cocina. La sentó en la encimera y se dispuso a hacer algo que la morena no pudo ver, ya que le habían vendado los ojos.
—No vamos a dejar que esto nos venza. Juntas superaremos lo que venga.
Por el sonido April supo a dónde mira así que llevó su cabeza al lado derecho e hizo un movimiento afirmativo.
—Tengo miedo. Pavor de que me hagan daño, de que esto no se detenga. ¿Podrías quedarte a dormir conmigo esta noche?
Alexia sintió un nudo en la garganta al escuchar esas palabras. Asintió con determinación a pesar de que sabía que no la veía.
—Por supuesto que sí, April —respondió con firmeza, sintiendo un profundo instinto protector hacia ella—estaré aquí contigo, el tiempo que lo necesites.
Ambas se dieron un gran abrazo, Alexia prometió protegerla con todas sus fuerzas. La vulnerabilidad de April había despertado un amor y una protección tan intensa que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para garantizar su seguridad y felicidad. Y pasaron algunos minutos y la desesperación dominaba la atmósfera y por más que la morena realizaba preguntas respecto a lo que la de iris grises hacía no obtuvo respuesta.
Sin recibir ayuda, Alexia comenzó a servir el almuerzo y justo cuando las chicas se disponían a comer llegó Justin que las saludó, y se notaba bastante cansado. Puesto que, le tocó llevar a Coraline al parque y luego a la casa de su padre, puesto que él no podía pasar por ella a la ciudad porque trabajaría horas extras.
—Hola Alex… —dijo con descuido y cuando se dio cuenta volteó con sorpresa—¿Qué haces aquí?
—Ella me acompañó y la invité a quedarse.
El chico perplejo por esas palabras sonrió y se dirigió a la cocina para agarrar algo de comer y dijo que tenía mucho que contarle.
—¡Hoy fue un día estupendo! Tu sobrina es encantadora.
—¿Qué pasó, Justin? ¡Cuéntamelo con detalles!
—Pues verás, fuimos al parque y nos subimos a los juegos. ¡El tobogán gigante fue lo máximo! Pero lo mejor fue cuando encontramos un escondite secreto detrás del árbol más grande.
—¡Un escondrijo encubierto! ¡Qué divertido! ¿Y qué hicieron ahí?
—¡Jugamos a los espías! Coraline llevaba una linterna y yo era el villano. Nos perseguimos por todo el parque, fue como estar en una película.
—¡Guau! ¡Qué imaginación tienen! ¿Y luego qué pasó?
—Cuando íbamos de vuelta a casa de Coraline. Ah la llevé porque su papá me lo pidió, ya que él no podía recogerla, vimos un arcoíris. ¡Era tan grande y bonito! Dijo que era un puente al mundo de los sueños.
—¡Wow! ¡Me sorprende que mi sobrina busque siempre la diversión en todo! ¿Y qué hicieron con el arcoíris?
—¡Corrimos para ver dónde acababa! Fue mágico verlo, pero Coraline se puso triste, pues no encontramos el final. Y cuando llegamos a su casa, su papá nos hizo unos deliciosos sándwiches de queso a la parrilla.
Alexia y April compartieron miradas y rieron y vieron que Justin no comprendió el motivo de la acción de ambas. La morena explicó el porqué y él les hizo compañía.
—Es algo irreal, pero ¡Qué rico suena! ¡Y por lo que veo fue un día perfecto!
—¡Lo fue! ¿Y sabes qué? ¡Creo que Coraline y yo vamos a ser los mejores amigos del mundo!
Los tres se carcajearon y continuaron hablando, emocionados por las aventuras que les esperaban.
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