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32- Conexión

Los primeros rayos del sol se filtraban con timidez entre las hojas, bañando el bosque en una luz suave y dorada. Las gotas de rocío centelleaban como miles de pequeñas estrellas, creando una atmósfera mágica y onírica. Los pájaros comenzaban a entonar sus melodiosas canciones, dando la bienvenida a un nuevo día. El aire fresco y húmedo acariciaba sus rostros, perfumado por la tierra y las flores silvestres.

Al despertar April se sonrojó, pues al abrir los ojos lo primero que vio fueron los labios de Alexia que se abrían y cerraban con lentitud.

Al sentir un suave movimiento Alexia se estiró con pereza, sus brazos se extendieron por encima de su cabeza con un bostezo que sacudió su cabello. Sus ojos se abrieron con lentitud y se posaron en la mirada avellana de April.

—Buenos días —susurró Alexia, su voz apenas podía apreciarse.

April murmuró algo ininteligible y se acurrucó más cerca de Alexia. Con un movimiento suave, Alexia pasó su mano por el cabello de April, sintiendo la suavidad de sus hebras.

—Cinco minutos más… —pidió April, su voz somnolienta.

—No podemos, tenemos un día por delante —respondió Alexia con una sonrisa.

Alexia se sentó en la cama y observó a April con una mirada cálida y esta se la devolvió con un poco de dudas. Luego, se inclinó y dejó un beso suave en la mejilla de April.

—Buenos días, Alexia ¿Y cómo que día por delante? Te recuerdo que aún estás enferma —dijo April sonriendo.

—Sí lo sé, pero ya me siento mejor. Así que vamos a tener una cita —mencionó dando una palmada a la pierna derecha de April.

Ambas se quedaron mirando de manera fija, disfrutando de la tranquilidad del momento.

—¿Qué te parece si yo hago algo de comer? Es mejor que tú descanses un poco más aparte de que en la madrugada te prometí un desayuno especial —recordó la morena.

—¿En serio? Eres un ángel —exclamó Alexia.

Luego de ver su reflejo en un espejo se levantó de la cama y se dirigió a la cocina. Mientras preparaba el desayuno, la pelinegra se quedó en la cama leyendo un libro. Después de un rato, April volvió con una bandeja llena de tostadas, fruta y café.

—¡Desayuno en la cama! —anunció con una sonrisa.

Ambas se dieron las gracias riendo de la bobada que hicieron, sonrieron y ambas se acomodaron en la cama y comenzaron a desayunar, charlando sobre cualquier cosa que se les ocurriera.

—¿Y si después de desayunar vamos a leer en el jardín? —sugirió April.

—¡Me encanta esa idea! Y después, ¿qué te parece si hacemos un pícnic en el bosque? —propuso Alexia.

—¡Sí! Me gustaría conocer estos lugares, ¡se ven preciosos! —exclamó April.

Después de desayunar, ambas se dirigieron al jardín con sus libros y una manta. Se acostaron bajo la sombra de un árbol y se sumergieron en la lectura. El sol brillaba y el canto de los pájaros llenaba el aire.

—¿Has leído este cuento? —preguntó Alexia, señalando un libro.

—No, pero tiene buena pinta. ¿De qué trata? —respondió April.

Alexia le contó a April sobre el libro, y ambas se quedaron charlando durante un rato. Después de un rato, Alexia se levantó y estiró los brazos.

—¿Qué te parece si nos vamos de excursión? —sugirió Alexia.

—¡Claro! —exclamó April.

Ambas se levantaron y empacaron una pequeña mochila con agua, sándwiches y una cámara. Se adentraron en el bosque, siguiendo un sendero estrecho. A medida que avanzaban, Alexia señalaba las diferentes plantas y animales que encontraban.

—¿Ves esa flor? Es una campanilla de invierno. Son delicadas, a tu izquierda tienes tulipanes —explicó Alexia.

—¡Que preciosas! Y mira ese pájaro, ¡qué colores tan bonitos tiene! —exclamó April.

Alexia sonrió. Le encantaba compartir su conocimiento sobre la naturaleza con April. A medida que se adentraban más en el bosque, el sendero se volvía más estrecho y la vegetación más densa. De repente, Alexia se detuvo.

—¡Mira! Un arroyo —exclamó.

Ambas se acercaron al arroyo y se sentaron en una roca. Sacaron sus sándwiches y comenzaron a comer, disfrutando de la tranquilidad del lugar.

—Este es el mejor día —dijo April.

—Estoy de acuerdo —respondió Alexia.

Después de su pequeño picnic junto al arroyo, Alexia y April decidieron adentrarse aún más en el bosque. El sendero se volvía cada vez más estrecho y la vegetación más espesa, creando una atmósfera misteriosa y emocionante.

—Mira este árbol —exclamó Alexia, deteniéndose frente a un roble gigante—tiene al menos cien años —tocó la rugosa corteza con reverencia—me pregunto cuántas historias habrá presenciado.

April movió su cabeza afirmando mientras admiraba el tamaño del árbol.

«Es increíble pensar en todo lo que he visto.» Pensó.

Mientras continuaban caminando, escucharon un ruido extraño proveniente de los arbustos. Ambas se detuvieron y se miraron con curiosidad.

—¿Escuchas eso? —preguntó April en voz baja.

Alexia hizo un leve movimiento con la cabeza afirmando la pregunta. Con cautela, se acercaron a los arbustos y apartaron las ramas. Allí, anidada en una pequeña cueva, encontraron una familia de ardillas. Las pequeñas criaturas las observaban con ojos brillantes, sus colas esponjosas danzaban con nerviosismo.

—Son tan lindas —susurró Alexia, sacando su cámara para tomarles una foto.

Las ardillas, sintiéndose seguras, se acercaron un poco más, extendiendo sus pequeñas manos para tomar una nuez que Alexia había sacado de su mochila.

Después de pasar un rato observando las ardillas, las chicas continuaron su camino. El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos de naranja y rosa. El bosque se volvía cada vez más oscuro, y la temperatura descendía.

—Creo que deberíamos regresar —sugirió April, mirando hacia atrás.

—Tienes razón. No queremos perdernos.

Justo cuando estaban a punto de dar la vuelta, escucharon un ruido fuerte. Un árbol había caído a través del sendero, bloqueando su camino.

—Oh, no —exclamó April.

Alexia examinó la situación, Hoy se dio cuenta de lo complicado que se hace desde que "Tendremos que hallar otra manera de pasar."

Después de buscar durante unos minutos, encontraron un pequeño desvío que las llevaría por detrás del árbol caído. Sin embargo, el camino era más estrecho y lleno de raíces, lo que hacía que fuera difícil caminar.

—Ten cuidado —advirtió Alexia a April.

Después de un rato, al final lograron rodear el obstáculo y salir del bosque. La luna llena iluminaba el camino de regreso a casa.

—Ojala que podamos seguir teniendo aventuras tu y yo —dijo April estirando sus piernas.

—Sí, lo fue —respondió Alexia—nunca me canso de explorar este bosque."

Después de su emocionante aventura, Alexia y April regresaron a casa con los corazones llenos de alegría. Se sentaron en el sofá, rodeadas de las fotos que habían tomado, y comenzaron a compartir sus impresiones sobre el día.

—Me encantó ver a las ardillas —dijo April, sonriendo— eran tan adorables.

—A mí también —respondió Alexia—y el árbol gigante... parecía sacado de un cuento de hadas.

En su excursión, en una parte del bosque tropezaron con algo extraño: una antigua caja de madera enterrada bajo una capa de hojas. Con cuidado, la desenterraron y la abrieron. Dentro, encontraron un diario lleno de escritos y dibujos antiguos.

Pasaron horas leyendo el diario, tratando de descifrar los misterios que contenía. Según el diario, el bosque había sido el hogar de una tribu indígena hace muchos años. Habían vivido en armonía con la naturaleza y tenían un profundo conocimiento de las plantas medicinales y los ciclos naturales.

—Es increíble pensar que todo esto sucedió aquí mismo — dijo April.

A partir de ese momento, Alexia y April se sintieron aún más conectadas con el bosque. Sentían una profunda responsabilidad de proteger este lugar especial y de compartir su conocimiento con los demás.

Con el corazón palpitante de emoción, Alexia y April se adentraron más en el bosque. El sol comenzaba a filtrarse entre las hojas, creando un espectáculo de luces y sombras que bailaban en el suelo del bosque. Se sentían pequeñas e insignificantes ante la inmensidad de la naturaleza, pero al mismo tiempo, profundamente conectadas con ella.

—¡Mira, una seta! —exclamó April, señalando un hongo de vivos colores—he leído sobre ella, a pesar de ser comestible, casi nadie se atreve a probarla, porque es un poco amarga.

Alexia solo podía escucharla y le parecía interesante la información que a veces podía salir de los labios de la morena. Y eso también le resultaba atractivo para ella, admiraba la belleza de la naturaleza y a veces sus iris rodaban a la dirección de April.

«Es increíble cómo hay tantas formas de vida diferentes en un solo lugar.» Meditó Alexia.

Mientras caminaban, sus ojos se posaron en algo brillante entre las hojas secas. Se agacharon para examinarlo y descubrieron una pequeña caja de madera, antigua y desgastada por el tiempo. Con cuidado, la desenterraron y la examinaron. La caja estaba cerrada con una cerradura oxidada, pero no tenía llave.

—Qué curioso —dijo Alexia—¿qué crees que habrá dentro?

—Quién sabe. Tal vez un tesoro.

Con cuidado, ambas intentaron abrir la caja, pero la cerradura resistió todos sus intentos. Finalmente, Alexia encontró una pequeña rama afilada y, con paciencia, logró abrir la cerradura. Dentro de la caja había un rollo de pergamino amarillento y una pequeña bolsa de tela.

Con manos temblorosas, comenzaron a desenrollar el pergamino. Parecía ser un mapa antiguo, dibujado a mano, que mostraba el bosque y sus alrededores. Había símbolos y dibujos. parecían representar diferentes lugares y criaturas.

—¡Es un mapa! Y parece ser del bosque —exclamó April, maravillada.

—Y mira esto —dijo Alexia, sacando la bolsa de tela. Dentro había una colección de piedras preciosas y conchas marinas.

Ambas se quedaron mirando el tesoro que habían encontrado, sintiendo una mezcla de asombro y emoción. ¿Quién había dejado esta caja aquí? Las incógnitas viajaban de un lado a otro sin obtener respuesta, ¿El cofre pasó tantos años enterrado ahí?

—Creo que este lugar es más especial de lo que pensábamos —dijo April.

—Sí —respondió Alexia.

Con el mapa y la caja de tesoros bajo el brazo, emprendieron el camino. El bosque, que antes les había parecido tan familiar, aunque en ese preciso momento había dejado de serlo.

A partir de ese momento, el bosque se convirtió en su patio de recreo. Exploraban nuevos senderos, buscaban pistas sobre la historia del lugar y disfrutaban de la compañía mutua. Su amistad se fortaleció aún más, unidas por su amor por la aventura y la naturaleza.

—Creo que este símbolo representa el río —dijo Alexia, señalando un dibujo serpenteante —y este, el árbol gigante que vimos esta tarde.

—Nada que nos diga como volver a tu casa —añadió April, su dedo trazando una pequeña marca en el mapa.

—¿Qué? ¿Tan rápido te quieres ir? —preguntó con una sonrisa.

Después de estudiar el mapa durante un rato, creyeron haber identificado su ubicación actual. Con linternas en mano, salieron de la cueva y se adentraron en la noche. El bosque, iluminado por la luna, parecía un lugar completamente diferente. Los árboles, ahora siluetas oscuras, parecían extender sus ramas como brazos gigantescos.

—Estoy un poco nerviosa —admitió April, su voz temblorosa.

—No te preocupes —la tranquilizó Alexia—tenemos el mapa y la luz de la luna. Nos encontraremos bien.

Siguieron con cuidado el mapa, pero pronto se dieron cuenta de que algo no estaba bien. El sendero que habían tomado antes parecía haberse bifurcado en varios caminos.

—Creo que nos hemos equivocado —dijo April, frunciendo el ceño.

Alexia miró el mapa con atención. "No estoy segura. Quizás haya un error en el mapa, o tal vez el bosque haya cambiado desde que se dibujó.

Después de buscar durante un rato, se dieron cuenta de que estaban completamente perdidas. El bosque, que antes les había parecido tan familiar, ahora era un laberinto oscuro y confuso. El viento soplaba entre los árboles, produciendo un sonido lúgubre que las hizo sentir aún más desorientadas.

—Tenemos que mantener la calma —dijo Alexia, tratando de sonar más segura de lo que sentía—ya verás que encontraremos el camino.

Se sentaron en una roca y miraron hacia el cielo nocturno, buscando alguna señal de orientación. Las estrellas brillaban intensamente, pero no les servían de mucha ayuda.

—Creo que deberíamos encender una fogata —sugirió April.

—No, el humo podría atraer a algún animal. Es mejor quedarse así.

April no insistió más y ambas se pusieron a caminar, con la esperanza de encontrar algo que las guiara al pueblo. Con cuidado, anduvieron en círculos, hasta que se dejaron vencer por el cansancio. El bosque era cada vez más frondoso y eso dificultaba la visión.

Comenzaba a hacer un poco de brisa fría, pero la pelinegra seguía negándose a encender una. Después de un rato, escucharon un ruido en la distancia. Era el sonido de una rama que se rompía. Ambas se pusieron de pie y se acercaron a la orilla del claro. Pero se dieron cuenta de que solo era un conejo.

—No creo que pueda volver a casa esta noche —admitió April, abrazándose a sí misma—el bosque se siente tan... acogedor ahora.

—Tienes razón. Además, ¿no te gustaría ver el amanecer desde aquí?

La idea de pasar la noche en el bosque les pareció cada vez más atractiva. Juntas, comenzaron a buscar un lugar seguro para acampar. Encontraron un pequeño claro rodeado de árboles, donde la hierba era suave y el suelo plano.

—¿Ahora sí podemos hacer una fogata?

—Si, nada más porque ahora sí el frío se puso horrible.hace años que no hago una, suena divertido.

Con la ayuda de algunas ramas y hojas secas, construyeron una pequeña fogata. El calor del fuego las reconfortó y las hizo sentir más seguras. Mientras las llamas crepitaban, compartieron historias y risas, recordando todas las aventuras que habían vivido juntas.

Cuando las estrellas comenzaron a brillar en el cielo nocturno, se acurrucaron juntas en una manta, mirando hacia arriba. El cielo estaba lleno de miles de estrellas, y algunas de ellas formaban constelaciones que las chicas intentaban identificar.

—Es increíble pensar que hay otros planetas allá arriba, llenos de vida —dijo Alexia mientras sus ojos brillaban de emoción.

—Sí —respondió April —y nosotros estamos aquí, en este pequeño rincón del universo.

Un silencio cómodo se instaló entre ellas. El único sonido era el crepitar de la fogata y el suave susurro del viento entre las hojas.

De repente, Alexia se inclinó hacia adelante y besó a April. El beso fue lento y apasionado, y ambos se perdieron en el momento. Cuando se separaron, se miraron fijamente a los ojos, sus corazones latiendo al unísono.

—Te quiero, April —susurró Alexia.

—Yo también te quiero, Alexia —respondió April, sonriendo.

Pasaron el resto de la noche abrazadas, mirando las estrellas y soñando con el futuro. Al amanecer, se despertaron sintiéndose renovadas y llenas de energía.

—Nunca lo olvidaré, ayer lo pasé increíble —dijo April estirándose.

—Yo tampoco —respondió Alexia—ha sido la mejor aventura de mi vida.

Con el corazón lleno de alegría, emprendieron el camino de regreso a casa, llevando consigo el recuerdo de una noche mágica bajo las estrellas.

—Has estado desaparecida, creo que es mejor que le escribas a Justin y le digas dónde estás.

—Sí, tienes razón debe estar preocupado, ¿sabes? Anda sufriendo de paranoia.

—¿Aún no te dijo que hizo cuando salió de tu casa el otro día?

La expresión en el rostro de April lo dijo todo. Alexia no estaba en su cabeza, pero sabía lo abrumadora que podía llegar a ser la situación. Iba a decir algo, sin embargo, se cayó cuando April llevó su teléfono hasta su oreja.

Justin

¡Ardillita! ¡¿Dónde estás?! ¡¿Te encuentras bien?! ¡Me tienes el corazón en la garganta!

April

Sí, estoy bien, vine a cuidar de Alexia, acuérdate que está enferma. Perdón que no te haya llamado, me he olvidado de hacerlo. Es que Alexia tuvo fiebre ayer, ya hoy amaneció mejor.

Justin

Cierto, con razón tu hermano vino a dejar a la niña. No quería dejarla al darse cuenta que solo estaba yo, pero le tocó porque nadie más podía cuidar de la nena. ¿Cómo sigue ella?

Mientras los amigos hablaban al fondo se podía apreciar ruidos que alertaban a April.

April

Amigo, ¿todo está bien.

Justin que se encontraba sentado en el sofá, sosteniendo su teléfono. Miró a su alrededor y casi caía de la impresión.

Justin (Hablando por teléfono)

April, ¿puedes creer lo que ha pasado? Coraline ha decidido que quiere ser exploradora y ha construido una "tienda de campaña" en el salón.

En el otro extremo de la línea, se pudo apreciar la risa de la morena. Algo que sin duda llenó el corazón de él.

April 

¡Coraline lo ha hecho sola! No me sorprende para nada. ¿Y cómo es la tienda de campaña?

Justin

¡Toda la casa está patas arriba! Ha utilizado todas las sábanas, mantas y cojines que ha encontrado. Y lo peor es que ha llenado la tienda con todos sus juguetes y libros.

Ambos se ríen a carcajadas sin parar lo que hace que reciban miradas extrañas de sus compañías.

Justin

Lo más gracioso es que se ha hecho una corona con una de mis bufandas y se cree que es una reina.

April

¡Ay, esa niña es tan elocuente! Siempre tan imaginativa. ¿Y cómo te las arreglas tú con todo esto?

Justin

La verdad es que me estoy divirtiendo mucho. Aunque a veces siento que estoy cuidando de un cachorro gigante.

La muchacha en medio de un suspiro sonrió por la respuesta de su amigo.

April

Me alegro mucho de que te estés divirtiendo. Te quiero, Justin. Gracias por cuidar de Coraline.

Justin

Yo también te quiero, April. Y no te preocupes, la estoy cuidando como si fuera mi propia hija.

Justin mira a Coraline, que está jugando con bastante energía a pesar de lo mucho que ha jugado y niega divertido cuando la niña le pide que le haga avioncito. Pero le dice que se encontraba cansado y ella siguió retozando dentro de su "tienda de campaña".

Justin (Continuando)

De hecho, creo que voy a necesitar un curso intensivo de cómo construir una tienda de campaña real.

Ambos vuelven a reír. Y Justin dice que tiene que colgar porque tocaron el timbre. Se despiden y April le dice que pronto regresará a casa.

—Oye, ten te traje fruta mientras consigo como volver a casa. Esta parte si la conozco.

Mientras April comía los recuerdos de lo ocurrido en la noche invadieron su mente. No negaba que desde hace tiempo que había empezado a ver a Alexia con otros ojos. Pero aún le confundía lo que sentía.

—Llevas un buen rato viéndome, ¿necesitas decirme algo?

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