31- Tarde con «T» de tempestad
—Ya es tarde, debería irme.
La suerte no estaba de su lado, April se encontraba organizando sus cosas para salir. Lo bueno es que ya la fiebre se había esfumado del cuerpo de Alexia y solo tendría que checar en la mañana como seguía, pero su plan fue cuesta abajo cuando una centella iluminó el cielo.
—Uy, creo que vamos a dormir juntas hoy.
Ese susurro que salió de los labios de la pelinegra. Aparte de que estaba cerca de su oído, emergió con un tono suave y grave a la vez y su aliento con un delicado aroma a menta llegaron a erizar la piel de la morena.
—Es temprano, puedo esperar seguro que no dura mucho.
Los nervios estaban a millón por hora, aunque April había empezado a amar la sensación que esa sola acción causaba en ella.
—Bueno, veamos ¿De casualidad tienes algún juego de mesa?
—Mmmm, no, pero podemos hacerlo encima de ella, si quieres claro.
¡Qué había dicho! Aquellas palabras fueron tan repentinas. Se notaba que Alexia hablaba en serio y eso hizo que a April se le encendiera el rostro. No se apreciaba el color rojo, pero sí una linda tonalidad que parecía rosa viejo.
—¡Deja tus cochinadas para otro día! ¡Es increíble que ni porque estés enferma calmas tus hormonas!
Las risas se hicieron presentes, April podía enojarse todo lo que quisiera, pero ahora que entendía casi a la perfección lo que siente por su «amiga» eso complicaba más las cosas, puesto que eso era un motivo para no enfadarse.
—Si fueras un chico sería más fácil —susurró April viendo su espalda con nostalgia.
—¿Dijiste algo? —preguntó la pelinegra viendo por encima de su hombro
«¿Por qué esto tiene que ser tan difícil? Me siento atraída hacía ella. Pero ¿por qué presiento que algo no está bien?» Pensó April.
—¡Ay! Lo dije en alta, pero si en serio quieres saberlo… te decía que tienes el pantalón manchado de rojo —mencionó riendo por la expresión de la pelinegra.
—¡Lo olvidé! ¡Qué mierda! —gritó con odio y dando zancadas llegó al baño y cerró de un portazo—¡princesa no te muevas, ya voy a ver la película contigo!
Su corazón subió a una montaña rusa con ese comentario que salió tan natural que le tomó por sorpresa, no se lo esperaba la verdad.
El silencio dominó la habitación y la realidad es que eso sí se tornaba cada vez más incómodo. Alexia si oyó lo dicho por April, pero prefirió fingir que no para que no se notase su dolor. Le lastimaba que a pesar de su confesión hace un momento aun así soltará esas palabras.
—¿Quieres un snack? ¿Comes eso? ¿O no?
—Oh, no es necesario tú tienes que ir a la cama. No deberías andar descalza con este frío. Ve a tu cuarto y ya te llevo al…
Alexia se había acercado demasiado y tenía una sonrisa preciosa en su rostro, mientras la miraba con ojos de cachorro. Y eso la puso nerviosa, April jamás se imaginó que una mujer podría causar eso en ella, pero cuando vio el estado en el que se encontraba se dio una bofetada mental.
—Se supone que es mi casa, yo debería atenderte no al revés —mencionó con un sexy tono de voz.
Los vellos en los brazos de la morena se erizaron, pero trató de disimular su repentina reacción carraspeando la garganta.
—Está lloviendo a cántaros, ve a descansar, el frío te hace daño.
Luego de una densa, pero divertida discusión entre ellas. Alexia por fin obedeció y fue a su recámara mientras en el piso de abajo a April se la carcomían de a poco sus pensamientos.
Aunque la situación era confusa y complicada. No quería evitarla, sabía que eso no era justo para Alexia, pero había algo dentro de ella que se sentía extraño.
«Todo este esfuerzo es en vano, podré negar mis sentimientos, pero ¿Cuánto sostendré la mentira? Sin querer le confesé mis gustos a Alexia.» Pensó April mientras subía los escalones que la llevarían a la habitación de la pelinegra. «Pero no puedo dejarla así, tampoco es justo para ella, no cuando no ha hecho nada malo.»
—¿Te quedarás viendo todas las puertas o vienes conmigo?
—¡Por los dioses! ¡Me diste un buen susto rayos!
Su pulso sobrepasó las fronteras, pero no le importó cuando la vio feliz riendo por su «travesura».
—Y sí, claro que voy contigo, te estaba buscando. Me perdí por unos segundos, caminas rápido y esto es grande.
April dejó que la pelinegra la guiara hasta una de las habitaciones donde se sentaron a mirar algunas películas, vieron varías de acción y ciencia ficción, hasta que les dio hambre y bajaron a prepararse un aperitivo. La tormenta aún persistía así que la morena decidió que lo mejor sería escribirle a Justin para que no se preocupara si no lograba llegar ese día a la ciudad.
—¿Qué quieres comer? Puedo preparar algo rápido y vamos a la habitación a ver alguna serie.
«¿Me está preguntando? Es obvio que sí, pero se nota que tiene malestar. Mejor le diré que vaya a descansar.» Pensó April.
—Yo ya veo que me puedo hacer, tú ve a acostarte —decretó mostrando autoridad—¿tú tienes hambre?
Aunque había negado en repetidas ocasiones, la peli rizada terminó sirviendo en una taza un poco más de la sopa que hizo. Para ayudar a la pelinegra con su malestar y subieron de nuevo.
La tarde estuvo llena de risas, juegos, películas y algunas travesuras de April. Según ella a Alexia le hacía falta reír un rato. Fue tanta la diversión que a pesar de que el cielo soltara sus relámpagos escandalosos de vez en cuando la pelinegra parecía que estuviera haciendo oídos sordos, o que su fobia se haya ido de vacaciones.
Luego de unas series, no tenían nada que llevar a cabo para pasar el rato también vieron películas, aunque terminaron por aburrirse así que se acostaron juntas en la cama viéndose la una a la otra. Había tanto que decir, pero a la vez no salían palabras referentes a todo lo acontecido entre ellas, el silencio. Tan abismal y abrasador que dominaba la atmósfera así que solo miraban las facciones de la otra.
—Tengo muchas curiosidades.
Al salir esas palabras de su boca a Alexia la dominaron los nervios. No quería pasar por un interrogatorio. Eso la asustaba. Como si se tratase de una fobia, pero respiró profundo miró por encima de su hombro derecho en la dirección de dónde venía la voz y sonrió.
—Es lo justo, yo te he interrogado ya en varias ocasiones, así que te toca, ¿qué quieres que te cuente de mí?
Ellas miraban con atención las expresiones de cada una buscando un atisbo que demostrará incomodidad. Pero si hablamos de Alexia, la presencia de April lograba reiniciar sus sentidos.
—Bueno, vamos a ver, ¿cuántas parejas has tenido? Luego de que estuvieras con Justin.
—A ver… después de él, me atreví por primera vez y me hice novia de una chica que ahorita, no recuerdo su como se llamaba, era y mayor que yo, pero le gustaba andar de pareja con casi todo el pueblo.
—Y mi segunda novia, su nombre era Melody, un día solo desapareció sin dejar rastro. Habíamos planeado toda una vida juntas a pesar de que éramos jóvenes.
Aunque no lo dijera con palabras, April logró percibir el dolor de su acompañante. Quería conocer más de ella, pero prometió que si una sola lágrima rodaba por sus mejillas dejaría de lado el tema.
—Otra fue Fátima, bueno ella y yo no terminamos por no haber química. La hubo y bastante. Lo que sucedió fue que me engañó.
—Debió ser difícil para ti cuando te enteraste de eso, yo en tu lugar me acababa encerrando en casa con un bote de helado de chocolate.
—Pues fíjate que no, de cierta manera me alegré cuando me dijo que quería cortar, siempre andaba de posesiva, yo ni amigos podía tener. Nunca me prestaba atención, a menos que estuviéramos en un momento íntimo.
Aún no sabía qué hacer con el dolor que de seguro sentía Alexia referente a sus malas experiencias en el amor, y la única que podía tener futuro no lo hizo.
Tal vez para ella que las contaba no poseían nada de valor, se notaba bastante feliz. No podía negar que de alguna forma le interesaba la pelinegra y veía necesario empezar a conocer esas cosas sobre ella. No deseaba asustarla así que iría de a poco. El tiempo aún no terminaba para ellas.
—Con las que no pasé de solo citas no cuentan, ¿no?
—¿¡Cómo que no salieron de esa etapa!? En definitiva, hay mujeres que están locas.
Al soltar esas palabras, que no había pensado para nada, las mejillas de ambas tomaron un tenue color rosa, luego carraspearon y April decidió hablar de nuevo.
—Cuéntame sobre eso, si es que quieres es que me da curiosidad —dijo mientras que con uno de sus dedos hacía un rollito con uno de sus rizos.
—Ay, ¿por qué abrí la boca? —murmuró con una sonrisa.
Luego de que tocó la noche. Y por supuesto que el clima no mejoró en nada, April le hizo una llamada a Justin para hacerle saber que iba a pasar la noche fuera. No diría dónde, aún no quería que se supiera que se veía con Alexia. Al menos hasta que comprendiera sus sentimientos.
Los truenos eran cada vez más fuertes, y el viento huracanado golpeaba las ventanas sin cesar, y aunque la pelinegra no decía nada, a leguas hasta un ciego podía notar su miedo a la tormenta. Parecía un Chihuahua temblando. La morena regresó a paso veloz hasta la habitación de la pelinegra. Esa noche no sucedió nada del otro mundo, solo se tumbaron juntas a ver películas para que pasaran las horas, ninguna de las dos hacía ni decía nada. En el cuarto reinaba el silencio, pero no uno incómodo, sino uno que lograba complacer el sueño de ambas.
Después de un rato despertaron asustadas por un relámpago, no sabían cuánto había pasado, pero de seguro que era tardísimo así que el dúo fue a prepararse algo de comer. No sabían qué hacer querían que fuera ligero, así que optaron por agarrar un par de huevos y los pusieron a freír con unos panes de cereales.
—A veces… No sé cómo te enamoraste de mí, según tú, no podías ni verme.
—Que yo recuerde, la que no podía ni ver eras tú. Hasta pasaste por el puente con tal de no verme el día que Juan Carlos me dio trabajo.
La guerra de almohadas comenzó y todo en la habitación era un mar de risas la tempestad no importaba en ese momento solo estaban ellas ahí peleando para que una le diera la razón a la otra. La recámara estaba llena de plumas al tope, pero en ese instante no les importó, eso podría limpiarse en la mañana.
—April… ¿A qué le tienes miedo?
—¿A qué te refieres?
La duda y la incertidumbre invadía el cerebro de April, sin embargo, sabía con exactitud a lo que quería llegar Alexia. Todo lo ocurrido desde ese día en su casa. Ponía sobre la mesa sus sentimientos por la chica de larga cabellera azabache.
—Te lo diré sin tapujos pigmeo… Deberías empezar a vivir tu vida, el individuo más importante para ti. Justin, él te adora y apoya de forma incondicional, aunque no estás obligada a dar este paso si no lo deseas, pero ¿Qué más da lo que opinen otros? —dijo Alexia siendo lo más comprensible que fuera posible.
—No es por mí. Es por mis padres, lo que puedan llegar a hacer si se los digo; no obstante… —April dudaba de lo que diría.
—Pigmeo escucha, nunca vas a complacer a la gente por cómo eres o Los demás quieren que seas, por más que lo intentes el ser humano es difícil —trato de articular, pero se vio interrumpida.
—Claro, eso lo entiendo, pero el miedo me invade de solo pensar. Y sí, tengo apoyo de Juss, Harry, Ricardo, Ciro y el tuyo pero veo a las personas que me cuidaron desde niña y me da pánico —mencionó April afligida
Alexia cada vez cortaba un poco más de distancia entre ambas y April sentía los nervios aflorando.
—Eh… ¿Qué intentas? ¿Acaso me quieres besar? —preguntó viendo la escena con extrañeza.
La pelinegra la miraba con diversión. Quería trepar encima de ella. Deseaba besarla, pero había sido atrapada, así que para que April estuviera tranquila disimuló que iba a agarrar el celular de ella que se hallaba reposando en la mesita del lado de la rizada.
—Solo voy a tomar mi celular, es que se me antojó una pizza.
«¿A esta hora? Pero si es de madrugada.» Pensó April.
La habitación tenía una vibra acogedora, con la luz tenue de una lámpara, que April encendió apenas la pelinegra comenzó a realizar una llamada.
—¿Otra vez? Alexia, acabamos de cenar —mencionó en un tono adormilado.
—Sé que sí, pero tengo un antojo. Prometo ser muy silenciosa.
April se sienta en la cama, frotándose los ojos con pereza y miró con una sonrisa tratando de esconder su cansancio
—Alexia, no puedo dejar que salgas con esta tormenta. ¿Qué pasa si te enfermas más? —le regañó.
La habitación estaba bañada en una suave luz dorada que creaba un ambiente acogedor. Sin embargo, la tristeza de Alexia eclipsaba cualquier sensación de confort. Con un suspiro, Alexia hizo un puchero que parecía dibujar una línea triste en su rostro. Sus ojos, grandes y redondos, estaban llenos de lágrimas que brillaban bajo la luz de la lámpara. Parecía una pequeña niña a la que le habían quitado su juguete favorito.
—Pero tengo mucha hambre.
—Sé que tienes hambre, pero tu salud es lo más importante. ¿Qué te parece si mañana te preparo un desayuno especial? —murmuró con voz suave.
—Pero prométeme que mañana me vas a preparar mis pancakes favoritos.
—¡Trato hecho!
Luego de llamar y cancelar el pedido Alexia se acurruca más cerca de April y se queda dormida en sus brazos dejándose dominar por el cansancio.
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