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25- Piano a piano, pero segura


Pasado un día casi completo, la hora de regreso para April y Alexia comenzaría su cuenta regresiva. La diversión y la adrenalina no faltaron en sus cuerpos. Hicieron hasta lo impensable (Y no vengan con sus caras raras, solo la pasaron de maravilla juntas las 3). Aunque antes de hacerlo debían aclarar muchas cosas por las cuales Alexia aún tenía miedo de preguntar.

Si no lo hacía en ese momento, jamás se apartaría de dudas, quería volver a iniciar de cero a ver sí, lograba tener algún avance y era ahora o nunca. Ahí se encontraban, a escasos milímetros.

—Venía a… mira solo deseo hablar contigo, pero esta vez con calma no quiero que  esto empeore en ningún aspecto —Alexia hizo el ademán de acercarse, pero April se alejó. Dirigirle la palabra es lo que menos quería hacer.

Aunque lo negara, a April le ponía contenta de tenerla ahí con ella. Tenía sentimientos que no podía negar, pero sus nervios e impulsos la hicieron retroceder.

—¿De qué quieres que hablemos? Tengo que hacer algunas cosas importantes y no me quiero atrasar —respondió April señalando la puerta que era su destino. Quería salir lo antes posible de esa casa.

—Sobre nosotras, lo ocurrido en tu casa en el aniversario de la muerte del hermano de Justin, cuando nos emborrachamos —dijo calmada viendo sus pies. Sabía que si veía esos labios rosas o esa perfecta piel canela podría arrepentirse de sus actos.

Por otro lado, April navegaba sus ojos por cada rincón de la piel clara y el rostro de Alexia. Sus ojos eran como dos esmeraldas grises.

—Deberíamos aclarar muchas cosas, ¿no es cierto? —Alexia por instinto asintió aun mirando sus pies.

April se le acercó y se puso nerviosa cuando la muchacha le tomó de la mano y la guío hasta un pequeño pasadizo de aquella casa. Si iban a hablar, que su elección hubiera sido ese lugar la puso más nerviosa. Era tan estrecho que ambas mujeres, sentían sus respiraciones y el brillo de los ojos de Alexia incrementó estando en ese lugar donde pegaba la luz de la luna.

—Bien, lo primero que quiero que sepas es que mis intenciones contigo, nunca fueron lastimarte ni nada por el estilo, sé que estuvo, pero estaba ebria—dijo Alexia apoyando su cuerpo en la pared a su espalda.

Ambas no hacían más que mirarse. Tenían tantas cosas que decirse, pero ninguna se atrevía.

—Lo de esa vez, lamento mucho lo que sucedió April, yo no sé qué fue lo que me pasó —dijo Alexia tratando de ver a otro lado que no sea el rostro ajeno.

—Está bien, igual siendo honesta ni lo recuerdo —confesó.

Alexia sentía que iba a explotar en cualquier momento. Algo dentro de ella le decía que debía profanar esos labios.

—¿Entonces? —dijo en un tono de pregunta.

Cómo Alexia se lo había imaginado, April se quedó en silencio. Le resultaba estúpido que por ella es que estuviera insistiendo cuando habían tantas opciones en el mundo.

—De esa vez que lo hicimos desde ahí ya no entiendo mis sentimientos —mientras decía todo eso pasó mirando a sus pies como si fueran lo más interesante del mundo.

—¿Qué te resulta difícil de comprender?

Esas simples palabras le bastaron a April para que su corazón comenzará a palpitar con fiereza. Porque ¿Qué se supone que le respondería ahora?

—¿El lobo te comió la lengua? —preguntó mientras se le acercaba de forma lenta. Manteniendo una sonrisa burlona pero a la vez seductora.

April pareció pensarlo mientras los nervios le ganaban, Alexia de manera peligrosa se acercaba a su cuerpo y no podía pensar con claridad.

—Yo tal vez, pero aún tengo mucho miedo —dijo April impidiéndole a Alexia dar un paso más.

Alexia la miró de forma seductora, amaba ese efecto que podía causar en ella. Ese sonrojo en sus mejillas regordetas; sus labios suaves, tanto que te invitaban a pecar.

—En serio, ¿hay algo malo conmigo? —dijo Alexia mientras que con suavidad tomaba a April de la cintura.

April la miraba perpleja, su corazón era seguro que estallaría, se hallaban a escasos pasos. Pero Alexia se veía dudosa.

—Me tengo que ir —susurró April.

—Quédate, aquí un rato, claro no en este lugar, pero ¿me acompañas? —farfulló Alexia con nervios.

Eso último hizo que April se pusiera pensativa. Pero aunque quisiera, no podría.

—No, en serio debo irme. Justin se preocupará.

—Vale, comprendo.

Las dos se despidieron, pero apenas Alexia salió del pequeño pasillo a April la dominaron pensamientos: «¿Por qué hice eso?» «A mí no me gustan las mujeres, ¿cierto?»

Para April era como si hubiera metido la pierna hasta el fondo. Quizá sentía algo por la pelinegra, pero sería mejor mantenerla lo más alejada posible, nadie se podía enterar de ella. Por inercia una sonrisa se escapó de sus labios. Contemplaba la posibilidad de que pudieran tener una amistad aunque fuera a escondidas de los ojos de los demás.

«Seguiré yendo a casa de mi hermano, ahí seguro que la veré siempre.» Pensó.

Ir a esa casa, no iba a ser complicado. Lo que en verdad sería difícil iba a ser que nadie se diera cuenta de que iba por Alexia. Aunque tenía muchas dudas aún; ¿La veía como una amiga? ¿O cómo interés amoroso?

«Recórcholis, ¿qué se supone que haga?» Pensó.

Tal vez no era que no pudiera asimilar lo que sentía, sino que no quería y quizá le costaba por el estilo de su crianza, eso no le permitía avanzar o puede ser que ella misma creó barreras que no le dejaban ver el horizonte de los sentimientos y emociones.

Jamás en su vida se planteó el hecho de que en verdad le gustaran las mujeres. Ese era un tema prohibido en su hogar. Pero le volvió a dar vueltas en la mente cuando la culminación de los sueños que la acompañaron por 3 años coincidieron con la llegada de aquella muchacha que poseía una larga cabellera negra en su entorno.

«¿Dónde estoy?» Analizó. «En definitiva este no es el camino a Froeglosa.»

Ese fue su primer pensamiento cuando levantó el rostro y se dio cuenta de que se había perdido. Camino demás y ahora no sabía dónde carajos estaba. Aunque por suerte cargaba consigo una brújula.

«Esto me asusta, mucho» Aceptó sintiendo cómo sus manos comenzaban a temblar. «A ver, ¿cómo funcionaba este artefacto?»

Las horas se consumían con rapidez y su teléfono no quería encender, y parecía que no comprendía la información que le daba la brújula, estaba andando en círculos, al “sur” se podía ver el muelle que te llevaba a Freliz, y a tierras más lejanas.

Sin perder tiempo se devolvió sobre sus pasos y tomó el camino que la guío a un laberinto de rosas. Era consciente de que se perdería, pero decidió aventurarse en su interior, lo que le robó varios minutos o quizás horas, pero se topó con otros senderos.

«Flores colgantes.» Leyó en el letrero de madera a su derecha.

Decidió que iría por ahí, pero se encontró con un lago, seguro y bastante profundo. Lo podía atravesar saltando sobre las rocas que se alineaban de manera perfecta hasta la otra orilla. Pero decidió que lo mejor era rodearlo.

«Aquí no hay gente por lo visto.» Pensó.

«Derecha» «izquierda», April repitió la misma secuencia varias veces y suspiró al ver que por fin había acabado.

Luego caminó un poco más y encontró un sendero de arándanos, era el único que tenía a la vista así que cualquier cosa que encontrara al final no sería la gran cosa.

—¿Qué haces aquí?

Aquel tono frío la hizo dar un salto del susto, se llevó la mano al pecho y comenzó a hiperventilar.

—¡Hey! ¡Respira! Mira siéntate, eso es.

Con un poco de dudas siguió las órdenes que le impartían, no podía ver con claridad a la persona que le pertenecía la voz, pero ya se escuchaba un poco más cálida y eso la tranquilizó.

—¿Qué haces aquí? —repitió Alexia siendo más delicada—. Creí que debías irte.

—Bueno, no sé cómo llegué aquí. No conozco nada.

—¡¿Me estás diciendo que andas sola por ahí?! ¡¿Sabes lo peligroso que es?!

Y la expresión en el rostro de April fue el indicativo para que Alexia se diera cuenta de lo exagerado que sonó su grito.

—Lo lamento por alterarme —se disculpó mostrándose apenada—.¿Gustas pasar a mi casa? Es la más grande de ahí, la de paredes púrpura ¿O aún estás de apuro?

Por primera vez en tanto tiempo su corazón estaba tranquilo al tenerla tan cerca, sus ojos se veían preciosos. Con una chispa inigualable. Ingresaron a la casa y Alexia volvió a cerrar.

—El pueblo es grande, pero el destino está sobre un pañuelo—esa voz, aquella que con solo unas simples palabras lograba hacer retumbar el corazón de April—¿te perdiste pigmeo? —susurró ahora más cerca del oído de April.

«¡Está tan cerca! ¿¡Cómo es posible?!» Pensó. «¡¿Y cuántas veces más voy a tener que decirle que no me gusta ese apodo?! ¡Maldita jirafa!»

Quizá no escuchó la pregunta o solo se hizo la de oídos sordos. Pero algo si era innegable, le resultaba bastante entretenido ver las pinturas en las paredes y sus expresiones de sorpresa y felicidad sembraban un poquito más de amor en el alma de la pelinegra.

—Son preciosas, ¿las haces tú? —preguntó fascinada.

—No, de eso se encarga uno de mis primos. Lo mío son los versos libres.

No mentía, los cuadros tenían una belleza singular, se veía la pasión con la que los habían plasmado. Te transmitían tranquilidad en todo momento.

—¿Podrías enseñarme los versos que escribes?

Alexia sentía alegría de que le pidiera ver su trabajo. Pero le daba miedo. Algo insólito porque es algo que ella llevaba tiempo buscando. Le daba pánico el hecho de que no entendía por qué de repente la morena aceptaba entrar en su casa, pero sobre todo no comprendía el porqué no salió huyendo apenas susurró cerca de ella.

«¿Será que ya se está aceptando? ¿Por qué sigues aquí Maldufes?» Analizó Alexia mientras su mente crea distintos escenarios que llevarían a una pelea. La miraba de April danzaba con serenidad.

—Bueno, creo que tengo algunos escritos, déjame los busco. No te vayas —dijo mientras que la apuntaba con su dedo índice y sonreía.

«En alguno de estos estantes deben estar.» Meditó. Y con poca delicadeza Alexia movía cada libro que tenía en la estantería del pasillo. No quería que la chica la esperase por tanto tiempo.

Mientras tanto April caminaba por algunos pasillos sorprendida de la cantidad de libros que poseía el interior de la casa. Parecía un paraíso del que desearía jamás salir.

—Vamos a ver cómo funciona esto —susurró con una sonrisa.

En su recorrido se encontró con cajas musicales, hace mucho que no veía una, hasta creyó que la actualidad las había exterminado. La melodía comenzó a esparcirse por la sala y ella danzaba al compás de la música, nada más existía en ese momento hasta parecía que se olvidó en donde se situaba.

La paz y la alegría estaban de la mano y la sumían a un estado de relajación extrema que de manera calmada comenzó a bailar un vals.

—1, 2, 3, 4… 1, 2, 3 —susurró mientras intentaba ir al ritmo de la música.

Alexia llegó a la sala dónde había dejado a April y su expresión fue de decepción al notar que la chica no se hallaba ahí. Pero sonrió apenas escuchó el Valls proveniente de uno de los salones.

—Hey pigmeo.

Al escuchar ese apodo cayó en la realidad, pero lejos de enojarse como hacía siempre sonrió y saludó tímida llevando su vista a la ajena.

—Lo siento por irrumpir así —murmuró April.

—Tranquila, ah venía a decirte que encontré los versos que escribo aunque no todos.

Ellas no tuvieron alguna reacción ante la cercanía que sus cuerpos fueron agarrando. (Alexia por miedo a qué se fuera a asustar y April lo hacía de manera inconsciente), pero sus almas brincaban de regocijo aunque no iba a pasar nada. Más allá de que la morena comenzara a hurgar en los libros que tenía Alexia entre las manos sus nervios fueron aflorando. El trabajo fue dificultoso, puesto que la pelinegra la pasaba por varios pies de altura.

Buscaron dónde sentarse y April le pidió con súplica que leyera uno de los que habían en un pequeño cuadernillo negro con detalles dorados.

«Oh, los que escribí de pequeña. Manolo me dijo que eran muy lastimeros que tuviera cuidado con y a quien se los leía. ¿Le irán a gustar a ella?» Pensó Alexia.

—Las cosas a veces son tan confusas, no cabe en mi cabeza que existió la generación que creía que acudir con un psicólogo iba a ser malo.

La lectura recién había empezado, pero ya tenía a April solo para ella al menos durante ese momento. El corazón de ambas iba galopando a altas velocidades estar juntas en esa soledad parecía irreal, pero Alexia sabía a la perfección que se situaran ahí en ese momento fue casualidad. Pero trataría de no arruinar el gran momento que quizá sería el único dónde podría verla sin el miedo de que alguien más las fuera a pillar. Cada facción de su rostro era perfecta, y sus rizos locos que llamaban la atención.

—O que por el simple hecho de amar a alguien de tu mismo sexo ya te trataran como fenómeno. Que en alguna etapa de tu vida aparezca aquel enemigo: la inseguridad. Porque esta sociedad de mierda aún no entiende que todos somos humanos y merecemos respeto y que nos quieran.

—Mi madre hizo algo que disfrazó como un “chiste” al que, sin dudar, se le unió mi tía. Mi prima, mi hermano mayor, mi padre y así hasta enmarcar a toda mi “familia”.

—Me enojé, y lo dejé demasiado claro: les dije que ese comentario me pareció tan innecesario, así que les señalé que no debían expresarse de esa forma. Aunque mi madre como siempre se defendió diciendo: Ay, qué sensible me has salido, mejor cálmate ni que fueras niñita.

En ese instante las lágrimas comenzaron a correr por el rostro de April no podía creer que alguien ajeno a su vida pudiera escribir algo que de cierta manera expresara algo que ella había pasado.

—¿Estás bien? Si quieres puedo leer otro. Lo lamento no pensé que te pondrías así.

—Si lo estoy, puedes seguir leyendo, me gusta.

Ella quería saber que más seguía, le encantaban las letras de la pelinegra. Claro que no estaba bien, pero eso no era su culpa. Su corazón se hallaba destruido por culpa de sus padres y ese pedazo solo sacó lo lastimado que estaba.

—A mí no me gustaba discutir y menos si se trataba de hacerlo con una mujer, pero esa noche en especial mi madre colmó mi paciencia y le respondí: No, no lo soy. Me siento cómodo siendo quien soy. Pero esa actitud tuya y la de todos, no la soporto.

—Y si tal fuera el caso de que mi orientación o identidad estuvieran salidas de lo que consideras correcto, sin duda lo escondería de los buitres que son: Porque son una banda de hipócritas y no sé si es que ya han olvidado a mi hermano Miguelito, él decidió que iba a ser mejor morir antes que vivir.

—Para ese entonces, un niño, de apenas trece años, tuvo que tolerar ambas caras de la moneda. Porque fueron sabandijas con él y nunca se disculparon.

—Yo no soy parte de esa comunidad, pero la toxicidad de mi familia ya me hartaba y sentía la necesidad de defender algo que merecía respeto.

—Me fui a la cama sin terminar mi cena, me había decidido. Apenas amaneciera, me iba a ir de esa casa. Lo hice, y no volví a saber de aquellos animales carroñeros.

—Hoy me encuentro frente a la lápida que desde hace cinco años no quería ver. He aquí dejando tulipanes y con un nudo en mi garganta que trato de aguantar, digo: Siempre te voy a querer hermanito.

Al acabar de leer, Alexia cambió de página no sin antes levantar la vista de su próxima lectura y apreció el rostro de April que se hallaba bañado en lágrimas. Quería abrazarla para darle un poco de consuelo, pero la morena era como una rosa que se defendía con sus espinas. Ella poseía espinas y tenía miedo de pincharse.

Y ahí frente a su acompañante, se puso de puntillas y lo limpió un poco con un pañuelo que siempre guardaba en sus bolsillos.

Había leído que para calmar a una persona en medio de un ataque de ansiedad solo necesitaba de tu compañía. No era necesario hablar.

—¿Me podrías dar un abrazo?

¿Oyó bien? ¿Quería tener contacto físico? Hace un tiempo la deseaba lejos ¿Cuándo cambió tanto? Sin tanto pensarlo cumplió el deseo de April que la miraba suplicante y con terror.

April tomó el cuaderno de Alexia viendo todo lo que estaba escrito y encontró uno que llamó su atención y le pidió que se lo leyera.

—Ayer tuve un sueño, se podría decir que fue de los más feos que he tenido, todas las mariposas que se posaban en mi mano tomaban un color; negro y luego procedían a morir, también las rosas a mi alrededor se marchitaban sin razón.

Lo más seguro es que ese no ayudaba mucho con su ansiedad, pero la pelinegra amaba la sonrisa dulce de April. Se notaba que tal vez a April le gustaba lo que le leía o quizá el tono de su voz. Trataba de hacerla tranquila la verdad es que sentía miedo de romper la atmósfera del lugar.

—Aquel cielo se fue poniendo gris, me daba miedo, ¿qué es eso en el suelo? Pájaros muertos, ¿de dónde salían? No lo comprendía, pero tampoco lo iba a averiguar. El simple hecho de existir y estar rodeada de destrucciones me aterrorizaba.

Durante horas se había distraído, los versos de Alexia lograban hacer que entraras a tu propio mundo. Alexia tenía un ángel al escribir, cada palabra que elegía te transmitía un sentimiento: amor, pasión, enojo, miedo y nostalgia. No fue, sino que hasta una de las campanas del reloj anunció que ya iban a ser las 8 de la noche.

«Por lo visto le gustan las cosas antiguas.» Cuestionó April. Viendo a su alrededor.

Cuando Alexia cerró el cuaderno que tenía entre sus manos, April decidió ponerse de pie para marcharse porque si no Justin se iba a preocupar más de lo que seguro ya lo había hecho.

—¿Me podrías acompañar a la terminal? Es que es tarde y ya debo irme Alex. Antes de que Justin se vuelva loco.

—Sigue siendo paranoico por lo visto.

Su sonrisa iluminaba cada rincón de la habitación y calentaba el corazón de April que en ese instante tenía una pelea interna por sus sentimientos. Le asustaba sentirse tan a gusto cerca de ella, se sorprendía de ella misma que había dejado a Alexia acercarse y abrazarla. Pero lo más fascinante fue cómo su ataque de ansiedad se calmó casi al instante.

—Bueno, vamos a acompañarte hasta el terminal.

El trayecto fue bastante tranquilo, pero April trataba de seguirle el paso a Alexia. (Que bien difícil que era).

El recorrido consistió en pasar por el puente, y volvieron a pasar por la casa de su hermano. April no entendía como fue posible que se perdiera si el camino era fácil y corto.

—Alexia, perdón.

—¿Por qué te disculpas? —preguntó mirándola con curiosidad.

Ni ella lo sabía, quizá quería disculparse por cómo fue con ella esa vez en su casa. O cuando por su culpa quedaron encerradas, o por las escenas de rebeldía.

—Por todo, no debí decir todo lo que salió de mi boca esa vez en mi casa. Fue mi culpa que quedáramos encerradas en una de las habitaciones dónde mi hermano. Y por mi actitud desde que nos conocemos.

Alexia sorprendida por eso, detuvo andar y la miró con notoria incredulidad y April no comprendía por qué. ¿Tan rara había sido su acción?

—¿Te dijo Justin que lo hicieras?

¿Qué tanto cambiarían las cosas si dijera la verdad? Justin si le había dicho que tenía que disculparse con Alexia, pero también lo hacía porque quería. Es absurdo que estuvieran peleadas, por tanto.

—Sí, pero también lo hago porque quiero. Me gustaría llevar la fiesta en paz contigo.

¿En serio lo hacía porque así lo deseaba? Eso sí parecía bastante irreal, pero bastaba con ver su expresión y te dabas cuenta de que no te estaba mintiendo aun así Alexia lo pensó durante unos minutos.

—Bueno, te perdono por todo eso, aunque aún tenemos una conversación pendiente.

A pesar de que su destino se situaba a pocos pasos de distancia prefirió conversar con Alexia. Le hizo demasiadas preguntas y la única salida que encontró fue reír de los nervios, pero se compuso y siguió respondiendo con una sonrisa.

—Bueno, ahora sí es mejor que me vaya. Nos vemos otro día Alexia.

Por la hora casi se quedaba sin boleto. Por suerte llegó cuando vendían el último. Otra familia lo iba a comprar, pero explicó que lo necesitaba con urgencia y la comprendieron.

—¡Último bus a Froeglosa! —gritó un anciano que al parecer era el conductor.

El trayecto fue difícil. Por los derrumbes que ocasionaba cada tormenta lo que ocasionó que el conductor tuviera que ir por atajos. Pero para su suerte iba en un lugar cómodo. No tenía cerca ronquidos horribles ni olor a pies. Así que aprovechó de pegar un ojo hasta que anunciaran su parada.

Intentó dormir pero a su mente llegó el recuerdo de la conversación con Alexia. Le resultaba raro que se interesara en ella, pero tal vez eso hacía una amiga. ¿Lo eran? En fin, pensaría eso luego.

El viaje ya casi terminaba, habían sido Casi 6 horas de camino. Pero por fin llegó a la ciudad y al bajar del bus fue directo a agarrar un taxi. Que por pura suerte encontró uno libre.

—Tenga, aquí está la dirección de mi edificio.

El taxista analizó por un rato la dirección y le dio a April el precio de la carrera. 25 nowmonis. Ella estuvo de acuerdo y subió al asiento del copiloto, entonces el hombre puso a andar su auto.

—Señorita, póngase el cinturón por favor.

April hizo caso a la orden apenas vio que pasarían al lado de unos policías. Pasaron por Sturlys y se emocionó por fin después de un día, ¿O eran 2? Eso no importaba, lo importante es que vería a su amigo.

—Listo, llegamos a su destino —dijo con una sonrisa el hombre.

—Muchas gracias, mire tenga su pago y… antes que nada le digo que se quede con el cambio.

Salió del auto con una sonrisa ingresando a su edificio y llamó al elevador. No tuvo que esperar mucho cuando abrió sus puertas y ella entró oprimiendo el botón correspondiente a su piso. Sin explicación alguna, mientras subía se iba sintiendo mal. No era algo físico sino más bien algo emocional.

Solo sabía que no podía detener las lágrimas que brotaban de sus ojos. Y apenas el ascensor la dejó en su piso dirigió su andar hasta la entrada de su departamento. April ingresó y trancó la puerta con pestillo y ahí mismo dónde se situaba. Se deslizó poco a poco hasta tocar el suelo y comenzar a soltar lágrimas, había sido un día difícil y aunque le alegraba en cierta medida todo lo sucedido con Alexia el miedo aún invadía su sistema.

—¿Cómo es posible que ésto me esté sucediendo? —se preguntó entre sollozos.

—Fyl gur medù trïcth je drôñe —susurraron a su lado.

Ella dio un pequeño salto en su lugar, pensaba que tal vez su amigo había salido con algún amigo o quizá un chico que conoció en una App de citas. Pero para su mala suerte no fue así, sus sollozos fueron escuchados por él que aún no dormía por esperarla.

—Lo sé, pero es un sentimiento inevitable.

—Ardillita, cariño ¿Que sucede? ¿Dónde estabas? Desde ayer que desapareciste, me  preocupé pensé que había sucedido algo. Iba a ir a Bluesnow para buscarte —murmuró—¿Te hiciste daño?

—Lo siento pasaron tantas cosas que olvidé por completo la existencia de mi celular. La tormenta me agarró en casa de mi hermano y… El daño no es físico.

Justin no comprendió así que April respiró hondo para comenzar a contarle todo lo que debía saber.

—Bueno, cómo sabes yo iba a hacerle una revisión a Coraline.

El chico hizo un movimiento afirmativo y april siguió relatando todo lo acontecido. Al mencionar sus ataques de ansiedad Justin se asustó. Porque se suponía que ya eso estaba más que controlado, pero cuando en la conversación se le nombró a Alexia entendió porque la ansiedad dominó a su amiga.

—Creo que me gusta Alexia —dijo en un susurro entrelazando sus manos que se hallaban temblando.

—Entonces, nut ly’temp gip.

—¿Y cómo se supone que se lo diga? No puedo simplemente ir y decirle. Hey me gustas. ¿Qué será de mí?

—Yo estoy seguro de que ella no te juzgaría —mencionó con un tono de voz tranquilo.

—Bueno, aún no estoy segura de lo que siento.

Estuvieron en medio de la sala conversando sobre lo que sentía April y Justin resolvía sus dudas sobre lo que era el amor. Al menos para él.

—Hay muchas cosas que no dicen del amor —intervino Justin.

—¿Cómo por ejemplo?

Durante unos minutos pensó lo que podría decir, en su cerebro habían tantas cosas que no sabía por dónde iniciar.

—Nunca te dicen lo mucho que vas a pasar para conseguir al verdadero.

—¿Y nunca te han dicho la ansiedad que causas?

Ambos amigos rieron, y el chico  terminó por confirmar sus palabras aunque muy a pesar de eso April lo adoraba.

Muchas razón sí que tenían sus palabras nadie te advertía de lo que ibas a sufrir. Muchos dicen que ese sentimiento no debería doler, pero la realidad es que no es una emoción sino una adicción y como cualquier otra te pasará por cambios al entrar e intentar salir de ella.

—¿Sabes? En cierta parte te doy la razón. Pero ponte a pensar que si nadie dice tal vez es porque no lo saben, ¿que es que el amor? Comenzando por ahí.

—Muchos dicen que es una emoción, pero  yo lo veo más como una adicción.

—¿Creés  que las personas se enamoran por una urgida necesidad ardillita?

—Puede ser, quizá no cumpla siempre el mismo patrón pero. Hay estudios que revelan que en tu cerebro. Él hace lo mismo que la nicotina y cocaína o cualquier droga, alteran tu dopamina.

Esa certeza al decir algo Justin no se lo esperaba, amaba cuando a su amiga le daba por dar ese tipo de información. La hacían ver bastante inteligente. Más de lo que demostraba día a día.

—Mira, no sé quién dijo que amar es fácil… si vieran la realidad todo sería mejor. Pero no creo que sea una droga, porqué ese sentimiento es parte de tu vida y es inevitable en ciertas ocasiones Aunque hay personas que no son capaces ni de enamorarse, ¿no se supone que para ser lo que dices debería ser bastante expuesta ante cualquier persona? Y cómo no lo es, no creo que sea una sustancia dañina.

—Para algunos lo es: poseen gran estabilidad económica y aman de la manera tradicional. Y referente a lo otro… que no esté expuesto a cualquiera no quiere decir qué no sea algo malo —culminó.

La conversación siguió durante horas y horas hasta que los amigos notaron como el sol se comenzaba a alzar desde su lugar reemplazando a la luna.

—Bueno ardillita, me voy a dormir un rato. Por suerte no va a haber trabajo. ¡No lo olvides gïth talh hate!

“Ella te adora” ¿será cierto o solo serán palabras de Justin para que April se anime a salir del closet? Las dudas carcomían el cerebro de la morena así que se decidió por ir a dormir un rato. Podía darse ese gustito ese día por suerte era su día libre.

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