24- Dulce melodía
Desde lejos se notaba la felicidad en el rostro de la niña, no todos los días tenías la fortuna de ver una cantidad de libros que parecían no acabar.
—Oh, qué bueno, ¡¿qué trajeron?!—Gritó emocionada Coraline.
Alexia y April pusieron sobre la mesa todo lo que había logrado recolectar consiguiendo una sonrisa en el rostro de la niña.
—Wow —exclamó sorprendida—. ¡Son muchos!
La niña veía entre las opciones la portada de cada libro y escudriñaba otros. La emoción se veía en su rostro, lo que hizo pensar a Alexia que había sido magnífica la idea de llevarla.
Aunque su mente en ese momento se centraba en April. ¿Qué había sido todo lo de hace rato? ¿Su mente había jugado sucio?
Quizá su reacción no tenía nada que ver con todo lo que dijo y no tenía nada de qué preocuparse. Seguro la estaba presionando mucho y por eso estalló.
—Ven, vamos a elegir uno de estos libros. El Misterio de las Profundidades, ¿te llama la atención?
—Me interesa, quiero que me cuentes el que está ahí tía, cuéntalo tú, ¿sí?
—Nena, más bonito los relata Alexia, ¿no crees?
Alexia sonrió y tomó asiento en uno de los puff del sitio, Coraline lo hizo al frente de ella.
—En un remoto rincón del vasto océano, vivía una criatura única y enigmática que fascinaba a unos y aterraba a otros. Una famosa leyenda entre los habitantes marinos, quienes la llamaban "La Guardiana de las Profundidades".
Las palabras salían de sus labios como la nota musical más linda de todas, pero en vez de darle atención al cuento, April prefería quedarse admirando el par de iris grises que miraban el libro entre sus manos con gran presagio.
—Esta misteriosa criatura poseía un brillo iridiscente en su cuerpo esbelto y delicado, lo que la hacía resplandecer en la oscuridad del océano —relató tomando una pausa.
—Tía, hey tía. ¿Estás escuchando el cuento?
Al oír la dulce voz de su sobrina sus pies tocaron tierra, tratando de disimular que su mirada estaba fija en la ajena sacudió su cabeza a los lados miró a la niña quién la vio extraño, aunque decidió ignorarla y fingió que entendía la temática de la fábula
Su vista se hallaba perdida en los iris grises, que tenía al frente. Aunque su mente luchara por decir que no, la realidad era otra, la verdad es que Alexia la dejaba sin habla.
La forma en que la pelinegra narraba era maravillosa, tanto así que a Coraline se le dificultba mantener los pies en la tierra. Es que, ¿quién no se iba a imaginar las historias si te las contaban con tanto amor y gozo?
Según lo que había podido entender, durante muchos siglos, los seres marinos se habían acostumbrado a la presencia de la Guardiana, algo así escuchó. Ella era quien velaba en silencio por la armonía de su reino submarino.
—Sin embargo, un día, una sombra desconocida comenzó a extenderse por las aguas, amenazando con perturbar la paz que tanto tiempo habían disfrutado.
—La criatura, ¿haría algo al respecto?
—Sí, pero primero tenía que hallar la razón de por qué la sombra perturbaba la tranquilidad de sus aguas.
Luego de ese intercambio de diálogos, Alexia continuó con su lectura. Por algún motivo que desconocía sentía que alguien la estaba observando. Y es que no había caído en cuenta que un par de ojos color avellana casi se la como si fuera un diamante. Y no fue sino hasta que levantó la vista que comprendió la razón de su incomodidad.
—Intrigada por esta oscura presencia, la Guardiana decidió emprender un viaje hacia lo más profundo del océano, en busca de respuestas que pudieran salvar su hogar.
—En su travesía, descubrió criaturas marinas nunca antes vistas, algunas dispuestas a ayudarla y otras a detenerla en su misión.
La voz de Alexia te revolvía las emociones, a veces daban pequeños escalofríos. Y ese fragmento no fue la excepción. Coraline sintió como su corazón temblaba un poquito, pero en vez de asustarse sonrió.
Si hablamos de April, ella tenía un zoológico en su estómago. Sentía un placer inexplicable al oír a la pelinegra.
Puede ser que ninguna se diera cuenta del amor que había en el aire, pero eso no podía pasar desapercibido para los demás.
April sin quererlo se derrumbó, su corazón y mente le jugaron de la peor manera. Pero fue algo que no pudo controlar. Y cada vez que pasaba eso por su mente, terminaba sonrojada.
—Con valentía y determinación, la Guardiana desentraño antiguos secretos y la fuente de la sombra maligna que amenazaba su hogar.
Tal vez no lo veía de esa forma, pero ese pequeño desarme emocional podría ser el comienzo de un cofre abierto a la vista de todos.
«Se les nota enamoradas.» Pensó Coraline. «¿Por qué prohíben algo tan bonito como el amor?»
Alexia seguía narrando a pesar de que solo tuviera a la niña prestándole atención, con eso se conformaba. Le gustaba ver a April cuando andaba distraída y ese instante jugaba a su favor.
—Y bien, ¿hasta aquí todo bien?
Recibió afirmaciones que la animaron a seguir y su corazón vibró de alegría ante ese hecho.
—Un antiguo enemigo, celoso de su poder y belleza, había tramado para sumir el océano en la oscuridad eterna.
—Armada con la sabiduría de sus ancestros y el coraje de su corazón, la Guardiana desafió al enemigo en una épica batalla submarina.
—Con astucia y habilidad, logró derrotar a su adversario y devolver la luz y la calma a las profundidades del océano.
«Por lo que veo esto va a ser difícil.» Analizó. «Será mejor que niegue con mi cabeza.»
Y eso hizo, seguido de una adorable sonrisa, para que su niñera le devolviera el gesto. Se quedaría callada por ahora, de todos modos por su edad sabía a la perfección que nadie la tomaría en serio.
—Bueno prosigo Desde entonces, la Guardiana de las Profundidades fue venerada como la heroína que salvó el reino marino. Su historia se transmitió de generación en generación, recordando a todos la importancia de proteger y cuidar el lugar que llaman hogar.
—Y así, la misteriosa criatura demostró que, incluso en las profundidades más oscuras, la luz de la valentía y la bondad siempre puede prevalecer.
Con cada verso lograba sumergirse más, April se hallaba fascinada y ya comenzaba a entender por qué a su sobrina le resultaba bastante entretenido este pasatiempo.
—Y colorín colorado, este cuento ha llegado a su final.
Coraline sonrió y aplaudió bajito y emocionada, se acercó a la torre de libros y vio entre las opciones que tenía y tomó el primero que le llamó la atención. Todos se veían preciosos, pero comenzaría por ese, puesto que los colores lograban resaltar a la perfección.
—¡Tía! Léeme este. El Tesoro de la Niña del Bosque.
—¿Yo? Pero
—Por favor, ¿puedes? —preguntó mientras hacía ojitos tiernos.
—Bueno.
Al parecer la fábula se situaba en un hermoso pueblito de nombre Albahaca, tanto April como Coraline se hallaban fascinadas, con la naturalidad de Alexia. Te hacía desear que siguiera leyendo.
— Dónde vivía un niño llamado Mateo junto a su dulce abuela Rosa. Mateo era un niño curioso y aventurero que disfrutaba de explorar los rincones más ocultos de la naturaleza que rodeaba su hogar.
Por primera vez, la pequeña estaba centrando la atención en April. Sin saber por qué se ponía nerviosa, tragó un poco de saliva y siguió con la lectura. Rezando para que su sobrina no se diera cuenta de que su vista iba más, hacía su niñera.
—Un día soleado, mientras correteaba por el bosque cercano, se topó con una pupila de cabellos dorados y ojos centelleantes que brillaban como estrellas en la noche. La niña, vestida con una túnica esmeralda, le sonrió con ternura y le tendió la mano.
—¿Cómo se llamaba la niña? —preguntó con euforia.
—La lechuza hace: shh, deja que tú tía relate el cuento.
No se necesitaron palabras para que April expresara que estaba agradecida por hacer que solo la escuchara.
—Apenas se vieron, ella se presentó. “¡Hola, soy Elara! ¿Quieres jugar conmigo?”, dijo la misteriosa niña con voz suave y melodiosa.
A April se le dificultaba tener esa soltura en la voz, la misma que si poseía la pelinegra, pero trató de solo tener los ojos en su lectura.
—Intrigado por la presencia de esta encantadora criatura, Mateo aceptó encantado la invitación y juntos se adentraron en el bosque, donde se desplegaba un mundo mágico y lleno de sorpresas.
—Elara le reveló a Mateo que guardaba un secreto ancestral: la existencia de un tesoro oculto en lo más profundo del bosque, protegido por criaturas místicas y desafíos inimaginables.
Las fábulas eran sus favoritas desde pequeña, siempre trataba de llevar libros a escondidas hasta su habitación cuando vivía en los orfelinatos y en casa de sus padres.
—Decididos a emprender esta emocionante aventura. Mateo y Elara se enfrentaron a pruebas espléndidas. Demostrando valor, astucia y amistad en cada paso del camino.
—Juntos superaron obstáculos que parecían imposibles. Desafiaron a temibles bestias guardianas y se adentraron en cavernas encantadas.
—Tras una travesía llena de magia y peligros, llegaron ante un antiguo árbol centenario, cuyas ramas doradas brillaban con luz propia. En lo alto de sus ramas, descubrieron el tesoro.
—¿Cuáles eran esos tesoros?
Tal vez era algo que no tenía gran relevancia, pero por alguna razón desconocida a Coraline le hacía ilusión.
—Un cofre, reluciente y lleno de gemas brillantes, artefactos antiguos que destilaban poderes mágicos.
—Con lágrimas de alegría en los ojos, Elara y Mateo celebraron su victoria y la fortaleza de su amistad.
Prometieron guardar por siempre el secreto del tesoro del bosque, llevando consigo la magia de aquel día en sus corazones.
—Y así, la historia de Mateo y Elara se convirtió en leyenda en el pintoresco pueblo de Albahaca, donde la amistad, la valentía y la magia perduran para siempre en las páginas del tiempo.
—El tesoro de la niña del bosque había encontrado a los guardianes perfectos en los corazones puros de dos valientes aventureros unidos por lazos eternos.
—Este tiene por nombre, el Amor Real
La lectura esta vez estaría liderada por Coraline, que necesitaba practicar su fluidez en el proceso.
—En un reino lejano, donde las diferencias de clase eran marcadas y las normas sociales rígidas, vivía un rey imponente y una joven plebeya de corazón valiente.
—El rey, cuya corona pesaba sobre su cabeza como un recordatorio constante de sus responsabilidades, se sentía prisionero de su posición. La plebeya, en cambio, encontraba libertad en los campos verdes y en el canto de los pájaros.
—Un día, por azares del destino, ambos se cruzaron en un bosque encantado. La plebeya, ajena a la identidad real del rey, lo ayudó cuando se encontraba perdido entre los árboles frondosos.
—A medida que compartían historias y risas, surgió entre ellos una conexión única y profunda que desafiaba todas las convenciones.
—A medida que el rey se sumergía en la luz brillante que era la plebeya, comenzó a cuestionar su propio papel en el reino y a darse cuenta de que el verdadero poder residía en el amor puro y sincero. Por su parte, la plebeya descubrió en el rey un alma noble y generosa que trascendía su título.
—Sin embargo, la sociedad no tardó en enterarse del vínculo secreto que florecía entre el rey y la plebeya. Los consejeros del reino se opusieron de forma rotunda a la unión, temiendo el desorden y la revuelta que podría provocar. A pesar de las presiones y los obstáculos, el amor entre el rey y la plebeya siguió floreciendo, resistente como un roble ante la tormenta.
—Y al final, el rey tomó una decisión valiente y anunció ante su pueblo que había encontrado en la plebeya su igual, su compañera de vida. La plebeya, con el corazón rebosante de felicidad, aceptó convertirse en reina, sabiendo qué juntos podrían cambiar el curso de la historia y demostrar que el amor verdadero no entiende de etiquetas ni barreras sociales.
—Y así, en un reino donde antes reinaba la desconfianza y la división, el amor del rey y la plebeya iluminó un nuevo camino de esperanza y redención, dejando un legado de unidad y tolerancia para las generaciones venideras. Una historia de romance que trascendiera el tiempo, escrita con letras de oro en el libro del destino.
El último cuento que se posaba encima de la mesa le tocaría a Alexia, y ella sin rechistar comenzó.
—Título: El rey y la doncella del bosque encantado
—Había una vez en un reino lejano, un rey sabio y bondadoso que gobernaba con justicia, pero que sentía un vacío en su corazón. Un día, mientras paseaba por el bosque encantado que rodeaba su castillo, escuchó cantos melodiosos que lo llevaron a una clara en medio de los árboles. Allí encontró a una hermosa plebeya, de cabellos dorados y ojos brillantes como estrellas, que recogía flores silvestres.
—Fascinado por su belleza y su dulce voz, el rey se acercó a ella y descubrió que su nombre era Elara. A pesar de sus diferencias de clase, el rey y Elara se enamoraron como si jamás lo hubieran hecho, compartiendo momentos mágicos en el bosque encantado mientras las estaciones pasaban.
—Sin embargo, la reina madre del rey no veía con buenos ojos esta relación y planeaba separarlos. Con la ayuda de un hechicero oscuro, la reina madre lanzó un maleficio sobre Elara, condenando a la chica a permanecer atrapada en el bosque encantado para siempre, separada del rey.
—Desesperado por salvar a su amada, el rey emprendió un peligroso viaje en busca de la Flor de la Eternidad, la única planta capaz de romper el maleficio. Desafiando criaturas mágicas y superando pruebas difíciles, luego de tanto buscar, por fin encontró la flor y regresó al bosque encantado.
—Al encontrar a Elara, el rey le ofreció la Flor de la eternidad, rompiendo el hechizo y liberándola. Juntos, regresaron al castillo, donde se casaron y reinarán como juntos por siempre, gobernando con amor y sabiduría.
—Y así, el rey y la doncella del bosque encantado vivieron felices para siempre, recordando siempre que el amor verdadero puede superar cualquier obstáculo, incluso la magia más oscura.
Ese había sido el último cuento, a Coraline ya le apetecía ir a su casa para comer algo, ¿Y quiénes eran ellas para negárselo?
Iría a casa, pero los planes aún no acababan, y la niña se veía bastante feliz por ese hecho.
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