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21- Historia, idioma y corazón

 



En la mañana del 1 de marzo el cielo parecía estar en conflicto con las personas que se encontraban caminando por las calles de la ciudad. Nevaba como si jamás lo hubiera hecho, aunque para esto, Alexia ya se hallaba en casa de Juan Carlos Maldufes, él no iría a trabajar por la tormenta, aunque cuando ella llegó su plan se vio frustrado por el clima y ahora estaba con Coraline ayudándole con la tarea.

Un poco después, April que se encontraba a  escasos pasos de la morada de su hermano, con rapidez la tempestad le obligó a acortar la distancia que le faltaba.

Tocó el timbre y le abrió Juan Carlos, no dijeron nada, solo el hombre se apartó para que ella pasara.

—¡Tía! —exclamó la niña.

—Hola mi amor, ¿cómo estás? ¿Te has sentido bien?

En aquel momento, aunque ella no lo quisiera, su mirada terminó cruzando con los iris grises de Alexia, a pesar de que lo negara, sus latidos galopaban cómo un caballo salvaje.

—Ho-Hola De casualidad, ¿qué hacen?

Coraline no responde ni Alexia tampoco, pero la niña se levantó y corrió en su dirección para mostrarle lo que se encontraba haciendo en la asignatura de filosofía.

—Alex me está ayudando con mis deberes, he realizado varios deberes mira, también tengo que hacer un ensayo, sobre la historia de Lalun.

«¿Le estará diciendo lo que me contó el otro día?» Pensó. «No creo, ya debe saber cómo es mi hermano, él no permitiría esa educación a Coraline aunque ella ya conoce algunas cosas de la comunidad LGBT ¿De dónde las habrá aprendido?»

—Oh, qué linda caligrafía sobrina, ve a seguir en tus tareas.

Por ratos, las miradas entre las dos se hacían más frecuentes, aunque April las intentaba evitarlas a toda costa. La ponía nerviosa (bastante) el simple hecho de saber que Alexia la miraba .

—Listo, Alexia ya he terminado de pintar el dibujo.

—¡Oh! ¡Qué hermoso! Seguro sacas 20

—¿Me podrías ayudar con mi tarea de Yiuckano? —preguntó Coraline haciendo que pegara un salto.

Por otro lado Alexia, quien se había embelesado observando los traviesos rizos de April. Se le iban a la cara cada cierto tiempo.

—Mmm, no princesa, lo lamento, pero ahí si que no soy buena.

Al escuchar la negativa de su niñera la niña hizo un puchero, al parecer le gustaba que ella la ayudara con sus deberes, en cierto punto daba ternura. Si pudiera con completo gozo le daría una mano. ¿Pero cómo le decías que no?

—Sobrina, ven te ayudo vamos a ver qué es lo que tenemos.

«Sabe la lengua, ¡qué lindo! ¿Dónde lo habrá aprendido?» Pensó Alexia.

Era increíble la fluidez con la que April manejaba el idioma, lo bonito que se oía cada palabra pronunciada por su boca.

—Vamos a ver sobrina, si te digo kurcs & mloch, ¿qué es lo que estoy diciendo?

La niña se lo pensó durante mucho rato, pero dio con agilidad la respuesta adecuada.

—Gatos y Café ¿Si es correcto, verdad?

—Sí lo es, bien ahora traduce: Lus kurcs drinbo lamil frosë.

—Los felinos toman leche fría ¿Sí?

April no le dijo nada, solo hizo un movimiento de afirmación mientras contemplaba el cuaderno de la niña. Quería distraerse de la presencia de Alexia que la miraba de manera fija.

Se notaba un leve brillo en los ojos de Alexia, eso ocasionó una sonrisa con disimulo de April.

El corazón de April parecía galopar contra viento y marea, sus manos sudaban sin que nadie se diera cuenta, admiraba cada facción en el rostro de Alexia, expresaba tranquilidad y parecía prestar atención a las enseñanzas que le impartía a Coraline sobre el idioma.

La tarea fue extensa, pero con la ayuda de April, Coraline logró culminarla. Su padre dio aviso para que se sentaran a almorzar.

Y como si fuera algo del destino, Juan Carlos dijo que April se sentaría al lado de Alexia, aunque no lo quisieran, el corazón de ambas comenzó a latir en el momento que cruzaron miradas.

—Haber Ferdom cuéntame, ¿vives con alguien? ¿Tienes pareja o algún amigo que esté contigo?

«¡¿Y no que eras Coolyn?!» Pensó April.

—No, señor, a veces mis primos me visitan Mi mejor amigo tiene su casa.

El hombre solo afirmó, pero no volvió a tocar el tema y comieron en silencio. De vez en cuando April observaba las expresiones de Alexia, lo que le ocasionaba ganas de reír, pero por respeto no lo haría.

April era consciente de que su hermano no era el mejor cocinero. A él lo habían acostumbrado a que una mujer le hiciera todo. Pero cuando la madre de su sobrina se marchó, a él no le quedó más opción que tratar de sacar adelante a su hija. Nadie quería a un hombre con hijos y mucho menos pequeños, decían que eso era perder tiempo.

Cuando ya casi terminaban de comer, todos se levantaron de la mesa y las muchachas junto con la niña se retiraron yendo a la sala.

—Aún sigue nevando fuerte —susurró Alexia— ¿Les gustan los cuentos?

Aunque la niña no dijo nada referente a la pregunta, en el instante en que miró a Alexia le brillaron los ojos, lo que dio a entender que sí.

—Bueno, cómo ya no tienes tarea, podemos contar algunas fábulas que conozco.

Las chicas juntas subieron a la habitación de juegos de Coraline, que a su vez poseía una pequeña biblioteca. Con una mesa redonda y en total 4 cojines.

—Bien, vamos a sentarnos.

De manera alegre, la infanta colocó una silla para cada una, y juiciosa se sentó como si fuera un indiecito, y brindó una sonrisa.

—Bueno, yo cuento el primero —murmuró April— si me lo permites Alexia.

—Por mí no hay problema —respondió con una sonrisa.

La verdad es que Alexia deseaba seguir oyendo la voz de April. Le daba cosquillas en el pecho al oírla, lo que causaba que su corazón brincara de alegría.

—Bien, el título de este cuento es: El Sueño de Bobby.

—¡Qué bonito! ¿Va a ser un cuento como el de Mora?

—No lo sé pequeña vamos a oírlo —respondió Alexia.

La ventana que daba al exterior de la casa logró distraer a Alexia. La tormenta se veía fuerte.

«Espero que mis primos estén bien.» Reflexionó.

Coraline con una amplia sonrisa se sentó junto a su tía y le hizo señas a Alexia para que se pusiera cerca de las dos.

Pero no fue sino hasta que April se aclaró la garganta que Alexia le dio especial atención.

—En un pequeño centro de adopción, habitaba un perro llamado Bobby. A diferencia de sus compañeros de cuatro patas, Bobby había nacido con una discapacidad que lo hacía cojear al caminar.

Al hablar se podía notar lo mucho que le gusta recitar, sus expresiones faciales y su dulce voz iban en una perfecta armonía que lograba levantar cada pequeño vello en el cuerpo de Alexia.

—A pesar de su dulce mirada y su corazón bondadoso, nadie parecía querer darle una oportunidad. Día tras día veía cómo otros perros iban siendo adoptados, mientras él seguía esperando en su jaula, sintiéndose cada vez más solo.

A las adultas les resultaba fascinante como Coraline escuchaba con atención. A su edad ellas preguntaban hasta la cosa más insignificante.

—Sin embargo, un día especial llegó a su vida. Una joven llamada Clara, con ojos llenos de compasión, entró al centro de adopción y se detuvo frente a la jaula de Bobby.

«¿Le está agradando el cuento?» Pensó April. «A mi sobrina parece que sí.»

—A diferencia de los demás visitantes que pasaban de largo, Clara sintió una conexión especial con el perrito cojo. Sin dudarlo, decidió adoptarlo y llevarlo a su hogar.

Las manos de April se ponían sudorosas, con cada mirada de aquellos iris azules. «¿O eran grises?», en ese momento no es que le importase demasiado. Ella solo podía verla a ella, haciendo que casi olvidara dónde se situaban.

Desde que había cruzado la puerta por la mañana sentía como si la estuvieran observando. Era Alexia, tal parecía que ella no sabía disimular mucho.

—Desde ese momento, la vida de Bobby cambió por completo. Clara lo trató con amor, paciencia y dedicación. Juntos aprendieron a superar los obstáculos que la discapacidad de Bobby representaba, descubriendo que el verdadero valor de alguien no está en sus capacidades físicas, sino en el amor y la determinación que lleva en su corazón.

April suspiraba con cierto brillo en los ojos, se veía como si fuera una adolescente enamorada o una niña feliz.

«No es por mí ¿Cierto?» Pensó Alexia.

—Con el tiempo, Bobby se convirtió en un ejemplo de superación para todos en la comunidad. Su historia inspiró a otros a ver más allá de las apariencias y a valorar la bondad que mora en cada ser vivo.

—Gracias al amor incondicional de Clara, Bobby encontró su lugar en el mundo y vivió feliz para siempre, demostrando que los cuentos de hadas también pueden tener finales reales y llenos de esperanza.

Alexia se hallaba embobada, le encantaba la voz de April, adoraba que se viera bastante tierna acomodando cada tanto sus rizos.

El cuento se escuchaba bastante lindo, sin embargo, admitía que si le preguntaban de qué iba no sabría qué responder.

—Y así, entre ladridos de alegría y lengüetazos de gratitud, Bobby y Clara compartieron una vida llena de amor, superando juntos cualquier desafío que se les pusiera al frente, demostrando que el verdadero milagro reside en el poder del amor y la aceptación.

April ya había culminado, y había llegado el cambio de turno. Esta vez le tocaría a Alexia.

—Yo tengo uno El Destino de la Criatura Alada.

Coraline pasó a prestarle toda su atención, parecía que le había interesado el nombre.

—En una isla remota, rodeada por un mar azul radiante, habían aves majestuosas de todas las formas y colores que lograban cautivar a quienes tenían el privilegio de verlas.

—¿Cómo habían llegado a esa isla?

«El cuento lo inventé, ¿cómo se supone que deba responder a eso?

Alexia pensó en algo rápido, pero que logrará hacer que la niña no tuviera más dudas.

—Nadie sabe, alguien las pudo haber dejado ahí o ellas solas miraron

Al parecer había quedado satisfecha con lo dicho así que con una sonrisa Alexia asintió y prosiguió.

—Una pareja de aves, con plumaje brillante y canto armonioso, construyó un nido en lo alto de un árbol frondoso. Su amor era tan puro como el brillo del sol sobre las olas.

—Un día, para sorpresa de ambos, encontraron en su nido a una criatura alada diferente a todo lo que habían visto antes.

«April con ese puchero se ve preciosa». Pensó Alexia.

—Tenía unas alas plateadas y ojos brillantes que reflejaban la inocencia y la curiosidad. El macho, al ver a la extraña criatura, sintió una oleada de celos y negó su paternidad, acusando a la hembra de traición.

—La hembra, con tristeza en sus ojos, le explicó que la criatura era un regalo del mar, un ser único destinado a traer luz a sus vidas. Sin embargo, el macho se negó a aceptarla, incapaz de ver más allá de su propio orgullo.

—La pareja de aves decidió abandonar a la criatura a su suerte, dejándola sola en el nido. La pobre criatura, sin comprender la razón de su abandono, se sintió perdida y desamparada.

—Pero el destino de la criatura alada se hallaba entrelazado con el corazón generoso de las aves de la isla. Poco a poco, otras aves comenzaron a cuidar de ella, enseñándole a volar con gracia y a cantar con dulzura.

—La criatura creció fuerte y valiente, convirtiéndose en la protectora de la isla y en la amiga de todas las aves que la rodeaban.

—Con el tiempo, el macho se arrepintió de su decisión y buscó a la criatura, ansioso por pedirle perdón y recuperar su amor. Pero la criatura, con sabiduría y compasión, le mostró que el verdadero amor no conoce de celos ni de rencores, y que el perdón es la llave que abre las puertas del corazón.

—Así, la isla a mitad del mar se llenó de cantos de alegría y de colores aún más brillantes, gracias a la presencia de la criatura alada que había encontrado su lugar en el mundo y en el corazón de quienes supieron ver más allá de las apariencias y abrazar la diversidad con amor.

—Y así, la historia de la criatura alada se convirtió en un cuento de hadas moderno, donde la verdadera magia reside en la aceptación y en el poder transformador del amor sincero.

«Ojalá así fuera el mundo real pero todo es tan difícil ahora.» Meditó April.

—Hace muchos años atrás, un hombre acababa de salir de una cita, durante su juventud y vejez esto era algo difícil para él, siempre resultaban fallidas, pero en medio del camino a su casa consiguió algo maravilloso.

—Él dudó en si debía tomarla del caliente pavimento, pero algo le decía con ferocidad que no

—Él decía sentirse extraño como si tuviera una conexión con ese objeto de agradable olor. Una rosa roja

—Estuvo un rato en esa calle observando la belleza natural que se presentaba ante sus ojos. Pensó que tal vez se le había caído a alguien; un vendedor, quizás, su mente tenía una batalla en sí, debía levantarla o no.

—En varias ocasiones trató de pasar de largo, pues sentía que algo malo pasaría, sin embargo, se devolvió

—¿Por qué había hecho esa locura? Ni él sabía, esa rosa lo dejó hipnotizado con su color tan brillante que parecía que recién la habían posado ahí

—Antes de irse, miró para todos lados para cerciorarse de que no lo estuvieran viendo, aún creía que alguien la podía buscar, pero pasó una hora y nadie la reclamó.

—El hombre pensó que tal vez el destino la había llevado a su vida para sacarle una sonrisa, su olor, color y viveza le alegraba un poco.

—En cierta medida, calmaba su ansiedad, desaparecía su estrés. Hace unos años había quedado viudo por culpa de una extraña enfermedad que le arrebató a su esposa. Así que él terminó deteriorándose con el pasar de los otoños.

—Aquella incesante voz chillona que escuchaba todo el tiempo en su cabeza a cada rato diciendo: Ya ríndete, no vale que te esfuerces tanto. También parecía esfumarse.

—Unos meses que se lanzaron como dagas al corazón, pero le pareció raro que aquella rosa aún seguía viva, mientras más vueltas le daba al asunto más tétrico se volvía.

—No le prestó atención al caso y esa misma mañana, fui a visitar al psicólogo

—Le iba a contar de aquel milagro, al final todos sus males habían desaparecido y agradece que por fin era feliz.

Entre Alexia y April se iba turnando, y aunque ninguna de las dos dijera algo, sus corazones parecían galopar al compás. Con disimulo Alexia miraba a April y viceversa.

Las pupilas de ambas se iluminaban a la par que sus miradas cruzaban. Sus corazones habían estado por mucho tiempo buscándose hasta que al fin lo lograron. Lo difícil iba a ser mantenerlos unidos.

—El Regalo del Herrero.

Era una fábula preciosa, Alexia la conocía. Manolo se la contaba para antes de dormir.

—Ese me lo sé—se atrevió a decir Alexia recibiendo una mirada de April y una de Coraline.

—¡Si! Cuéntamelo por favor.

¿Quién se lo iba a negar? Ninguna de las adultas presentes sería capaz, así que con una sonrisa asintieron.

—Entonces, entre las dos lo contamos —mencionó April—comienza tú Alex.

—En un pueblo remoto, perdido entre bosques encantados, vivía un herrero de corazón noble y manos hábiles. Se decía que era capaz de arreglar hasta los más rotos y desolados. Un día, un joven campesino llegó a su taller, con el alma cargada de tristeza y desesperanza, pidiendo al herrero que reparara su propio corazón, que ya se encontraba en pedazos.

—El sabio herrero, con una mirada compasiva, examinó el frágil corazón del joven y, en vez de comenzar a trabajar en él, le devolvió una dulce sonrisa y le dijo: «Déjame ver qué puedo hacer por ti, querido amigo».

—Con manos expertas y paciencia infinita, el herrero observó cada fragmento del corazón del joven y, tras una larga reflexión, decidió que la solución no estaba en repararlo, sino en darle una nueva esperanza, una conexión verdadera.

—Sin dudarlo, el herrero tomó un pedazo de su propio corazón y lo unió al del joven campesino. En ese instante, algo mágico sucedió: una luz brillante emergió de sus pechos entrelazados, uniendo sus almas en un lazo irrompible de amistad y confianza.

—A partir de entonces, el campesino sintió una fuerza renovada dentro de sí, un coraje que nunca antes había experimentado, y el herrero encontró en él un alma gemela, un compañero de vida sincero y leal.

—Con el paso de los días, la amistad entre el campesino y el herrero creció y se fortaleció, convirtiéndose en una leyenda que se contaba en el transcurso de las generaciones en aquel pueblo remoto.

—La magia del regalo del herrero había transformado no solo dos corazones, sino toda una comunidad, inspirándolos a abrirse y compartir el amor y la bondad que siempre estuvieron presentes, solo esperando ser descubiertos.

—Y así, en un rincón olvidado del mundo, la historia del herrero y el campesino perduró en el tiempo, recordándoles a todos que, a veces, las soluciones más sensacionales vienen del corazón mismo, dispuesto a dar sin esperar nada a cambio.

Las 3 se juntaron más en la mesa, luego de que Alexia respiró un poco, tomó aire y continuó con otro cuento.

—Había una vez, en un pequeño pueblo de nombre desconocido, un hombre de una avanzada edad que vivía solo y se dedicaba a la carpintería.

Coraline y April estaban atentas a las palabras de Alexia, pero a April le fascinaba por cómo relataba, opinaba que se veía hermosa, solo que no se lo podría decir nunca.

—Un día, caminando por el bosque buscando leña a lo lejos, vio a una linda princesa; no parecía perdida, es más, a sus ojos, ella conocía bien el paisaje.

—¿La princesa se acercó o él tomó la iniciativa? —preguntó la niña.

—No, al menos no esa misma mañana. Pasaron varios días para eso. Luego comenzaron a hablar seguido.

—Como tú y yo —susurró April en el oído de Alexia.

Acción que hizo que todos sus sentidos se fueran alterando de a poco.

«Se ve preciosa estando sonrojada.» Pensó.

—¡Tía! Déjala tranquila —exclamó—¿No ves que se pone rojita?

April miró con cara ofendida a su sobrina, pero asintió y sonrió.

—Eh Bueno, el carpintero y la princesa conversaron por primera vez; él le contó sobre las lindas piezas de madera que hacía, y ella su pasión por las plantas y los animalitos.

—Qué bonito. ¿Qué ocurrió luego?

La niña se notaba con cierta curiosidad, pero Alexia no era capaz de reconocer si era por el cuento u otra cosa.

—Con el pasar de los días, se veían en el mismo lugar a la hora de siempre. El amor floreció entre los dos. Él le quería pedir la mano, pero no podía.

—¿Por qué no?

—Él estaba consciente de que aceptarlo no corría por cuenta de la hermosa chica.

—¿Y qué haría?

—Después de un tiempo, enamorado de la princesa, pensó mucho y por fin decidió que le iba a pedir su mano al rey, pero había un detalle.

—¿Qué pasaba?

—No tenía riquezas, y no sabía que ofrecer al rey para que lo dejara estar con su hija.

—Algo se le debía ocurrir, ¿no?

Ese cuento Alexia lo había inventado en el momento, no se imaginó que vendrían las preguntas.

—Y si tuvo una idea, cada día iba al bosque a cortar la leña más bonita y regresaba con emoción para empezar su obsequio. Así estuvo por una semana. Hasta que lo terminó.

—¿Iría a buscar a la princesa?

—Aún no, le falta un pequeño detalle.

—¿Cuál?

—Las flores favoritas de ella, así que el hombre las fue a recoger, un tipo diferente cada día. Cuando acabó había pasado ya bastante tiempo.

—¿Pero aún buscaría a la princesa, no?

«Claro que iría, no la iba a olvidar así de fácil.» Meditó Alexia.

—Él todos los días iba al bosque; sin embargo, no lograba encontrar a la chica. A pesar de eso, nunca se rindió.

—¿Y si volvió?

—Sí, aunque había pasado bastante, jamás olvidaba al humilde carpintero, le flechó el corazón. No podía borrarlo de su memoria tan fácil.

—¿Se hablaron?

—Sí, aunque no le dijo nada de lo que tenía. Esa mañana con la doncella jugó y recolectaron muchas más flores.

—¿Qué pasó con las de su regalo?

—Él siempre les daba agua, las sacaba al sol y les hablaba. Y si una por extraña razón moría, él las cambiaba por unas más bonitas.

—Bueno, volvamos a su encuentro con la princesa

—Luego de recolectar con ella tantas flores, decidió que la acompañaría a su castillo, y así lo hizo.

—¿Cuándo entregaría su obsequio?

—Al otro día, se levantó temprano y se preparó, se puso la vestimenta más elegante con calzado a juego y en una carretilla posó su obsequio y se dirigió a su destino.

—¿Lo dejarían entrar?

—Él llegó y habló con la guardia real. «Deseo conversar con el rey, le quiero proponer algo» les dijo con una sonrisa, los vigilantes revisaron con cuidado el obsequio y al hombre y le permitieron pasar.

—Qué bonito es el amor mutuo seguro, ¿no?

«¿¡No ves que tu tía es terca y no quiere!?» Pensó Alexia mientras reía en sus adentros.

—Si, cuando la princesa lo vio no pudo evitarlo y corrió a abrazarlo, no sabía qué hacía ahí así que se lo preguntó él no le dijo nada, solo sonrió y pidió ver al rey.

—¿Y qué más?

—Luego de la charla, la princesa con una sonrisa pidió que lo llevarán a la habitación del rey. Cuando llegó lo vio en cama, la situación del hombre era deplorable, eso lo sabían todos, nadie había encontrado la cura a pesar del tiempo.

—¿Hablaron?

—Sí, le explicó cómo conoció a su hija, le dijo también que era un humilde carpintero que a pesar de eso le pidió la mano de su hija y debía arriesgarse. Le mostró lo que había hecho y lo logró.

—¿Se casaría con la princesa?

Se veía muy ilusionada, el rostro recordaba de alegría.

—Sí, el rey quedó encantado con el talento de él y le fascinó que conociera tan bien a su hija, así que le dio la mano de la muchacha, sabía que aunque no tuviera riquezas haría feliz a la doncella.

—¿Qué sucedió con el rey?

—Se logró curar, todos los días el carpintero. Ahora el nuevo rey iba a verlo y cambiar las flores.

El cuento ya había acabado, no obstante las preguntas se veían aproximándose. Coraline no se veía convencida.

—¿Entonces?

—No lo sé, este cuento llegó a su fin. Hasta donde recuerdo que mi primo solo me lo contaba hasta ahí.

—¡¿Qué!? ¡No! Pero, ¿tuvieron un lindo final?

—Solo ellos lo saben.

Luego de que anocheciera, Coraline se retiró de la sala a su habitación, era tarde y por lo visto, Alexia y April tendrían que quedarse en esa casa.

Al parecer la tormenta no tenía intención de acabar pronto, lo que resultaba un poco extraño porque según para la fecha en la que estaban, las tormentas ya se deberían convertir en lindas y suaves nevadas.

—Va a ser una noche difícil —susurró April con un tono leve de decepción—¡Pido el cuarto con calefacción!

El hombre no dijo nada y solo subió a la planta de arriba a preparar las habitaciones.

—Me gustaría que hablemos.

«¿¡Hablar!? ¿¡De qué!?» Reflexionó April activando sus alarmas.

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