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13- El retraso y el indeseado

Un nuevo amanecer se aproximaba entre las colinas del este, Alexia. Quien se levantó con el incesante sonido de su alarma, con enojo rebuscó su teléfono en la mesa al lado izquierdo de su cama.

—Maldita alarma, es tan fastidiosa —masculló y con pereza levantó su cuerpo de la cama.

«¿Dónde está ese aparato?» Pensó
y cuando tuvo el aparato en su mano, apagó el sonido que la molestaba y luego tiró el celular. «Hay hambre ya. Son las 6 AM.»

—¡Maldita sea! No mi teléfono —farfulló al oír un golpe seco contra una de las paredes lo que hizo que abriera los ojos por el susto.

De un salto salió de la cama y de a poco fue levantando los pedazos de su móvil roto, realizó su misma rutina de siempre, anoche se había trasnochado pensando en April, aún no quería hablar. Al menos no bien y eso la tuvo frustrada durante toda la noche y madrugada.

—Oh, yo te hacía aún en la cama. Te quedaste hasta tarde despierta. ¿Estás bien? Escuché algo rompiéndose allá arriba.

—Sí, estoy bien. solo que estoy teniendo problemas con el sueño y terminé rompiendo mi teléfono, es el 5to este mes —respondió acercándose a su primo.

—No estas bien, mañana te traeré alguna medicina para que duermas, ¿pero por qué rompiste el teléfono?

Al oír al muchacho expresar aquellas palabras Alexia mostró una sonrisa avergonzada y algo incómoda puesto que el plan era ocultar su estado de ánimo. Algo bastante complicado porque como dicen: los ojos son el reflejo del alma. Y a su primo nunca se le escapa un detalle, por más pequeño que fuera. Siempre sabía qué pasaba alguna cosa en la mente de los demás. Bueno o malo lo adivinaba.

—Comenzaré diciendo que no he dormido bien, recién me dio sueño como a la 5 de la mañana. Y estaba tan claro que ya no cerré el ojo.

—Comprensible sin dormir el mal humor es grande, pero pobre celular deberías  aprender a controlar tus arranques de ira.

Tenía razón, pero no se la daría. Sabía que debía buscar ayuda, pero sentía pánico recorrer sus venas de solo pensarlo que el psicólogo que eligiera fuera igual o peor que sus padres y abuelo.

—Es para ti, sé que te gusta mucho esta leche —murmuró con una sonrisa.

Su cara de sorpresa lo decía todo, la alegría desbordaba de su rostro y lo demostró con una amplia sonrisa mientras reía como una pequeña de 5 años.

—Es divina, no entiendo cómo no te gusta.

—Prefiero la de soya, no es dulce.

—Cierto que no consumes azúcar.

Manolo se cuidaba mucho en su salud, desde pequeño siempre controlaba que comidas podía consumir seguido y cuáles no. Cuando cumplió 17 años su madre se había preocupado porque en cuanto a alimentación él no parecía alguien de su edad. Así que pasó gran parte de su vida asistiendo a diversos especialistas.

Alexia aún se sentía mal, durante muchas noches su sueño se había visto invadido por pesadillas. Le mostraban que no sería feliz, que su interés romántico, April, se iría de su lado, que no conseguiría que la ame.

Su mente había creado una laguna llena de angustia, ira y sobre todo temor. Muchos dirán que es absurdo, que nadie podía enamorarse de una persona solo por verla mientras estás durmiendo.

Al muchacho le parecía que su prima estaba disociando, soltó varios suspiros bastante preocupantes. Pero decidió que seguiría haciendo lo que tenía al frente.

—Ten, es lo que te gusta —habló sabiendo que su prima es probable que no lo escuchara

Cómo si la hora de la comida fuera un truco de magia Alexia lo miró mostrando una sonrisa. Odiaba cuando su primo tenía esa expresión en los ojos, sentía lástima por ella. Lo sabía, pero él siempre le decía que solo se preocupaba por su estabilidad emocional. Que no era buena. Así que le tocaba enseñar su dentadura de una manera feliz, aunque esa no fuera la realidad, le serviría para evitar preguntas.

Cuando bajó la vista un poco la expresión de felicidad falsa cambió a una más genuina. Su primo le había hecho su comida favorita, algo que lograba devolverla a su infancia.

Aquellas veces en las que el sufrimiento hacía parte de su vida. Cuando solo deseaba que los dioses que estaban arriba en el cielo se llevaran su pequeño y delicado cuerpo siempre estaba él y sus

Al menos en los momentos felices cuando solo existían los dos. Han sido muchos años separados y Alexia no podía creer que aún recordaba un detalle tan insignificante.

—¿Cómo es posible que aún la recuerdes? Han pasado ya muchos años desde la última vez que nos vimos.

—No sé, hay muchas cosas que aún recuerdo, a pesar de los años que tenemos sin vernos.

Alexia recordaba todas las locuras y momentos de felicidad que acontecieron al lado de sus primos como si esos acontecimientos apenas fueran de la semana anterior.

—Mmmm, ¿y esa sonrisa picarona? —dijo mirando a su prima de forma traviesa.

—Me acordé de la vez que junto a Ángelo subimos al árbol de mango de la casa de Marco y salió Andrés a regañarnos.

—Sí, se tomaba bastante en serio su rol de hermano mayor y primo —mencionó con una sonrisa y la muchacha asintió.

Recordaron todas y cada una de las travesuras juntos y como hacían enojar a Marco y Andrés que eran los mayores

—¿Qué ha sido de él? —preguntó mientras se llevaba a la boca un pedazo de panqueque.

—Por lo que sé formó una banda, pero casi nunca hablamos de eso, bueno cuando llama de broma dice hola y ya —respondió mostrándose triste.

—Que bien por él, pero debería llamar de vez en cuando.

El desayuno había culminado y Alexia como si fuera una niña pequeña lo llevó a rastras hasta el sofá de la sala.

—¿Qué es lo que quieres? Me vas a arrancar el brazo —Alexia se le quedó viendo al chico y sonrió.

—¿Vemos una película? —dijo Alexia dando saltos de alegría.

—Claro primita ¿Qué quieres que veamos?

—La película que sea, una que sea de acción si quieres.

—Bien, oye prima —cuando Manolo dijo eso, Alexia llevó su vista a su dirección.

«Ojala que no pregunte nada complicado.» Pensó respirando con nerviosismo. «Espero que no se le ocurra preguntar sobre mi vida actual.»

—¿Cómo vas con las chicas? —cuando la muchacha escuchó la pregunta se atragantó con su propia saliva.

«Y ahí está, ¿no podía preguntar otra cosa?» Analizó.

—Ay vamos, no dije nada malo cómo para que te pongas así.

Aunque ella no lo quisiera, su expresión mostraba lo incómoda que se le hacía la situación. No quería responder, pero tendría que hacerlo sí no quería que comenzaran las especulaciones hacía su persona.

—Yo. Hace tiempo que no salgo con alguien. Las chicas me tienen miedo al parecer —al oír eso, Manolo puso los ojos en blanco. ¿Cómo era eso posible?

—¿Seguro que esa es la razón? ¿O no has buscado familiarizarte con alguien? —preguntó con duda a lo que la muchacha asintió—¿cómo ha ido todo en el bar? Supe por Marco que te explotan en ese lugar.

¿Cuál otra iba a haber? O decirle, no podía enterarse de que en el pueblo en realidad solo la quería la bibliotecaria del pueblo y su pequeño nieto y Ángelo que lo conocía desde la infancia y Coraline ya que recién interactuaron en el bus, y como por arte de magia decidió que Alexia la cuidaría.
Por un lado eso de seguro que lo pondría bastante triste por ese hecho. Porque a sus ojos la pelinegra era alguien que siempre desearías tener de amiga.

—Si esa es la razón y te haré una pequeña corrección: Me explotaban, ya no trabajo ahí, hace unos días Gransfiel me despidió porque no llegué a trabajar.

—¿Y vas a buscar otro trabajo?

—Ya tengo uno, y es fácil solo debo cuidar a una niña de 6 años de 8 de la mañana a 2 de la tarde.

Sentía orgullo de ese logro. Por fin salió de ese ambiente tóxico y tal vez. Si se lo proponía cumpliría su sueño de publicar un libro con varios de sus versos.

—¡Ay que lindo! La verdad que eso es bueno escucharlo —exclamó poniendo una película que encontró en una caja abandonada.

Manolo y Alexia luego  de esa conversación tuvieron una maratón de películas de acción y algunas de comedia. Y de un momento a otro, el sueño estaba por vencerlos a pesar de ser apenas medio día.

—Oye prima, ¿de casualidad esperas a alguien?

El sonido en la puerta los había asustado, Manolo miró a su prima con curiosidad esperando alguna respuesta o reacción, pero no obtuvo exactamente lo que esperaba.

—No que yo sepa —luego de esas palabras, Manolo se levantó y agarrando un bate de béisbol se asomó por el pequeño orificio de la puerta.

«No puede ser, ¿No estaba muerto ya?» Pensó Manolo. «¿Qué querrá?»

—¿Qué deseas? —preguntó Manolo tumbando a un costado sobre el marco de la puerta.

Ansel, el chico que desde hace unos años se hallaba enamorado de su prima, siempre le daban advertencia sobre acercarse a la casa, pero tal pareciera que no las entendía porque cada cierto tiempo las rompía.

—¡Hola! ¿Cómo estás? Pensé que estabas trabajando.

—Vine de vacaciones, ¿Y tú a qué viniste? Creí que Andrés te había advertido de venir aquí y Marco —respondió con cara de pocos amigos.

—En eso tienes razón. Pero no están aquí y quería ver a Alexia, es que quiero invitarla a salir.

«Como lo odio, debí dejar que Andrés le diera la paliza esa vez.» Recordó Manolo. «¿Estará menso? Andrés ya le dijo que lo golpearía si volvía.»

—Y ya te dije que ella no está disponible, al menos no para babosos como tú —recalcó con enojo.

—Ay limoncito, vamos no seas envidioso —dijo mientras con sus dedos hacía rollitos en uno de los mechones del chico.

Manolo detestaba con todas sus fuerzas cuando él usaba el apodo que sus hermanos siempre le decían. Pero a él no le gustaba estar metido en problemas así que lo dejaba pasar siempre.

—Suéltame, y ya te dije que no —culminó mientras empujaba al muchacho.

—¡Alexia! ¡Hola! —exclamó viendo a la chica detrás de su familiar.

El malestar generado se notaba a simple vista ella tenía tensa la mandíbula y si no fuera porque Manolo se situaba ahí a su lado ya hubiera golpeado a Ansel alías bagre, así solían llamarlo las chicas del pueblo, aunque era por su personalidad que nadie lo quería cerca.

—¿Qué quieres? —preguntó la chica.

—Quería saber si aceptas tener una cita —Indagó con una sonrisa.

—¿Te puedes ir? —recalcó mostrando su enojo evidente— ¡Ya te dije que mi prima no va a salir contigo!

Alexia sabía que si Ansel no se iba, Manolo no se controlaría esta vez, vivía acosandola y eso le fastidiaba.

—Hazle caso, además de que no puedo salir contigo.

—¿Por?

—Soy lesbiana, comenzando por eso —recordó.

Lo estúpido que se mostraba le causaba náuseas ya se lo había dicho de todas las maneras posible, pero parecía que le entraba por un oído y le salía por el otro. Ya ni podía contar con los dedos los interminables rechazos.

—Pero nada más una. Te prometo que luego de ahí somos desconocidos.

—Piérdete —aseveró Manolo.

El chico lo seguiría intentando aunque no en ese instante puesto que la ocasión no lo favorecía, y se fue por dónde mismo llegó, Alexia siempre lo rechazaba, pero él era como una sanguijuela.

Manolo se dio cuenta de la hora así que decidió que haría el almuerzo vio a su prima que se hallaba relajada en la sala y de repente le creció una duda que si o si debía quitársela porque sino la ansiedad lo consumiría.

—¿No tienes que ir a cuidar a la nena?

La pelinegra volteó la cabeza cómo si fuera una muñeca. De esas que siempre muestran en las películas de terror. Ya lo había borrado de su memoria y lo peor es que este sería su primer día.

—¡Santo cielo! ¡Se me había olvidado! ¡¿Qué hora es?! —exclamó llevando sus manos al rostro.

—En este momento, son las 12 del mediodía, ¿por qué?

—¡Mierda! ¡Es tardísimo! Ese hombre me va a acribillar —gritó con desespero.

Subió a su habitación lo más rápido que le permitían sus pies ella no podía pensar en salir de su casa sin darse una ducha así que con rapidez abrió la puerta de su baño y abrió las llaves del grifo. El agua caliente al parecer no funcionaba, pero no tenía tiempo de darle un vistazo cuando  saliera le diría a Manolo. Él siempre sabía cómo solucionar esas cosas así que sin remedio usó la fría, le gustaba ese clima por lo tanto para ella esa temperatura era soportable.
Trató de apurarse y en un plazo de 20 minutos salió dirigiéndose a su armario. Tomó un jersey de lana con sus botas negras de cuero hasta la rodilla peinando su cabello en una coleta.

Bajó al vestíbulo de su casa encontrando que Manolo le había preparado el lonche y con una sonrisa metió la taza en un bolso de su color favorito. El gris, se despidió de Manolo y corrió lo más veloz que  fuera posible.

—Mal momento para haber destruido mi celular. Tengo que comprar uno nuevo —dijo en un susurro mientras corría.

Tenía suerte de conocer un atajo que la guiaba directo a la casa del hombre. Su hija tenía paperas así que él solo trabajaba en la tarde hasta la noche, al menos hasta que su hija estuviera sana.

—¡Señorita Alexia!

El malestar del hombre podía ser palpado en el ambiente. Y no era de menos. El retraso que tuvo fue demasiado. Y eso fue lo primero que le advirtieron.

«Mierda. Está enojado ojalá me deje el trabajo.» Cuestionó. «Lo necesito.»

—Juan Carlos, le juro que no me retrasé con intención, es que tuve un inconveniente con mi teléfono.

—Si, si ya no me interesa, yo ya debo irme, aquí están las llaves de mi casa, vaya rápido.

«Me salvé.» Pensó respirando profundamente. «Que alivio.»

—Pero mañana si la quiero temprano aquí o queda despedida —advirtió mirándola mal—ya le dije que no tolero para nada a la gente impuntual.

Sin más recibió el llavero. Que constaba de dos llaves así que sería fácil descifrar de dónde era cada una.

«¿Será que encontraré a April?» Pensó. «Quisiera saber de ella.»

—¿En qué casa debía quedarme? Ahí está —pronunció con más alegría de la esperada.

Con velocidad cortó la poca distancia que aún le quedaba y sacó el llavero quitando el seguro con cautela y giró la Manilla.

—Okay, veamos las indicaciones de hoy son muchas.

—¿Quién está ahí? Tengo un bate y ¡¿Quién eres?! —gritó con pánico. Obvio que sabía quién era, pero se haría la loca.

«¿¡Acaso esa es April!? ¡Qué sorpresa!» Pensó al oír esa melodiosa voz. «¿Qué hará aquí?»

—Oh, hola —susurró Alexia volteando a ver esos ojos marrones que la enloquecían.

«Vamos a divertirnos un rato.» Pensó. «Se le ve hermoso ese vestido de flores.»

—¿Qué haces aquí? —April sabía a la perfección porqué Alexia se encontraba ahí de pie frente a ella. Pero de igual manera preguntó.

—Trabajo cuidando a Coraline —dijo acercándose a April—de todos los lugares que imaginé no pensé encontrarte aquí —susurró cerca de la oreja de la muchacha.

«Su voz es tan sexy.» Pensó April. «¿Comió pizza antes de venir? Al menos algo tenemos en común ¡¿Qué estás pensando April?! ¡Por lo que más quieras! Alexia sal de mi mente de una vez.»

—Eh mira, yo ya debo irme aquí te dejo las —trataba de hablar, pero la imagen de Alexia al frente suyo la descolocó. Su jersey se había escotado un poco a lo que se retiró la mochila.

—Las ¿Indicaciones? —completó con una sonrisa. Le gustaba, mejor dicho disfrutaba de ver a la chica nerviosa.

«Nariz de conejito.» Pensó Alexia. «Es adorable.»

Luego de que con un pequeño esfuerzo April le explicara a Alexia cómo y en qué momentos le debía dar los analgésicos y desinflamatorios a Coraline se retiró.

Alexia aprovechó sus grandes dotes en la cocina esa tarde, tal vez así Coraline recibía algo según una de las notas que dejó su padre decían que la niña no sé había alimentado, así que le haría puré de papa con un poco de crema de verduras.

—Coraline, ¿se puede? —preguntó a pesar de que sabía que la niña se encontraba solo acostada. Se sentía bastante mal así que no podía siquiera darse una ducha ella sola.

La niña le indicó que podía pasar y la recibió con una sonrisa.

Alexia le dio el plato y ella de inmediato se lo recibió comenzando a comer.

—Yeii, cocinas delicioso, ¿quién te enseñó? —preguntó alegre Coraline.

—Una amiga bastante querida.

—¿Mi tía April? Ella me dijo que eran amigas desde hace tiempo —indaga de manera inocente.

—Ah ¿Te dijo eso? ¿Y qué más te dijo de mí?

—Nada más le pregunté si a ella le gustabas y no me quiso responder —respondió elevando sus hombros.

—Oh, entiendo tal vez, pensó que eso no es tema para niñas curiosas como tú supongo.

—Aquí entre nos. Se nota que sí. Solo que le da miedo cómo vayan a reaccionar  mis abuelos.

En parte, si se ponía a pensar en eso, las cosas podrían tener sentido. Si analizaba un poco la situación a Juan Carlos le molestaba un poco el tema y eso podría ser por la crianza.

Alexia pasó 3 horas con la niña, quizá mucho más, pero se había distraído tanto que ni la hora la sabía. Solo supo que era tarde cuando escuchó al padre de la nena en la parte de abajo de la casa.

—Alexia, ¿cómo estuvo Coraline hoy? —preguntó el hombre con expresión preocupada.

—Le subió un poco la fiebre, pero comió bien, le dí bastante líquido, hicimos sus tareas, ¿sabía lo bien que se le da el Yiuckano?

—Oh, sí, no sé cómo le gusta tanto ese idioma, lo veo demasiado complicado para su edad.

—A veces los niños tienen más inteligencia que un adulto.

—Si, puede ser.

Los adultos tuvieron una larga conversación sobre la alimentación de la menor y como serían los horarios los días que no estuviera enferma y después de eso Alexia pudo irse a su casa tranquila, sin preocupaciones. Su primo ya estaría durmiendo así que llegaría en el silencio más mínimo que pudiese.

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