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Quince (*)


Caroline

La primera noche de Sol en la casa había sido difícil, tuvimos que hacer cambios drásticos en nuestra rutina para poder atender a nuestra pequeña de la mejor manera.

Los desvelos comenzaban a pasarnos las facturas, y las evidentes ojeras debajo de nuestros ojos lo delataban. Sin embargo, valía la pena, cada segundo que pasábamos a lado de Sol terminábamos por confirmar que no nos habíamos equivocado.

Un quejido involuntario abandona mi boca en cuanto escucho los llantos de Sol a través del monitor, habíamos intentado adaptar con la mayor rapidez la habitación que nuestra hija ocuparía, y en pocos días había quedado completamente lista.

Le dedico una mirada a Ben mientras me incorporo, él sigue perfectamente dormido a mi lado. Decido no despertarlo, él tenía que ir temprano a la empresa y no quería que sus empleados lo miraran caminar como un completo zombi.

—Ya no llores, ya estoy aquí —murmuro colocándome frente a la cuna de mi pequeña. Me inclino para poder tomarla con suavidad y acomodarla en mis brazos.

Las sensaciones que invadían mi cuerpo cada que Sol se encontraba en mis brazos eran indescriptibles, solo sabía que me sentía feliz, muy feliz.

Intento preparar la leche con la mano que tengo libre, mientras balanceo a Sol con el otro brazo para evitar que siga llorando.

—¿Necesitas ayuda? —escucho la voz adormilada de Ben a mis espaldas. Él se encuentra de pie, apoyándose en el umbral de la puerta mientras suelta un bostezo.

—No es necesario —respondo con suavidad —puedes regresar a dormir.

Pese a mi respuesta, Ben camina hacia donde me encuentra para tomar el biberón que tengo en una de mis manos. Lo observo en silencio mientras prepara la leche, y al cabo de algunos segundos la tiende en mi dirección.

Le agradezco con una sonrisa mientras tomo el biberón y me encamino hacia el sillón que habíamos colocado a un costado de la cuna.

—Es hermosa —murmuro sin dejar de mirar a Sol. La sonrisa en mis labios crece mientras la observo succionar el biberón mientras mantiene los ojos cerrados.

—Sin duda lo es —responde él con una sonrisa. —Una semana apenas, y siento que ha crecido demasiado.

Me es imposible no soltar una risa ante su comentario.

—Un centímetro tal vez —comento con duda. Ben se sienta a mi costado, sobre la alfombra y cruza sus pies mientras nos observa.

Quiero reír al notar como lucha por no quedarse dormido.

—Regresa a dormir cariño —pronuncio —necesitas descansar, en algunas horas tendrás que ir al trabajo.

—Estoy bien —dice bostezando nuevamente.

Ben seguía con su rutina de trabajo, por mi parte, había pedido un tiempo en la guardería para poder dedicarme por completo a Sol. Quería disfrutar de estos momentos a su lado, sabía que era algo que no se repetiría, y quería atesorarlos por siempre.

—No quiero que tus empleados paguen las consecuencias de tus desvelos —bromeo —tener un zombi como jefe no debe de ser divertido.

Sol se ha acabado la leche, por lo que dejo el biberón sobre la mesita de noche para colocarla sobre mi pecho y comenzar a impartir algunas palmaditas en su espalda.

—De acuerdo, seguiré tu consejo — responde dejando un beso en mi frente y uno en la frente de nuestra pequeña.

Lo veo desaparecer por la puerta y yo sigo en mi labor de impartir palmaditas en la espalda de mi pequeña. Tras unos pocos segundos, un pequeño eructo

A comparación de hace unos segundos atrás, está vez Sol me observa con completa atención.

— ¿No tienes sueño? — cuestiono — Mami quiere dormir.

Me incorporo de la silla mientras comienzo a caminar por la habitación, intentando hacer que Sol duerma, pero fracaso terriblemente.

—¿Qué tal si intentamos con una canción? —inquiero con suavidad, mientras mi mente trabaja intentando encontrar alguna adecuada para cantar.

Cuando la encuentro, comienzo a entonarla sin apartar la mirada de mi pequeña. Los pequeños ojos de Sol comienzan a cerrarse conforme la canción avanza, y yo no soy capaz de dejar de mirarla.

Cuando me aseguro que ya está completamente dormida, la coloco nuevamente en el interior de la cuna, permanezco un par de minutos más observándola y cuando estoy segura de que no hay riesgo de que despierte, salgo de la habitación.

Un suspiro de alivio brota de mi cuerpo apenas me acuesto sobre el colchón, cierro los ojos mientras una sonrisa inconsciente se forma en mis labios.

—Gracias —susurro sintiéndome agradecida con la vida, con Dios, con el destino y con todo lo que hubiera influido para que Sol llegase a nuestras vidas.

(...)

—Vaya, realmente esto de la paternidad te está pasando factura —murmuro en modo de broma cuando veo aparecer a Ben en la cocina.

Él suelta un bostezo mientras se deja caer sobre una de las sillas, sirvo un poco de café en una de las tazas para después deslizarla por la mesa hasta él.

—Gracias —responde aún en tono adormilado.

La risa me invade, siento imposible retenerla.

—¿Cómo logras hacerlo? —cuestiona. —Pasas horas sin dormir por cuidar a Sol, y luces tan frescas. En cambio, yo, estoy sufriendo por haberme levantado solo por algunos minutos.

Una nueva risa me invade.

—Es un talento innato —respondo mientras me coloco frente a él. —¿Hay mucho trabajo en la empresa?

Ben asiente.

—Demasiado papeleo, me temo que tendré que quedarme algunas horas más —responde.

—En ese caso tendrás que tomar mucho café —añado.

—O alguna otra bebida energizante —responde él entre risas.

El tiempo que nos queda intentamos desayunar lo más rápido posible, Sol no tarda mucho tiempo en despertar y cuando lo hace, Ben ya se está alistando para salir a la empresa.

—Di adiós a papá —susurro con mi pequeña en brazos, mientras observo a Ben tomar todas sus cosas. Él se gira en cuanto escucha mi voz, una sonrisa se coloca en sus labios mientras camina hacia nosotras.

Se inclina para dejar un beso en la frente de nuestra hija, cuando se levanta me observa por un par de segundos antes de plantar un beso sobre mis labios.

—Adiós, las amo —murmura con una sonrisa mientras toma su maletín y se encamina hacia la entrada.

—También te amamos —Respondo cuando está por salir, Ben voltea, nos dedica una sonrisa antes de continuar su camino y cerrar la puerta detrás de él.

Ben

Connor me observa con curiosidad mientras juega con la pluma que sostiene entre sus manos.

—¿Y qué tal te va con la paternidad? —cuestiona elevando una de sus cejas.

—Oh, de maravilla —respondo plasmando una radiante sonrisa en los labios.

No podía estar más feliz con la llegada de Sol a nuestras vidas, lo cierto es que aquella pequeña se había convertido en nuestro mundo entero. Es como si de cierta manera, con su llegada, nos proporcionara todo aquello que necesitábamos para ser felices.

—Esa sonrisa de padre orgulloso lo dice todo —murmura él como respuesta. —Al igual que las ojeras que te acompañan.

Suelto una risa.

—Si bueno, creo que lo más difícil de todo es tener que despertar a media noche a alimentar a un bebé que posee unos pulmones demasiado fuertes —respondo entre risas. —Intento ayudar a Caroline, pero a veces ella es la que termina llevándose la peor parte.

—Están haciendo un gran trabajo —Articula con una pequeña sonrisa. —Cuando Matt llegó a casa, estaba igual o incluso peor que tú —murmura soltando una risa. —Parecía un muerto andante. Así, justo como tú ahora.

—Muy gracioso —respondo rodando los ojos. Desvío la mirada de mi amigo para posarla en la fotografía que se encuentra sobre el escritorio. La primera fotografía que teníamos como familia, tomada justo el primer día de nuestra llegada casa.

Era increíble el amor que sentía por Sol a tan solo unos días de haberla conocido, no podía creer la intensidad con la cual mi corazón latía por aquella pequeña, que me había cautivado por completo.

—Oh vaya, parece que en serio te pegó duro. —la voz de Connor me saca de los pensamientos en los cuales me encontraba inmerso. —Y en serio me alegro por eso, me alegra que Caroline y tú estén siendo felices ahora.

Le agradezco con una sonrisa, sin decir nada más, él se incorpora algunos segundos después y se despide. Cuando se ha marchado, sacudo la cabeza sin ser capaz de quitar la enorme sonrisa de mis labios.

Él tenía razón, me había pegado y duro, me había cambiado la vida de un momento a otro, la había mejorado en todos los sentidos.

Y eso, eso se sentía realmente bien.

(...)

El llegar a casa se sentía distinto, siempre había amado la sensación que me invadía cuando regresaba a mi hogar, sin embargo, ahora hay algo más intenso, algo que lo hace diferente, más especial.

—¡Regresé! —Mi voz resuena por toda la casa, un silencio se escucha por algunos segundos, luego, el llanto de Sol. —Oh, no —murmuro soltando una risa, siendo consciente de que seguramente había despertado a nuestra hija.

Mis sospechas se hacen realidad cuando una molesta Caroline aparece en las escaleras, sosteniendo a Sol entre sus manos.

—¿Qué formas son esas de informar que has llegado? —inquiere. —¿sabes acaso el trabajo que me ha dado conseguir que se durmiera?

—Lo lamento, creo que es un hábito que debo eliminar —respondo, ella rueda los ojos y sin dar una respuesta, se da la vuelta.

Extrañado, dejo mis cosas de trabajo sobre el sillón y me apresuro a ir detrás de Caroline.

—¿Está todo bien? —cuestiono. Ella se gira, y cuando lo hace noto que sus ojos se encuentran humedecidos, mientras muerde su labio inferior.

—Lleva llorando un gran rato —dice con la voz rota. —He intentado de todo, pero no consigo que pare —dice soltando un sollozo.

—Oh, linda —murmuro acercándome, tomo a Sol entre mis brazos mientras comienzo a balancearla. —Estoy aquí, puedo hacerme cargo. —murmuro con dulzura. —¿quieres tomar una ducha? ¿comer algo?

Ella niega.

—Quiero que deje de llorar —dice en tono mortificado señalando a Sol, no tengo demasiada experiencia con los bebés, es decir, jamás escuché llorar a los hijos de Chace de esta manera, y estoy seguro que Caroline tampoco.

Acomodo mejor a mi pequeña sobre mi pecho, mientras dejo algunas suaves palmaditas sobre su espalda. Intento apegarla a mi pecho lo más que puedo, para hacerla sentir protegida de alguna manera.

No sé exactamente como cuánto tiempo pasa hasta que los llantos se han detenido.

—Al parecer lo has conseguido —murmura Caro con suavidad acercándose a mí.

Me encojo de hombros, mientras continuo con mi tarea. No es hasta varios minutos después en los que me aseguro que nuestra nena se ha dormido que me atrevo a dejarla sobre la cuna.

Ambos salimos intentando hacer el mínimo ruido posible.

—¿Estás bien? —cuestiono una vez que nos encontramos en nuestra habitación.

Ella asiente.

—No sé lo que ocurrió, trato con niños, no debería de costarme tanto. —murmura.

Tomo una de sus manos, mientras la observo con dulzura.

—Sucede que ahora se trata de nuestra hija —murmuro con una pequeña sonrisa. —Una parte de nuestro corazón, así que no es extraño que te hayas desesperado al escucharla llorar.

Ella asiente.

—Creo que tienes razón —dice con un suspiro, una leve sonrisa se coloca en sus labios mientras eleva la mirada.

—Gracias —susurra con suavidad.

—Oh, no tienes nada por lo que agradecerme —aseguro —somos un equipo ¿recuerdas? Más ahora.

Ella sonríe, se inclina hacia mí y pronto, nuestros labios se encuentran. Tras varios minutos, no importa nada, ni siquiera que nuestra hija duerme a escasos metros de nosotros, solo puedo pensar en lo mucho que amo a esta mujer, y en los incontenibles deseos que tengo de estar con ella.

Y eso es más que suficiente. 

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