Capítulo 5
Germán ejerció de enfermero durante dos días para ella. Fueron los dos días más románticos de sus vidas. Y por fin había llegado el día en el que conocería a los padres de su chico. Melissa nunca había asistido antes a una fiesta de la alta sociedad por lo que no sabía que tipo de indumentaria debía llevar para la celebración del solsticio de verano que celebraban los padres de su novio. Melissa decidió pedir ayuda a la mujer que más sabía sobre el tema, Yolanda. Hoy era un día importante para ella y quería causar la mejor sensación posible a los padres de él. La fiesta a la que iba a asistir acudiría la más selecta sociedad de Ximar y ella debía estar a la altura.
La fiesta de solsticio de verano de la familia Domínguez era el acto que inauguraba el inicio del verano y con él, la vuelta de las fiestas más exclusivas de la ciudad. Cada familia celebraba una durante el estío y todos querían ser los mejores anfitriones. Pero aquella fiesta no era una fiesta más del verano, era la que contaba con mas tradición y una de las más longevas. Se celebraba durante la noche más corta del año, una de las noches más mágicas. Melissa cuando era pequeña junto a sus amigos, veía desde la ventana del orfanato los fuegos artificiales de aquella fiesta y ahora ella misma asistiría a ella. No se lo podía creer. Durante los días posteriores, los invitados ocupaban todas las hojas de las revistas y horas y horas de la televisión. Todo el mundo admiraba y odiaba a partes iguales aquella fiesta. Pero si uno se consideraba alguien en aquella ciudad, debía asistir a ella.
Las puertas del ascensor del edificio Plaza se abrieron en las entrañas de la base de la organización Águila. Melissa cruzó el hall y se dirigió directamente al despacho de la segunda al mando de todo aquello. Al llegar a la puerta llamó antes de entrar.
—Buenas tardes Yolanda. —Melissa abrió la puerta del despacho de esta.
—Pasa, pasa, por favor —le animó la mujer—. Siéntate, espera que termine esto y soy toda tuya, ¿de acuerdo? —Yolanda señaló una de las sillas de su otro lado del escritorio.
Melissa cerró la puerta tras de sí y se sentó en la silla que le había indicado la mujer. Yolanda terminó de escribir las últimas palabras de lo que estuviera haciendo en aquel momento y centró toda su atención en ella.
—Cuéntame, Melissa. ¿Por qué has venido a verme? —Yolanda se quitó las gafas y las posó sobre la mesa cuidadosamente.
—Necesito su ayuda en una cuestión. —Melissa se revolvió en su asiento, no se sentía cómoda enseñando sus debilidades ante aquella mujer aunque sabía de antemano que ya las conocía.
—Tú dirás. Si está en mi mano ayudarte, haré todo lo posible para hacerlo. —Yolanda sonrió con autosuficiencia. Sabía que tenía el poder y le gustaba demostrarlo.
—Germán me ha invitado a la fiesta del solsticio de verano, la fiesta que organizan sus padres todos los años.
—Conozco la celebración en cuestión. Nunca he asistido a ella ya que nunca he tenido el honor de ser invitada. —La mujer bajó su voz—. Pero según se cuenta, es la mejor fiesta a la que se puede asistir. Mis más sinceras felicitaciones, Melissa. Si el pequeño de los Domínguez te ha invitado a asistir, eso quiere decir que vas por el buen camino. Sabía que eras la adecuada para esta misión.
—No sé yo si ser tan positiva. Por lo que tengo entendido, Germán asiste cada año a esa fiesta con la conquista que posee en ese momento. Que me haya invitado a ir, no quiere decir nada.
—Sí, en eso tienes razón. Pero no puedes quitarte el mérito de que contigo ya llevaba saliendo ocho meses, Melissa. Eso sí que es un triunfo. Ni él mismo creo yo que todavía es consciente. Aunque no quieras admitirlo, ese chico siente algo por ti aunque ese sentimiento no sea recíproco, claro. Por fin te va a presentar a sus padres y eso es una buena señal. Tendrías que estar saltando de alegría por conseguir tu objetivo de una forma tan rápida, querida.
—¿Una buena señal? ¿Eso cree qué es asistir a esa fiesta? —Melissa estaba sorprendida por las palabras de su superior.
—Sí, créeme que sí. A que adivino por qué estás aquí. Has venido a pedirme consejo sobre que vestido llevar a esa fiesta.
—¿Eres clarividente? —contestó Melissa—. Si te soy sincera no estaba muy tentada en aceptar la proposición, pero todo por la buena marcha de la misión.
—No seas ridícula, Melissa. Cualquier mujer estaría deseosa de asistir a esa fiesta. —Yolanda se recostó sobre su sillón—. Si por mi fuera, yo misma me cambiaría por ti. Una pena que ese Germán sea tan joven, si no yo misma me habría encargado de tu misión. No puedes negar que ese hombre es tremendamente apuesto. Cualquier mujer se tiraría a sus brazos. Incluso tú misma aunque no lo quieras reconocer.
—No puedo negar que Germán es muy guapo. Pero yo solo lo veo como un objeto para llegar a un fin.
—Estoy tremendamente impresionada con tu frialdad, Melissa. Cuando te propuse para ejecutar esta misión, Francisco dudó de mi elección. Dijo que no estabas preparada para tal empresa, pero yo le hice recapacitar. Y menos mal porque nadie mejor que tú podría llevarla a cabo. —Yolanda entrelazó sus manos sobre su regazo—. Por tu indumentaria para esa fiesta no debes de preocuparte, yo te ayudaré en la elección. —Yolanda se levantó de su silla y Melissa la imitó—. Sígueme, por favor.
Yolanda salió de su despacho con Melissa a su zaga. La mujer se dirigió directamente al ascensor cruzando todo el interior de la base.
—Pensé que me llevaría al vestidor de la base —intervino Melissa cuando ambas mujeres entraron en el interior del elevador.
Yolanda marcó el piso trece. Las puertas del ascensor se cerraron delante de sus miradas.
—Querida, no puedes asistir a una fiesta de esa categoría con ninguno de los vestidos que tenemos aquí. —Yolanda habló sin mirar a Melissa, fijó su mirada al frente—. Necesitas algo más exclusivo, personal y sobre todo único. Algo hecho exclusivamente para ti, ¿comprendes? —Yolanda miró a la joven para enfatizar sus palabras.
Melissa la respondió asintiendo.
Tras unos segundos interminables de ascenso en silencio absoluto, las puertas del ascensor por fin se abrieron. Yolanda fue la primera en salir pero Melissa no tardó mucho en seguirla. La arquitecta no conocía aquel piso, de hecho nunca había estado en él antes.
Yolanda se movía con paso decidido por los pasillos de aquella planta, parecía que ella si conocía muy bien aquel lugar. Al llegar a una de las puertas se paró en seco y esperó que Melissa llegara a su vera.
—Hemos llegado. El diseñador que aquí trabaja es considerado un artista. Las mujeres de la alta sociedad se lo rifan. Pero no te preocupes, a ti te hará un hueco en su apretada agenda.
Yolanda llamó a la puerta. Un hombre la abrió al cabo de unos segundos. El hombre era alto, completamente calvo y delgado. Llevaba unas gafas muy llamativas de pasta gruesa de color rojo e iba vestido de forma impoluta. Para completar el conjunto llevaba un pañuelo entorno a su cuello del mismo color que el de sus gafas. El modisto primero se fijó en Melissa y a continuación en la segundo de la organización.
—Yolanda, querida. —El hombre estaba emocionado al verla y la abrazó efusivamente—. Cuanto tiempo. Hacía un montón que no nos veíamos. ¿A qué se debe este honor? —El hombre invitó a las dos mujeres a pasar dentro de su estudio de moda.
—No voy a andarme con rodeos, Floren. Necesito un favor y eres en la primera persona en la que he pensado.
—Si está en mi mano, ya sabes que te ayudaré en lo que pueda. —El hombre cerró la puerta cuando ambas mujeres entraron dentro de su estudio.
—Mi amiga necesita un vestido exclusivo para mañana por la noche. —Yolanda señaló a Melissa.
—¿Para mañana por la noche? Eso es imposible, querida. Tengo muchísimo trabajo acumulado. Mañana es la fiesta del solsticio de verano y muchas de mis clientes asistirán con una de mis creaciones. Ya sabes lo agobiante que son las horas previas a una fiesta en este taller como para encargarme de la confección de un vestido desde cero. Lo siento mucho querida. —Floren cogió las manos de Melissa para transmitirle sus condolencias—. En otra circunstancia habría sido un honor confeccionarte un vestido único y exclusivamente ideado para ti. Si quieres puedes elegir uno de los de mi nueva colección. Tienes unas medidas perfectas, cualquiera te sentará genial sin necesidad de ningún arreglo.
Melissa simplemente miró a Yolanda, no sabía que contestar.
—Eres un artista, Floren. Siempre has esperado la oportunidad para catapultarte entre los modistos elegidos por las mujeres más importantes de la alta sociedad de Ximar. Seamos claros. Algunas de tus clientes asistirán a esa fiesta, pero ninguna tendrá la repercusión de esta mujer que te traigo. Si la vistes, te prometo que tendrás la mejor publicidad que te puedes proporcionar.
—Lo siento de veras, Yolanda. Pero tengo cinco vestidos que rematar. Cualquiera de mis vestidos de colección son perfectos para asistir a ese evento.
—Si la he traído hasta ti es porque la prometí que la vestirías de una forma especial.
—Y lo haría si dispusiera de tiempo. —Floren miró a Melissa—. Eres una modelo perfecta para lanzar mi imaginación a trabajar, pero de veras que no dispongo de tiempo.
—La chica ha sido invitada a la fiesta mas glamurosa del año, ¿y me dices que no puedes diseñarla un vestido? Te aseguro que no te arrepentirás del esfuerzo, amigo.
—La ejecución de un vestido no es cosa sencilla, Yolanda. Se requiere tiempo. No es solo tener una idea, es plasmarla y ejecutarla.
—Vamos, Floren. ¿Desde cuándo no te gustan los retos?
—Tu amiga es monísima, con una increíble planta. Tengo un montón de vestidos que la quedarán genial.
—¿Un vestido acorde a la fiesta del solsticio de verano para la novia de Germán Domínguez? —Yolanda no se daba por vencida, era hora de poner toda la carne en el asador. Si quería convencerle era hora de poner todas las cartas sobre la mesa
—¿Es cierto que eres la pareja de Germán para esa fiesta?
—Es más que su pareja, es su novia —contestó Yolanda antes de que lo hiciera Melissa—. Llevan saliendo juntos durante ocho meses; pero tienes que prometernos que esto se quedará entre nosotros tres, en petit comité.
Floren miró a la joven de arriba a abajo.
—Podéis estar seguras que mi boca permanecerá cerrada en cuanto a ese tema. —El hombre miró primero a Melissa y a continuación fijó su mirada sobre su amiga.
—Puede que esta sea la mejor oportunidad que tengas de llegar a esas señoras adineradas a las que tanto quieres poseer como clientes. Que mejor para ello que vestir a Melissa para la fiesta de mañana por la noche. Al día siguiente, te aseguró que tendrás a todas esas ricachonas quemándote el timbre para adquirir uno de tus vestidos. Tu nueva colección se venderá en un suspiro. Dime que eso no se merece un pequeño esfuerzo por tu parte, un pequeño último tirón. Venga, Floren, anímate.
—¿Un pequeño esfuerzo? —Floren puso sus brazos en jarras—. ¿Tienes idea del duro trabajo que requiere la fabricación de un vestido de fiesta?
—Te pagaré lo que consideres. El precio es lo de menos —intervino Melissa—. Necesito ir a esa fiesta y causar buena sensación. Para mí es una prueba de fuego.
—Mi negativa no tiene nada que ver con el dinero, tiene que ver con la escasez de tiempo. ¿Por qué no vinisteis hace una semana?
—Fui invitada hace dos días —contestó Melissa—. No es plato de gusto estar a estas alturas sin vestido para una fiesta tan importante para mi.
—Venga, Floren. Si en el fondo estás deseando aceptar el reto. —Yolanda dio un último empujoncito a la situación.
—Vale, de acuerdo. Acepto el reto. —Floren miró a las dos mujeres—. Pero pondré una condición.
—Lo que sea —contestó Melissa antes de que lo hiciera su superior.
—Confeccionaré el vestido a mi gusto, sin ninguna objeción por vuestra parte. Ahora te tomaré las medidas y mañana a media tarde te enviaré el vestido directamente a tu casa.
—Eso es muy arriesgado —intervino rápidamente Yolanda.
—Puede —respondió el hombre— pero es mi condición para trabajar a contrarreloj. Te prometo que haré un gran trabajo, excelente, me esmeraré. —Floren miró a la mujer que iba a vestir.
—Si no queda otro remedio... —Melissa miró al modisto a los ojos y este le devolvió la mirada—. De acuerdo, yo también acepto el reto. Nunca he asistido a ningún acto sin elegir yo misma mi propio vestido. Solo espero no arrepentirme toda mi vida de ello.
—No creo que lo hagas —respondió Yolanda—. Si de una cosa estoy segura es que Floren se esmerará en su trabajo. Por la forma en la que te está mirando ahora mismo, creo que Floren ya está diseñando tu vestido en su cabeza.
—¿Tú crees? —Melissa miró extrañada a su Yolanda.
—Silencio, por favor. Con tanta conversación no hay quien se concentre. —La cortó Floren saliendo de repente de su trance—. Pasa por aquí, Melissa. —Floren se internó en su estudio—. No perdamos más tiempo para tomar tus medidas. Tengo mucho trabajo por delante si te quiero diseñar un vestido espectacular que no solo te catapulte a ti dentro de la alta sociedad de este país sino que se reconozca por fin mi trabajo.
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