Capítulo 49
Melissa debía comenzar a terminar con la multitud de guerras abiertas que tenía en marcha y la primera era sacar a Óscar y a Borja de la cárcel. Ella reconocía que la historia contada a la organización no se sostenía ni con alfileres y sabía como iba a terminar aquello pero antes, debía saldar cuentas y procedería a liquidar la mayor cantidad posible de ellas. Ahora solo necesitaba que los hombres de Óscar le obedecieran al pie de la letra para que todo saliera según lo planeado. Para proceder con la misión de extracción convocó a los hombres seleccionados en el club. Hoy sería un día grande, o sacaban a los dos hombres de la cárcel o todos los iban a hacer compañía dentro.
Melissa estacionó su moto en la parte trasera del club y se dirigió con paso decidido a la puerta. Sabía que hoy se jugaba mucho, probablemente hasta su propia vida. La mujer no confiaba en ninguno de aquellos hombre, pero le gustara o no, los necesitaba para su fin. Cuando entró en el local todos los hombres la esperaban, ella antes de proceder a hablarles se dirigió a una silla, se quitó la chaqueta y la colocó en el respaldo cuidadosamente como si tuviera miedo de que se doblara o cogiera mala forma. A continuación se giró y los miró uno a uno de forma autoritaria.
—Hoy es un gran día para todos. Si todo sale según lo planeado haremos historia en este país. Este rescate perdurara en la mente de cada ciudadano de esta nación. Hoy será un día épico en el que haremos historia. Vosotros y solo vosotros seréis los protagonistas. Necesito saber si todos estáis de acuerdo con el plan. ¿Lo conocéis a la perfección? —Todos asintieron a modo de respuesta—. Sé que es la primera vez que recibís órdenes de las manos de una mujer y presumo que a muchos de vosotros no os hará mucha gracia, pero os guste o no, la libertad de vuestro jefe depende de mí y si queréis que regrese tienen que seguir cada una de mis órdenes sin rechistar. Recuerden que su propio jefe me dio potestad para ello. Si alguno no está de acuerdo con algo es el momento de decirlo. Cuando estemos ahí fuera —señaló la calle para enfatizar sus palabras—, no podemos permitirnos altercados por culpa de no seguir las jerarquías. Un fallo ahí fuera puede significar un varapalo absoluto para nuestra misión y ninguno de los aquí presentes creo que desee eso. Si alguien no quiere formar parte de esta misión que lo diga ahora. —Ninguno de los presentes se pronunció. Tras un tiempo prudencial para que sopesaran, la mujer procedió con sus ordenes—. Bien, pues ya que está todo claro es hora de que nos pongamos en marcha.
Todos los presentes cogieron sus armas y fueron abandonando el club para ocupar sus respectivos puesto. Melissa tras cambiarse y ponerse el traje de funcionaria de prisiones se subió a la furgoneta como copiloto. Tras comprobar que los supuestos reos estaban convenientemente colocados dio orden al conductor para que comenzara a conducir.
Los hombres de Óscar habían hecho un buen trabajo maqueando una furgoneta para hacerla pasar por un furgón de transporte de prisioneros.
—No conduzcas tan rápido. Recuerda que somos funcionarios, no tenemos prisa —le reprendió Melissa al conductor. Este simplemente le hizo caso disminuyendo la velocidad—. Un pequeño fallo puede desbaratar el plan más elaborado. La clave está en los pequeños detalles.
El trayecto se hizo sin contratiempos. Cuando se estaban aproximando al recinto penitenciario la mujer se dirigió a todos los hombres, tanto a los que estaban en el mismo vehículo que ella como a los que estaban conectados por intercomunicadores y formaban también parte del plan.
—Chicos —comenzó Melissa—. Todos conocen su papel de ahora en adelante. Recuerden, ninguno debe salirse del plan original ocurra lo que ocurra. Si uno falla, todos fallamos. Si quieren tener a Óscar entre ustedes al final del día, no se hagan los héroes. Los héroes, normalmente, son los primero que mueren en la vida real. Ahora comienza nuestra actuación.
La furgoneta en la que los cinco viajaban paró frente al primer control de la prisión. Melissa bajó del vehículo y se dirigió a los agentes.
—Traemos a tres detenidos —informó la mujer a dos agentes de prisiones mientras les enseñaba unos papeles que certificaban sus palabras.
Uno de los agentes la miró de arriba a abajo evaluándola detenidamente mientras el otro ojeaba los papeles. El chequeo ocular estaba durando más de lo habitual pero la mujer ni se inmutó.
—¿Dónde están David y Juan? —le preguntó el mismo agente que la observaba lascivamente.
—De vacaciones, ¡yo que sé! —contestó Melissa despreocupadamente mirándolo directamente a los ojos—. Tobías me mandó aquí y, ¿quien soy yo para negarme?
—No dijeron nada el último día que estuvieron por aquí —respondió el mismo hombre.
—Si no me crees, llama a central. Tobias estará encantado de tener que darte explicaciones. ¿Crees que hemos venido saltando de alegría aquí? Si por mí hubiera sido, me hubiera quedado tranquilita en la oficina. Pero me mandaron venir y aquí estoy. —Melissa les entregó un dispositivo y el mismo agente que tomó los papeles lo intercepto—. Esos son los detenidos que traemos, vamos unas perlitas.
El agente que cogió el dispositivo entró en la cabina y comprobó las identidades de los reos. Al poco tiempo salió.
—Pueden pasar —sentenció el agente al llegar a su altura.
Melissa asintió, giró sobre sus talones y subió de nuevo a la furgoneta. Ivan se internó en los terrenos de la prisión tras izar los agentes la barrera.
—¡Madre mía! ¿Te has fijado en esa tía? —le dijo el agente más inhibido a su compañero.
—Pues para serte sincero no.
—¿Estás ciego? ¿Tú viste como le quedaba el uniforme? Madre mía... —el hombre se lamió los labios teatralmente.
—Estás fatal, tío. Si te llega a ver mi mujer haciendo eso pediría a Tobias que me cambiaran de compañero.
—Si esa tía fuera tu compañera, seguro que dejabas de ser tan fiel a tu mujercita...
—Anda, anda...
Ivan condujo tranquilamente dentro de la prisión como le había informado Melissa. Cuando se alejaron del control no pudo contenerse y tuvo que hacerle una pregunta.
—¿Crees que habrán sospechado algo?
—No sabría que decirte. Han sido un poco reticentes al no ver a los habituales pero no han sido excesivamente exhaustivos al nombrarles al supervisor.
Ivan estacionó el coche delante de la puerta de internamiento de reos.
—Chicos —gritó Ivan a los hombres de atrás—. La función va a comenzar, señores. De su actuación dependerá el resultado final. No defrauden al jefe, él se lo recompensará con creces cuando consigamos sacarlo de aquí. Si uno cae, caeremos todos, recuerden esa premisa.
Los hombres de atrás asintieron. Alguien aporreó el cristal de la furgoneta. Melissa abrió la puerta para encarar la situación.
—¡Venga! No tenemos todo el día —dijo el guarda que había golpeado el vehículo.
—Traemos tres reos, señor —Melissa se bajó de la furgoneta al igual que Ivan, ambos imitaron al guarda y se dirigieron a la parte trasera del vehículo.
—Ya me han informado los agentes del perímetro. —El hombre metió una llave en la cerradura derecha—. ¿A qué espera agente? —preguntó el hombre dirigiéndose a Ivan.
—Disculpe. —Ivan metió una llave en la cerradura izquierda y los dos hombres giraron sus llaves a la vez. A continuación el agente de prisión abrió la puerta y ojeó a los tres presos.
—Bienvenidos a la Cárcel del Soto. —Dos agentes de prisiones se hicieron cargo de los reos—. Su trabajo aquí ha terminado, señores. De ahora en adelante estos hombres son nuestra responsabilidad.
—Si no es inconveniente me gustaría ir al servicio antes de irme —contestó Melissa.
El hombre la miró de arriba abajo.
—Por supuesto que no es ningún inconveniente. Acompáñeme. —El hombre comenzó a caminar a paso ligero dirección a la prisión y la mujer lo siguió.
Los agentes de prisiones con los que se cruzaban al ver el hombre que los escoltaba bajaban la mirada.
—Fiona. —El hombre llamó a una mujer que al oír su nombre se acercó al grupo—. Acompañe a esta señorita al aseo, por favor. Es nueva, así que no sabe donde se encuentran.
—Sí, señor —contestó ella—. Sígame —agregó dirigiéndose a Melissa.
La mujer se internó en uno de los pasillos con paso decidido. Melissa la siguió a corta distancia. Tras caminar por varios pasillos la mujer se paró en seco enfrente de una de las puertas.
—Aquí tiene el baño. La esperaré aquí para llevarla de nuevo a la entrada.
Cuando Melissa estaba a la altura de la mujer, una fuerte explosión hizo templar los cimientos de la prisión. Melissa aprovechó el desconcierto de la mujer para empujarla al interior de los baños.
La puerta del baño se cerró tras su paso dejándolas solas dentro del recinto. Tras dicha acción, una explosión hizo temblar todo el edificio. Las dos mujeres se miraron antes de comenzar a luchar. El aseo era completamente blanco. Al lado derecho estaban los lavabos y los espejos mientras que al lado izquierdo estaban los habitáculos de los inodoros.
Tras unos segundos de tanteos, ambas mujeres comenzaron a luchar. Melissa lanzaba patadas y puñetazos que Fiona repelía sin dificultad. Tenía como contrincante a una verdadera rival, no sería tan fácil ganarla como había previsto en un principio. Melissa decidió cambiar de táctica y corrió en dirección a Fiona derribándola contra los lavabos, la mujer simplemente pudo gruñir de dolor ya que no le dio tiempo a repeler el golpe. Pero la funcionaria era dura y no se rendiría tan fácilmente, así que sin previo aviso la propinó un fuerte golpeo en espalda que obligó a Melissa a ceder en su agarre. Melissa no esperaba tal reacción y se separó de ella para revaluar su táctica.
—¿Quién eres? —le preguntó la agente de prisiones.
—¿Y eso qué más da ahora? —le contestó Melissa.
—¿Esa explosión también la has causado tú?
Melissa la contestó primeramente encogiéndose de hombros para a continuación responderla de viva voz.
—Lo único que te puedo contestar es que de este baño no saldrás con vida.
Fiona no se inmutó con la afirmación de la mujer que tenía enfrente y se lanzó contra ella. Melissa la asestó una patada en la cara que provocó un giro antinatural en la cabeza de su contrincante. Fiona cayó al suelo, pero se incorporó de nuevo y escupió sangre.
—Veo que eres una buena guerrera. —Fiona se limpió la sangre de su boca con la manga.
—A tí todavía te queda mucho que aprender.
Melissa la lanzó un puñetazo que su contrincante interceptó retorciéndola el brazo.
—¿Quién es ahora la alumna poco aventajada? —le preguntó Fiona a Melissa.
Melissa le dio un pisotón a su enemiga y la volteó sobre su espalda tirándola al suelo. Fiona cayó de espaldas golpeándose fuertemente la cabeza.
—Lo siento querida, pero no dispongo de más tiempo para tonterías. Me has retenido ya demasiado tiempo. Desnúdate y dame tu ropa. Si haces lo que te digo quizás tenga piedad y te deje vivir.
Fiona se volteo sobre el suelo y poco a poco se puso de pie. En ese momento la puerta del baño se abrió de repente. Era Ivan que ya estaba vestido de agente de prisiones. Miró a las dos y sin previo aviso disparó a Fiona a la cabeza.
—No nos queda mucho tiempo. Tú misma deberías saberlo —sentenció Ivan tras su acto.
Melissa se acercó a la mujer y comprobó sus constantes vitales.
—¿Por qué la has matado? —le preguntó Melissa.
—¿Es qué teníamos otra opción? Si no te gusta mi proceder haberla reducido antes que tuviste tiempo de sobra. Vístete con sus ropas y punto. —Melissa desvistió a Fiona y se puso sus ropas incluida la gorra ahora ensangrentada—. Tenemos que encontrar a Borja y a Óscar cuanto antes si queremos salir de aquí ilesos. Vamos un poco justos de tiempo.
Melissa e Ivan comenzaron a caminar por los caóticos pasillos de la prisión. Los guardias corrían de un lado para otro y ninguno se fijó en su presencia.
—Ey vosotros dos. —Melissa e Ivan pararon en seco—. ¿A dónde vais? Necesitamos hombres en el módulo cinco.
—El alcaide nos ha ordenado ir a la enfermería —sentenció Ivan.
El agente asintió en su dirección y se fue.
—Vamos, es por aquí —dijo Melissa recodando el pasillo a la derecha—. ¿De cuánto tiempo disponemos?
Ivan miró su reloj.
—Quince o tal vez diez minutos —respondió él.
—Entonces nos toca correr.
Melissa era la guía. Tras cruzar varios pasillos se paró frente a una puerta.
—Hemos llegado —anunció la mujer.
—Bien.
Ivan abrió la puerta, fue el primero en entrar a la enfermería. Dos agentes escoltaban a los dos reos que allí se encontraban. Antes de que pudieran reaccionar los disparó. A continuación fue directo a la camilla en la que se encontraba Óscar.
—Pensé que nunca vendríais —dijo Óscar al verlos.
—Eso nunca, señor —contestó Ivan—. Está esposado.
—Guardan las llaves en aquel armario —informó Óscar mientras lo señalaba.
Melissa se dirigió a él y cogió dos llaves, una se la tiró a Ivan y con la otra abrió las esposas de Borja.
—¿Qué está pasando aquí Melissa? —preguntó Borja cuando estaba al lado de su cama.
—Hora de irse. Esta prisión ya no es segura para usted. Debe salir del país cuanto antes si quiere seguir con vida. Los eventos ahí fuera se han precipitado más rápido de lo que supusimos.
—¿No dirás que no he cuidado bien de tu juguete, eh preciosa? —intervino Óscar.
Melissa vio la cara magullada del padre de Germán y decidió no contestar.
—¿Este era tu hombre de confianza en prisión? —preguntó Borja.
—Ya ves viejo —contestó Óscar—. ¿Cuál es el plan para salir de aquí? Porque con el jaleo que habéis montado ahí fuera pronto esto se llenará de policía
En ese momento dos explosiones más tuvieron lugar en el complejo. La sirenas comenzaron a sonar.
—Hora de irse, caballeros —anunció Melissa—. Esto ahora es una bomba a presión a punto de estallar. —Melissa señaló a los dos agentes—. Tendréis que cambiaros de ropas, caballeros. —mientras Borja y Óscar desvestían a los agentes muertos continuó hablando—. Borja vendrás conmigo y tú Óscar irás con tu hombre. Nos encontraremos en la azotea del modulo tres. Recordad, a pesar de que lleváis gorras nunca miréis hacía arriba, es mejor que llevéis la cabeza algo gacha. No podemos permitirnos que las cámaras tomen imágenes nuestras huyendo de este modo. —Todos asintieron—. Ahora vamos. —Melissa señaló la salida a Ivan y este y Óscar se fueron de la estancia.
—No sé como puedes confiar en tipos como ese —intervino Borja cuando los dos hombres se habían ido.
—Salga caminando como si nada, tranquilamente, no vaya más rápido de lo normal —contestó Melissa saliendo por la puerta con Borja a su espalda—. Camine a mi vera, Borja.
—Ese tío me acaba de pegar una paliza, ¿sabes?
—Sus motivos tenía —Melissa interceptó el paso a Borja. Dos agentes pasaron por el pasillo corriendo sin fijarse en ellos.
—¿Sus motivos tenía? —le contestó Borja.
—Yo le ordené que te mandará a enfermería para llevar a cabo vuestra fuga. Borja, esto no es un juego, sigue cada una de mis indicaciones. Un paso en falso y ni siquiera yo podré salvarte. ¿De acuerdo? —Borja la miró a los ojos y asintió—. Bien. Ahora sígueme a poder ser en silencio.
Melissa se dirigió a una puerta, la abrió y ambos comenzaron a bajar unas escaleras.
—¿No se supone que íbamos a la azotea?
—Sí, pero el camino más corto a veces no es el más seguro —contestó ella.
Cuando llegaron al final de la escalera un hombre interceptó su paso.
—¡Vaya, vaya! Mira que preciosidad tenemos por aquí. —Otros dos reos salieron de las sombras—. Hoy es nuestro día de suerte, chicos.
El hombre se acercó a Melissa y cuando la iba a tocar está lo esposó en la barandilla de la escalera. Una vez que estaba allí inmovilizado se dirigió a los otros dos.
—Si nos dejáis pasar, haremos la vista gorda. Podréis seguir con vuestra maravillosa excursión escolar. Sino...
Uno de los reos se abalanzó sobre ella antes de que terminara la frase, el otro se fue contra Borja. Melissa comenzó a luchar contra el suyo pero su trabajo no era nada fácil, su contrincante era dos veces su tamaño. Sus patadas y sus puñetazos eran como caricias para él. Melissa evaluó qué tal le iba a Borja y parecía que no le estaba yendo mucho mejor que a ella. La mujer centró su atención en su contrincante, en ese preciso instante oyó un disparo. Melissa y su enemigo pararon su pelea en seco. Melissa se giró y vio a Borja empuñando un arma en su dirección.
—Borja, no lo hagas. —Melissa levantó las manos en un acto reflejo—. Si me disparas, ¿crees qué podrás ser capaz de salir de aquí?
El hombre no la oyó y disparó. Melissa cerró los ojos pensando que ese sería su último día en la tierra. Al abrirlos, Borja seguía empuñando el arma en su dirección. Se encontraba en shock, acaba de matar a dos hombres en solo un minuto.
—Vamos Borja. Ya habrá tiempo para arrepentimientos. Ahora debemos centrarnos en salir de aquí cuanto antes, no disponemos de mucho tiempo para ello.
Melissa lo cogió por el codo y tiró de él. Borja corría sin tener constancia de lo que realmente hacía. Subieron por una escalera de caracol y salieron a la azotea. Allí les esperaba un helicóptero cuyas aspas estaban en funcionamiento. La pareja corrió hacia él. Dentro ya estaban Óscar e Ivan.
—Estábamos apunto de irnos, preciosa —dijo Óscar al subirse esta en el helicóptero seguida de Borja.
—Deja de llamarme preciosa, Óscar. —Melissa se puso el cinturón mientras el helicóptero comenzaba a despegar—. Sabes que odio que me llames así.
Yolanda entró corriendo en el despacho de Francisco.
—Francisco. Ha surgido un contratiempo.
—¿Un contratiempo? ¿A qué te refieres, Yolanda? —le preguntó Francisco desviando su vista del ordenador en el que se encontraba inmerso.
—Borja ha escapado de la prisión hace una hora.
—¿Hace una hora y me informas todavía ahora? —gritó Francisco a su segundo.
—Yo...
—Quiero las imágenes de las cámaras de esa prisión —le cortó mientras se levantaba rápidamente de su silla—. Y las quiero ¡ya!
El hombre salió de su despacho como alma que llevaba el diablo en dirección al puesto de Tania.
—Tania, quiero las imágenes de las cámaras de la prisión del Soto y las quiero para ayer.
—Sí, señor —contestó Tania mientras miraba a sus hombres. Estos en segundos tenían las imágenes que el jefe les había pedido—. Todo apunta que estos dos y los tres reos que transportaban fueron los encargados de sacar a Borja de esa prisión —agregó Tania al poner las imágenes en la pantalla central.
—¿Sacaron a alguien más? —se interesó Francisco.
—Todavía es pronto para saberlo, señor. Los agentes de prisiones se encuentran haciendo el recuento de todos los prisioneros. Quizás al finalizar la tarde ya sabremos algo más. Por el momento, el único confirmado es Borja.
—¿Por qué ya sabéis que él está fuera?
—Su pabellón ya ha sido recontado.
—Mándame esas imágenes a mi terminal, he de estudiarlas detenidamente. No quiero interrupciones —sentenció Francisco antes de volver a su despacho y cerrar la puerta de un fuerte portazo.
El helicóptero que transportaba al grupo estacionó en el helipuerto de un yate lujoso en mitad del océano. A su alrededor ni rastro de civilización, solo había masa de agua. El primero en bajar fue Óscar, ya que era el único que conocía aquel lugar.
—Gracias a Dios que estoy fuera de ese inmundo lugar. —Óscar cerró sus ojos y aspiró fuertemente—. Como echaba de menos este aroma y el ruido del mar. ¿No creéis que es relajante?
—Necesito que saques a Borja del país. —Melissa sacó de su ensimismamiento a Óscar. No estaba dispuesta a perder más tiempo. Borja había salido de prisión pero hasta que no se alejara lo más posible de aquella ciudad no estaría realmente a salvo.
—Yo ya he cumplido con mi parte del trato. Según me dijiste salvándole el culo en esa prisión tú y yo saldaríamos cuentas.
—Necesito que lo saques del país. Para tí será coser y cantar conseguirle una nueva identidad y todo lo necesario para que esa nueva tapadera se sustente.
—Para mí eso no es nada, pero no tengo intención en hacerlo.
—¿Qué necesitas que haga por tí? Una persona como tú siempre tiene enemigos que eliminar.
Óscar la miró y la sonrió.
—¿Tanto vale ese hombre para tí? —preguntó Óscar mirando a Borja—. Dios mío, tú te enamoraste de su hijo, madre mía, quién lo diría...
Melissa le aguantó la mirada pero no le contestó al instante.
—Eso no es de tu incumbencia. ¿Qué quieres para sacarlo de aquí?
—Hablemos en mi despacho.
Óscar se dirigió a una escaleras seguido muy de cerca por Melissa. El barco era grande. Su guía abrió una puerta y esperó a que ella entrara para cerrarla.
—Siéntate, por favor —le invitó Óscar.
El despacho en el que se encontraban era bastante amplio para encontrarse en un yate. Disponía de un preciosos escritorio de materiales nobles y una pequeña zona de estar con minibar incluido. Melissa se sentó en el sofá que le señaló el anfitrión.
—¿Quieres tomar algo? —le preguntó Óscar.
—No bebo durante las misiones —contestó ella.
—Que yo sepa tu númerito en la cárcel ya terminó. Estamos lejos del peligro. Puedes tomarte una copa si lo deseas. Venga, anímate.
—No quiero tomar ninguna copa. Solo quiero cerrar un trato y en cuanto lo haga, me iré de aquí.
—De acuerdo, preciosa, no continuaré insistiendo —respondió Óscar mientras se servía una copa para él mismo. A continuación, se dirigió al sofá que se encontraba en frente del que ella ocupaba y se sentó en él—. Tengo un enemigo que últimamente quiere hacerse con ciertas partes de mi territorio. He matado a alguno de sus colaboradores pero parece que no es suficiente ya que sigue insistiendo en su empeño. Quiero que lo elimines y cuando lo hagas no te preocupes por Borja, yo le protegeré como si de uno de mis propios hombres se tratara. Le proporcionaré una nueva identidad y lo sacaré de este país. ¿Tenemos trato?
—¿No crees que estás estirando excesivamente de la cuerda?
—No veo por qué. Ambos tenemos una necesidad, ¿por qué no solventarlas ayudándonos el uno al otro?
—Porque estás aprovechando excesivamente tu ventaja técnica.
Óscar sonrió.
—Bueno cada uno aprovecha su ventaja lo mejor que puede. ¿Qué te cuesta a ti eliminar a una simple persona?
—Tienes recursos suficientes para conseguir quitarte de en medio a cualquier competidor tú solo. ¿Por qué me necesitas para ese trabajo?
—¿Aceptas el trato?
—¿Me queda otro remedio?
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