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Capítulo 42

Melissa acudió a la cita de su mentor. Se habían citado en un parque a las afueras de la ciudad. Eran las tres de la madrugada, por lo que no había nadie en la zona, estaban completamente solos.

—Buenas noches, Roberto. —Melissa se sentó en el banco donde ya se encontraban su preceptor.

—Buenas noches. Te he citado para informarte de mis avances en cuando a la investigación que me encomendaste, así como para darte los pasaportes de Germán y su madre. —El hombre le tendió una carpeta. Melissa la cogió y la abrió para comprobar el material que se encontraba en su interior.

El banco se encontraba bajo una farola, por lo que les era posible al menos verse las caras.

—Gracias —le dijo Melissa levantando la carpeta y guardándola en el interior de su cazadora de cuero—. ¿Has conseguido nueva información? —añadió refiriéndose a la investigación.

—Los hombres que mataste no eran unos amateur. Pertenecían a un grupo de mercenarios. Sobre sus espaldas pesaban un montón de asesinatos, en realidad, crueles asesinatos. El mundo no ha perdido nada con su desaparición, al contrario, el mundo es un lugar algo más seguro tras su eliminación. —Roberto apoyo su codos sobre sus rodillas y miró al frente—. Pero aún hay más. Estuve investigando el accidente del que me hablaste, aquel del que oíste hablar a Sergio y a Francisco. Parece ser que el comisario encargado del caso también tenía sus reticencias en cuanto a la versión oficial que catalogaba el accidente como fruto de un cúmulo de malas casualidades.

—¿Ese hombre sigue vivo? —le preguntó Melissa.

—Sabía que me lo ibas a preguntar —Roberto la sonrió— por lo que hice bien mi trabajo. Vive a 4 horas en coche de aquí.

—¿Dónde? —insistió ella.

—Tranquila, Melissa. Las prisas no son buenas consejeras y la impaciencia menos. Debemos preparar bien ese encuentro. Recuerda que es un antiguo policía. Debemos ser cautos con él. No creo que quiera hablar así como así de ese tema.

—¿Por qué dices eso?

—Ese caso hizo que lo jubilaran anticipadamente del cuerpo. Cosa extraña teniendo en cuenta que hasta ese momento gozaba de una fabulosa salud. En mi opinión fue una maniobra para sacarle del caso, para que no indagara más de la cuenta. Creo que había alguien que no le interesaba que siguiera investigando una persona tan concienzuda como él. No creo que guarde buenos recuerdos del caso que lo apartó de su amada profesión. Pero no te preocupes, Melissa, ya se me ha ocurrido un plan. —Roberto sonrió a su pupila con autosuficiencia.




Melissa aparcó su moto en el parking de la cárcel. Hoy era día de visitas y tenía que hablar con uno de los reos que en ella se encontraba. Nadie pensaría que detrás de aquella caracterización se encontrara una de las decoradoras de interiores más importante de la ciudad. Vestía una minifalda negra con unas medías de redecilla y un top blanco junto con una cazadora de cuero negro. Para completar el conjunto, calzaba unas botas altas negras y llevaba una peluca negra que hacía resaltar, aún mas si cabe, el maquillaje blanquecino que llevaba y sus labios pintados de negro. Mascaba exageradamente un chicle cuando llegó a la puerta de acceso a visitas de la prisión. Pasó sin que ninguno de los agentes la interceptaran y esperó la cola de visitas. Al llegar su turno enseñó su identificación.

—¿A quién viene a ver? —le preguntó la agente encargada del control.

—A Óscar Valdés.

—¿Parentesco?

—Novia.

—¿Vis a Vis? —le preguntó la agente de prisiones.

—Sí. —Melissa contestó a la agente mientras mascaba despreocupadamente su chicle y la miraba fijamente a los ojos retándola. La agente la evaluó de arriba a abajo.

—Póngase contra la pared. Manos apoyadas en el muro, piernas separadas. Procederé a su cacheo. —Melissa hizo lo que la policía la ordenó. La mujer fue concienzuda en su trabajo—. Muy bien. Ahora siga al agente que la llevará hasta la sala donde tendrá el encuentro con el reo.

La mujer le señaló a un hombre con cara de pocos amigos y volvió a su puesto para seguir recibiendo a más visitas de los reos. Melissa, por su parte, siguió al agente de prisiones que le habían encomendado.

—¿Qué tal el trabajo por aquí? —le preguntó Melissa en tono bajo.

—Bien, no tenemos tiempo de aburrirnos.

Melissa hizo una pompa con el chicle que sonó en todo el pasillo por el que estaban caminando.

—Espero que esté todo preparado para el gran día.

—No te preocupes, ya está todo preparado. —El hombre abrió una puerta—. Su novio vendrá en breves instantes.

Melissa entró en la sala y se sentó en el sofá a esperar a Óscar. Tras una larga espera, la puerta se abrió y allí apareció él. Melissa al verlo se levantó y corrió hacia él. Los dos fusionaron sus labios en un apasionado beso. Cuando sintió que la puerta se cerraba, se separó rápidamente del hombre.

—Al final voy a coger gusto a estar dentro de la cárcel. Al menos estar aquí tiene ciertas recompensas —Óscar la tocó el culo de forma obscena.

—No me toques el culo. —Melissa se separó de él empujándolo—. No me he expuesto de este modo para intimar contigo.

—Cualquiera lo diría...

Óscar se lamió los labios y miró el look que llevaba la mujer tan lejos del habitual: minifalda, camiseta que dejaba poco a la imaginación y unos tacones de altura descomunal.

—Tenía que meterme en el papel de la típica chica que podría venir a visitarte.

—Comprendo, comprendo. —Óscar se sentó en la cama y la miró de arriba a abajo—. ¿Sabes una cosa? Ganas mucho con ese look desenfadado. Estás tremendamente sexy.

Melissa lo miró con cara de pocos amigos y con los brazos en jarras.

—¿Ya has terminado con tu show, Óscar? —El hombre tocó el colchón de la cama para invitarla a que se sentará—. No voy a acostarme contigo, Óscar, ni lo sueñes.

El hombre sonrió de forma pícara.

—Es lo mínimo que deberías hacer después de lo que me está costando proteger al padre de tu chico. El tío parece que le gusta hacer amistades peligrosas.

—¿No te parece suficiente mi pago?

—Si llego a saber el trabajo físico y mental que me costaría mantener a ese con vida, hubiera negociado algo más. El pago te ha salido barato.

Melissa se sentó en la cama, al lado de Óscar pero a una cierta distancia.

—Pronto saldréis de aquí, no te quejes tanto. Estoy ya preparándolo todo.

—¿Sabes la cantidad de amistades que estoy haciendo aquí, Melissa? Al final va haber sido buena idea pernoctar aquí algunos días. He conseguido grandes contactos que pienso utilizar cuando este fuera. Expandiré mi negocio de un forma muy productiva para mis intereses.

—Me alegro por ti. Aunque me temo que no has revelado tu auténtica identidad.

—¿Cuando será la evacuación? —Óscar cambió de tema radicalmente.

—Aún no lo sé seguro. Pero a lo más tardar en un mes.

Melissa notó como los dedos de Oscar tocaban la piel desnuda de su espalda. Tenía los dedos fríos, la mujer se quedó rígida ante el contacto.

—No podré seguir protegiéndolo durante mucho tiempo más —la susurró sensualmente sobre el oído.

—¿No habías hecho tantos contactos? Supongo que te podrán ayudar, ¿no?

—Una cosa no quita a la otra. —Óscar la tocaba de una forma sensual. Le gustaba retarla.

—Intentaré que la evacuación sea en el menor tiempo posible. —Melissa habló como si los dedos de Óscar no estuvieran bajando por su espalda—. En cuanto todo esté preparado, te informaré.

Melissa se levantó rápidamente de la cama y se dirigió a la puerta. No quería que le siguiera tocando de aquel modo.

—¿A dónde te crees que vas? —la recriminó Óscar—. No permitiré que hagas pensar a los guardias que soy de gatillo rápido. Vuelve a sentarte aquí y cuéntame que es lo que tienes pensado para sacarnos de aquí.

Melissa giró lentamente y volvió a sentarse a la vera del hombre que mantenía con vida a Borja en aquella cárcel. A continuación, procedió a relatarle los planes de su huida.

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