Capítulo 41
Melissa necesitaba ayuda, ella sola no podía continuar con aquella empresa. Decidió pedir ayuda de alguien de su entera confianza, alguien que ya le había prometido ayudarla.
—Roberto. Necesito hablar contigo urgentemente —Melissa llamó a su compañero.
—Lo siento, pero me pillas en un mal momento. Estoy inmerso en los preparativos de una misión muy complicada —respondió el hombre.
—Roberto, te prometo que seré breve. Necesito tu ayuda urgentemente — insistió Melissa—. Es de vital importancia.
—Estoy en la base y me es imposible abandonarla —le contestó él—. Melissa, sabes lo peligroso que es que nos puedan ver juntos.
—Lo sé, pero ha ocurrido algo que nos hace reducir tiempos. Si no fuera importante no me arriesgaría de tal modo.
—Si te corre prisa, pásate por aquí. Te veré en mi despacho. Veré en que te puedo ayudar. ¿Te parece?
—Llegaré en breve —le contestó ella finalizando la conversación.
Melissa se dirigió a su garaje y cogió su moto. Debía llegar cuanto antes a la base de la organización. Tenía que despejar dudas de quien eran los asaltantes de su casa.
Al llegar Melissa encontró la base en pleno apogeo. La misión en la que estaba trabajando Roberto debía ser tremendamente importante ya que la mayor parte de los efectivos de la organización estaban presentes e inmersos en sus respectivos lugares de trabajo.
—Hola Alex —le saludó Melissa.
—Hola preciosa. —Alex la dio dos besos—. ¿Como estás tú por aquí? ¿Te han requerido como refuerzo?
—No, no me han llamado. La verdad es que venía a haceros una visita. Pero veo que estáis liados —dijo mirando a su alrededor. En ese momento pilló a Roberto mirándola fijamente unos breves segundos.
—Sí, en breves si todo sale según lo previsto, habrá misión —le contestó Alejandro mientras se encaminaba a su zona de trabajó. Melissa le siguió de cerca—. Según parece es importante ya que sino Roberto no sería el encargado de su supervisión.
—¿Se sabe cuál es el objetivo?
—Yo al menos no. Ya sabes como funciona esto. A mí nunca me dan ese tipo de información, según dicen, "para tu trabajo no es necesario conocer esos datos". A mí solo me dicen, necesitamos este arma y este o este dispositivo... Soy el chico de los inventos, nadie me tiene en cuenta a la hora de planificar misiones. Pero eso tú ya lo sabes, querida.
—¿Andas inmerso en la construcción de algún nuevo invento? —cambió de tema para animarlo.
—Eso siempre, no necesitas ni preguntarlo. Ando inmerso en la construcción de un nuevo arma. Pero todavía es un proyecto —agregó estas últimas palabras en un tono más bajo—. Un proyecto, por cierto, muy secreto del cual no te puedo adelantar nada de nada.
—Bueno entonces no te entretendré más.
—Melissa, tú nunca me molestas, ya lo sabes.
Ella sonrió ante las palabras de su compañero. Alejandro era su mejor amigo allí, alguien en el que confiaba plenamente.
—Ha sido un placer ver que sigues tan bien como siempre, Alex. Ahora voy a saludar rápido al resto del equipo y me iré pronto para no entorpecer la ejecución de la misión.
—Cuídate, Melissa —le dijo mientras le acariciaba el hombro a modo de despedida.
—Lo mismo te deseo, Alex.
Melissa lo besó en la mejilla y a continuación lo dejó inmerso de nuevo en su trabajo y se encaminó dirección al despacho de Roberto.
—Hola, Melissa —la saludó Yolanda interceptándola por el camino—. ¿Has sido convocada? —la preguntó extrañada al verla allí.
—No, únicamente he venido a ver a mis compañeros. Pero viendo que por aquí la cosa anda bastante movida me iré en breve.
—De acuerdo. Por cierto, me gustaría que pasaras a tomar luego un café a mi despacho, antes de que te vayas. Si te parece bien, claro.
—Si, por supuesto —contestó la joven mientras sonreía a su jefa—. Iré en un rato.
—Entonces, hasta luego.
—Hasta luego, Yolanda.
Yolanda se fue con paso decidido a su oficina, mientras Melissa se dirigía a la zona de ordenadores. Roberto estaba allí dando ordenes al equipo informático.
—Bien. Seguid por esa linea de investigación. En diez minutos quiero empezar a ver resultados, ¿entendido?
Sin mediar palabra, miró a Melissa y la ordenó que lo siguiera solo con la mirada. Ambos entraron en su despacho. Roberto cerró la puerta tras ella. A continuación marcó unos números en un tablero que se encontraba detrás de la puerta, gracias a lo cual desactivó la cámara y los micrófonos que se encontraban en su despacho.
—El venir aquí es sumamente peligroso, Melissa. Parece mentira que no lo sepas a estas alturas.
—Lo sé —contestó ella mientras se sentaba en una de las sillas del despacho.
Roberto por su parte se dirigió a su silla y también tomó asiento.
—Bueno, lo hecho hecho está. Vayamos al grano, ¿qué es eso tan urgente que tenías que contarme sin demora y para lo que necesitas mi ayuda?
—Cuatro hombres armados han irrumpido en mi casa y han intentado matar a mis invitados.
—¿Qué ha sido de ellos? —Roberto como buen agente de la organización buscaba información rápida y concisa, no andaba tampoco con rodeos.
—Eliminados. Pero temo, teniendo en cuenta su forma de proceder, que al no haber cumplido su trabajo, vengan otros a finalizarlo.
—Comprendo. —Roberto se recostó es su sillón y juntó sus manos, estaba digiriendo la información y pensando.
—Estas son unas fotos que he tomado de ellos —agregó Melissa mientras le hacía entrega de las instantáneas—. He intentado investigar yo misma sus identidades, pero con mi nivel de identificación no tengo acceso a esos archivos. He pensado que igual tú...
Roberto guardó las fotos que le entregó Melissa en uno de los cajones de su escritorio sin mirarlas.
—No te preocupes, luego lo investigaré —agregó tras cerrar el cajón.
—No puede ser luego, tiene que ser ahora. No tenemos tiempo que perder.
—Ahora no puedo. Estoy monitorizando una misión.
—Roberto, por favor.
—¿Necesitas algo más?
Roberto era parco en palabras, el hombre quería que aquella visita terminara cuanto antes para no dar demasiadas señales de alarma a sus superiores.
—Sí. Si te queda tiempo, necesito tu ayuda para sacar a Germán y a Elisabeth del país sin que nadie se enteré. Además me gustaría contarte lo que descubrí ayer. Es algo sumamente importante.
—Veré lo que puedo hacer por tus invitados. Respecto a lo que descubriste ayer, eso deberá esperar.
—¿Pero...?
—Aquí las paredes tienen oídos y nos conviene ser precavidos. Quedaremos fuera de aquí, ¿de acuerdo? —Melissa asintió a modo de respuesta—. Te avisaré en cuanto me sea posible. Ahora debes irte. Cuanto más tiempo nos vean hablando juntos más peligro corremos ambos.
Cuando Melissa regresó a su casa Germán la esperaba en el hall.
—Hola, Germán —le saludó Melissa mientras cerraba la puerta de la entrada tras su paso.
—Hola. Te estaba esperando. —Germán estaba muy serio, algo poco común en él—. Necesito, bueno mejor dicho, necesitamos una explicación de lo que ha pasado aquí anoche.
—Por supuesto. Pero déjame que antes vaya a dar el resto del día libre a Teresa. En una hora en el salón, tendréis vuestra explicación. ¿Te parece? —Melissa intentó tocarle el brazo pero él se retiró como si no deseará su contacto, como si su contacto fuera a hacerle algún daño.
—Eso espero. Creo que al menos nos lo debes. —Germán se volvió y desapareció del hall.
Por su parte, Melissa fue en busca de Teresa para concederle el resto del día libre. Cuantos menos testigos hubiera en la casa, mucho mejor.
—Gracias por ser tan puntuales —dijo Melissa a Elisabeth y a Germán que estaban ya sentados en el sofá cuando ella entró en el salón—. Antes de aclararos lo ocurrido ayer aquí —agregó mientras cerraba la puerta—, quiero informaros que existe cierta información que no os podré revelar bajo ningún concepto por el riesgo que eso conllevaría para vosotros.
—En una ocasión mi padre nos contó que pertenecías a una organización criminal. ¿Es cierto? —Germán fue directo, al grano, sin rodeos.
—No, no pertenezco a ninguna organización criminal —le contestó ella de forma calmada mirándole primero a él a los ojos y después a Elisabeth.
—Entonces, ¿cómo pudiste disparar a ese hombre de ese modo sin fallar? —la recriminó Elisabeth.
—La información que os reveló Borja es cierta pero solo en cierta medida. Dejadme antes de nada que os diga que las cosas no son nunca blancas o negras. Es cierto que pertenezco a una organización, no os voy a engañar, pero no es criminal. —Melissa se sentó en otro de los sillones de la estancia.
—¿Quienes eran los hombres que intentaron matarnos ayer? —preguntó Germán.
—Todavía no lo se. He intentado averiguarlo pero aún no he tenido éxito en mis investigaciones. Lo que si está claro es que sus objetivos estaban bien definido, erais vosotros.
—¿Por qué? —intervino Elisabeth.
—Eso no os lo puedo contar porque...
—¿Qué no nos lo puedes contar? —le gritó Germán—. Mi madre y yo queremos explicaciones y ahora. Nos lo merecemos. ¿Intentan asesinarnos y no puedes revelarnos el motivo? —Germán estaba muy alterado, fuera de sí, Melissa nunca lo había visto así antes.
—¿No os dais cuenta de que pertenezco a una organización que trabaja en la sombra? —le contestó ella—. No me está permitido revelar nada de ella y menos todavía información sobre misiones a personas ajenas a la causa.
—Al menos podrás explicarnos tu relación con mi marido, ¿no? —quiso saber Elisabeth.
—Si os revelo algo, sea lo que sea, os pondré todavía en más peligro del que estáis. La organización no deja testigos que puedan revelar sus acciones. ¿No lo comprendéis?
—Si no nos vas a contar nada, ¿para qué nos has citado aquí? ¡Mamá! —agregó Germán mirándola—. Vayámonos de aquí. Estamos perdiendo el tiempo.
Tras dichas palabras ambos se levantaron del sofá y se dirigieron a la salida del salón.
—Por favor. —Melissa también se levantó del suyo—. No os vayáis. —Madre e hijo frenaron su avance, giraron y la miraron—. Si os quedáis aquí, conmigo, al menos podré protegeros, es lo mínimo que puedo hacer por vosotros.
—¿Protegernos de qué, Melissa? —La voz de Germán estaba teñida de ira y reproche al igual que sus ojos, esos ojos que no hacía mucho tiempo brillaban de amor por ella.
—Germán, Elisabeth, por favor. ¿Creéis que no volverán a atentar contra vosotros de nuevo? —les preguntó acercándose a ellos lentamente—. Quién quiera que haya ordenado vuestra muerte, mandará a otros a terminar el trabajo cuando se entere de que no se ha llevado a termino. Soy la única persona que os puede proteger al precio que sea, y en el fondo lo sabéis.
—Melissa —intervino Germán—, no eres la única que puede protegernos. Lo único que has conseguido es destrozar nuestra familia. Llamaremos a Sergio. Él nos acogerá y nos protegerá de quien sea incluso de ti. Le contaremos quién eres y despídete de tu vida de ensueño. Te pagaremos con la misma moneda con la que nos pagaste a nosotros.
—¿Sergio? Eso ni se os ocurra. —Melissa estaba alarmada por las palabras que le dedicaba el que todavía era su novio—. Yo no soy vuestro enemigo, tenéis que creerme, por favor. Si queréis iros de aquí, no acudáis a buscar ayuda a tu padrino, os lo digo en serio.
—¿Por qué no debemos acudir a Sergio? —preguntó Elisabeth.
—Mamá, no sigas escuchando a esta demente. ¿No ves que está loca? —Germán intentó salir de allí con su madre pero esta no le siguió. Estaba inmóvil, mirando fijamente a Melissa, quería una respuesta a su pregunta y hasta que no la obtuviera no se iría de allí.
—He hablado demasiado —contestó Melissa—. Sé que después de lo que ha sucedido no confiareis de nuevo en mí, lo comprendo. Yo en vuestro lugar, seguramente haría lo mismo. Pero al menos dejarme que os de un consejo. Solo debéis confiar en vosotros mismo y en nadie más, ¿de acuerdo? Si os queréis ir de mi casa lo entiendo. Os puedo conseguir pasaportes falsos y ayuda para salir del país. De ese modo podréis comenzar una nueva vida en el país que deseéis sin necesidad de estar mirando continuamente atrás. Es vuestra mejor opción, en realidad vuestra única opción para tener una vida medianamente normal.
—¿Estás diciendo que nuestra única salida es huir? ¿Que aquí en Ximar estamos en peligro? —Elisabeth se acercó a ella, pero Germán no.
—No sé si será la única salida, pero si la más rápida y por ahora la más segura. Por lo menos hasta que consiga arreglarlo todo. Con mi ayuda podréis empezar una nueva vida donde queráis. Sin mi protección, no se durante cuanto tiempo estaréis a salvo aquí en Ximar.
—Mamá, ¿me permites hablar con Melissa a solas? —intervino Germán.
—¿Estás seguro, hijo? —le contestó ella sin estar muy convencida de dejarlo allí solo con aquella mujer.
—Sí —contesto él mirando a Melissa fijamente a los ojos.
Elisabeth antes de abandonar el salón dio un beso en la cara a su hijo. El incidente que había tenido lugar aquella misma madrugada parecía que los había unido, si cabe, aún más. Cuando la puerta del salón se cerró, Germán comenzó a hablar.
—Lo nuestro nunca ha significo nada para ti, ¿verdad? —En la mirada de Germán había cierto odio impreso.
Del amor al odio dicen que hay un paso y Germán con su mirada lo estaba demostrando. En aquella mirada no había amor, había miedo ocultado por el odio.
Germán acaba de despertar de un sueño, la mujer que amaba resultaba ser otra persona que el desconocía. De madrugada había conocido a la autentica Melissa, una mujer fría y despiadada que había asesinado a tres hombres sin apenas esfuerzo y había limpiado el lugar de los hechos de tal modo como si el horror que él y su madre habían sufrido no hubiera existido. Pero si había ocurrido, él mismo había asesinado a un hombre, todavía sentía la sangre de aquel hombre en sus manos. La mirada de pánico de aquel hombre no se le borraría de la cabeza fácilmente.
—Eso es mentira, Germán. Te quiero. —Melissa intentó cogerle las manos, pero él se lo impidió.
—¡Cállate! No sigas mintiéndome más. He tenido suficiente con despertarme de repente del sueño que me hiciste vivir como para seguir oyéndote decirme que me quieres. No tienes ni idea del verdadero significado de esas palabras. Me has utilizado. Todo este tiempo me has estado engañando. ¡Qué estúpido he sido! ¿Cómo no me di cuenta antes? Mi padre intentó advertirme de tí pero no le hice caso.
—No todo ha sido mentira, Germán, y tú bien lo sabes. Lo que hay entre nosotros, es amor verdadero. —Los ojos de Melissa comenzaron a ponerse vidriosos—. Tú lo sientes igual que yo, no lo niegues.
—Nuestro primer encuentro, cuando nos conocimos en aquella carretera, ¿fue fruto del azar o fue premeditado?
—Fue premeditado pero...
—¡Dios! Me lo temía... —le interrumpió él—. He vivido un año en una completa mentira, una mentira creada por tí y todavía, ¿tienes la poca vergüenza de intentar convencerme de lo contrario? ¡Jolín Melissa! Cuando cortaste conmigo tras tu secuestro, me destrozaste por dentro, en cambio para tí seguro que resultó facilísimo. Seguro que fue una liberación. Qué estúpido he sido. He sido un idiota y tú te has reído de mí todo este tiempo.
—Tienes razón en parte. Al principio eras simplemente un objetivo, una misión más para mí, una misión que me ayudaría a ascender en el organigrama de la organización. Pero cuando realmente te conocí, me enamore de tí. ¿Quién no lo haría? Si no, ¿crees qué me arriesgaría ahora tanto por tu madre y por tí? ¿Crees que hubiera destrozado mi tapadera ante vuestros ojos si no significaras nada para mí? Para un agente encubierto su más preciado tesoro es su tapadera y yo he destruido la mía ante tu madre y ante tí para salvar vuestras vidas. ¿Es qué no lo ves? Si no te quisiera, ¿no me hubiera sido más fácil no intervenir? Ahora no estaríamos teniendo esta conversación. —Melissa cogió las manos a Germán, en esta ocasión él no repelió su contacto—. El cortar contigo a mí también me destrozó por dentro y fue en ese preciso momento cuando descubrí que estaba perdidamente enamorada de tí. Quiero que sepas que nunca antes había tenido este sentimiento por nadie y que pase lo que pase, te protegeré con mi vida siempre mientras viva. Recuerda esas palabras, Germán, mientras viva siempre te protegeré.
—Lo siento pero no puedo creerte. ¿Por qué habría de hacerlo? —Él se soltó del agarre de Melissa y se apartó unos pasos de ella.
—Déjame que os proteja, por favor. —Melissa lo cogió por los antebrazos—. Si alguien te hiciera daño, no me lo perdonaría nunca. —La mujer estrechó momentáneamente su agarré sobre él—. Tu madre y tú estáis en serio peligro.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro